© Naruto, Masashi Kishimoto.

Adaptación Sasuhina. AU. Obviamente OOC en personajes.


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TRAPECIO SIN RED

Capítulo 18

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Durante los meses de junio y julio, el circo de los Hermanos Hatake pasó el septentrión de la gira mientras se dirigía hacia el este a través de la Provincia de Uniberú. Algunas veces seguían el curso de un río: Huhemba, Uminoū, Uipek. Actuaron en pueblos pequeños que habían sido olvidados por los circos grandes, pueblos mineros con las minas cerradas, pueblos con molinos abandonados, pueblos con fábricas clausuradas. Los circos más famosos podían haber olvidado a la gente común de Uniberú, pero el de los Hermanos Hatake la recordaba y la función continuaba.

La primera semana de agosto, el circo llegó a Akhal y Hinata nunca había sido más feliz en su vida. Cada día era una aventura. Se sentía como si fuera una persona diferente: fuerte, confiada y capaz de defenderse por sí misma. Desde la fuga de Matatabi se había ganado el respeto de los demás y ya no la trataban como a una paria. Las showgirls intercambiaban chismes con ella y los payasos le pedían opinión sobre los trucos nuevos.

Jiraiya la buscaba para hablar de política y la ayudaba a mejorar el tono muscular con las pesas.

Y Sakura pasaba un rato con ella todos los días salvo que estuviera Sasuke cerca.

—¿Has estudiado psicología? —le preguntó Sakura una tarde a principios de agosto cuando estaban almorzando en el McDonald's de un pueblo donde estaban actuando, al este de Akhal.

—Durante unos meses. Tuve que abandonar la escuela antes de terminar el curso. —Hinata cogió una patata frita, la mordisqueó y luego la dejó donde estaba. La comida frita no le sentaba bien últimamente. Se puso la mano sobre el vientre y se obligó a concentrarse en lo que Sakura decía.

—Creo que estudiaré psicología. Lo digo porque, después de todo lo que he pasado, creo que podría ayudar a bastantes niños.

—Seguro que sí.

Sakura parecía preocupada, algo raro en ella. Sin embargo, la menuda adolescente se mostraba animada cuando estaba con ella. Aunque Hinata sabía que el tema del dinero robado le pesaba en la conciencia, la joven jamás lo había mencionado.

—¿Te ha dicho Sasuke algo de...? ¿Se ha reído de lo tonta que fui y todo eso?

—No, Sakura. Te aseguro que ni siquiera ha vuelto a pensar en ello.

—Cada vez que me acuerdo de lo que hice me muero de vergüenza.

—Sasuke está acostumbrado a que las mujeres se le echen encima. Si te digo la verdad, no creo que se acuerde siquiera.

—¿De veras? Creo que sólo lo dices para que me sienta mejor.

—Le caes genial, Sakura. Y te aseguro que no cree que seas tonta.

—Parecías muy enojada cuando nos encontraste juntos.

Hinata contuvo una sonrisa.

—No es muy agradable para una mujer mayor ver como una chica va detrás de su hombre.

Sakura asintió con aire comprensivo.

—Sí. Pero, Hinata, no creo que Sasuke le echara un polvo a nadie que no fueras tú. Te lo juro. Les he oído comentar a Moegi y a Ino que ni siquiera las mira cuando toman el sol en biquini. Creo que les jode mucho.

—Sakura...

—Lo siento, les fastidia mucho. —Desmigó distraídamente la corteza del pan. —¿Puedo preguntarte una cosa? Es sobre... bueno..., sobre cuando se mantienen relaciones sexuales y todo eso. Lo que quiero decir es, ¿no se siente vergüenza?

Hinata se dio cuenta de que Sakura se había estado mordiendo las uñas y supo que no era porque le preocupara el tema del sexo, sino porque sentía remordimientos de conciencia.

—Cuando es correcto, no da vergüenza.

—Pero ¿cómo sabes cuándo es correcto?

—Hay que dar tiempo al tiempo y conocer bien a la otra persona. Sakura, deberías esperar hasta estar casada.

Sakura puso los ojos en blanco.

—Ahora nadie espera hasta estar casado.

—Yo lo hice.

—Sí, pero tú eres algo...

—¿Algo anticuada?

—Sí, pero eres genial. —Sakura abrió los ojos como platos y mostró el primer signo de animación en semanas. Dejó su refresco sobre la mesa. —¡Oh, Kami! ¡No mires!

—¿Mirar qué?

—La puerta. Acaba de entrar aquel chico que estuvo hablando conmigo ayer. Oh, Kami... qué bueno está...

—¿Quién es?

—El que está en la caja. ¡No mires! Lleva una sudadera y bermudas naranjas. Vale, mira deprisa, pero que no te pille haciéndolo.

Hinata observó el área de las cajas con el mayor disimulo que pudo. Vio a un adolescente estudiando el menú. Era de la edad de Sakura, con un espeso y puntiagudo cabello rubio y una expresión adorablemente bobalicona en la cara. Hinata estaba contenta de que, por fin, Sakura actuara como una adolescente normal y no como si cargara el peso del mundo sobre sus hombros.

—¡Ay, Kami! ¡Me va a ver! —gimió Sakura. —¡Oh, joder! Mi pelo...

—No digas palabrotas. Y estás estupenda.

Sakura hundió la cabeza y Hinata supo que el chico se estaba acercando.

—Hola...

Sakura ganó tiempo revolviendo el hielo de la Coca-Cola antes de levantar la vista.

—Hola...

Los dos se ruborizaron a la vez y Hinata supo que ambos estaban pensando algo brillante que decir. Fue el chico quien habló primero.

—¿Qué hay de nuevo?

—Nada.

—¿Estarás hoy por aquí? Digo..., me refiero, en el circo.

—Sí.

—Vale, entonces iré a verte.

Otra larga pausa, esta vez rota por Sakura.

—Ésta es Hinata. Puede que la recuerdes de la función. Es mi mejor amiga. Hinata, éste es Naruto.

—Hola, Naruto.

—Hola. Me..., esto..., me gustaste en la función.

—Gracias.

Habiendo agotado ese tema de conversación, Naruto se volvió hacia Sakura.

—Shikamaru y yo, no lo conoces, pero es un buen tipo..., pensábamos pasarnos por allí.

—Vale.

—Quizá nos veamos.

—Sí. Estaría genial.

Silencio

—Vale, hasta luego.

—Hasta luego.

Cuando el chico se fue, una expresión soñadora apareció en la cara de Sakura, seguida casi de inmediato por una de incertidumbre.

—¿Crees que le gusto?

—Es evidente.

—¿Qué hago si me invita a salir esta noche entre las funciones o algo por el estilo? Sabes que papá no me dejará ir.

—Tendrás que decirle la verdad a Naruto. Que tu padre es muy estricto y no te va a dar permiso para salir con nadie hasta que cumplas los treinta. —De nuevo, Sakura puso los ojos en blanco, pero Hinata no Io dejó pasar.

Consideró el dilema de Sakura. Era bueno que la chica tuviera un ligue, incluso uno de doce horas. Necesitaba comportarse como una adolescente normal en lugar de parecer que hacía penitencia. Hinata era consciente de que Sakura tenía razón: Jiraiya se negaría.

—¿Y si le enseñas el circo? Eso le gustaría. Y luego puedes sentarte junto a las camionetas donde tu padre pueda verte sin que por ello pierdas tu intimidad.

—Eso no funcionará. —Sakura arrugó la frente con preocupación. —¿Por qué no hablas con mi padre y le dices que no me humille delante de Naruto?

—Hablaré con él.

—Que no diga ninguna estupidez delante de Naruto, Por favor, Hinata.

—Haré lo que pueda.

Sakura ladeó la cabeza y pasó el dedo índice por el envase vacío. Hundió los hombros de nuevo, y Hinata notó que volvía a caer la sombra de la culpabilidad sobre ella.

—Cuando pienso en lo que te hice me siento... una mierda. Quiero decir: fatal. —Levantó la vista. —Sabes que siento muchísimo lo que hice, ¿verdad?

—Sí. —Hinata no sabía cómo ayudarla. Sakura había intentado compensarlo de todas las maneras posibles. Lo único que no había hecho era decirle la verdad a su padre, y Hinata no quería que lo hiciera. La relación de Sakura con Jiraiya ya era muy difícil y eso sólo empeoraría las cosas.

—Hinata, jamás hubiera... Me refiero a lo que pasó con Sasuke, fue algo muy inmaduro. Él había sido muy amable conmigo, pero nunca había intentado ligármelo ni nada parecido, si es eso lo que te preocupa...

—Gracias por decírmelo. —Hinata se dedicó a recoger los restos de comida para que Sakura no la viera sonreír.

La adolescente arrugó la nariz.

—Sin intención de ofender, Hinata, puede que sea muy sexy, pero es viejo para mí.

Hinata casi se atragantó.

Sakura miró a las cajas, donde Naruto estaba recociendo su pedido.

—Está buenísimo.

—¿Sasuke?

Sakura pareció horrorizada.

—¡No, no! ¡Naruto!

—Ah, bueno. Sasuke no es Naruto, eso seguro.

Sakura asintió con gravedad.

—Eso seguro.

Esta vez Hinata no pudo evitarlo. Se echó a reír y, para su deleite, Sakura la imitó.

Cuando regresaron al recinto, Sakura salió disparada para ensayar con Mei. Hinata desempaquetó las compras que había hecho y apartó la comida de los animales, agradeciendo para sus adentros que Sasuke nunca protestara por los extras en la factura del supermercado. Ahora que sabía que sólo era un pobre profesor universitario había intentado controlar los gastos, pero antes ahorraría en su propia comida que en la de los animales.

Siguiendo la rutina diaria, se acercó a los elefantes y saludó a Tater. Él la siguió hasta las jaulas de las fieras.

Matatabi solía ignorar al elefantito, pero esta vez alzó la cabeza con orgullo y miró a su rival con arrogante condescendencia.

«Hinata me ama, molesto infante, no lo olvides.»

Saiken y Shukaku estaban atados fuera de la carpa y Tater se acomodó en el lugar de costumbre, donde le esperaba un fardo de heno limpio. Hinata se acercó a Matatabi y metió la mano entre los barrotes para rascarle detrás de las orejas. Como no era un cachorro, Hinata no lo arrullaba como hacía con los demás.

A Hinata le encantaba el tiempo que pasaba con los animales. Matatabi había mejorado bajo sus cuidados; su pelaje blanco tenía ahora un brillo saludable e impecable. Algunas veces, casi de madrugada, cuando todo estaba silencioso y desierto, Hinata abandonaba su confortable lugar junto a Sasuke y se acercaba a la jaula de Matatabi, le abría la puerta y dejaba que el enorme felino vagara libre un rato.

Mientras retozaban juntos en la hierba húmeda de rocío, Matatabi mantenía sus garras cuidadosamente enfundadas. Hinata se mantenía ojo avizor por si aparecía algún otro madrugador. En ese momento, mientras acariciaba al animal, sintió que la envolvía una sensación de letargo.

Matatabi la miró profundamente a los ojos.

«Díselo.»

«Lo haré.»

«Díselo.»

«Pronto, muy pronto.»

¿Cuánto tiempo pasaría antes de que sintiera la nueva vida que crecía en su vientre? No podía estar embarazada de más de seis semanas, así que aún pasaría un tiempo. No se había saltado ni una sola píldora, por lo que al principio había atribuido los síntomas al cansancio. Pero la semana anterior, tras vomitar en el cuarto de baño, se había comprado un test de embarazo y había descubierto la verdad.

Jugueteó con una de las orejas de Matatabi. Sabía que tenía que decírselo a Sasuke, pero aún no estaba preparada. Sabía que su marido se enfadaría —Hinata no se engañaba al respecto, —pero en cuanto se acostumbrara a la idea, ella misma se aseguraría de que aquello lo hiciera feliz. «Y le haría feliz», se dijo a sí misma firmemente. Sasuke la amaba. Aunque todavía no lo hubiera admitido. Y amaría a su bebé.

Si bien él todavía no había dicho las palabras que ella necesitaba escuchar, Hinata sabía que Sasuke albergaba profundos sentimientos hacia ella. ¿Qué otra cosa si no provocaría la ternura que veía reflejada en sus ojos de vez en cuando o la satisfacción que parecía irradiar de él cuando estaban juntos? A veces le resultaba difícil recordar lo raro que solía ser que él se riera cuando lo había conocido.

Sabía que a Sasuke le gustaba estar con ella. Al vivir en una pequeña caravana y gracias a los interminables kilómetros que hacían en la camioneta casi todas las mañanas, pasaban más tiempo juntos que la mayoría de los matrimonios y, a pesar de ello, todavía la buscaba durante el resto del día para compartir con ella cualquier cosa, para comentarle cualquier problema que hubiera surgido en la localidad en la que estaban o simplemente darle una rápida palmadita posesiva en el trasero. La comida diaria entre la tarde y las funciones nocturnas se había convertido en un ritual importante para los dos. Y por la noche, tras el trabajo, hacían el amor con una pasión y una libertad que nunca hubiera creído posible.

Ya no podía imaginar la vida sin él. Por otro lado, Sasuke había dejado de mencionar el divorcio, señal de que tampoco él podía imaginárselos separados. Por ese motivo Hinata aún no le había contado lo del bebé. Simplemente quería darle un poco más de tiempo para que se acostumbrase a amarla.

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A la mañana siguiente todo se fue al garete.

Sasuke se despertó un poco después de que ella hubiera salido de la cama y la descubrió en el descampado detrás de las caravanas jugando con Matatabi. Dos horas más tarde todavía seguía cabreado con ella.

Esa mañana le tocaba conducir a Hinata. Habían comenzado a turnarse cuando Sasuke se dio cuenta de que ella no iba a destrozar la camioneta y de que le encantaba conducir.

—Debería haber conducido yo esta mañana —dijo él. —Así habría tenido las manos ocupadas y no tendría que pensar en dónde meterlas para no estrangularte.

—Ya está bien, Sasuke, relájate.

—¿¡Que me relaje!? ¿Estás de coña?

Hinata lo fulminó con la mirada. Él la miró furioso.

—Prométeme que no volverás a soltar a Matatabi.

—No estábamos en un pueblo y no había ni un alma en los alrededores, así que deja de preocuparte.

—Eso no parece una promesa.

Hinata contempló los campos de Akhal que se extendían a ambos lados de la carretera mientras se alejaban rumbo al poblado de Ubhí.

—¿Te has fijado que Yamato e Ino pasan mucho tiempo juntos últimamente?

—No intentes cambiar de tema y prométeme que no volverás a ponerte en peligro. —Tomó un largo sorbo de café de la taza que agarraba firmemente con la mano.

—¿De verdad crees que Matatabi me haría daño?

—No es un gato doméstico, por mucho que te empeñes en creer lo contrario. Los animales salvajes son imprevisibles. No vuelvas a dejarlo suelto, ¿me has entendido? De ninguna manera.

—Te he hecho una pregunta. ¿Crees que me haría daño?

—No a propósito. Es evidente que está loco por ti, pero la historia del circo está llena de animales dóciles que se volvieron contra sus domadores. Y Matatabi ni siquiera es dócil.

—Está conmigo y odia la jaula. De verdad. Ya te he dicho que nunca lo dejo salir si estamos cerca de una zona habitada. Y ya viste por ti mismo que no había nadie cerca esta mañana. Si hubiera habido alguien, no le hubiera abierto la puerta.

—Como no volverás a dejarlo libre, nada de esto tiene importancia. —Sasuke se terminó el café y colocó la taza en el suelo de la camioneta. —¿Qué ha sucedido con la mujer con la que me casé? ¿La que creía que la gente civilizada no se levantaba antes de las once?

—Se casó con un tipo del circo.

Hinata oyó aquella profunda y entrecortada risa, y devolvió la atención a la carretera. Sabía que a Sasuke le preocupaba que hubiera dejado suelto a Matatabi y esperaba que no se diera cuenta de que no le había prometido nada.

. . .

Sakura cerró la puerta de la Airstream de su padre y salió al fresco de la noche. Llevaba puesto un camisón amarillo de algodón con un dibujo de Garfield, y los pies desnudos se le hundieron en la hierba húmeda. El circo ya había sido desmontado, pero ella se sentía demasiado mal consigo misma como para prestar atención a la familiar visión. Clavó la mirada en su padre, que estaba sentado junto a la puerta del caravana en una silla azul y blanca mientras fumaba el único cigarrillo que se permitía a la semana.

Por una vez no había ninguna mujer rondándolo. Ni las showgirls ni las jóvenes del lugar que siempre le perseguían. La idea de que su padre practicara el sexo le repelía, pero sabía que era irremediable. Por lo menos era discreto, que era más de lo que podía decir de sus hermanos. Su padre siempre les reñía por decir obscenidades cerca de ella.

Jiraiya todavía no la había visto y la brasa del cigarrillo brilló cuando dio otra calada. Sakura apenas había comido nada en la cena, pero sentía como si fuera a vomitar sólo de pensar en lo que tenía que hacer esa noche. Ojalá pudiera taparse las orejas y ahogar por completo la voz de su conciencia, pero cada día era más fuerte. La atormentaba de tal manera que ni siquiera podía dormir por la noche y no lograba retener la comida en el estómago. Guardar silencio se había convertido en un castigo peor que decir la verdad.

—Er... ¿puedo hablar contigo un momento, papá? —hizo la pregunta como si tuviera una rana enorme en la garganta y croara en vez de hablar.

—Pensaba que estabas dormida.

—No puedo dormir.

—¿Otra vez? ¿Qué te pasa últimamente?

—Es que... —Sakura se retorció las manos. Jiraiya se iba a enfadar cuando se lo dijera, pero no podía seguir así, sabiendo que le había jodido la vida a Hinata y sin hacer nada para remediarlo.

—¿Qué te pasa, Sakura? ¿Todavía te preocupa que se te haya caído el aro esta noche?

—No.

—Bien, porque no deberías preocuparte por eso. Aunque deberías concentrarte más. Cuando Yahiko y Nagato tenían tu edad...

—¡No soy ni Yahiko ni Nagato! —Estalló. —¡Siempre Yahiko y Nagato! ¡Yahiko y Nagato! ¡Ellos son perfectos y a mí todo me sale mal!

—No he dicho eso.

—Es lo que piensas. Siempre me comparas con ellos. Si hubiera venido a vivir contigo después de morir mamá en vez de quedarme con tía Orochi, ahora lo haría mejor.

Jiraiya no se enfadó, sino que se frotó el brazo y ella supo que le molestaba la tendinitis.

—Sakura, hice lo que era mejor para ti. Ésta no es una vida fácil.

—Me gusta vivir así. Me gusta el circo.

—No me entiendes.

Sakura se sentó en una silla a su lado porque era más fácil hablar si estaba a la misma altura que él. Ése había sido el mejor y el peor verano de su vida. El mejor gracias a Hinata y a Mei. Aunque no se llevaban bien entre sí, las dos se preocupaban por ella. Si bien nunca lo reconocería ante Hinata, le gustaba que le riñera por decir palabrotas, fumar y hablar de sexo. Hinata era graciosa y no tenía ni pizca de arrogancia, siempre te estaba acariciando el brazo y cosas por el estilo.

Mei se preocupaba por ella de otra manera. La defendía cuando sus hermanos se comportaban de manera aborrecible, y se aseguraba de que comiera cosas sanas en vez de comida basura. La ayudaba a ensayar y nunca le gritaba, ni siquiera cuando no lo hacía bien. Mei tenía buen corazón, siempre la peinaba o le corregía la postura, o le daba una palmadita de ánimo cuando terminaba la actuación.

Conocer a Naruto la semana anterior también había sido genial. Habían prometido escribirse.

Aunque no la había llegado a besar, estaba segura de que había querido hacerlo.

Todo lo demás había sido horrible. Se había humillado ante Sasuke y aún se ruborizaba cuando pensaba en ello. Su padre siempre parecía disgustado con ella. Pero lo peor de todo era lo que le había hecho a Hinata, algo tan horrible que su conciencia no le dejaba vivir ni un minuto más sin confesarlo.

—Papá tengo que contarte algo. —Se agarró las manos con fuerza. —Algo muy malo.

Él se puso rígido.

—No estarás embarazada, ¿no?

—¡No! —Sakura se ruborizó. —¡Siempre piensas lo peor de mí!

Jiraiya se hundió en la silla.

—Lo siento, cariño. Es que te haces mayor y eres muy guapa. Estoy preocupado por ti.

Era lo más agradable que le había dicho en todo el verano, pero a ver qué decía cuando confesara lo que había hecho. Quizá debería habérselo dicho a Mei primero; no era a Mei a quien temía, sino a su padre. Las lágrimas hicieron que le picaran los ojos, pero parpadeó para ahuyentarlas porque los hombres odian las lágrimas. Yahiko y Nagato decían que sólo lloraban las nenitas.

—Es que hice algo... y ya no puedo callarlo por más tiempo.

Él no dijo nada. Sólo la observó y esperó.

—Es... es como si algo horrible estuviera creciendo en mi interior y no se detuviera.

—Tal vez sea mejor que me lo cuentes.

—Yo... —Tragó saliva. —El dinero... el dinero que todos pensaron que había robado Hinata... —Las palabras salieron finalmente: —fui yo quien lo robó.

Por un momento él no dijo nada, luego se levantó de un salto.

—¿¡Qué!?

Sakura levantó la mirada hacia su padre e incluso en la oscuridad de la noche pudo ver su expresión furiosa. Se le cayó el alma a los pies, pero se obligó a continuar.

—Fui yo... Yo cogí el dinero y luego me colé en su caravana y lo escondí en su maleta para que todos pensaran que lo había robado ella.

—¡No me lo puedo creer! —Jiraiya comenzó a dar patadas a diestra y siniestra, golpeando la pata de la silla sobre la que estaba sentada ella y haciendo que se cayera. Antes de que tocase el suelo, él la agarró por el brazo y comenzó a sacudirla. —¿Por qué hiciste algo así? Maldita sea, ¿por qué mentiste?

Aterrada, Sakura intentó zafarse de él, pero su padre no la soltó y la chica ya no pudo contener las lágrimas.

—Quería... quería que Hinata tuviera problemas. Fue...

—Eres rastrera.

Volvió a sacudirla.

—¿Sabe Sasuke algo de esto?

—No.

—Has consentido que todos piensen que Hinata es una ladrona cuando fuiste tú. Me pones enfermo.

Sin ningún miramiento, la arrastró por el recinto. A Sakura le goteaba la nariz y estaba tan asustada que comenzaron a castañetearle los dientes. Había sabido que su padre se enfadaría con ella, pero no había imaginado hasta qué punto.

Rodearon la caravana de Mei, y se dirigieron hacia la de Sasuke y Hinata, que estaba aparcada al lado. Con brusquedad, Jiraiya levantó el puño y golpeó la puerta. Se encendieron las luces del interior y Sasuke abrió de inmediato.

—¿Qué pasa, Jiraiya?

La cara de Hinata apareció por encima del hombro de Sasuke y, cuando vio a Sakura, pareció preocupada.

—¿Qué ha pasado?

—Díselo —le exigió su padre. Sakura se explicó entre sollozos.

—Fui yo... fui yo quien...

—¡Míralos a la cara mientras hablas! —Le cogió la barbilla y le alzó la cabeza, sin lastimarla, pero obligándola a mirar a Sasuke a los ojos. Sakura quiso morirse.

—¡Yo cogí el dinero! —sollozó. —No fue Hinata. ¡Fui yo! Luego me colé en la caravana y lo escondí en su maleta.

Sasuke se puso tenso y mostró una expresión tan parecida a la de su padre que Sakura dio un paso atrás.

Hinata soltó un grito ahogado. Aunque era una mujer pequeña logró apartar a Sasuke a codazos y bajar un escalón. Intentó abrazar a Sakura, pero su padre la apartó.

—No te compadezcas de ella. Sakura ha sido una cobarde y será castigada por ello.

—¡Pero no quiero que la castigues! Hace meses que pasó. Ya no importa.

—Cuando pienso en todos los desaires que te hice...

—No importa. —Hinata tenía la misma expresión testaruda que cuando sermoneaba a la chica por su lenguaje. —Esto es cosa mía, Jiraiya. De Sakura y mía.

—Estás equivocada. Sakura es carne de mi carne, mi responsabilidad, y nunca pensé que llegaría el día en que me avergonzaría tanto de ella como ahora. —Miró a Sasuke. —Sé que es un problema del circo, pero te pido que dejes que me encargue yo mismo de esto.

Sakura se echó hacia atrás al ver la mirada escalofriante en los ojos de Sasuke cuando éste asintió con la cabeza.

—¡No, Sasuke! —Hinata intentó acercarse de nuevo a Sakura, pero Sasuke la atrapó desde atrás.

Jiraiya la arrastró entre las caravanas sin decir ni una palabra. Sakura no había estado tan asustada en toda su vida. Su padre nunca le había pegado, pero claro, ella nunca había hecho nada tan malo.

Él se detuvo en seco cuando Mei surgió de las sombras de su gran caravana RV. Llevaba puesta una bata verde de seda con estampados de aves y flores por todos lados. Sakura se alegró tanto de verla que a punto estuvo de lanzarse en sus brazos, pero la horrible mirada en los ojos de la dueña del circo le hizo darse cuenta de que Mei lo había oído todo.

Sakura sacudió la cabeza y comenzó a llorar de nuevo. Ahora Mei también la odiaba.

Debería haberlo esperado, Mei odiaba el robo más que cualquier cosa.

Mei habló con voz trémula: —Quiero hablar contigo, Jiraiya.

—Más tarde. Tengo que ocuparme de unos asuntos...

—Mejor ahora. —Luego se dirigió a la chica: —Vete a la cama, Sakura. Tu padre y yo hablaremos contigo a primera hora de la mañana.

«¿Y a ti qué más te da? —quiso gritar Sakura. —Tú odias a Hinata.»

Pero sabía que eso no importaba ahora. Mei era tan dura como su padre a la hora de seguir las reglas del circo.

Su padre la soltó, y Sakura huyó. Mientras corría a la seguridad de su cama, supo que había perdido la última oportunidad de conseguir que su padre la amara.


. . .

Y bueno, algunos querían que Sasuke supiera la verdad y Sakura tuviera su merecido, pero oigan, Sakura aquí es solo es una niña, estaba celosa de que alguien más le quitara a la única persona que le ponía atención, para mí quería ver el mundo arder sin ella en él. Cualquiera de nosotros pasó por esa edad, ¿niéguenlo? O levante la mano quien es inocente xD

También nos encontramos con la noticia de que Hinata esta embarazada y ohhhh-myyy Goodness! Algo me dice que...

See you tomorrow!

Btw, btw, me di cuenta que estuve poniendo los traslados que hacía el circo de país a país o de aldea a aldea como si cada una de esas ubicaciones estuviera a la vuelta de la esquina xDD revisando y analizando, caí en la cuenta de que obvio no. El mundo de Naruto literalmente es un continente con países, estados, ciudades y poblados, así que estaré corrigiendo esos detalles.

Para que quede en consideración entonces, de aquí en adelante toda la gira del circo transcurre en el país del fuego ¿ok? Una vez haya terminado Trapecio haré las respectivas correcciones.

Ahora sí, ciao!