Fan fic de " Slayers " by Ameban. Todos los derechos de autor están reservados a Hajime Kanzaka y Rui Araizumi y Tokyo TV, SOFTX; los personajes y el contexto. El argumento y personajes muy secundarios, son míos. Comentarios y opiniones, al final de la obra.
Esta versión es ligeramente distinta a otras que circulan por la red; la historia es la misma pero se encuentra ligeramente actualizada en cuanto al nombre de hechizos y objetos principalmente. Agradezco a QP/Diana y Toshiko la información que me ha facilitado. Ah, y este fic no está relacionado con "25"!
NOTAS DE LA AUTORA: esta es la última versión de la historia. Tras haber tenido acceso a más información y leído las novelas de "Slayers", entre otras cosas, la historia ha sido cambiada sustancialmente en algunos puntos, escenas, y diálogos. Recomiendo volver a leerla.
" El FIN DE UNA LARGA BÚSQUEDA "
Capítulo5. " una Sacerdotisa, Dos sacerdotisas, tres Sacerdotisas... "
"¡Es extraño! ¿Por qué brillarían de esa forma mis oráculos ayer noche? ¿Le habrá pasado algo a Zel? " se preguntaba Amelia mientras observaba con atención sus gemas chalza de sacerdotisa.
Habían pasado casi un mes desde que se fue de la capital de Zoana y gracias a que en esta ocasión viajaba a lomos de un caballo, había podido recorrer la distancia que separaba esa capital de la ciudad de Atlas en un tiempo mucho más corto que cuando hizo el mismo camino con sus amigos. La razón de por qué se había desviado de su ruta original y se había dirigido hacia Atlas en el corazón del Imperio de Lyzelli, era porque el poder de oráculo que Amelia poseía al ser sacerdotisa, le había indicado que debía ir allí a toda costa por algo importante. Amelia no podía estar segura si ese "algo" tenía relación con su hermana, pero sí que tenía relación con ella, así que era casi un deber el no ignorar aquel aviso, y por ello se dirigió hacia la ciudad que alcanzo en un tiempo record. En efecto, el galope corto y sostenido de su resistente caballito blanco era un medio de locomoción mucho más rápido que viajar a pie y tener que parar cada dos por tres porque a Lina se le antojase comer o asaltar a unos bandidos, así que viajando a un ritmo rápido en intervalos regulares, le habían permitido cubrir esa gran distancia.. Y gracias a eso ya se encontraba en Atlas si que nada reseñable hubiese ocurrido durante el camino.
Amelia ya había estado en otras ocasiones en esa ciudad, la mayoría de las veces por asuntos puramente diplomáticos, pues era la ciudad más importante del imperio de Lyzelli, y también una de las más grandes del interior de la Barrera; pero en esta ocasión solo se encontraba de paso.
De todas formas Atlas seguía
siendo una populosa ciudad en donde uno podía encontrarse
cualquier cosa a la vuelta de la esquina, desde comerciantes a
ladrones, pasando por bandidos y cazarrecompensas, muchas veces con
una muy sutil línea de separación entre unos y otros.
Para Amelia una ciudad como Atlas podía representar la
oportunidad de hacer valer la Justicia... no estaría de más
que la asaltasen unos bandidos y ella les diese su merecido.
Pero
no, lo único que rompía la vida diaria de Atlas eran
las múltiples obras de reconstrucción por los daños
causados tanto en los distritos principales como en los suburbios de
la ciudad, cuando aquel loco de Hansifold invocó aquellas
malolientes y globosas criaturas, y la explosión habida cuando
se suicidó junto con Dunia al hacer estallar la casa con el
conjuro de la "Bomba Explosiva". Como si la sola visión
de los desperfectos en obras evocasen esos recuerdos, Amelia se vio
invadida por un montón de ideas extrañas: por un lado
estaba el hecho de que siempre que viajaba con Lina, acababa
ocurriendo un hecho de destrucción masiva o un giro
radical de acontecimientos que, hasta entonces, habían
permanecido inmutables. Como muestras de aquello solo había
que citar cosas como la destrucción del Palacio Real de Zoana,
parte de la capital de Seillon, aparte de la ciudad de Atlas, la
Torre de Artel, el Coliseo de Mosiquita, etc, etc, etc...por no decir
la desaparición de la Barrera, la muerte de Fibrizo y Gaarv,
el cambio socio-político del reino de Femenil (bueno, la
verdad es que eso había sido mas bien por culpa de Zelgadiss
-¡cht!- y no de Lina) y así un largo etcétera.
La verdad es que Amelia se estaba empezando a plantear si era bueno o
no viajar con Lina, porque no es que ella hiciese todo eso por que
sí, y Amelia lo sabía, pero desde luego que no era muy
conveniente que la viesen junto a ella con esa reputación de
"destrozalotodo " que tenía Lina... ¡A ver si la
gente iba a acabar pensando que ella era otra igual! Desde luego era
un asunto engorroso y más cuando Lina era su mejor amiga.
El otro asunto al que le daba vueltas era la visión
de los daños causados por Hansifold, el hechicero Blanco.
Amelia sabía la razón que había llevado a aquel
hechicero a hacer un Pacto de Inmortalidad con Seigram, el demonio de
medio rango que obedecía a Gaarv, y también por el
mismo motivo que la había hecho prisionera para aprovechar su
energía vital. Pensándolo fríamente todo aquello
era una locura; aunque de mentalidad romántica, a Amelia le
costaba hacerse a la idea de que Hansifold llegase tan lejos solo por
amor. ¡Muy romántico pero una total y absoluta locura
condenarse por pactar con un demonio por algo así!... Fue
entonces cuando le asaltó una terrible pregunta: ¿haría
ella algo parecido en algún momento? No se atrevía a
contestarse y ni siquiera a pensarlo. Es cierto que al final tuvo que
reconocer que Zelgadiss era algo más que solo uno de sus
mejores amigos y que él le gustaba (por eso le dio su pulsera
derecha con uno de sus amuletos chalza), razón por la que
muchas veces le echaba de menos; pero no se atrevía a decir
que estuviese totalmente enamorada de él. Había muchos
detalles suyos que nunca le habían gustado, como que tuviera
que ser siempre tan cínico, pesimista, frío, egoísta,
y pragmático, por no decir que incluso cruel. Ella no pensaba
que todo fuese tan malo como él decía, por fuerza tenía
que haber algo bueno ahí fuera en qué creer para
mantener alguna esperanza. También estaba el hecho de que en
muchos lugares se hubiese puesto precio a su cabeza por culpa de los
crímenes que cometió cuando servía a Rezo.
Amelia era una ferviente seguidora de la Justicia y, en otras
circunstancias ella misma le habría perseguido por el mal que
había hecho, pero sabía que no había sido culpa
suya y ella le conocía lo suficiente como para saber que en el
fondo era una persona muy noble, aunque él estuviese empeñado
en demostrar lo contrario... En cualquier caso, era exactamente igual
que con Lina: resultaba engorroso tener una amiga con fama de
destructora y un amado perseguido por la Justicia.
Y el último
detalle que le irritaba de todo este asunto era el asunto de su
cuerpo, su obsesión por volver a ser totalmente humano por
encima de todo, era cuanto menos, excesiva... y ella quería
hacérselo ver, demostrarle que a ella le gustaba así
tal y como era, con sus cabellos plateados y sus orejas largas y
puntiagudas; pero nada, él seguía erre que erre conque
quería volver a ser humano, que ese cuerpo suyo era monstruoso
y odiando lo que era. Amelia sabía que Zelgadiss no tenía
complejo de feo, al contrario, tenía una visión
bastante decente de si mismo, razón por la que sentía
tan ofuscado ante las muchas veces ridículas acciones de sus
compañeros: simplemente odiaba verse así. La razón
por la que Zelgadiss odiaba ser una quimera era porque eso
significaba ser esclavo de Rezo, su "berserker" personal.
Pese a que Amelia sabía muy bien todo eso, para ella Zelgadiss
debería alegrarse de haber sobrevivido a todo aquello y
disfrutar de una nueva vida donde su horrible adolescencia y primera
juventud quedaran atrás. Pero en el fondo sabía que eso
era muy difícil; ahora se arrepentía por haberle
llamado monstruo cuando le conoció, le había ayudado a
buscar una cura en la medida de lo posible y en cualquier caso, debía
reconocer que tenía cierta curiosidad morbosa por saber como
era con aspecto humano, aunque siendo nieto de Rezo lo más
probable es que se pareciese a él.
En cualquier caso, todo
eso ya era algo que se escapaba a su control.
De todas formas, volvía a estar en Atlas y esta vez por otros motivos que se podrían clasificar de personales y diplomáticos a la vez.
El paso sostenido de su caballito le condujo por una de las calles principales hasta llegar a la gran plaza central donde se encontraba el gran Castillo-Palacio Consistorial de Vail, propiedad del Duque de Rithahn, gobernante de Atlas(), que resultaba ser una magnífica construcción de piedra color siena jalonada por dos gigantescas torres que parecían sacadas de una pesadilla de Gaudí, donde se albergaban desde dependencias administrativas y judiciales hasta unos lóbregos calabozos.
Amelia ya conocía los interiores de aquella enorme construcción, ya fuera por motivos políticos por culpa del clero de Seillon, como por la otra clase de motivos que incluían sus aventuras. La verdad es que en ese momento solo le interesaba buscar una posada medianamente decente donde alojarse en una ciudad como esa; había muchas ofertas, pero dada la idiosincrasia ciudadana de Atlas, seguramente la mayoría estarían plagadas de chinches y pulgas. La presencia de una sacerdotisa de Seillon en la ciudad de Atlas no era algo extraño dado el deseo del Clero de Seillon de tener algún tipo de control en la ciudad, pero Amelia deseaba pasar desapercibida, tanto como princesa como por sacerdotisa, así que la única forma de hacerlo era pernoctando en alguna posada corriente como una viajera normal; pero dado el problema de insalubridad de la ciudad, las únicas que se podrían salvar serían las de la zona central de la ciudad. Así que disponía a rodear la plaza para buscar alguna de ellas cuando vio y oyó unas voces que le resultaban vagamente familiares.
- " Para una chica enamoradita como yo..." -decía la cantinela de dos voces nasales.
Amelia dio un soberano respingo y acercó su caballo a un corro de gente que había allí reunido junto a un escenario casi improvisado en medio de la enorme plaza; en medio del cual se encontraban dos chicas gemelas de larga y frondosa cabellera cantando a dúo y vestidas con unos ridículos trajes que dejaban mucho al descubierto, uno blanco y azul y el otro rosa.
- "...Mis labios son como un melocotón rosado... " -continuaba diciendo la cursi canción.
"¡No puede ser! ¡Son Mimí y Memé, las dos gemelas que están actuando en ese teatro ambulante! " pensó Amelia al reconocer a las chicas. " ¡Y esa es la canción idiota que Lina y yo cantamos creyendo que era un conjuro para conseguir protección divina!"se dijo al reconocer la ridícula cantinela. Movida por la curiosidad acercó más su caballo al corro de gente que, molesta, se apartaba para dejar sitio al animal mientras que su jinete contemplaba el espectáculo llena de estupor ante la coincidencia.
Entonces la canción llegó a su fin y un rosario de luces y flores cayeron de ninguna parte sobre el escenario como consecuencia de aquel encantamiento y consiguiendo la entusiasmada aprobación del público satisfecho por el espectáculo. Las gemelas saludaron con una reverencia mientras que un tipo maduro, con una espesa barba y un pañuelo atado a la cabeza, salía al escenario aplaudiendo a Mimí y Memé, para luego dirigirse al público... Y Amelia dio un nuevo respingo al reconocerlo: era el Sr. Glansberg, el director chiflado que dirigía aquella compañía de teatro donde ella estuvo actuando junto a Lina y Gaury en la ciudad de Mosiquita. ¡Maldita la coincidencia de encontrarse con él! En otras circunstancias no le hubiese importado, pero ese tipo estaba chalado y era capaz de salir corriendo tras ella para tratar de convencerla de que actuase en su compañía...¡Y solo faltaba que tuviese que cantar la cancioncita de las sacerdotisas sagradas junto a esas gemelas! ¡El colmo de los ridículos! No se lo pensó más, ahora que ya había visto lo que allí ocurría, hizo girar a su caballito para largarse de allí cuanto antes no fuera a tentar más la suerte. Pero a causa de la brusca orden, desgraciadamente atropelló a una joven que cayó al suelo de culo en una desequilibrada postura con las piernas cruzadas.
- ¡Oh, lo siento mucho! -se disculpó Amelia desde su montura- ¡No la había visto!¡Perdóneme, por favor! -
-¡Tranquila, no se preocupe! No ha sido nada. -declaró la joven tímidamente mientras se incorporaba masajeándose el trasero.
Amelia estudió con la mirada a la chica que miraba hacia abajo: era más alta que ella, con una larga y lisa melena oscura y vestía una levita sin mangas conjuntada con unas calzas, botas y guantes de color malva, abrigándose con una pesada capa de terciopelo negro verdoso... Si, debía ser ella:
- ¿¡ Shilfild... ? -preguntó sorprendida.
La joven levantó la vista al oír su nombre y miró a Amelia con estupor.
- ¿¡ Amelia ? ¿¡Eres tú de verdad? -
La princesa saltó de su montura y abrazó a Shilfild efusivamente mientras reía de contento; la sacerdotisa, que no se lo esperaba, volvió a caer de culo por culpa del emotivo abrazo de su compañera de oficio.
- ¡¡Qué alegría encontrarte así después de tanto tiempo! -exclamó Amelia separándose de ella y tomándola por los hombros. Shilfild rió tímidamente.
- ¡Si, es verdad: yo también me alegro! -contestó mientras Amelia la ayudaba a incorporarse.
- ¿¡Qué estas haciendo aquí? -le preguntó la princesa inevitablemente.- Pensé que te habías establecido en Seillon, ayudando a tu tío Gray o a tu primo Toran en su casa de curas...-
- Pues... estaba de... -comenzó a contestar la sacerdotisa.
- Creo que empiezo a comprender por qué mi oráculo me dijo que debía venir primer a Atlas...- dijo Amelia como para sí mientras la sacerdotisa del Hulagón la miraba con una ceja levantada,- ¡Venga! No hablemos más y vayamos a comer algo y me lo cuentas todo con tranquilidad ¡Yo invito! -ofreció la princesa antes de que Shilfild pidiera responder.
-¡Oh, Amelia! No hace falta que hagas eso por mí... ¡de verdad ! -exclamó Shilfild cohibida por el entusiasmo de la princesa.
- ¡Que sí, tú vienes conmigo... Conozco un sitio muy bueno cerca de aquí! -y diciendo esto, la tomó por una muñeca y se la llevó arrastras dejando solo al caballito que las observaba con las orejas cruzadas.
Gaury tomó una gruesa uva del racimo que tenía en las manos y se la llevó a la boca. Como todo aquel que desea disfrutar del fruto de la parra, y realmente Gaury era uno de ellos, se las iba comiendo seleccionando primero las que parecían más gordas y apetitosas. Lina estaba a su lado echando de comer a unas alborotadas gallinas que su hermana tenía en el corral de la casa, mientras que las observaba como aturdida ignorando la comida.
- ¿No quieres una, Lina? -le ofreció Gaury. Lo más normal es que si ella le veía comer, se lanzase como una posesa a quitarle la comida.
- ...No, gracias. No me apetece comer. -contestó Lina con voz trémula.
Gaury dio un respingo: esa no era la Lina que él conocía...No come, no le pega, no grita ni despotrica, no exige nada, no mira a la gente como si se las supera todas.. luego, ¡Algo le pasa ! Y ese "Algo" tiene nombre y apellidos.
- ¡¡LIIINAAAAAAA! -gritó su hermana llamándola- ¡¡VEN AQUÍ AHORA MISMOOO! -
Fue una reacción súbita: la hechicera pelirroja arrojó de golpe el morral donde tenía la comida de las gallinas y salió corriendo hacia el interior de la casa. Cuando llegó junto a su hermana, esta la aguardaba con una expresión furiosa en el rostro y los brazos cruzados.
- ¡Has tardado mucho en venir, Lina! -le dijo su hermana en un tono calmo- ¡Y ya sabes que no me gusta que me desobedezcas! -
Lina palideció hasta adquirir el color de la leche cortada.
- ¡E... es que... que Gaury me ha entretenido! -se explicó atropelladamente en un intento de echarle la culpa a su compañero.
- ¡Ni Gaury ni nada! No eches a otros tus culpas. -contestó su hermana tajantemente- ¿Crees que no sé que querías escapar ? -
Y sin decir nada más, Luna cogió a
su hermana por el cuello y la arrojó al corral por la ventana
violentamente consiguiendo que Lina se volviera a llevar un
soberano golpe.
- ¡ La próxima vez obedecerás en todo a tu
hermana mayor, ¿ lo entiendes ! -
Una vez superada la acostumbrada bronca con su correspondiente paliza, Lina se vio con que su hermana la había mandado sentarse en una silla para que le contase lo que Luna quería saber.
-¡Muy bien, Lina: ahora me vas a decir exactamente qué es lo que ha pasado estos últimos cuatro años y explicarme por qué se presentó el otro día en mi casa ese demonio con nombre de carta! -
Lina levantó la vista interrogativamente.
- ¿Quién , ¿ Xeros? -
- ¡Cómo se llame! -contestó Luna bruscamente.
Su
hermana pequeña no sabía como contestar a algo que no
sabía y encima intentar convencer a su hermana de que eso era
cierto. Permaneció en silencio pensando en a ver cómo
se lo decía.
- ¡¡Contéstame! -ordeno Luna tajante.- ¿¡Es
que no te das cuenta de lo que significa que se presente alguien como
él en tu propia casa? Con todo mi poder, alguien
así no debería poder acercarse tan impunemente a
nuestra casa. -
- ...La... la verdad es que no lo sé. -comenzó a decir Lina titubeante- Xeros nunca dice qué pretende ni cuales son sus planes... Es muy inteligente y poderoso; así que siempre hace lo que le viene en gana sin que se pueda evitar. -Luna levantó una ceja y miró fieramente a su hermana.- ¡No lo se, de verdad, Luna! Puede que sea verdad que solo estuviese de paso... O que esté cumpliendo una misión de sus señores demonios. -Luna empezó a impacientarse.- Xeros siempre cumple su cometido de la forma que le resulte más divertida... Yo siempre estoy tratando de mantenerle bajo control, pero eso es algo que no siempre puedo hacer. Puede que por eso viniese aquí, solo para incordiar. -dijo por fin Lina.
Sorprendentemente Luna se dio por satisfecha con esa explicación, pero el gesto de su rostro cambió al caer en un detalle.
- Cuando llegaste y me contaste "tu versión" de lo que había pasado estos años. Dijiste que ese demonio decía estar informado de muchas cosas, como sobre el contenido de la Biblia Cleir... -comenzó a decir su hermana. Lina asintió con la cabeza.
- Sí, incluso sabía donde se encuentran las tablas originales... -Luna dio un respingo.
-¿¡Las tablas originales de donde se han sacado todas las copias ? -exclamó Luna de repente.- ¿Dónde, ¿dónde dice que están? -preguntó ansiosa.
- No sé si seguirán allí porque Gaarv y la Reina Dragón del agua se enfrentaron en el desierto donde estaban... -contestó Lina desorientada por el repentino interés de su hermana; esa era la clase de información que, teóricamente, Luna debería conocer- Pero cuando las encontramos se encontraban en un espacio que había en las montañas próximas al reino de Femenil y la ciudad de Rikido, cerca de Vezendy.-
Luna la había escuchado con suma atención y pareció reflexionar unos instantes mientras esbozaba una maliciosa sonrisa, hasta que por fin dijo cuál era la jugosa idea que se había formado en su mente.
- ¡Muy bien! Iremos a Vezendy y luego a esas montañas en busca de las tablas. -exclamó- No quiero perderme la oportunidad de aprender más sobre los secretos de los reyes dragones y de mi propia identidad. ¡Así podré seguir siendo la humana más poderosa del mundo! -Lina dio un soberano bote al oír aquello- ¡Tú vendrás conmigo, por supuesto! -declaró en un tono que no dejaba lugar a discusión alguna.-
- Pe... pero yo... ¿Y qué pasa con Gaury? -preguntó Lina intentando aclararse.
-¿Tu
amigo el Medusa? También se viene, por supuesto... Puede que
sea idiota, pero ese montón de músculos que tiene
servirán para algo al menos.-
Lina no podía creer
lo que acababa de oír mientras que su hermana reía a
carcajadas feliz por su idea. En ese momento, Gaury entró en
la sala llevando los restos del racimo de uvas en la mano.
- ¿Qué pasa? -preguntó desorientado al ver lo que ocurría.
- Que nos vamos otra vez, Gaury... -le explicó Lina con un suspiro.
- ¿A dónde? ¿No quería tu hermana que te quedaras a vendimiar? -
- No; ya no -contestó Lina sin saber a que atenerse- Nos vamos a buscar la Biblia Cleir... -
Gaury parpadeó sorprendido.
-¿Otra vez? -preguntó sorprendido- ¿Es que la necesitáis para recoger la uva? - Lina le miró sorprendida en primer lugar y luego furiosa; Gaury, después de tanto tiempo, supo lo que iba a hacer su amiga... No se equivocaba.
- ¡¡¡ Gauryyyy; pólipo de medusaaa. ¿Es que nunca vas a razonar nada! -gritó mientras le retorcía el pescuezo. Luna se calló de golpe y contempló la pelea furiosamente.
Entonces, desde el corral, se pudo ver a un chico de larga melena rubia que aterrizaba violentamente sobre un corro de gallinas que huyeron atemorizadas; y seguidamente, una muchacha pelirroja que seguía el mismo camino pero concluyéndolo sobre la espalda del chico.
- ¡¡En mi casa no quiero peleas amistosas de ningún tipo, ¿entendido! -ordenó Luna.
Mas tarde, cuando ya hubo concluido el acostumbrado percance, Lina tomó unas profundas inspiraciones para cargarse de paciencia, y se dispuso a contarle los cambios de planes a su amigo mientras se sentaba junto a él sobre un fardo de heno del corral.
-... No he tenido más remedio que contárselo. Luna se ha enterado del lugar donde puede encontrar las tablas Originales de la Biblia Cleir y quiere que vayamos a buscarla; por eso ha cambiado de idea tan rápido. -explicó en tono resignado.
- Y ¿por qué quiere conseguir ese tratado de magia si dices que es tan poderosa sin ser una hechicera? -preguntó Gaury con naturalidad en un inusual tono incisivo. - ¿O es que tú ya lo eres más que ella y no quiere que lo seas?-
Lina parpadeó sorprendida al oír semejante pregunta de boca de Gaury.
- Bueno... Aunque yo me gradué en la Asociación de Atlas, mi hermana me enseñó prácticamente todo lo que sé sobre los seres divinos, los mazoku y los dragones. De hecho en realidad es alguien extraordinariamente poderosa a causa de su verdadera identidad, pero ahora mismo no sé si yo seré más poderosa que ella... -contestó sorprendiéndose ante esa idea.- Las Gemas que Xeros me vendió, el conjuro que aprendí cuando conseguí esa copia de la Biblia Cleir y sobre todo todos esos combates en los que he luchado, me han hecho muy poderosa... Pero mi hermana, como ya te he dicho, tiene tanto o más talento para comprender el funcionamiento del mundo que yo, más experiencia... y siempre he pensado que nunca me ha enseñado todo lo que sabe en realidad. No es una humana ordinaria, sino un representante de Ceephid, y eso le confiere un enorme poder. Me refiero a poder en "bruto", no en habilidad mágica; ella está por encima de todo eso. -
- ¿ Quieres decir que tu hermana siempre se ha guardado de ser la más poderosa mujer del mundo? -preguntó Gaury incrédulo en una sorprendente muestra de ejercicio mental. Lina asintió con la cabeza.
- Exactamente... Ella no es exactamente una hechicera, pero puede que yo ya sea más poderosa que ella, o que ya lo haya sido. -explicó mientras hacía garabatos con una paja en el suelo arenoso del corral.- Las gemas de Sangre de Demonio aumentan el poder mágico de forma aritmética, pero, al contrario que la Piedra de Sarvia, solo sirven para los hechizos negros o los astrales que sean destructivos... pero no para la magia blanca. -Gaury la miró sin comprender. Lina inspiró profundamente; debió haber sospechado que tan repentino esfuerzo mental agotaría la cabeza de su amigo.- Verás: esas gemas representan a cada uno de los cuatro grandes Señores de los Demonios, es decir, Shabranygudú,- Ojo de Rubí; Dabranygudú-DarkStart, Photobranygudú- Niebla de Muerte y Jerrabranygudú- Azul Caótico; y puesto que canalizan su poder y son eso mismo, demonios, su poder solo es destructivo, así que si uno quiere usarlas para un conjuro como el "Recuperación " no le sirven para nada, e incluso llega a bloquear su poder... -
- ...Pero no me has dicho todavía porqué crees que ya no eres más poderosa que Luna. -
- ¿Es que no te has parado a pensar? -preguntó exasperada y Gaury parpadeo.- ...No, claro que no ¡Qué pregunta!...Bueno, pues que una de las gemas ya es inútil porque Estrella Oscura desapareció tras enfrentarnos a ella en el Centro del Mundo, así que ya no tiene ningún poder, porque ese Señor de los Demonios ya no existe... -
- Pero tu hermana ya debe saber eso, ¿o no? -
- Si... pero no permitirá que yo la supere. Todavía me guarda rencor por lo que la hice.-Lina esbozó una sonrisa maliciosa.- La verdad es que me pregunto que pasaría si eso llegara a ocurrir alguna vez... Tal vez ella ya no me daría esas palizas -rió.
Gaury no la escuchaba; normalmente Lina hablaba por los codos y si a eso se le suma la poca capacidad de concentración de Gaury, la situación llegaba a un punto que, consiente o inconscientemente, hacía oídos sordos. Pero en esta ocasión pensaba en lo que para él era su gran preocupación...
- ...Pues yo creo que es mejor que vayamos a buscar la Biblia Cleir otra vez. -opinó. Lina, al oír aquello, dio un bote y le miró perpleja.- Claro, porque así yo podría hacerme con una espada que me sustituyera a la de Luz. -
- Pues si tanto te preocupa tu espada, nunca entenderé porque le diste la Gor Nova a ese Sirius... -declaró.
- No se la di; se la devolví... - señaló en tono serio.
-¡Qué más da! -se quejó Lina; pero rápidamente se arrepintió cuando Gaury le puso en el pelo una flor trenzada con pajitas que había ido recogiendo del montón de heno del corral sobre el que estaban sentados ambos. Le miró con sorpresa; se ruborizó sin saber que decir y agachó la cabeza mientras que él le rodeaba los hombros con un brazo: ahora si que era incapaz de darle una de sus acostumbradas palizas... ¿O no, porque Gaury parecía masoquista y ella solía pegarle en cuanto se enfadaba por algo. Pero Lina, en su fuero interno, sabía que era totalmente incapaz de hacer verdadero daño a Gaury.
Luna contempló la escena desde la ventana de la cocina que daba al corral.
-¡Pero qué tontita eres, hermana! -exclamó para si.- ¡Debí haber imaginado que por eso te importaba tanto ese chico! -
La fuente de cerámica que Shilfild y Amelia tenían ante sí, albergaba una estupenda mariscada compuesta basándose en almejas y berberechos cocidos al vapor y en salsa, carabineros a la parrilla, quisquillas, percebes y un sin fin de otros crustáceos, moluscos y pescados de roca que se combinaban en salsas y cocinándose la misma fuente. Shilfild miró el enorme plato de comida sin saber por donde empezar a comer, mientras que Amelia chupeteaba las almejas. Alzó la vista y la miró perpleja.
- Estoy sorprendida, Amelia... -exclamó.
- ¿A que está bueno? -le preguntó con una sonrisa mientras mondaba una cigala.
- ¡No, si no es eso! -dijo mientras la contemplaba de esa forma- Es que creía que no te gustaba el pescado... -
Amelia se quedó muda mientras un gotón de sudor rodaba por su frente.
- Es cierto, no me gusta. -desmintió recuperando la compostura.-... pero el Niala-niala es algo tan exquisito que me encanta. No tiene mucho sentido porque Atlas no tiene costa ni puerto, pero han conseguido inventar el plato de pescados y mariscos combinados más delicioso del mundo.-
Shilfild la miró expectante un momento hasta que asimiló esa idea.
-... Creo que empezaré por el paté de cabracho. -anunció por fin.
A Shilfild Amelia le caía bien
y se encontraba a gusto en su compañía pues, por un
lado, porque también era una sacerdotisa, y aún tenía
menos poder que ella, siempre empleaba su magia blanca con sensatez.
Pero el principal motivo era que ella nunca daba muestras de querer
abusar de su autoridad real de ninguna forma: Amelia nunca daba
ordenes de forma despótica como hacían muchos nobles de
rangos inferiores al suyo, nunca trataba a los demás como si
fueran sus esclavos y pudiese disponer de sus vidas, y, al igual que
ella, tenía un agudo sentido de empatía hacia los
demás, de forma que su conversación era totalmente
natural, sin demostrar de ninguna forma que ella y cualquier otro
fueran unos simples vasallos, inferiores a ella en rango y
haciendo olvidar que se encontraban ante la princesa de Seillon. Y no
solo eso, Shilfild también le procesaba admiración a
Amelia como sacerdotisa... no porque Amelia fuese superior a ella en
ese campo, más bien al contrario, sino porque como sacerdotisa
Amelia hacía lo que tenía que hacer, y no intentaba
propagar el clero de Seillon como otros monjes de la orden. Shilfild
sabía que eso era difícil en un sacerdote, fuera de la
confesión que fuese.
No obstante, había que
reconocer que Amelia también tenía su particular
chifladura con la justicia, y aunque de carácter dulce y
amable, y por muy bien que cumpliese sus deberes de sacerdotisa, la
verdad es que Shilfild se encontraba muy incómoda cuando
Amelia perdía los papeles y se subía en alguna atalaya,
o directamente encima de la mesa, a soltar sermones sobre el Bien y
la Justicia... Pero esa molestia no era nada comparada con la que
sentía en presencia de Lina: es cierto que la hechicera negra
era, en el fondo, una buena persona y en muchos aspectos Shilfild la
podía considerar su amiga, o al menos, alguien en quién
podía confiar. Pero una cosa es qué era Lina en
realidad y otra su relación con ella; Lina se comportaba como
una histérica acomplejada que daba ordenes a diestro y
siniestro, y que cuando alguien le llevaba la contraria, le soltaba
una paliza (afortunadamente ella solo sufrió un bofetón
en una ocasión). Esos eran en general los motivos por los que
Lina tenia la fama que tenía. Sin embargo, Shilfild sufría
por algo más personal; el principal motivo de su disgusto
tenía un nombre muy concreto: Gaury, y un apellido muy claro:
Gabliev. Después de tanto tiempo, Shilfild ya sabía que
Lina estaba enamorada de él y que muy probablemente, su
querido Gaury de ella No podía dejar de sentirse mal cuando
los veía juntos y más cuando siempre que veía a
su adorado Gaury, iba inevitablemente acompañado de Lina, y si
no, se ponía a hablar de ella como si fuera una especie de
diosa... Aunque puede que ya no fuese así.
Shilfild reflexionaba sobre todo esto encontrándose cada vez más mal, incluso la sabrosa mariscada empezó a saberle a paja; volvió a alzar la vista y vio a Amelia, que se estaba comiendo un carabinero, y la observó pensando en qué podría preguntarle para saber si era cierto o no; siempre que viajaba de incógnito, lo hacía con ellos y Amelia debía saber qué era de su Gaury.
- Amelia... -dijo por fin tímidamente.
-¿Fí...? -preguntó sin dejar de chupetear con placer la cabeza de la enorme gamba roja.
-No; bueno... Me estaba preguntando que... que cómo es que ya conocías este mesón. -acertó a preguntar en un intento de que ella le hablase de Lina y Gaury, pues Amelia solo habría parado a comer en un lugar como ese si iba viajando con ellos.
La princesa la miró desorientada por esa pregunta.
- Bueno... Fue hace cosa de año y medio, antes de que desapareciera la Barrera... - "Eso fue antes de que Fibrizo secuestrara a Gaury "pensó Shilfild, "Así que los cuatro debieron pasar por ese mesón forzosamente" -... Estábamos buscando una copia de la Biblia Cleir y Zel y yo paramos a comer aquí porque es el plato típico de Atlas. - explicó la princesa sin saber a cuento de qué esa pregunta.
Shilfild la miró unos instantes al ver que había metido la pata: Amelia había estado allí con ese quisquilloso de Zelgadiss y no con Gaury. ¿Cómo podría preguntarle sobre Gaury sin que se notase demasiado su falta de interés por los demás?
- ¿Lina y Gaury-sama? ¿No comieron con vosotros? -preguntó por fin.
-No; tuvimos una discusión y... ¿A qué viene todo...? -comenzó a preguntar Amelia hasta que calló en la cuenta - Shilfild, si querías preguntarme por Gaury y los demás solo tenías que hacerlo.
Shilfild dio un respingo al verse descubierta y soltó una risita tonta mientras que se ruborizaba.
- ...Es que me ha sorprendido que ahora estés sola -se disculpó atropelladamente- ...y creía que los demás deberían estar por ahí; pero como no te he visto con ellos... -
Amelia miró largamente a Shilfild, sabía muy bien cuales eran sus sentimientos y que siempre que pudiera, seguiría intentando llamar la atención de Gaury de forma que no dañase a los demás... Pero no era solo eso, muchas veces Amelia pensaba que la vida de su amiga sacerdotisa giraba solo y exclusivamente en torno a Gaury, que para ella no existía otra cosa en el mundo: era una obsesión que no la llevaba a ninguna parte y, como todas las obsesiones, autodestructiva. De todas formas Amelia tenía que reconocer algo más, ¿qué otra alegría le quedaba a esa joven si lo había perdido todo?
Finalmente decidió contárselo todo.
- Shilfild... Voy a ser sincera contigo: estoy viajando sola y no sé a donde habrán ido los demás, pero si quieres saber qué es lo que creo, es que supongo que Gaury estará con Lina en alguna parte asaltando bandidos, reuniendo tesoros... o buscando una espada para sustituir a la de Luz que Gaury devolvió a su legítimo dueño... -
Shilfild dio un respingo al oír todo aquello, que era lo mas seguro, y sus ojos se entristecieron al ver confirmada sus sospechas; pero había un par de detalles que no estaban claros:
- ¿"Sustituir a la de Luz "? ¿Qué le ha pasado a su espada? -preguntó inevitablemente.
- ... La última vez que viajamos juntos, tuvimos una aventurilla más allá de donde estaba la Barrera y cuando todo acabó, Gaury le devolvió su espada a su dueño original. -le explicó brevemente y Shilfild la miró sorprendida.
- ¡M... me cuesta creer que hiciera algo así! ¡Siempre dice que es el tesoro de su familia... ! -Amelia asintió con la cabeza con una expresión semejante en el rostro-... Pero, ¿y Lina? ¿Seguro que sigue con él si siempre decía que lo único que le interesaba era su espada... ? -
Amelia se lo confirmó asintiendo con la cabeza y una expresión comprensiva en el rostro.
-Lina y Gaury siempre viajarán juntos, Shilfild.-
La sacerdotisa del Hulagón se entristeció aún más, pero se recompuso cuando cayó en la cuenta del otro detalle.
- ¿Y tú, ¿por qué viajas sola y de incógnito esta vez? Que yo sepa, no lo habías hecho hasta ahora; siempre habéis viajado los cuatro juntos. Y en Seillon, tampoco he oído decir que estuvieras haciendo algún viaje diplomático. -la verdad es que era una buena pregunta.
Amelia dio un bote al oírlo y desvió la mirada sin saber por donde empezar ni como decirlo; Shilfild tenía ya bastante con sus problemas como para que ella la preocupase con los suyos (y para más inri, encima, familiares) pero no podía eludir esa pregunta.
- ...Estoy buscando a mi hermana mayor. –contestó seriamente.
Shilfild la miró totalmente asombrada, tanto que se le cayó la cigala que en ese momento tenía entre manos, mientras que Amelia aguardaba a que se recuperara de la impresión.
- ¿¡ T...tu hermana... mayor? -exclamó por fin.- ¿Cómo es eso? -
-¡Si! -afirmó también con la cabeza y Shilfild continuo mirándola como si le costase digerir esa idea.-...La primera princesa de Seillon y principal heredera al trono después de mi padre y mi tío Christopher, que abdicó, es mi hermana mayor. Hace ya unos años, ella abandonó Seillon, y aunque la explicación oficial es que está de viaje de entrenamiento, la dimos por desaparecida; pero hace unos días estuve en la capital de Zoana visitando a Martina y ella y Zangulus, su marido, me hablaron de una hechicera que parece ser ella, así que he salido en su busca. -explicó sin más rodeos.
La sacerdotisa la había escuchado con atención pero aún así, seguía teniendo muchas dudas.
- ¡Me has sorprendido mucho, Amelia: no sabía nada de eso! -dijo por fin- Pero, ¿por qué, ¿qué ha pasado para que te vayas sola así de repente de Seillon? ¿Por qué la buscas ahora si me dices que desapareció hace ya mucho tiempo? ¿Es que tú no quieres ser la próxima reina de Seillon ? -le preguntó de una vez todas las dudas que asaltaron su mente en ese momento.
Amelia la miró largamente y agachó la cabeza triste por todos los problemas que la había arrastrado durante tantos años y que la habían llevado hasta allí; necesitaba contárselo a alguien, alguien que la escuchara y apoyase ahora que les hacía frente y Shilfild era una amiga, que como tal, podría hacerlo, pero tenía miedo de entristecerla al hablarle de sus problemas familiares cuando ella misma había perdido a toda su familia. Agachó aún más la mirada y sus ojos se volvieron vidriosos; Shilfild estiró el brazo y apoyó la mano en su hombro.
- ¿Qué pasó, Amelia? -preguntó dulcemente la sacerdotisa.- A mí puedes contármelo... -
- Shilfild... -comenzó a decir reuniendo fuerzas.-...Que yo me convierta en la próxima reina de Seillon es algo que, aunque no me entusiasma demasiado, tengo asumido desde hace mucho tiempo...Ese no es el autentico problema. -
- ¿Entonces... ? -preguntó animando la a continuar. Amelia levantó la vista y la miró directamente a los ojos como si la advirtiese de que iba a confesar todas las penas que llevaba dentro.- Dímelo, Amelia... -
- Es... es por mi familia, Shilfild. -comenzó a decir inspirando profundamente.- Mi padre sustituyó a mi abuelo, el Rey Eldran, en su cargo de gobernante de Seillon debido a la enfermedad de mi abuelo, y ha conseguido llevar al reino de Seillon a un periodo de paz y prosperidad que no se veía en mucho tiempo... supongo que por su sentido de la Justicia. Así que la Corona es muy querida y respetada en mi país. Pero la realidad es muy distinta... –Amelia se dio cuenta de que nunca había sido tan franca con nadie e inspiró profundamente intentando reunir el valor suficiente para confesar y proseguir.- La historia de mi familia se resume a un montón de conspiraciones y asesinatos para acceder al trono por la fuerza. Cuando yo era pequeña y mi hermana tenía unos once años, mi madre fue asesinada con una espada por un tipo llamado Booley, y nosotras estuvimos delante... Recuerdo perfectamente el charco de sangre donde estaba cuando la vi muerta y aquella espada que estaba a su lado. -Shilfild dio un respingo al oír aquello, no tenía ni idea de que esa era la razón por la que Amelia nunca hablaba de su madre.- Aquello nos afectó mucho a ambas, aunque yo aún era muy joven como para ser totalmente consciente de lo que pasaba, pero aún sigo siendo incapaz de empuñar un arma por lo que presencié y prefiero tener que luchar con las manos desnudas. Sin embargo a mi hermana eso la afectó aún más, especialmente cuando supo que el asesino iba dirigido a ella, y eso la hizo cambiar mucho así que, con el tiempo, solo se interesaba por aprender hechicería y convertirse en una poderosa maga oscura, porque según ella, en la vida eso era lo único importante, ser poderosa... Además, se aficionó al alcohol y bebía mucho. Eso era un problema para la familia y el sentido de la Justicia de mi padre, además de para Seillon, porque como ya sabrás, es el centro mundial de la Magia Blanca y allí casi todos los hechiceros son sacerdotes; así que cada vez teníamos más discusiones con ella, y finalmente, un día, cuando tenía quince años y ya había aprendido bastante magia, desapareció de palacio y no volvimos a saber nada de ella aunque se la buscó por todas partes en secreto para que no se produjeran mas revueltas.-
- O sea, que tu hermana renegó de su realeza, se convirtió en una hechicera negra al igual que Lina, y se fugó. -resumió Shilfild. Amelia asintió con la cabeza de nuevo.
- Pero ese no es todo el problema. Cuando conocí a Lina y a Gaury, lo hice porque había estado siguiendo a mi padre y a mi tío Randy pues le había contado que había unos monstruos que atemorizaban a unos campesinos, y mi padre, con su sentido Justiciero, quiso hacer el Bien luchando contra ellos y liberando a los campesinos... pero en realidad todo era una trampa de mi tío para matar a mi padre y hacerse con el trono. -continuó explicando Amelia.- Mi tío Brandy murió batiéndose contra mí al intentar matarnos a los dos. Es triste que tuviera que pasar eso, pero lo peor fue cuando mi primo Alfred, que era amigo mío y de mi hermana desde la infancia, se alió con unos demonios a las ordenes de Gaarv para matarme a mí y a mi padre y conseguir también el trono... ¡¡ Y... y todo por algo que yo ni siquiera deseo verdaderamente, ser reina! -cuando acabó, se derrumbó por completo y comenzó a llorar tapándose la cara con las manos. -¡S... Shilfild, nun... nunca le he contado esto a nadie... ! -
Shilfild nunca había visto a Amelia llorar anteriormente; cierto que cuando la conoció Amelia solo tenía 14 años y no se había visto envuelta en ningún combate peligroso hasta que se enfrentaron a la Copia de Rezo, y eso había hecho que la inexperiencia de Amelia la hiciese gemir en algún momento. Pero hay una diferencia importante entre llorar por falta de experiencia, a llorar por un vacío que había arrastrado durante tantos años. Shilfild, a pesar de encontrarse también en una situación delicada, se levantó y rodeo la mesa para sentarse a su lado donde la abrazó los hombros consolándola.
- Lo siento, Amelia; de verdad... -dijo dulcemente.
- No importa... -dijo secándose las lágrimas con el dorso de la mano.- Además, si estoy haciendo todo esto es para intentar arreglarlo. -añadió en un tono más jovial. Shilfild la miró desorientada; Amelia parecía capaz de sonreír en cualquier circunstancia, aunque se estuviese deshaciendo por dentro.
- ¿Por eso buscas a tu hermana? -preguntó.
- ¡Claro! Si la encuentro y hablo con ella, puede que la convenza de que vuelva a Seillon, y si es tan poderosa, ella evitará que la Corona se disuelva y con ella mi país sufra alguna crisis que lo destruya. -explicó. - Mi familia parece no haberse dado cuenta de que autodestruyéndose arrastrará Seillon con ella a una guerra civil, y creo que si hago lo posible para que eso no ocurra, estaré protegiendo mi país y a mi pueblo de forma justa. Por eso busco a mi hermana ahora que sé por donde hacerlo... Por algo se empieza.-
Shilfild la miró con una dulce sonrisa apretando sus hombros en un reconfortante gesto.
- ¡ Si, Amelia; haces bien en preocuparte por tu país y buscar a tu hermana! -afirmó y entonces cayó en la cuenta de un detalle. -...Oye, ¿cómo se llama?; no me lo has dicho. -
- ¿Quién? -
- Tu hermana... -
- ¡Ah! -exclamó al caer en la cuenta.- Tiene gracia: es la primera vez que alguien me lo pregunta. Gracia, se llama Gracia will Naga Seillon... Aunque por lo visto ahora se hace llamar Naga, la Serpiente Blanca. Hace mucho que no la veo, pero se me parecía mucho, solo que ella se dejaba el pelo largo y es tan alta como Gaury. -explicó.- ¡Venga, vamos a seguir comiendo que esto se enfría. -
Ninguna de las dos sacerdotisas se dio cuenta, pero detrás de ellas había una figura vestida de terciopelo negro con una elegante melenita con flequillo, había estado escuchando toda la conversación mientras comía un guiso de pollo; al oír el nombre de la primera princesa de Seillon, dejó la guía turística que estaba leyendo y se dijo:
- ¡Vaya, vaya: esto se va a poner muy divertido...! -
Muy lejos de Atlas, en el mundo exterior, otra joven sacerdotisa también se veía sumergida en sus inevitables problemas; Firia, la dragona dorada ex-sacerdotisa de Roto- Vrabazard, el Rey Dragón de Fuego, había tenido una larga e intensa entrevista con el rey de los dragones dorados del norte. A pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, Milgacia sabía de la existencia de Vargaarv y le había pedido a Firia que lo presentase ante el espíritu de la Acqua-Raguradia, la Reina Dragón del Agua. Firia acabó accediendo, pero eso sí, haciendo jurar que ni él ni los suyos tuviesen intención alguna de dañar al bebe-dragón, cosa que al parecer, era cierto, pues como el mismo Milgacia le dijo, ellos no obedecían a ese viejo chalado del Gran Anciano, sino a la mismísima Acqua.
Firia se sentía confundida; por un lado porque se sabía la última de su raza de dorados y la compañía de otros dorados era algo agradable, y por otro porque no se fiaba totalmente de ellos y temía por su pequeño Vargaarv... ¿Y si la mismísima Acqua había ordenado la aniquilación del pequeño porque su pueblo se negó en luchar contra los demonios? Después de todo ella murió luchando contra Shabranygudú hacía 1014 años, así que no podía ver bien que esa especie no les ayudara. Pero Milgacia había sido muy claro y ella, a pesar de su resolución, se sentía sometida a un rey dragón dorado, y acabó accediendo a llevar a Vargaarv ante Acqua allí donde se guardaba la Biblia Cleir, el código que guardaba todos los conocimientos de aquella reina... Tal vez fuese un honor para el pequeño poder presenciar semejante naturaleza divina.
De todas formas el viaje era muy largo y eso también era un problema, pues tendría que dejar la tienda que regentaba en manos de ese ladronzuelo de Giras y del " cabezahueca " de Gurabos; no temía por ellos en el sentido de que no supieran atender el negocio, fueran a robarla o algo parecido, sino porque uno era capaz de robarle la cartera a la clientela mientras les mostraba el género, y el otro era tan bruto que podía destrozársela si alguien no le estaba vigilando... En cualquier caso no le quedaba más remedio que dejarla en sus manos. Para el pequeño Vargaarv también eso era un problema, no hace falta ser muy listo como para darse cuenta de lo vulnerable que era, y más sabiendo que era una criatura en potencia muy poderosa, así que Firia temía que alguien, por puro temor hacia el retoño al saber que era, intentase matarlo. Tenía que protegerlo durante el viaje y la única forma era pasar totalmente desapercibidos, viajando como una mujer humana más que lleva a su bebé normal y corriente, pues haciéndolo con su verdadero aspecto, llamaría inmediatamente la atención y sería muy duro para algo tan pequeño como Vargaarv ser llevado a cuestas y soportando vientos helados mientras que su madre adoptiva cargaba con él al volar. Definitivamente debía optar por un viaje de total y absoluto incógnito.
Y así fue; Firia metió a Vargaarv en un canasto cubierto de mantitas y se fue de allí en dirección a los países del interior de la barrera tras dejar un montón de instrucciones sobre como llevar la tienda a Giras y Gurabos que no se mostraron muy conformes ante la repentina partida de su jefa.
Firia había comenzado su largo camino hacia el norte en el que se decidiría el futuro de Vargaarv.
-¡Hola Ameliaaa ! -cantó una voz cuando las sacerdotisas salían del mesón tras haberse hartado de comer Niala-niala.- ¿Qué tal os va? -
- ¡¡Xeros! -exclamó la princesa al ver al demonio.- ¿Q... qué haces aquí? -
El demonio-sacerdote las había estado esperando a que salieran del local para dejarse ver de forma que ambas chicas se sorprendieran por el aparente casual encuentro, consiguiéndolo con muy buenos resultados, como de costumbre.
- ¡Nada en especial! Solo estaba de paso y he venido a ver qué tal estabais. -contestó con candidez mientras se rascaba el cogote.- ...Creo que conozco a tu amiga de algo. -declaró mirando a Shilfild como si acabase de reparar en ella.
- ¿Es verdad eso, Xeros? -preguntó inocentemente la princesa aunque no se lo llegase a creer.
La sacerdotisa había estado mirando a Xeros con cierta curiosidad; tenía un aspecto atractivo y parecía querer conocerlo de algo, pero no recordaba exactamente el qué, además, le pareció percibir una sutil energía maligna que procedía del recién llegado a pesar de su aspecto de monje.
- ¿Quién es este chico, Amelia? -preguntó por fin intrigada por todo aquello- Creo que yo también le he visto antes...-
Xeros dedicó una jovial sonrisa a la sacerdotisa que la dejó aún más confundida. Amelia suspiró en un intento de reunir fuerzas, aunque solo notó la pesadez del estómago por la enorme cantidad de comida ingerida.
- ...Chicos, vosotros dos ya os conocéis... -comenzó a
decir- Os visteis en las ruinas de Seilorg cuando murió
Fibrizo. -Shilfild dio un respingo al caer en la cuenta y Amelia miró
a Xeros con aire interrogativo.- ¿Por qué dices que no
la conoces cuando no es verdad? ¿Es que nos querías
engañar? -
Xeros soltó una risita.
- Me has pillado, Amelia... -rió.
Shilfild miró a
uno y a otro sin entender, pero seguía sintiendo esa
inquietante aura maléfica ante su presencia. Había algo
en la presencia de ese sacerdote con pelo cortado al estilo paje, que
no le acababa de convencer y que le hacía sentirse incómoda.
La sacerdotisa del Hulagón se disponía a decir algo
cuando súbitamente una chica algo más joven que Amelia,
se les acercó corriendo y agarró a Shilfild por una
mano en un gesto casi penitente.
- ¿Vosotras sois sacerdotes, verdad? -preguntó en tono ansioso. Las dos chicas asintieron con la cabeza confundidas ante la repentina aparición.- ¡Gracias a Chephid ! -exclamó.
- ¿Qué te ocurre? -preguntó Amelia con curiosidad al ver el nerviosismo de la recién llegada. Atlas estaba llena de gente de todas clases y condiciones sociales, pero el buen corazón de Amelia le impedía recelar de nadie.
La chica les dirigió una frugal mirada a cada uno, como si tuviese prisa por algo, y del mismo modo, se explicó:
- ¡ Es por mi padre: necesito la ayuda de unos sacerdotes
inmediatamente ! -
Shilfild y Amelia se miraron mutuamente,
mientras que Xeros observaba la escena con curiosidad pero
excluyéndose de todo.
- ¿Qué le pasa a tu padre? -preguntó Shilfild sin entender.
- ¡Ha sufrido una herida muy grave y necesito que un sacerdote le cure! -se explicó la joven atropelladamente, víctima de su propio estado nervioso. -...¡Por eso quiero... necesito que vengáis a mi casa y le socorráis; está muy mal! -suplicó- ¡Por favor... os pagaré, lo prometo! -
Las sacerdotisas se volvieron a mirar y luego a la joven asintiendo con la cabeza.
- ¡De acuerdo! Llévanos a tu casa. -contestó Amelia- Y no te preocupes por el dinero; no hace falta que nos pagues... No es Justo cobrar por ayudar a los demás. -
A la joven se le iluminó la cara al oír eso y les indicó el camino. Las sacerdotisas la siguieron y Xeros, tras encogerse de hombros, hizo lo propio... Si no había más remedio, no se iba a quedar allí; además, si ese hombre estaba sufriendo, sería divertido presenciarlo: el pollo que había comido estaba bueno, pero no servía para alimentarle.
La joven les condujo hasta una casa situada en una callejuela de aspecto miserable; sortearon un asno negro que estaba atado atravesando la calle, y la joven abrió la puerta de madera haciendo girar ruidosamente una llave de aspecto plomizo. Las dos sacerdotisas y el demonio entraron en la casa, que resultó ser una construcción de techo bajo con las habitaciones distribuidas a lo largo de un torcido pasillo flanqueado de basares donde reposaban objetos que revelaban un pasado más opulento.
Al entrar les recibió otra chica de más de 20 años que vestía una falda larga y un vistoso corpiño rojo; era morena y tenía los ojos claros, además de un curioso flequillo que caía graciosamente sobre sus cejas, y tenía una expresión dura en el rostro.
- ¡Ya estoy aquí, Eris! -dijo la jovencita que las había llevado hasta allí. Amelia y Shilfild dieron un respingo al oír ese nombre- He podido encontrar ayuda. -anunció mostrando al grupo de sacerdotes.
- ¡Vaya!; creía que no lo conseguirías. -exclamó con una curiosa voz profunda dirigiéndose a la chica; luego les miró. -Por aquí, por favor... Nuestro padre está en la habitación del fondo. -les indicó
Amelia y Shilfild se miraron de nuevo como queriendo ponerse de acuerdo.
- ...Yo me encargaré de esto, Amelia.-anunció Shilfild. Y diciendo esto, fue conducida por las dos chicas hasta el cuarto donde se encontraba el paciente, de forma que Xeros y Amelia se quedaron solos.
El demonio recorrió con la vista la sala donde estaban; allí solo había unos cuantos muebles de comedor de aspecto vetusto y unas cuantas vasijas de cerámica; solo en algunos basares reposaban pequeños retratos de familia y otros objetos más valiosos.
- ¡Vaya! -exclamó el demonio con fingida indignación.- ¡Esta gente ha debido conocer tiempos mejores! -Pero Amelia no estaba dispuesta a escuchar los ingeniosos comentarios del demonio-sacerdote. En otro tiempo tal vez se habría fiado más de Xeros, pero después de la aventura en el exterior de la Barrera, Amelia no estaba dispuesta a hacerle tantas confesiones al mazoku.
- ¡Xeros! -le llamó- ¡No se qué querrás, pero te prohíbo que nos hagas ningún daño y que interfieras en los conjuros de Shilfild para curar a ese pobre hombre! -
Xeros se giró hacia ella sin dejar de sonreír.
- Ameeeelia... No me pidas que no haga daño a los demás: soy un demonio y tengo que hacer lo que es propio de mi naturaleza. -contestó con naturalidad.- Además, yo solo actúo cuando cumplo las misiones de mis señores y ahora solo estoy de paso. -
- No se qué querrás, Xeros; pero mi sentido de la Justicia no me permite que actúes de esa forma, así que si quieres estar con nosotras, tendrás que comportarte bien. -contestó la princesa con resolución.
- Que ya te he explicado que soy un demonio...y ahora tampoco pensaba hacer daño a nadie. -
- Pues más te vale, porque si no... -comenzó a decir la princesa
- ¿Y si no qué pasará? -preguntó con candidez, pero rápidamente dio un respingo al caer en la cuenta.
- ¡Me pongo a cantar! -contestó amenazadora. El demonio palideció visiblemente.
- ¡¡Huy, no por favor...! ¡¡Eso no! -suplicó tembloroso.
-¿...Qué ibas a cantar? -preguntó con curiosidad una voz familiar detrás de ellos. Era la chica que les había llevado hasta allí.
- ¡¡Me estaba amenazando conque se iba a poner a cantar! -lloriqueó Xeros en tono teatral señalándola con el dedo de forma acusadora sin que Amelia supiese cómo responder.
- ¡Qué graciosos sois! -exclamó la joven divertida tras mirar a los dos sin llegar a comprender lo que realmente pasaba..
- ¿Qué tal esta tu padre? -preguntó Amelia recuperando la compostura.
- Se esta mejorando... Tu amiga conoce bien los conjuros curativos y esta haciendo un buen trabajo con él. La verdad es que he tenido mucha suerte al dar con vosotros. Aunque hay muchos sacerdotes en Atlas, mi hermana dudaba que pudiera encontrar a alguien capaz de curarle en esta ciudad y menos a cambio de nada. -contestó la chica con sencillez. La princesa sonrió para luego mirarla detenidamente un instante y finalmente preguntar lo inevitable.
- ¿Qué le pasó? -
- ¿... Qué? -
- A tu padre, ¿qué le pasó para estar así de mal? -
La joven entendió por fin pero permaneció unos instantes en silencio sin saber como responder.
- ...Fue por una reyerta callejera. -contestó por fin ante el estupor de Amelia.- No pienses mal de mi familia, ya has visto como vivimos y si Atlas no es una ciudad segura, este tampoco es uno de los mejores barrios . Así que estamos expuestos a ataques como ese. -se excusó y la expresión de Amelia se tornó dura.
- ¡Me resulta indignante que gente buena como vosotros tenga que sufrir por culpa de los fuera de la ley! -exclamó con vehemencia.
- E... en realidad no nos queda más remedio.-contestó la joven perpleja al ver la reacción de Amelia.- Nos vinimos aquí poco después de la explosión y los monstruos que arrasaron la ciudad pensando que podríamos tener mejores oportunidades para conseguir un trabajo, pero... -explicó dejando la frase en el aire.
- ¿No vivíais antes en esta ciudad? -preguntó la princesa-sacerdotisa.- Entonces, ¿de donde venís?-
La joven la miró desorientada, no se sentía a gusto porque le preguntasen así por su familia, pero aquella sacerdotisa de Seillon no parecía ser capaz de hacer ningún daño y además les estaban ayudando gratuitamente. Ese no era un comportamiento que se viera todos los días, ni siquiera entre los sacerdotes que solían cobrar por sus servicios en los templos y casas de curas, así que se animó a continuar.
-Bueno, verás... Cuando yo era pequeña, mi familia vivía en una hacienda en el campo... -comenzó a decir acercándose a uno de los basares que había en el saloncito.-...Pero cuando mi madre murió y nuestro señor desapareció, perdimos todas nuestras posesiones y caímos en desgracia...-hizo una pausa al ver la expresión de Amelia y cogió un cuadro de forma ovalada donde se veía un retrato de familia. -Mira, aquí salimos todos como éramos cuando yo era una niña... -
Amelia y Xeros estaban confundidos ante las confesiones de la joven y su repentino interés por sincerarse con ellos. Se acercaron a la joven y miraron, Xeros sin mucho interés, el retrato donde aparecían un matrimonio con tres hijos, dos niñas (una muy pequeña) y un niño que resultaba curiosamente familiar.
- Esta de aquí es mi madre... - comenzó a decir señalando a una mujer madura y muy hermosa con el pelo largo recogido en una redecilla.- ...Y esta de aquí soy yo. -continuó diciendo al señalar a una niñita que la mujer sostenía en brazos.
- Entonces este de aquí es tu padre... -dijo Amelia señalando a un hombre de ojos claros con remolinos de pelo a ambos lados de la cabeza y perilla. -...y esta niña más mayor es tu hermana, la que estaba aquí cuando hemos llegado. -adivinó Amelia con su habitual sonrisa a la que la joven respondió de la misma forma. Xeros, sin embargo, había permanecido callado todo el tiempo con una mirada curiosa en su risueño rostro, hasta que esbozó una sonrisa picarona y preguntó:
- ¿Y este niño quién es? -señalando al crío que estaba en medio. No debía tener ni siete años, pero tenía una expresión resuelta su rostro enmarcado por una melena morena similar a la del hombre de la perilla, aunque las similitudes de ambos acababan allí. La joven pareció un tanto desilusionada ante esa pregunta.
- Ese es... mi hermano adoptivo cuando era niño. -explicó. Amelia levantó la vista y la miró con curiosidad.
- ¿Tu hermano adoptivo? ¿Está también aquí?...No le he visto, ¿esta con tu padre ? Antes me habías dicho que no habíais conseguido trabajo -
La chica dirigió una larga mirada a sus interlocutores hasta que finalmente se confesó.
- No; hace casi diez años que no le vemos... -contestó.- En realidad él es el causante de todas nuestras desgracias y por su culpa nuestra madre murió... Al menos eso dice mi hermana Eris. -Amelia la miró totalmente sorprendida, no podía entender como ese niño tan seriote podía haberle causado tanto mal a esa familia como decía esa chica que ahora los miraba a ambos de forma grave.- ... Verás, antes de yo nacer, mi familia aceptó en adopción a ese niño por petición de nuestro señor. Él procedía de una muy buena familia, pero era huérfano de sus dos padres y nos vimos en el deber de criarlo y cuidarlo. Él era familia de nuestro señor, así que estábamos en el deber moral de criarlo siguiendo el deseo de nuestro señor. Mi familia le adoptó como a un hijo más y así se crió junto a mí y mi hermana Eris... Yo era muy joven para darme cuenta, pero cuando mi hermano adoptivo contaba con unos doce años, empezó a obsesionarse en conseguir ser algo y cada vez eso le fue consumiendo más y más separándose de todos nosotros... -explicaba la chica mirando al vacío. - Nosotros no teníamos más remedio que soportar esa situación, hasta que mi hermano acabó convirtiéndose en un monstruo y cometió muchos crímenes, perdimos el favor de nuestro señor y nuestra familia calló en desgracia. Entonces mi madre no pudo soportarlo más, acabó por enloquecer y murió por la depresión. -
Al oír esa historia por la mente de Amelia pasaron un montón de ideas sobre ideales del bien y la justicia que hicieron hervir la sangre en sus venas por la indignación y que solo podían dar como resultado una de sus geniales escenas.
- ¡¡No puedo creerlo! -exclamó ofendida por la
idea. - ¿¡Cómo puede apoderarse el Mal así
de alguien hasta convertirlo en un monstruo capaz de hacer morir así
a su propia madre, aunque no compartiese su sangre ? -gritó
de forma apasionada tras haberse subido a una silla mientras que la
chica y Xeros la observaban con un gotón de sudor
recorriéndole la frente.
- No te preocupes. -le cuchicheó Xeros a la
chica arrimándose a la joven. - Siempre se pone así
cuando se ofende por algo que le parece injusto. -
La chica miró a uno y luego al otro totalmente perdida.
- ¿Es cierto eso? -dijo por fin.-... Y yo que pensaba que mi hermana ya era rara. -
Amelia no oyó el comentario y seguía pensando en sus ideales cuando les miró desde lo alto de la silla y preguntó:
- ¿Y no sabéis nada de él desde hace tanto tiempo? ¿Es que ni se ha preocupado por la familia que le crió?-
- No... -contestó la joven- Como ya te dije, perdimos el favor de nuestro señor por su culpa. Él nos había pedido que lo criáramos y le habíamos fallado. Así que mi padre le repudió y no le volvimos a ver nunca más... Tal vez sea mejor así porque lo poco que hemos sabido de él es que, si sigue vivo en alguna parte, ya debe tener casi 22 años y debe estar huyendo de la justicia porque cometió muchos crímenes y en muchas ciudades por las que hemos pasado se ofrecen buenas recompensas por él. -explicó tristemente.- A mi hermana y a mi padre no les gusta la idea, pero la verdad es que a mí me gustaría encontrarle y saber qué le pasó para que cambiara de esa forma. Nuestro señor era un gran hombre y no puedo creer que alguien que comparte su sangre pudiese caer tan bajo de esa forma. Algunas veces mi hermana dice que nuestro señor conocía el destino de ese chico y por eso nos lo encomendó- concluyó con un suspiro.- Él era un gran sacerdote, y vosotros tenéis el don de la premonición.-
Amelia saltó al suelo y su expresión se tornó triste a la vez que se sentía confundida; esa chica estaba en lo cierto, los sacerdotes Blancos tienen el pode de la clarividencia, y una buena parte de ellos ejercen de adivinos, de hecho esa era la razón de que ella estuviese allí ahora y que se hubiese encontrado con Shilfild... Pero eso no quiere decir que todos lo sean o que ese poder fuese muy preciso; la hermana de esa chica debía pensar que así era y lanzaba esos juicios a la ligera. Por otra parte, lo que más indignaba a Amelia era lo que le había contado esa chica respecto a su hermano adoptivo: para ella ese hombre no era mas que un canalla, pero ese "canalla" tenía una familia que en su día le quiso y que aún todavía había alguien que se preocupaba por él; que el Mal se apoderara de su alma no parecía mas que una explicación barata a un problema mucho mayor... Exactamente igual que en su caso: una familia dividida a causa de las ambiciones de cada uno. Suspiró tristemente ante esa idea y, sin darse cuenta, pasó la vista por el resto de los pequeños retratos que reposaban en los basares del saloncito y la chica reparó en ese gesto.
- Son retratos de mis padres, tíos y abuelos. -explicó Eris brevemente al ver sus gesto.- Ese de allí es mi tío Lortan, hermano de mi madre... y ese otro el de mi abuela Sara. -dijo señalando uno de una mujer madura y otro de un hombre de ojos claros.- La verdad es que de ellos tampoco sabemos nada desde hace mucho. -Amelia se sintió más abatida aún ante tanta desgracia y, de alguna forma, le pareció un problema más complejo que luchar contra un demonio de alto rango.
Entonces se fijó en un pequeño cuadro que reposaba en la cornisa del cañón de la chimenea: era un pequeño retrato de Rezo. Sintió una nueva punzada ante ese descubrimiento: esa gente estaba tan desesperada que tenía incluso una imagen de un hombre tenido por santo por el pueblo para que les bendijese... ¡Qué feliz se es en la ignorancia! ¿Cómo le iba a decir a esa familia que ese monje del retrato no era más que un farsante? ¿hasta ese punto llega la idolatría cuando se esta desesperado? Sea como fuere, esa familiar debía haber tenido cierta posición como para poder permitirse tener retratos en su haber, y ahora solo eran recuerdos de un pasado mejor.
Xeros, sin embargo, se encontraba en su salsa, como es de suponer que estaría un demonio rodeado de tanta energía negativa, así que no había perdido su habitual expresión risueña mientras escuchaba toda la historia que les había contado la chica; es más, incluso se sonreía ante una nueva idea que se había cruzado por su mente, algo que a nadie más se le había ocurrido. Como él mismo decía, se iba a divertir.
En ese momento aparecieron Shilfild y la tal Eris por la puerta del pasillo que comunicaba toda la caso; ambas traían una expresión alegre en el rostro, cosa que a las otras dos jóvenes les sentó como una burbuja de oxígeno para sus pulmones... aunque no se puede decir lo mismo de Xeros.
- ¡Buen trabajo, Melina! -felicitó Eris. - ¡Esta sacerdotisa que has traído ha curado por completo a papá!-
A la joven se le iluminó la cara.
- ¿¡De verdad ?; ¿¡ ya esta recuperado? -preguntó con un arranque de entusiasmo que parecía inusual en ella.
- Si... Pero debe descansar un poco todavía para recuperarse del todo. -contestó Shilfild tímidamente cohibida ante su entusiasmo. - La verdad es que me ha costado trabajo conjurar el hechizo de "Recuperación", pero ya esta bien... -
- ¿Te llamas Melina? -le preguntó Amelia a la joven con la que había estado hablando.
- Si... ¿no te lo había dicho? -Amelia lo negó.- ¿Y tú te llamas Amelia, verdad? -
La princesa asintió con una sonrisa.
El resto del tiempo transcurso con una serie de ruegos y agradecimientos hasta que Amelia y Shilfild convencieron a las dos hermanas de que no había nada que pagar y se dispusieron a marcharse de allí en busca de una posada; cuando las hermanas lo supieron, le ofrecieron una habitación a las dos sacerdotisas, pero Amelia se adelantó a cualquier cosa que pudiera decir Shilfild y rechazo la invitación amablemente. Mientras todo esto sucedía, Xeros se había mantenido al margen sin dejar de sonreír pero incómodo por la explosión de alegría de las jóvenes. No obstante, no iba ni mucho menos, a pasar por alto algo de lo que se había dado cuenta, y cuando ya se disponían a abandonar aquella vetusta casa yendo calle arriba, les dijo a las dos sacerdotisas:
- Esperadme un momento, no os mováis de aquí... - y desapareció.
Shilfild dio un respingo al verlo.
- ¿¡¡Có... cómo ha hecho eso? -preguntó asombrada. Amelia la miró sorprendida.
- ¿No lo sabías? -preguntó- Xeros es un demonio, un mazoku... y de alto rango.-
-¿¡¡Queeeé? -exclamó Shilfild indignada.- ¿¡¡Y sabiendo eso, cómo dejas que esté así con nosotras? ¡Ahora entiendo porqué me llevó tanto trabajo conjurar el " Recuperación "!-
- No podemos evitarlo; es muy listo y poderoso. -contestó Amelia con un suspiro.-...¡ Pero yo tengo un arma para poder derrotarle! -explicó guiñando un ojo y alzando el índice ante su cara con ese gesto tan suyo.
- ¿Cuál? -preguntó Shilfild confundida intentando asimilar todas esas ideas.
- ¡Cantar! -contestó Amelia con una engañosa candidez.
Mientras tanto Xeros había vuelto a la casa y se había presentado ante Milena con su habitual sonrisa; esta, al verlo así de repente otra vez, dio un respingo, pero pronto se calmó cuando vio que Xeros le hablaba sin dejar de sonreír.
-¡Hola, Melina! -la saludó jovialmente como si tal cosa.- ¡Perdona que vuelva así, pero es que se me ha olvidado decirte algo importante! -
- ¡Vaya, pues si que sois poderosos para poder aparecer así de esa forma! Es algo que no veía hacer en años. -exclamó más tranquila.- ¿Qué es lo que se te ha olvidado decirme? -preguntó.
- Se cómo puedes encontrar a tu hermano adoptivo. -dijo con sencillez ante la asombrada muchacha. - Solo tienes que seguirlas a ellas. -Melina dio un soberano bote al oír aquello y le miró confundida.- Créeme, es cierto... Solo tienes que seguir a Amelia. -
- ¿¡ Có... cómo sabes tú eso? -
Xeros la miró sin dejar de sonreír y alzó el dedo índice ante sí pidiendo silencio.
- ¡ Ssssh! ¡No te lo puedo decir: es secreto! -Milena le miró más confundida aún.
- ¿¡Pe... pero qué dices, ¿Quién eres tú?... ¿Quiénes sois vosotros? -
Xeros se arrimó a ella y le dio un beso en la mejilla con total naturalidad, haciendo que la chica se ruborizara notoriamente.
- ¡Hazme caso! Te lo aconseja Xeros Metallium... - concluyó dándose la vuelta y despidiéndose jovialmente para luego desaparecer. - ¡Adiooos! -
Milena se llevó la mano a la mejilla totalmente confundida por lo que el tal Xeros le había dicho: "¡Si sigo a esas dos sacerdotisas podré encontrar a mi hermano adoptivo...!" pensó.
N. de la A.: (1) Esta es la descripción que se da de Atlas en las novelas. (2) En realidad ese edificio es una copia de "La Sagrada Familia" de Barcelona. En la segunda novela hay una descripción más o menos detallada de cómo es Atlas, pero no aparece mencionado ningún edificio similar, así que este es el que aparece en el Anime.
Por último, este es uno de los capítulos más reformados del fic.
Continua en el Apéndice.
