Fan fic de " Slayers " by Ameban. Todos los derechos de autor están reservados a Hajime Kanzaka y Rui Araizumi y Tokyo TV, SOFTX; los personajes y el contexto. El argumento y personajes muy secundarios, son míos. Comentarios y opiniones, al final de la obra.

Esta versión es ligeramente distinta a otras que circulan por la red; la historia es la misma pero se encuentra ligeramente actualizada en cuanto al nombre de hechizos y objetos principalmente. Agradezco a QP/Diana y Toshiko la información que me ha facilitado. Ah, y este fic no está relacionado con "25"!

NOTAS DE LA AUTORA: esta es la última versión de la historia. Tras haber tenido acceso a más información y leído las novelas de "Slayers", entre otras cosas, la historia ha sido cambiada sustancialmente en algunos puntos, escenas, y diálogos. Recomiendo volver a leerla.


" El FIN DE UNA LARGA BÚSQUEDA "

Capítulo: 4. " Mosiquita y sus Problemas. "

Mosiquita no era muy diferente de otras ciudades, solo su gigantesco coliseo revelaba algo acerca de su pasado; esa clase de construcciones eran típicas del desaparecido reino de Lethidius y desde hacía unos 500 años no se habían vuelto a construir. Sin embargo Mosiquita lo había preservado íntegramente durante centurias al darle un empleo, su presencia revelaba así su autentica condición de ciudad dedicada a cualquier actividad de la que se pudiese hacer un espectáculo, desde obras de teatro hasta partidos de tenis mágico, causa de este último de que su gran anfiteatro hubiese sido destruido hacía algo más de un año gracias al hechizo del "Dragon Slave" conjurado por Lina durante el torneo. De esa forma en Mosiquita no se había podido volver a celebrar nada, y todos los ingresos de la ciudad se invertían en la reconstrucción del magno edificio y en redoblar la ya numerosa guardia de seguridad de la ciudad, aunque fuera solo por si acaso. Esa situación había provocado que la ciudad estuviera en un punto cercano a sufrir una crisis, ya que sin un lugar donde poder llevar a cabo las actividades que suponían la principal fuente de ingresos de la villa, igualmente tampoco tenían la posibilidad de costear el pago de la reconstrucción de tan magno edificio.

Cuando Naga y Zelgadiss llegaron a la ciudad tras dos intensas jornadas de viaje, se dedicaron a buscar un mesón donde comer y una posada donde hospedarse. A Naga le llamó la atención la forma en que su compañero, en cuanto llegó a la ciudad, se ocultó tras su capucha y embozo; resultaba curioso ver a uno tan tapado y a la otra prácticamente desnuda, de hecho la propia Naga se sintió algo incómoda por esa situación. ¿Tanta vergüenza hacia su físico sentía su compañero? ¿O era porque aún no se atrevía a descubrirse el rostro por temor a que alguien le reconociese?...Tal vez fuese eso último, alcanzó a comprender Naga en un breve ataque de su casi nulo sentido común, pero al final ella misma prefirió envolverse en su capa, no fueran a llamar la atención de la guardia, y le indicó un lugar donde podían almorzar.

Cuando entraron tomaron asiento en un rincón lejos de las miradas indiscretas. Zelgadiss se bajó el embozo de la cara mientras que Naga se quitaba los guantes para comer.

- ...No lo entiendo. -exclamó Naga- Si decías que en esta ciudad no había nada interesante, ¿por qué has querido venir? -preguntó de forma incisiva. Para Naga, la lógica de Zelgadiss escapaba muchas veces a su entendimiento.

Zelgadiss permaneció un momento en silencio y se apartó el flequillo de la cara... aunque no le servía de mucho.

- Porque tengo la sensación de que debemos venir aquí si queremos encontrar algo... -contestó. La cara de Naga cambió a una expresión escéptica.

- Me extraña que diga algo así alguien que no confía mucho en la intuición... -declaró.

-No se trata de intuición, sino de hechos; yo no creo en eso. Mosiquita está construida sobre las ruinas de una antigua ciudad del reino de Lethidius, así que es posible que aún quede algo interesante en medio de los edificios más antiguos que quedan aquí.-

- O sea, se trata de hacer de cazatesoros...- contestó Naga con la boca echa agua por las posibles expectativas.

En esta ocasión el menú consistía en un guiso de carne con legumbres y una gran jarra de hidromiel. Como de costumbre Zelgadiss ingirió una cantidad notable de comida de forma pausada junto con una copa de vino; mientras que Naga devoró con ansia la comida y bebía directamente de la jarra y sin ningún tapujo. Naga había notado que a Zelgadiss no le gustaba hablar de temas, al menos temas serios, mientras comía, y que tampoco se peleaba por la comida. Así que ambos llenaron el estómago casi por separado, aunque comieran en la misma mesa.

Fue entonces cuando se les acercó un tipo de frondosa melena castaña, grandes ojos acuosos y cara redondeada pero barbilla picuda que habría sido más aparente sino fuera por la rala barba que lucía. Su vestimenta era el típico atuendo de mercenario con una espada colgada a la cintura.

- Escuchad un momento... ¿Sois hechiceros a sueldo, verdad? -les preguntó sin rodeos interrumpiendo la comida de los dos- ¿Aceptaríais un encargo de mi señor?- preguntó antes de obtener respuesta. El recién llegado parecía estar hablando como si ya conociera la respuesta de antemano.

Naga depositó la jarra de un golpe en la mesa y le miró expectante para luego hacer lo propio con su compañero; entonces se dio cuenta de que el recién llegado y Zelgadiss se estaban escrutando con la mirada.

- ...Ya nos conocemos, ¿verdad? -preguntó Zel con una media sonrisa sin girarse hacia él- ¿No eras Lantz(1), el "hombre de confianza" de Tarim, uno de los hechiceros que se disputaba el cargo de presidente de la Asociación de hechiceros de la ciudad de Atlas?-

Su interlocutor permaneció sin responder durante un breve instante, no tanto por el descubrimiento de Zelgadiss como por el gusto de permitirse un breve gesto dramático. Luego esbozó una sonrisa similar a la de la quimera.

- ¡Sí! -confirmó con tranquilidad cruzándose de brazos en un gesto que pretendía ser relajado-... Te he reconocido a ti y a tu compañera nada más veros. Me diste una buena paliza aquella vez, y sé bien de lo que sois capaces tú y los demás. Es por eso que estoy haciéndoos esta oferta. -se explicó como si fuera buen conocedor de lo que decía- Aunque tu compañera ha cambiado bastante desde la última vez que la vi... -declaró algo sorprendido.

A pesar de todo, Zelgadiss le escuchó ligeramente sorprendido por la coincidencia de que ambos se volvieran a encontrar, y que precisamente este le ofreciese un trabajo. Lantz era un mercenario razonablemente bueno con la espada que había perdido a su novia en la destrucción de la ciudad de Sairag, y que igualmente tuvo la mala suerte de toparse con Zelgadiss y Amelia durante la disputa por el poder entre los hechiceros Tarim el Violeta (que había sido su señor en ese momento) y Dimia el Azul, lo que le valió pasarse algún tiempo sometido a sesiones de curas a base de Magia Blanca. Igualmente también tuvo la mala suerte de ir a contratar a Lina con la táctica de "meterle mano"... Irónicamente, ese encuentro había servido para que Lantz acabase desarrollando un gran respeto y admiración por las habilidades de Lina Invers y Gaury Gabriev, pero una aversión directamente proporcional a todo hechicero que quisiera contratar sus servicios. Zelgadiss estaba al tanto de todo esto puesto que durante el enfrentamiento con Hansiforld, él y todos los demás, tuvieron que hacer averiguaciones acerca del hechicero Blanco, empezando por los propios Tarim y Dimia, y luego a sus inmediatos subordinados.
Pero lo sorprendente no era eso, sino ver que Lantz había confundido a Naga con Amelia.

Por su parte la hechicera, aunque no sabía de qué estaban hablando, se sintió hinchada de orgullo al saberse reconocida por alguien, así que empezó a reírse como ella sola sabía hacer y el mercenario la miró con los ojos bien abiertos.

- ...Pues no es la misma chica. -exclamó con un escalofrío al oír su risotada. Zel se lo confirmó asintiendo con la cabeza.

Tras una breve charla, ambos hechiceros aceptaron ir a entrevistarse con el actual jefe de Lantz, en vista de que podían hacer un buen trato y que Zelgadiss intuyó que sí debía ser algo importante para que aquel espadachín recurriese a alguien como él. De esa forma ambos, guiados por el mercenario, acabaron en la Casa Consistorial de Mosiquita, pues el tipo que les quería contratar resulto ser el nuevo gobernador de la ciudad. Tanto Naga como Zelgadiss fueron conducidos hacia su despacho para entrevistarse con el gobernador de Mosiquita en persona. Si bien ver a una pareja formada por alguien como Zelgadiss, todo tapado de la cabeza a los pies; y alguien como Naga, toda casi descubierta, era algo tremendamente inusual, en cierta forma se podía decir lo mismo del gobernante de Mosiquita. Este era un joven de edad similar a las de ellos, o al menos con una apariencia más joven; sus ojos eran redondos y una melenita morena similar a la de Xeros, vestido con un jubón blanco bordado en oro, muda evidencia de su status económico, cosa que también demostraba su rico despacho donde les aguardaba desde hacía ya un rato.

Cuando entraron, él ya estaba sentado en su mesa de despacho y les invitó cortésmente a que hicieran lo propio en unas sillas de madera revestidas de terciopelo, aunque se sintió algo cohibido al ver el aspecto de los dos hechiceros que le había traído su ayudante. ¿Una mujer descocada y un individuo que ocultaba algún sospechoso secreto debajo de su capa y capucha?... Con hechiceros así ya podría solucionar sus problemas. No obstante lucho por disimular su sorpresa y se dijo a si mismo que debía fiarse del buen juicio de Lantz, pues este gozaba de buenas referencias.

Zel y Naga tomaron asiento con estudiada educación y ambos adoptaron idéntica postura cruzando los brazos al ver la juventud de su jefe, que empezó a hablar queriendo parecer natural y tratando de ignorar el crujido emitido por la silla donde se había sentado el hechicero embozado.

- Iré directamente al grano... -declaró en cuanto se sentaron- Mi nombre es Aras Rice y soy el actual gobernador de Mosiquita... -dijo- Deseo contratar hechiceros capaces, puesto que necesito solucionar una amenaza que atañe a toda la ciudad, y Lantz, mi hombre de confianza aquí presente, me ha recomendado que recurra a vosotros.-concluyó con una mirada significativa a Zelgadiss que murmuró para sí con una sonrisa de satisfacción:

- "Elestrañoespadachín"atacadenuevo.- le oyó decir Naga sin llegar a entender a que se refería, pero que ignoró para luego preguntar:

- ¿Tan serio es para que haya tenido que recurrir a Naga, la Serpiente Blanca y su compañero?-en un tono rimbombante rematado con una de sus risotadas.

Lantz y Aras permanecieron desorientados unos instantes.

- ...E... En realidad es problema que solo me atañe a mí, pero que al final ha acabado poniendo en peligro a toda Mosiquita, que ya de por sí se encuentra en una situación delicada por los muchos gastos que suponen la reparación del Coliseo. -explicó intentando recuperar la compostura. Los hechiceros le miraron esperando alguna clase de explicación que no tuviese que ver con obras públicas ni urbanismo- Veréis... Yo pertenezco a la familia de los Rice, una de las más ricas de la región. Hace ya unos años una hechicera llamada Kari concertó mi matrimonio con la menor de sus diez hijas, Paula. Yo no quería debido a lo que implicaba un matrimonio concertado entre Paula y yo para mi familia. Afortunadamente, al final pude librarme de ellas... -les explicó Aras.

- ¿Afortunadamente? -preguntó Naga sin perder su petulante sonrisa- ¿Por qué?... No veo qué problema habría en un matrimonio así, ¿Y qué tiene que ver todo esto con nuestra misión?-

- A eso voy... -contestó Aras con un breve tic en una ceja; la arrogancia de Naga le resultaba molesta.- Aprovechándose de su estatus de hechicera poderosa y con renombre, Kari casaba a sus hijas con ricos hacendados para luego ir "desplumándolos" de sus posesiones. Yo me negué a que eso ocurriera y quise romper el acuerdo matrimonial. Desafortunadamente, gracias a una maldición que ella me echó, estuve a punto de casarme con Paula, su hija pequeña y única que quedaba soltera, pero en el último momento pude librarme de ella gracias a unas hechiceras y un mercenario que contraté. El asunto acabó zanjado... -hizo una pausa que se convirtió en suspiro-...Bueno, aunque no se qué es peor: acabaron destrozándome la casa durante la pelea contra Kari y unos individuos que les andaban persiguiendo y que se presentaron en mi casa... -

Zelgadiss le miró expectante, le parecía que ya había oído antes esa historia en algún momento, pero no por eso acababa de saber dónde esta el problema.

- ¿Y todo eso qué tiene que ver con nuestro encargo? ¿Acaso estamos aquí para evitar otros matrimonios de conveniencia? -preguntó con gravedad pero cierto tono divertido. A Zelgadiss le gustaban las cosas claras y no las medias tintas.

- Pues, como si ya no tuviéramos bastantes problemas, Kari y su hija juraron vengarse de mí por lo ocurrido ya que eso supuso su caída como hechicera de renombre. Cuando se enteraron que ahora yo soy el gobernador de Mosiquita, se han dedicado a aprender todo tipo de artes negras con las que atacarme a mí y esta ciudad. -explicó.

- ¿Cómo? -preguntó Naga que seguía sin ver eso tan claro- ¿Tan poderosa es esa hechicera como para que sea un problema tan grave? -

- En realidad, no... -contestó- Personalmente creo que su reputación se basa más en su posición social y sus artes que en su capacidad como hechicera... Lo que ocurre es que, según mis informaciones, ¡quiere obligarme a abdicar de mi puesto invocando a demonios menores con los que atacaría la ciudad! -explicó atemorizado.

- ¿Invocando demonios de bajo rango? -preguntó escéptico Zelgadiss, al que todo aquello le parecía una exageración, incluso para tratarse solo de un asunto de poder. - Se necesita ser un hechicero bastante versado en conseguir eso; invocar más de uno es una proeza. Un mazoku, incluso de bajo rango, no es algo para tomarse a la ligera.-

- Así es -confirmó Aras- Al atacar la ciudad de esa forma, estaría poniendo mi mandato en entredicho, y en este momento la situación ya es bastante delicada. La verdad es que hasta ahora Kari había demostrado ser razonablemente buena con la magia de los elementos, pero según tengo entendido encontró una copia incompleta de la Biblia Cleir y...-

Aquello fue el detonante final: Naga y Zelgadiss se miraron el uno al otro y antes de que nadie pudiese reaccionar, ambos dieron un salto aterrizando directamente sobre la mesa del despacho y con expresión de absoluta ansiedad en sus caras.

-¡¡¡SI LO QUE TIENE ESA BRUJA ES UNA COPIA DE LA BIBLIA CLEIR, PUEDE CONTRATARNOS AHORA MISMOOO!- le exigieron ambos zarandeándolo por la pechera.

Aras se sacudió intentando zafarse huyendo de la repentina locura de aquellos dos. Lantz miró alternativamente a su señor y a los dos hechiceros sin saber qué hacer.

- ¡Esta bien, esta bien! -dijo recuperando el aliento- Estáis contratados. Os pagaré mil monedas de oro, pero encargaos de esto cuanto antes... -declaró Aras aún temeroso de la acción de ambos. Naga y Zelgadiss se apartaron de él y le soltaron, pero sus caras tenían una de esas sonrisas que dan realmente miedo.

Poco después y tras cerrar el trato formalmente, se fueron con la expectativa de conseguir dinero y una copia de la Biblia Cleir. Cuando lo hicieron Aras exhaló un profundo suspiro.

- Confíe en ellos, mi señor... -le aconsejó Lantz- Son muy competentes y sabrán encargarse de esa bruja. He visto de lo que son capaces.-

- Serán competentes, pero me pregunto que quienes serán peores, si Kari y su hija o esos dos... -dijo Aras con un ligero temblor. Entonces hizo una pausa mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa de su despacho.- ¡Lantz...!- dijo por mí- Creo que tengo otro trabajo para ti.-


Tanto Naga como Zelgadiss estaban de acuerdo en que habían aceptado el trabajo porque la tal Kari parecía poseer una copia de la Biblia Cleir; solo había que liquidarla, quitarle la copia y cobrar una buena recompensa... aunque a Naga no le parecía tan buena y si por ella fuera, habría regateado el precio al alza, pero Zelgadiss se daba por satisfecho... Peor para él.
Ambos caminaron a través de las calles de Mosiquita sin un rumbo fijo hasta que sus pasos les condujeron a una gran plaza presidida por la omnipresente estatua de Rezo y desde la que se dominaba el gigantesco Coliseo cuyas obras de reconstrucción aún proseguían después de casi dos años. Al rededor de ella, pero lo bastante lejos como para no entorpecer el transcurso de las obras, se sucedían diferentes teatros callejeros y pasacalles de actores que habían venido hasta Mositiquta para encontrarse conque no tenían el lugar que esperaban para actuar. Naga se sentó al pie de la estatua y le preguntó a su compañero:

- Bueno... ¿Qué se te ocurre, ¿Dónde debería haber un circulo de invocación para llamar a todos esos demonios? -

Zelgadiss ya había estado haciéndose esa pregunta.

- Para invocar a un demonio de bajo rango se necesita un gran poder y "capacidad de persuasión"; no es lo mismo invocar a un Golem, una criatura sin voluntad, que a un mazoku, un ser formado de "voluntad"...- explicó Zelgadiss como si hablara en voz alta para si mismo. -Lo normal es que las invocaciones de Demonios Menores las llevase a cabo alguien que quisiera iniciar una guerra y ganarla en un tiempo record, no algo como esto... Se a lo que sea, ese tipo de invocaciones se celebren en un lugar apropiado para ello, como algún tipo de laboratorio, un espacio distorsionado, o cualquier lugar similar... -continuó diciendo, y Naga asintió con la cabeza. Zelgadiss estaba demostrando ser un verdadero versado en la magia- Pero si lo que quiere esa Kari es invadir la ciudad y no tomarla marcialmente, lo más eficaz sería invocarlos en su interior y lograr que se fusionaran con los animales callejeros o algo parecido...-

- Entonces habría que buscar un lugar de Mosiquita lo bastante amplio como para albergar un circulo de invocación y a un montón de demonios. -adivinó Naga.

La quimera asintió con la cabeza y se mesó la barbilla pensando en donde podía haber un lugar de esas características en una ciudad relativamente pequeña como lo era Mosiquita. Entonces levantó la mirada de golpe y se giró hacia el Coliseo.

- ¡Puede ser que... allí !-anunció.

Naga le miró sorprendida y tras meditarlo unos instantes, soltó otra de sus risotadas.

- ¡Claro! -exclamó- El Coliseo esta justo en el centro de Mosiquita y es lo bastante grande como para albergar el circulo y el ejercito de demonios... ¿Qué mejor sitio que ese?-preguntó levantándose.

Zelgadiss esbozó una suave sonrisa que pronto tornó a un gesto más severo al caer en la cuenta de un detalle.

- ¡Espera! -dijo- Creo que sería mejor que esperásemos a la noche; puede que entonces aparezca nuestra hechicera... -explicó.

Naga le miró dubitativa y finalmente asintió. Si querían inspeccionar el el Coliseo sin levantar sospechas de ningún tipo, ni verse envueltos en algún tipo de refriega con los obreros de por medio, habría que inspeccionarlo, así que esa misma noche se dedicarían a registrarlo por dentro y por fuera; y si no encontraban nada, ya actuarían de acuerdo a la situación.

Ella no pensaba que la tal Kari fuese tan poderosa, sino que en realidad no era más que una hechicera resentida que había dirigido su poder por venganza. Para poderosa ya estaba ella, claro... o el tipo al que la estatua estaba dedicada a cuyo pie se encontraba sentada.

- ...Me pregunto si en realidad este hombre era tan poderoso como dicen por ahí. -declaró sus pensamientos en voz alta mientras contemplaba la estatua.

Zelgadiss la miró sorprendido al oírla.

- ¿Quién... , ¿Rezo? -preguntó para cerciorarse. Naga asintió con la cabeza - ¡Cht...! ¡En realidad no era mas que un farsante! -declaró la quimera molesta.

Naga le miró perpleja y luego a la estatua; Zelgadiss la había vuelto a sorprender con otro de los muchísimos datos que parecía conocer, porque si no, ¿cómo se atrevía a poner en duda a alguien tan famoso como el Monje Rojo? Según sus recuerdos de infancia en el palacio real de Seillon capital, nadie se había atrevido nunca a cuestionar la integridad y capacidad de Rezo, ni siquiera el propio Lou Graum ¿Acaso Zelgadiss le odiaba porque él era un criminal y Rezo un santo? Entonces se fijó en la inscripción que rezaba al pie del monumento; no decía nada más que un montón de pamplinas sobre lo estupendo que era el Monje Rojo, pero... ¡qué curioso: salvando las distancias, la verdad es que Rezo se parecía bastante a Zelgadiss.

Ya era otoño y las noches caían cada vez más deprisa, así que los dos hechiceros no tuvieron que esperar mucho a que oscureciera para poder actuar. El problema era esa espesa niebla que había caído de repente y que dificultaba la visión hasta un punto que solo se distinguían las tenues luces de los faroles que proferían una luz amarillenta en medio de la grisácea atmósfera. Pese a la importancia de Mosiquita como ciudad dedicada a las artes, parecía no ser capaz de costear una delegación de hechiceros propia que se dedicase a cosas tan básicas como el alumbrado nocturno de la ciudad; o eso o posiblemente el delicado presupuesto de la ciudad estuviese dedicado exclusivamente a la reconstrucción del Coliseo. En cualquier caso Naga y Zelgadiss obtendrían 1000 monedas de oro de las arcas de la ciudad por ese encargo, y ahora caminaban en silencio envueltos en sus capas a través de las calles que rodeaban el Coliseo, evitando a las patrullas que guardaban la ciudad.

- ¡Con esta niebla no se ve nada! -se quejó Naga molesta- ¡Deberíamos levantarla con algún hechizo!

- ¡No! -contestó Zel con su acostumbrado tono tajante- Así alertaríamos a todo el mundo. -

-¡Vaya! -exclamó Naga en voz baja- ¿Y qué quieres que hagamos? Con la niebla no vemos nada, y si la retiramos... - Naga se calló de repente ante un gesto de su compañero que se bajaba la capucha con la otra mano. Entonces vio que cerraba los ojos y empezaba a mover sus largas orejas como si intentase oír algo a la manera de los animales nocturnos "¡Ju ! ¡Este tío tiene recursos para todo!", pensó para sí.

- Viene alguien por la otra calle... -anunció con seguridad. Naga le ignoró y continuo su camino con seguridad.

-¿Siii? -exclamó sarcásticamente- Me gustaría ver si esas orejas tuyas son tan eficaces... -continuó diciendo mientras miraba hacia atrás. Entonces tuvo un encontronazo, con sus dolorosas consecuencias, contra el tipo que venía por la otra calle.

- ... Te lo advertí. -declaró Zel con sarcasmo.

Naga y el recién llegado se miraron con la habitual mezcla de sorpresa y disculpa.

- ¡Perdón, señorita! -se disculpó el tipo- ¡ ...No la vi venir! -

La Serpiente aceptó las disculpas de mala gana asintiendo con la cabeza en un adusto gesto. Mientras, Zelgadiss se acercó a la repentina pareja estudiando al recién llegado con cierta sorpresa: era un tipo de ya unos cuantos años, de pelo rubio ceniza y anchas cejas negras; iba vestido de azul con una amplia capa negra rematada por dos hombreras de las que surgían dos cabezas de hocico alargado, orejas puntiagudas y cabellos hirsutos... A primera vista esa indumentaria que le identificaba como hechicero.

- ... Yo te conozco. -dijo con fingida inocencia al tiempo que se interponía entre la pareja- ¿No eres Cabduas, el hombre de confianza de Dimia en Atlas? -

El recién llegado miró a la quimera sorprendido de saberse reconocido.

-¡Si!...Pero ¿Cómo... ? -comenzó a decir- ¡Yo también te conozco! Eres el mago que contraté cuando mi antiguo amo se enfrentó a Tarim...-exclamó sorprendido ante el encuentro pero sin demostrar ningún gesto de sorpresa hacia Zelgadiss más allá del debido a la casualidad. No era algo habitual- ¡Qué coincidencia! ¡Nunca esperaría que pudiera encantarte aquí!... Tú no, pero ¡vaya lo que ha cambiado tu compañera! -concluyó con admiración al reparar en la espectacular Naga. Zelgadiss ignoró el comentario.- ¿Estaréis trabajando, verdad?- La quimera asintió con la cabeza sin ninguna expresión aparente.- Bueno... pues suerte. Yo también tengo que trabajar... -concluyó a modo de despedida.

Y de esa forma Cabduas se marchó presuroso siguiendo su camino. Dada la urgencia en que lo hizo, daba la sensación de que tenía mucha prisa.

- ¿Quién es ese? -preguntó Naga con cierta desconfianza.

- Un hechicero que me contrató en una ocasión... -contestó sencillamente pero en un tono que sin lugar a dudas escondía algo más.

- Voy a seguirlo. - declaró Naga convencida.

- ¡Hazlo! -contestó- Ese tipo oculta muchas cosas y no me fío de los charlatanes.- Naga no se volvió hacia Zelgadiss ni dijo nada, simplemente se perdió en la bruma tras el rastro de aquel individuo.


Naga no esperó más y salió a perseguirlo en silencio. Mientras Zelgadiss se quedó en su puesto aguardando en silencio y volviendo a escrutar la espesa niebla con sus agudos oídos y su sexto sentido alerta.

No paso mucho tiempo hasta que vio aparecer un par de figuras envueltas en sendas capas encapuchadas de color oscuro similares a las que llevaba Cabduas y que caminaban sigilosamente sobre los adoquines húmedos por la niebla; se escondió en una esquina de forma que las figuras no pudieran verlo y ambas pasaron lo bastante cerca como para oír lo que decían.

- ...Madre -oyó murmurar a una de ella - Sigo pensando que no deberíamos fiarnos de nadie, por muy fiel que parezca...-

- Tranquila por eso; Cabduas no nos fallará... -contestó la segunda figura, cuya voz correspondía a alguien ya mas mayor- Él no es un hombre corriente y necesita alguien que le respalde. Además, de la hechicera Kari no se burla nadie...-

La primera figura exhaló un suspiro de resignación y ambas continuaron caminando en silencio hacia el Coliseo.

Zelgadiss aguardó a que ambas mujeres se alejaran lo suficiente para salir de su escondite y comenzar a seguirlas sigilosamente mientras esbozaba una sonrisa maliciosa... Parecía que por fin empezaba a sonreírle la suerte: efectivamente Kari se dirigía hacia el lugar donde debía tener el círculo de invocación, o sea en el Coliseo; y efectivamente también Cabduas estaba compinchado con ella... y de él ya se encargaría Naga. Las cosas no podían ir mejor.

Por su parte la hechicera había seguido a Cabduas escondiéndose entre los materiales de construcción, pero lo bastante cerca como para no perderle de vista a causa de la niebla. Se ocultó tras una pila de sillares de piedra caliza y vio al hechicero apartar a una yunta de mulas allí atadas por los cabestros para acarrear con los materiales de reconstrucción del Coliseo. Una vez que lo hizo, Cabduas pronunció un conjuro y una estrella de cinco puntas formada de luz e inscrita en un círculo apareció del suelo, desprendiendo un haz de luz que envolvió a Cabduas; cuando hubo desaparecido, el hechicero también lo había hecho. Naga, sorprendida, se acercó al lugar de donde había surgido la estrella evitando a las mulas, trastornadas por lo que acababan de ver; se agachó e inspeccionó el suelo. En principio no parecía haber nada, pero un examen más detenido del terreno reveló la inscripción del círculo mágico de transporte trazado con negro de humo: evidentemente eso estaba allí por algo y la solución consistía en introducirse en el círculo, pronunciar el conjuro y que este la transportara al lugar a donde había ido Cabduas. Naga lo meditó más e hizo lo propio conjurando las Palabras de Poder de transportación. El mismo haz de luz volvió a surgir del circulo, envolviéndola y transportándola hasta una sala subterránea donde había una ingente colección de cristales de ¿cuarzo? que le conferían un bello y luminoso aspecto. Naga no estaba muy familiarizada con todas las clases de amuletos y amplificadores de hechizos que existían, pero sabía que allí se hallaba una gran fortuna en cuanto a esos materiales se refiere. Una vez allí, tras superar el trastorno del efecto del transporte y el ataque de codicia resultante, salió de la estrella trazada en el suelo y recorrió cautelosamente la sala buscando una salida o si no, al mismo Cabduas. Solo encontró lo primero y visto lo cual, era evidente que el hechicero se había ido ya, así que salió de la resplandeciente sala sin hacer ruido y no tuvo mas remedio que dedicarse a recorrer unos tortuosos pasillos que no parecían llevar a ninguna parte y que revelaban que aquello era un conjunto subterráneo.

- Un laboratorio... -murmuró para sí.

Finalmente acabó por ver una tenue luz que salía por la rendija de una puerta, desde la que también salían unas voces apagadas. Se acercó con cuidado y se asomó para ver y oír mejor: allí dentro estaba Cabduas con otras dos mujeres, una morena de rasgos angulosos y ya entrada en años, y la otra era una chica de cara redonda que debía tener, más o menos, su misma edad.

- ¿Te ha seguido alguien? -oyó decir a la mujer madura.

- No, señora -contestó Cabduas respetuosamente- Solo he tenido un encuentro casual con unos viejos conocidos... una quimera y una sacerdotisa amiga suya. -explicó con naturalidad. La mujer madura le miró interrogativamente y Naga dio un respingo molesta al saberse confundida con una sacerdotisa.- No creo que esos dos vayan a ser ningún problema...

- ¿Una quimera? ¿Sabes lo que eso significa? ¡No quiero correr riesgos y menos con individuos como ese! -contestó la mujer de forma tajante- El Círculo de Invocación esta casi completo y quiero llevar a cabo la invocación esta misma noche. -

- ¿¡Esta noche, ¿¡Ya? -preguntó Cabduas asombrado por la noticia,- ¿¡Tan pronto?-

- ¡Sí!... Aras Rice es un estúpido niñato que solo ha tenido suerte en la vida, pero seguramente ya sospeche algo; así que cuanto antes lo hagamos, mejor. -hizo una pausa- Además, ¿qué me dices de esos dos que te has encontrado? Me has dicho que no solo uno de ellos era una quimera, sino que estaba acompañada por una sacerdotisa.-

Cabduas permaneció unos instantes en silencio observando atentamente cualquier gesto de Kari en un intento de anticiparse a sus pensamientos: él no creía que Zelgadiss, y sobretodo su compañera, supusiesen problema alguno, pero aquella hechicera parecía una vieja paranoica y obsesiva... Si no fuera por lo que ganaría a cambio de ayudarla, él nunca se habría metido en esto. Esa era una lección que había aprendido tras enfrentarse a Lina Invers.

- No creo... No sabes lo torpe que puede llegar a ser esa sacerdotisa... -contestó finalmente en un tono seguro, aunque Kari le lanzó una mirada suspicaz.

- ¡Madre... ya va siendo hora de que acabemos con esto de una vez! -irrumpió de repente la joven de cara redonda.

- Esta bien -dijo Kari asintiéndola con la cabeza- ¡Cabduas: encárgate tú de completar los preparativos de Círculo! -el hechicero la miró confundido- ¡¡Con la copia de la Biblia Cleir, pedazo de medusa! -contestó Kari furiosamente.

- ...Si señora. -contestó. Lo de llamarle medusa no le sentó muy bien.

Naga sonrió al verse agraciada por la suerte de esa forma; Kari y la chica se habían marchado ya, así que Cabduas le conduciría hasta la copia de la Biblia Cleir: solo tenía que seguirlo sin que se diese cuenta y arrebatársela. Se apartó de la puerta ocultándose en las sombras y rebuscó en su capa una pequeña bola de cristal: ahora que ya tenía localizado a Cabduas podría seguirlo a través del plano Astral, la forma más segura de que no notara nada.

Mientras todo esto ocurría, Zelgadiss caminaba por la arena del Coliseo inspeccionando las obras en busca el lugar por donde habían desaparecido las dos mujeres. Su condición de demonio brownei le advertía que allí había "algo", y solo gracias a ello podría localizar la posible entrada a algún sitio... y más con aquella niebla. Era una situación engorrosa; para Zelgadiss su pétreo cuerpo no era el único problema de su cuerpo de quimera: una tercera parte de su ser era de naturaleza "demoníaca" por llamarlo de alguna forma, y ella le condicionaba en determinados momentos, pero siempre que podía, la ignoraba o reprimía forzando su voluntad. Una quimera no aúna solo las capacidades físicas, sino también psicológicas de aquellas criaturas "naturales" que lo forman, y aunque la parte de humana de Zelgadiss era dominante sobre el resto, el demonio brownei también era parte de él y algunas pautas de su naturaleza se manifestaban en él; sin embargo no se podía decir lo mismo de su parte de Golem, ya que estas criaturas carecían de voluntad. Para bien o para mal los agudos sentidos del brownei y su instinto natural por la magia, formaban parte de él.
Ahora era una de esas ocasiones en que la necesitaba y finalmente el instinto gritó con voz alta y clara cuando acabó dando con una puerta semioculta en un vomitorio de las gradas. Se acercó con cautela y apoyó la mano en ella... Estaba protegida por algún hechizo y solo se abriría como respuesta con potencial mágico, así que se situó frente a ella abriendo los brazos en cruz y con la cabeza gacha.

- "Oh, Puerta; reconoce mis poderes y permíteme pasar"-dijo murmurando las Palabras de Poder.

Efectivamente la puerta exhaló una oleada de neblina que se iluminó al envolver el cuerpo de la quimera como respuesta a sus poderes y Zel sonrió al ver que esta acababa por abrirse.

Al otro lado se extendía una tortuosa escalera de peldaños irregulares que descendía de forma siniestra hacia el fondo del Coliseo; Zelgadiss descendió los escalones iluminándose gracias al conjuro del " Relámpago "

- Un laboratorio. -murmuró parafraseando a Naga.

Recorrió sucesivos tramos de una empinada escalera que finalmente desembocaron en una pequeña antesala que comunicaba con un largo y tortuoso pasillo que, esta vez si, estaba iluminado con una hilera de antorchas que ofrecían una escasa luz dorada y un espeso humo negro. No era en absoluto un lugar agradable, pero debía continuar, y para no delatar su presencia, anuló el conjuro del " Relámpago " y continuó recorriendo el largo pasillo cautelosamente, hasta que vio una luz saliendo de una puerta.

Naga soltó una perorata de maldiciones: su bola de cristal la había conducido hasta una especie de biblioteca que albergaba libros de todas clases, desde recetarios de cocina hasta tratados de magia, pasando por libros de historia, ciencias políticas, filosofía, biología y un largo etcétera; todos ellos amontonados en las estanterías sin respetar sus contenidos y temática, de forma que encontrar algo que le pudiera interesar, era difícil y dar con la copia de la Biblia Cleir mucho más. Posiblemente el objetivo de tal acumulación de variopintos volúmenes fuese tan solo ese, que la Biblia Cleir estuviese escondida delante de sus narices y no la de albergar una verdadera biblioteca. Pero si era así, ¿dónde se había metido Cabduas? No había ni rastro de los dos, así que estaría protegiéndose con algún tipo de conjuro. Maldijo de nuevo al darse cuenta que iba a tener que comenzar desde cero y registrar toda la maldita biblioteca.

En ese momento oyó trastear a alguien unos cuantos pasillos de estanterías más allá de donde se encontraba ella, cerca de la puerta arqueada por donde había entrado. Guardó la bola en la capa y se acercó cautelosamente con la mano en la empuñadura de su espada lista para ser desenvainada... No le gustaba la idea de usar una espada, pero era la única forma de atacar sin ser descubierta.

- ... "El Secreto de los Fritos"... ¡Nada! -oyó decir a una voz apagada pero profunda- "La Leyenda de la Torre de Artel"... ¿¡qué me van a contar?... "Rezo, el Monje Rojo. Su Verdadera Historia"... Ellis, ¿tan loca estabas para escribir esto?... ¡Qué colección de estupideces! -Zelgadiss iba examinando uno por uno los revueltos libros de aquel pasillo de la biblioteca dando a cada uno su particular veredicto y con creciente desasosiego. Entonces sus largas orejas le advirtieron del sonido de unos sigilosos pasos. En silencio dejó el volumen que en ese momento tenía en las manos, para luego llevarse la mano a la espada esperando a que el dueño de las pisadas apareciese doblando la esquina.

Y lo hizo una sombra alta envuelta en una capa oscura. Sin pensárselo dos veces, atacó a la alta figura con su espada y esta, sorprendida, reaccionó escudándose con la suya; ambas entrechocaron estrepitosamente y sus propietarios se miraron perplejos al descubrir las identidades de su oponente.

- ¿¡Naga? -exclamó uno.

- ¡¡Zelgadiss! -exclamó la otra- ¿¡Qué haces tú aquí? -

Una vez superada la sorpresa y la sensación de ridículo, ambos intercambiaron la información que habían descubierto.

- ...Así que Kari pretende invocar a los diablillos esta misma noche. -concluyó Zelgadiss- ¡Cht! ¡Vieja loca!-

-Vale... - suspiró Naga- Creo que deberíamos encontrarla a ella o a Cabduas de una vez, si no, no haremos nada. -

- ¡¡No hace falta; Cabduas ya os ha encontrado! -gritó el hechicero suspendido en el aire. Naga y Zel se giraron hacia él sobresaltados por la sorpresa- ¡¡Bola de Fuego! -gritó Cabduas.

Como efecto del conjuro, una esfera incandescente surgió de la mano de Cabduas y fue arrojada con saña hacia ellos. Zelgadiss se apartó de su trayectoria con un ágil y rápido salto, mientras que Naga permaneció en su puesto murmurando el mantra de otro hechizo.

- ¡¡Freez Brid! -gritó la hechicera haciendo surgir una esfera helada de la palma de su mano que saló disparada hacia el encuentro con su contrapunto, así que cuando ambas chocaron, se anularon mutuamente. Naga se carcajeó satisfecha por su éxito con sus estruendosas risotadas, mientras que Cabduas y Zelgadiss la miraban perplejos; la maniobra de Naga había sido hábil, dos conjuros semejantes como la "Bola de Fuego" y la bola de hielo que era el "Freez Brid" se anularía mutuamente... Pero lo que más sorprendió a Zelgadiss fue que Naga hubiese llegado a esa conclusión; normalmente cruzar hechizos tiene consecuencias desastrosas.

- ¿¡"Freez Brid"?-exclamó Cabduas muy sorprendido- ¡Tú no puedes ser la sacerdotisa endemoniada!-

Al oírle, Naga dejó de reír y le miró orgullosamente.

- Soy Naga, la Serpiente Blanca. -se anunció pomposamente -La mejor hechicera del mundo y la más hermosa de todas las mujeres... -concluyó en un tono cargado de preponderancia.

A Cabduas le recorrió la frente un gran gotón de sudor al oír aquello.

- Ya empezamos otra vez con lo mismo... -murmuró Zelgadiss apretando los dientes disgustado-¡Naga: encárgate tú de él; yo iré por Kari! -gritó arrancando a correr.

Cabduas le vio huir de allí y le lanzó unos objetos punzantes con la intención de clavarlos en su sombra, pero los reflejos de quimera de Zelgadiss hicieron su trabajo y le apartaron rápidamente de la trayectoria de las cuchillas; pero en vez de huir, frenó de golpe y se giró hacia Naga, que en ese momento atacaba a Cabduas con una Flecha de Hielo, e hizo lo propio con una Lanza de Hielo. A duras penas Cabduas consiguió eludir y atacó con una Salva Rúnica.

- ¡Naga; ten cuidado con él! -le advirtió a voz en grito mientras se cubría de las saetas incandescentes- ¡Sus hombreras son quimeras de demonio-brownei y también pueden pronunciar varios conjuros al mismo tiempo!-

Al oír aquello tanto Naga como Cabduas se volvieron durante un instante hacia Zelgadiss con sendas expresiones de asombro; Naga fue la primera en hablar:
-Así que por eso desconfiabas tanto de él- anunció Naga en su habitual tono prepotente- Él es una quimera de demonio brownei y humano... igual que tú.-

Cabduas no debía esperarse algo así, porque de forma inmediata intercambió miradas entre sus hombreras y el propio Zelgadiss; la expresión de los dos demonios brownei fusionados sobre sus hombros eran de pura y simple aceptación. Naga, divertida por la situación, esperó a que Cabduas aterrizara frente a ella, entonces volvió a soltar otra de sus risotadas.

-¡Ahora si que podré vencerte y demostrar que soy la hechicera más poderosa que existe! -anunció como si eso supusiera un gran reto.

-Pero... ¿Es que no vais a enfrentaros los dos contra mí? -preguntó Cabduas un tanto aliviado. No deseaba tener que enfrentarse a una quimera que si bien no era cómo él, sí muy similar. Para su disgusto, Zelgadiss desmintió esa idea.

-No. Yo también seré tu contrincante.- sonrió con malicia- No me gustan las quimeras como tú.-

Las órdenes de Aras Rice que Lantz había recibido eran muy claras. Pese a que no tenía grandes conocimientos de magia y metafísica, de hecho más bien todo lo contrario, Lantz era un gran conocedor del mundo y de cómo este funcionaba. Y una cosa que tenía muy clara es que, por mucho que admirase lo que habían hecho Lina y Gaury en su visita a Atlas enfrentándose a Hansiforld el Blanco, y también al tipo que había destruido Sairag y matado a su novia junto a esa ciudad, lo que estaba claro es que no convenía mezclarse en los asuntos de los hechiceros. Aunque Lantz no lo reconociera abiertamente, desde luego que las actividades de Lina Invers&Co tenían mucho que ver en esa opinión suya. Es por eso que había entendido perfectamente por qué Aras Rice, su actual señor, estuviese tan nervioso por lo que podía pasar; y también por eso entendía perfectamente la misión que este le había encomendado.
En silencio, esa noche había seguido a Naga y Zelgadiss con la intención de vigilar sus movimientos y tener la esperanza de que nada fuera a suceder. Por supuesto no pudo seguirlos más allá de lo que sus habilidades como simple mercenario humano tenía, y ahora se encontraba dando vueltas por el ruinoso graderío del Coliseo, sin saber qué podía haber pasado, salvo que ahí debía de haber algo, ya que los dos hechiceros habían estado pendientes todo el rato de la gran obra.
Lantz no lo sabía, pero su inspección pronto se vería satisfecha.

Mientras todo esto ocurría, Kari y su hija ya habían llegado hasta la sala donde se encontraba el Circulo de Invocación. Esta era una gran sala abovedada que se encontraba justo debajo de la arena del Coliseo, y en el suelo de la misma, había dibujado un circulo rodeado de runas y con una estrella invertida de cinco puntas inscrita en él que desprendía un frío y blanquecino brillo dándole a la sala una apariencia gélida nada agradable. Los muros de la sala estaban revestidos aquí y allá con objetos sueltos de oriharlcón y otros materiales interesantes para los magos cuya finalidad podía estar dirigida a proteger a los humanos de lo que pudiese surgir de ese círculo. Sin embargo ahora Kari no estaba preocupada por eso, sino más bien por la excesiva tardanza de Cabduas, cosa que a su hija tampoco le despreocupaba.

- ¡Te lo dije, madre! ¡En cuanto ha podido, ese Cabduas se ha largado con la copia de la Biblia Cleir! -se quejaba segura de sus sospechas.

Kari pareció reflexionar sobre lo que decía su hija.

- ¡Ve a ver qué ocurre y de paso, trae la copia! -ordenó finalmente- ¡Y procura tener cuidado!-

Paula no tenía las habilidades mágicas de su madre, pero la joven de cara redonda sí tenía dos cosas, una moral dudosa y algo más que la hacía sentirse protegida. Sin ningún temor se dirigió hacia la biblioteca.

Cuando Paula llegó allí, tras recoger la copia de la Biblia Cleir de donde estaba oculta, se encontró con los destrozos consecuentes de los hechizos de los magos y un curioso espectáculo: Naga y Zelgadiss aguardaban a un acorralado Cabduas con sus espadas desenvainadas, taponando la salida de la habitación, mientras que Cabduas se encontraba varios metros enfrente de ellos con cara de circunstancias, y no solo él, sino que las cabezas de demonio Browneis que surgían de sus hombros también tenían esa expresión

Zelgadiss sonrió maliciosamente.

- Te dejaré ir si me das la copia de la Biblia Cleir -anunció- Sabes que, aunque tú también seas una quimera igual que yo, soy más hábil que tú y solo soy capaz de vencerte y que no abandono un encargo, así que hazlo.-

Cabduas no sabía que hacer; haciendo caso a una dudosa lógica, pensaba que, después de todo, siendo una quimera de sus mismas características y que ya se conocían de antes, Zelgadiss respetaría su vida, pero ya no estaba tan seguro. Zelgadiss parecía albergar un odio hacia su condición de quimera que Cabduas no compartía, y que ahora pagaba con él. Sea como fuera, Naga tampoco estaba conforme con el estamento de Zelgadiss.

- ¿¡Qué dices? -se quejó- ¿Y de la recompensa, qué?-

A la joven no le costó mucho imaginarse qué era lo que estaba pasando pero todo aquello le pilló por sorpresa y no supo reaccionar a tiempo, quedándose pasmada viendo lo que pasaba y Zelgadiss acabó percatándose de su presencia. Cuando Paula se vio descubierta, por fin pudo salir de su estado hipnótico y arrancó a correr como una liebre... llevando unos rollos de pergamino en las manos.

La persecución no se hizo esperar; Zelgadiss abandonó a Naga ante Cabduas y salió tras la joven al comprender que ella podía dar un giro negativo a favor de Kari y perder la ventaja de la sorpresa. La chica corría con la seguridad de conocer el terreno, pero sus capacidades físicas no se podían comparar con las de Zelgadiss, que con una facilidad asombrosa, le ganaba terreno hasta que finalmente la sobrepasó y le cerró el paso. Paula frenó de golpe y resbaló sobre el suelo de piedra cayendo a los pies de Zelgadiss, comprendiendo que ya no tenía salida.

- No te voy a hacer daño... -le dijo la quimera en un tono que parecía emanar un ligero matiz compasivo.- Pero tengo un encargo que cumplir, así que dame la copia de la Biblia Cleir que tienes en las manos. -ordenó.

La chica le miró desconcertada por aquella declaración y lo monstruoso de sus rasgos, Cabduas era también una quimera, pero cuando llevaba sus hombreras, parecía un humano normal... sin embargo ese no era el caso del hombre de rostro pétreo que había frente a ella y sus ojos inhumanos. Finalmente se recompuso, apretó los dientes y sacó algo de su capa.

- ¡¡Apártate! -gritó mientras le amenazaba con un trabuco.

Zelgadiss la miró sorprendido unos instantes ante la repentina y sorprendente resistencia de la joven y verse amenazado de esa forma, pero rápidamente superó la sorpresa y esbozó una sonrisa maliciosa.

- No hagas tonterías. -sugirió sarcásticamente.

Al verse en esa situación, la hija de Kari no se lo pensó más y disparó a bocajarro su trabuco. Las balas esféricas impactaron ruidosamente en el duro pecho de la quimera sin mayores consecuencias que agujerear sus ropas, pero Zelgadiss retrocedió llevándose la mano al pecho y lamentándose como si estuviese herido de gravedad. Paula creyó que se había librado de él, y riendo maliciosamente, se incorporó y se marchó de allí a la carrera. Entonces Zelgadiss dejó de interpretar su comedia.

- ¡Eso es! Llévame hasta donde esta Kari y el Círculo. -murmuró poniéndose en pie y sacudiéndose la pechera.- ¡Malditas armas de fuego; lo primero que se consigue del Mundo Exterior, tiene que ser precisamente lo que hace más daño! -maldijo.


- ¡¡¡MADREEE! -gritó la joven al entrar corriendo en la gran sala abovedada a través de un arco- ¡¡Nos han descubierto, hay dos hechiceros en el laboratorio...! -

Kari se giró hacia su hija sorprendida ante la repentina noticia y rápidamente se interesó por la situación.

- Pero, ¿qué pasa? -

Su hija acabó por alcanzarla y se detuvo jadeando sin soltar el arma que llevaba en una mano y los pergaminos de la otra pese a estarse apoyando en las rodillas con las manos.

- ... Son dos hechiceros, una chica y un tipo muy extraño que parece un leproso; creo que es algún tipo de quimera, la que Cabduas dijo. -se explicó- Estaban en la biblioteca enfrentándose a Cabduas y saben lo de la Copia y el Circulo...-

- ¿¡Qué dices? ¡Entonces todo el plan peligra! -exclamó y cayó en la cuenta de un detalle.- ¿Tienes la copia de la Biblia Cleir? -preguntó azorada.

- ¡... Sí ; aquí está! -contestó extendiendo la mano para entregársela.

Su madre la cogió y la examinó con cuidado.

- Sin esto no podré llevar a cabo la invocación, es un hechizo demasiado complicado para mí... ¡Y hay que hacerlo ya! -exclamó.

Entonces una llameante saeta estalló junto a las dos mujeres arrojándolas por el suelo como consecuencia de la explosión. Tras superar el susto, la hechicera se volvió buscando al causante de la inoportuna "Flecha de Fuego" y vio aparecer a Zelgadiss a través de la entrada arqueada por la que instantes antes había entrado su hija. La quimera caminaba decididamente hacia ellas.

- ¡¡Dadme la copia de la Biblia Cleir! -ordenó en un tono que no dejaba lugar a discusión alguna.- ¡Voy a destruir este lugar de todas formas, así que entregádmela!-

Las dos mujeres le contemplaron desorientadas.

- ¡Es imposible! -gritó la chica- ¡Mi disparo le alcanzó de lleno...! ¿¡Cómo puede seguir vivo?-

Su madre miró primero a Zelgadiss y luego a su hija.

- ¡¡Estúpida! -la riñó arrancándole el trabuco de las manos de un tirón.- ¡Ese hombre es realmente una quimera y solo se la puede combatir mediante magia! -

Zelgadiss ignoró la bronca y se acercó decidido hacia las dos mujeres, listo para invocar cualquier hechizo.

- ¿Me la vais a entregar o no? -preguntó impaciente - Os advierto que yo siempre cumplo con mi trabajo. -

Mientras tanto, en la biblioteca, Naga y Cabduas habían proseguido con su enfrentamiento. La primera llevada por el entusiasmo de la fama y la suma de dinero que ganaría si cumplía el encargo, mientras que el segundo, para proteger su vida, cumplir con el pacto que tenía con Kari y la sospecha de que ella sería más fácil de vencer que si se enfrentaba a los dos a la vez. Sin embargo la cosa había proseguido de una forma bastante patética, pues Naga no se tomaba demasiado en serio su combate contra Cabduas y él no hacía mas que eludir sus ataques sin lograr anticiparse a los suyos, así que el duelo acabó convirtiéndose en un vodevil donde se intercambiaban hechizos simples sin mayores consecuencias... salvo por la creciente gelidez que estaba empezando a aparecer a causa de los hechizos de Naga.

Finalmente Cabduas logró abrir un agujero en el techo que le comunicaba directamente con el graderío y salió volando de allí escudándose de una "Flecha de Hielo" que Naga le había arrojado; a continuación se posó en una de las gradas de la tribuna de honor y su adversaria hizo lo propio varios metros más allá donde empezó a carcajearse de nuevo.

- ¡Tendrías que abandonar! -le dijo en un tono lleno de pedantería apuntándole con un dedo en un gesto curiosos y familiar- ¡Nada puedes hacer ante la Serpiente Blanca! -

Cabduas apretó los dientes, parecía que la hechicera no le había derrotado ya porque estaba jugando con él. Entonces se fijó en que Naga estaba posada sobre un montón de arena de obra y tuvo una idea.

- " Madre tierra, obedece mi..." -comenzó a murmurar y Naga le miró interrogativamente.

Kari sabía que enfrentarse a una quimera de las características de Zelgadiss era una tarea muy difícil, así que comenzó atacándole fieramente con el hechizo de "Damm Brass", pero para su sorpresa, aquel joven mago-quimera abrió los brazos en abanico y los sacudió en un movimiento envolvente junto con su amplia capa para luego juntar las manos de forma penitente mientras que murmuraba algo; entonces una luz azulada se formó a su alrededor y le envolvió completamente formando una esfera que le protegió de las descargas de su hechizo mientras que le mantenía suspendido en el aire. Kari y su hija retrocedieron asustadas al ver con la terrible facilidad y elegancia con la que el hechicero había evitado el ataque invocando el difícil hechizo del "Rayo de Viento".

- ¡Ya te lo he advertido, Kari ! -anunció Zelgadiss mientras permanecía suspendido en el aire dentro de su Rayo de Viento. - ¡Ríndete y dame la copia de la Biblia Cleir! -

La hechicera apretó los dientes y su hija corrió a su encuentro.

- ¿¡Qué hacemos, madre? -le preguntó asustada- ¡Es muy poderoso y acabará por matarnos!-

Kari le dedicó una dura mirada a su hija y luego a Zelgadiss.

- ¡Nada de eso!; esta claro que solo le interesa la copia de la Biblia Cleir -dijo apretando los pergaminos que tenía en las manos -¡Y si lo que quiere es lo que viene aquí escrito, se lo mostraré! -y diciendo esto alzó un puño adoptando una postura tensa.

El instinto demoníaco de Zelgadiss volvió a hacer su trabajo y le advirtió de que Kari iba a hacer algo, así que rápidamente reaccionó anulando el "Rayo de Viento" y volviendo a abrir los brazos en abanico, esta vez hacia lo alto, mientras convocaba su poder oscuro: un ataque rápido y poderoso era lo mejor.

- "Dragón oscuro que duermes entre llamas escarlatas,
abrasa a mi enemigo con tu rugido
."

¡¡Llama de Gaarv ! -gritó recitando uno de los pocos hechizos negros que usaba y apoyando los cantos de la mano mientras que se formaba una maligna luz rojiza entre ellas...

Pero no ocurrió nada más, tan pronto como las llamas aparecieron produciéndole esa especie de ansiedad maligna que le causaba usar la magia negra, estas se extinguieron como si nada hubiese pasado.

- ¡¡¡Maldita sea! -gritó furioso al comprender lo ocurrido -¡¡¡Me olvidaba de que Gaarv está muerto y no puedo recurrir a su poder! -

Pero aquel instante de distracción fue fatal; Kari ya había echado mano de su poder y solo alcanzó a darse cuenta de lo que ocurría al sentir un agudo dolor en su mente.

- "...Legiones de espíritus del mal; concededme poder para..." -fue lo único que alcanzó a oír antes de que le invadiese una completa oscuridad y todo se tornase negro como el mundo que ansiaban los demonios. Zelgadiss no se dio cuenta pero Kari y su hija le contemplaron como se derrumbaba delante suyo mientras que él perdía la conciencia.

- ¿Qué le has hecho, madre? -preguntó la joven mientras se acercaba cautelosamente a ella.

- ¡Nada!... Solo un le he maldecido con un hechizo muy divertido. -se explicó mientras que le contemplaba sonriendo maliciosamente.- ¡Observa... ! -


Zelgadiss no supo cuanto tiempo estuvo rodeado de esa oscuridad, pero cuando se despertó vio que se encontraba en una verde pradera salpicada de árboles y la luz de un brumoso atardecer. Un vistazo más exhaustivo del paisaje le reveló que aquella era una campiña que ya conocía y que al fondo del paisaje había una casona de piedra de aspecto rústico y opulento a la vez... " ¡No puede ser, es la casa donde me crié! Es imposible, ¡esa casa ya no existe!" exclamó en sus pensamientos. Entonces oyó el galope de un caballo que se aproximaba y se giró esperando verlo; y lo que vio aparecer fue un bonito caballo tordo de buena raza que montaba un niño moreno de unos ocho años que vestía de azul oscuro y llevaba algo en la mano. Instintivamente, Zelgadiss buscó un sitio donde esconderse del recién aparecido jinete, pero en aquella dehesa no había lugar alguno donde ocultarse aparte de bajo la hierba, así que se quedó quieto intentando aparentar naturalidad para que el chico a caballo no se fijara en él. Para su sorpresa, jinete y caballo pasaron a su lado levantando pedazos de la húmeda tierra sin que ninguno reparara en él, pero la quimera dio un respingo al reconocerse a si mismo. " Pero ¿qué está pasando aquí? ¡Soy yo! ¡Ese niño era yo de pequeño! ". El caballo y su jinete se dirigieron arduos hacia la casona que había en medio de la campiña y Zel los siguió.

No supo como, pero al momento se encontró al lado de la que creía su casa de la infancia y vio como el mismo de niño, detenía al caballo con la facilidad de alguien acostumbrado a cabalgar; luego el pequeño desmontó de un salto mientras el caballo piafaba cubierto de sudor, y el chico entró corriendo en la casa. Zelgadiss contempló la escena completamente asombrado. Fuera lo que fuese que estuviese pasando, nadie parecía darse cuenta de que él estaba allí.

- ¡Padrino, madrina...Mirad lo que he encontrado! -gritó el niño mientras atravesaba el zaguán de la casona. Entonces apareció una mujer joven, morena y muy hermosa vestida con un amplio vestido que tenía cogida en brazos a una niñita de tres años y ojos grises; más que una simple campesina, aquella señora aparentaba ser una rica mujer de provincias. Zelgadiss dio un soberano respingo al reconocerla como su madre adoptiva y su hermanastra Melina. "¡¡Madrina, sigue viva después de todo. " exclamó para sus adentros. Ella no era su madre, pero en cierta forma Zelgadiss la veía como tal, ya que esa mujer le había criado desde pequeño siguiendo las órdenes de Rezo.

- ¿Qué pasa, Zel? -preguntó la mujer curiosa al ver así al chico.
- ¡Os lo diré a padrino y a ti! -contestó el niño alegremente.-¡Es algo muy importante!- La mujer miró largamente al chico y se volvió hacia un amplio salón de suelo de madera donde había una gran chimenea, varios emblemas mágicos de protección y un par de cabezas de ciervo disecadas. Allí dentro se encontraban un hombre también moreno de mediana edad vestido con una túnica corta de aspecto similar al de la mujer que sostenía el bebé en brazos, una niña de unos once años de larga melena recogida en una coleta y otra figura a la que su sola visión le llenaba de odio. Zelgadiss volvió a dar otro respingo al reconocer a su padrino, su hermanastra mayor y a Rezo.

La mujer entró en el salón acompañada del pequeño.

- ¿Qué pasa, Mina? Hoy el Sr. Rezo ha venido de visita y todos deberíamos comportarnos en consecuencia -anunció el hombre al verlos entrar de esa forma.
-Oh, no se preocupen por mí.- contesto Rezo con suavidad -No deseo presionar de ninguna forma a personas como ustedes.- La mujer asintió dando las gracias a Rezo con una sonrisa que ella sabía que el Monje Rojo captaría aunque no la pudiese ver, entonces se encogió de hombros y dejo a la niñita en el suelo.

- ...No lo se, Tito -contestó- Pero Zel quiere enseñarnos algo. -

El niño sonrió entusiasmado y extendió la mano para enseñarles lo que tan celosamente tenía guardado.

- Mira, padrino...-dijo entregándole una piedra negruzca de aspecto acerado que desprendía un brillo sobrenatural.

Entonces Rezo se levantó del asiento y se acercó a ellos; como era habitual en él, pese a que no podía ver, se movía como si realmente pudiera hacerlo.

- ¡Abuelo! -exclamó el niño al verlo y abrazándose a su larga túnica. Hasta ahora era el único a quien había mostrado afecto de esa forma- Mira qué piedra, ¿a que seguro que es mágica? -preguntó alegremente. Rezo la tomó en las manos y la examinó.

-¡Sí! -contestó- ¡Es oriharlcón ; una roca mágica más valiosa que el oro! -

Al niño se le iluminó la cara, pero quería saber más.

-¿Un tesoro más valioso que el oro, ¿Por qué?-

-El oriharlcón puede anular la magia, Zel. Por eso es tan valioso.

-¿Incluso tu magia, ¡guau!-

-Bueno, eso es algo que siempre se puede probar...- contestó Rezo con ambigüedad.

-¡Cuánto sabes, abuelo!- exclamó el niño y Rezo se limitó a contestar con una sonrisa complaciente.

Zelgadiss retiró la mirada al darse cuenta de qué era lo que estaba viendo. No sabía ni cómo ni cuando, pero esa escena era evidente " Soy yo, la casa de mi niñez, mis padrinos y mis dos hermanastras... Es lo que sucedió la vez que encontré ese trozo de oriharlcón y se lo enseñé a Rezo. No me atraía la magia, pero quería que él me contara más cosas... Creía que él hacia algo por mí cuando él lo hacía."

Rezo se arrodilló ante el pequeño y le entregó la piedra.

- Zel; has encontrado algo muy valioso para los magos. -le dijo- Y si algún día tú también quieres convertirte en hechicero, tendrás que trabajar mucho y conseguir muchas cosa como esta... -

- ¿Ser un gran hechicero como tú, abuelo?- preguntó Zelgadiss titubeante, la idea no le acababa de convencer. Entonces pareció pensárselo un momento.- ¡Claro que sí! ¡yo también quiero ser alguien fuerte y poderoso como tú, abuelo! -contestó el niño con decisión. Rezo asintió con la cabeza sonriendo levemente.
- Sí, Zel... Estoy seguro de que cuando crezcas serás un mago fuerte y poderoso. - Entonces Zel, llevado por el impulso, se abrazó al cuello de su abuelo y le dio un beso en la mejilla. Desde que tenía esa edad, Zelgadiss no recordaba haber sido tan cariñoso con nadie.

Sus padrinos y la hermanastra mayor contemplaron la escena sin decir nada, hasta que su madrina se acercó y le tomó por la mano del pequeño llevándoselo de allí.

- Claro, Zel... Pero ahora vas a lavarte. Has estado cabalgando todo el día y hueles como un caballo. Eso no es propio de alguien como el nieto del Sr. Rezo, ¿Verdad, Tito? -

- Normal, se pasa la vida haciendo lo que le apetece... -apostilló Eris, la hermanastra mayor.

Zelgadiss contempló la escena apretando los dientes al darse cuenta de la sutil manipulación de la que había sido objeto por parte de Rezo a quien entonces quería muchísimo: fue él quien le empujó a obsesionarse con ser poderoso y esa era una actitud que sus padrinos (y puede que su hermanastra mayor, también) tampoco habían frenado. Era lo que se esperaba de él, que también tuviera la talla de alguien tan importante y famoso como era Rezo, aunque Zelgadiss aún se encontraba en ese punto de su niñez en que lo único que quería era investigar cosas, jugar y pasárselo bien.
Volvió a levantar la vista y les miró con una mezcla de añoranza y pesar : su madrina era morena y muy guapa, no tenía el aspecto usual de una campesina que se ha pasado su vida acarreando con la labranza y otras labores duras del campo. Su padrino era alguien de aspecto más vulgar, un hombre de campo, pero también culto. Ambos eran vasallos del Sr. Rezo; técnicamente, un Sacerdote por si mismo no poseía tierras ni títulos, así que no debía tener súbditos ni vasallos de ningún tipo al no ser que fuese un miembro importante de alguna concesión clerical. Pero el caso de Rezo era algo diferente; el Monje Rojo iba por libre, no estaba vinculado a ningún clero en concreto, pero debido a la importancia que tenía, y también de su fama, había familias que trabajaban para él, y en ocasiones esas mismas familias eran los padres de alumnos que Rezo tenía para enseñarles su arte y sus conocimientos.
Ese era el caso de esa familia en particular; ellos solo tenían hijas, pero Rezo les había pedido que criaran a Zelgadiss, su único pariente de sangre, como su ahijado. Ellos habían estado conformes desde el principio, trabajar al servicio de Rezo les había dado grandes compensaciones, y le habían pagado haciendo lo que Rezo les había pedido. Zelgadiss sabía que esa gente no tenía relación de sangre con él, pero nunca se sintió apartado de ellos por eso; su educación era mucho mejor que la de cualquier otro niño campesino en su misma situación y Rezo solía venir a verle con frecuencia. Cuando lo hacía, era todo un acontecimiento en casa, y Zelgadiss, sabiendo que él era el favorito del Monje Rojo, estaba entusiasmado con ello, siempre ansioso de ver las cosas que Rezo traía de sus viajes y que este le explicara qué eran y como funcionaban. Tener un abuelo como ese le ponía por encima de otros chicos y eso se notaba en cosas como el nivel cultural del niño. No obstante, Zelgadiss nunca estuvo seguro de qué clase de relación familiar entre ambos, si la de abuelo, bisabuelo o ambas cosas, así que se limitaba a llamarlo "abuelo", que era lo más sencillo.

En cualquier cosa estaba presenciando recuerdos de su infancia que parecían demostrarle hechos que habían influido en su vida; pero, ¿por qué?. Entonces se dio cuenta de que lo que veía era a causa del hechizo de Kari, ese que la hechicera había lanzado sobre él antes de que pudiera reaccionar.
"¿Qué es lo que voy a ver ahora? " se preguntó. Como si ese solo pensamiento activara el conjuro, alzó la vista y volvió verse a si mismo más mayor entrenándose con la espada y estudiando horas y horas olvidándose de todo lo que sucedía a su alrededor. Sintió la sensación del deseo de convertirse en el mejor espadachín de todos los tiempos que le llevó a esa obsesión, ahora consciente de ella. Zelgadiss ya no era el niño de ocho años de la escena que acababa de presenciar, sino un adolescente incipiente, un chico que estaba empezando a darse más cuenta de quién era y qué era lo que se esperaba de él. Vio peleas con sus padrinos y su hermanastra mayor por su comportamiento extremo que le llevaba a pasarse día y noche estudiando y sobre todo, practicando con la espada. La gente esperaba que Zelgadiss fuese alguien importante, un hechicero famoso como lo era Rezo; pero Zelgadiss, estando en la edad del pavo, quería hacer las cosas a su manera, y eso era convirtiéndose en un gran espadachín, un as de la espada como lo había sido ese hombre legendario que había matado a Zannaffer en la ciudad de Sairog.
Pero lo peor de todo no era su deseo, un deseo muy simple de querer ser el mejor en una edad delicada, sino ver otra vez lo mismo, el deseo de conseguir algo que parecía inalcanzable. Volvió a apartar la vista cuando le inundó una profunda sensación de desesperanza, de muchos esfuerzos sin fruto aparente, muchas horas de trabajo sin conseguir nada a cambio... y todo ello bajo la atenta mirada de Rezo. Pero el momento fatídico de aquella noche aún no había llegado.

Volvió a alzar la vista y se vio a si mismo en aquella maldita noche que cambiaría su vida radicalmente: allí estaba él convertido en un imprudente muchacho de 14 años con su espada mellada por los entrenamientos clavada en un tronco y Rezo enfrente suyo proponiéndole aquel terrible trato. Sintió en si mismo la ansiedad de ver cumplido su deseo en un tiempo record, pero también sintió la posibilidad de que él estaba ahora allí delante a y que podía evitar que todo eso ocurriera. Corrió hacia ellos gritando que no le escuchase, que todo era una trampa para convertir a su propio nieto en su esclavo, pero su joven yo no le oía, solo podía entender la posibilidad de convertirse en alguien tan fuerte e invulnerable que nadie en el mundo pudiese vencer, y tenía la posibilidad de conseguirlo aquí y ahora, sin esfuerzo alguno; eso era lo único para lo que prestaba atención, todo lo demás eran tonterías. ¿Qué mas daba que a cambio de ser poderoso tuviera que ayudar a Rezo a conseguir ese chinato que él llamaba Piedra de Sarvia? Pero ahora él estaba allí para evitarlo y tenía que conseguir que ese muchacho imprudente no aceptase el trato; gritó y bramó que no lo hiciese, que era una trampa; pero su otro yo más joven no le escuchaba, el chico aceptó sin rodeos. Y así otra vez volvió a sentir la sorpresa y el dolor de su transformación, notó como su cuerpo se volvía duro y pesado y su mente adquiría una especie de conocimiento sobrenatural. El horror del cambio y ver que no podía cambiar el destino era algo insoportable.

Kari sonreía al contemplar los efectos de su maldición sobre su inconsciente adversario que se retorcía en sueños empapado de un sudor frío y murmurando palabras inconexas.

- ¿Qué le has hecho, madre? -preguntó la joven- No lo entiendo... -

- Es una maldición que ataca por terror. -se explicó y su hija la miró con cara de no entender nada.- Lo que hace es activar las experiencias negativas y lo que más teme una persona hasta que acaba con ella de puro pánico. ¿Has visto como se retuerce? Aunque sea un ser artificial, seguro que le ha debido pasar algo terriblemente malo para que se sacuda de esa manera. -Kari pareció reflexionar un momento- Es posible que él no sea quimera solo por su deseo.-

La joven tragó saliva. Sabía lo que implicaban las palabras de su madre, y también sabía que las quimeras de humano eran criaturas nacidas para la desgracia, aunque algunas como Cabduas no pensaran así.

Ahora estaba otra vez frente a su familia, su madrina enloqueció al ver en que se había convertido y su padrino renegó de él mientras que sus hermanas sufrían las consecuencias de lo ocurrido en la familia; Rezo les había entregado a su nieto para que lo criaran y este se había convertido en una de esas criaturas mágicas empleadas para la guerra... ¡Qué fracaso y qué deshonor para todos ellos!.
Entonces se dio cuenta de lo que había hecho, de lo que suponía ser ese monstruo, y no solo con sus padrinos, ignorantes ellos de lo que le había transformado... ¿Quién le hubiese creído de todas formas? También su abuelo su puso un gran cambio, alguien totalmente opuesto a quién había conocido en su niñez; le obligó a romper el vínculo que tenía con aquella familia que le había acogido durante su niñez; y durante años a servirle como un esclavo, obligándole a hacer el trabajo sucio y cometer crímenes por los que se acabaría ganando el sobrenombre de " Guerreo Oscuro." el poderoso espadachín monstruoso que asesinaba por conseguir objetos de valor. El único recuerdo que le quedaba de su anterior vida era la gran gema roja que siempre llevaba resplandeciente en el pecho. Pero ahora, una y otra vez, fueron apareciendo ante él los rostros de aquellos a los que había asesinado y sus indecibles súplicas por que les perdonase la vida... muchos de ellos no eran otra cosa mas que paupérrimos campesinos que solo poseían un miserable pedazo de oriharlcón. Pero ya no era Rezo, era Shabranygudú, el demonio de los ojos de Rubí quien le había hechizado y a quien veía superpuesto con su abuelo. Sintió el miedo y el horror de encontrarse ante el propio Señor de los Demonios y pudo sentir su maligno poder corroyendo su pétrea carne y su alma humana. Pero, ¿por qué sentía todo ahora eso? Él se había enfrentado a Ojo de Rubí junto a Gaury y a Lina hacía tres años, y habían conseguido vencerle, ¿por qué sentía el inmenso y maligno poder de Shabranygudú si esa criatura ya estaba muerta? ¿Y por qué le afectaba tanto cuando hacía solo unos meses que había vencido junto a ellos a alguien mucho peor, Estrella Oscura?
Como ya había ocurrido, la sola evocación de esas ideas, hizo que ante sí apareciesen sus dos amigos ante Rezo-Gudú; Lina empuñaba la Gor Nova y pronunciaba el temible conjuro del "Giga Slave", cubriendo la luz blanca del filo de la espada en una relampagueante oscuridad de caos para luego alzarla y lanzar el destructivo hechizo sobre la maligna criatura. Pero en ese momento el hechizo se volvía contra ellos consumiéndolos en llamas, haciendo que LON los tomara en su regazo sin piedad alguna, como había podido ocurrir en cualquiera de las veces anteriores que Lina había pronunciado esas Palabras del Caos. Corrió hacia ellos en un intento banal de socorrerles, pero nada pudo hacer, desaparecieron ante sus ojos convirtiéndose en polvo y luego en nada... Había ocurrido lo que más temió en ese momento, que el "Giga Slave" se volviese contra ellos.

Gritó y gritó por el dolor de ver morir a los únicos amigos que tuvo en mucho tiempo en manos de su odiado abuelo y Señor de los Demonios. ¿Qué podía pasas ahora que volvía a estar en presencia del Señor de los Demonios ? Volvió a alzar la vista y vio a Amelia, quien le contemplaba con absoluto y total desprecio en una mueca llena de crueldad que desfiguraba su joven rostro. Nunca antes había visto que ella adoptara un gesto como ese, tan antinatural en ella; alguien por quien casi sentía celos por su alegría y vitalidad.

- ¡¡Eres inmundo! -le dijo en ese mismo tono; su voz sonaba desfigurada y abyecta en ese tono- ¡¡No se cómo he podido entregarle uno de mis atributos de sacerdotisa a alguien tan patético y horrible como tú ! -y diciendo esto, le repelió sacudiéndole con tal fuerza que acabó estampado en una de las columnas de basalto de las que se formó durante la batalla contra Ojo de Rubí. Zelgadiss abrió la boca incapaz de pronunciar nada mientras sentía que un hilo de líquido caliente se deslizaba por su frente; nadie más, excepto Gaarv, había podido dañarlo antes de esa forma. No era solo la impotencia de no poder hacer nada para defenderse, ni a él mismo ni a aquellos que habían conseguido hacerse un hueco en su vida, sino que lo que acababa de decir Amelia le hubiese dejado totalmente estupefacto, la fuerza conque ella le había atacado era totalmente increíble, y ella se encontraba entre aquel escogido grupo con quienes él había luchado codo con codo. No entendía para nada a qué se debía ese cambio de actitud.
- ¡Afortunadamente aquí hay alguien que vale miles de veces más que tú! -

Zelgadiss se incorporó penosamente, ante tal golpe le costaba mucho mover su pesado y dolorido cuerpo. La última vez lo hizo movido por el instinto de lucha y supervivencia, pero esta vez no había nada de eso.

- ¿¡Q...qué estas diciendo? -preguntó confundido alzando de nuevo la vista nublada de rojo por la sangre que goteaba por su ceja.

Y lo vio, vio como Rezo-Gudú se aproximaba a Amelia y la abrazaba por detrás para luego poseerla sin resistencia alguna.

Zelgadiss soltó otro aullido de horror en sus sueños mientras que se convulsionaba violentamente. Él no quería gritar, hacía mucho tiempo que había aprendido a controlar sus emociones, pero Rezo-Gudú siempre había sido capaz de extraer lo pero y más doloroso de él, y ahora lo había vuelto a hacer. Nunca antes se había sentido tan sumamente miserable, tal y como era todo lo que había visto, su vida había sido un completo desastre, una sucesión de miserias una tras otra.
Y eso que él había salvado a este mundo unas cuantas veces.


Kari le daba la espalda ignorándole completamente, centrándose en terminar el Círculo de invocación, pero en ese momento el techo empezó a temblar y montones de escombros cayeron sobre la estancia causando nubes de polvo y cascotes desperdigados.

- ¿¡Qué está pasando, madre? -preguntó la chica asustada.

Entonces el techo comenzó a desmantelarse; unas gigantescas manos pétreas lo iban desmontando de forma pausada pero constante, hasta que finalmente se vio el exterior con el cielo nocturno cubierto por la niebla... y una gigantesca figura pétrea de aspecto humanoide, sobre uno de cuyos hombros se alzaba una voluptuosa figura femenina que se reía estruendosamente.

- ¡¡¡No puede ser, un golem gigante! -gritó Kari- ¿¡Qué está pasando? -

Naga dejó de reír y les contempló desde lo alto de forma soberbia.

- ¡He vencido, Kari! -anunció pomposamente apuntándola con el dedo en un curioso gesto - Soy Naga, la Serpiente Blanca; creadora de este golem, salvadora de la ciudad de Mosiquita y tu verdugo. -Kari la miró asombrada y luego buscó a su ayudante con la mirada ¿No estaba enfrentándose a esa loca?- ¿Buscas a tu quimera Cabduas? -preguntó Naga con preponderancia. - Lo he dejado allí, congelado... -y diciendo esto, señaló a un ala del graderío sobre la que se alzaba un gran bloque de hielo en cuyo interior se encontraba el hechicero. - Esa quimera idiota pensó que podría vencerme haciendo que la arena de obra se convirtiera en movediza. -

Kari apretó los dientes sin saber que hacer, si esa chica era capaz de convocar golems de esas características, iba a ser difícil de vencer... pero eso mismo creía de su amigo.

- ¡No te creas tan invencible! -gritó reuniendo valor- ¡Tu amigo quimera también pensaba lo mismo y mira como ha quedado después de sufrir la tortura mental de una de mis maldiciones! -concluyó señalando al agónico Zelgadiss.

Naga le miró sorprendida y rápidamente se dio cuenta de que estaba así por efecto de una maldición; tenía que socorrerle, así que hizo que su golem le tomara suavemente y le izase hasta la altura de su hombro sin que nadie pudiese evitarlo.

Kari contempló la escena sin saber qué hacer y confundida por lo que iba a pasar mientras que Naga saltaba del hombro del golem e la palma de su mano donde se encontraba Zelgadiss retorciéndose en posición fetal y empapado de sudor frío mientras repetía gritos inconexos. La hechicera le contemplo con aire de enfermera para luego tratar de girarlo hacia arriba por un hombro.

- ¡Eh, Zelgadiss; despierta! -ordenó mientras le palmeaba la mejilla. -¡Pero qué cara más dura tienes! -exclamó para sí. Vio que no había manera de despertarlo por la vía normal siendo víctima de una maldición, así que se arrodilló a su lado y se concentró intentando invocar magia blanca.- Solo hay una forma de levantar la maldición...: " Por el poder de la Tierra, el Aire y el Viento; yo..." -comenzó a murmurar.

A Kari no le costó mucho darse cuenta de qué era lo que estaba pasando, esa joven parecía poseer conocimientos de Magia Blanca y si conseguía reanimar a la quimera lo iba a tener muy difícil, así que decidió darse prisa y arriesgarlo el todo por el todo. Salió corriendo hacia el centro del Círculo abriendo los brazos en cruz con las palmas hacia abajo mientras murmuraba una serie de palabras inaudibles para los demás. Su hija corrió a esconderse tras un muro revestido con objetos de oriharlcón al comprender que su madre había iniciado la invocación.

Al momento los símbolos rúnicos dibujados en el suelo empezaron a brillar con un frío resplandor e inundando la semiderruida sala con una maléfica luz que iba acrecentándose según iba pronunciando Kari el sortilegio del "Gu Ru Diva".

Naga apretó los dientes cuando vio que empezaba a formarse una espesa niebla en el Círculo, comprendiendo que debía darse prisa en curar a Zelgadiss, pues aunque ella era lo bastante poderosa como para enfrentarse a Kari sin problemas, otra cosa era si aparecían ese ejército de diablos menores, que, aunque de rango inferior, eran demonios de todas formas, y si lograban fusionarse con las ratas, murciélagos y otras criaturas que allí habitaran, sería una pelea muy dura. Pero Zelgadiss no daba muestras de que se recuperara totalmente, solo se había calmado y dejado de sudar frío, pero seguía estando inconsciente; maldijo sacudiéndolo, sin mucho éxito por su elevado peso, en un intento de que despertara hasta que recordó algo.

- Tal vez ese brazalete de chalza tuyo sirva para algo... -anunció a la desesperada mientras apoyaba la palma de su mano en él y se concentraba. - " Por el poder de la Tierra, el Aire y el Viento
yo rompo el hechizo bajo el que te encuentra este ser."

¡Ruptura de Flujo! -invocó finalmente a la desesperada. El brazalete desprendió una suave luz azul como respuesta al hechizo de Naga y potenció su efecto gracias a la estrella de 6 puntas que brillaba en su interior. Al momento la cabeza de Zel exhaló una niebla negruzca que se extinguió instantáneamente. La quimera apretó los párpados y abrió los ojos lentamente tratando de enfocar una figura vagamente familiar de una cara rodeada de cabello oscuro con un mechón rebelde en la coronilla hasta que pudo reconocer a Naga que le miraba con atención al ver que sus ojos estaban rojos y brillantes, como si hubiese llorado.

- ¿Estas bien? -preguntó sin rodeos.

- ¡S...sí! -contestó incorporándose pesadamente mientras se llevaba una mano a la frente y sacudía la cabeza.- ¿Qué me ha pasado? -

- Kari te hechizó con una maldición. Cuando te vi, estabas tirado en el suelo sacudiéndote como en sueños. -le explicó Naga abreviadamente. - He conseguido levantar la maldición pero más vale que te recuperes ya; los demonios han empezado a aparecer...- concluyó señalando el Círculo.

En efecto. La gélida niebla que se había formado en él había empezado a tomar la forma de decenas de repugnantes y deformes diablos que pugnaban por acabar de materializarse y atacar a lo que fuera; eso sí, dirigidos por Kari. Naga saltó de la palma de su golem ayudada por el hechizo de Levitación y se dirigió ardua hacia la hechicera lanzándole una Bola de Hielo; a esta el ataque le pilló por sorpresa y trabajosamente logró rehuirlo elevándose en el aire hasta situarse a la altura de Naga.

- ¡Vaya; me había olvidado de ti! -exclamó disgustada. - ¿Ya has curado a tu feo amigo? -

- ¡Claro que sí! -contestó Naga con una de sus risotadas. - Y ahora me encargaré de ti.

- Aunque lo hagas, no te serviría de nada: los demonios ya han aparecido del todo y sin mí, están sin control. -contestó y rápidamente atacó a Naga con el "Damn Brass".

El combate no se hizo esperar : Naga y Kari se atacaban la una a la otra en una sucesión de hechizos que lo más que conseguían era dañar más la estructura de la sala o ser absorbidos por el oriharlcón que había desperdigado por ella, hasta que Kari empezó a dar muestras de ceder ante los hechizos de Naga acabando acorralada en una esquina de la sala. Naga rió:

- ¡Ahora si que ya no tienes salida! -anunció carcajeándose y elevando una mano hacia el cielo mientras que convocaba su poder y murmurando algo. - ¡Zeras Gord! -

Entonces una gigantesca medusa se materializó ante ella y la envolvió con sus largos tentáculos dejándola inmovilizada: ahora Kari estaba a total merced de Naga... que no paraba de reírse.

Pero había un problema, los demonios ya habían acabado de aparecer y sin el liderazgo de Kari, se encontraban sin control, de forma que empezaron a atacar y destruir todo lo que encontraban a su paso salvo los objetos de oriharlcón... y Naga era uno de sus objetivos. La jocosa hechicera se vio rodeada en un momento por un ejercito de amenazadores diablos que se le aproximaban implacables; apretó los dientes y retrocedió intimidada por la posibilidad de verse sobrepasada al tiempo que se concentraba en su poder en un intento de defenderse. Extendió una mano hacia delante y recitó un mantra:

- " Yo te invoco, Luz;
entra en mí y brilla
hasta destruir la oscuridad más profunda. "

¡Llama Elmekia! -gritó decidida y en la palma de su mano se formó una llama de energía espiritual que fue arrojada contra dos de los diablos más próximos aniquilándoles completamente, hecho que causó cierta confusión en el resto de la tropa de sus congéneres, pero solo momentáneamente. Naga volvió a verse desbordada por ellos y ya no sabía como defenderse, pues de hecho, su magia era inútil ante tantos diablos a la vez, y su espada, debido al temor que les tenía, era bastante roma como para resultar muy eficaz. Entonces oyó a Zelgadiss.

- ¡¡Naga! -gritó el hechicero desde la palma de la mano del golem.- ¡Cógela... ! -le dijo arrojándole su espada. Naga eludió a un demonio y saltó para cogerla al vuelo por la empuñadura; entonces vio que su filo brillaba emitiendo un halo de energía roja.- ¡He hechizado mi espada; con ella podrás defenderte de los demonios! - aclaró Zelgadiss.

Naga pareció confundida unos instantes, sus manos temblaban violentamente mientras sujetaban la empuñadura de la espada, pero sin soltarla. Finalmente, a pesar de su pánico a las espadas, arremetió contra otro diablo pudiendo comprobar que, efectivamente, si podía dañarlos. Luego se volvió de nuevo hacia la quimera que parecía ya recuperada.

- ¡Y tú, ¿ qué vas a hacer ahora ! -preguntó intrigada al ver que le había entregado su espada.

- ¡Intenta alejarte del Círculo y déjame hacer; acabaré con todos ellos de un solo golpe! -le contestó Zelgadiss en un tono muy seguro de si mismo.- ¡Ya verás, Kari: te haré pagar por lo que me has hecho ver y sufrir! -

A los demonios todos esto no les pasó desapercibido y dividieron su atención entre ambos magos, una que sacudía mandobles a diestro y siniestro con su espada encantada, y el otro que había saltado a la rodilla del golem situándose justo enfrente del grueso de la tropa y del Círculo. Naga, intrigada por semejante declaración, estaba demasiado concentrada en la lucha y por mantener el control sobre si misma como para darse cuenta de que la quimera había adoptado una postura tensa mientras formaba una especie de paloma con las manos ante su pecho y concentraba su poder. Una especie de aura blanco-azulada salpicada por una constelación de estrellas luminosas empezó a materializarse entre sus manos al tiempo que pronunciaba el más poderoso de los conjuros de la magia astral.

- " Fuente de todos los espíritus que vagan por toda la eternidad;
llama azul que nunca se apaga.
Apelo al poder que duerme dentro de mi alma,
despierta tu fuerza dormida,
y acude a mí desde el infinito para celebrar tu juicio en este instante."

¡La-Tilt ! -gritó al terminar de conjurar el mantra.
Los demonios se habían empezado a alborotar asustados al percibir ese horroroso vacío que se estaba formando en el plano astral mientras Zelgadiss pronunciaba el conjuro definitivo, pero no pudieron hacer nada para evitar que la mágica llama del hechizo saliera disparada de entre las manos del hechicero invadiéndolo todo con un brillante resplandor azulado que parecía penetrar en la misma esencia de las cosas, anulando cualquier rastro espiritual que no estuviese bien protegido físicamente. Como en tantas otras ocasiones, era un espectáculo digno de contemplación.

Cuando la luz se disipó, todos los demonios habían desaparecido y del Círculo solo quedaban restos dibujados en el suelo con negro de humo; Kari y su hija habían sido alcanzadas por el conjuro, y la primera yacía inconsciente por sufrir semejante tratamiento en su espíritu, si bien la segunda se encontraba bien al haberse refugiado entre objetos de oriharlcón, pero se dio por vencida al ver que ya estaba todo perdido y Naga ordenó a su golem que las aprisionara entre sus manos. La medusa convocada por Naga había desaparecido también.

La hechicera se acercó al jadeante Zelgadiss alucinada por lo que acababa de presenciar.

- ¡Felicidades... ! -exclamó con naturalidad.-Estoy sorprendida ¿Qué conjuro era ese que ha podido con toda una tropa de demonios? -

Zelgadiss se sentó en el suelo para descansar y esbozó una tímida sonrisa cerrando los ojos.

-... Era el "La-Tilt". -contestó con sencillez.

- ¿¡QUÉ? -exclamó Naga completamente asombrada. - ¿Conoces el equivalente astral del "Dragon Slave"? Creía que aquí yo era la única que lo podía convocar.-

- Ya lo has visto, ¿no? -contestó Zel en su acostumbrado tono tajante.- Además, creo que ya te dije que mi especialidad es la magia astral. Si tú también lo conoces, no entiendo entonces por qué no lo has usado antes.-

Naga soltó una de sus atronadoras carcajadas,
-Porque mi momento de gloria debe reservarse para las ocasiones especiales, así que no lo iba a emplear en este momento de la batalla.- contestó con altanería.

-Mientes.-respondió Zelgadiss sin mirarla directamente.- Es solo que no se te había ocurrido. He visto como te temblaban las manos al sujetar mi espada.-

Naga gruñó para sí sin saber qué responder, tan solo le contempló sin saber que decir; nunca le pareció que esa quimera pudiese superarla en conocimientos de magia, pero lo más le molestaba era que parecía ocultar muchos secretos a la par que era capaz de darse cuenta de los secretos de los demás. Ella quería saber quién era exactamente la persona que tenía ahora de compañero: era obvio que ella, en cuanto aprendiese el conjuro del "Dragon Slave", sería la más poderosa hechicera del mundo, pero no era de su agrado compartir misiones con un tipo que parecía conocer hasta los secretos de los mejores magos.

En cualquier caso, podía darse por satisfecha: Kari había sido vencida, sus demonios también y podrían cobrar esa recompensa de mil monedas de oro, así como quedarse esa copia de la Biblia Cleir... A propósito, ¿dónde estaba?

Zelgadiss terminó de recobrar el aliento cuando calló en la cuenta de lo mismo y se levantó de golpe buscándola con la mirada a su alrededor sin ningún éxito.

En ese momento oyeron unos aplausos.

- ¡Bravo, Zelgadiss. Estoy realmente impresionado! -exclamó una voz cantarina. - ¡Ha sido tu mejor "La-Tilt" en mucho tiempo! Y mira que te he visto hacerlo en muchas ocasiones.- añadió la voz en tono jocoso.

La quimera dio un soberano respingo al reconocer esa voz y encontrar a cierto demonio-mazoku sentado sobre uno de los hombros del golem, que había permanecido inmóvil durante todo ese tiempo. Naga se sorprendió al ver como se endurecía la expresión de su compañero al ver a ese recién llegado.

- ¿Quién es ese? -preguntó curiosa mirando al joven vestido de negro que portaba un bastón con una gema roja. Parecía ser un sacerdote, pero Naga no podía identificar a qué orden pertenecía... Tal vez fuese de algún culto del Exterior de la Barrera.

Sin perder su sonrisa, Xeros saltó ágilmente desde el golem hasta donde se encontraban los dos hechiceros.

- ¿¡Qué haces aquí Xeros? ¡Sabes muy bien que no quiero verte! -declaró Zelgadiss haciendo esfuerzos por contenerse.

- ¿Por qué te pones así? -preguntó en tono jovial.- No te he hecho nada y solo he venido para ver que tal estabas. -declaró el demonio.- No tienes nada que temer nada de mí. -

- ¿¡Por qué habría de fiarme de ti? ¿¡Crees que no te conozco? -amenazó.

Naga se quedó mirando con curiosidad al recién llegado; no le parecía que fuese tan temible como para que Zelgadiss se pusiera así con solo verle.

- Tranquiiilo, Zel: ya te he dicho que solo estoy de paso. Me aburría y...- entonces Xeros se percató de la mirada inquisitiva de Naga.- Oye, ¿quién es tu nueva compañera? ¡Qué chica! -silbó con admiración.

Naga empezó a reírse feliz de que alguien preguntase por ella con ese interés.

- Soy Naga, la Serpiente Blanca...-comenzó a decir seguidamente de una larga declaración sobre sus excelencias. Xeros abrió los ojos sorprendido por semejante perorata.- No sé quién serás, pero eres interesante a pesar de esa cara de tonto que tienes. - concluyó por fin Naga tras estudiar detenidamente con la mirada a Xeros... que se había quedado mudo después de oír todo aquello.

Zelgadiss tuvo que hacer esfuerzos para no demostrar su alegría al ver a Xeros en esa situación que, sin embargo, recuperó la compostura rápidamente.

- Por cierto... -dijo por fin Xeros- ¿Estabais buscando esto, verdad? -y les mostró los pergaminos de la copia de la Biblia Cleir. Naga y Zelgadiss le miraron desorientados un instante al ver que era él quien tenía ahora la copia hasta que finalmente, Zel saltó.

- ¡¡Dámela inmediatamente, Xeros! -gritó en un tono amenazador alargando el brazo de golpe para cogerla. Xeros esquivó su manotazo.

- ¡Hey; no seas tan impaciente! -exclamó- Primero deberías saber qué hay escrito aquí... -

Zelgadiss apretó furioso los dientes al ver que Xeros volvía a burlarse de él volviendo a pensar que ese malvado era capaz de destruir la copia delante de sus narices otra vez sin que pudiese evitarlo; Xelloss se había estado dedicando a destruir todas las copias que encontraba durante los últimos años... Pero ninguno de ellos contaba con Naga. La Serpiente agarró a Xeros por el cuello con un rápido ataque y le quitó la copia de las manos para luego hojearla despreocupadamente.

- ¿Q...qué dice? -preguntó Zelgadiss perplejo por la reacción de Naga.

- ¡Aquí no viene nada de lo que yo quiero saber! -declaró Naga furiosamente mientras liberaba a Xeros de su abrazo estrangulador logrando por fin recuperar el aliento. Zelgadiss la miró inquisitivamente: puede que no viniese nada acerca del conjuro del "Dragon Slave", pero sí podía venir algo que a él si le interesara.- ¡Tómala si quieres verla! -dijo pasándosela con un gesto brusco.

Zelgadiss la cogió con el pulso tembloroso por la emoción de poder leer por fin una copia de la Biblia Cleir; la leyó detenidamente y su expresión se volvió furiosa al ver que de qué trataba.

- ¡Esto solo explica la naturaleza de los demonios inferiores y varios hechizos de "Gu Ru Diva" para invocar a demonios de bajo rango y un puñado de maldiciones de rápido efecto! -exclamó estrujando los pergaminos con rabia.

Entonces Xeros se metió en la conversación con su habitual estilo.

- ¡Os lo diiije! -señaló en tono puntilloso- ¡Aquí solo viene información sobre como invocar demonios y unos cuantos hechizos negros de baja categoría. Pero no me habéis querido escuchar... ! ¿Qué creíais que iba a tener guardado esa tal Kari? ¿Algún hechizo importante? Esto es solo una copia de cuarta generación de un original que explica la naturaleza de los demonios... El mismo que yo quemé cuando nos conocimos. Como ese original daba detalles importantes acerca de los mazoku que podrían serme un problema si los leíais, pues no tuve más remedio que destruirlos... Pero estas malas copias ni siquiera llegan a eso. -explicó Xeros con pasmosa tranquilidad.

Zelgadiss miró boquiabierto al mazoku, ahora estaba claro por qué no había hecho nada por evitar que ambos la leyeran. Naga se volvió furiosa hacia Xeros y le soltó un capón.

- ¡¡Maldición: tanto trabajo para nada! -exclamó la quimera furiosamente mientras arrojaba los pergaminos contra el suelo. Naga se agachó para recogerlos.

- ...Bueno; al menos hemos conseguido una buena recompensa y no viene mal tener parte de la Biblia Cleir. -anunció en tono reconfortante.- Algo es algo... Además, todavía podemos registrar estas ruinas a ver si aún queda algo interesante.-

Entonces empezó a oírse un barullo escandaloso de voces y sonidos metálicos que parecían rodear todas las obras del Coliseo. Los dos magos y Xeros permanecieron inmóviles al reconocer a Aras Rice entrando por el arco principal montado sobre un caballo alazán y rodeado de la guardia y del propio Lantz, que parecían ir totalmente apiñados al pasar por el arco de la gigantesca construcción. Finalmente los alcanzó tras hacer que su cabalgadura sorteara dificultosamente los desperfectos causados por el combate... Su expresión no era nada halagüeña.

- Me parece que vais a tener problemas .-anunció Xeros en tono jovial para luego desaparecer. Los hechiceros ignoraron el comentario y Zel suspiró al ver que se había ido.

- ¡Hemos cumplido nuestra misión, Señor! -declaró Naga con una reverencia tras salir a recibirlo.-¡Como puede ver, hemos acabado con la hechicera Kari y todos sus planes! -dijo orgullosamente.

Aras hizo un soberano esfuerzo por intentar mantener la calma.

- Creo que deberíamos cobrar ya por nuestro trabajo... -puntualizó Zelgadiss cruzándose de brazos. Si esa copia no le iba a servir de nada, por lo menos le quedaba la recompensa.

- ¡¡¡MALDITOS IDIOTAS! -gritó Aras dando rienda suelta a su furia.- ¿¡¡ES QUE NO VEIS LO QUE HABÉIS HECHO? -los magos le miraron sin comprender- ¿¡¡ TENÉIS IDEA DE LO QUE HA VALIDO LA RECONSTRUCCIÓN DEL COLISEO PARA QUE LUEGO LO DESTRUYÁIS ASÍ DE RÁPIDO? -Entonces comprendieron.- ¡¡ASÍ QUE PARA EMPEZAR OS QUEDAREIS SIN RECOMPENSA Y YA OS PODÉIS IR LARGANDO DE ESTA CIUDAD! ¡¡A PARTIR DE AHORA ESTARÁ VETADA VUESTRA ENTRADA EN MOSIQUITA! -

Naga dio un soberano respingo al ver que se iba a quedar sin cobrar y sin ver nada más de valor que Mosiquita pudiera tener; mientras Zelgadiss volvió a soltar otro profundo suspiro de resignación al comprender que ya si que no iban a poder sacar nada de valor. Se acercó a la Serpiente, que farfullaba exigencias por su trabajo, y la tomó por la muñeca.

- ¡Venga; vayámonos de aquí, Naga! -le ordenó en un tono resignado- Aquí ya no hay nada que hacer... -

La hechicera fue llevada a rastras mientras soltaba toda clase de peroratas y gritos por quedarse sin cobrar.

- ¡¡¡Maldita sea; ¿ por qué siempre me tiene que pasar esto! -se quejaba. Zelgadiss la miró de reojo.

- ¿Tú también? ¡Bienvenida al club! -dijo con sarcasmo.

Y de esa forma acabó el primer trabajo en equipo de los dos magos, con una hechicera furiosa y un mago-quimera que se la llevaba a rastras.


N. de la A: Vale, vale, antes de nada y de que nadie se extrañe, debo aclarar que los datos sobre la familia de Zelgadiss los saqué de la "Página de Thalia" y no son oficiales para nada, de hecho en realidad Rezo es el único pariente de Zelgadiss, y no es su abuelo ni bisabuelo a la vez, sino solo su bisabuelo... así que no me siento orgullosa de esta parte del capítulo. Además, según Kanzaka, los padres de Zelgadiss están muertos los dos, ya que Rezo los mató con la intención de utilizar más tarde a su nieto ( eso si es algo en lo que he acertado en esta historia) e hizo que pareciera un accidente. En esta nueva versión ESO YA NO ES ASÍ porque estaba claro que era información falsa, y encima desvirtuaba mucho la historia, así que simplemente lo he modificado.

Continuará Cap-5