Fan fic de " Slayers " by Ameban. Todos los derechos de autor están reservados a Hajime Kanzaka y Rui Araizumi y Tokyo TV, SOFTX; los personajes y el contexto. El argumento y personajes muy secundarios, son míos. Comentarios y opiniones, al final de la obra.
Esta versión es ligeramente distinta a otras que circulan por la red; la historia es la misma pero se encuentra ligeramente actualizada en cuanto al nombre de hechizos y objetos principalmente. Agradezco a QP/Diana y Toshiko la información que me ha facilitado. Ah, y este fic no está relacionado con "25"!
NOTAS DE LA AUTORA: esta es la última versión de la historia. Tras haber tenido acceso a más información y leído las novelas de "Slayers", entre otras cosas, la historia ha sido cambiada sustancialmente en algunos puntos, escenas, y diálogos. Recomiendo volver a leerla.
" El FIN DE UNA LARGA BÚSQUEDA "
Capítulo9. " Vezendy "
Cuando al amanecer Naga y Zelgadiss arribaron por fin a la ciudad de Vezendy tras una larga y pesada semana de viaje después de abandonar Femenil, su objetivo se extendía en medio de una llanura a los pies de las montañas; los inclinados tejados de los edificios de la ciudad aparecían cubiertos de nieve que resplandecían de blanco en medio de las brumas invernales y la creciente luz solar; solo los pintados muros de los edificios ponían una nota de color en medio de la gélida blancura.
Vezendy era una de las ciudades más importantes del hasta hacía poco reino de Ruvigardo, que ahora se había convertido en el Ducado de Kaalmart. Al ser tan importante, lo lógico es que allí se hubiera notado la agitación producida por el cambio de gobierno, pero ese no estaba siendo el caso. Vezendy era una ciudad bastante aburrida, siempre lo había sido y no parecía que hubiese cambiado; la política y economía de Vezendy giraba en torno al comercio y los asuntos terrenales, mientras que la magia, pese a la cercanía del territorio de Kaatart, o tal vez precisamente por eso, estaba relegada a un segundo plano, y encontrar una simple tienda de magia en sus calles era algo difícil. Pese al frío clima, las calles de Vezendy eran un hervidero de comerciantes y gentes de todas clases, un poco como una imitación de Atlas, pero sin llegar al cosmopolitismo de esta y prescindiendo de las asociaciones de hechiceros.
Pese a esa algarabía, como de costumbre Zelgadiss se introdujo den las calles de la ciudad totalmente escondido bajo su capucha, capa y embozo con el fin de ocultar sus monstruosos rasgos al común de los mortales para así evitarse el disgusto de las miradas de recelo y temor por un lado y por otro el de algún destacamento de alguaciles o grupo de caza-recompensas capaz de reconocerle y por tanto suponer un problema para él. Por contra Naga se cubría con su capa a causa del frío, pero sin abandonar la intención de mostrar su físico en ningún momento; el orgullo que Naga sentía hacia su físico (amen de otras cosas también) era tan irracional que la impulsaba a ir medio desnuda en mitad del invierno, pero eso a Zelgadiss no le preocupaba de forma personal, era solo un problema que ella tenía consigo misma.
De esa guisa ambos callejearon por Vezendy, sufriendo algún que otro resbalón a causa de los adoquines mojados por la nieve derretida por la sal esparcida por los venezinos para librarse de aquel manto blanco; hasta que finalmente llegaron a la amplia plaza mayor de forma circular que tenía la ciudad en su centro. Los adoquines del suelo estaban dispuestos para que formaran rosetones, mientras que los edificios colindantes, muchos de ellos dedicados al gobierno y la administración de la ciudad, poseían grandes soportales peraltados para acceder a ellos de forma que la nieve no se colara en su interior; la única excepción era una pequeña fuente empotrada en una pared y coronada por un par de campanas.
Finalmente se detuvieron en la plaza y Naga la contempló con curiosidad.
- ...Así que aquí es donde se encuentran las tablas originales. –comentó- Pero, ¿dónde? ¿Acaso están en esta plaza?-
- ¡No! Se encuentran en algún lugar de aquellas montañas. Al otro lado de la frontera, en territorio de las Montañas de Kattaart Rang, hay una villa llamada Rikkido. Ese es el lugar más cercano a nuestro destino. -contestó Zelgadiss fríamente mientras señalaba la cordillera.
- Entonces, ¿qué estamos haciendo aquí? –preguntó su socia con escepticismo y con clara intención de poner en duda a la quimera.
- Prefiero hacer unas cuantas averiguaciones antes que arriesgarnos a salir a buscarlas. No me fío de lo que pueda haber... -aclaró en el mismo tono- Es algo que solo puedo hacer yo, así que tú espérame en aquel mesón... –concluyó separándose de ella mientras señalaba uno de los establecimientos de la plaza.
-¡Pe... pero! –replicó la desconcertada Naga. Zelgadiss siempre la sacaba dejaba sin palabras al dar esas respuestas tan contundentes a sus replicas.
- Nos reuniremos allí dentro de dos horas. –añadió en un tono que no dejaba lugar a discusión alguna mientras se alejaba de allí.
Naga vio como se iba mientras una fría brisa ondeaba su capa.
Mientras tanto Amelia y Shilfild habían entrado en la ciudad por otra de las puertas de su muralla; la princesa se movía por las calles de Vezendy con la seguridad que le daba conocer la ciudad mientras tiraba del cabestro de su ya agotada montura, y era seguida de cerca por Shilfild que hacía lo mismo con su mulilla. En ese momento había dos cosas que la preocupaban, primera: según todos los indicios su hermana se encontraba allí cerca; y segunda: tenía hambre.
- Conozco un buen mesón en la Plaza Mayor. –le comentó la princesa a Shilfild con su habitual entusiasmo- Cuando lleguemos allí podremos comer caliente y buscar y mi hermana con nuestros los oráculos tranquilamente.-
- Si... - contestó la sacerdotisa con una sonrisa cansada- Ahora que estamos tan cerca, no nos costará mucho esfuerzo dar con ella. –corroboró con una mezcla de alivio y también azorada por la rapidez de Amelia en disponer la orden del día. Lina también lo hacía, pero Amelia había sido educada para gobernar, y en ocasiones como aquella, se le notaba.
Finalmente llegaron a la amplia plaza mayor que, a esas horas de la mañana, se encontraba poblada por mercaderes y trabajadores ocupados en sus quehaceres, mientras que un pequeño número de sacerdotes paseaban por allí. Lo típico de cualquier ciudad, incluso en una como aquella.
- Será mejor que lleve a beber a esa fuente a nuestras monturas... –opinó Amelia.
- ¿A una fuente? –preguntó Shilfild sorprendida.
-¿Qué más da? Ellos tienen sed... –y se las llevó arrastrándolas por los cabestros.
Shilfild suspiró: no era que Amelia estuviese educada para el gobierno, sino que encima estaba bastante influenciada por Lina.
Naga se acercó a la fuente que había en la plaza: no era una construcción especialmente vistosa, tan solo un bañal de cierta profundidad que era regado por un chorro de agua helada surgido a través de un caño empotrado en un diseño con forma de cabeza de león. Lo que realmente le llamó la atención era la increíble cantidad de monedas que brillaban en el fondo de la fuente (quién sabe por qué motivo), algo demasiado tentador para ella. El problema es que la fuente estaba cubierta de gélida escarcha a causa del frío, y por mucho que lo desease, Naga no se llegaba a atrever a meter la mano en medio de aquellas aguas heladoras, y menos a esa profundidad: ya estaba pasando bastante frío ese invierno. Entonces reparó en una inscripción situada junto a la fuente.
- "Quien arroje una moneda a la fuente y tire de la cuerda, verá como cambia su suerte."-leyó.
Entonces se fijó en la soga roja que colgaba a su lado, y sobre esta, las dos grandes campanas colgadas precariamente; no le costó mucho imaginarse lo que podía pasar... y por qué estaban todas esas monedas allí.
- ¡Qué estupidez! –exclamó- ¿¡Quién será tan idiota para caer en una cosa así?-
Sin embargo las monedas del fondo seguían siendo una poderosa atracción que ella no podía ignorar. Empezó a valorar la posibilidad de hacer saltar la fuente... Pero no: posiblemente destruiría las monedas y se buscaría problemas con las autoridades; lo mejor sería meter la mano de golpe.
Se arrimó al bañal indecisa, ¿metía la mano o no la metía? Tal vez lo mejor fuese que se dejara de monsergas y hacer que todo saltara.
En ese momento un caballito blanco y una mulilla torda hundían el hocico en el agua sacudiéndola para apartar la escarcha. Naga dio un bote asustada por la repentina intromisión de las bestias.
- ¡Eh, oiga! –gritó molesta a la sacerdotisa que llevaba los animales- ¡Aparte de la fuente a estos bichos: esto no es un abrevadero!-
- ¡Oh, lo siento! –se disculpó y apartó a las bestias alejándose de la fuente.
Naga gruñó y se dispuso a intentar meter la mano de nuevo en el agua... Cuando dio un soberano respingo y lentamente se giró hacia la sacerdotisa.
Amelia se alejaba del lugar cohibida por su metedura de pata, algo en lo que no había caído pero que Shilfild le había advertido, cuando dio un gran bote, se paró en seco, y se giró lentamente hacia la hechicera que había junto a la fuente.
Ambas estaban frente a frente: la sacerdotisa era una muchacha adolescente de grandes ojos azules y melenita morena vestida con el clásico uniforme de las sacerdotisas blancas de Seillon; mientras que la hechicera era una también hermosa joven de ojos azules y larga melena negra, "vestida" a la manera de las hechiceras, al menos en lo que a su capa, hombreras y abalorios se refiere. Sus identidades estaban claras.
- ¿¡¡Amelia... ? ¿¡¡Eres tú de verdad? -
- ¿¡¡Gracia? ¿¡¡Realmente eres mi hermana Gracia ? -
Era algo increíble, ninguna de las dos se podía creer quién era la persona que tenían ante sí. Amelia estaba totalmente ofuscada por la repentina visón de su hermana mayor justo delante de ella y no se atrevía a avanzar hacia ella con temor a que fuera una ilusión. Mientras tanto Naga, todavía intentando asimilar que aquella sacerdotisa que tenía ante si era hermana pequeña, se preguntaba por otro lado qué hacer, pues no estaba en sus planes de ninguna manera el reencontrarse con su hermanita. Era una duda terrible: darse la vuelta e ignorarla como si nada hubiese pasado, o esperar alguna reacción de su parte. Aquella duda le dolía tanto que todo su orgullo no le servía para nada.
-Gra...Gracia...-balbuceó Amelia como una súplica.
Naga sintió como el nudo de su garganta se hacía mas intenso y sus hombros se sacudían bajo sus hombrearas claveteadas.
Finalmente, los ojos de ambas se volvieron vidriosos por la emoción y ambas corrieron a su encuentro concluyendo en un emotivo y pasional abrazo cargado de risas y lágrimas de alegría.
- ¡¡Amelia... mi pequeña hermanita! –Naga hizo lo que nunca creyó que haría.
- ¡¡Gracia... no puedo creer que estés aquí! –Amelia se alegraba tanto por el encuentro casual de su hermana después de haberla buscado tanto tiempo, como por poder comprobar que Gracia no había huido de ella como lo había hecho de casa
Y así ambas estrecharon su abrazo.
Shilfild había contemplado la escena desde la distancia y se acercó curiosa para enterarse de lo que había pasado: no era normal, incuso para Amelia, que abrazase así a un desconocido. La sacerdotisa vio acercarse a su amiga por el rabillo del ojo, pero hasta el último momento no se separó de su hermana deseosa de permanecer abrazada a ella.
- ¡Shilfild... –comenzó a decir mientras se secaba las lágrimas con los dedos-...la he encontrado! –la sacerdotisa la miró interrogativamente- Esta es Gracia, mi hermana mayor... -
- ¡Cuanto me alegro, Amelia! –exclamó Shilfild un tanto confundida.
Naga las miró confundida; primero a su hermana, por lo que acababa de decir, y luego a Shilfild, por no saber quién era.
- ¿Qué quieres decir, Amelia? –preguntó en tono severo- ¿Y quién es esta chica? -
- ...Ella es mi amiga Shilfild -contestó con naturalidad- ...y me ha ayudado a encontrarte.-
- ¿Qué...?-
- Te llevo buscando mucho tiempo, Gracia.-
Naga frunció el ceño con dureza al comprender que el encuentro con su hermana no había sido tan casual como había pensado y eso le hizo valorar la idea de darse la vuelta y largarse de allí. No quería tener nada que ver con los asuntos de su familia y de la Corona, pero tampoco podía irse de allí dejando atrás a Zelgadiss, así que optó por una solución socorrida.
- Amelia... Vayámonos a aquel mesón de allí y me lo explicas todo mientras esperamos a mi socio .-sugirió señalando el lugar donde había quedado con Zelgadiss. Si conducía a Amelia hacia donde ella quería, podría hacerse la dueña de la situación.
- ¡Estupendo! Es donde íbamos a ir las dos ahora... –exclamó e hizo una pausa- ¿Tu socio?- preguntó.
- Luego te lo explico... -
Y para allá fueron las tres dejando a las caballerías atadas en la puerta.
Las tres chicas se sentaron en el sombrío mesón escogiendo estratégicamente un lugar desde donde se dominaba la entrada y todo el establecimiento; se sentaron en una mesa para cuatro ya que no había de tres y porque Naga esperaba el regreso de "su socio"; y una vez allí, acabaron por pedir un opíparo desayuno debido a que estaban demasiado hambrientas para ponerse a aclarar dudas con el estómago vacío. Así, de inmediato, se lanzaron sobre las viandas que les iban trayendo los camareros dando rienda suelta a su hambruna... incluso Shilfild. No obstante no se produjeron las acostumbradas peleas y Naga no consumió ni una gota de alcohol.
Finalmente, cuando los estómagos ya estuvieron lo bastante llenos, Naga se dirigió a su hermana.
- ¿Qué estas haciendo aquí en Vezendy, Amelia? –preguntó en tono indagador- Me ha parecido entender que has venido buscándome y no creo que hayas venido sola solo porque sí. Tampoco he visto que viniese contigo ninguna delegación de Seillon. -
La princesa asintió con la cabeza sin dejar de masticar.
- ...Me enteré de dónde estabas y fui a buscarte, luego me encontré con Shilfild y ella me ayudó.-
- ¿¡Tú sola? –preguntó estupefacta- ¿¡Así, sin más? –la sorpresa pudo más que la razón inicial.
- Si... he estado viajando de incógnito: no podía perderte la pista.
- ¡¡Vaya! –exclamó realmente asombrada. Le costaba creer que su hermanita se hubiese arriesgado a hacer algo como viajar en solitario solo para encontrarla; la quería mucho, pero... Entonces pensó en preguntarle por qué se había hecho una cosa así, pero algo le dijo que no era el mejor momento. A pesar de eso, había muchas preguntas en el aire. - ¿Y cómo supiste que yo estaría aquí? -
- Yo no sabía que estarías en Vezendy... –contestó sin dejar de comer- Me enteré de que te habías instalado en Sadgria y te he venido siguiendo desde allí.-
- ¿Y quién te dijo que yo vivía en Sadgria? –preguntó Naga muerta de curiosidad.
- Alguien que tú ya conoces... –comenzó a decir y su hermana la miró sin comprender- Zangulus, el espadachín mercenario, y Vulvrum, el hechicero amigo suyo. –aclaró.
- ¡Ah, esos! –exclamó al recordarles con cierto desagrado, y luego hizo una pausa- ¿Y de qué conoces tú a esos dos? –volvió a preguntar cada vez más confundida.
- Bueno, Zangulus es el marido de Martina... -
- ¿Martina, ¿qué Martina? -
- Martina Zoanamer Navratilova... –contestó- ...la princesa de Zoana.-
Naga espurreó la comida.
- ¿¡¡Queeé? ¿¡Zangulus es el marido de esa... esa loca? –exclamó completamente alucinada y su hermana asintió con la cabeza.- ...Y yo preguntándome qué habría sido de esos dos. Esto demuestra una vez más que los tontos siempre acaban juntos, ¡JOJJOJOJJOOJJO!-
- ¿ De qué conoces tú a Martina? –preguntó esta vez Amelia ignorando las risas de su hermana.
- La vi una vez cuando erais pequeñas... –contestó tras callarse- ...y ya entonces estaba algo chiflada.- Al oírla, Shilfild se sorprendió a si misma al pensar que realmente en la familia real de Seillon había nadie que se le pudiera considerar totalmente cuerdo, y Naga, aunque apenas la acababa de conocer, tampoco parecía el mejor ejemplo de persona capacitada para dar veredictos sobre la salud mental de otras personas. especialmente después de haber oído esas risas desquiciadas.
- Eso es cierto... –corroboró Amelia ajena a los pensamientos de Shilfild- ¿Sabías que estuvo trabajando de camarera en este mesón...?-le dijo.
Aclarada aquella cuestión las tres continuaron hablando sobre todo lo ocurrido, pues la curiosidad de Naga pudo sobre sus temores y rencor hacia su familia y con ella misma. Naga no quería estar allí escuchando a su hermana ni a esa otra chica (una sacerdotisa, a juzgar por sus ropajes), pero estaba decididamente atrapada entre varias situaciones, y si huía, las perdería todas. Ajena a su duelo interno, Amelia le contaba a su asombrada hermana los pormenores de su viaje, como su encuentro con Shilfild en Atlas, de su amistad con Martina, los fantasmas a los que habían ayudado a pasar al otro mundo... Y según la iba escuchando, a Naga se le hacía más difícil creerla: para ella su hermanita seguía siendo aquella pequeñaja que había abandonado años atrás en la Corte de Seillon y le resultaba difícil de creer que hubiese hecho un viaje tan largo y duro en solitario... porque era evidente que Shilfild parecía una chica demasiado tímida y cohibida para emprender una empresa como esa. Igualmente Amelia le habló someramente de tal o cual amigo/a que conocía de vete a saber qué circunstancias y con los que ella ya había viajado de incógnito en otras ocasiones. Todo aquello intrigaba profundamente a Naga al ver como el concepto de inmadurez y falta de sensatez que tenía de Amelia se iba desmoronando según hablaba la joven princesa. Era totalmente distinto a cualquier motivo que Naga hubiese adjudicado a su "casual" encuentro.
En definitiva: a pesar de que Amelia ya tenía prácticamente 17 años, algo más de la edad que ella tenía cuando se marchó de palacio, los cambios que hubiese podido sufrir a juicio de su hermana, tendrían que haber sido tan solo físicos... Y sin embargo la muchacha que ahora tenía ante sí no había cambiado gran cosa de aspecto respecto a como ella la recordaba (tan solo había crecido un poco... pero no tanto como se había imaginado); y aparentemente sus cambios eran más bien psicológicos. La hechicera empezó a preguntarse si todo eso, que vagamente recordaba, y que había dicho Miwan sobre el poder que ahora poseía su hermana era cierto, y esa posibilidad le hacía sentirse mal. Amelia también se había ido de palacio, pero sus motivos para hacerlos parecían ser más maduros que los que ella siempre había tenido.
De la misma forma Amelia y Shilfild pudieron comprobar que ahora Naga era, tal y como habían dicho Zangulus y Vulvrum, una hechicera negra... al menos eso revelaba los abalorios y complementos de su escaso atuendo monocromo ya pasado de moda. Y a juicio de Amelia, su hermana no había cambiado gran cosa físicamente a como ella la recordaba, pero psicológicamente parecía haberse independizado demasiado de para lo que había sido educada en un principio. Apenas, si no nada, Gracia tenía ya que ver con la princesa real que Amelia recordaba. Si quería que volviese de nuevo a la Corte, lo iba a tener difícil. Naga solo estaba escuchándola allí por algún motivo en especial, pero no porque quisiera hacerlo.
- ¿Y tú, Gracia? –preguntó Amelia por fin alentada por esa idea- ¿Cómo es que has abandonado Sadgria para venir a Vezendy? Me ha costado mucho dar contigo. - añadió como por casualidad.
- Yo nunca quise que nadie de la familia diese fácilmente conmigo, hermana- contestó Naga en tono tajante sin que Amelia supiese qué contestar a aquello, - Pero la verdad es que mi socio yo hemos venido buscando la Biblia Cleir. –contestó con naturalidad la hechicera ante el estupor de las sacerdotisas.
- ¿¡La Biblia Cleir? –exclamó Amelia demasiado asombrada como para pensar más en la negativa que acababa de darle su hermana- ¿Y para qué la quieres...? -
- Para aprender nuevos hechizos, por supuesto –contestó tranquilamente al tiempo que sacaba pecho,- Quiero convertirme en la hechicera negra más poderosa del mundo. –aclaró.
- ¡Oh, Gracia! –exclamó su hermana con disgusto- ¿Todavía sigues con eso...? -
- Naturalmente... Es mi único objetivo.-contestó como si fuese la cosa más obvia del mundo.-¿Por qué crees que aún estoy aquí?
Amelia suspiró con amargura y Shilfild estrechó su mano bajo la mesa en un reconfortante gesto. Entonces la princesa recordó algo.
- ¿Y tu socio? –preguntó con curiosidad- ¿También está buscando la Biblia Cleir?-
- ...Es lo único que le interesa.- añadió tras asistir con la cabeza.
Las dos sacerdotisas se miraron mutuamente.
- Bueno... Pero si tú la quieres –comenzó a decir Shilfild tímidamente tras su prolongado mutismo-... y a él también le interesa tanto... entonces acabareis enfrentándoos por ella. –opinó.
- No, no creo lo que dices, sacerdotisa... –contestó un tanto sorprendida por la observación de la sacerdotisa- No sé qué te dirá tu oráculo, pero si la queremos es por razones distintas. Nos hemos asociado es para encontrarla más fácilmente; ese hombre habría sido incapaz de conseguirlo sin mi ayuda.-y dicho esto, comenzó a reír a carcajadas.
Amelia suspiró incómoda; la risa de su hermana nunca le había gustado; pero peor lo tenía Shilfild, que si ya pensaba que el comportamiento de Lina era exagerado, ahora estaba desmintiendo aquella idea. La princesa de Seillon había empezado a comprender por qué Gracia y su socio estaban en Vezendy: allí era donde se encontraban las tablas originales. Pero eso no lo aclaraba todo; debía saber más, esa parecía la única razón por la que Naga había ido hasta allí y aún seguía con ellas.
- ¿Y entonces, para qué la quiere? –preguntó con curiosidad.
- En realidad solo quiere averiguar un hechizo... -contestó inclinándose hacia atrás y cruzando los brazos en la nuca, de forma que su figura se hacía más notoria-...Es un tipo muy extraño. –las sacerdotisas la miraron confusas- Las dos conocéis a Vulvrum, ¿verdad? –ellas asintieron con la cabeza- ...Pues mi compañero es aún más raro que él.-explicó con tono de autosuficiencia.
- ¿ Ah, si? -
- Si... Además, tiene el cuerpo deforme y eso le molesta. –explicó- Así que cuando lo veáis, no os escandalicéis demasiado. –aconsejó sabedora del escándalo que podía montar su hermana y su cohibida amiga cuando viesen a su "socio". A pesar de lo mucho que Amelia hubiese cambiado, Naga estaba casi segura de que su hermana no estaba familiarizada con las quimeras.
- ¿Más raro que Vulvrum? –preguntó Amelia perpleja corroborando así las sospechas de su hermana,- ¡Vaya, pues cómo tiene que ser! -
- ¡Amelia... no deberías decir eso! - señaló Shilfild.
Naga ignoró el comentario de la sacerdotisa, pero se preguntó qué era lo que Amelia veía raro en Vulvrum, un hechicero que había accedido a que hicieran copias de él sin pedir nada a cambio. Las copias que de ella pululaban por alguna parte gracias a Diol, el hechicero chiflado de las quimeras, habían sido hechas a traición y Naga era la única autorizada a explotar su propia imagen. Para ella Vulvrum solo era un idiota que dejó que se aprovecharan de él, y encima gratis.
Mientras tanto Zelgadiss, puntual a
su cita, había vuelto a la plaza y se encaminó hacia el
mesón aun cubierto con la capucha y el embozo; entonces reparó
en un caballito blanco de ricos arreos atado junto a una mula torda
en la entrada del local: ¿ qué clase de noble o rico
hacendado habría entrado en aquel lugar? Los ricos
comerciantes sellan negocios en el interior de igualmente ricos
despachos o templos, pero no en bares de baja categoría.
Se
encogió de hombros y entró en el establecimiento
bajándose la capucha de la cabeza confiando en que la
oscuridad del local ocultase al menos ese rasgo suyo.
- Cuando venga diremos que sois amigas mías... -planeó Naga un tanto satisfecha consigo misma por haber conseguido tener el control de la situación- No es necesario que conozca nuestras identidades. –las dos asintieron con la cabeza- A propósito... por ahí viene. –anunció mirando a la entrada.
Y efectivamente, en ese momento Zelgadiss entraba en el mesón buscando a Naga con la mirada...
Sin embargo Shilfild y Amelia no vieron al socio de Naga, sino a alguien que hacía tiempo que no veían, y para completo asombro de Naga, Amelia se levantó de un salto al verlo con una expresión de tremenda alegría en el rostro y salió corriendo al encuentro de la quimera, que no se dio cuenta de su presencia hasta que no estuvo literalmente encima suyo.
- ¡¡Zelgadiss! –exclamó abrazándose a su cuello de forma que pudo notar su pétrea dureza y su característico olor a piedra; él no pudo llegar a hacer algo por evitar el abrazo- ¡¡ Qué alegría!-
- ¿¡¡Amelia...? –exclamó completamente asombrado al verla aparecer así de repente colgada de sí- ¡¡ Pe... pero, ¿ qué haces tú aquí! –preguntó logrando separarla de él entre avergonzado y molesto por aquella muestra de afecto que casi le hizo caer de culo.
- ¡¡Cuánto me alegro de volver a verte, Zel! –continuó diciendo entusiasmada la princesa- ¡Primero encuentro a mi hermana... y luego a ti! ¡Es estupendo!-
- ¿¡Qu... qué dices? ¿¡Tu hermana, ¿De qué hablas, ¿Qué haces aquí?-
Naga observaba la escena con los ojos como platos y la mandíbula colgando sobre la mesa, mientras que Shilfild intentaba aclararse de alguna forma.
- Si, mi hermana mayor... –contestó con una sonrisa a la desconcertada quimera- Estamos sentadas allí al fondo... - le explicó señalando la mesa correspondiente.
Pero lo que Zelgadiss veía era a Shilfild sentada con Naga en la misma mesa; la presencia de la primera tenía explicación, pero la cara de Naga estaba desencajada de puro asombro.
- Ven... te la voy a presentar. –y diciendo esto, le agarró por la muñeca y lo arrastró hasta allí.
- ¡Pe... pero Amelia... ! –protestó sin éxito.
Naga miró a su hermana y luego a Zelgadiss intentando recomponer la compostura y haciendo esfuerzos por aclararse.
- ¿¡Qué significa todo esto, Zelgadiss? –preguntó entre confusa e indignada- ¿¡De qué conoces tú a mi hermana Amelia?-
La quimera dio un bote y Amelia le miró interrogativamente.
- ¿¡T... tu hermana? –farfulló aún más desconcertado a través del embozo de su cara que amenazaba con escurrirse de allí peligrosamente.
- ¿Cómo, ¿De qué conoces tú a mi hermana mayor, Zel? –preguntó esta vez Amelia al ver que aparentemente ambos ya se conocían.
Si no tuviese el rostro cubierto, ahora todas habrían podido ver que el que tenía cara de poema era Zelgadiss.
- Eso mismo te podría preguntar yo a ti, Amelia. –sugirió Naga.
- Zel y yo somos amigos desde hace años... –contestó Amelia con tranquilidad.
- ¿¡Queeé...? –exclamó Naga, y luego se volvió hacia la quimera.
- ¿¡Vos... vosotras sois hermanas? –preguntó alucinado y las dos asintieron con la cabeza aún aturdidas- ¡¡Por Cephied: esto es una pesadilla...! –farfulló desplomándose sobre la silla aún a riesgo de hacerla trizas.
Para los tres aquello fue algo muy duro
de tragar y digerir: por un lado Naga (o sea, Gracia) no podía
aceptar que su hermanita fuese amiga del rarito de Zelgadiss... y que
le tuviese tanto afecto como para abrazarlo de esa forma, exagerada
incluso en ella. Por otro Amelia no podía hacerse a la idea de
que, casualidades de la vida, su hermana y su mejor amigo se
asociasen y hubiesen estado viajando juntos tanto tiempo sin ni
siquiera imaginarse que ella era un nexo entre ambos. Y finalmente
Zelgadiss no podía aceptar que Amelia fuese la hermana pequeña
de Naga ¡Era imposible!... ¡No, al contrario: ¡
todos los detalles de Naga que tanto le turbaban poseían ahora
una diabólica lógica que lo explicaba todo! La quimera
se sentía cada vez peor por todos los aspectos de lo sucedido:
había estado viajando junto a una loca que resultaba ser la
primera princesa de Seillon, a diario veía la clave para
descubrir ese hecho, y él, sin enterarse. ¡Qué
manera de hacer el bobo!
La única que parecía
divertirse con esa situación era Shilfild.
Una vez que el ambiente se hubo calmado lo suficiente tras sufrir la primera y tremenda impresión, los cuatro, sin dejar de comer (aunque Zelgadiss hacía grandes esfuerzos para ocultar su rostro al resto de los clientes del local), empezaron a comprender porqué motivo habían ido a reunirse en el mismo lugar. De esa forma las sacerdotisas confirmaron que, efectivamente, los otros dos estaban allí a causa de la Biblia Cleir, mientras que Zelgadiss supo que su encuentro con Amelia ( y Shilfild ) se debía a que la princesa había salido en busca de su hermana. Le sorprendió, no tanto como a Naga, el hecho de que tomase una decisión como esa, pero no que se le ocurriera así de repente... ya se enteraría más tarde del motivo, de momento estaba contenta con poder seguir con lo suyo sin intercadencias familiares.
Pero fue Amelia la que empezó a preguntar.
- ¿Y de verdad habéis venido a Vezendy por la Biblia Cleir? –preguntó con curiosidad- Pero si Gaarv la destruyo... –señaló mirando a Zel. Naga dio un bote y les miró sin comprender.
- Lo que Gaarv destruyó fue la entrada al desierto de la montaña; allí aún existe ese espacio. –contestó con tranquilidad.- Lo acabo de comprobar.-
- ¿Pero y Acqua?; ¿ Crees que te dejará acceder a la Biblia Cleir? –volvió a preguntar incisiva.
- No creo que me niegue ese deseo... Si no, la convenceré de que lo haga.-
Naga miraba alternativamente a uno y a otro sin tener ni idea de lo que estaban hablando.
- Entonces... Si el problema es que no se puede pasar porque ya no hay entrada... –comenzó a decir Shilfild con suavidad-...yo podría abrir una nueva. –los tres la miraron interrogativamente- Conozco el conjuro del "Dragon Slave." –explicó.
- ¿¡Queeé...? –exclamó asombrada Naga- ¿¡Esa sacerdotisa conoce el "Dragon Slave"?- preguntó señalándola con el dedo.
- Si; lo aprendí hace tiempo... –contestó con naturalidad- Como soy una sacerdotisa, me costó mucho trabajo, pero al final lo conseguí. –se llevó las manos a las mejillas mientras soltaba unas risitas tontas- Lo hice por mi Gaury-sama... -
Zelgadiss ignoró el comentario mientras que Amelia suspiraba y Naga se sentía completamente hundida por todo lo que estaba pasando: era la única que no se estaba enterando de nada y ahora resultaba que aquella sacerdotisa tontorrona incluso conocía el "Dragon Slave." ¿Qué estaba pasando allí? ¿Por qué de repente había perdido todo el control sobre la situación?
- No creo que sea una buena idea. –señaló la quimera tras meditar la propuesta unos instantes. Podría saltar la montaña por completo.-
- ¿¡Qué más da eso? –exclamó Amelia poniéndose en pie y dando un golpe en la mesa- ¡Nunca has estado tan cerca de conseguir la Biblia Cleir, Zel!¡ Intentémoslo! -
Zelgadiss la contempló con un gotón de sudor recorriéndole la frente.
- ¡Ameliaaaa...! –amenazó arrastrando el nombre.
Entonces Naga también se incorporó y apoyó la mano sobre el hombro de su hermanita cargándose de resolución para afrontar una situación en la que estaba totalmente perdida pero en la que querían seguir teniendo el control .
- ¡Esta bien, si ya no hay más que hablar, vayamos a buscarla inmediatamente! -
Zelgadiss las miró largamente y finalmente se puso en pie cubriéndose de nuevo la cabeza con la capucha.
- Amelia... Shilfild. –les dijo- Supongo que pretenderéis seguirnos, ¿verdad? –preguntó y ambas se lo confirmaron. -Lo suponía- Zel las miró, suspiró con resignación y se encogió de hombros. –Entonces no se hable más y pongámonos en marcha.-
Una vez que los cuatro hubieron dejado a las monturas en un establo para que se hicieran cargo de ellas, y comprado la suficiente comida, se encaminaron hacia las montañas. Zelgadiss abría la marcha y su actitud revelaba claramente que quería estar solo, cosa que Shilfild agradeció porque no estaba segura sobre cómo tenía que actuar con él; Shilfild había conocido a Zelgadiss durante la batalla contra la Copia de Rezo en Sailarg, y aunque confiaba en él como un compañero de equipo en el caso de tener que pelear, no se sentía igualmente segura en lo personal. Zelgadiss era una persona que vivía en un mundo oscuro y sin alegrías, que se movía en las sombras y miraba a los demás como si nunca viera nada bueno en ellos. Ella no compartía esa visión pesimista del mundo con él, y más aún cuando él la había utilizado sobre ella en un momento muy delicado, y aunque Shilfild comprendía por qué lo había hecho, hubiese preferido que fuese de otra forma. Para ella, Zelgadiss era una persona en la que se podía confiar, pero que tampoco se podía convivir con ella.
Sin embargo Amelia y su hermana parecían no preocuparles demasiado ese aspecto de su compañero quimera y caminaban enfrascadas en una intensa conversación familiar, algo comprensible, pero que visto lo cual, tampoco estaba segura de sí debía unirse a ellas, así que no tuvo más remedio que caminar en solitario tras la quimera.
Mientras tanto Amelia le hablaba a su hermana del lugar a donde se dirigían: sin entrar en detalles, básicamente le contó que las tablas originales se hallaban en un espacio encerrado en el interior de esa cordillera, y que estas se extendían en forma de monolitos a lo largo de kilómetros de desierto, a lo que añadió que, para poder leerlas, se necesitaba el beneplácito del espíritu de Acqua-Raguradya, la Reina Dragón del Agua. Al enterarse de eso Naga gruñó con disgusto: no se había acordado de lo que le dijo la quimera de que encima tuviese que andar convenciendo espíritus para poder leer la Biblia Cleir.
- No es el único problema... -añadió Amelia- Cuando estuvimos allí, apreció Gaarv, se enfrentó a Acqua... y destruyeron gran parte de las tablas.-
Naga emitió un gemido de angustia. Era descorazonador ver que no solo habría que negociar, sino que encima los Señores de los Mazoku también parecían tener algo que decir al respecto. En su mundo interior, Naga no había acabado a darse cuenta de la importancia de las palabras de Amelia, solo que conseguirlas no sonaba nada fácil.
Más tarde se interesó por el conocimiento de magia de las dos sacerdotisas; Amelia le explicó que, efectivamente, desde que viajaba con sus amigos (entre los que, claro está, se encontraban Zelgadiss y Shilfild ) había aprendido muchas cosas, incluso magia negra... pero que en absoluto conocía el conjuro del "Dragon Slave." Naga quiso saber por qué Shilfild si lo conocía y Amelia le explicó el motivo.
- ¡Esto es extraordinario! –bramó indignada pero sin que la aludida se enterara- ¡Una sacerdotisa que aprende magia negra para buscar novio! -
- Hay que entender a Shilfild... Gaury es lo único que tiene.-
Amelia podría entender lo que decía, y también por qué era así, pero no estaba segura de las razones de porqué su hermana le preguntaba tantas cosas sobre temas como ese sin que se lo hicieran sobre asuntos personales. Simplemente parecía que Gracia estaba aprovechándose de la información que ella de daba.
Finalmente, tras caminar un buen trecho, los cuatro alzaron el vuelo para salvar el último y difícil tramo sin tantos problemas, cosa que habría resultado más fácil si no fuera por los gélidos vientos invernales que surcaban el cielo de las montañas. De esa forma Zelgadiss les guió hasta aterrizar en medio de una estrecha garganta de roca apenas cubierta de nieve pero sin escombros donde se producía cierto efecto de eco. Primero aterrizó él y luego el resto del grupo a su al rededor.
- Aquí es donde se encontraba el templo por el que se accedía al desierto. –explicó apoyando la mano en las rocas- Tendríamos que abrir una entrada a través de estas rocas.-
- ¿Y cómo lo hacemos sin usar el "Dragon Slave"? –preguntó Shilfild con suavidad.
-Lo mejor será hacer saltar las rocas con un hechizo menor. –dedujo mientras se mesaba la barbilla. Se volvió hacia ellas- Amelia... –la llamó.
- ¡Claro; eso es! –exclamó la princesa alzando el puño- ¡Cómo hicimos cuando perseguimos a Giras en la guarida de Vargaarv! -
Zelgadiss asintió con una suave sonrisa que mostró sus colmillos, y juntos, ambos alzaron una mano apuntando a las rocas murmurando un hechizo.
- ¡¡Danm Brass! –gritaron al unísono.
Al momento cientos de saetas de corriente eléctrica se materializaron ante sus manos y centellearon disparadas hacia las rocas estallándolas y reduciéndolas a escombros. Naga les observó trabajar en equipo con curiosidad mientras que Shilfild se volvía para cubrirse; estaba claro que ambos ya habían trabajado antes juntos en más ocasiones, y una leve sospecha se estaba empezando a formar en la mente de la Serpiente.
Sin embargo, cuando la humareda se disipó, seguía habiendo rocas y más rocas.
- ¿¡ Queeé? –exclamó Amelia- ¡No lo entiendo! ¡Deberíamos haber abierto una entrada! -
Naga soltó una de sus carcajadas y todos se volvieron hacia ella con cierto gesto de disgusto.
- ...Tal vez necesitemos una explosión más fuerte. –sugirió adelantándose mientras convocaba su poder y alzaba una mano de forma pomposa- Dejadme a mí... ¡¡ Bomba de Br...! -
- ¡¡Espera Naga! –ordenó Zelgadiss de repente alzando la voz.
La hechicera se detuvo en seco y se volvió hacia él entre furiosa y desconcertada.
- ¿¡Qué ocurre ahora? –se quejó.
- ...Por muchas rocas que destruyamos, no abriremos ninguna entrada, y si seguimos así correremos el riesgo de provocar un derrumbamiento. –explicó- El desierto es un espacio a parte dentro de la roca, no un agujero que se haya tapado... Si queremos entrar, tendríamos que abrir una puerta que conectase ambos espacios.-hizo una pausa- Creí que todo sería mucho más sencillo.-
Los tres parpadearon sorprendidos al comprender cuál era el problema; a juicio de Naga algo debía de haber de verdad en todo eso cuando todos los demás estaban de acuerdo en que no se debían seguir destrozando rocas, cosa que a ella le había parecido la solución más sencilla.
- ¿Y cómo abrimos esa puerta entre dos espacios, Zel? –preguntó Amelia- Nosotros no somos como los demonios, no podemos viajar a través de los distintos planos.-
- No tengo ni idea... -contestó y el resto le miró con un gotón de sudor.
Naga se acercó a las crestas y cantos de piedra que jalonaban el lugar y apoyó la mano sobre estas.
- Hermana... Shilfild. –las llamó- Vosotras que sois sacerdotisas; ¿ podéis sentir algo entre estas piedras, ¿ cualquier indicio de algo que nos permita pasar? -
Las dos la miraron, asintieron y a continuación, cerraron los ojos llevándose las manos a la joya de la pechera en actitud orante.
- Si... Hay algo muy grande en estas rocas. –contestaron al cabo de un instante- Un espacio aparte... pero no sentimos nada que comunique ambos lugares. Cualquier posible entrada desapareció tras el combate entre Gaarv y Acqua.-
Zelgadiss, cruzado de brazos, suspiró con un gruñido.
- ...Mucho me temo que hemos venido aquí para nada. –se lamentó.
Las palabras de la quimera fueron un reflejo de la sensación imperante: resultaba frustrante tener la Biblia Cleir justo enfrente de las narices y no poder ni verla.
- Bueno... ¿ y qué tal si nos tomamos un té mientras pensamos en una solución? –sugirió Shilfild al cabo de un instante intentando caldear el frío ambiente.-Los problemas se solucionan mejor cuando se toman con tranquilidad.-
El resto la miró y acabó aprobando la idea; tal vez ella estuviese en lo cierto, y si se lo tomaban con más calma, entre todos podrían encontrar la solución.
Era más de mediodía y el sol ya calentaba lo suficiente para que al abrigo de es a grieta se estuviese bastante bien sin tener que soportar los vientos helados que soplaban en las montañas. Los cuatro se habían sentado en círculo alrededor de una fogata para comer y charlar con tranquilidad; era un buen momento para relajarse y disfrutar de la compañía. Sin embargo seguían sin encontrar una solución al problema y al final la conversación cambió de rumbo y acabaron hablando por parejas. Naga intentó sonsacarle a Shilfild en qué consistía el "Dragon Slave", ya que si no podía leer la Biblia Cleir, por lo menos esa sacerdotisa se lo podía enseñar; pero Shilfild no alcanzaba a explicárselo con claridad, era como si le costase verdaderos esfuerzos poder comprender el principio de cualquier hechizo destructivo y solo hubiese conseguido invocarlo a consta de practicar en muchas ocasiones hasta que le acabó saliendo. Al contrario que Lina, quien por lo general se guardaba para si sus secretos, Shilfild sí parecía bastante dispuesta a compartirlos con los demás, incluso con Naga, pero eso tampoco estaba resultando ser una ayuda.
Por otro lado Zelgadiss y Amelia se encontraban enfrascados en la conversación que hasta el momento no habían tenido la oportunidad de tener después de casi un año sin verse. La quimera le explicaba a Amelia cómo conoció a Naga en respuesta a una pregunta de la princesa, y ella le contaba los pormenores del viaje, como los bandidos a los que había hecho frente.
- ¡ Ju! ¡Cada día que pasa te pareces más a Lina, Amelia...! –le contestó Zelgadiss en tono sarcástico.
- ¿¡ Qué quieres decir con eso, Zelgadiss.? –exclamó indignada- ¡ Te advierto que si es una broma, no tiene ninguna gracia!-
El mago-quimera le miró unos instantes perplejo por su reacción y con cierto temor de que en uno de sus –escasos- arranques de ira, le fuese a pegar... y cuando eso ocurría, sus golpes eran equiparables a los de Lina.
- ...Perdona; no lo decía en serio. –se disculpó y Amelia gruñó.
La conversación siguió su rumbo hasta que Amelia comenzó a contarle detalladamente lo sucedido en la Torre de Rezo; Zelgadiss la escuchaba con los ojos brillantes sin poder articular palabra completamente estupefacto por lo que estaba oyendo.
- Yo... yo no sabía que Ojo de Rubí condenó a Ródimas y a Zorlf convirtiéndolos en fantasmas. –le dijo con voz quebrada- ...Pensé que solo les había matado. –desvió la vista hacia las danzarinas llamas- Nunca se lo dije a ninguno de los dos... Pero la verdad es que... les tenía mucho aprecio. –confesó angustiado.
- Zel... –le dijo Amelia mirándole fijamente sabedora de lo importante que era todo eso para él-...Antes de que los dos desaparecieran, me pidieron que te dijera que ellos velarían por ti desde el otro mundo. –hizo una pausa- Y yo les prometí que así lo haría... -
La quimera miró a Amelia con tal mezcla de desconcierto y emoción, casi tembloroso, que ella no sabía exactamente qué decirle.
- Amelia... yo... –inspiró profundamente- ¡Gracias...! -
Naga gruñó: hacía rato que Shilfild le estaba intentando explicar en qué consistía el hechizo definitivo de Ojo de Rubí... sin ningún éxito; además, tenía la sensación de haber oído a su hermana y Zelgadiss mentar a una tal Lina. ¿Qué le había entrado a la quimera para que se encontrara tan locuaz de repente, ¿y qué confianzas eran las de su hermanita para llamarle "Zel."? Demasiados interrogantes se estaban sucediendo desde que todos se encontraron y viendo que así no iba a conseguir nada, se giró hacia ellos.
- ¡ Muy bien! Ya basta de charla –exclamó con resolución- ¿Qué hacemos ahora? -
Los tres la miraron con cierta sorpresa y luego entre sí.
- El problema está claro. –explicó la quimera- Tenemos que entrar en un espacio situado en otro plano, abriendo una puerta que comunique ambos mundos. –se cruzó de brazos- Sabemos que eso es lo que hay que hacer, pero no se cómo... -
- ...Sr. Zelgadiss –le dijo Shilfild con suavidad- Usted... tiene parte de demonio, ¿ verdad.? –la quimera asintió con la cabeza fríamente- Entonces... ¿ no podría, bueno... no podría viajar a través del Plano Astral como hacen el resto de los demonios? –sugirió.
Zelgadiss la miró fijamente unos instantes.
- No, no podría. –contestó tajante- Es cierto que parte de mí es de demonio, pero eso solo afecta a mi dominio de la magia porque el demonio–brownie que está unido a mi en realidad es un duende emparentado con los monstruos de la clase de las bestias, y no un demonio de clase baja. Los brownei poseen cuerpo físico en vez de astral como los Mazoku... Solo me concentro puedo moverme con tal velocidad que un humano normal no puede verme, y es algo que no me gusta tener que hacer.-explicó.
- ¿Y por una invocación? –sugirió Amelia tras una pausa- Como cuando Mazenta nos encerró en aquel plano distorsionado... -
Zel arqueó una ceja.
-...Ya había pensado en esa posibilidad, pero tampoco sirve. –el resto le miró interrogativamente- Se necesitaría algún tipo de puente que la canalizara a ese plano. Los planos distorsionados son como ilusiones, no la realidad... y lo que hay ahí dentro es muy real.-
Naga le miró fijamente: aunque no quisiera admitirlo abiertamente lo cierto es que Zelgadiss demostraba continuamente que poseía unos conocimientos muy amplios de magia. Fuera o no cierto todo lo que se dijera de él, había gran parte de verdad en ello
- Pues eso lo podemos hacer Shilfild y yo misma... –contestó entonces Amelia con seguridad.
-¿Qué...? -
- Con el Oráculo... –y disimuladamente se señaló la pulsera con la gema azul, su amuleto de chalza.-Puedes hacer la invocación y nosotras canalizarla a través de nuestros oráculos.
Zelgadiss se ruborizó ligeramente y rápidamente comprendió lo que Amelia le quería decir.
- Pues si; no es mala idea... -
- ¡Entonces hagámoslo! –exclamó Amelia con entusiasmo poniéndose en pie- ¡Shilfild...! –
- ¿Eh? ¡Si, claro! –
Y de esa forma ambas sacerdotisas se arrodillaron, invocando sus Oráculos, para canalizar su poder hacia aquel espacio encerrado en la roca, mientras que Naga les miraba sin comprender.
- ¡...Adelante, Zel! –le dijo Amelia tras unos instantes de concentración.
La quimera asintió y cerró los ojos estirando los brazos hacia el suelo mientras abría las manos en abanico; invocó su poder y lo canalizó al Oráculo de Amelia a través de la pulsera de chalzen que llevaba puesta. Ahora podía sentir el espacio y un aura azulona se había empezado a formar delante de sus manos.
- " Están los que empiezan las cosas y los
que las terminan;
los que vienen y los que se van.
Que se rompan las cadenas que los unen.
Sea este mi deseo,
sea esta mi..." ¡¡ OUCH! –
De repente la quimera se llevó las manos al cogote lamentándose de dolor mientras que un bolo de piedra rodaba a sus pies; todos le miraron primero y luego a la piedra: solo había alguien en el mundo capaz de golpearle y hacerle daño de esa forma.
Se volvieron hacia atrás y vieron descender por las rocas a una chica de unos 17 años, tal vez algo mayor aunque no lo aparentaba, de larga melena pelirroja y vestida de un monocromo color magenta a la manera de las hechiceras.
- ¿¡Lina...? –exclamó Zelgadiss asombrado- ¿Pero qué... ? –
- ¡Hola; ¿ qué hay chicos! –saludó la hechicera como si tal cosa- No esperaba encontraros aquí...-
- ¡¡Linaaaa...! –gritó Amelia corriendo a su encuentro; se lanzó a su cuello y ambas se fusionaron en un rudo abrazo.
- ¡Amelia...! –la saludo riendo- ¡Cómo me alegro de volver a verte...!-
Zelgadiss y Shilfild les miraron con una leve sonrisa, mientras que Naga, como ya iba siendo la costumbre, observaba la escena con los ojos como platos y la mandíbula desencajada: ¿¡¡ Qué demonios estaba haciendo allí esa odiosa esmirriada pelirroja, ¿¡¡ y por qué su hermana la abrazaba de esa forma., ¿¡¡ es que también se conocían...?
Entonces apareció Gaury y Amelia se separó de Lina con intención de abrazarle a él también; pero Shilfild fue más rápida.
- ¡¡Mi Gaury-sama! –exclamó colgándose de su cuello- ¡¡Mi querido Gaury...! -
- ¿¡Shilfild? –exclamó- ¿¡También tú estas aquí?-
- ...Esto... oye, Shilfild. –intentó decir la princesa molesta por su intromisión.
- ¡Hola, Lina...! –saludó Zelgadiss más fríamente acercándose al grupo.
- ¡Hola! ¿ qué tal, Zel...? -
- Que no era necesario que me sacudieses esa pedrada, Lina... –se quejó.
- Tú siempre tomándotelo todo tan en serio... –espetó.
En ese momento se oyó una atronadora carcajada intensificada por el eco de la grieta donde se encontraban. Gaury dio un bote y Lina, tras el primer susto, se sintió tremendamente mal al reconocer esa risotada; entonces todos se giraron hacia Naga que se acercaba a ellos sin dejar de reír.
- ¡Saludos, Lina Invers...! –dijo pomposamente- ¡Ya veo que no has cambiado nada! ¿Cuántos años tienes ya? Sigues pareciendo una niña esmirriada. – fue su saludo.
Gaury silbó de admiración tras dirigir una breve mirada comparativa entre ambas hechiceras... y luego se volvió hacia Amelia con cierta sorpresa. Por su parte la princesa miró con sorpresa a su amiga y luego a su hermana.
- ¡Oye, Lina... ¿ ya os conocíais! –preguntó sorprendida- ¿Vosotras también?-
Pero Lina no respondió, ella y Naga se miraban fijamente con una expresión de profunda rabia y aversión contenida, gruñendo y refunfuñando con la vena de la frente hinchada.
Zelgadiss las observó fríamente arqueando una ceja.
- ...Mucho me temo que así es, Amelia. –le contestó esbozando una suave sonrisa maliciosa- No me equivoqué al pensar que las dos ya se conocían de antes y que no se aguantaban. –explicó cínicamente.
- ¿¡¡Se puede saber qué está haciendo esta hechicera de pacotilla con vosotros? –exigió saber Lina señalándola con un dedo de forma acusadora.
Naga gruñó al oír cómo la había llamado.
- Pues... –comenzó a decir Amelia sin saber por donde empezar.
- ¡Vamos, Lina; ¿ no me digas que no lo sabes! –exclamó Gaury de repente consiguiendo atraer la atención de todo el mundo- Esa chica es la hermana mayor de Amelia... Gracia Will Naga Seillon.-explicó.
- ¿¡¡ QUEEEEÉ...? -
- ¿¡Có... cómo lo has sabido, Gaury? –farfulló Zelgadiss completamente estupefacto en respuesta a la pregunta general. Alguien que era considerado como el atolondrado del grupo, un encanto de persona, pero nada despierta en lo que a razonamiento se refiere... acababa de darse cuenta de algo que Zelgadiss solo había sospechado ligeramente desde hacía unos meses.
- Pues está claro... Yo lo he sabido nada más verlas. –explicó con naturalidad tras encogerse de hombros- Las dos son idénticas y Amelia ya me había descrito a su hermana antes... Aunque no recuerdo cuándo. -
Todos miraron a Gaury completamente alucinados; Zelgadiss con una total sensación de estupidez y Lina con el cuerpo descompuesto.
- Eres... eres increíble, Gaury. –farfulló la quimera sacudiéndose violentamente- Nunca entenderé cómo lo haces.-
El rubio espadachín le miró sin comprender.
- ¡Di... dime que no es verdad, Amelia...! –suplicó Lina.
- Si; es cierto... –contestó con suavidad- Aunque se haga llamar Naga, ella es Gracia, mi hermana mayor... -
- ¡¡No; no puede ser verdad.! –despotricó la hechicera pelirroja derrumbándose por el suelo- ¡¡Mi mejor amiga es la hermana de esa... esa advenediza! -
- Te lo iba a decir, Lina... –protestó Amelia- Y por favor, no sigas insultándola de esa forma ni montando un número..-
Naga miró directamente a su hermanita y a Lina cargada de rabia: pase que Amelia sea amiga de Zelgadiss, ¿¡ pero de Lina.?... ¡Eso ya es demasiado!
- ¿Qué ocurre aquí? –preguntó de repente una voz desconocida hacia la que todos se volvieron; Lina temblando con violencia.
Entonces apareció ante ellos una mujer de algo más de 20 años vestida de una forma curiosa: en principio parecía que iba a la manera de las hechiceras... pero un vistazo más profundo revelaba que no llevaba una túnica con abalorios ni una capa enjoyada, sino una falda de volantes y un corpiño que recordaban a un uniforme de camarera. Sus ojos eran grandes y cálidos en contraste con su melena corta y lisa de color moreno, y su ancha espada colgada a su cintura ponía la nota final a su variopinto aspecto
- ¡Tran... tranquila, Luna! –le contestó Lina con temor- ¡No... no pasa nada; de verdad! -
Luna arqueó una ceja.
- ¿Quién es esa chica, Gaury? –preguntó Amelia en un susurro.
- ...Es Luna Invers, la hermana de Lina. -
- ¿¡Ah, síii...? -
Todos la miraron con absoluta curiosidad a aquella especie de fenómeno viviente, sin embargo Luna les ignoró deliberadamente, se dirigió hacia Lina... y le soltó un capón ante el estupor general.
- ¡No vuelvas a gritar tanto! –la riñó- ¡ Siempre tan irresponsable! ¡Has estado a punto de provocar un desprendimiento! -
Entonces Naga soltó otra de sus atronadoras carcajadas.
- ¡Mirad a la valiente Lina! –exclamó- ¡Se deja sacudir como una estera por su hermana! -
Esta vez Luna se volvió hacia Naga, le sacudió otro golpe y la dejó tirada por el suelo ante el asombro general
- ...Empiezo a comprender por que Lina tiene tanto miedo a su hermana. –murmuró Zelgadiss mientras un gotón de sudor le recorría la frente.
- ¡Muy bien! –exclamó volviéndose hacia el resto sacudiéndose las manos- ¡Se puede saber quienes sois vosotros y qué hacéis aquí! –exigió saber. -Parece que mi hermana tiene relación con todos vosotros de alguna forma.-
- Creo que todos estamos aquí por el mismo motivo. –contestó Zelgadiss tras recuperar la compostura- La Biblia Cleir.-
Luna le miró fijamente.
- Entonces si no me equivoco, realmente sois los amigos de mi hermana, ¿verdad? –dedujo Luna- Y tú debes ser Zelgadiss, la quimera criminal... Tú, Amelia, la princesa-loca; tú Shilfild, la sacerdotisa-empalagosa... y esta otra del suelo, Naga, la hechicera-payasa. –en un momento Luna había conseguido ponerse en contra de todo el mundo, pero a ella no parecía importarle. Sonrió con malicia- Así es: hemos venido por la Biblia Cleir... -
Zelgadiss estaba inquieto, sentía que la situación se le iba de las manos y temía que, después de tantos esfuerzos y vivencias absurdas, no consiguiera acceder a la Biblia Cleir. Tenía motivos para temer que eso pudiera pasar; en un breve plazo de tiempo los acontecimientos se habían precipitado: para empezar, y aún no acababa de creérselo, resultó que Naga era la hermana de Amelia... ¿¡Cómo es que no se había dado cuenta antes? El parecido físico de ambas –salvando las distancias, claro- era tremendo, y también el psicológico: ambas se subían a lugares altos y desde allí se ponían a soltar discursos apuntando con el dedo... con la diferencia de que mientras que Amelia sermoneaba sobre el Bien y la Justicia, Gracia (o sea, Naga) lo hacía sobre lo extraordinaria que era.
Zelgadiss no pensaba que Naga se fuera a inmiscuir en sus planes, ella tenía unos fines muy concretos para/con la Biblia Cleir; eso mismo pensaba de Amelia y Shilfild, él sabía perfectamente que ninguna de las dos se opondría a sus planes y que si Amelia estaba allí era por su hermana, además de ser la única de aquel grupo de hechiceros majaretas que le había ayudado desinteresadamente con su problema... En cuanto a Shilfild, ¿qué iba a decir? La hechicera del Hulagón nunca había mostrado interés que querer ampliar sus conocimientos y poder mágico al no ser que tuviese una causa. Shilfild era una persona de carácter desinteresado para con ella misma, aunque Zelgadiss entendía que lo que ella realmente deseaba era imposible. Definitivamente el problema era Lina Invers, no se fiaba para nada de ella en esta clase de situaciones; ya había sufrido la experiencia de que su amiga pelirroja antepusiera sus intereses, por muy estúpidos que estos fueran, a los suyos propios. Sabía que si quería conseguir la Biblia Cleir, tendría que luchar por ella.
Pero no era solo eso, Naga tenía exactamente los mismos objetivos que Lina; Zelgadiss no se había equivocado al pensar que las dos ya se conocían de antes y que tenían una especie de odio mutuo... Más que eso, lo suyo era rivalidad extrema: Lina odiaba a Naga porque ella tenía todo lo que físicamente ella anhelaba, mientras que la hermana de Amelia odiaba a Lina porque tenía todo el poder que ella deseaba. Resultaba exasperante ver como ambas se pasaban horas discutiendo y echándose en cara sus carencias la una a la otra; no podía aguantarlo. Pero no era el único, Amelia también sufría esa situación al ver como su hermana y su mejor amiga discutían por esas estupideces; la diferencia estaba en que él sí podía ignorar esa situación. En cualquier caso el problema era el mismo: si ya tenía que rivalizar con Lina, también con Naga. Las dos lucharían por lo mismo antes que él tuviera la oportunidad de conseguirla.
Pero el principal problema era la hermana de Lina, Luna Invers. Su repentina entrada en escena le había puesto nervioso (a él y a los demás también ) y sus intenciones eran dolorosamente obvias, sabía perfectamente que ella no tendría ningún escrúpulo en conseguir lo que deseaba a costa de quién fuera... Y más si ella era quien realmente su hermana había dicho que era en otras ocasiones... alguien relacionado directamente con Ceephied que encima prefería anteponer su trabajo y su sueldo a la salvación del mundo. ¿Qué se podía esperar de una persona con una moral así?. Todo eso suponía que muy probablemente se tendría que enfrentar a todas ellas para conseguir la Biblia Cleir y la única forma de evitarlo era que la situación se convirtiera en una carrera.
Sin embargo, y a pesar de todo, todos ellos eran amigos, o al menos conocidos, y tras la sorpresa inicial, aquel repentino y multitudinario encuentro había desembocado en una amigable tregua, donde a primera vista, primaba más una reunión pacífica que una pugna por la Biblia Cleir. Y eso, al menos de momento, era un alivio.
De esa forma los siete acordaron en que ya buscarían mañana la entrada al desierto y que esa noche la pasarían en una termas-hotel situadas en Vezendy y que Naga recomendó insistentemente, cosa que Lina, curiosamente, no contradijo la opinión de su rival, es más, la había apoyado, al igual que Amelia: era como si las dos se fiaran absolutamente del saber-hacer de Naga a este respecto. El problema se presentó cuando se enteraron de las elevadas tarifas que pedían en el local y que, por supuesto, ni las hermanas Invers ni Naga estaban dispuestas a abonar... Hasta que a Lina se le ocurrió pedirle un pequeño favor a Amelia.
- ¿¡Qué dices? –exclamó escandalizada- ¿¡Pretendes que entremos todos gratis usando mi Sello Real de Seillon...?-
- ¿Qué más te da, Amelia? –replicó Lina- ...Todos queremos ir a las termas y nadie tiene tanto dinero; la única forma de pasar es que tú demuestres que eres una princesa real de Seillon: ¡ No pueden negarte la entrada.! -
- ¡Pero Lina...! -
- ¿Por qué te importa tanto decir que eres una princesa? No puedes pretender viajar siempre de incógnito... Mira, si es muy fácil; tú dices que eres la princesa de Seillon y nosotros tu escolta, sacas el sello y cargas la factura al tesoro real. ¡Y ya está!- planeó Lina con toda la tranquilidad del mundo.
La discusión se prolongó durante un buen rato hasta que Amelia acabó cediendo al ruego general y especialmente el de las Invers; los únicos que se mantuvieron al margen fueron Zelgadiss y Naga, si bien por distintos motivos.
De esa forma acabaron teniendo acceso
gratis al establecimiento gracias a Sello real que consiguió
impresionar increíblemente al dueño, muy halagado por
recibir a una princesa real y toda su corte de "sirvientes"en su
establecimiento, mostrándose muy solícito con ellos al
concederles sus mejores baños y habitaciones separándolas
por sexos, de forma que Zelgadiss y Gaury, como de costumbre,
compartieron baños y habitación, mientras que las
cuatro hermanas hicieron lo mismo dos a dos y Shilfild se quedó
sola; no obstante todas las chicas compartieron la misma terma.
La
verdad es que, pese al exquisito trato que recibían, el
establecimiento no era nada extraordinario, de hecho era muy similar
a aquel en donde estuvieron cuando Martina le lanzó aquella
ridícula maldición a Lina; así que los baños
estaban separados por un muro, en este caso de piedra, y antes de
acceder a ellos había unos vestuarios decorados con filigranas
de escayola y amueblados con bancos, espejos, percheros y armarios en
donde se podían encontrar toallas de espesa felpa así
como jabones, aceites y sales de baño. Una gran mampara
corrediza separaba los vestuarios de las termas situadas al aire
libre, que a pesar del reinante frío invernal, sus cálidas
fumarolas invitaban a meterse en el agua.
Las cinco chicas compartieron el mismo vestuario, cosa que Naga recibió con verdadero entusiasmo. La espectacular hechicera negra se situó frente a un espejo y comenzó a desnudarse mientras que su hermana la imitaba a su lado y el resto se desperdigaba por la sala. Amelia sabía que ahora su hermana era una hechicera, y lo normal es que vistiese como tal, o sea, algo parecido a Lina... era comprensible entonces la cantidad de abalorios que llevaba encima, su capa, guantes, espada y hombreras de pinchos y el color monocromo de todos ellos; pero no acababa de comprender porqué iba prácticamente desnuda, y si Naga hubiese sabido qué pensaba su hermana al respecto, posiblemente la habría reprendido por ello. Sin embargo ese no era el caso y mientras que Amelia se despojaba de su blanco uniforme de sacerdotisa con naturalidad, Gracia lo hacía con estudiada minuciosidad y lentitud lanzando numerosas miradas maliciosas a Lina consiguiendo irritarla con descaro; finalmente Naga se giró hacia la hechicera pelirroja mostrándole todo su cuerpo con una gallarda postura.
- Dime Lina... –comenzó a decir maliciosamente- ¿Cuántos años dices que tienes ya? Me ha parecido oír que tienes casi 18... -
La reacción de Lina se resume a un amago de respuesta, un respingo al verla desnuda y una profunda depresión mientras que Shilfild se giraba con las mejillas encendidas.
- ¡Gracia, por favor! –rogó Amelia- ¡Déjalo ya! -
- ¿Por qué, Amelia? -contestó con tranquilidad- Yo no tengo nada de qué avergonzarme... Y tú tampoco; seguro que acabas siendo tan hermosa como yo.- y diciendo esto, palmeó bruscamente la espalda de su hermana consiguiendo que a esta se le cayese de las manos la toalla con la que se estaba tapando, de forma que Lina pudo apreciar perfectamente que su mejor amiga era una versión en miniatura de Naga, cosa que la deprimió aún más.
- ¿Qué ocurre aqu...? –preguntó Luna al entrar en el vestuario.
Lina y Naga dieron un bote al verla entrar mientras que Amelia se apresuraba a recoger la toalla.
- No... no pasa nada, hermana. –contestó Lina atropelladamente.
De repente Naga empezó a carcajearse.
-¡Mirad cómo Lina nos demuestra su entereza! -
Las Invers se giraron hacia ella de golpe, Lina furiosa y Luna, mirándola con dureza, se dirigió hacia la hechicera y, sin mediar palabra, la estampó contra el suelo con un soberano capón.
- Yo soy la única que tiene derecho a agredir a mi hermana, que eso te quede claro desde ya.-
Mientras tanto, al otro lado del muro, Zelgadiss se había apresurado a desvestirse y meterse en las cálidas aguas de la terma antes de que lo hiciese Gaury, así que cuando este se desnudó y se dispuso a hacer lo propio, se encontró con que la quimera ya se había sumergido en el agua hasta la barbilla; su rostro empedrado se difuminaba entre los vapores que se levantaban del manantial mientras que sus cabellos mojados brillaban como la plata a la luz de los farolillos y las primeras estrellas de la noche. No había duda de que era una criatura extraña.
Gaury suspiró al ver que su amigo volvía a hacer lo mismo de siempre.
- ¡Bueno, Zel! ¿ Ya te has vuelto a meter corriendo en el agua? -
Zelgadiss le miró y luego se giró sin responder; Gaury volvió a suspirar.
- ¿Por qué haces eso? –preguntó- Todos ya te hemos visto desnudo varias veces; no tienes porqué avergonzarte tanto... -
- ¡No me sermonees, Gaury! –contestó rudamente- ¡Solo he venido aquí para bañarme, no para que me miréis cómo tengo el cuerpo! Lo único que quiero es estar tranquilo un rato sin oír más discusiones ni que me calienten más los nervios. -
Gaury le miró largamente y se dirigió hacia él moviéndose pesadamente en el agua hasta situarse a su lado; como era más alto, el agua solo le cubría hasta el pecho y su larga melena rubia se abría en abanico flotando sobre el agua. Gaury sentía un gran aprecio por Zelgadiss, él era el único con el que podía hablar de hombre a hombre y de amigo a amigo, y también el único con el que siempre que viajaba en grupo compartía todo. Su relación era similar a la que existía entre Lina y Amelia, y le apenaba mucho ver la tortura que sufría. Es cierto que mucha culpa la tenía la mala fama y la dureza de corazón que Zelgadiss poseía a causa de la vida que había llevado, pero cuando se trataba de convivir con sus amigos, esa tortura se debía en gran parte a su propia, y tal vez inevitable, obsesión por todas esas consecuencias ajenas; así que sabía que discutiendo con él no iba a llegar a ninguna parte.
- Bueno, pues si es así... –comenzó a decir sonriente- ...mójate también la cabeza. –y apoyó la mano en su coronilla hundiendo la cabeza del desprevenido Zelgadiss en el agua.
Cuando emergió su piel y sus cabellos empapados brillaban aún más y tosía levemente mientras que Gaury reía con ganas.
- ¿A qué viene eso? –preguntó fulminándole con la mirada.
- Jajajjajajaja...Estas muy gracioso, Zel... –contestó- Si vieras qué cara has puesto...-
Zelgadiss se quedó pasmado durante unos instantes sin saber cómo responder a eso mientras su amigo le miraba sonriente; finalmente esbozó una suave sonrisa y miró a Gaury con picardía. Era algo tan inusual que el espadachín se sintió desconcertado.
- ¡Ya...! –exclamó la quimera- Entonces, ¿qué cara tendrías tú? -
- ...? -
- ¡Comprobémoslo...! –sugirió, y sin decir nada más, se abalanzó sobre Gaury y le hundió la cabeza en el agua ayudado por su peso de piedra. Al instante el espadachín emergió de la terma y vio como el mago reía con picardía- ¿Y bien...? –preguntó.
- ¡Ahora verás...! –amenazó.
Finalmente ambos acabaron jugando y chapoteando en el agua mientras reían alegremente; durante esos raros y breves momentos Zelgadiss se sintió feliz al olvidarse de su condición de quimera y de lo que suponía no concederse tener sentimientos: Gaury lo había conseguido.
Sin embargo al otro lado del muro la situación resultaba mucho más tensa: a Naga no le llevó mucho tiempo comprender que si bien podía humillar a Lina haciendo resaltar sus diferencias físicas, no podía hacer lo mismo con su hermana Luna, y eso unido a su terrible carácter, era algo que la dejaba totalmente impotente frente a ella. Amelia sufría más que nadie aquella situación al ver como en cuanto Luna se daba la vuelta, su hermana y Lina comenzaban a lanzarse toda clase de insultos; bañarse juntas ya no era algo divertido, se había convertido en un espectáculo de lucha verbal ante el que ella se sentía impotente, y que Shilfild rehuía claramente, muchas veces escandalizada por ello. Naga le echaba constantemente en cara a Lina su edad, su poca clase y el cuerpo de niña que aún seguía teniendo a pesar de sus casi 18 años, mientras que Lina, después de gruñir y refunfuñar, contestaba apelando a todo el poder mágico que como hechicera poseía y del que Naga era inferior, lo que, claro está, lograba irritarla. Finalmente Amelia intervenía.
-
¡Vamos, hermanita! -le dijo Gracia- ¿ No me negarás
que es cierto? Tú aún no has crecido todo lo que tienes
que hacer, pero ya estás más desarrollada que Lina...
Incluso esa sacerdotisa amiga vuestra... –comentó mirando a
Shilfild- ...lo está más que ella. ¡Algún
día serás como yo! -
Era sorprendente ver los
juicios que Naga lanzaba tan a la ligera sobre su hermana; hasta
ahora la había rehuido si podía, pero tras descubrir su
relación con Lina, utilizaba su parentesco con Amelia como
arma arrojadiza contra la hechicera pelirroja.
Ajena a este hecho,
Shilfild se llevó una mano a la barbilla ruborizándose
y se sumergía en el agua en un intento de disimular su
físico.
- ¡Gracia... no deberías decir cosas así! –señaló tímidamente- No tienes por qué humillar a Lina de esa forma; ella no tiene la culpa de... –de repente alguien la interrumpió.
- ¡Déjalo, Shilfild! –ordenó Lina tapándole la boca- ¡No intentes arreglarlo...!-
- ¡Hermana... Lina...! –suplicó Amelia- ¡Por favor, dejadlo ya! ¡Al menos terminemos de bañarnos tranquilamente ya que os he pagado el alojamiento aquí! -
Hacía un rato que Zelgadiss y Gaury habían concluido sus chapoteos en el agua, así que pudieron escuchar perfectamente la conversación que había tenido lugar al otro lado del muro.
- ...Eso es verdad. –señaló Gaury con su habitual tranquilidad- Cualquiera de ellas está más desarrollada que Lina... –se volvió hacia su amigo quimera- La verdad es que no sé cómo es la hermana de Amelia -admitió llevándose la mano al cogote, - Tú has estado viajando con ella desde hace un tiempo, ¿no?- le preguntó a Zelgadiss.
-
Sí, desde finales del verano pasado. Hemos venido juntos desde
Sadgria.-contestó Zelgadiss en tono cansino pero sin desviar
la mirada del muro que separaba ambos baños.
Gaury le miró
con una curiosidad inusitada en él.
-Eso es bastante tiempo... ¿Se parece tanto a Amelia como ella dice todo el rato?-
-Sí, es cierto que se parecen... Pero Naga no es como su hermana, es absolutamente insoportable.- contestó Zelgadiss con un pesado suspiro. -No me extraña que Lina no la quiera ni ver... O mejor dicho, que no se soporten la una a la otra.-
Gaury rió con nerviosismo mientras se sacudía el agua de sus largos cabellos.
-Jajajajajaj, tienes razón... Pero es verdad: ¡Imagínate cómo será Amelia en el futuro si lo que dice su hermana es cierto! –Zelgadiss se giró ruborizado- ¿No crees, Zel...? –preguntó.
- ¡Esas dos no hacen más que pelearse por estupideces! –señaló tajantemente- Los problemas que tengan entre sí, solo son cosa suya. No deberían inmiscuir a terceros en sus peleas. –y se hundió en el agua con las mejillas encendidas ante las obvias implicaciones que tenía el comentario del espadachín.
Gaury le miró con una mezcla de interrogación y desconcierto durante unos instantes, hasta que finalmente se dirigió a él en un tono inusualmente serio.
- Zelgadiss... Tú... tú estas enamorado de Amelia, ¿verdad...? -
El mago-quimera dio un soberano respingo y seguidamente volvió a hundirse más en el agua con los ojos muy abiertos y las mejillas ardientes. Aquella era una afirmación demasiado directa para eludirla con facilidad.
- No sé en qué te basas para afirmar eso, Gaury. –contestó por fin de la forma más tajante que pudo- ...Te recuerdo que estás hablando con alguien que tiene una parte de demonio.-
- ...Entonces es eso, ¿verdad? –dedujo Gaury después de una pausa- Te consideras a ti mismo como algo tan monstruoso que no quieres aceptar que sí lo estás... -
Zelgadiss soltó una carcajada de risa hueca.
- No me considero un monstruo, Gaury... –comenzó a decir en el mismo tono con los dientes apretados- ¿ Acaso no has visto cómo soy...: ¡¡ soy un monstruo en todos los sentidos! ¿ O es que no te has enterado qué clase de crímenes he cometido, de toda la gente a la que he matado y torturado siguiendo las órdenes de Rezo...? No puedo concederme tener sentimientos, no puedo dárselos a alguien con las manos llenas de sangre... Y si alguna vez fui humano y los tuve, esa parte de mí murió el día que me convertí en esta cosa y acepté ser el esclavo de Rezo. Él se cuidó de eliminar esa parte de mí.–concluyó señalándose a si mismo.
Gaury se le acercó por detrás y apoyó una mano en su hombro; al igual que todos aquellos que habían tocado su cuerpo de alguna forma, pudo sentir su pétrea dureza, pero también la calidez de criatura viva que desprendía. El cuerpo de Zelgadiss tembló incómodo por el contacto físico, era algo que temía casi de forma instintiva.
- Eso no es verdad, y tú lo sabes, Zel... –desmintió- Yo también he pasado por muchas de esas cosas y no por ello soy así. Te recuerdo que soy de Elmekia y ya sabes cómo son las cosas en mi país.- Zelgadiss movió sus largas orejas hacia Gaury casi de forma involuntaria, y este gesto animó al espadachín de larga melena rubia a seguir hablando.- Elmekia es un imperio, un país gobernado por régimen militar. Allí siempre hay revueltas internas y los hombres de muchas familias son mercenarios, gente que se dedica a guerrear solo por ganarse la vida... Y yo he sido uno de ellos, yo luché en una guerra como mercenario solo por la soldada, y apenas era un adolescente... ¿Me ves como a un monstruo por ello?- preguntó incisivo.
-Eso es diferente. Tú país es así y sus habitantes saben que eso es lo que hay. Si elegiste ir a luchar a una guerra, fue tu decisión y solo tuya. Tú fuiste el dueño de tu destino durante todo este tiempo, y eso es algo que yo nunca tuve. Yo fui una simple marioneta.- ladró la quimera con un resoplido.
-Sobre
cómo pasó sí es diferente, pero los actos y el
resultado no lo son. Yo también tuve que luchar y matar a
gente que no lo merecía en absoluto... y prefiero ahorrarte
los detalles sobre las cosas que hacían algunos de mis
compañeros mercenarios.- Gaury inspiró profundamente, y
a pesar de lo que Zelgadiss deseaba, el rubio espadachín
continuó hablando, esta vez sobre él mismo- Sin embargo
yo te he visto hacer cosas que ninguno de ellos haría nunca...
Yo te he visto cómo te interponías entre ella y Gaarv
cuando intentó matarla, y también la cicatriz que
tienes en la espalda por ello -involuntariamente Zelgadiss se rascó
la espalda incómodo - También vi cómo os
enfrentasteis a ese demonio-pollo del laboratorio de Rezo y a
Zannaferd, o cómo te enfureciste cuando Seigram estuvo a punto
de matarla... Además, puede que no te hayas dado cuenta, pero
siempre vais juntos a todas partes, os sentáis juntos para
comer y habéis compartido muchos conocimientos de magia...Es
evidente que os gusta estar juntos. –enumeró Gaury en un
sorprendente alarde de memoria.
Zelgadiss levantó la vista
mirando al vacío con los ojos brillantes y las mejillas
ardientes; no sabía cómo negarse. Lo que él
pensara y cómo se sintiese al respecto era un a cosa, pero los
hechos eran otra muy distinta, y Gaury siendo tan perspicaz como era
con respecto a la gente, se los estaba diciendo uno a
uno.
- ¡Escúchame bien, Zelgadiss...! –continuó diciendo en aquel tono inusualmente serio- No creo que me haya equivocado al decir que estás enamorado, pero tengo algo que decirte... –Zel le miró de reojo incapaz de hacer otra cosa- ...Quiero mucho a Amelia, para mí es como la hermanita pequeña que nunca he tenido, así que por favor, ten mucho cuidado con lo que pudieras hacerle...-
- Das muy por supuesto que yo sí fuera a querer algo de ella o cualquier otra chica; ye te he dicho que eso es imposible, no puedo ni amar ni tener hijos... -contestó sonriendo con malicia- Yo soy como un demonio y me comporto como tal...-
Gaury acabó cansándose de las negativas de Zelgadiss y tiró con fuerza de su hombro obligándole a girarse hacia él para luego tomarle por ambos hombros y mirarle directamente a los ojos.
- ¿¡Es que no quieres entenderlo...? –preguntó exasperado- A pesar de sus extravagancias, Amelia es una chica encantadora, pero también es una princesa, y puede que aunque su padre la quiera tanto, acabe obligándola a casarse con algún otro estúpido noble, y sus obligaciones irán aumentando con el tiempo separándola cada vez más de todos nosotros... –señaló crudamente- Así que es cosa tuya si quieres seguir engañándote a ti mismo y no querer reconocerlo; pero si no haces algo ahora, acabarás por perderla para siempre. –concluyó por fin.
Zelgadiss, impresionado por su vehemencia y su total falta de experiencia en este tipo de discusiones, se quedó mudo durante un rato mientras que Gaury seguía mirándole directamente a los ojos; si por él fuera, le habría dicho unas cuantas cosas en respuesta a esa advertencia que le había hecho Gaury, pero Zelgadiss era una persona franca y en absoluto amante de los golpes bajos al no ser que fuese por una buena razón; por ello se quedó quieto sin saber que responder hasta que finalmente el rubio espadachín le soltó y se separó de él.
- ¡Venga; sigamos disfrutando de los baños...! –sugirió el espadachín en un intento de relajar el ambiente.
Al otro lado del muro continuaron las discusiones entre las hechiceras.
Una vez que todos se hubieron bañado, todos se repartieron entre las habitaciones asignadas, que gracias a la influencia del Sello de Seillon, estaban todas situadas en el mismo pasillo. De esa forma las dos princesas compartieron una cómoda y confortable habitación a pesar de su escueto mobiliario, con las camas contiguas y gracias a un ingenioso sistema, el local aprovechaba el calor termal del subsuelo para calentar las habitaciones. Era un buen lugar para pasar la noche.
No obstante desde que se acostaron hacía ya un par de horas y a pesar del cansancio por aquel largo día compensado por esas comodidades, Naga había estado dando vueltas en su lecho junto a la ventana sin poder conciliar el sueño. Para ella los acontecimientos también habían sucedido muy deprisa uno tras otro y parecía que el desconcierto que sufría por ellos eran la única razón que la habían hecho permanecer allí con el resto de ese grupo en lugar de marcharse de allí como si aquel asunto no tuviera nada que ver con ella. El problema es que sí tenía que ver: de repente, después de casi 7 años, se reencuentra con su hermana Amelia, quien le dice que había partido en su busca viajando de incógnito por unos motivos no muy claros y en los que Naga no se atrevía a pensar todavía. Poco más tarde descubre que esa quimera de tan dudosa reputación con la que había estado viajando desde que pensó en encontrar la Biblia Cleir, era amigo de su hermana... por increíble que pareciese. Y por último, después de otros muchos años, aparece de nuevo Lina Invers, esta vez acompañada por un rubio espadachín que tenía un apellido muy familiar; y lo peor de todo, también esa terrible hermana suya, Luna Invers... ¡Y todo eso en un solo día! Pero la pesadilla era que su hermanita y Lina eran muy buenas amigas. Eso era algo inquietante: ¿ cómo podía Amelia ser amiga de esa esmirriada de Lina, ¿qué había pasado por la cabeza de Amelia para olvidarse de todos sus absurdos ideales justicieros y trabar amistad con esa histérica..? Era algo incomprensible, y aquella evidencia le daba casi tanto miedo como tener que volver a enfrentarse su hermana una vez que se hicieran necesarias las explicaciones.
Miró a su hermana y vio como dormía placidamente mientras ella se preguntaba qué podía haber pasado. A primera vista Amelia no había cambiado mucho; es cierto que ahora estaba apunto de cumplir 17 años y había crecido algo acercándose más a la altura del resto de sus familiares... Pero eran los cambios psicológicos lo que le preocupaban. Naga quería mucho a su hermanita, pero eso no le impedía ser realista y darse cuenta de las chaladuras mentales con la Justicia que ella tenía aún sabiendo muy bien cuales eran sus causas; de hecho, seguía viéndola como la niñata fantasiosa que había abandonado en Seillon años atrás. Pero ya no era así; Naga no había tenido la oportunidad de hablar seriamente con ella y tampoco tenía prisa por hacerlo, pero estaba claro que si a su hermana se le había ocurrido abandonar palacio y viajar sola y de incógnito por el mundo (bueno, iba con Shilfild, pero para el caso, era igual ) con el único propósito de encontrarla, es que algo tenía que haberle pasado durante estos años. ¿Sería la influencia de Lina? Si ellas dos eran tan buenas amigas, podría ser que su carácter e ideales se hubiesen visto afectados de alguna forma por la particular personalidad de la hechicera pelirroja... Eso explicaría muchas cosas.
Pero se estaba olvidando de
alguien: ¿Y Zelgadiss, ¿ qué tenía que
ver en todo esto, ¿acaso su pragmático pesimismo
también había afectado su visión del mundo, ¿o
no era algo tan sorprendente como el extraño enfrentamiento
entre su Justiciera hermana y alguien con fama de monstruoso asesino
que iba en contra de todos los ideales que Amelia pudiese tener?
Algo tendría que ver porque estaba claro que también
eran amigos por muy sorprendente que eso fuera. Hasta ahora había
pensado que una sacerdotisa de aspecto masculino había viajado
con él anteriormente, o bien con una sacerdotisa que se
parecía a ella... pero ahora se acababa de dar cuenta de que
la sacerdotisa que todo el mundo relacionaba con el "Ma-Kenshi"
era su hermanita, y que la pelirroja "marimacho" era Lina.
La descripción era totalmente acertada.
Además,
Zelgadiss tenía siempre consigo ese amuleto chalza, como los
que tenía Amelia debido a su cargo... ¿Se lo habría
robado él? Naga ya no sabía que pensar.
En ese momento la puerta de la habitación se abrió suavemente y la hechicera dio un respingo envuelta en las sábanas al ver cómo una figura vagamente familiar entraba en la habitación y se aproximaba al lecho de su hermana con sigilo; contuvo la respiración mientras evaluaba quién podía ser y qué estaba haciendo allí. Tenía dos opciones: ora sorprenderla y ponerla en fuga gracias a su poder, ora esperar a ver quién era y qué iba a hacer; se decidió por lo segundo, bajo el punto de vista de Naga eso sería mucho más divertido. La figura no se dirigió hacia donde estaban las pertenencias de las dos hermanas, sino que tras un momento de duda, finalmente se arrodilló junto a la cabecera del lecho de Amelia; las nubes se apartaron del cielo y un haz de luz de la Luna llena entró a través de los cristales de la ventana iluminando la cara de Amelia y su vigía mientras dejaba la suya en penumbra al encontrarse a contraluz. Ahora ya no había duda sobre la identidad del intruso: era Zelgadiss.
Naga ahogó una exclamación de asombro ante el descubrimiento y seguidamente, continuó vigilándole en silencio: ¿qué estaba haciendo esa quimera allí , ¿ por qué había entrado en su cuarto de esa forma , ¿acaso pensaba robarles algo o venían a por algo más?... Porque si era así, se iba a enterar, Naga no toleraba que los maleantes le pusieran la mano encima, sino que era ella quién debía aprovecharse de ellos. Sin embargo el mago no hizo nada de eso, sino que se limitó a permanecer arrodillado junto a su hermanita y observarla con una expresión en el rostro que nunca antes le había visto, sus cabellos resplandecían como hilos de plata a la pálida luz de la Luna, y su pétrea piel gris-azulada parecía haber cristalizado por alguna especie de embrujo celeste. Tímidamente, retiró con exquisita suavidad el flequillo desperdigado por la frente de Amelia y la observó con los ojos brillantes como ascuas mientras que sus mejillas se tornaban carmesíes y su corazón latía frenéticamente.
Naga no alcanzaba a creérselo cuando comprendió lo que estaba ocurriendo; de repente, todos los datos encajaban en ese momento: su parecido con aquella sacerdotisa, el brazalete de chalzen que él llevaba puesto, todos los datos que conocía al haber viajado con Lina... ¡Era todo tan obvio! ¡Pero lo realmente terrible fue descubrir que Zelgadiss estaba enamorado de su hermana Amelia! Naga se sentía mal ante esa evidencia, carecía totalmente de cualquier sentido que ella pudiese verle. Deseo incorporarse para sorprenderle y así echarlo de allí, pero eso no cambiaría nada, así que permaneció en silencio en espera de lo que pudiera ocurrir.
Zelgadiss aún permanecía junto a su hermana, parecía estar dudando terriblemente por algo, algo que le producía una angustia enorme; finalmente pareció decidirse por algo, frunció sus labios y se aproximó lentamente a ella... "¿¡Va a besarla?" pensó Naga escandalizada. Pero en el último momento, justo antes de que sus pétreos labios tomaran los de Amelia, se retiró de golpe y su expresión se volvió tan amarga como la que tenía cuando le libró de la maldición de Kari; se incorporó de un salto, la contempló duramente durante unos instantes sin que Nada pudiera verle la cara totalmente, hasta que acabó por girar sobre sus talones para acabar saliendo por la puerta enérgicamente.
Naga retiró las sábanas y se incorporó en su lecho observando a Amelia, que solo se había arropado un poco, inconsciente de lo que justo acababa de pasar. No entendía nada de lo que le podía haber pasado para que hiciera algo así; ¿ se avergonzaba de amarla..., ¿ O acaso no se atrevía hacerlo? a juicio de Naga, conociéndole lo más probable es que ese hombre no pudiese darle a su hermana nada de lo que ella merecía ; de todas formas era mejor así, se sentía muy incómoda al saber que su hermana había sido capaz de despertar esa clase de sentimientos en la irritante quimera. En ese momento una rápida sombra tapó la luz de la Luna; se giró preguntándose qué había sido y vio como Zelgadiss, usando el "Ray Wing", se marchaba volando; le vio alejarse hacia las montañas y suspiró echándose de nuevo sobre la cama. Ya aclararía con la quimera las cuentas pendientes... Al final iba a pasar igual que con Lina.
A la mañana siguiente todos madrugaron y se reunieron en una mesa circular del comedor que Amelia, gracias a su condición de princesa, había mandado disponer así al asombrado dueño que no acababa de creerse que una princesa real quisiera desayunar junto a toda su corte de sirvientes; no obstante la vajilla y las viandas del desayuno era de lo más selecto a lo que se podía aspirar en aquel local. Amelia se había sentado entre su hermana y Gaury, que a su vez, para irritación de Lina, se había colocado junto a Shilfild, y al lado de esta Luna, así que la hechicera pelirroja tenía dos opciones, o bien sentarse junto a Naga, o bien junto a su hermana, y ninguna de las dos resultaba alentadora. La verdad es que aún había una silla vacía, la de Zelgadiss...
La hambruna no dejaba lugar a la cortesía de esperar a que todos estuvieran reunidos para comenzar a desayunar, y sin ningún tipo de reparo, comenzaron a exigir a los camareros que fueran trayendo la comida, en esta ocasión , fuentes de gachas de avena, pan frito con miel, tazones de leche, bollería, mermelada... Según iban llegando las viandas, las hermanas Invers, las Seillon y Gaury se abalanzaron sobre la comida como si fueran buitres sobre una carroña, resultando ser un espectáculo aún más lamentable que de costumbre: las Invers pugnaban por los bollos y la mermelada, mientras que Gaury atajaba enormes cucharadas de gachas a Naga, quien acabó por arrojarle un tazón de leche con tan mala fortuna que acabó alcanzando a Luna, y esta, furiosa, hizo estallar la mesa con un solo puñetazo, haciendo alarde de esta forma que ella no era una humana cualquiera. Cuando las astillas y los tablones cayeron al suelo, grandes pegotones de gachas cayeron sobre los comensales y el espectáculo dio comienzo de nuevo. La única que lo ignoraba, era Shilfild como si aquello fuera lo más natural del mundo. El encargado del local también se estaba tirando de los pelos al ver lo que ocurría y como destrozaban su establecimiento, pero tampoco se atrevía a decir nada a la princesa del reino más poderoso del interior de la Barrera.
- ¿Y Zel..., ¿cómo es que no ha venido todavía a desayunar? –preguntó por fin Lina mientras se chupeteaba la mermelada de los dedos ansiosa de una mejor compañía.
- No lo sé... –contestó Gaury encogiéndose de hombros mientras dejaba un tazón de leche- Esta mañana cuando me he levantado, ya no estaba en la habitación... Pensé que ya estaría aquí. -
Amelia levantó la vista de sus gachas.
- ¿No estaba, ¿Es que se ha ido? –preguntó azorada- ¿Vamos a ir a buscar la Biblia Cleir sin él...?-
Naga miró a su hermana con suspicacia.
- ¡Bah! ¡No te preocupes! –contestó Lina sin el menor atisbo de preocupación- Ya sabes que siempre hace lo mismo; ya aparecerá cuando menos lo esperemos. –y diciendo esto, volvió a disputarse la comida con su hermana.
"¡Maldito idiota!"pensaba mientras estudiaba cómo podía eludir la vigilancia de Luna, "¡Ya podría haber venido a desayunar para no tener que aguantar esto!" se quejó para sí "Si hay algo por lo que me gustaría que recuperase su cuerpo humano, es para poder sacudirle sin hacerme daño!; ¡Entonces se iba a enterar...!"
Una vez que hubieron acabado de desayunar y que Amelia hubiese pedido disculpas al dueño del establecimiento cargando los gastos a la facturas del tesoro real, los seis se dirigieron hacia las montañas donde se encontraba el espacio interior de las Tablas tras haber cargado las caballerizas del avituallamiento para un viaje por el desierto. El ambiente del grupo era claramente tenso, Amelia había tenido una discusión con todos ellos, especialmente con Lina, por el espectáculo que habían dado; lo que más exasperaba a la princesa es que ninguno de ellos parecía sentirse responsable por lo ocurrido, y que simplemente le habían dejado a ella cargar con la responsabilidad. Los nervios de todos ellos estaban más enfocados en vigilar a sus rivales que en tener un mínimo de saber estar, tan solo Gaury y Shilfild iban charlando amigablemente.
Amelia caminaba junto a su hermana tirando de su caballito y confundida por lo que veía, ya que salvo el incidente del desayuno, Lina no se comportaba como la tirana que solía ser de costumbre, sino que se encontraba totalmente a merced de su hermana Luna, además, el gesto de desconfianza entre las tres era dolorosamente evidente. Parecía que Lina no tenía más remedio que resignarse a la dominación de su hermana, pero desde luego que no estaba dispuesta a permitir que Naga se le adelantase, y esta pensaba igualmente; sus miradas eran claramente suspicaces y Amelia solo podía suspirar por ello. De todas formas, ese no era el único problema que parecía preocupar a su hermana mayor.
- Dime, Amelia... –preguntó por fin.
- ¿Si...? -
- ¿Por qué vienes con nosotros a buscar la Biblia Cleir? -
- Bueno, ya te lo he dicho, Gracia... –comenzó a decir Amelia- Si estoy aquí es porque he venido a buscarte y no volveré a Seillon hasta que no haya concluido lo que he venido a hacer... -
- O sea, que nos acompañas solo por mí... –dedujo Naga. -Te estás tomando muchas molestias en querer estar conmigo sin saber lo que va a pasar.-
Amelia dio un bote y la miró entre confundida y asustada.
- Si... bueno –contestó tímidamente- Solo por ti, no. –Naga arqueó una ceja- Sé que a ti no te gusta la idea, pero Lina es mi mejor amiga, y ya que esta también aquí, quiero estar con ella. No me voy a volver a Seillon así, sin más... -
- Así que también es por Lina... –gruñó Naga.
- Bueno; por Lina, por Gaury, Shilfild... y también por Zel. –declaró- Por todos, todos ellos son mis amigos.-
- ¿El "Ma-Senshi" también es tan amigo tuyo? Me cuesta creer eso de ti; siempre he pensado que eres una defensora de la justicia y ahora me dices que eres amiga de un criminal... -replicó Naga con cierto deje jocoso en la voz, su tono habitual al hablar.
Amelia se volvió hacia su hermana con una mirada ofendida.
- ¡Zel no es un criminal... y no le llames así! –declaró plenamente convencida y Naga la miró con sorpresa- Bueno, sí... es cierto que ha hecho muchas cosas malas, pero no fue culpa suya. –explicó por fin bajando la vista.
Naga detuvo el paso sorprendida por lo que acababa de decir su hermanita.
- ¿¡Que no...? –exclamó- Vaya, vaya; sigues siendo como siempre. Entonces, ¿me dices de dónde han salido todos esos carteles de "Busca y Captura" suyos? –preguntó Naga en su habitual tono autosuficiente amplificado por los gestos de sus manos- Además, estarás de acuerdo conmigo en que es alguien muy agresivo... casi como Lina.-
- Eso es porque no le conoces... –contestó Amelia con suavidad- En realidad es una buena persona... como Lina. Si no has podido verlo es porque no os lleváis bien.-
- ¡Oh, Amelia! –exclamó Naga con un suspiro- Sigues siendo la misma tontorrona inocente que dejé en Seillon cuando me fui... -
La expresión de Amelia se endureció al oír a su hermana.
- ¡Eso no es verdad! –se quejó- ¡Deja de pensar en mi como una niña! ¡Me han pasado muchísimas cosas desde que conocí a Lina y he aprendido muchas otras más! –Naga la miró sorprendida ante su resolución- ¡Y si te digo que Zel no es un criminal, es porque sé que se vio obligado a hacer todas esas maldades! Él puede ser frío y hasta egoísta... pero no es su culpa.-
Naga empezó a dudar de su convicción al ver la seguridad y la vehemencia de su hermana; entonces le asaltó una idea extraña.
- Tú sabes quién es en realidad Zelgadiss, ¿verdad? –preguntó movida por aquella repentina intuición- Por eso hablas así de él... -
Amelia abrió los ojos y la miró desconcertada.
- ¿ Que si sé quién es él...? –preguntó- ¿ Te refieres a que si sé por qué es una quimera...?-
- A eso y a todo lo demás... -contestó Naga asintiendo con la cabeza; por fin veía la oportunidad de responder las dudas que había tenido durante los últimos meses sobre su extraño socio.
- ...Zelgadiss es uno de los discípulos de Rezo, el Monje Rojo. –reveló la princesa bajando la mirada- ...En realidad es su nieto, o su bisnieto ...Puede que ambas cosas; no lo sé seguro..-
Naga dio un gran bote al oír a su hermana.
- ¿¡Que Zelgadiss es... es nieto y discípulo de Rezo...? –exclamó asombrada- Pero entonces... ¿¡cómo es que, que...? -
- Rezo le engañó y le hechizó convirtiéndolo en esa cosa... –comenzó a explicar Amelia ante el estupor de su hermana- ...y después le tomó como su discípulo y su esclavo para usarlo para sus propios fines... Por eso cometió todos esos crímenes.-
- ¿ Qué quieres decir...? –preguntó aún más asombrada.- Rezo es uno de los 5 Grandes Sabios y que yo sepa no tiene nada que ver con gente de esa calaña.-
- Zelgadiss hacía el trabajo sucio de Rezo... –explicó Amelia con paciencia- Él tenía la misión de conseguir la Piedra de Sarvia para su abuelo a cualquier precio, por eso hizo todas esas maldades... –hizo una pausa- Y por eso te digo que él no tiene la culpa; Rezo es el auténtico criminal... -
- ¿Y para qué quería Rezo la Piedra de Sarvia si ya era tan poderoso...? –preguntó más movida por la curiosidad que por el recelo,-Rezo era como Lou Graum, solo viven para la magia blanca y no buscan la acción como yo.-
- Para poder ver. –reveló Amelia- Solo por eso esclavizó a su nieto y le convirtió en un monstruo...Rezo no tiene nada que ver con Lou Graum. El Maestro Graum trabaja para nuestro reino con la magia blanca, y Rezo nunca trabajó para ningún reino. -
Naga, estupefacta, permaneció muda durante unos instantes intentando asimilar todo aquello. Para ella todos los Sagas eran un grupo de viejos que se escudaban en su reputación de sacerdotes en lugar de hacer cosas útiles... De acuerdo en que Rezo se salían un poco de aquella descripción, pero seguía siendo lo mismo. Nunca había entendido que ganaba Lina en derrocar a alguien así.
- Entonces cuando Lina mató a Rezo, él... –comenzó a adivinar y su hermana asintió con la cabeza.
- ...Él y Lina ya se conocía y le ayudó a derrotarle. Y ahora que ya no está bajo su mando, busca una cura para volver a ser totalmente humano... Para él ser como todos nosotros significa mucho. –concluyó Amelia.
Naga
la miró largamente sin saber qué decir; durante un
breve instante su pequeño sentido de la empatía, le
hizo sentirse identificado con él; aunque, por otra parte, le
resultaba tremendamente difícil de asimilar lo que su
hermanita le había explicado. Para ella, igual que para mucha
gente, lo único que hacía a Rezo diferente del resto de
las Sagas es que siempre había sido una especie de
poderosísimo Santo que había volcado su vida en los
demás, algo así como a lo que Amelia aspiraba a ser.
Pero ahora resultaba que Rezo también tenía una parte
oscura: un nieto, que bien podía ser ilegítimo como
revelaba su apellido, al que había convertido en una
monstruosa quimera para utilizarle para su propio propósito...
o sea, ¡recuperar la vista! Aunque eso no era todo: ¿cómo
es que alguien tan poderoso como él, no podía usar su
poder para curar su ceguera, ¿ qué se lo impedía?
¿Acaso eso suponía tal frustración que le empujó
a recurrir a métodos viles para poder curarse a toda costa?
Porque si lo que Amelia le había contado era verdad, entonces
Zelgadiss siempre había cometido todos sus crímenes
siguiendo sus indicaciones.
En cualquier caso aquello había
influido profundamente tanto en su hermanita como en la quimera con
unos resultados muy inesperados.
En ese momento la voz de Gaury irrumpió de repente.
- ¡Eh; Amelia, Gracia...! –gritó agitando la mano- ¡Que os vais a quedar atrás...!-
Desde lo alto una figura vestida de negro observaba sus evoluciones.
Continua en el Cap-10.
