Fan fic de " Slayers " by Ameban. Todos los derechos de autor están reservados a Hajime Kanzaka y Rui Araizumi y Tokyo TV, SOFTX; los personajes y el contexto. El argumento y personajes muy secundarios, son míos. Comentarios y opiniones, al final de la obra.
Esta versión es ligeramente distinta a otras que circulan por la red; la historia es la misma pero se encuentra ligeramente actualizada en cuanto al nombre de hechizos y objetos principalmente. Agradezco a QP/Diana y Toshiko la información que me ha facilitado. Ah, y este fic no está relacionado con "25"!
NOTAS DE LA AUTORA: esta es la última versión de la historia. Tras haber tenido acceso a más información y leído las novelas de "Slayers", entre otras cosas, la historia ha sido cambiada sustancialmente en algunos puntos, escenas, y diálogos. Recomiendo volver a leerla.
" El FIN DE UNA LARGA BÚSQUEDA "
Capítulo6. " Los Malditos "
Para Shilfild y Amelia el camino hacia el recientemente nombrado Ducado de Kalmaart, antiguo Reino de Ruvinagardo, transcurría mucho más deprisa que en las otras ocasiones que habían viajado juntas. El hecho de disponer de sendas monturas facilitaba que pudiesen cubrir grandes distancias en mucho menos tiempo que cuando viajaban a pie. El problema es que Shilfild no estaba tan acostumbrada a cabalgar como Amelia y su mulilla tampoco toleraba que se le exigiera más que un simple trote cochinero, así que Amelia, a pesar de que viajaban a buen ritmo, se veía obligada a retener a su caballito para que Shilfild pudiera mantener el suyo. No obstante ambas cruzaron rápidamente la frontera del reino de Raltergot y se adentraron en el inmenso bosque de Kresaus, un paisaje repleto de abetos, sabinas y otras coníferas, que se extendía desde las inmediaciones de Atlas hasta abarcar las fronteras de otros reinos; su inmensidad otorgaban al ambiente una sensación más fría y aislada que a lo que estaban acostumbradas, y si a eso se le sumaba la creciente gelidez invernal, ambas se vieron embargadas por una especie de depresivo desasosiego.
Hasta entonces el viaje había transcurrido sin problemas, solo interrumpido por un grupo de bandidos despistados que creyeron que las dos sacerdotisas serían un buen objetivo... y la cosa acabó desarrollándose de forma bastante patética. Para empezar, en cuanto hicieron su aparición y Amelia vio qué ocurría, no se le ocurrió mejor cosa que ponerse en pie sobre su montura y soltar uno de sus discursos, consiguiendo, más que nada, que los bandidos la contemplasen totalmente alucinados y que Shilfild se pusiera roja como un pimiento morrón. Después de eso, Amelia saltó, dio un par de volteretas en el aire... y, como de costumbre, aterrizó de cabeza (¿cómo era posible que alguien capaz de brincar de esa forma nunca cayese de pie?); así que los asaltantes empezaron a reírse a carcajadas ante el lamentable espectáculo y creyeron que podían aprovechar para poder encargarse de su compañera. Entonces Shilfild se asustó sobremanera al verse agredida, y como no conocía ningún otro conjuro defensivo que realmente pudiera funcionarle, comenzó a invocar el "Dragon Slave" para defenderse de ellos. La cosa habría acabado con todo el mundo aprendiendo a volar si no fuera porque Amelia se recuperó de su forzoso aterrizaje a tiempo para evitar que Shilfild recitase más allá de "...enterrado en las corrientes del tiempo..." y repelió a los bandidos con una ráfaga de Bolas de Fuego que acabaron teniendo casi el mismo efecto que el hechizo de Ojo de Rubí.
En fin, que a los bandidos se les quitaron las ganas de volver a pensar que las sacerdotisas, por el solo hecho de practicar magia blanca, eran un buen objetivo.
Días más tarde llegaron a una pequeña ciudad llamada Madilanm donde buscaron alojamiento y comida en un mesón construido en mampostería y con suelos de madera, como solía ser lo normal en la arquitectura de Raltergot, si bien resultó que muchos de los edificios de la pequeña ciudad se encontraban derruidos o en reconstrucción, así que fue difícil dar con aquel sitio. Allí se hartaron de comer pollo asado con guarnición que les sirvió una muchacha de larga cabellera castaña; esa misma chica que trabajaba como camarera les informó que el pueblo se encontraba en ese estado porque había sido asaltado tres años atrás por una cuadrilla de trolls enfurecidos y que ella misma podría haber sido víctima de uno de ellos si no fuera porque una hechicera y un par de espadachines actuaron a tiempo para que el desastre no fuera mayor. En cualquier caso Madilanm había sido gravemente afectada por la incursión de los trolls y los daños en la ciudad eran tan evidentes como los de Atlas, si bien las causas habían sido distintas.
Después de reposar la comida, cuando fueron a recoger sus monturas, empezaron a charlar con aquel jovenzuelo de unos doce años, ojos claros y un vistoso pelo rubio rizado que había atendido a sus bestias. El chico les contó que hacia donde tenían que dirigirse para seguir su camino sin problemas, y que básicamente consistía en dar un gran rodeo a toda la comarca. Amelia y Shilfild no estaban por la labor de perder tanto tiempo ahora que ya tenían localizada a Gracia y le preguntaron el porqué de escoger un camino tan largo.
- ...Es por lo que sucedió cuando nuestro pueblo fue atacado por los trolls. -les explicó.- ...Nadie sabe qué fue lo que paso exactamente, pero cuando yo era pequeño algo ocurrió en el centro de la comarca que la destruyó entera.-
- ¿...Que la destruyó?- preguntó Amelia escéptica. El chico asistió con la cabeza.
- Sí... ahora es un lugar maldito y nadie vive ya allí...La gente dice que solo hay fantasmas que salen por la noche de una torre gigante... Los mismos que me convirtieron en piedra cuando yo era pequeño.-
Amelia y Shilfild se miraron mutuamente ante semejante explicación.
No obstante, y a pesar de las negativas del chico, prefirieron escoger el camino más corto... O más bien Amelia obligó a Shilfild que la acompañara por ese camino, pues ambas eran poderosas sacerdotisas y , según Amelia, porque también había que erradicar el Mal en esa comarca y acabar con los fantasmas malignos. De esa forma Shilfild no tuvo más remedio que doblegarse ante los deseos de Amelia
Sin embargo al principio no parecía que todo fuese tan malo como el chico decía, de hecho el primer pueblo por el que pasaron siguiendo esa ruta estaba, efectivamente, deshabitado, pero no por causas sobrenaturales: aquella población parecía llevar más de diez años abandonada y la única destrucción era la de cómo la naturaleza se iba adueñando de lo que antes había pertenecido al hombre... de hecho incluso se cruzaron con un gran alce macho, que frotaba sus cuernos contra los leños de madera que habían soportado el techo de una casa, y que se marchó de allí en cuanto vio llegar a las dos humanas. Pero aún así el pueblo también parecía haber sido escenario de un combate entre magos, pues había signos de que hubo una pelea con métodos mágicos en tiempos más recientes, ya que casas enteras estaban arrasadas por explosiones e incendios, y eso no podían estar así por causas naturales. Pero a Amelia todo aquello le seguía pareciendo poco maligno y /o fantasmal.
Sin embargo Shilfild emitió un agudo grito al ver algo...
- ¿¡Qué pasa, Shilfild...? -preguntó azorada volviéndose hacia ella y deteniendo su caballito.
- ¡Allí...! -contestó señalando a un muro semiderruido.
Amelia se giró y vio lo que había asustado tanto a su amiga: era un esqueleto de un hombre-lobo que caía laxo sobre las piedras del muro y que aún estaba vestido con lo que debía haber sido su coraza de cuero.
- ¡No pasa nada, Shilfild! -contestó tranquilizándola.-...Es solo un esqueleto de un monstruo que debió morir en una pelea.-
Así era, contra más avanzaban su camino a través del pueblo, más evidentes eran las señales de lucha: había muchas casas quemadas y destruidas, así como esqueletos de criaturas varias, que, a juicio de Amelia, debían ser de esas repugnantes quimeras que algunos magos se entretenían en crear y que a ella le resultaban tan horrorosas. Le entristecía pensar en cuantas Ellis debía haber sueltas por el mundo construyendo y martirizando a otros seres para utilizarlos en sus propios propósitos y convertirlos en maquinas de combate. Los esqueletos que adornaban las derruidas casa del pueblo eran una muestra de ello, y ella, como buena defensora de la Justicia, debía evitar que esas cosas ocurrieran.
Aún así, no había ni rastro de los famosos fantasmas malignos.
La noche transcurrió a la vera de un arroyo que caía en una suave cascada y protegidas por la foresta de coníferas donde ambas pudieron descansar tranquilamente. No sabía porqué pero por alguna razón Amelia se sentía especialmente a gusto allí, sentada sobre la hierba y con la espalda apoyada en la roca donde Shilfild estaba tumbada mientras unas cuantas truchas se asaban al fuego ensartadas en varas de espino y sus monturas pacían tranquilamente.
- ¿Dónde has aprendido ese hechizo, Amelia... ? -le preguntó Shilfild de repente mientras comía.
- ¿Cuál... ? -
- A utilizar el cabello como sedal para pescar...-
-¡Ah! Me lo enseñó Lina una vez que no pudimos ir a comer a un mesón. La verdad es que es de los pocos hechizos que me ha querido enseñar. -contestó y luego dejó de comer.- No quiero más... no me gusta el pescado. -y diciendo esto se sirvió un generoso trozo de un queso de cabra que había comprado en Madilanm. Shilfild la miró y soltó una risita.
Y así transcurrieron las cosas hasta la media tarde del segundo día
No sabían qué era exactamente, pero según avanzaban, el ambiente se iba enrareciendo más y más; sus capacidades de sacerdotisa les avisaban que allí había algo maléfico que corrompía la atmósfera, algo que era tan intenso que incluso sus monturas se mostraban intranquilas moviendo nerviosamente las orejas en todas direcciones y avanzando con reticencia al poder sentir el miasma
- ...Creo que la historia de ese chico debe ser cierta. -señaló Shilfild nerviosamente.- Siento un poder maligno... muy parecido al que sentía cuando nos enfrentamos a Fibrizo. -
Amelia detuvo su caballito y le acarició el cuello mientras le hablaba suavemente para tranquilizarlo.
- Sí; yo también lo noto.. pero este es más potente. -contestó. "Se parece al poder que sentía en presencia de Estrella Oscura, pero no es exactamente igual... Este emana odio y no deseos de destrucción" pensó.
-¿Qué hacemos, Amelia? Esto no me gusta... Y a ellos, tampoco. Creo que deberíamos volver. -puntualizó señalando a sus cabalgaduras.
La princesa permaneció unos instantes en silencio mientras contemplaba las apagadas copas de los árboles colindantes; más allá, una amplia planicie donde solo parecían crecer musgos y líquenes sobre las rocas; al fondo del horizonte parecía haber una especie de construcción picuda.
- ¡No! Continuaremos por este camino. -contestó decidida.-...Me he enfrentado a muchas cosas y conozco conjuros muy potentes contra espíritus. No creo que unos simples fantasmas sean problema para nosotras dos. -concluyó esbozando una maligna sonrisa inusual en ella.
Shilfild la contempló mientras un gotón de sudor le recorría la frente.
- Amelia... lo que todos sentimos es algo más potente que unos fantasmas malvados. -señaló Shilfild azorada. - Es algo maligno y poderoso... como un demonio superior-
Amelia se encogió de hombros y continuó hacia delante.
- Es igual... Si es algo que va en contra del Bien y la Justicia, entonces lo derrotaré con la fuerza de mi poder y mi corazón Justiciero.- fue su decidida explicación y Shilfild exhaló un profundo suspiro de resignación mientras espoleaba su mulilla. Amelia podía llegar a ser muy pelma cuando algo se le metía en la cabeza y Shilfild sabía que no iba a poder hacerle cambiar de opinión, así que no tuvo más remedio que resignarse y continuar con ella.
Era cierto, aquella planicie estaba dominada por una presencia maligna semejante a la de los grandes Señores de los Demonios y no permitía que allí se pudieran desarrollar formas complejas de vida. Ambas sacerdotisas sentían su poder pero ninguna de las dos se atrevía a decir de donde procedía exactamente esa destructiva presencia, pues no se notaba que sufriese incremento alguno desde ningún punto en concreto de la estepa, sino que permanecía como una energía, un espíritu, que se mantenía constante en todo el lugar... simplemente es como si el olor de un incienso ya consumido hubiese permanecido en una habitación cerrada. A ese tipo de presencias se la conocía como "miasma", y era algo a lo que Shilfild había estado habituada desde pequeña, ya que en la desaparecida ciudad de Sairaga es donde tuvo lugar la lucha contra la Super-Bestia Zanaffer, ¡dos veces!. Pero en esas ocasiones el miasma siempre había sido absorbido por el Hulagón, mientras que ahora no había nada que borrara el miasma del ambiente. Además de eso, el maléfico poder era más que evidente para ellas y sus monturas que parecían querer echar a correr y huir de allí cuanto antes, pero toda aquella aura parecía proceder de un lugar muy concreto: una gigantesca torre semiderruida que presidía la planicie.
Según avanzaba la jornada, Amelia y Shilfild se iban aproximando a la misteriosa torre y, según le parecía a Shilfild, era como si Amelia tuviese intenciones de alcanzarla. ¿Acaso no les había dicho el chico de pelo rizo que los fantasmas salían de una torre? ¡Malditos ideales justicieros los de Amelia que les conducían directamente hasta el origen de todo ese mal! Sin embargo, cuando la noche llegó, aún no habían arribado a la dichosa torre.
Acamparon guareciéndose a sotavento de un montón de rocas apenas cubiertas por liquen sobre las que extendieron una tienda de gruesa lona y encendieron una raquítica hoguera con unos cuantos arbustos resecos. Amelia se dedicó a inspeccionar las patas de sus monturas mientras que Shilfild racionaba el queso y la cecina de la cena.
- ...Comiendo así vamos a pasar hambre, Amelia. -anunció- Deberíamos haber ido por otro el otro camino...-
La princesa se giró hacia su amiga decidida.
- ¡Ni hablar!-objetó- ¡Ya has visto que en este lugar domina el Mal y es nuestro deber como sacerdotisas y el mío como heroína, acabar con él... !
- Pero Amelia...Ya oíste lo que nos dijeron sobre esos fantasmas: son tan poderosos que convirtieron en piedra a ese chico y azuzaron a los trolls contra Madilanm.-
La princesa la escuchó con aire preponderante y luego alzó el puño.
- ¡Mejor aún: así nuestra noble causa tendrá más mérito todavía! -
- Amelia, por favor... - suplicó la sacerdotisa y la princesa por fin pareció reflexionar un poco.
-Esta bien, Shilfild... -dijo con un suspiro- Iremos por otro camino
si vemos que esto se pone peor ... La verdad es que este lugar
tampoco me gusta un pelo. -añadió con un escalofrío
mirando alrededor.
La noche era fría pero las
dos chicas estaban cansadas después de la jornada, así
que no tardaron mucho tiempo en dormirse profundamente acurrucadas
una junto a la otra para darse calor. Amelia ya había dormido
de esa forma en otras ocasiones cuando había viajado con Lina
y la verdad es que estaba más a gusto así, durmiendo
con Shilfild, porque, como ya había sufrido en sus propias
carnes, Lina se movía demasiado al dormir y más de una
vez le había puesto un pie en la cara sin que sus quejas
sirvieran de nada, mientras que Shilfild si que se estaba quieta y no
la golpeaba en sueños. Por contra, la sacerdotisa de Sailarg,
si que tenía una queja respecto a Amelia: no se movía
pero hablaba en sueños; no siempre lo hacía pero de vez
en cuando se había desvelado al oírla murmurar cosas
inconexas. Algunas veces parecía que estuviese hablando con
Lina o con Zel, otras más parecía que soltaba largas
peroratas sobre la justicia y el resto parecían discusiones de
cosas que le habían pasado con su hermana... Es más,
muchas veces sus parrafadas justicieras eran la continuación
de esas discusiones familiares. Hasta ahí era lo que podía
esperar de ella; el problema era cuando vivía tan intensamente
sus sueños que se ponía a dar voces y a gritar, para
luego tranquilizarse de nuevo. Y esa fue una de esas
ocasiones:
- ¡¡Aaaaah…! -gritó de repente en la oreja de Shilfild consiguiendo que esta se despertase sobresaltada de un bote.- ¿¡Cómo se atreve? ¡Devuelva eso inmediatamente! ¡No es Justo que lo robe! -
La sacerdotisa se giró hacia su amiga que había vuelto a relajarse y respiraba con normalidad.
- Amelia... ¡qué susto me has dado! -exclamó con un suspiro.- Creía que era uno de esos espectros... - pero Amelia no se enteraba de nada.
Shilfild permaneció unos instantes incorporada sobre el lecho abrigándose con las mantas y su capa aterciopelada y dirigió la vista hacia lo que quedaba de la hoguera. "Será mejor que avive el fuego. Si se apaga, cogeremos frío..." pensó y se incorporó.
El cielo estaba despejado y la luna creciente iluminaba el cielo, así que una vez que sus ojos se acostumbraron, podía ver con cierta nitidez y buscar algo que quemar. Entonces oyó piafar a sus cabalgaduras.
-¿Qué os pasa? -preguntó acercándose a ellas y vio que movían las orejas nerviosamente levantando las testuces para ventear el aire.- ¿Os ha asustado algún animal? Tranquiiilos... -les dijo en tono meloso y las bestias parecieron calmarse.
Mientras tanto Amelia seguía durmiendo sin enterarse de nada, hasta que sintió una especie de corriente de aire frío que no hizo otra cosa mas que conseguir que se acurrucara buscando el calor. Pero el frío otoñal no era la causa del malestar de Amelia: una figura humanoide vestida con una capa negra la contemplaba desde lo alto sin producir sombra ninguna; los rayos de la Luna la atravesaban como si de un cristal se tratase, y de igual forma, sus pasos tampoco producían ruido alguno. Entonces se le acercó otra figura semejante a la anterior.
¿Crees que ellas podrán hacerlo... ? preguntó la recién llegada en un tono nada optimista. La primera asintió con la cabeza.
Son sacerdotisas... y parecen muy seguras de su poder. Puede que esta vez si tengamos posibilidades.
La segunda figura no contestó y se limito a mirar a la durmiente Amelia.
En ese momento Shilfild regresaba con unos raquíticos arbustos secos para avivar el fuego; naturalmente con eso pretendía conseguir algo más de calor y ahuyentar a cualquier alimaña que merodease por allí, pero no se esperaba lo que vio. Amelia se encontraba tan pancha dormida entre las mantas mientras que lo que parecían ser dos tipos raros la rodeaban mirándola con atención. Shilfild gritó a pleno pulmón dejando caer estrepitosamente al suelo la escasa leña que había logrado reunir, mientras que se llevaba las manos a la barbilla. Los dos tipos se dieron cuenta de que habían sido descubiertos y no supieron reaccionar, tan solo gritar; así que Amelia se despertó sobresaltada ante semejante vocerío y se encontró conque había dos hombres traslúcidos delante suyo, y su reacción fue soltar otro grito más y comenzó a decir:
- " Fuente de toda energía,
invoco al poder del fuego
para..." -
¡¡NO; ESO NOOO... ! gritaron al unísono las dos figuras y desaparecieron de la misma forma que una pompa de jabón al reventar dejando como único rastro tan solo una leve corriente de fría brisa.
Las dos sacerdotisas corrieron para abrazarse temblorosas.
- ¿Quiénes eran esos dos, Amelia? -preguntó Shilfild sin dejar de sacudirse.
-¡No... no lo sé! -contestó intentando recuperar la calma- ¡... Puede que fuesen los fantasmas o unos demonios!-
-¡Estoy muy asustada, Amelia... ! -sollozó Shilfild abrazándose más fuerte a su amiga.
La princesa también lo estaba después de un susto como ese, pero tras haber hecho frente a toda clase de monstruos como había hecho desde que conoció a Lina, ahora que ya se estaba tranquilizando, se encontraba en situación de hacerles frente sin problemas.
- ...Shilfild; aquel chico nos dijo que los fantasmas salían de una torre gigante, ¿verdad? -preguntó frunciendo el ceño y su amiga cabeceó confirmándoselo.- ...Pues mañana nos dirigiremos a esa torre. -concluyó. Shilfild dio un soberano bote al oír eso y miró a su amiga totalmente alucinada.
-¡Pero Amelia: eso es una locura! -
-¡No importa!-exclamó totalmente convencida alzando un puño- ¡Esos fantasmas tenían miedo de nuestro poder y, si vamos allí, podré acabar con ellos!-
Ahora Shilfild si que lo pasó mal: Amelia estaba demasiado segura y confiada de sus posibilidades como para parase a reflexionar como cuando era consciente de su inferioridad.
El resto de la noche transcurrió sin ningún problema, pero después del susto que habían sufrido ambas sacerdotisas, el suyo fue un sueño intranquilo en el que se despertaban continuamente ante cualquier ruido extraño, así que cuando por fin amaneció, las dos presentaban unas notables ojeras y se encontraban atontadas como consecuencia de la falta de descanso.
Shilfild no pudo conseguir que Amelia cambiase de opinión; la princesa-sacerdotisa seguía empeñada en continuar hasta alcanzar la maldita torre y acabar con el problema de raíz, así que no tuvo más remedio que continuar con ella a regañadientes y siempre alerta por lo que pudiera pasar. Sin embargo tampoco tuvieron problema alguno, solo que la torre estaba más lejos de lo que parecía; era tan enorme que daba la impresión de encontrase mucho más cerca de lo que estaba.
- ¡Oh, Amelia... -exclamó la sacerdotisa de Sailarg.-... es un edificio horrible!-
- ¡La verdad es que sí...! -afirmó- ... Me recuerda a la fortaleza de la "Guarida del Macho".-
- ¿La qué...? -preguntó Shilfild sin entender mientras se ruborizaba por lo que creía haber entendido.
- A "La Guarida del Macho"... -comenzó a explicarse Amelia. -Era una fortaleza en forma de torreón donde tenía su base una tropa de bandidos que se llamaban así y que asaltamos los demás y yo cuando buscábamos la Biblia Cleir... Fue cuando conocimos a Xeros. -concluyó con una sonrisa melancólica.- ...Al final Xeros destruyó la Copia y los demás acabaron con la fortaleza y todos sus ocupantes.-
Shilfild suspiró después de escuchar la explicación de Amelia; estaba claro que allá por donde Lina pasaba, iba dejando un rastro de destrucción... y parecía que Amelia ya lo viese como algo normal.
Por fin alcanzaron el pie de la gigantesca torre cuando ya había pasado el medio día. Desde su base, aquel era un enorme edificio que reflejaba una gran antigüedad y lo que debía haber sido una magnífica opulencia; no tenía señales de haber sido habitado hasta hacía poco (al menos su parte baja), pero lo cierto es que si demostraba señales de haber sido recientemente destruido por métodos mágicos y en toda la construcción se percibía claramente el maligno miasma que reinaba en aquella planicie. En cualquier caso era una mole impresionante.
Amelia alzó la vista hacia la cúspide con los ojos brillantes.
- ¡Es magnífico! - exclamó con admiración- ¡Qué vista más maravillosa debe haber desde allí arriba... !-
Shilfild la miró nerviosamente; si no hacía algo ya, lo más probable es que Amelia subiera corriendo a la cima de la torre... Le encantaba encaramarse a los sitios altos y aquella torre resultaba demasiado tentadora para ella.
- Amelia... ya hemos llegado a la torre ¿Qué hacemos ahora? -preguntó sacándola de sus ensoñaciones.
- Subir, por supuesto -contestó con seguridad- Lo más probable es que los fantasmas no salgan hasta esta noche, así que ahora iremos arriba la inspeccionamos y, si no encontramos nada, descansaremos un poco hasta que anochezca...-
Shilfild volvió a suspirar.
Y de esa forma ambas sacerdotisas entraron en la torre a través de una gran arcada mixtilínea y recorrieron un largo pasillo flanqueado de ruinosas estatuas de gárgolas, dragones y quimeras cubiertas de musgo y telarañas, hasta que finalmente llegaron a una gran sala circular situada en lo que debía ser el eje central de la torre. Allí se podían distinguir en el suelo lo que debían haber sido unas grandes losas de mármol y los restos de una escalera imperial que conducían a una planta superior flanqueada por arcos, que luego ascendía en espiral hasta la cúspide en una gran escalinata de caracol. Ambas sacerdotisas observaron las ruinas con respeto y admiración.
- ¡Qué pena! -exclamó Amelia.- Debió de ser un edificio magnífico y ahora solo son ruinas... -
- ... Si yo conociera el hechizo de " Retroceder en el Tiempo", podría devolverlo a su estado original. -añadió Shilfild en el mismo tono.
- ¿¡No lo conoces? -preguntó Amelia sorprendida.- ¡...Yo creía que eras una sacerdotisa más poderosa que yo! -
Shilfild negó con la cabeza.
- Es un hechizo muy complicado, incluso para mí... Si supiera usarlo, entonces habría reconstruido Sailarg, e incluso habría podido traer de vuelta a sus ciudadanos combinándolo con el " Resurrección".- explicó la sacerdotisa. - Soy muy competente con la magia blanca, pero eso me supera y ahora que también uso el " Dragon Slave " que es un conjuro negro, me es mucho más difícil dominar nuevos hechizos blancos...-
Amelia tuvo la sensación de haber preguntado una tontería, pero discrepó para sus adentros sobre la opinión de Shilfild sobre lo que se podía lograr con el hechizo de "Retroceder en el Tiempo"; una vez que alguien estaba muerto, no había marcha atrás, no se podía recuperar la vida de nadie, ni combinando hechizos, ni con la Biblia Cleir, ni usando los talismanes que Lina llevaba. Pero eligió no decir nada al respecto; tenía la sensación de que a Shilfild deseaba mantener esa ilusa creencia para mantenerse cuerda.
Así pues ambas sacerdotisas descabalgaron y ataron a sus monturas junto a la arcada dejándoles unos puñados de avena para que fueran comiendo algo y se estuvieran allí quietas, mientras que ellas se disponían a ascender usando el conjuro de "Levitación". Amelia encabezó la ascensión llevada por su entusiasmo mientras que Shilfild la seguía con reticencia a la par que sorteaban grandes arbotantes y dinteles de piedra que permanecían allí como los restos pétreos de lo que debía haber sido el esqueleto de la torre. Finalmente alcanzaron una terraza alicatada, lo que parecía haber sido una zona habitada hasta tiempos recientes.
Las
sacerdotisas se dirigieron a una puerta relativamente nueva y la
atravesaron sin problemas hasta que llegaron a un salón de
planta longitudinal y bóveda de cañón con
pesados y raídos cortinajes rojos en las paredes que tapaban
las omnipresentes arquetas. No había ni rastro de mobiliario
pero, por el aspecto general de la sala, era evidente que había
sido habitada hasta tiempos recientes
-…Aquí ha vivido
alguien hasta hace poco. –anunció Amelia mientras estudiaba
la sala.-Puede que los fantasmas sean los de los habitantes de la
torre.-
- Sí… pero también puede ser que esos fantasmas ya estuvieran en la torre y que la gente que vivía aquí se fuese por su culpa… -sugirió Shilfild.
Amelia no respondió al comentario, estaba más concentrada en examinar la sala donde se encontraban, hasta que finalmente dio una puerta de madera cubierta con una barroca moldura de metal, que se situaba al fondo de la sala; lo curioso es que no la vio hasta que estuvo justo frente a ella, era como si quisiera permanecer escondida.
- Mira Shilfild; aquí hay una puerta.- anunció mientras comenzaba a abrirla empujándola pesadamente.
Shilfild se volvió a ella con intención de retenerla y cuestionar si era buena idea abrirla, pero cuando lo hizo, Amelia casi había acabado de abrirla, así que solo pudo suspirar. Cuando aquel portón estuvo abierto, una gélida corriente de aire sopló desde el otro lado trayendo consigo un miasma poderoso y cruel que ambas sacerdotisas sintieron perfectamente.
- ¡¡E... esto no me gusta nada, Amelia...! -exclamó Shilfild temblorosa.
Amelia la miró de reojo y luego, a pesar de sus temores, se asomó cautelosa tras la puerta para inspeccionar qué había allí detrás. Cuando sus ojos se acostumbraron a la tenue luz del lugar, para su sorpresa solo encontró una gran escalera de caracol que ascendía hacia la cúspide; no parecía haber otra cosa, así que estaba claro que aquella corriente de helada maldad procedía del punto más alto de la torre. Shilfild se abrazó a ella por detrás
- ¿Q... qué vas a hacer? ¿No pensarás subir...? –preguntó adivinando las intenciones de su amiga. Amelia volvió a mirarla de soslayo y alzó la vista inspirando profundamente para reunir valor. Tenía miedo, aquel miasma debía ser de algún tipo de demonio y era tan malvado como poderoso, así que a pesar de que conocía el conjuro del " La-Tilt " no estaba segura de sí podría enfrentarse con lo que las aguardaba allí arriba. Pero por otro lado, había hecho un largo camino hasta llegar allí y no iba a abandonar ahora que había llegado a donde estaba; además, todo era en nombre del Bien y la Justicia, no podía volver a Madilanm sin haber intentado nada: debía subir aquellas escaleras para acabar con todo de una vez... y admirar las estupendas vistas que se debían contemplar desde allí.
Finalmente comenzó a ascender la tenebrosa escalera seguida muy de cerca por Shilfild.
Sin embargo no parecía haber nada. Efectivamente el primer tramo resultó ser tan lóbrego como le había parecido, pero según iban ascendiendo, la escalera se iba volviendo más luminosa hasta acabar siendo idéntica al tramo que ambas habían superado gracias a " Levitación "; lo único extraño fue una bola de cristal que reposaba en un atril de piedra próximo a una ventana abocinada que daba al exterior.
- ¿Una bola de cristal? ¿Aquí...? -exclamó Amelia observándola con curiosidad.
- ...Eso quiere decir que aquí debió de vivir algún mago o un sacerdote. -señaló Shilfild- Nadie más tendría algo así en su casa...-
Amelia asintió con la cabeza y luego, sin poder resistirlo, se asomó al exterior a través de la estrecha ventana, para luego meterse de golpe hacia adentro.
- ¿Qué pasa? -preguntó Shilfild con curiosidad; no era normal que Amelia disfrutase tan poco tiempo de las alturas.
- Creo que vamos a tener que pasar la noche aquí, Shilfild...-dijo con un profundo suspiro y su amiga la miró sin comprender- Hace muchísimo frío y esta nevando con fuerza... Así no podemos dormir a la intemperie...-Shilfild se puso del color de la leche cortada- ¡...No te preocupes; no pasará nada: hemos venido aquí para solucionar el problema de esos fantasmas, ¿no!-
- Me gustaría ser tan optimista como tú... -
Y viendo que ahora si que no tenían más remedio, las dos sacerdotisas continuaron su ascensión sin perder la precaución por lo que pudieran encontrar, hasta que finalmente llegaron a la cima de la torre, que resultó ser una gigantesca cúpula gallonada de gran altura y sostenida por un tambor flanqueado de arcos ciegos; si bien faltaban algunos sillares de su parte superior de la misma a través de cuyos resquicios se colaba el viento, la nieve y la escasa luz. El suelo aún conservaba las gigantescas losas de mármol en relativamente buen estado... solo que había una especie de dibujo basado en círculos concéntricos y anagramas que abarcaba toda su superficie; y algunas de las grandes losas aparecían estalladas, como si hubiesen tenido que soportar una explosión... No, no era eso, más bien eran como huellas gigantescas.
Pero lo peor no era el dibujo ni esas inquietantes pisadas, sino el sofocante miasma de terror y maldad que se respiraba allí: evidentemente ese era el punto de donde emanaba toda la miseria que arrasaba la comarca; las dos sacerdotisas habían dado con el origen del problema. Pero, ¿qué era lo que había causado todo aquello porque allí no había nadie ni nada más?
Las sacerdotisas recorrieron la sala con la vista sin separarse la una de la otra; no había nada que les revelase qué podía ocurrir ahora y aquella presencia era tan fuerte que se sentían impotentes a pesar de su poder.
- ¡...Esto no me gusta nada; me siento peor que cuando me enfrenté a Fibrizo! –exclamó Shilfild ocultando la cara en el hombro de Amelia.- ¡La maldad que hay aquí es muy poderosa; no creo que podamos hacer nada... !-
Sin embargo Amelia, aunque totalmente atemorizada, también estaba fascinada: aquel poder pertenecía sin duda a un demonio de muy alto rango... Ella no se atrevía a asegurarlo, pero a alguien comparable a Estrella Oscura; alguien como él había estado en esa torre hacía tan poco tiempo que había dejado su aura impregnada en la gigantesca construcción y extendiéndose por toda la comarca. Pero, ¿quién, ¿ y por qué...?
Bajó la vista y se fijó en el dibujo del suelo: una serie de círculos concéntricos y radiados que formaban casetones en los cuales había inscritos una serie de complicados anagramas.
- Shilfild... ¿ ese dibujo no es un Círculo de Resurrección? –preguntó a su amiga- ¿Cómo el que utilizó Ellis para resucitar a Xanaferd?-
La sacerdotisa levantó la vista de golpe y luego miró al suelo con atención.
- ¡Es cierto ! No se si es exactamente igual, se parece al de un hechizo "Gurru.. Gur-ru...", cómo sea. Pero este es...-
Entonces Amelia sintió una profunda sensación de alivio al creer comprender qué era lo que allí había pasado y sonrió a abiertamente a su amiga que la miró sin comprender.
-¿Qué te pasa? –preguntó asustada por el repentino cambio. Amelia siguió sonriendo y alzó un dedo ante su cara guiñándole un ojo en aquel gesto tan suyo.
-¿No lo entiendes, Shilfild? -preguntó jocosa- En esta torre debió de vivir un hechicero, ¿verdad? Pues ese mago debió conjurar este Círculo para invocar a un demonio muy poderoso que apareció justo donde nosotras estamos ahora... y luego no pudo controlarlo y el demonio destruyó la comarca.-
Shilfild pestañeó sorprendida ante la explicación; a primera vista todo parecía encajar, pero...
- Pero, entonces... ¿qué pasó con el mago? ¿Y los fantasmas que vimos anoche de dónde han salido?... ¿Y dónde esta ahora ese demonio?... ¿Y por qué nunca nadie ha contado algo sobre esa historia?-preguntó apresuradamente con un escalofrío.
Amelia la miró sorprendida y sin saber qué responder; no había pensado en todo eso.
- Es cierto... ese demonio ya no esta aquí. -dijo bajando la cabeza y luego la volvió a subir de repente. -... Puede que los fantasmas sean de los magos que invocaron al demonio.-
- ...O de gente a la que ese demonio mató.-sugirió Shilfild temblorosa.- ...Incluso podría haberse tratado de Fibrizo: el podía jugar con las almas de los muertos...-añadió tristemente.
Amelia la miró largamente y finalmente se separó de ella para recorrer la gigantesca y vacía sala observándola con atención para encontrar respuestas; ¿ qué clase de criatura pudo aparecer allí : si las baldosas destrozadas eran huellas suyas, debía ser enorme... Y Fibrizo no podía ser porque eso ocurrió en Sairog, y él tenía aspecto de niño.
Por su parte, Shilfild la observó unos instantes hasta que percibió un sutil brillo en el suelo; se agachó para ver qué podía ser y lo que encontró fue una pequeña esquirla de piedra que apenas superaba el centímetro de longitud. Parecía carbón de alta calidad, una especie de azabache... Pero no, al cogerlo para examinarlo con cuidado, se dio cuenta de no era el consabido combustible, sino una piedra rara que refulgía brillos tornasolados de color violeta, además de producirle un cosquilleo muy agradable en los dedos. A lo mejor debía de tratarse de algún tipo de piedra amuleto desconocida para ella, pues si no, no tendría esa sensación al tocarla. "¡Qué bonita!" pensó para sí, y sin cuestionárselo otra vez, se la guardó y se levantó del suelo para dirigirse a su amiga.
-¿Qué hacemos ahora si aquí no hay nada, Amelia? -La princesa se volvió hacia ella mirándola dubitativa.
- No sé... Supongo que podríamos bajar al piso donde hemos estado antes y comer un poco ¡Me muero de hambre! -contestó por fin la princesa con tranquilidad sin que Shilfild supiera como contradecirla.
Y eso fue lo que hicieron.
Después de comer el ya aburrido rancho de queso, cecina y frutos secos acompañado de pan moreno y agua, las dos sacerdotisas se vieron embargadas por la típica somnolencia del almuerzo y, sin poder evitarlo, ambas cayeron rendidas ante ella y la mala noche que habían pasado en vela. Durmieron durante horas al abrigo que ofrecían los muros de piedra de la sala donde estaban sin hacer caso del aullido del viento que soplaba al infiltrarse por las grietas de la estructura de embudo del torreón; y así, sin darse cuenta del transcurso del tiempo, llegó la noche y con ella los dos espectros de la vez anterior.
Fue algo sutil, apenas imperceptible, pero poco a poco el aullido del viento se fue apagando hasta que acabó por desaparecer y toda la construcción se vio envuelta en una extraña y fría calma; ya no soplaba el aire, sino una especie de fría corriente espectral empañada de la maldad que habitaba el último piso de la torre sumada al horror de cientos de almas. De todas ellas, dos se intensificaron hasta adquirir una especie de materialidad convirtiéndose en sendos espectros traslúcidos que adquirieron la forma física de sus dueños en vida: un hombre barbudo ya maduro que portaba una gran albarda, y otro más joven con bigote envuelto en una amplia capa negra con gola... O sea, los mismos de la noche anterior.
Amelia se despertó de forma natural y rápidamente reconoció la sala donde se encontraba pero no le dio más importancia; Shilfild estaba a su lado y aún dormía, así que prefirió no despertarla y se incorporó. Habían pasado horas desde que ambas se dejaron vencer por el cansancio y ya había anochecido, así que empezó a preguntarse qué haría aquella noche cuando eso hizo que se fuera dando cuenta de lo que pasaba: estaba en una torre donde un mago había invocado a un demonio tremendamente poderoso y que, encima, estaba habitada por fantasmas que ella pretendía eliminar; y eso la hizo dar un soberano bote.. con la morriña del sueño se le había olvidado qué estaba haciendo allí. Fue entonces cuando empezó a tomar conciencia de la gravedad de que lo que allí ocurría; el viento ya no aullaba al filtrarse en las grietas de la milenaria torre, el aura del demonio era tremendamente perceptible y, por si fuera poco, los fantasmas ya debían haber aparecido. Se giró hacía Shilfild y la contempló mientras reflexionaba sobre qué podía hacer: "Anoche fue a mí a quien se acercaron los fantasmas... y no a Shilfild que estaba despierta; entonces... ¡Por favor, perdóname, Shilfild! " y corrió a esconderse tras un muro dejando sola a su durmiente amiga. Si era lo que ella había pensado, solo tendría que esperar.
Tras un rato que a ella le pareció una eternidad y no parecía que ocurriese nada; empezó a pensar que tal vez debería ir a despertarla cuando sintió una suave y gélida brisa: a través de la puerta que llevaba a la cúpula del último piso, vio infiltrarse a uno de los espectros de la noche anterior, un hombre maduro y con barba que portaba una pica. Amelia soltó un grito ahogado al verlo y rápidamente se tapó la boca con las manos rogando porque no la hubiese oído; el corazón le latía a toda velocidad mientras luchaba por permanecer en su puesto y observar qué iba a hacer ese fantasma.. que ahora se dirigía hacia Shilfild quien seguía durmiendo ajena a todo aquello. Amelia no sabía que hacer, su amiga corría un gran peligro y no podía dejarla a merced de ese ente en un estado en el que su espíritu era tan vulnerable: había sido demasiado arriesgada al dejarla así sola usándola como cebo, aunque el fantasma solo parecía que la estaba observando. Siendo consciente del peligro, empezó a convocar su poder mientras murmuraba un mantra:
- ¡¡Lanza de Elmekia! -gritó arrojando la llameante lanza espiritual hacia el fantasma.
Shilfild se despertó de golpe al oírla gritar y chilló con fuerza, así que el fantasma se vio sorprendido por dos flancos sin saber que hacer; entonces el hechizo de Amelia chocó de repente contra un muro traslúcido que había aparecido de repente interponiéndose entre el fantasma y la Lanza de Elmekia. La princesa salió de detrás del muro sorprendida por lo que acababa de presenciar.
- ¡Pero... ¿cómo...! ¿Qué ha pasado! –exclamó en voz alta.
- ¡Amelia... ! -gritó Shilfild corriendo a su encuentro- ¡¡S... son los fantasmas de anoche! -
En ese momento se materializó al lado del primer espectro un segundo ataviado con una capa negra que miraba con aire de preocupación a su compañero, para luego volverse furioso hacia las sacerdotisas.
¡¡Estúpida niñata! ¿¡Es que no sabes lo que ibas hacer? -gritó en un tono que mas bien parecía una regañina. ¿Estas bien, Ródimas? le preguntó a su compañero.
¡S... sí; gracias por salvarme! contestó
Las sacerdotisas les contemplaron la escena con cierto estupor, hasta que Amelia recuperó la compostura al empezar al pensar que era lo que había pasado.
-¿Tú eres el que ha anulado mi hechizo?- preguntó sorprendida, aparentemente más por la sorpresa de su descubrimiento que por el hecho de estar hablando con un espectro- ¡Si un fantasma puede hacer eso es que debiste de ser un mago en vida...! -exclamó, y sin esperar contestación, dio un brinco para interponerse entre ellos y Shilfild.- ¡¡Arrepentíos de vuestra maldad, fantasmas malditos; he venido para acabar con vosotros y la Maldad que habita en esta torre...Pagareis por todo las Injusticias que habéis cometido en esta región! -gritó apuntándoles con el dedo.
Los espectros la miraron totalmente alucinados sin saber qué hacer o qué podía pasar; la situación se les estaba escapando de las manos y parecía que iba a acabar de forma violenta.
¡Zorlf; creo que piensan que queremos hacerlas daño...! advirtió el espectro del hombre barbudo a su compañero. ¿Qué hacemos ahora? preguntó con preocupación.
Sin embargo no les dio tiempo a pensárselo pues tras soltar su discurso, Amelia ya había empezado a convocar su poder y les atacó con una " Flecha de Fuego "; el espectro que se hacía llamar Ródimas solo alcanzó a esfumarse de allí, pero su compañero se cubrió del conjuro con otra barrera. Amelia chasqueó la lengua.
- ¡...Así que realmente fuiste un mago! -exclamó- ¡Pagarás por no haberte arrepentido de convocar a ese demonio en esta torre! -
¿¡Qué... qué dices? ¿¡Sabes lo de la invocación? exclamó sorprendido el espectro ¡Entonces también sabrás que... !
- ¡Ja! ¡No tienes nada que hacer contra mí; conozco un conjuro contra el que no podrás hacer nada por muy mago que seas ! ¡ vamos, arrepiéntete y te perdonaré! ¡Aún estás a tiempo... ! -
Antes de que el fantasma del hechicero pudiera contestar algo, Amelia brincó hacia un lado de la sala y cruzó las manos ante su pecho formando una paloma mientras concentraba su poder; aquello estaba resultando más fácil de lo que había pensado en un primer momento. El espectro empezó a sentir como el plano astral se iba enrareciendo y le embargó el pánico al comprender las intenciones de la princesa.
-" Fuente de todos los espíritus que vagan por toda la
eternidad,
llama azul que nunca se apaga..." –
¡¡N... no puede ser: ese conjuro es...! gritó histérico el espectro.
- ¡¡ Ameliaaa... ! –gritó Shilfild de repente con voz angustiada y la princesa se volvió hacia su amiga; entonces vio que el fantasma del hombre barbudo se había hecho tangible y la tenía prisionera.- ¡No lo hagas, Amelia... ! –suplicó.
No te muevas jovencita, o tu amiga sufrirá las consecuencias... advirtió, aunque Amelia no alcanzó a percibir cierto tono de incredulidad en la voz del espectro barbudo.
La princesa desconvocó su poder al comprender la situación y bajó las manos con impotencia. El espectro del mago suspiró aliviado y se cruzó de brazos.
¡Buen trabajo, Ródimas... tal vez ahora si nos escuchen! anunció con tranquilidad y riendo se volvió hacia Amelia- ¡ Y ahora vais a estaros quietecitas y escuchar atentamente lo que os tenemos que decir...! concluyó con una curiosa voz chillona y un tono muy coloquial en lo que parecía ser su habitual tono al hablar.
Amelia apretó los puños y dientes ante la impotencia de su situación.
- ¿¡Qué vais a decirnos, fantasmas monstruosos? –exclamó con rabia- ¡¡Utilizar rehenes es un acto de maldad que se suma a vuestros pecados y mi corazón justiciero no descansará hasta que os haga pagar por todos vuestros crímenes... aunque me matéis ! –gritó con vehemencia.
Los dos espectros la miraron mientras que un gotón de sudor les recorría la frente, hasta que finalmente el fantasma del mago despotricó de la misma forma.
¡¡Cómo sigas diciendo tonterías sobre la justicia, seré yo quien te "ajusticie"...! amenazó.
- ¡No me importa morir si es luchando contra un mago malvado que utiliza su poder para invocar demonios y aterrorizar a los campesinos! –contestó con tranquilidad.- ¡Los magos que se dejan envilecer por el poder de los demonios no merecen otra clase de trato!-
¡Pero ¿ de dónde te has sacado esa historia de que yo me dedicaba a invocar demonios! replicó el fantasma del espectro en lo que parecía estarse convirtiendo una discusión acusatoria.
- ...Esta claro: tú eras un mago oscuro que vivía en esta torre e invocaste a un demonio que os mató a los dos y destruyó la comarca... -contestó con tranquilidad Amelia.- No eres mas que un ser malvado y despreciable.-añadió con rabia. Amelia estaba realmente furiosa y daba rienda suelta a su ira con sus discursos justicieros.
Estas equivocada... contestó el espectro al ir dándose cuenta de que contra más furiosa estaba la sacerdotisa de blanco soltaba más parrafadas sobre la justicia y la bondad Es cierto que yo era un mago en vida y que nos mató un demonio en esta torre... Pero no fui yo quien lo convocó. explicó para tranquilizarla en un tono serie y diferente al que usaba cuando discutía.
Amelia alzó la vista y le miró sorprendida sin saber qué decir.
...Es lo que os intentamos decir desde el principio: vosotras sois sacerdotisas y queremos pediros que nos ayudéis. Por esa razón nos hemos aparecido ante vosotras. explicó Ródimas con tranquilidad; al hablar, su tono era aún más serio y educado si cabe que el de su compañero.
- Entonces... ¿ no queríais hacernos daño? -preguntó Shilfild perpleja.
...No. y diciendo esto, la soltó suavemente. Shilfild se volvió y miró al espectro con una expresión de desconcierto en el rostro. Siento mucho que hayamos tenido que recurrir a estos métodos tan poco caballerosos para captar vuestra atención. se disculpó el espectro, y Amelia creyó adivinar un matiz de modales cortesanos en los gestos y la forma de actuar del espectro del maduro alguacil... si eso es lo que realmente había sido.
De esa forma la situación se calmó y dio un giro completo; la lucha había desembocado en un intento de aclarar la situación y ambas sacerdotisas acabaron dialogando con los espectros sobre para qué necesitaban su ayuda no sin cierta sorpresa. Los cuatro se sentaron en círculo y el temor dio paso a la curiosidad; los dos espectros ya no parecían tan amenazadores: el tal Ródimas, si ese era el nombre del barbudo, tenía toda la apariencia de haber sido una especie de guardia de la nobleza que se hubiese tenido que reciclar en soldado mercenario en vida. Mientras que Zorlf, su compañero, efectivamente fue un mago, y físicamente podría resultar atractivo gracias a su frondosa cabellera acerada y un elegante bigote que remataba su recto perfil... Amelia le encontraba curiosamente familiar.
- Pero... si tú no eres el mago que convocó al demonio, entonces... ¡Ah; ya sé quién eres! –exclamó Amelia con cierta sorpresa y el espectro la miró confundido.- ¡Eres Goan de Fanel, rey de Fanelia...! -
Todos dieron tal respingo que acabaron tirados por el suelo y recuperaron la compostura como pudieron.
-...Amelia; creo que te equivocas. –apuntó Shilfild suavemente y su amiga le miró sin comprender.
- ¿¡Ah, no...? –exclamó sorprendida mientras observaba con atención a Zorf que negaba con la cabeza.-...Pues son idénticos.-
- En realidad este hombre es el rey Kashue Arnargue de Flaim... Lo leí en un libro. -contestó Shilfild con naturalidad, y la escena anterior volvió a repetirse.
- ¿¡En serio... ? – preguntó Amelia perpleja.- ...Ya me parecía que debía de ser el rey de alguna parte.-
Pero... ¿¡De dónde os habéis sacado eso de que yo soy esos Goan y Kashue()? exclamó Zorlf.
-Entonces, ¿no eres ninguno de ellos...? –preguntaron las sacerdotisas sorprendidas. –Pues te pareces muchísimo a los dos... – contestó con la seguridad de alguien que sabe de lo que habla.
...Somos los fantasmas de un mago y un mercenario que combatimos contra el demonio que fue convocado en esta torre hace tres años... comenzó a explicar el fantasma del hombre barbudo.- Mi nombre es Ródimas, y él es Zorlf.
Las sacerdotisa les escucharon atentamente y luego se miraron la una a la otra; entonces Shilfild se volvió y les preguntó:
- ¿...Os mató el demonio, ¿Por eso sois fantasmas...? -los espectros asintieron con la cabeza .
No pudimos hacer nada contra él, era demasiado poderoso... Así que acabó con nosotros sin ningún esfuerzo. se explicó Ródimas volviendo la vista perdida en algún punto indeterminado de la estancia Al final nuestro señor y unos amigos pudieron vencerle, pero ese demonio era tan poderoso que, incluso muerto, pudo condenar nuestras almas. -
...Esa es la razón por la que queremos vuestra ayuda. –anunció Zorlf continuando el hilo del discurso de su compañero El demonio ya esta destruido y no puede torturar nuestros espíritus... Pero desde que nos mató no hemos conocido el descanso y nuestros espíritus están condenados a vagar por esta torre donde él acabo con nosotros. -
- Entonces lo que queréis es que nosotras, que somos sacerdotisas, os ayudemos a hallar el descanso eterno... -adivinó Amelia al recordar una historia similar y los espectros asintieron con la cabeza al tiempo que sonreían suavemente- ¡Vaya! ¡Yo pensaba que estabais aquí por culpa de haber invocado a ese demonio...! – exclamó la princesa con una mezcla de alivio y vergüenza.
¿Lo entendéis ahora? Nosotros solo somos unos fantasmas malditos por culpa de ese demonio. Sabemos que ya no hay lugar para nosotros entre los vivos, pero deseamos acabar esta existencia en el Limbo.
-¿Y ese demonio era tan poderoso que podía jugar con el alma de los muertos? – preguntó Shilfild con curiosidad y cierta rabia. – Entonces ... ¿Podría ser Fibrizo o tenía algo que ver con él? –
Los dos se miraron con sorpresa, como si no supieran muy bien a qué se refería Shilfild o qué era lo que debían contestar; finalmente fue Zorlf quien habló.
No, no era él... Es mejor que no lo sepáis, pero por si os interesa... añadió volviéndose hacia Amelia con una mirada significativa. ...era tan poderoso que tu conjuro no le afectó para nada. ¡A propósito! ¿Cómo es que una sacerdotisa conoce el "La- Tilt " cuando casi ningún mago astral tiene tanto nivel como para poder usarlo? preguntó con curiosidad y Amelia le miró confundida ante semejante pregunta .
- Bueno, yo... La verdad es que lo conocía desde pequeña gracias a mi hermana mayor, pero realmente me lo enseñó un amigo mí... nuestro, hace ya tiempo. –contestó con timidez.- Pero tiene razón; yo no conozco ningún otro mago capaz de conjurarlo, aunque la verdad es que él es un mago muy poderoso... –se explicó. ()
Tiene gracia; nuestro señor también podía usarlo y lo utilizó contra el demonio... Es también es un mago muy poderoso. añadió Zorlf con cierta melancolía.
- ¿Es que tu señor si pudo sobrevivir al combate contra el demonio...? –preguntó Amelia con curiosidad.
Zorf asintió con la cabeza.
...Él y los otros que luchamos juntos contra el demonio. contestó, A nuestro señor le afectó mucho nuestra muerte y eso y más cosas le hicieron desear acabar con el demonio, pero creo que ni él ni los demás llegaron a saber nunca que nosotros dos acabamos convirtiéndonos en fantasmas aunque ellos al final pudieran acabar con él. Supongo que la piedad que había en su espíritu hacia nosotros impidió que aquel demonio pudiera destruirnos por completo.
-Vuestro señor y los otros dos debían de ser magos muy poderosos para poder vencer a ese demonio... -señaló Shilfild con un escalofrío al pensar en esa posibilidad y resentirse del aura que invadía la torre- ... ¿Quienes eran esos magos con tanto poder ? Seguro que hechiceros de semejante categoría deben de ser famosos... –preguntó.
De nuevo los fantasmas intercambiaron miradas en silencio, y finalmente Ródimas contestó con un suspiro.
Si lo son pero no para bien. A pesar de su juventud nuestro señor se veía obligado a ocultar su identidad... explicó ...y la hechicera que pudo vencer al demonio es muy conocida ; la llaman "Ladrona y Asesina de Bandidos", "La terrible Hechicera", la "Dra-Mata"... y muchas cosas más. las sacerdotisas dieron un bote al oír todo aquello Seguro que habéis oído hablar de ella; era Lina Invers... la famosa hechicera negra. -
Amelia y Shilfild dieron un soberano respingo y soltaron una exclamación ahogada cuando escucharon a Ródimas quien las miró interrogativamente al contemplar su reacción.
¿Qué ocurre...? ¿Tanto os sorprende ? preguntó con suavidad.
- ¿¡Co... conocen a Lina? -exclamó Amelia asombrada y ambos fantasmas asintieron al unísono con la cabeza sin entender.
Si, ¿por qué...? ¿Acaso vosotras también la conocéis... ? preguntó Zorlf con curiosidad al imaginarse que ocurría, y sus sospechas se confirmaron al ver que ambas asintieron con la cabeza.
- ...Lina es avariciosa, glotona, cruel, déspota, sádica, pegona, interesada, histérica, charlatana, "agonías"... y sufre un montón de complejos y afán de protagonismo; pero es mi mejor amiga. -contestó Amelia con naturalidad mientras que los espectros asentían ante sus afirmaciones con la cabeza.
Si... no cabe duda de que la conoces bien. contestó Zorlf como hablando para sí mismo.
- ¡Pero entonces, si Lina fue quién acabó con ese demonio y eso ocurrió hace tres años, entonces los otros eran... ! –comenzó de repente a adivinar Shilfild ante el estupor de los espectros.
Nuestro señor y un espadachín rubio amigo de Lina... contestó Zorlf.- El decía ser el protector de ella... añadió con cierto deje irónico.
Amelia y Shilfild les miraron completamente alucinadas al ir comprendiendo qué era lo que ocurría; Shilfild se llevó las manos a las mejillas y soltó una exclamación ahogada mientras que la mente de Amelia empezaba a sacar conclusiones.
- ¡Oh, mi Gaury-sama! –se lamentó- ¡Vosotros conocíais a mi adorado Gaury y yo sin saber nada!-
Los espectros la miraron asombrados al oírla; no solo estaba claro que el rubio espadachín era conocido por ambas sacerdotisas, sino que debía ser objeto de interés para la sacerdotisa que lucía largos cabellos y ojos de color miel. Fue entonces cuando intervino Amelia.
- ¡Pero, si Lina y Gaury fueron los que lucharon a vuestro lado contra ese demonio, entonces... vuestro señor era... era Zelgadiss! –exclamó totalmente asombrada- ¡Y el demonio al que os enfrentasteis era Ojo de Rubí... Shabranygudú ! ¡Así que la torre donde estamos ahora es la Torre de Rezo... ! ¡Ahora lo entiendo todo! – acabó por adivinar en un torrente de conclusiones.
¡Vaya, ¿También conocéis a nuestro señor Zelgadiss? ¿Él también es amigo vuestro? preguntó Zorlf perplejo ante esa posibilidad.
- Claro que sí... –contestó Amelia alegremente -...Él es mi... amigo mío desde hace tiempo. –
- Bueno... más o menos –contestó Shilfild por su parte.
Eso explica que estés al tanto de todo lo que pasó aquí. comentó Ródimas con estupor mientras miraba a Amelia con cierta curiosidad; seguidamente, suspiró. Decidnos ¿Cómo está nuestro señor? Desde nuestra muerte no hemos vuelto a saber de él y de los demás...
- Bueno, yo... no sé que deciros. Hace meses que no veo a ninguno de ellos –contestó indecisa Amelia – Pero supongo que estarán bien. Lina y Gaury se pasan el tiempo viajando por ahí dedicándose a cualquier cosa de la que se pueda sacar dinero, y Zel estará buscando una cura para volver a ser humano. –soltó una risita y les miró con picardía.- Es gracioso ¡Me cuesta imaginarme a Zel como vuestro señor...!-
- ¡Amelia...! –le advirtió Shilfild- ¡No deberías decir cosas así! –
¿Nuestro señor Zelgadiss nunca os ha hablado de nosotros? preguntó Ródimas algo decepcionado. Shilfild negó con la cabeza.
- A mí no, la verdad... –contestó Shilfild con suavidad.
- A Zel no le gusta mucho hablar de su pasado y a mí solo me ha contado algunas cosas... -se explicó Amelia- ...La verdad es que si yo me enteré de lo que pasó en esta torre fue porque me lo contó Lina, y me costó creerlo. No me podía imaginar que Rezo fuese capaz de invocar a Ojo de Rubí solo para poder ver y que convirtiera a Zelgadiss en una quimera siendo su propio nieto. Me da pena pensar en eso... -
Ambos fantasmas la escucharon
Ródimas y Zorlf las miraron atentamente desbordados por todas las revelaciones que estaban descubriendo ahora y un tanto sorprendidos a causa de todo lo que estaba descubriendo y por la familiaridad con la que ambas sacerdotisas hablaban, especialmente Amelia, acerca de Zelgadiss y con ellos mismos. Estaba claro que ambas sacerdotisas conocían bien a los supervivientes de la batalla de la Torre de Rezo, y que a su vez, parecían estar muy unidos a ellos... De eso no había duda en lo que se refiere entre le espadachín rubio y la sacerdotisa de pelo largo, o entre su amiga y el que fue su señor; les sorprendía que esta se tomase la libertad de llamarle "Zel " en vez de usar el nombre completo, ninguno de ellos nunca se tomó esas confianzas con aquel a quien juraron lealtad en vida y ambos le tuvieran un genuino aprecio... el suficiente aprecio para perder la vida en una batalla por ayudarle. Disimuladamente la miraron con cierto asombro: ¿cómo lo había conseguido? Apenas superaba el 1´65 m. de altura y tan solo debía tener 16 años tal vez algo más, tenía un cuerpo bonito y una adorable cara de muñequita con grandes ojos azules... y parecía una joven muy entusiasta y vital, aunque siendo un fantasma, Ródimas podía ver más allá de eso, y supo que tras aquella fachada de frívola jovialidad había un espíritu triste. Sin embargo lo único que encontró más irritante eran todos esos sermones que soltaba sobre la justicia recitados como si de un cliché se tratara. Quien sabe... tal vez tras liberarse del dominio de Rezo, Zelgadiss había tenido la oportunidad de poder vivir de una forma más normal a la lado de Lina, Gaury y esas dos sacerdotisas. Y si era así, se alegraban por él.
En cualquier caso, y a pesar de que estuvieron un buen rato charlando, nunca habían tenido tan cerca la oportunidad de poder hallar el descanso eterno después de vagar como espectros por aquella torre maldita; habían tenido mucha suerte de que a las dos se les ocurriera pasar por allí casi por casualidad. Pero precisamente por eso ya iba siendo hora de pedirles que les condujesen al descanso eterno.
¿Podríais decidnos quienes sois y cómo os llamáis? preguntó Ródimas por fin. Perdonad mi intromisión, pero considero que hablar de esta forma con vosotros si conocer vuestros nombres, es una falta de educación.
- ...Yo me llamo Shilfild, Shilfild Nels Ladha... –contestó con suavidad la sacerdotisa de largos cabellos mientras se señalaba a si misma apoyando la mano en su pecho- ...Y soy la sacerdotisa del Hulagón de Sailarg. –reveló.
- Y yo soy Amelia w...; Amelia Tesla, quiero decir -contestó apurada- Y soy sacerdotisa de la Capital de la Magia Blanca de Seillon. -
Ambos las escucharon con atención y se dieron cuenta de que Amelia había intentado ocultar su verdadera identidad; debía tener algún inesperado motivo porque incluso su compañera Shilfild se había sorprendido ante ese hecho. No obstante ninguno de los dos pensó que eso fuese tan importante para desconfiar de lo que ella les pudiese hacer.
Shilfild... Amelia; ahora que ya sabemos todo quienes somos todos y qué estamos haciendo aquí, creo que es mejor que nos ayudéis a conseguir la paz eterna: nosotros solo podemos aparecer por la noche y nunca se nos ha presentado una oportunidad como esta, así que nos gustaría que lo hicieseis esta misma noche.dijo por fin Ródimas gravemente. Lamento mucho que nos tengamos que separar de esta forma pero este ya no es nuestro mundo.. añadió con un suspiro.
Las sacerdotisas les miraron con cierta sorpresa, habían descubierto tantas cosas en un momento y otras tantas cosas de las que podrían estar hablando que no pensaban que todo tuviese que ser tan rápido. Finalmente Shilfild se incorporó con la resolución que solo empleaba ante las situaciones críticas.
- Bien, pues entonces... hagámoslo de una vez. -anunció- Amelia...-
- Esta bien Shilfild... –contestó mientras se levantaba del suelo -...Lo haremos, pero no creo que sea muy fácil –comentó y los espectros la miraron sin comprender- Esta torre está impregnada de aura maléfica de Shabranygudú y su poder es tan grande que ahogará el nuestro... Tendremos que emplearnos a fondo si queremos conseguirlo -
Ródimas y Zorlf la escucharon afligidos ante esa posibilidad, habían pensado que sería mucho más sencillo.
- No os pedimos que lo hagáis a la fuerza –dijo Zorlf- ...Si lo intentáis y no lo conseguís lo entenderemos perfectamente. –
- Bueno, pues entonces... hagámoslo.-dijeron resueltas
asintiendo con la cabeza.
Las sacerdotisas dibujaron
en el suelo un hexagrama inscrito en un círculo utilizando una
especie de tiza que llevaban consigo en su equipaje, pero que los
fantasmas adivinaron que era algo más que una especie de yeso
blanco. A continuación les pidieron que se introdujeran en el
centro del círculo que acababan de dibujar y ambas se
arrodillaron en el suelo en posición penitente situándose
a ambos lados de los dos espectros. Cerraron los ojos y juntaron las
manos al tiempo que invocaban su poder. Amelia supo que tenía
que sincronizarse con Shilfild de la misma forma que hicieron cuando
buscaron a Gracia con sus oráculos, pues solo uniendo sus
fuerzas podrían vencer a la potente aura de Ojo de Rubí;
combinar hechizos de la misma familia multiplica su poder de forma
asombrosa y de esa era la única forma de conseguir su
objetivo. Sin embargo ocurrió algo extraño: Shilfild
sabía que su poder aumentaría al unirse con el de
Amelia, y lo hizo... pero de forma geométrica a la par que
sentía un curioso y agradable cosquilleo en uno de sus
bolsillos. En un momento su energía se elevó de forma
asombrosa y con un poderoso tañido de campana, una gran
columna de luz blanca apareció en medio del hexagrama rodeando
a los dos espectros y las sacerdotisa fueron arrojadas hacia atrás
ante semejante descarga mágica.
- ¡Shilfild! –exclamó Amelia asombrada- ¿¡Co... cómo lo has hecho? –su amiga la miró de la misma forma y negó con la cabeza en señal de que ella tampoco entendía nada. Entonces se volvieron hacia la columna de luz donde Ródimas y Zorf estaban siendo absorbidos.
¡¡Gracias! gritaron a dúo ¡¡Gracias por ayudadnos... y decidle a nuestro señor que no se preocupe, que nosotros velaremos por él... y dadle recuerdos a todos de nuestra parte! ¡¡Nos alegramos mucho de haberos conocido!
- ¡¡Lo haré, os lo prometo! –gritó
y juró Amelia.
Una vez que hubo acabado de
decirlo, la columna de luz se extinguió y no quedó
rastro de ninguno de los dos; las sacerdotisas contemplaron el lugar
donde habían estado sin entender nada, Amelia con una sonrisa
de felicidad en los labios y Shilfild aturdida.
- ¡No entiendo nada de lo que ha pasado! –exclamó Shilfild- Sabía que el hexagrama restablecería el flujo de corriente negativa pero pensaba que sería mucho más difícil, ¡Pero esa descarga de poder mágico era extraordinaria! –
- ¿Es que no era nuestro? –preguntó Amelia sin salir de su asombro.
- ¡ No... no lo sé! Yo solo convoqué mi poder, lo uní al tuyo y... –explicó Shilfild mientras sacudía la cabeza.
- Bueno, tal vez sea mejor así... –anunció Amelia con una sonrisa.- De todas formas aunque hayamos conseguido conducirles a la paz eterna, no hemos acabado con todo lo que habíamos venido a hacer aquí. –
- ¿Qué quieres decir? No te entiendo, Amelia... –
- Esta torre y toda la comarca están malditas por el poder de Shabranygudú... –explicó la princesa- ..Y yo juré que mi corazón justiciero no descansaría hasta que no hubiese erradicado el mal que aquí habita –Shilfild se echó a temblar al escucharla- ...Así que tenemos que purificar toda la torre.-
- Pero Amelia, ¿cómo piensas que hagamos algo así? Ni aunque uniésemos nuestros poderes podríamos conseguir anular el aura de Shabranygudú; es imposible, ni siquiera dibujando un hexagrama tan grande como esta torre. –replicó la sacerdotisa de Sailarg.
- No creo... –comenzó a decir Amelia levantando el índice ante su cara. –Mira lo que ha pasado antes con solo unir nuestros poderes. Si hemos conseguido hacer algo así, podremos purificar la comarca gracias al conjuro de la " Bendición Sagrada ".-
Shilfild miró largamente a su amiga y comprendió que no tenía mas opción que resignarse ante sus deseos; todo aquello le parecía una locura, o a lo sumo, una perdida de tiempo. El conjuro de la Bendición era muy complicado y el área que tenían que purificar era tan amplia como corrupta; pero pudiera ser que Amelia tuviese razón y no resultase tan difícil conseguirlo. Finalmente aceptó y su amiga la sonrió alegremente mientras se arrodillaban de nuevo.
Las sacerdotisas asumieron de nuevo la postura penitente con los ojos cerrados y las manos apoyadas sobre los amuletos de su pecho; empezaron a convocar de nuevo su poder, lo sincronizaron y Shilfild volvió a sentir de nuevo aquel agradable cosquilleo mientras que ambas recitaban el conjuro.
- " Lo que no existe en este mundo debe desaparecer con la luz
de la purificación.
Lo que está corrupto debe ser iluminado
Allí donde se encuentran los mundos distintos,
y los poderes espirituales se congregan para el bien.
Por ser esta mi voluntad "
¡Bendición Sagrada! () –gritaron a la par que se
incorporaban con el puño en alto.
Fue un espectáculo asombroso: de la nada apareció una inmensa y poderosa columna de luz blanca que creció y creció hasta envolver primero la sala donde estaban, luego el cuerpo central de la torre, su parte exterior... y cientos de hectáreas a la redonda. La luz era tan potente e inmensa, aún más incluso que la "Descarga de Maggido", que las cegó e iluminó el cielo nocturno y los campos nevados como si estuviesen en pleno verano; pero no solo eso, la energía mágica de la columna penetró en las esencias de todas las cosas liberándolas de todo rastro de energía maligna que habitase en ellas y la par que zumbaba en el aire un tañido musical.
Las gentes de los pueblos de alrededor salieron de sus casas y contemplaron el maravilloso espectáculo sin salir de su asombro.
- ¡Lo han conseguido! Esas sacerdotisas han conseguido acabar con los fantasmas malignos! –exclamó el chico de pelo rizado que les había contado toda la historia.
-Alguien tendría que haber llamado antes a unos sacerdotes para que esto pasara.- exclamó una mujer ofendida poniendo los brazos en jarras.
-Ya lo dijimos, pero el alcalde dijo que no podríamos costearles el servicio.- contestó otra.
-¡Pf, ¡Así nos va en este pueblo!... ¡Han tenido que venir unas forasteras para que nos hagan el trabajo!-
-Por lo menos lo han hecho gratis. Es normal, una de ellas era del clero de Seillon.-
-Mira, algo es algo.-
Y de esa forma el aura de Shabranygudú
fue erradicada de la torre y de la comarca gracias al Clero de
Seillon..
A la mañana siguiente Shilfild y Amelia cabalgaban siguiendo su camino por los campos nevados y con la tranquilidad que sentían al no percibir ningún rastro demoníaco en la región. Amelia estaba muy satisfecha ante sus éxitos: había conseguido que las almas de dos antiguos amigos de Zelgadiss pudieran hallar el descanso eterno y también había librado del mal a una región entera. ¿Que cómo lo había logrado: pues gracias a su coraje y sentido de la Justicia, ¿qué otra cosa iba a ser? Después de todo ella nunca había cedido a las seductoras propuestas de los demonios. Sin embargo Shilfild tenía profundas dudas: cuando convocaba su poder sentía que este crecía asombrosamente sin saber porqué, solo que la embargaba un agradable cosquilleo... ¿sería eso la causa de su repentino aumento de poder, ¿ese cosquilleo? Normalmente perdía capacidades cuando le venía la menstruación, pero nunca había sufrido el fenómeno contrario, solo cuando combinaba su poder con el de alguien más, y eso ya lo había hecho en otras ocasiones en el pasado con Amelia, así que esa explicación no le valía ¿Qué podía haber pasado? Bueno, tal vez fuese mejor así; además había otras cosas que la intrigaban.
Acercó su mulilla al caballito de su amiga y le preguntó:
- Oye, Amelia; ¿ por qué no le dijiste a Ródimas y a Zorlf quién eras realmente.? –
- Bueno... la verdad es que no me gusta ir diciendo por ahí que soy la princesa de Seillon. Cuando lo hago la gente se pone a hacerme reverencias y me tratan como si yo fuese alguien superior... y no quería que ellos hiciesen lo mismo y se humillaran ante mí por ser quien soy. Soy una princesa y eso ya me acarrea bastantes problemas como para ir presumiendo de serlo. Además, Ródimas parecía la clase de persona que se toma muy en serio esas cosas.-
- No me refería solo a eso, Amelia... –contestó Shilfild con una risita.
NOTAS:
()No
se puede negar el parecido que hay entre estos tres personajes.
()
En las novelas Amelia sabía conjurar el "La-Tilt"
antes de conocer a Zelgadiss, así que como suelo hacer, tiro
por la calle de en medio y digo que Amelia conocía ese hechizo
pero no sabía ponerlo en práctica .
() El
hechizo original era la "Descarga de Maggido", pero luego
supe lo de la Bendición Sagrada, y como era más
apropiado, lo cambié y me inventé el conjuro
Continua en el Cap-8
