Fan fic de " Slayers " by Ameban. Todos los derechos de autor están reservados a Hajime Kanzaka y Rui Araizumi y Tokyo TV, SOFTX; los personajes y el contexto. El argumento y personajes muy secundarios, son míos. Comentarios y opiniones, al final de la obra.
Esta versión es ligeramente distinta a otras que circulan por la red; la historia es la misma pero se encuentra ligeramente actualizada en cuanto al nombre de hechizos y objetos principalmente. Agradezco a QP/Diana y Toshiko la información que me ha facilitado. Ah, y este fic no está relacionado con "25"!
NOTAS DE LA AUTORA: esta es la última versión de la historia. Tras haber tenido acceso a más información y leído las novelas de "Slayers", entre otras cosas, la historia ha sido cambiada sustancialmente en algunos puntos, escenas, y diálogos. Recomiendo volver a leerla.
" El FIN DE UNA LARGA BÚSQUEDA "
Capítulo8. " El Reino de Femenil "
El
camino hacia el pequeño reino gobernado por mujeres se estaba
convirtiendo en una tarea difícil; los campos y bosques ya
cubiertos por las primeras nevadas del invierno, junto con el gélido
aire que soplaba desde las montañas y el hecho de tener que
viajar a pie, habían conseguido demorar notablemente la marcha
de los dos hechiceros... aunque eso siempre sería mejor que
cruzar el lado sur de las montañas de Kataart en esa época
del año.
Ahora bien, ambos habían tenido la suerte
de cruzarse con algún pueblo en donde habían podido
aliviarse del frío y el hambre. Igualmente, y poco antes de
llegar a la frontera de Femenil, consiguieron que un "servicial"
carretero les llevase en su carro cargado de heno y tirado por un
pesado caballo de grandes cascos, les llevase hasta un lugar próximo
a la frontera. Viajar en un vehículo como ese siempre suponía
una ventaja: un carro siempre iría más rápido
que un caminante y el heno proporcionaba un cómodo y cálido
lecho; el problema es que al ver esa extraña pareja de magos
(un hombre totalmente cubierto del que solo se alcanzaban a ver los
ojos y una mujer descocada que demostraba sin ningún reparo su
desmedido ego en forma de un generoso busto) el carretero no se fió
de ellos ni de sus intenciones, así que solo accedió a
llevarlos si le pagaban diez monedas de oro. Naga, que ya había
sacado su monedero preparada por lo que iba a pasar, se escandalizó
al oír la exagerada cifra que pedía el tipo del carro y
se negó en redondo a pagar, pero Zelgadiss, con total
naturalidad, le quitó el monedero de las manos y le pagó
al carretero lo que pedía. Durante un instante la Serpiente
Blanca se quedó totalmente alucinada al ver lo que había
pasado, pero rápidamente la sorpresa dio paso a la ira y
comenzó a despotricar; sin embargo Zelgadiss, con total calma,
saltó sobre el heno del carro, que se balanceó ante su
peso, y aguantó con la mirada a la ofendida Naga:
- Cuanto antes lleguemos a Femenil, mejor, ¿no? –señaló con tranquilidad y Naga solo alcanzó a soltar una serie de balbuceos inconexos- Pues entonces no discutas y sube al carro. – concluyó en un tono que no dejaba lugar a replica alguna.
De esa forma viajaron durante media jornada sin que ni el desconfiado carretero, ni la ofendida Naga que solo alcanzó a rumiar su herido orgullo, y ni el indiferente Zelgadiss, se dirigieran la palabra en ningún momento.
Finalmente llegaron a
las colinas que rodeaban Femenil y ambos se apearon del carro tras
despedirse fríamente de su dueño, y se adentraron en
aquel lugar lleno de dehesas boscosas cubiertas de hayas y sabinas ya
conocidas por el hechicero-quimera, y que ahora estaban cubiertas por
nieve en polvo de las primeras nevadas. Eso hacía que, dentro
de lo malo, el camino fuese más fácil. Aún así
Zelgadiss se envolvió totalmente en su capa echándose
la capucha hasta los ojos, se cubrió aún más la
cara con el embozo y anudó el dobladillo de sus pantalones,
pero en esta ocasión con el fin de protegerse de un excesivo
frío invernal y que la nieve se metiera por dentro de sus
botas... Aunque nunca estaría de más que nadie de
Femenil le llegase a reconocer.
Sin embargo Naga lo tenía
más difícil. Ella estaba muy orgullosa de su físico
y no estaba dispuesta a renunciar poder mostrarlo, menos aún
en un reino formado solo por mujeres; así que se limitó
a envolverse en su pesada capa, cosa que, claro está, no
lograba librarla del frío, así que comenzó a
maldecir y quejarse de su situación, del camino, del clima,
del carretero... Zelgadiss, cansado de sus rezos, detuvo el paso y se
giró hacia ella.
- No deberías lamentarte de algo que es culpa tuya. –señaló crudamente.– Si vistieras de otra forma, no tendrías porque pasar por el frío del que tanto te quejas. -
Naga gruñó y le miró apretando los labios al tiempo que se echaba la capa hacia atrás mostrando su figura mientras adquiría una postura gallarda y soltaba una de sus atronadoras carcajadas.
- Yo no tengo que ocultar mi extraordinario cuerpo... –comenzó a decir pomposamente,- ...No me ocurre igual que a ti; así que eres el menos indicado para decirme cómo tengo que vestir. –concluyó sarcásticamente. Zelgadiss la miró duramente.
- No eres más que una estúpida avariciosa y presumida. –contestó con cruda tranquilidad.
- ¿¡Qué estas diciendo? –amenazó ofendida.
Zelgadiss no respondió, se limito a girar sobre sus talones y continuar su camino dejando a una furiosa Naga tras suyo, pero de repente se detuvo en seco y se llevó la mano a la empuñadura de su espada.
- No estamos solos; aquí hay alguien más. –anunció gravemente.
La Serpiente Blanca dejó a un lado su furia y repitió el gesto más por aparentar que otra cosa.
- Tiene razón; nos están vigilando... -afirmó genuinamente.
La quimera dirigió una breve mirada a su compañera: "Puede que después de todo sí sirva para algo."pensó; seguidamente, se descubrió la cabeza y se irguió alzando la voz.
- ¡Salid ahora mismo!-ordenó- ¡No sirve de nada que os escondáis, sabemos que estáis ahí! –
De repente una flecha surgió entre unos arbustos como respuesta a su orden; iba encaminada directamente a su pecho, pero, al alcanzarlo, rebotó en su duro cuerpo y cayó sobre la nieve con su acerada punta aplastada. Zelgadiss la contempló con indiferencia y luego alzó la vista hacia los arbustos desde donde surgió un tipo vestido con un jubón verde, una camisa blanca abrochada con un camafeo de plata y la cara cubierta por un antifaz de terciopelo negro; seguidamente, aparecieron más de distintos lugares hasta formar un total de ochos, todos ellos vestidos de la misma forma. Naga los miró con cierta sorpresa.
- Por fin te hemos encontrado, "Ma-Kenshi". –anunció uno de ellos que tenía la cara alargada y el pelo rubio.
-¿Quiénes sois? –preguntó Zel gravemente después de chasquear la lengua.
- Somos "Los Caballeros de la Plata " y estamos aquí para detenerte por todos tus crímenes.-
- Ya veo... –contestó Zelgadiss con tranquilidad mientras se descubría el rostro por completo y bajaba la capucha sin miedo.- Entonces también imaginareis que yo no lo voy a permitir... -añadió mientras desenvainaba su espada.
Naga, que había contemplado la escena con curiosidad, se decidió a intervenir al recordar algo.
- ¿"Los Caballeros de la Plata..."? –preguntó con curiosidad -¿ Sois del grupo de caza recompensas del Ducado de Lenos? He oído sobre vuestro gusto por capturar personajes famosos -
Zelgadiss y el grupo de enmascarados se giraron hacia ella sorprendidos ante su intervención; no parecía que ninguno de "Los Caballeros" hubiese reparado antes en ella. Finalmente uno de ellos se avino a contestar.
-¡Vaya, así que esa descocada zorrita tuya nos conoce! ¡No esperaba tanto de ti! –exclamó con satisfacción dirigiéndose a la quimera.- ¡Efectivamente; solo nos interesan la gente con renombre! –reveló orgulloso.
El mago-quimera les miró largamente sin demostrar ninguna emoción... Pero no se puede decir lo mismo de Naga, quien volvió a experimentar de nuevo la sorpresa seguida de la furia al saber con qué la habían confundido en esta ocasión: que pensasen que era una sacerdotisa es una cosa, pero otra muy distinta, aunque no era la primera vez, que la confundiesen con una ramera. Se irguió convocando su poder con un ampuloso gesto de sus brazos.
- ¿¡"Zorrita"¡? ¿¡Os habéis atrevido a llamar "zorrita" a la gran Serpiente Blanca? –bramó iracunda. -¡Ahora pagareis por descalificarme de esa forma!-
Zelgadiss y los mercenarios se sobresaltaron al contemplar su reacción, un viento helado se estaba empezando a concentrar entre sus manos y ella estaba realmente furiosa. Los Caballeros empezaron a dudar de la sensatez de su idea, sin embargo Zelgadiss intervino a tiempo.
- ¡¡Detente, Naga! –ordenó a voz en grito. La hechicera dio un bote sobresaltada por su imperiosa orden y aún furiosa, le miró sin comprender.- ¡Quiero saber por qué unos cazar recompensas de Seillon han venido hasta aquí solo para detenerme! –declaró volviéndose hacia ellos.
- Llevamos mucho tiempo tras tu rastro. –contestó quien parecía ser el líder, el enmascarado rubio sin que le importara ya el enfado de Naga. –Se ofrecen muchas recompensas sustanciosas por ti en muchos lugares y Seillon era uno de ellos. –Zelgadiss le miró interrogativamente. –Sin embargo el Príncipe Philionell de Seillon promulgó un decreto real indultándote de todos tus crímenes, y no hemos tenido más remedio que dejar Seillon por otros reinos donde tu captura fuese sustanciosa. –esbozó una sonrisa sarcástica- No íbamos a abandonar después de seguirte la pista tanto tiempo... No es tanta la suerte que has tenido.–declaró.
Naga se sorprendió al escuchar la explicación del enmascarado caballero: "Entiendo que estos idiotas persigan Zelgadiss, pero... ¿¡Que papá ha indultado a... a Zelgadiss de todos sus crímenes?" exclamó para sus adentros "¡¿Por qué ha hecho algo así si es como mi hermanita, siempre está soltando tonterías sobre el bien y la justicia?" Se giró hacia su compañero mirándolo interrogativamente; durante un breve instante él también pareció sorprendido ante esa noticia, pero rápidamente se recompuso.
- ...Así que he sido indultado en Seillon y vosotros no habéis querido abandonar vuestra intención de detenerme. –concluyó en tono sarcástico mientras esbozaba una suave sonrisa.- ¡Muy bien, pues si no hay nada más que decir, acabemos con esto de una vez! –sugirió.
En ese momento y antes de que nadie pudiese reaccionar, se abalanzó con increíble velocidad y espada en ristre sobre el enmascarado que le había arrojado la flecha y le despojó de su arma con un rápido mandoble de la suya; el tipo cayó de rodillas sobre la nieve lamentándose de su herida mientras que el resto, sorprendidos por el rápido ataque, se ponía en guardia.
- Vuestros intentos de capturarme no os servirán para nada. –declaró maliciosamente mientras se volvía hacia el resto de sus atacantes- Soy demasiado bueno para un atajo de imbéciles como vosotros... Ni siquiera tendré que emplear la magia. -
- ¡Tú no eres el único que tiene cuentas que saldar, Zelgadiss! –gritó Naga de repente convocando de nuevo su poder. Su compañero se giró hacia ella y rápidamente comprendió.
- ¡Bien, pues entonces... ! –dijo uniendo su poder al de Naga.
-" Poderosa Dinastía de las profundidades,
concédeme poder para congelar a los que me persiguen sin
razón."
¡Aliento de Dinastía! –gritaron al unísono
ambos magos al emplear el conjuro negro.
- ¡No puede ser; esa chica es... ! –exclamó de repente el caballero rubio al mirar a Naga.
- ¿¡Qué importa eso ahora? ¡Ese hombre es un demonio!- exclamó otro más asustado.
Pero a ninguno le dio tiempo a concluir lo que iban a decir.
En un instante se concentraron entre las manos de los dos una relampagueante, gélida y a la vez maléfica luz blanca que fue arrojada con saña al grupo de enmascarados que tan pomposamente se hacían llamar, y que, a pesar de sus intentos, los ocho espadachines se vieron rápidamente rodeados por aquella masa helada quedando aprisionados en su interior: el Aliento de Dinastía era un conjuro tan eficaz como implacable, y más si su poder era multiplicado al emplearlo conjuntamente dos hechiceros de semejante talla. Finalmente de los cinco Caballeros solo quedaba una colección de témpanos de hielo con un inquilino en su interior mientras que sus captores se carcajeaban ante su éxito, Naga con sus atronadoras y pomposas risotadas y Zelgadiss con descarada malicia.
Fue entonces cuando oyeron el galope de unos caballos que se aproximaban; no parecían muchos, pero estaban lo bastante cerca como para que escapar no resultase fácil, así que ambos hechiceros aguardaron a que llegaran a su encuentro. Finalmente aparecieron entre los árboles y se detuvieron frente a ellos. El grupo resultó ser un total de nueve amazonas y un jinete montadas todas ellas en caballos castaños y tostados, mientras que el único varón del grupo cabalgaba sobre un caballo blanco; todos ellos contemplaron los témpanos de hielo y sus ocupantes con horror, ante la aparente indiferencia de los magos. Naga las observó con curiosidad: todas eran mujeres e iban vestidas con petos a la manera de una especie de guardia, menos el muchacho del caballo blanco que iba de seda y terciopelo verde con un elaborado camafeo en la base de su cuello. Se giró hacia su compañero con expresión interrogativa.
- ...Son mujeres pertenecientes a la guardia real de Femenil –explicó con resignación.- Supongo que era inevitable que nos encontráramos con ellas... –añadió con un suspiro.
En ese momento se adelantó una de las amazonas hasta detenerse justo enfrente suyo y les miró desde lo alto.
- ¿Quiénes sois vosotros y qué significa todo esto? –preguntó en tono autoritario señalando a los témpanos de hielo y su contenido- ¿Acaso sois magos que pretendéis entrar en el reino de Femenil...? –exigió saber intentando no parecer impresionada por los rasgos de Zelgadiss.
Los hechiceros se miraron mutuamente pero antes de que nadie pudiera responder nada, el muchacho del caballo blanco, se adelantó hacia ellos dirigiéndose a la amazona-soldado.
- Espera; no es necesario actuar así. –pidió con suavidad y luego se giró mirando a los dos hechiceros.
Zelgadiss alzó la vista de repente al ver aparecer al muchacho vestido de terciopelo; debía tener unos 17 años, su cara era redonda y tenía grandes ojos de color miel, todo ello enmarcado con una melenita morena similar a la de Xeross... Sí, ya no había duda de que era él. Por su parte el muchacho les miró de hito en hito: una joven descocada con aspecto de hechicera acompañada de un ser humanoide de piel azul y largas orejas; aunque no iba vestido de la misma forma, su identidad estaba clara.
- ¡No... no puede ser! –exclamó asombrado- ¿¡Es... es usted de verdad, Sr. Zelgadiss? –
- ...Si, soy yo, Miwan... Ha pasado mucho tiempo... –contestó la quimera con un profundo suspiro de resignación.
- ¡¡Sr. Zelgadiss! –exclamó gritando de alegría y, ante el estupor de todos los presentes, saltó de su montura y se abalanzó sobre la quimera en un rudo abrazo que casi le hizo caer sobre la nieve; al hacerlo pudo notar la dureza de su pétreo cuerpo, pero también su viva calidez.
Naga contempló la escena totalmente alucinada: ese muchacho abrazaba al mago-quimera como si fuera alguien extraordinario –todo lo contrario a lo que creían los caza-recompensas ahora encerrados en el hielo-, y su compañero parecía tener que estar soportando aquella muestra de afecto como si se tratase de una especie de tortura, pero tampoco hacía nada por evitarlo. ¿Quién era ese chico y por qué hacia algo así? La guardia también parecía desconcertada por lo que estaba presenciando.
- ¡...Eh... disculpad, Alteza! –comenzó a decir la amazona que había comenzado el interrogatorio- ¿Estáis seguro de lo que hacéis? –preguntó con suavidad.
- ¡Por supuesto que sí! –contestó separándose de la quimera – El Sr. Zelgadiss es una de las mejores personas que he conocido y se merece un trato especial. –concluyó con naturalidad.
- ...Miwan; no es necesario todo esto. –señaló Zelgadiss cohibido y sin atreverse aún a levantarse del suelo nevado por lo que estaba ocurriendo.
- Ya lo sé... –contestó con tranquilidad.- Pero te debo muchísimas cosas y de alguna manera te lo tendré que pagar. Permíteme recompensarte. –
- Miwan... por favor... –suplicó.
- No, Sr. Zelgadiss; tú y tu amiga no negareis mi hospitalidad... –replicó- De alguna forma tengo que pagarte todo lo que hiciste por mí.- insistió.
- Si es así, por lo menos deja de llamarme "Sr. Zelgadiss." –volvió a suplicar.
- ¿Prefieres que te llame "Lulú"? –Zel dio un respingo- ...Entonces no te quejes y déjame invitarte a palacio. –
Viendo que no había ninguna posibilidad de negarse y ante la fuerte insistencia de Miwan, ambos hechiceros fueron escoltados al palacio real de Femenil que seguía siendo una armónica construcción de mármol blanco presidida por una gran cúpula sustentada por un enorme tambor jalonado de arcos de medio punto. A medida que atravesaba la capital Naga fue observándolo todo con sumo interés; a lo largo de sus viajes nunca había estado antes en Femenil y todo lo que estaba ocurriendo era novedoso para ella: prácticamente la totalidad de la población eran mujeres de todas las edades, y de todas ellas, la mitad parecían ser sacerdotisas, que iban ataviadas con largos vestidos negros y la cabeza cubierta por un velo blanco. Solo un minúsculo porcentaje de los habitantes de aquel reino eran hombres y, por lo que se veía, en su mayor parte hechiceros o varones de alta alcurnia, y los pocos que no encajaban en ese modelo, parecían ser eunucos o tener otras tendencias respecto a las mujeres. Pero lo más asombroso de todo era descubrir que el chico con el que se habían encontrado era Miwan, el príncipe de aquel reino, y encima conocía a Zelgadiss y parecía tenerle un gran afecto. Eso si que no lo podía entender. ¿Cómo era que el príncipe de un reino como ese podía tener alguna clase de relación con alguien como el "Guerrero Oscuro"? ¿Acaso él ya había estado allí antes y por eso se conocían, y si era así, ¿por qué le tenía tanto afecto? Naga esperaba poder aclarar esa situación ya que volvía a sentirse totalmente desorientada respecto a su compañero, y eso, claro está, la irritaba profundamente.
Mientras tanto Zelgadiss caminaba junto al caballo de Miwan con una profunda expresión de desear poder salir corriendo de allí que la capucha echada sobre su cabeza no disimulaba. Estaba ocurriendo lo que más había temido, se había tropezado con Miwan y este le había obligado a ir a palacio donde, por supuesto, estaría su madre que quién sabe como reaccionaría al verle de nuevo. Aunque tal vez si razonaba con él...
- Miwan... –le llamó -¿Crees que es prudente que yo vaya a palacio aunque sea contigo? No creo que tu madre se alegre mucho de volver a verme después de lo que pasó. –advirtió y Miwan le miró largamente.
- Es cierto –corroboró- Pero mi madre no ha tenido más remedio que aceptar muchísimas cosas. No podía negar que yo, su hijo, era un hombre, y que por lo tanto nunca podría convertirme en sacerdotisa por mucho que ella lo desease. –explicó- No ha tenido más remedio que rendirse ante la evidencia y, aunque no se alegre de volver a verte, no puede negar que entren hombres en Femenil cuando su propio príncipe es un hombre. -
- ¿Y crees que eso basta para que no intente atentar contra mí? –preguntó- Ya sabes de lo que soy capaz, pero no me gustaría tener que estar en guardia durante toda mi estancia en Femenil. -
- ¡Vaya! Eres más fatalista de lo que imaginaba –exclamó Miwan con una sonrisa- No es necesario que te preocupes tanto.-
Naga había escuchado la conversación con sumo interés y, por lo que pudo enterarse, sacó la conclusión de que efectivamente Zelgadiss ya había estado allí y muy probablemente, había tenido algo que ver con el cambio socio-político de Femenil porque la Reina parecía guardarle un rencor especial... uno que no tenía nada que ver con algún crimen o robo, sino con su hijo.
El salón del trono del palacio seguía tal y como Zelgadiss lo recordaba; una amplia sala de planta longitudinal y presidida por un único trono nacarado detrás del cual caían pesados cortinajes de color níveo y en donde se hallaba sentada la reina de Femenil, una mujer de mediana edad, larga y ondulante melena rubia que enmarcaba un rostro de ojos azules y un gracioso lunar bajo uno de ellos; en su cuello brillaba un camafeo con el escudo real y su cabeza estaba presidida por una tiara de perlas.
Miwan se adelanto aproximándose al trono; efectuó una elaborada reverencia y luego se dirigió a la reina.
- Madre, ye he vuelto del paseo por la frontera de nuestro reino... –comenzó a informar el príncipe- Y debo decirte que me he encontrado con dos antiguos amigos y les he ofrecido asilo en nuestro reino.-
La reina abrió los ojos interrogativamente al oír a su hijo.
- ¿Qué amigos tuyos son esos...? –preguntó con desconfianza.
- Pues... –
-No hacen falta las presentaciones, alteza. –anunció Zelgadiss adelantándose al centro del salón hasta situarse frente a la reina. –Vos ya sabéis quién soy yo. – explicó bajándose la capucha.- Reina de Femenil... – dijo efectuando una respetuosa y elegante reverencia en principio impropia de él.
Todos los presentes se quedaron sorprendidos ante la actuación del mago-quimera; Miwan le miró perplejo por su intervención, Naga confundida por todo lo que estaba presenciando... y porque no esperaba que su compañero conociese ni las más elementales normas reales de cortesía como para efectuar una reverencia como esa. Por último, la reina le dirigió una mirada rencorosa por razones obvias. De esa forma le miró primero con sorpresa y luego con descarado recelo.
- ¡Vaya; así que eres tú! –exclamó ácidamente pero guardándose de mantener las formas ante el resto de su femenina corte- ¡...El que hizo que mi hijo se revelase contra mí! ¿Qué has venido a hacer en Femenil? Deberías saber que no me agrada tu presencia en mi reino y no creas que pretendo que seas muy bien recibido. -
- Yo no soy bien recibido en muchos lugares... –contestó Zelgadiss con descarada tranquilidad-... Pero no os preocupéis; no está entre mis intenciones causar ningún problema a vuestro reino.-aseguró.
En ese momento una atronadora carcajada retumbó en medio del salón del trono; los presentes dieron un bote al oírla y cautelosamente se giraron hacia Naga con estupor, mientras que Zel murmuraba una serie de maldiciones.
- Mi compañero está en lo cierto, alteza... –anunció Naga pomposamente mientras se aproximaba al trono- ...No debéis temer nada de la Serpiente Blanca y su acompañante. –explicó mientras efectuaba una elegante y respetuosa reverencia que no tenía nada que envidiar de la del mago-quimera.
Miwan y su madre se quedaron mirando a Naga mientras un gotón de sudor les recorría la frente.
- ¿Serpiente Blanca? –se preguntó la reina- No cabe duda de que sí eres una mujer... –comenzó a decir mientras la observaba- ...Pero no sé quién eres como para poder asegurar algo de esa forma.-
Naga dio un bote y seguidamente soltó un gruñido para recomponerse enseguida.
- ¡Soy Naga, la Serpiente Blanca! -anuncio pomposamente mientras se erguía de forma dramática-...La hechicera más poderosa a ambos lados de la Barrera y la más extraordinaria de todas las mujeres del mundo.- concluyó para después soltar otra de sus carcajadas. -Razón de más para ser bienvenida a un reino gobernado por mujeres.-
La reina y Miwan se quedaron transpuestos durante unos instantes mirando a Naga totalmente asombrados; el príncipe se giró hacia Zelgadiss con aire interrogativo y este le respondió negando con la cabeza.
Finalmente la reina de Femenil tuvo que rendirse ante los ruegos de su hijo y la palabra de honor de los hechiceros, por lo que no tuvo más remedio que permitirles que se quedaran en palacio. Miwan acogió la decisión de su madre con entusiasmo y ordenó que les preparasen unas habitaciones con vistas a los jardines de palacio donde años atrás Miwan le había contado al disfrazado Zelgadiss su situación y que ahora aparecía cubierto por un manto de nieve. Aquellas estancias consistían en un saloncito con chimenea y provisto de varios asientos, mesas y un aparador con instrumentos musicales en su interior, todo ello adornado con molduras de escayola y frisos damasquinados, y que desembocaban en sendos dormitorios con unas grandes camas cubiertas por doseles Bajo el punto de vista de lo práctico aquella era una situación afortunada ya que había una gran diferencia entre pasar la noche al raso o en una posada de mala muerte, a pasarla en un palacio real. Sin embargo ni Zelgadiss ni Naga parecían estar muy ilusionados por ello a pesar de los esfuerzos de Miwan por facilitarles todas las comodidades que quisieran. Zelgadiss estaba nervioso por tener que encontrarse de nuevo en aquel lugar mientras que a Naga parecía sentarle mal el hecho de encontrarse en un palacio; estaba inquieta y según iba avanzando la jornada aquella sensación se iba haciendo más palpable. Las mujeres-guardia de palacio, las omnipresentes sacerdotisas, el ambiente de absoluta reverencia hacia la reina de Femenil, las criadas, las normas de cortesía real, el propio príncipe Miwan... todo aquello la agobiaba de una forma que nadie podía comprender y que tan solo la propia Naga conocía las causas.
Pero no sería hasta aquella noche cuando la hechicera dio rienda suelta a la aprensión que sentía.
Lejos de allí Melina había continuado con su viaje tras Amelia y Shilfild, y gracias a unas cuantas preguntas bien ejecutadas, había conseguido enterarse del posible destino de las dos sacerdotisas: la ciudad de Vezendy en el Ducado de Kalmaart, donde muy posiblemente encontraría a su hermanastro... al menos si la información que le había dado ese sacerdote era cierta. Era una suerte haberse enterado de eso pues ella viajaba a pie y no podía seguirlas a su ritmo. Sin embargo al introducirse por uno de los caminos que cruzaban el inmenso bosque de Kresaus en el reino de Ralteague tuvo un desafortunado accidente y se despeñó por un barranco. Melina gritó al caer por la pendiente, consciente de que no se libraría de esa caída, pero en el último momento vio aparecer una figura dorada que apareció volando ante sí y a partir de ahí todo se volvió oscuro.
Cuando despertó se encontró con que estaba tendida sobre un banco de madera en una ruinosa estancia que parecía una especie de sacristía de un templo; a su lado había una joven de larga melena rubia y vestida de blanco que tenía un canasto con mantitas junto a ella. Melina se incorporó de golpe exhalando una exclamación ahogada.
- ¡Tranquila! –la calmó con suavidad la joven rubia apoyándole una mano en el hombro- Estas a salvo; afortunadamente pude rescatarte a tiempo cuando te despeñaste por el barranco... –explicó.
- ¿¡Q... quién es usted ? –preguntó desconcertada- ¿¡Donde estoy? -
- ¡Oh; lo siento! –se disculpó –Me llamo Firia Ul Coput y soy... soy una sacerdotisa. –se presentó.
Melina la miró dubitativa durante unos instantes consciente del momento de duda que había tenido la tal Firia: no tenía la característica joya de la base del cuello que llevaban todos los sacerdotes, pero desde luego que sí debía poseer algún conocimiento de magia para haberla podido rescatar ;llevar esas pulseras y modillones a ambos lados de la cabeza y en la frente, y que su melena rubia era igual que la mancha dorada que había visto al caer. Todo eso unido a que no parecía que fuese a agredirla la llevó aceptar lo que le había dicho.
- ¡Gracias por su ayuda! –contestó con sencillez –Me puede decir qué pasó y donde estamos; no reconozco este lugar... -
- Perdiste el conocimiento cuando te rescaté... –explicó con una sonrisa- ...Y como no había ningún otro lugar a donde llevarte, tuve que instalarte en este templo abandonado.- Melina miró alrededor percatándose entonces del ruinoso estado de la sala, con sus sillares cubiertos de musgo y la destrozada vidriera que había en el muro al pie del banco.- Creo que ha estado habitada hasta hace algún tiempo pues en la cela del templo hay un esqueleto de hombre-pez y varios utensilios, pero aquí ya no hay nadie... –explicó la supuesta sacerdotisa. Melina suspiró aliviada y se volvió hacia Firia.
- Agradezco mucho su ayuda; pero será mejor que continúe con mi camino, no me puedo quedar aquí más tiempo.- replicó.
- Es mejor que te quedes aquí; afuera solo está el bosque y un lago –comenzó a decir Firia- ...ya es de noche y no hay ningún otro refugio aquí cerca Además, las noches son bastante frías en esta época del año. Dadas las circunstancias, quedarse aquí es la mejor opción, aunque este edificio esté en ruinas.. -Melina la miró desconcertada ante esas explicaciones- Yo ya pensaba pasar aquí la noche y si quieres puedes quedarte conmigo; no estaría de más algo de compañía.-
Melina la miró largamente y finalmente sonrió.
- Esta bien; la verdad es que no es agradable viajar sola tanto tiempo. Me quedaré con usted.-
- Te lo agradezco. –respondió Firia izando el canasto y apoyándose lo sobre las rodillas- Yo y mi pequeño estamos un poco solos.-
- ¿Es su hijo? –preguntó Melina al reparar en el contenido de la cesta. Parecía increíble que una sacerdotisa se atreviera a viajar sola de esa forma con una criatura tan pequeña como aquella- ¿Me deja verlo?-
Firia dio un respingo.
- ¡No... no es mi hijo!-explicó apurada ante la confundida Melina- ¡Es un bebé que me fue confiado a mi tutela en el templo donde sirvo... Y es mejor que no lo veas porque... porque no es humano!-explicó apurada.
- Bueno... esta bien; no lo miraré. –contestó la joven evidentemente asustada por su reacción. -¿No es humano, ¿a qué especie pertenece?- preguntó. Los sacerdotes humanos por lo general no intervenían en asuntos de otras especies y culturas además de la humana. Melina había oído decir que algunas veces los sacerdotes que buscan la reconciliación con el poder de Ceephied, intervenían o mantenían contacto con los Elfos, pero eso era algo que ella nunca había podido comprobar... ni siquiera en el propio Rezo.
-Bu... bueno,- comenzó a decir Firia azorada,- Es un bebe de duende brownei... Ya sabes, uno de esos duendecillos traviesos de piel azulada.- la sonrisa que esbozó no podía ser más nerviosa,- Como tienen mucha capacidad mágica y son de comportamiento revoltoso, necesita de alguien como una sacerdotisa para que le imponga ciertas restricciones.- explicó. La respuesta era válida y totalmente cierta... en caso de que fuera veraz. Pero Melina no se lo acababa de creer. - ¿A dónde te diriges tú sola? –preguntó Firia cambiando de tema- No es normal que alguien como tú viaje así en pleno invierno.-
- Voy a Vezendy... por un asunto familiar.- Contestó la joven viajera; ella tampoco estaba por la labor de revelar detalles privados. Si la sacerdotisa rubia no decía toda la verdad, ella tampoco.
- ¿A Vezendy ? ¡Qué casualidad; yo también voy ! –exclamó Firia -...Es por el pequeño, tengo que llevarlo allí. –explicó – Podríamos viajar juntas si te parece... –sugirió.
Melina la miró sin saber qué contestar; había muchas cosas raras en aquella mujer como que dijese que no lo era, y sobre todo ese bebé no humano que ocultaba con tanto celo. Sin embargo la había rescatado de una muerte segura y en ningún momento había hecho amago de querer agredirla, así que...
- ¡Esta bien! Iremos juntas hacia Vezendy –confirmó y Firia le contestó con una suave sonrisa.
- Entonces me tendrás que decir cómo te llamas y dejar de tratarme "de usted "... –sugirió.
- ...Tiene razón: me llamo Melina; Melina Gray... –contestó.
- ¿Gray? –preguntó Firia sorprendida- ¿Ese es tu apellido?-
Melina asintió con la cabeza.
- Si, ya sé que no es muy común... Pero el suyo... ¡perdón, tuyo, tampoco lo es. –contestó cambiando de trato.
- Es cierto... pero puede que nunca lo hayas oído antes porque yo procedo de fuera de la Barrera.-se excusó Firia sin querer dar todos los detalles sobre el porqué de su nombre.
- ¿¡Vienes del mundo exterior? –exclamó asombrada Melina- ¡Vaya; yo había oído decir que los magos de más allá de la barrera eran muy mediocres y tú has podido salvarme en plena caída! ¡Si incluso eres sacerdotisa! -
- Es cierto... Pero los sacerdotes de mi orden somos una excepción. –explicó.
La conversación se prolongó durante un buen rato a lo largo de la cual Melina y Firia tomaron una frugal cena, que la sacerdotisa también compartió con aquel extraño bebé que llevaba consigo y cuyos balbuceos se parecían al arrullo de un cachorro o un pollo, y que Melina no prefirió no averiguar de qué clase de criatura se trataba realmente. Por lo demás la tal Firia le inspiraba una total confianza y la sensación de tratarse de una persona totalmente volcada hacia los demás. Igualmente la dragona ocultó en todo momento su verdadera identidad pero tomando una creciente confianza entre las dos que acabó desembocando en la camaradería de dos mujeres que viajan juntas a su aire.
Ajeno a todo aquello Zelgadiss había pasado toda la jornada intentando alejarse lo más que pudiese de Miwan y del agobiante ambiente de la corte del palacio. Independientemente de su condición de quimera, el hecho de estar viviendo en un palacio cuando siempre había llevado una bohémica vida de vagabundo y de vasallaje hacia Rezo y/o cualquier otra persona que le hubiese contratado, era algo que le resultaba totalmente antinatural. Los nobles y sus palacios eran algo que se encontraba muy alejado de su concepción de la vida y que muchas veces encontraba ridículos por no decir nefastos; los nobles acostumbraban a vivir alejados de los problemas de la gente corriente, aislados del mundo en grandes mansiones que ni siquiera se preocupaban en cuidar si no era relegando a un ejército de criados para que hicieran el trabajo por ellos. Llenaban su ociosa vida de conspiraciones y luchas entre unos y otros, y en el mejor de los casos, les daba por coleccionar o acumular objetos y conocimientos inútiles. Este había sido uno de los motivos por el que siempre había rehusado volver a Seillon con Amelia; era cierto que la corte de Seillon era algo poco usual gracias al peculiar sentido de la "Justicia" que imponía el príncipe Philionell, y en especial a todo ese ejército de monjes y hechiceros, aficionados o profesionales, que la inundaba... Pero eso no quitaba todo lo anterior.
Irónicamente, la corte del pequeño reino de Femenil era algo similar, solo había que sustituir "sacerdotes" por so homónimo femenino, y "guardia" por "mujeres soldado". De vez en cuando alcanzaba a ver algún hombre entre el gentío de mujeres que pululaban por el palacio real, pero estos resultaban ser hechiceros, delegados comerciales y gentes de otros oficios que solo estaban de paso. La presencia de Zelgadiss rompía esta norma y no eran pocas las miradas de desconcierto y curiosidad que hacia él dirigían, tanto por parte de las sacerdotisas, que solo habían empezado a acostumbrarse a la presencia "real" de hombres, como las de ellos mismos que no cejaban en mirar al espadachín quimera con recelo. Zelgadiss era un extraño en ese mundo de mujeres por ser un varón, e igualmente era un extraño entre el mundo de los hombres por ser una quimera. Esa era la realidad, y solo las órdenes del príncipe Miwan evitaban cualquier tipo de malentendido.
Irónicamente, Miwan era su único salvoconducto de tranquilidad mientras estuviera allí, y también la persona que menos deseaba ver en ese momento. Intentó sobrellevar la situación de la mejor manera posible y ya que estaba allí, sacar algo de provecho de las circunstancias, así que en cuanto tuvo la ocasión, se escabulló a la biblioteca real y quedó absorbido por los volúmenes que tuvo la ocasión de examinar. Sin embargo sus intentos de alejarse de Miwan, y de todo lo demás, no fueron tan fructíferos como él pretendía; el joven príncipe estaba encantado por su presencia y el también se escabullía de sus obligaciones en cuanto tenía la oportunidad para poder permanecer con la quimera el máximo tiempo posible, cosa que, claro esta, le irritaba. Por mucho que le molestase, Zelgadiss no podía apartar a Miwan por la fuerza, no tenía más remedio que resignarse a su presencia; Miwan sencillamente no tenía culpa ninguna de que la quimera se sintiera como estaba, y la vergüenza que Zelgadiss sentía cada vez que veía a Miwan, (eso sí, esta vez con un aspecto bastante más masculino), era exclusivamente problema suyo. Zelgadiss era lo bastante maduro como para reconocer cuál era el problema, pero no podía perdonarse lo que había pasado cuando pisó Femenil por primera vez y Miwan, literalmente, se arrojara a sus brazos pidiendo ayuda. Ese había sido el desencadenante de la debilidad de Zelgadiss, y ese también había sido el motivo de que el espadachín quimera se concediera un momento de flaqueza: ¿cuándo se había arrojado una mujer a sus brazos pidiendo ayuda y no compasión? ¿Una tan hermosa como Miwan aparentaba ser en ese momento? Aquello había sido demasiado para él. Pero la realidad estaba allí, y Miwan no resultó ser una noble desvalida que necesitó de ayuda y se la pidió a él (aunque estuviese disfrazado de mujer en ese momento), sino que Miwan era eso mismo pero del otro género.
El contenido de los álbumes que poblaban la biblioteca real era muy variado, como cabía de esperar, pero Zelgadiss ignoró la mayor parte de ellos y atacó directamente los tratados de magia. Sin embargo esto también supuso una desilusión ya que, en un reino que presumía de tener muy buenas sacerdotisas, lo que más se podía encontrar eran tratados de magia blanca y sacerdocio. Era cierto que Zelgadiss tenía conocimientos de magia blanca que Amelia le había transmitido, y que ahora podía conjurar hechizos como el "Recuperación" y similares, pero no dejaban de ser muy básicos, y el nivel que allí se explicaba era bastante superior. Al final consiguió sacarle algo de provecho a la situación al acabar convirtiéndose Miwan en una especie de guía que le orientaba sobre las cosas que le podían interesar. Y así, sin darse cuenta, Zelgadiss acabó olvidándose de gran parte de su tensión y viendo en lo que Miwan se había convertido, aunque su ayuda eventual de poco sirvió al no encontrar nada en la biblioteca que pudiera servirle para su especial condición.
En cambio, mientras todo esto ocurría, Naga se limitó a matar su tiempo deambulando por los pasillos y jardines absorta en sus propias y depresivas inquietudes que la habían invadido desde el momento que supo que esa noche se quedaría en palacio. Su interés por la Magia Blanca era puramente tangencial, y aunque conocía bien sus aplicaciones, ella no le veía futuro. Ella buscaba algo más grande y mejor, no conjurillos para reparar objetos haciendo que volviesen a su condición del pasado, o librar de los efectos de una borrachera a un lamentable viejo maleducado. Ella buscaba algo que estuviese a la medida de lo que ella era, y ese reino de sacerdotisas de pacotilla, donde incluso los hombres que allí había la miraban con la admiración que ella merecía, no tenía nada que fuese de su interés, sino al contrario, le influían un poderoso deseo de huir de allí. De esa forma fueron transcurriendo las horas hasta que finalmente anocheció y ambos magos se dirigieron a sus habitaciones donde Miwan les había mandado poner la cena.
Cuando ambos hechiceros llegaron a sus aposentos, ya era de noche. Los dos se dirigieron a una habitación distinta y allí se despojaron de sus capas y armas, de forma que el aspecto anodino de las ropas de Zelgadiss se hizo aún más evidente mientras que el portentoso físico de Naga se hizo mucho más notorio. Finalmente ambos volvieron a aparecer en el saloncito donde les aguardaba Miwan tomándose una taza de una infusión tranquilizante, (manzanilla, por lo que Zelgadiss alcanzó a percibir con su olfato) frente a los platos de comida que había para ellos. La quimera se sentó enfrente suyo y se sirvió un plato de consomé de pollo que resultaba gratamente reconfortante ante las reinantes bajas temperaturas de la noche invernal; seguidamente apareció Naga y repitió la operación de forma mecánica y sin decir nada.
- Siento que no hayáis podido cenar conmigo... –se disculpó Miwan- ...pero mi madre no estaba dispuesta a aceptaros en la mesa y hasta ahora no he podido dispensaros esta cena. Lo entiendes, ¿verdad, Zelgadiss? -
- No te preocupes por eso, Miwan –contestó la quimera de forma grave sin dejar de comer con tranquilidad- Es mejor así. Además, prefiero comer tranquilo; tener discusiones en la mesa me da dolor de estómago.-
- ...Sí; tienes razón. –concluyó Miwan tras una pausa.
Naga comía lentamente y con desgana, algo inusual en ella y que Zelgadiss no pasó por alto; finalmente la hechicera levantó la vista y se dirigió a Miwan.
- Alteza... ¿podríais hacer que trajesen algo más de vino? –preguntó dejando la jarra de un golpe sobre la mesa.
Miwan la miró desorientado unos instantes, ya que con lo que había en esa jarra era suficiente para los dos y esa mujer se la había bebido ella sola de un tirón. Iba a replicar pero la mirada imperiosa de Naga le hizo cambiar de idea, así que accionó un llamador y al instante se presentó una servicial criada a la que Miwan ordenó traer más bebida. Zelgadiss observó todo en silencio hasta que Miwan atrajo de nuevo su atención.
- Zelgadiss... Aún no me has dicho qué es lo que te ha traído de nuevo por Femenil... –dijo en tono casual. El hechicero le miró gravemente y le contestó en ese mismo tono.
- Los dos estamos aquí por el mismo motivo que la última vez. Vamos en busca de la Biblia Cleir.-
- ...Por lo que veo a vosotros los magos os deben interesar mucho ese tipo de cosas. –comentó Miwan.- Mi reino era peligroso para los hombres y si tú y tus amigas os disfrazasteis para poder entrar... Y aunque ya no sea lo mismo, ahora vuelves a correr otro riesgo viniendo hasta aquí; imagino que debe ser algo de mucho valor para ti. –opinó el príncipe.
Naga había levantado la vista de la comida atraída por aquellos comentarios; ahora no había duda de que Zelgadiss ya había estado allí antes... ¿acompañado por un montón de amigas suyas?¿Pero no era una sacerdotisa quien viajaba con él?¿Y ahora resulta que viajaba con más? Sin embargo Miwan desmintió aquella idea.
- Por cierto, " Serpiente Blanca"...no recuerdo que tú estuvieses aquí la vez anterior con el resto de ese grupo de mujeres... –señaló- Bueno, de hombres... al final todos os quitasteis los disfraces y resultasteis ser hombres.-
- No todos, Miwan... –señaló la quimera- Algunos sí eran mujeres.-
- Si... pero seguro que esa chica pelirroja que te estranguló cuando estuvimos hablando en los jardines, era un hombre... ¡Qué bruta era! –exclamó y Zelgadiss se echó a reír, algo extraño en él.
- No, Miwan. Era una chica... –rió.
Aquella frugal conversación había atraído momentáneamente la atención de Naga; ahora ya estaba más claro lo que había ocurrido. Su compañero y unos amigos suyos se introdujeron en Femenil con la intención de buscar la Biblia Cleir y en el último momento se descubrió que eran hombres... y por lo visto Zelgadiss tuvo algo que ver en que se descubriese que Miwan también lo era. Era asombros, pero el causante del cambio político de Femenil no era otro que Zelgadiss. Pero ¿cómo, ¿y qué era aquello de la chicazo pelirroja? ¿no era una sacerdotisa de Seillon quien le acompañaba? ¿O es que la chicazo pelirroja era la sacerdotisa?. En ese momento entró la sirvienta en la sala con más recipientes llenos de bebidas alcohólicas y eso volvió a distraer la atención de Naga que se abalanzó sobre ellas ansiosamente. Por entonces la conversación ya había cambiado de rumbo.
- ...Femenil ha cambiado bastante desde que tú y tus amigas estuvisteis aquí. –explicaba el príncipe- Mi madre no tuvo más remedio que aceptar que yo no podía convertirme en una sacerdotisa de ninguna manera... aunque en Femenil la mitad de la población son muy buenas sacerdotisas.-
- Entonces, ¿por qué quería tu madre convertirte en una sacerdotisa a toda costa? -preguntó Zelgadiss con curiosidad; ese era un detalle que nunca llegó a comprender del todo, y más cuando estaba claro que la reina de Femenil sabía perfectamente que su hijo nunca podría convertirse en lo que ella deseaba. Miwan suspiró.
- ...Supongo que en el fondo quería que Femenil se convirtiera en un segundo Seillon. –explicó y Naga pegó un bote al oír aquello de modo que se giró hacia el príncipe quien no se percató de su brusca reacción. – Seillon es la capital de la Magia Blanca a este lado de la barrera y allí la mitad de la población practica sus artes... y en Femenil ocurre lo mismo, con la diferencia de que todos los miembros de la familia real no lo hacen. -
- ¿ Q... qué quieres decir? –preguntó Naga con sumo interés dejando a un lado la jarra de vino.
- En Seillon todos los miembros de la familia real tienen alguna clase de conocimiento de Magia Blanca por pequeño que sea... –explicó Miwan volviéndose hacia Naga- Aunque por lo que he oído decir solo la menor de sus princesas sí posee conocimientos importantes de magia... Por lo visto incluso de Magia Negra, algo que es difícil para una sacerdotisa y que en Seillon casi se considera como un crimen. El único que no practica ningún tipo de magia es el actual regente de la casa real, el Príncipe Phillionel.–explicó.
Zelgadiss
escuchó el comentario izando una ceja, mientras que Naga lo
hizo estupefacta por lo que eso significaba; era incapaz de hacerse a
la idea de que Amelia se hubiese convertido en alguien con todos esos
conocimientos de magia porque si bien era cierto que al final fue
ella la que acabó siendo entrenada para convertirse en
sacerdotisa en vez de la misma Naga que se dedicó a aprender
Magia Astral y Negra por su cuenta, Amelia nunca había llegado
a su nivel. Ciertamente Amelia había demostrado tener talento
para la magia, pero no para ningún campo en concreto de ella,
y aunque los sacerdotes de la corte la habían entrenado en
Magia Blanca para que en el futuro se convirtiera en sacerdotisa de
Ceephid, había sido la propia Naga quien se había
esforzado en enseñarle Magia astral. Pero Amelia resultó
incapaz de aprender algún que otro conjuro realmente ofensivo
y cuando vio por última vez su hermanita era totalmente
incapaz de conjurar algo tan sencillo como la "Bola de Fuego", de
hecho, ella misma se desesperaban por hacerla comprender el principio
del "La-Tilt"... Pese a todo eso, ahora Miwan estaba diciendo que
incluso podía usar la Magia Negra. Algo debía haber
pasado durante sus años de ausencia.
Ajeno
a los pensamientos de Naga, Miwan siguió
explicándose:
- Lo que en realidad quería mi madre es que la casa real y el propio Femenil acabasen siendo igual que Seillon, incluyendo el hecho de que su príncipe fuese una princesa y sacerdotisa a la vez. -
- ¡Cht! ¡Qué estupidez! –respondió Zelgadiss ácidamente.
- ¡Por supuesto que sí! –exclamó Miwan con vehemencia - ¡Por eso yo me negaba a vivir convirtiendo me en esa fantasía de mi madre!... Además; por lo que he podido saber la casa real de Seillon es una de las más divididas de todas... –comenzó a decir y Naga le miró interrogativamente sin soltar otra botella que había empezado- Ya ha habido varias desapariciones, empezando por la primera de sus princesas y uno de los príncipes hermanos del rey Phillionel que se especula que esta muerto. Y también hay varias muertes y asesinatos, como la de la Princesa Consorte Rydia () y otro de los príncipes sucesores al trono... –comenzó a enumerar implacable- ...Es más: se dice que todo eso ha sobre afectado a la menor de su princesas que se ha convertido en una chalada del bien y la justicia, y que por eso practica la Magia Negra aunque sea una sacerdotisa. –hizo una pausa- Puede que Seillon sea el reino más poderoso a este lado de la barrera, pero la verdad es que por nada del mundo me gustaría que Femenil y mi familia fuesen como allí.-
Zelgadiss se encogió de hombros.
- Creo que exageras un poco. La Corte de Seillon puede ser un nido de conspiraciones, pero no es mucho peor que las de otros reinos... Todo eso no son más que luchas por el poder. A los gobernantes les gusta entretenerse con esas cosas y más cuando el premio es algo como el reino de Seillon. –señaló cínicamente- Incluso pactar con los demonios es algo habitual en ese tipo de disputas. Hay mucha gente que lo hace, claro que al final acaba pagando por ello, sean reyes o no. Te recuerdo el caso histórico del reino de Lethidius hace 500 años... Todo un país aniquilado para que su rey consiguiera la inmortalidad.-
Aquella cruda descripción de la realidad fue demasiado para Naga; por mucho que Zelgadiss le quitara importancia, todo lo que Miwan había dicho era cierto, la casa real de Seillon era una trampa mortal para sus miembros, tanto que incluso se había hecho eco de ello en un reino tan minúsculo e insignificante como Femenil. Sus ojos se volvieron vidriosos y siguió bebiendo ávidamente de la botella que aún tenía en las manos hasta que la apuró completamente; al soltarla sus mejillas ya se habían sonrojado y había comenzado a hipar, aún así cogió otras dos botellas más y vació sus contenidos mezclándolos en una jarra ya vacía con una mezcla de deleite y ansiedad.
Miwan la observó cohibido por su comportamiento, Naga parecía resuelta a querer emborracharse; sin embargo Zelgadiss ignoró ese comportamiento al seguir charlando con Miwan.
- ¿Quieres decir que ahora todo el mundo esta en disposición de pactar con demonios, incluso los miembros de la Corona de Seillon? –preguntó escandalizado.
- Por supuesto. –confirmó la quimera con tranquilidad- Los poderosos siempre quieren tener y tener más poder sin llegar a valorar en ningún momento lo que tienen y por qué lo tienen. Pactar con los demonios puede proporcionarlo de una manera más rápida y que coloca a la persona que lo utilice por encima de sus posibles adversarios, no hay ningún problema para que eso ocurra. –hizo una pausa- En realidad es un círculo vicioso: los demonios se alimentan de la energía negativa que desprenden los humanos, y estos a su vez, se envilecen al recurrir demasiado a los poderes que otorgan los demonios... Cualquier rey que base su poder en el que le otorga un demonio, acabará siendo malvado aunque en principio sus intenciones sean buenas.-contestó con tremendo conocimiento de causa, y a continuación suspiró.- No te sorprendas demasiado de cualquier persona aparentemente normal que inmediatamente, y sin ninguna explicación, alcanza un gran poder. Seguramente no haya nada limpio en ello.- concluyó Zelgadiss casi como si estuviera hablando para sí.
Miwan
escuchó a la quimera totalmente asombrado por la cruda
realidad que acababa de describir Zelgadiss, cuando una idea cruzó
su mente.
-¿Piensas que eso puede tener algo que ver en que
el Reino de Ruvinagardo se haya convertido en el Ducado de
Kaalmart? He oído decir que incluso
el rey de Dills está preparando un ejército de
quimeras...-preguntó incisivamente el príncipe de ojos
miel, pero fue Naga, quien ya había consumido todo lo que
había vertido en la jarra, la que contestó furiosa y
sin dejar de hipar a lo que había dicho su
compañero.
- ¡¡Eso es mentira... hip.! –gritó con vehemencia abalanzándose sobre la mesa- ¡¡Y te voy a decir por qué... hip. ! –se señaló a sí misma- ¡¡Yo soy la hechicera negra más... hip... más poderosa del mundo... hip... y no me he envilecido!... ¡¡Y además... hip... yo también tengo sangre real y no uso mi poder... hip... de esa forma! –reveló totalmente ida.
Miwan y Zelgadiss la observaron asombrados por lo que acababa de decir: era evidente que Naga no había dejado de beber, se había emborrachado por completo y había empezado a decir tonterías. El príncipe se giró hacia la quimera con aire de preocupación.
- ¡...Zelgadiss! –rogó.
Sin decir una palabra, el mago-quimera se incorporó y extendió el brazo para apoyar la mano sobre la frente de la emborrachada Naga quien observó el gesto con los ojos vidriosos y las mejillas enrojecidas sin comprender lo que ocurría.
- Duérmete... –ordenó.
En un instante Naga se desplomó sobre la mesa totalmente dormida y haciendo saltar los vasos y cubiertos estrepitosamente en todas direcciones. Zelgadiss la contempló fijamente mientras que Miwan observaba perplejo todo lo ocurrido.
- He hecho que se duerma. –explicó la quimera con naturalidad sin dejar de mirar a la durmiente Naga- Ayúdame a llevarla a su habitación.- ordenó.
-¿Eh?... ¡Si, claro...! –exclamó el estupefacto Miwan confundido por recibir una orden.
De esa forma el príncipe agarró a la hechicera por los pies mientras que la quimera hacia lo mismo sujetándola por las axilas; entre los dos y la gran fuerza de Zelgadiss, Naga no resultaba especialmente pesada, pero su estado y altura hacían que fuese difícil de desplazar. Finalmente la hechicera acabó tendida sobre la cama de su habitación cubierta por las mantas y roncando a causa de los efectos de la borrachera. Zelgadiss se volvió hacia Miwan:
- Será mejor que te vayas a dormir ya, Miwan. Es tarde. –aconsejó. -
El príncipe miró confundido a la quimera y finalmente asintió con la cabeza. -¿Puedo hacer algo por ti y por ella de todas formas?- preguntó Miwan con suavidad. Zelgadiss suspiró un tanto inseguro sobre qué responder.
- No por mí, ya has hecho suficiente. Pero sí
me gustaría que hicieras algo por ella.- anunció y
Miwan le miró con curiosidad.- Mañana haz llamar a una
sacerdotisa para despertarla y librarla del efecto del vino.- la
quimera agachó la cabeza.- De lo contrario estará
durmiendo un día entero, y debe estar serena para cuando nos
vayamos. Yo no domino ese tipo de magia.-
Miwan intercambió
miradas de curiosidad entre Zelgadiss y el yaciente cuerpo de
Naga.
-De acuerdo, pero ¿por qué no lo hacemos ahora?-
Zelgadiss le dirigió una mirada de soslayo y
contestó de forma tajante:
-Porque
se habría desmayado igual con la borrachera. Es lo único
que buscaba.- Ante semejante respuesta, Miwan solo alcanzó a
hacer una pregunta con un hilo de voz...
-¿Quién es ella?-
-Tan solo mi socia.- contestó Zelgadiss lacónicamente. Miwan comprendió inmediatamente la situación, así que se despidió brevemente de Zelgadiss y abandonó la habitación en silencio.
Zelgadiss le observó marcharse con frialdad hasta que
finalmente apagó las lámparas de aceite y con sus dedos
de piedra. Al hacerlo dirigió una mirada de soslayo a Naga;
pese a que estaba cubierta con las mantas, su voluptuoso cuerpo era
bastante apreciable. Zelgadiss sabía que muchos hombres
encontraban el cuerpo de Naga realmente deseable; solo su poder de
hechicera y su, por llamarlo de alguna forma, desquiciada
personalidad que se manifestaba en forma de estruendosas carcajadas,
mantenían a raya al género masculino. Pero eso no
habría evitado que en su estado actual nadie no se habría
aprovechado de ello, él sabía que gente como Dergia e
incluso su doble quimera, Rangus Mac Star, lo habrían hecho.
Zelgadiss no lo haría, Ródimas se habría
preocupado bien de enseñarle a conservar su dignidad, pero
seguía encontrando irritante el parecido entre Naga con el de
Amelia; pese a todo solo dejaría que Naga durmiese víctima
de su hechizo y de la borrachera hasta el día siguiente.
Dejando soltar un largo suspiro, se dirigió hacia el
aparador del saloncito tras sacar una púa de acero con la que
trasteó en la cerradura para abrirla; una vez que lo hubo
conseguido, cogió una guitarra que había allí
dentro y se sentó junto a una ventana donde empezó a
tañir las empolvadas cuerdas del instrumento al principio con
temor, como si tuviese miedo de sentir el instrumento, pero luego
tocó las sonoras cuerdas emitiendo una melancólica
melodía reflejo de sus pensamientos y de la mortecina luz de
la luna creciente y las estrellas del firmamento que penetraba a
través de la ventana.
Allí no había nadie que pudiera escucharle y Zelgadiss tampoco pretendía que así fuera; tan pocas eran las ocasiones que tenía de poder tocar una guitarra y tan difícil le resultaba de hacer con sus manos de piedra que prefería disfrutar de esos momentos completamente a solas. Es cierto que Naga estaba en la habitación contigua, pero ella no se enteraría de nada a causa de su borrachera y el hechizo que le había aplicado, dormiría hasta el día siguiente si él se lo permitía y como si nada hubiese pasado esa noche. Pero no, no era así, las tristes y melancólicas notas que Zel desprendía de las cuerdas del instrumento eran un reflejo de lo ocurrido: Naga siempre bebía mucho en cuanto tenía la oportunidad y eso era algo que él había presenciado con indiferencia, pero aquella noche se había emborrachado a propósito, era como si quisiera olvidar o ignorar algo, algo que por primera vez hizo que Zelgadiss se empezara a plantear cuál era la realidad sobre su socia y compañera de viaje; Miwan había hecho una muy buena pregunta. Hasta entonces siempre había pensado en ella como en una hechicera más, de las muchas que había en el interior de la Barrera, con sus propias particularidades como la de su profundo orgullo y avaricia, su búsqueda de poder para superar a Lina... o su irritante parecido físico (e incluso psicológico en algunas cosas) con Amelia, y que Zel, por más que lo intentase, no podía obviar. La pregunta de Miwan asaltaba su mente a medida que tocaba la guitarra: ¿quién es realmente Naga? Lo único que se imaginaba es que Lina y ella ya se conocían, y que debía de tener alguna procedencia importante. Pero, ¿acaso era cierto eso que había dicho sobre que tenía sangre azul? ¿Tendría que ver con el Reino de Ruvinagardo y su actual cambio de dirigente? Zelgadiss había estado bastante tiempo fuera durante la caída de la Barrera, y aunque no estuviese muy al tanto de los cambios políticos de los reinos del interior, podría ser que pasaran algunas cosas importantes.
Sin embargo para la quimera aquella no era la única duda que ocupaba su mente, había otra cosa: Miwan. Zelgadiss sabía perfectamente que cuando aquel príncipe se hacía pasar por una chica y él le conoció, había conseguido despertar en él una fuerte atracción, algo para lo que la quimera se consideraba cuanto menos, incapacitado... Incapacitado para amar por ser ese monstruo asesino que todos temían, en su estado Zelgadiss no deseaba ser capaz de algo así, y tampoco de darlo. Pero ese había sido el verdadero motivo del cambio de Femenil, la atracción que sintió el Guerrero Oscuro por una princesita.. hasta que descubrió que en realidad era un hombre. Pensar en eso le llenaba de una profunda sensación de ridículo y malestar, algo para lo que Zelgadiss era especialmente humillante, pero que también le sorprendía: ¿por qué motivo se fijó –independientemente de no saber que era un hombre- en Miwan? Él era una quimera, un monstruo creado especialmente para la lucha y la destrucción sin piedad, una criatura compuesta por una parte de demonio y otra de golem que le incapacitaban para sentir y comportarse como un humano tal y como había hecho durante años. Entonces, ¿cuál era el motivo de aquella fuerte y momentánea debilidad? Posiblemente se debiera a su parte humana (y masculina) la que despertó ese sentimiento en él... Un sentimiento de pura lujuria, pues no podía ser otra cosa... ¿Lujuria? ¿seguro que era eso? No.. puede que no: era reconfortante pensar que aún era capaz de algo así, de que su parte humana podía dominar sobre las restantes (después de todo cuando Rezo le sometió a esa metamorfosis, él era un chico humano al que le fueron añadidos aquellos "elementos"); pero el verdadero motivo era... Bueno, es cierto que como chica Miwan era muy guapa con aquella larga melena y sus ojos dorados: sin duda la atracción física debió ser una parte importante en aquel momento, después de todo. Pero Miwan era sobretodo, encantadora... incluso como chico lo era, tenía que admitirlo. Ese era el motivo: durante el tiempo que pasó con "ella", Zelgadiss se olvidó por completo de que era un monstruo, aquella "muchacha" le trató como a su igual y se apoyó confiando en él : Zel la quiso porque pese a todo lo que él era, se sintió querido por ella.
La quimera dejó de tocar un instante sorprendido por aquella idea: quería a aquellos que le querían y que se lo demostraban... Bueno, tampoco había que exagerar, posiblemente fuera así en parte; después de todo siempre le habían dolido todos los crímenes que se vio obligado a cometer, aunque esas personas no tuviesen nada que ver con él y muchas veces recordaba la horrible muerte de Ródimas y Zorlf a manos de Ojo de Rubí con tristeza. Sí, aquella idea le hizo recordar al resto del grupo, posiblemente las personas que más le importaban en ese momento: quería mucho a Lina, la tenía mucha estima... como amiga, claro está; partiendo de la base de que en principio estaba imposibilitado para poder amar, y aunque así fuera, lo cierto es que Lina era una "vacaburra"y que cualquiera que se le acercase demasiado, se arriesgaba a sufrir palizas de continuo... No había mas que ver a Gaury, y eso que se supone que los dos están enamorados; y eso sin mencionar que Lina y él no compartían en absoluto ningún gusto ni afición, e incluso su forma de actuar eran totalmente opuestas. Con Gaury ocurría algo similar: desde la muerte de Ródimas y Zorlf, él era su mejor amigo, alguien que le trataba con total naturalidad y con el que su único problema era su ausencia de raciocinio; Zelgadiss también admitía la portentosa habilidad de Gaury con la espada, y en alguna ocasión llegó a preguntarse cuán diferente habría sido su vida si hubiese conocido a alguien como él antes de que Rezo le hubiese maldecido... Pero fue al pensar en Amelia cuando dio un bote, e instintivamente, dirigió su mirada a la pulsera que llevaba puesta mientras sus mejillas se teñían de rubor: ella también había conseguido despertar la pasión en él, pero... ¿cómo, ¿por lujuria y atracción física? ¿o de la misma forma que Miwan.? Zelgadiss no se atrevía ni a pensarlo; la sola idea de que aquella también princesita se había hecho un hueco en su corazón era algo absolutamente desconcertante y que a pesar de sus esfuerzos, no podía ignorar, como le demostraba incluso la presencia de la propia Naga.
No obstante tenía que reconocer una cosa: después de los acontecimientos de aquel día, su opinión sobre Miwan había cambiado; ya no era solo aquel chico-chica por quien se tan vergonzosamente sintió atraído aquel día, sino que se había convertido en un amigo al que podría recurrir sin problemas. Pestañeó sorprendido y reconfortado por aquella idea; de alguna forma regresar de nuevo a Femenil, le había hecho superar un profundo bache de su vida y encontrar un nuevo amigo; tal vez el destino le había dictado que debía volver algún día para superar aquella metedura de pata.
Se inclinó de nuevo sobre la guitarra y comenzó una nueva melodía, esta vez más alegre y animada.
Lejos de allí, alrededor de una fogata encendida en el claro de un bosque de abetos, Gaury, Lina y su hermana Luna cenaban y aguantaban el frío como buenamente podían. La hechicera pelirroja se abrigó con su capa sin dejar de temblar y soltar maldiciones con un abundante y florido vocabulario.
-¡¡BRRRR! ¡Qué frío! –se quejaba- ¡Lo odio! ¡¡Odio tener hambre y odio tener frío!... ¡¡Y no os quiero decir cuando se me juntan las dos cosas.!-
- ¡Vamos, Lina... ! –le dijo Gaury- ¡Tampoco es para tanto! Por lo menos tenemos algo de cecina que comer... -
Lina se volvió furiosa hacia el rubio espadachín.
- ¡¡Por supuesto que tenemos algo que comer! ¡¡Un montón de carne congelada y reseca! –le espetó- ¡¡Ni siquiera podría servir para suelas de zapato... OUCH ! -
Como de costumbre Luna le había soltado un capón a su hermana.
- No te quejes tanto y come... Es lo único que hay, así que aguántate. –
- ¿¡Lo único que hay? –exclamó asustada, no tanto por la reacción de Luna sino por la expectativa de tener que comer algo así- ¿¡Y cuánto tiempo vamos a tener que estar comiendo esta porquería?-
- En una semana llegaremos a Vezendy, así que si no paramos en ninguna posada, calcula... –le aclaró su hermana con cinismo y Lina se derrumbó con la mandíbula desencajada.
Al final Lina no tuvo más remedio que resignarse, como venía siendo la norma desde que se reunió con su hermana, y acabó comiéndose la tiesa cecina con total desgana sin dejar de vigilar a Luna con disimulo atenta a cualquier señal que le indicase que la iba a golpear de nuevo sea cual fuere la causa. La verdad es que ahora su hermana tenía un aspecto extraño vestida con con el uniforme de camarera con el que ella estaba acostumbrada a verla, pero guardado bajo las ropas de viaje; a excepción del gorro reglamentario, seguía llevando la misma falda de volantes y el ajustado corpiño de siempre. Pero ese conjunto era roto por una pesada capa de lana teñida de negro y unas botas altas de fieltro aptas para caminar por terrenos fríos y escarpados; lo único que rompía esa inocente apariencia era la pesada espada bastarda que llevaba colgada al cinto y que solo ella era capaz de manejar como secretamente bien sabía Lina. En su conjunto Luna parecía una simple moza de viaje por los caminos mientras que las vistosas ropas de color rosa de Lina resultaban incluso demasiado visibles entre la forestal y la escarcha nocturna. Fue entonces cuando echó en falta uno de los detalles que siempre había asociado con su hermana y los años de aprendizaje, y se sorprendió al darse cuenta de que hasta ahora no lo había notado.
- Oye, Luna... ¿y Dergia? –preguntó recordando la afición de Luna por recoger animales abandonados- ¿Qué le ha pasado? -
Luna dio un bote y a continuación, sorprendentemente, la miró desconcertada.
- ¿ M... mi perrito Dergia()? –preguntó en el mismo tono.
Lina asintió con la cabeza.
- Si... aquel perrito lanudo con manchas que tenías cuando me fui hace unos años. –aclaró Lina. Con la de animales que Luna mantenía en su casa, seguro que no sabía a cuál de ellos se refería su hermana pequeña.
Luna la escuchó con los ojos brillantes y expresión triste.
- ¿No te lo había dicho ya? –preguntó con una mezcla de tristeza y desconcierto.
- ¿Decirme el qué? -
- Dergia murió el año pasado atropellado por un carro... -explicó con tristeza.
Lina miró largamente a su hermana comprendiendo sus sentimientos; Luna era una persona que se reservaba mucho sus afectos prefiriendo mantener una apariencia de frialdad y profesionalidad, la única cosa que Luna parecía querer exteriorizar abiertamente era su afecto por toda clase de animal, en especial las mascotas, así que Luna realmente había tenido mucho aprecio por Dergia. Pero a pesar de todo, ambas estaba unidas a su manera y le apenó enterarse de lo ocurrido con el perrito de su hermana; era raro verla en ese estado.
- Lo siento, Luna... -
Gaury miró a una y luego a la otra sin comprender hasta que finalmente sacó su conclusión golpeando la palma de la mano con el puño.
- ¡Ah, ya entiendo! –exclamó- ¡Estáis hablando del hombre-lobo que trabajaba para Zelgadiss, ¿verdad! -
Las hermanas Invers se giraron hacia Gaury con un gotón de sudor recorriéndole la frente.
- ¿Qué estas diciendo, Gaury? -
- Dergia era como se llamaba ese hombre-lobo, ¿ no? –preguntó en un alarde de ataque súbito de memoria, y ambas le golpearon.
Mientras eso ocurría, una figura vestida de terciopelo negro y con un bastón, les contemplaba desde lo alto sin dejar de sonreír. Xeros tenía ahora una misión y por nada del mundo, la iba a abandonar mientras que no se lo ordenase su señora Zellas Metallium.
Al día siguiente, Zelgadiss y su socia Naga se dirigieron hacia la frontera del pequeño país escoltados por el príncipe Miwan y un pequeño séquito de mujeres soldados. Naga, a quien Zelgadiss había hecho despertar gracias a los servicios de las sacerdotisas de Femenil, estaba atontada a causa de la resaca por su borrachera de la noche anterior y no era muy consciente de todo lo que ocurría. En el último momento Zelgadiss juzgó oportuno que Naga se recuperara siguiendo el curso normal de los acontecimientos; ella no aprobaría el haber saber que en determinado momento Zelgadiss la había hecho caer dormida y que tanto él como Miwan sabían algunos de sus "secretos". De esa forma la Serpiente Blanca ni siquiera recordaba qué era lo que había ocurrido exactamente la noche anterior, solo estaba segura de haber estado bebiendo y hablando en compañía de Zelgadiss y Miwan... y una machacona melodía de guitarra que se le había metido en el oído y que no era capaz de olvidar.
-¡Adiós, Sr. Zelgadiss! –se despidió Miwan de la quimera tras estrecharle brevemente en un abrazo- ¡Me ha alegrado mucho volver a verte! –la quimera le respondió con una breve y genuina sonrisa- Sabes que si alguna vez quieres volver por Femenil, aquí estaré esperándote. –
Y de esa forma los hechiceros se despidieron brevemente del príncipe y continuaron su camino: en una semana llegarían a Vezendy y luego puede que a Rikido.
NOTAS:
() El nombre de la madre de Amelia
y esposa de Phill es desconocido, pero yo he usado uno de los más
corrientes en otros fics.
()Kanzaka tenía pensado que en
la última novela de Slayers, cuando Lina volvía por fin
a casa, se encontraba conque su hermana mantenía a Dergia, el
hombre-lobo de la primera novela, como su mascota. Sin embargo aquí
uso la continuidad de la serie y Dergia ya había muerto a
manos de Zorlf.
