Buenas! Aquí os dejo este primer capítulo de lo que será mi versión de la tercera parte de Piratas del Caribe. No tengo mucho más que decir salvo que espero que disfruten con él y... viva el capitán Jack Sparrow! xDxDxD
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Walt Disney aunque alguno nuevo entrará en acción.
Aviso: No lean el fic si no han visto la segunda parte de Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto. Pueden descubrir cosas que le quitarían encanto a la película.
Y, simplemente, lean y disfruten:
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1.- El comienzo
Observó con atención. Observó como si fuese la última vez que pudiese mirar. Observó todo lo que le rodeaba con ambición, avaricia, rencor… Sentimientos que surgían de lo más profundo de su alma. Le habían arrebatado varios meses de su vida. Habían jugado con él. Se había sentido impotente. Había sentido que dejaba de ser hombre para vivir en el mundo que siempre detestó, que siempre odió, contra el que siempre luchó. Un pirata había sido la causa de su desgracia. Un malnacido pirata había conseguido convertirle en un infeliz. En un hombre sin esperanzas. En un hombre sin ser hombre, porque un hombre sin esperanzas ni ambiciones, no era nada. Sin embargo, un brillo comenzaba a aparecer en su mirada y una sonrisa cruzó sus labios. Todo comenzaba a volver a su sitio. Recuperaba su honor al que ya creía muerto, caído por el abismo. Recuperaba su sitio en el mundo. Recuperaba su ambición y su avaricia, volvía a ser alguien. Volvía a ser un hombre. Aquel que había arruinado su vida, convirtiéndola en un infierno ardiente, lo pagaría. Muy caro. Nadie osaba estropearle la vida. Ya no.
Abandonó el río de pensamientos para volver a observar. Se encontraba sentado en una cómoda silla, revestida de madera de caoba, acolchada en la parte del asiento gracias a un cojín de color rojo, acabada con finos trazos dorados. A su frente, tenía una mesa de escritorio. También realizada en madera de caoba, era el mueble que más resaltaba en la habitación. Sus patas eran gruesas y en ellas se podían apreciar las cabezas de leones esculpidos con fino detalle. La tabla de la mesa, donde se apoyaban algunos objetos, quedaba enmarcada con una línea dorada perfectamente recta. Fácilmente podría haber comido una familia de seis miembros sentados a la imponente mesa. Sin embargo, era solo para él. Un mapa dibujado en papel de pergamino, un compás, una brújula, una pluma, un bote de tinta y varios libros ordenados por orden alfabético en una pila, eran los objetos que se sostenían sobre la mesa con fiel firmeza. Al otro lado había tres sillas similares a la suya. Una enorme alfombra de piel de oso recubría parte del suelo, fabricado con un parqué cuidadosamente pulido. Las paredes estaban recubiertas por estanterías que, en altura, alcanzaban el techo. Solamente en la puerta y a su espalda existía un hueco libre, que se había encargado de decorar con un retrato de sí mismo. Giró la silla para poder observarse. Estaba orgulloso. Traje de la marina real, medalla al pecho, delicado sombrero… No pudo evitar esbozar una sonrisa. Se percató de la cantidad de libros que había en las estanterías de aquel despacho. Todas llenas de libros excepto una repisa con copas y algo para beber y dos vitrinas, una a su izquierda, la otra a su derecha. La de la izquierda contenía condecoraciones y títulos. La de la derecha contenía un cofre. Un cofre que él mismo se había ocupado de encargar a un artesano. Un cofre cerrado con el más absoluto cuidado, guardando su interior con la más envidiable intimidad. Se levantó de su asiento y observó a través del cristal. No era muy grande pero suficientemente seguro para guardar su valioso contenido. No tenía ningún detalle salvo una cerradura de hierro por la que se podía introducir una única llave. A simple vista, parecía el objeto menos valioso de la estancia. A sus ojos, era por el que entregaría todo el oro del mundo.
-La única verdad de Sparrow resultó ser una importante fuente de poder…-susurró el hombre.
-Así es, comodoro Norrington
Una voz conocida sonó a su espalda. Se viró. Era lord Beckett. El hombre que había conseguido que James pudiese encontrarse donde se encontraba. Cuestión de influencias. El comodoro recuperaba su vida y guardaba con sumo cuidado el contenido del cofre. Beckett podía contar con James cuando desease y ordenaba sobre el corazón de Davey Jones, guardado en el cofre.
-Es un placer verle. Sin embargo, no lo esperaba a estas horas- dijo James mientras acariciaba con deseo la vitrina de cristal.
-No olvidéis que el corazón me pertenece, aunque esté bajo su custodia. No olvide tampoco a quién debe sus respetos y a quién debe obedecer para permanecer en su puesto-habló Beckett.
-No he olvidado ninguno de los puntos que me invita a no olvidar, señor- contestó Norrington, dándose media vuelta y mirando a los ojos a su interlocutor.
-Es de mi agrado oír eso. Sin embargo, tengo ciertos asuntos que comentarle.
-¿Son de tan alto grado de importancia que no pueden ser tratados mañana a primera hora?
-Son de suma importancia y requieren que sean tratados a estas horas de la noche.
James esbozó una sonrisa y se dirigió hacia la estantería donde se encontraban las copas. Cogió dos de ellas y miró las botellas con gesto dudoso.
-Disculpe¿prefiere whisky o champán francés?
-Será whisky.
-Por favor, lord, puede tomar asiento.
Beckett se sentó. Norrington sirvió las copas y ofreció la suya a Beckett.
-Gracias, comodoro.
-Y ahora, dígame¿qué asuntos son dignos de ser hablados a estas horas?- preguntó James, causando una sonrisa en los labios de Beckett.
-La piratería, señor Norrington, debe ser definitivamente exterminada-pronunció con odio- Está llegando demasiado lejos.
-En ese punto coincidimos y creo que ya lo habíamos tratado antes.
-No lo entiende, comodoro. Ha llegado la hora de abrir el cofre, tomar el control y preparar las tropas para la batalla final.
-¿Es necesario que sea esta noche?- preguntó el comodoro.
-Absolutamente necesario-contestó con firmeza Beckett, bebiendo un trago de whisky de su copa.
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(Flashback)
-¿Lo harías?- preguntó dirigiéndose a Will- Y tú¿qué harías?- se dirigió a Elizabeth- ¿Qué estaría dispuesto a hacer cualquiera de vosotros¿Navegaríais hasta el fin del mundo y más allá para recuperar al ocurrente Jack y a su preciosa Perla?
-Sí- contestó Gibbs.
-Sí.
-Sí.
-Sí- dijo Elizabeth, asintiendo con la cabeza.
-Sí- pronunció Will.
-De acuerdo… Pero si vais a viajar al fin del mundo y a afrontar los misterios de sus embrrujadas costas, entonces… necesitaréis un capitán que conozca esas aguas.
Alguien comenzó a bajar por las escaleras. Elizabeth se levantó, curiosa por saber de quién se trataba. Todos se aproximaron hacia el misterioso hombre y en sus caras se asomó el asombro.
-Decidme… ¿Qué se ha hecho de mi barco?- rió Barbossa mientras mordía una jugosa manzana.
(Fin del flashback)
Llevaban dos semanas viajando bajo las órdenes del capitán Barbossa. Resultaba algo de lo más inusual. Algo de lo más extraño. Jack había disparado a Barbossa en la Isla de Muerta. Le había disparado y había muerto. Sin embargo, estaba allí y eso dificultaba las cosas. Las mentes de los marineros se encontraban ausentes. Por una parte, aguardaban la esperanza de que Jack reapareciese como reapareció Barbossa. Por otra, la desconfianza se mezclaba con esa esperanza, lo que hacía que la travesía fuese más difícil. Barbossa lo sabía, aunque no le importaba en absoluto. Tía Dalma le había proporcionado un hermoso barco, el Oreless, que capitaneaba con fuerza, ansioso de poder encontrar su viejo barco, La Perla. A sus ojos, Jack no se merecía ninguna compasión y esperaba tener la ocasión de enfrentarse a él, cara a cara, sin maldiciones ni esqueletos.
Oreless no era la maravillosa Perla, pero era un buen barco. Fabricado con madera ligera aunque con un casco fuerte. Tres mástiles sostenían las blancas velas de lona, en perfectas condiciones para navegar la infinita travesía que aún tenían por delante. La cubierta era suficientemente espaciosa y las bodegas tenían capacidad para albergar provisiones de ron, comida y agua para unas cuatro semanas, siempre que se utilizasen con precaución.
Elizabeth se encontraba sentada en un rincón de la cubierta. No dejaba de pensar como había abandonado a Jack a su suerte, engañándole con un simple beso. "Pirata" era la palabra que no dejaba de sonar en su cabeza, muy a su pesar. Jack había dicho su última verdad, por lo menos hasta que no reapareciese. ¿O estaba vivo en alguna parte? El kraken se había llevado consigo a La Perla y La Perla consigo al capitán Jack Sparrow. Eso significaba que estaba muerto y que la última verdad que habia dicho era…"Pirata". La había llamado pirata… con razón. Ella lo engañó, besándolo, ella lo encadenó para salvar su vida y la de los demás supervivientes. "Pirata". "Pirata". "Pirata". Sin embargo, Barbossa estaba allí y ella también lo había visto morir. ¿Volvería a oír a Jack alguna verdad¿Volvería a verle? Todo era muy complicado… La luna, rodeada de infinitos dardos plateados, había hecho aparición en el cielo. No sabía cuanto tiempo llevaba allí sentada, pensando… Barbossa seguía al timón, Elizabeth podía apreciar como sonreía en la oscuridad, únicamente violada por cuatro lámparas de aceite. Las velas se agitaban, como si temblasen de miedo. Pintel y Raggeti discutían, no sabía de qué y tampoco le interesaba demasiado. "Pirata", volvió a oír en su mente. No pudo evitar derramar una lágrima. No se percató de que Will se había sentado a su lado.
-Parecéis muy ausente, señorita Swann- dijo con un tono de reproche que la chica captó enseguida.
-Hacía mucho que no me llamabas así, Will…-sentenció y le miró a los ojos con firmeza.
-Contéstame una pregunta, me ha rondado la cabeza durante todo este tiempo. He intentado disimular. Convencerme de…-Will soltó un suspiro, Elizabeth lo miraba atenta-es igual. Necesito que me respondas, a ser posible, con franqueza. ¿Por qué…?
-Porque era absolutamente necesario- respondió la chica antes de que Will formulase su pregunta.
-¿Era necesario que te despidieses de él de esa forma?
-Era necesario que llegásemos a tierra. Jack tenía que permanecer en el barco. Si no, probablemente estaríamos muertos-mientras decía esto, Elizabeth bajó la cabeza y otra lágrima rodó por su cara.
-Para eso cogimos el bote, Elizabeth. Para llegar a tierra. Jack quiso permanecer en el barco, por lo que volvemos al punto de que os despedísteis de él de una forma…-Will se calló antes de terminar.
Miró como la chica comenzaba a pintar un dibujo en el suelo de madera con sus lágrimas. Pudo ver como ella volvía a mirarle a los ojos, con un gesto que mezclaba resignación, tristeza, culpabilidad…
Era…-la voz de Elizabeth se quebró, esperó unos segundos para recuperarla- absolutamente necesario- sentenció, mirando al suelo.
Fue entonces cuando Will cayó en la cuenta de todo. Conocía a Jack lo suficiente como para saber que lo que más amaba era el océano y La Perla, lo que más ansiaba, la libertad. Sin vida, poco podía hacer para conseguir lo que más amaba, lo que más ansiaba. Sin vida y en la muerte, no podía hacer nada. Jack hubiese bajado al bote, hubiese intentado escabullirse, como hacía siempre y siempre tenía suerte. Algo lo había retenido. Empezaba a comprender y una presión liberó su pecho.
-Hiciste lo que debías- dijo mientras levantaba la barbilla de la chica y le daba un sonoro beso en los labios.
Will se levantó y se marchó, dejando a Elizabeth sola con sus pensamientos. Es verdad, había condenado a Jack a muerte para salvar al resto. Era lo que debía hacer. Pero en el fondo de su corazón, sabía que ese beso había sido una despedida. Había conseguido las dos cosas que quería. Probar al pirata. Salvar sus vidas. Mientras el pecho de Will aliviaba su presión, el de Elizabeth no hacía más que llenarse de ella.
-¡Vamos marineros¡Tengo hambre¡Comamos y bebamos!- gritó Barbossa mientras dejaba el timón con el rumbo fijo.
Todos acudieron al comedor. Elizabeth, muy a su pesar, también lo hizo. Se levantó y se encontró con el capitán en la trampilla.
-Las damas primero, por favor- dijo con actitud socarrona.
Elizabeth respondió con una mirada de odio intenso pero no por ello dejó de bajar en primer lugar. Cuando llegaron al comedor, todos empezaron a comer. Revestido con madera de roble, parecía bastante descuidado. La madera soportaba bastante bien la humedad si se sabía tratar con cuidado, pero el ron causaba verdaderos estragos. La habitación, decorada con una simple mesa larga, dos bancos para sentarse a los lados y una lámpara con quince velas, olía a alcohol por todas partes.
-¡Antes de que comáis!- exclamó Barbossa con su habitual acento, todos lo miraron con atención- llevo evadiendo este tema desde que pusimos rumbo a los confines de la tierra, aguas de las que conseguí escapar…Pero esa no es la cuestión. No hoy. Antes de que os enfrasquéis en vuestro habitual silencio, vuestro luto por ese individuo...
-Capitán Sparrow, con el debido respeto, señor- interrumpió Gibbs.
-Sí, sí, sí… el capitán Jack Sparrow- continuó diciendo con aire monótono- Antes de que os calléis y os vayáis a la cama, tan aburridos como siempre, quiero saber la historia. ¡Completa, al detalle! Y no es una petición, sino una orden de capitán.
Todos los presentes intercambiaron miradas. Fue Gibbs quien comenzó a contar la historia desde el principio. El capitán no lo interrumpió. Tampoco lo hizo nadie. Su versión era la correcta. Cuando la última palabra salió de su boca, Barbossa habló:
-Todo eso está muy bien. Jack fue un hombre difícil de predecir, siempre lo supe. Aunque dudo seriamente que se abandonase él solo en ese barco.- ante estas palabras, Elizabeth bajó la cabeza- Pero eso no es lo… extraño. ¡Qué demonios¿Dónde está el corazón?
Ante la pregunta todos los marineros intercambiaron miradas, Gibbs fue el que habló:
Señor, ya le he explicado que el Comodoro Norrington huyó con el cofre para salvarnos la vida.
-¡Ja, ja, ja¿De verdad creisteis que os salvaba la vida¿Sois tan inocentes?
-A decir verdad…-interrumpió Will.
-¡Qué¡Habla Turner!-ordenó Barbossa.
-Yo vi… la llave en la cerradura del cofre, antes de que alguien me golpeara.
-Eso quiere decir que alguien consiguió abrir el cofre- afirmó Pintel.
-Sí, pero ¿quién?- observó Raggeti- nosotros corrimos con él, Pintel. Corrimos y lo perdimos.
-¿Quién consiguió la llave?-interrumpió Barbossa.
-Jack…-dijo Will- Norrington y yo luchábamos en la rueda. Cuando llegamos a la playa, el cofre ya estaba allí, con la llave... Entonces me golpearon.
-¿Quién más estaba allí?- preguntó Barbossa.
-James Norrington…-pronunció Elizabeth, todas las miradas se dirigieron hacia ella- cogió el cofre y escapó, alegando que nos salvaba.
-Pero solo cogió el cofre, no sabemos si cogió también su contenido- pronunció Gibbs.
-Graaa, corre y vuela, graaa, corre y vuela- graznó el loro de Cottom.
-¡Maldita sea!-exclamó el capitán dando un golpe sobre la mesa, todos se sobresaltaron- ¡Fue más pirata que vosotros! No tenía nada que perder, no con la influencia correcta. Pero apostaría mi vida a que se lo quedó para él solo…
-Pero Jack me dijo que el poseedor del corazón de Davy Jones tendría el control de las aguas¡porque él es el océano!- dijo Elizabeth.
-No sabemos si, verdaderamente, se encuentra en su poder- sentenció Will dirigiendo una mirada tranquilizadora a la chica.
-Chico¿De verdad crees que después de pelear por la llave del cofre no se las ideó para huir con el corazón¿De verdad creéis que no se las ideó para recuperar su honor?-Barbossa se dirigió a su tripulación con tono acusador- ¡INOCENTES!
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El mismo ruido de siempre. Tan ensordecedor que le producía dolor de cabeza. Tan incesante, monótono y aburrido. Tan estúpido. Jack Sparrow se encontraba sentado sobre una piedra y apoyado en las paredes de una choza. "Maldito silencio, vuelve loco a cualquiera. No hay ron. No hay fiesta. ¡Puñetas, no hay ron!" El capitán miró a su alrededor. Una piedra gris lo rodeaba. Eran las paredes de su nueva casa. El techo parecía creado con ramas de palmera, pero solo era una ilusión. No se podía tocar. Se podía sentir su tacto, pero no se podía mover de su lugar. Ninguna rama, ninguna piedra, ni siquiera sobre la que se mantenía sentado, en el centro de aquella cabaña circular. Todo era inamovible. Todo estaba sentenciado. Pero él era el capitán Jack Sparrow y su intuición le decía que escaparía de aquello. Desató la brújula de su cinturón y la abrió. Señalaba a todas partes, como siempre lo hacía desde que apareció allí. Miró hacia la puerta, aquel rudo agujero que se veía obligado a llamar puerta. Podía ver el mar. Podía ver una isla al otro lado. Se encontraba rodeada de niebla en las medianías, lo que creaba la sensación visual de que las montañas que sobresalían, simplemente flotaban. Un bosque, un escarpado acantilado y una playa. En su isla, se apreciaba algo semejante, aunque intuía que era más baja por el hecho de que se encontraba en la cumbre y para mirar el pico más alto de la isla vecina debía levantar la cabeza. Más de una vez había intentado correr a través del bosque. Correr, llegar a la playa y nadar hacia el otro lado. Escalar el acantilado. Atravesar el bosque vecino y divisar desde un punto de mira más alto. Saber dónde estaba, dónde se encontraba. Sin embargo, diez veces había realizado la misma operación y diez veces había fallado. Volvía a encontrarse, no sabía cómo, tumbado en el húmedo suelo de su choza de piedra. Todo era una ilusión. Todo estaba sentenciado y comenzaba a cansarse. Soledad, silencio… "No hay ron, no hay ron" pensaba sin cesar. Decidió levantarse y volver a intentar lo mismo de siempre. Un esfuerzo que no serviría nada más que para abrirle heridas en la piel. Sin embargo, se levantó y se dirigió hacia la puerta. Lo que vio fue extraño. Se sorprendió y se alegró al mismo tiempo. Una señal, algo distinto. Un hombre canturreaba sobre la hierba, cerca de su cabaña. Nunca había visto a nadie.
"Bienvenido forastero…jeji
Bienvenido, te deseo… jeji
Un agradable paseo…jeji
Por las tierras del deseo…jeji"
Jack se acercó, totalmente desconfiado y dando cada paso como si fuera el último y su vida dependiese de ello. El hombrecillo no parecía gran cosa. Se agarraba las piernas, como si fuese un niño asustado. Sus ropajes estaban malgastados, llenos de parches y harapos. Se trataba de una simple camisa blanca y unos pantalones del mismo color, aunque estaban sucios por el uso. Jack oyó como seguía cantando.
"Quiero mostrarte lo que no ves…jeji
Quiero que sepas lo que vas a aprender…jeji
Un agradable paseo… jeji
Por las tierras del deseo jeji"
En lo que el hombrecillo entonaba la canción, Jack se había aproximado por completo. Miraba hacia aquel enanillo con los ojos muy abiertos, como si así pudiese ver mejor. De repente, miró hacia la cara de Jack. Este devolvió la mirada con un gesto de repugnancia. Los ojos negros de aquel ser se tornaron rojos y emitió un grito de lo más desagradable. Jack se echó para detrás, creando un pequeño grito en su garganta también. El ser se quedó echado boca abajo en el suelo, aparentemente muerto.
-Hijo, perdóname, pero dudo mucho que tú sepas mucho acerca del deseo- dijo Sparrow.
Otro grito se formó en la garganta del enano. Un grito mucho más desgarrador que el anterior. Un grito que ensordecía a Jack, sobre todo, porque llevaba mucho tiempo sin oír absolutamente nada. Nada excepto el sonido de su voz que, a veces, utilizaba para hablarse a sí mismo. Para pensar... Pensar qué ocurría. Por qué nada emitía ni un solo ruido. No había crujidos, no existía el sonido que produce el viento cuando roza las ramas de los árboles, no se podía apreciar la música de las olas que rompen en la playa. Nada. Era imposible no volverse loco. Para Jack, ese ser estaba siendo la prueba de su locura. Ahora, se mantenía fielmente agarrado a la pierna de Jack y, por supuesto, seguía gritando. El capitán trató de taparse los oídos y de quitarse aquello de encima, agitando la pierna con locura. Todo fue inútil. El sonido del grito atravesaba hasta las piedras y el muchachito era como un pulpo en su pierna. De repente, cesó su fuerza y cesó su grito. Por segunda vez, parecía estar muerto. Jack aparto los pequeños pero fuertes brazos de su pierna y dejó al individuo bocabajo. La incomprensión y el asco se reflejaban en su cara. Jack se agachó, quedando de cuclillas, para curiosear al ser. De paso, podría mirar si encontraba algo en su ropa que le sirviese de ayuda para escapar de allí. Extendió su mano pero algo lo paró en seco. Sentía como una mano ajena lo sujetaba con firmeza. Sentía el calor de sus dedos. Veía la marca que éstos dejaban sobre su piel morena del antebrazo. Sin embargo, no veía ninguna mano. Su instinto quiso que intentara soltarse. Movió su brazo con esa intención. Con ayuda de su otra mano, intento tirar de él. Incluso intentó apartar aquella mano invisible. Como la vez anterior, todo fue en vano. El enano levantó la cabeza y Jack quiso retroceder pero seguía atrapado. Sus ojos rojos penetraron en los del capitán. Unos ojos de color rojo sangre. Unos ojos que no deseaba volver a ver en toda su vida. Con su desagradable voz, el hombrecillo entonó:
"Estás en el fin del mundo, Jack
y se acerca la batalla final.
Batalla que a dos bandos enfrentará.
El bien y el mal"
Jack se dio cuenta que ya no estaba atrapado. Se levantó de prisa y se echó hacia detrás. Casi se cae cuando tropezó con una pequeña roca del suelo. Alzó los brazos con la intención de mantener el equilibrio. Cuando lo consiguió, permaneció quieto. Aquel individuo conocía su nombre. Muchos lo conocían, a decir verdad… Pero lo que estaba diciendo… No sonaba bien. No era un buen presagio. Nada bueno. En primer lugar tenía que huir de allí. Después, tendría que obligarse a averiguar de qué hablaba. ¿O era mejor olvidarlo? Como si el enano hubiese leído sus pensamientos, volvió a entonar:
"Jeji…No se puede olvidar,
jeji…porque lo que hecho, hecho está.
Jeji…Tendrás que luchar.
Jeji…Ganarás
Jeji…o perderás.
Jeji…Para tu familia salvar,
Jeji…deberás encontrar,
Jeji…Lo que él te arrebató
Jeji…¡Encuentra el corazón!"
Por tercera vez, el hombrecillo cayó inmóvil sobre la hierba. Los pensamientos de Jack fluían rápidamente pero la idea de escapar de esa situación era la que más clara le resultaba. El ser levantó de nuevo la cabeza. Sus ojos volvían a ser negros, como al principio. No obstante, Jack no pudo evitar dar otro paso hacia atrás. Con la voz que había oído al principio, más agradable y clara, el enano cantó:
"Bienvenido forastero…jeji
Bienvenido, te deseo… jeji
Un agradable paseo…jeji
Por las tierras del deseo…jeji"
Y se desvaneció. No solo el fuerte pequeñajo. También aquella isla. El bosque. La isla vecina. La cabaña. Todo giraba en un remolino que parecía no tener fin. Era una sensación muy desagradable. Cerró los ojos. A Jack le parecía como si hubiese dado un gran salto y nunca hubiese vuelto a caer. Sentía que flotaba, que no pesaba nada. Sentía… Olía… Oía… Sentía el suelo. Olía a ron. Oía ruido, gente hablando, riendo, gritando. Sintió también una mano en su hombro.
-Eres de los pocos al que ese fantasmal enano se le presenta tan pronto. Mejor dicho, tan relativamente pronto. Porque parece que el tiempo en ese lugar avanza a paso de tortuga-dijo una voz.
Jack se giró, aún sorprendido. Estiró las manos hacia los lados al dar la vuelta. Echó la cabeza hacia detrás cuando se vio a sí mismo con unos años más.
-¿Padre?- preguntó con seguridad.
-Grant, por favor. Nunca me gustó que me llamaras padre…
-Suponía que diríais eso, Grant- dijo Jack esbozando una amplia sonrisa.
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Si, si... ya lo sé... los principios pueden resultar pesados... Pero la cosa se irá poniendo interesante, os lo aseguro. Y... después de leer... agradecería un montón un review. :D ¡Vamos, no cuesta mucho darle al botoncito:D Si veo que les gusta...
To be continue...
