Left My Heart

Dejé mi corazón

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Por:

Emma Grant

traducido por:

Perla


Parte 5

Domingo 8 de febrero, 2004.

Harry se despertó por el ruido que hacía alguien revolviendo en la cocina. Se sentó y se restregó los ojos, notando que el reloj del aparato del cable marcaba las diez.

-Maldita sea, grandísima mierda –murmuraba Malfoy.

Harry se levantó y se estiró, asomándose al otro lado del muro en dirección a la cocina. -¿Draco?

Malfoy apareció, luciendo muy pálido y vestido sólo con un pantalón de pijama verde oscuro. –Me siento como mierda –anunció. Empujó sus anteojos sobre su nariz y resolló.

-No me sorprende –contestó Harry y apuntó hacia el sofá. –Siéntate; lo que sea que estés buscando, yo te lo traeré.

Malfoy gimió y caminó hasta el sillón. –No, no importa. Tenía la esperanza de haber dejado un poco de poción anti resaca en algún sitio, pero no –se encogió de hombros y se sentó, sujetándose la cabeza con las manos.

Harry fue a buscarle un vaso de agua. –Supongo que no te queda más alternativa que recuperarte a la usanza muggle.

-¿Cuánto tiempo toma eso?

-A veces, algunos días –dijo Harry, incapaz de resistirse a sonreír. Le pasó a Malfoy el vaso con agua y éste le tomó un trago haciendo gestos. –Oh, Dios. No es posible que tenga que aguantarme todo el día así.

-¿Tienes aspirinas? –preguntó Harry. –Eso ayudaría. Y necesitas comer algo.

-No tengo hambre –respondió Malfoy, cerrando sus ojos. Los abrió de nuevo y dijo: -Argh. El cuarto da vueltas. Eso no es bueno.

-De preferencia algo con grasa –continuó diciendo Harry.

-No –gimoteó Malfoy. –No quiero comer. Quiero hacerme un ovillo y dormir.

Harry descubrió que Malfoy no tenía ninguna aspirina, por lo tanto decidió salir a comprar. Regresó media hora después, habiendo comprado huevos y salchichas también. Malfoy estaba arropado con un cobertor en el sofá, dormido. Ni siquiera se había tomado la molestia de quitarse los anteojos.

Harry hizo un poco de café y cocinó el desayuno para los dos. Malfoy no estaba en el sofá cuando Harry puso la comida en la mesa, pero regresó pronto, luciendo aún más pálido que antes.

-Acabo de vomitar –susurró. -¿Eso es normal?

-¿Nunca habías tenido una resaca? –preguntó Harry, incrédulo.

Malfoy negó con la cabeza. –Siempre procuro tener la poción a la mano. Y lo creas o no, lo que pasó anoche no es típico. Usualmente, no suelo beber tanto.

-No creo que tu resaca sea sólo por el alcohol –refunfuñó Harry, conduciendo a Malfoy hacia la mesa.

-Bueno, no –dijo Malfoy, respingando. –También suelo evitar las drogas. No tengo idea de lo qué me metí anoche.

-Por lo menos, a dos tipos –bufó Harry, mientras servía café.

Malfoy levantó la mirada, pero no le dijo nada. Harry se mordió la lengua después de haber dicho eso.

-Probablemente tendré que reportarme enfermo –dijo Malfoy cuando terminaron de comer. -¿Dónde está mi varita? –Tropezó al ponerse de pie y buscó en su lugar habitual dentro de la alacena que estaba sobre el microondas, pero regresó con las manos vacías. Lo pensó por un momento, y entonces, se dirigió tambaleante hacia el baño de visitas. Salió de ahí unos segundos después, con la varita en la mano. -¿Esto podría durar días? –gimoteó y Harry asintió. -¿Y tú, te sientes bien?

-No exactamente –contestó Harry, pensando que lo mejor era no mencionar el hechizo desembriagante. –Pero sobreviviré.

-Creo que yo no. Aunque la comida ayudó un poco –Malfoy se dejó caer pesadamente en el sofá e intentó realizar sus hechizos de limpieza desde ahí. Un plato se bamboleó en la mesa, pero no pasó nada más. –No puedo concentrarme una mierda –se quejó.

-Me ocuparé de eso –dijo Harry, sacando su propia varita de su chaqueta y realizando los hechizos. Se volvió hacia Malfoy. –Ahora que has comido, te tomarás una aspirina –Malfoy asintió, y se inclinó sobre el respaldo del sofá. Harry le llevó dos píldoras y un poco de agua, y le insistió para que se las tomara.

Se sentaron en silencio por un rato antes de que Malfoy le pidiera a Harry el teléfono para poder llamar a la cafetería dónde trabajaba. Inventó una historia relacionada con un dolor de garganta, cosa que no pareció molestarles mucho. Harry resistió la urgencia de decir en son de broma el porqué su garganta podría estar tan adolorida.

-No hay nada más que hacer -dijo Malfoy después de haber colgado el teléfono. Se giró hacia Harry. –Tienes que ir al mercado de Haight y comprarme un poco de poción anti resaca.

Harry se rió. -¡Maldición, claro que no!

-Te daré el dinero –respondió Malfoy.

-No iré a hacer un mandado para ti –replicó Harry, sonriendo cuando Malfoy empezó a hacer pucheros. –Si quieres ir, yo estaré encantado de acompañarte.

-Oh, anda –gimoteó Malfoy. –De cualquier forma, eras el único que tenía ganas de ir ahí. Te puedes pasear, conseguirme un poco de poción y entonces, regresar a casa.

Harry sacudió su cabeza en un gesto negativo. –Lo siento, pero no. Tendrás que sufrir –Malfoy lloriqueó y cerró sus ojos. –Te lo mereces, además.

-Nadie se merece esto –gimió Malfoy, reclinándose contra el hombro de Harry. -¿Por favor? –su voz sonó amortiguada a través de la camisa de Harry.

-No.

-¿Por favor?

-No.

Malfoy suspiró dramáticamente, y ambos guardaron silencio. Harry hacía todo lo posible para no reír.

-Bien –gruñó Malfoy al fin, sentándose derecho otra vez. –Iremos los dos –dijo mirando fijamente a Harry.

-¿De verdad? –Harry estaba genuinamente sorprendido.

Malfoy asintió. –Me siento fatal, Harry. Casi no puedo ni hacer magia. Tal vez no sobreviva el día.

Harry sonrió. -¿A qué hora salimos?

-Después de que nos duchemos –dijo Malfoy, resoplando.

Harry levantó una ceja. -¿Nos?

-Por separado –continuó, ignorando la sonrisa disimulada de Harry.

A Harry no le fue permitido entrar a la recámara hasta que Malfoy estuvo completamente vestido. Se dio una ducha rápida, y entonces se percató que iba a tener que ponerse de nuevo la misma ropa de la noche anterior. Seguramente que Malfoy no podría hacerle un hechizo de limpieza. Abrió la puerta de la recámara y se asomó hacia la sala de estar, que encontró vacía. -¿Draco?

Escuchó que alguien bajaba el agua del inodoro, y Malfoy apareció en el marco de la puerta del baño de visitas, bastante pálido. –Tengo que cepillarme los dientes otra vez –dijo, presionando su frente con una mano.

Harry tuvo que morderse los labios para evitar sonreír muy ampliamente. -¿Me podrías prestar una camisa?. ¿Y algo de ropa interior, tal vez?

Ante las palabras "ropa interior", los ojos de Malfoy se dirigieron justo a la entrepierna de Harry… quien, convenientemente y a propósito, había dejado su toalla en el baño. Malfoy retiró la vista de él de inmediato. –Claro, la ropa interior está en el primer cajón. Y toma la camisa que quieras del armario –dijo bastante incómodo.

Harry cogió la primer camisa que le llamó la atención… una camiseta gris de manga larga, con el emblema del Colegio Queens de Nueva York en ella. Cuando salió completamente vestido, Malfoy no pareció darse cuenta de lo que Harry se había puesto. Se miraba completamente miserable, embutido en una esponjada sudadera verde y con el cabello desordenado.

-Pobre nene –dijo Harry, empezando a sentir un poco de lástima. Malfoy sonrió. –Me gusta como te ves con anteojos –continuó Harry, levantando una mano para empujar los lentes de Malfoy un poco más arriba en su nariz.

Malfoy cubrió su cabeza con un gorro de tejido negro, casi envolviendo por completo su cabello. –No tengo otra opción por el momento –buscó su abrigo e hizo un gesto hacia la puerta. –Vámonos.


El breve paseo en taxi rumbo a Haight-Ashbury fue interrumpido dos veces por el estómago de Malfoy, aunque una de las paradas fue falsa alarma. El chofer lucía más que feliz cuando por fin los dejó en la esquina de la infame calle. Harry le obsequió una enorme propina y se disculpó profundamente con él.

Malfoy echó un vistazo alrededor, entrecerrando los ojos debido a la luz del sol. –Realmente es un buen lugar para esconder un barrio de magos –dijo sarcástico, observando la meca de la contracultura de la ciudad. Un pequeño parque estaba lleno de gente descansando, y el sonido de los músicos callejeros inundaba el aire. Los turistas caminaban entre ellos, tomando fotos de la gente que, según apreciaba Harry, parecían sospechosos de ser magos.

-¿Y adónde nos dirigimos? –preguntó Malfoy, recargándose contra él y sumergiendo su rostro en el hombro de Harry.

-Estamos buscando una tienda llamada "El Hongo Mágico" –respondió Harry. Había dejado su guía en el cuarto en la posada, y eso era todo lo que podía recordar.

-Entonces, pregúntale a alguien –gimió Malfoy. –Siento que me voy a poner enfermo otra vez.

-Está bien, espera aquí –dijo Harry, buscando entre la multitud. Había una increíble variedad de personas caminando por ahí. Detuvo a un hombre de mediana edad que tenía una gran cantidad de piercings en la cara y le preguntó: -Disculpe. ¿Sabe usted dónde está "El Hongo Mágico"?

El hombre lo miró graciosamente. -¿Se supone que eso es un código, o algo así?

Harry sacudió su cabeza. –No, es una tienda.

El hombre se encogió de hombros. -Nunca oí hablar de ella.

Harry le preguntó a varias personas, con el mismo resultado. Malfoy vomitó en un recipiente para basura, y después se envolvió apretadamente su abrigo sherpa.

Harry lo abrazó apretadamente. –Lo siento –le susurró. –Esto es más difícil de lo que pensaba –Malfoy gimió contra su cuello, y Harry empezó a sentirse un horrible egoísta por haberlo obligado a acompañarlo.

-¿Están buscando a "El Hongo Mágico"?

Harry levantó la vista hacia una mujer que cualquier muggle hubiera considerado como un adefesio, la cual estaba parada detrás de él, y le sonrió, aliviado. –Sí. ¿Usted nos puede decir dónde está?

La mujer le sonrió también. –Tienen que bajar por Haight, en esa dirección; y la encontrarán justo al lado del "Crescent City Café". ¿De dónde son, chicos?

-De Londres –contestó Harry. –Y gracias.

-Cuando gusten –dijo la mujer. –Fui a Londres una vez, hace años, y conocí a un mago inglés muy guapo de nombre Ralph Cornwall. ¿Lo conocerían, por casualidad?

-Eh… no –respondió Harry. –Lo siento –La bruja se encogió de hombros y se retiró.

Bajaron por la calle en la dirección que les había señalado. Y efectivamente, ahí estaba… "El Hongo Mágico". Los muggles pasaban sin verlo, aunque Harry observó a un par de magos mirar a ambos lados de la calle antes de entrar. Harry y Malfoy los siguieron hasta que se encontraron dentro de una tienda bastante animada, llena de magos y brujas comprando productos orgánicos. Se miraron el uno al otro. A simple vista, no se veía ninguna puerta al barrio mágico.

-Sólo preguntemos –gruñó Malfoy cuando Harry le sugirió seguir a alguien hasta que los llevaran a la entrada. –Realmente eres un completo heterosexual si ni siquiera eres capaz de preguntar por una maldita dirección.

Harry lo tomó de la mano y lo llevó hasta dónde estaba la cajera. –Disculpe, señora, pero estamos buscando cómo llegar al mercado Haight.

La mujer los miró por encima de su novela y sonrió. -¡Oh, turistas!. ¡Bienvenidos! –parecía andar por los sesentas, tenía el cabello de un rubio muy decolorado y su gafete ostentaba el nombre de "Sam". Encendió un micrófono que estaba junto a la caja registradora. –Tabitha, favor de acudir al frente –apagó el micrófono y les sonrió radiante. -¿Son de Inglaterra, chicos? –ellos asintieron. –Yo fui a Londres hace como veinticinco años –comentó efusivamente. -¡El Callejón Diagon es tan pintoresco! Adoro ese tipo de encanto del viejo mundo.

Otra mujer apareció junto a Sam, sobresaltando a Harry, de aproximadamente treinta y tantos años. Sus largas rastas cafés estaban atadas por detrás de su cabeza con un pañuelo y tenía un gran aro de plata que le atravesaba el tabique de la nariz. Observó a Harry y a Malfoy. –Supongo que quieren saber cómo entrar al mercado. ¿No?

Sam asintió. -¡Nos visitan desde Londres!. ¿Recuerdas la vez que fuimos cuando eras pequeña?. ¡Estabas fascinada por toda esa gente vestida con túnicas!

Tabitha parecía un poco avergonzada. –Lo recuerdo. Por aquí –les hizo señas a Harry y a Malfoy para que la siguieran.

-¡Diviértanse, y asegúrense de visitar el "Café Arco Iris"! –les gritó Sam conforme ellos se encaminaban por un pasillo de gigantescas lechugas.

-Deberán disculpar a mi madre –dijo Tabitha cuando pasó por debajo de un arco decorado con las palabras: "Al mercado". Malfoy codeó a Harry y apuntó hacia el letrero. Harry respingó. ¿Cómo no lo vio antes?

-Se entusiasma un poco con los turistas –continuó Tabitha, deteniéndose ante un muro de piedra y cemento que estaba decorado con un mural. –Para poder entrar, deberán hacerle cosquillas al rastafari con una varita.

Harry parpadeó sorprendido. -¿Disculpa?

-Así cómo lo escuchaste –respondió ella sonriendo. –Creo que antes solía ser una sirena o algo así. Pero alguien repintó el mural en los años sesentas –rodó sus ojos. –Probablemente fue mi madre, en alguno de sus "viajes" causados por el LSD.

Se alejó de ellos, y Harry observó fijamente al mural. Era una escena del parque que habían pasado antes, lleno de personas que parecían ser hippies. Estaban todos amontonados, charlando unos con otros, tocando canciones de Crosby, Stills y Nash con guitarras desafinadas y fumando sustancias de apariencia dudosa. Algunos de ellos parecían estar teniendo sexo.

-Vaya –dijo Malfoy, inclinándose para ver mejor. –Hay un trío en plena acción, justo aquí –las figuras involucradas lo escucharon e hicieron una pausa lo suficientemente larga como para saludar con la mano.

-Ahí está –dijo Harry, y sacó su varita. –Me pregunto dónde tendrá cosquillas.

-Bajo los brazos, camarada –contestó el rastafari, moviéndose más cerca de Harry.

-Oh, gracias –Harry lo tocó levemente con la punta de su varita. El hombre se rió, y una puerta apareció en el centro del mural. Harry la abrió.

-Cualquiera creería que ése estaría harto de esto –dijo Malfoy mientras se introducían por la puerta.

Harry no estaba seguro sobre lo que había esperado ver al otro lado, pero ciertamente no era eso. Se encontraron en el límite de una enorme plaza abierta, con edificios alineados como los que se veían afuera en las calles muggles. Excepto que ahí había tres corredores levantándose sobre ellos, formando un patio con la plaza en el centro. La gente se arremolinaba en gran cantidad sobre los tres niveles.

Un grupo de niños en patines levitadores pasaron zumbando, mientras se gritaban entre ellos: "¡Más rápido, chicos!" Estaban también unos juegos de feria en la plaza y niños montados en ellos, comiendo manzanas con caramelo y gritándose. Había quioscos de comida por todos lados, y gente sentada en las mesas, comiendo, bebiendo y riendo.

-Esto es enorme –dijo Malfoy, mientras miraba el piso de hasta arriba. –Mira todos esos corredores que salen de los lados. Debe haber cientos de tiendas –lucía pálido otra vez, como si de nuevo se fuera a poner enfermo.

-¿Estamos buscando un lugar que venda ingredientes para pociones? –preguntó Harry.

-Ingredientes no –contestó Malfoy, sacudiendo su cabeza. –Hay una cadena norteamericana de tiendas llamadas "Clark's", dónde venden la mayoría de las grandes marcas de pociones. Probablemente haya una por aquí.

-Snape estaría horrorizado si supiera que ya no haces tus propias pociones –bromeó Harry. Él tampoco había hecho una sola poción desde que dejó la escuela.

-Supongo que sí –Malfoy se encogió de hombros y respiró profundamente; parecía extremadamente incómodo. –Pero ya sabe lo flojo que soy.

-¿Por dónde empezamos? –preguntó Harry, mirando a ambos lados del pasillo. Caminó un poco y se percató que Malfoy no lo había seguido. Se volvió a mirarlo, y vio que estaba como congelado, aún bajo el marco de la puerta.

-¿Vas a vomitar de nuevo? –le preguntó Harry.

Malfoy negó con la cabeza. –No, yo… -dijo, tragando saliva.

Harry se dio cuenta que estaba nervioso, casi asustado. Malfoy había estado tan inflexible en no querer ir al mercado Haight hasta apenas esa mañana, y Harry no estaba seguro si había sido la poción anti resaca lo que lo había hecho cambiar de opinión, o alguna otra cosa. Malfoy parecía haber procurado hacerse irreconocible lo más posible: enfundado en su abrigo sherpa, con anteojos y su cabello cubierto por un gorro, Harry mismo hubiera tenido problemas para identificarlo entre una multitud.

Harry le sonrió. -¿Necesitas que te tome de la mano, o algo así?

Malfoy frunció el ceño, y entonces se percató que Harry hablaba en serio. –Claro –contestó. Dio un paso adelante y deslizó su mano en la de Harry. Éste apretó sus dedos y le sonrió de un modo que esperaba fuera reconfortante, mientras que los dedos de su otra mano tamborileaban reflexivamente alrededor de su varita. Nada le pasaría a Malfoy, no mientras Harry estuviera ahí.

Encontraron un quiosco que mostraba un mapa del mercado y tocaron el nombre de la tienda que estaban buscando. El mapa se iluminó… aparentemente había cuatro sucursales solamente ahí, en ese mercado. La más cercana estaba a corta distancia.

Malfoy miraba nerviosamente hacia atrás y mantenía su abrigo completamente cerrado sobre él mientras caminaban, más interesado en sus pies que en la vasta plaza a su alrededor. Harry, por otra parte, estaba cautivado. Nunca había estado antes en ninguna zona de tiendas mágicas fuera de Inglaterra.

-Escuché que la Galería de la Cuidad de Los Ángeles es aún más grande –dijo Harry, mirando a todos lados.

-La Villa en Nueva York es mucho más que el Callejón Diagon –dijo Malfoy. –Pero es igual de vieja. Calles angostas y expuestas, y esas cosas –se detuvo y levantó la vista hacia un letrero sobre su cabeza. –Aquí estamos: "Almacén de Pociones Clark's".

Entraron entonces a una tienda bastante iluminada, encontrándola llena de personas. Había varios pasillos con letreros colgantes que indicaban qué tipo de pociones contenían en ellos. Pasaron las pociones para el cabello, las de belleza, para resfriados y gripa y las de enfermedades sexualmente transmitidas antes de encontrar finalmente "dolor de cabeza y resaca" en el pasillo siete. Había varias marcas de dónde escoger, pero ninguna le parecía familiar a Harry.

-¿Qué, no tienen "Johnson's"? –preguntó Harry, buscando entre las etiquetas de las botellas.

-No, pero esta es buena –Malfoy levantó una botella azul brillante. Tomó también otra más pequeña. –Y tienen dosis personales, justo lo que necesito ahora.

En cuanto salieron de la tienda, Malfoy destapó la botellita de la porción individual con su varita y se tomó el contenido de un trago. –Gracias a Dios –dijo, cerrando los ojos. –Esto ha sido lo peor que he sentido en mi vida entera.

-Debes estar demasiado optimista en no volverte a emborrachar otra vez –dijo Harry sonriendo, mientras señalaba la bolsa que Malfoy estaba cargando. –No es una botella muy grande, que digamos.

Malfoy se encogió de hombros. –Ahora ya sé a dónde ir, siempre puedo regresar por más –dijo a pesar de que observaba a su alrededor mientras hablaba, por lo que Harry tuvo el presentimiento que probablemente no regresaría ahí por su cuenta.

Harry hizo una pausa, preguntándose por qué Malfoy apenas ahora había requerido ir a comprar poción. -¿Te trajiste un abastecimiento para seis meses desde Nueva York o algo parecido?

-Hablaba en serio cuando te dije que usualmente no suelo beber tanto –contestó Malfoy. –No la había necesitado.

-Entonces... ¿tu comportamiento reciente ha sido a mi salud?

Malfoy sonrió: un signo seguro de que la poción estaba empezando a surtir efecto. –Bueno, yo no lo llamaría precisamente, a tu salud.

Harry levantó una ceja, pero no dijo nada más.

Malfoy se relajó conforme se fue sintiendo mejor. Continuaron su paseo por la calle, mirando las vitrinas de los negocios, charlando en voz baja y señalando hacia la mercancía interesante. A Harry se le cayó la baba por las escobas último modelo en un exhibidor de una tienda deportiva, hasta que Malfoy le hizo notar que estaban diseñadas para jugar Quodpot, no Quidditch.

-¿Ves lo cortas que son? Están construidas para ser poderosas, no rápidas –Malfoy apuntó a un modelo particularmente costoso. –En el Quodpot, es más importante poderse abrir paso a través de la línea de defensa que sobrevolar o esquivar a tu oponente. Serías descuartizado en un partido de Quidditch si volaras una de ésas.

Harry entrecerró los ojos mientras miraba la escoba. -¿Y tú seguías el Quodpot, entonces?

Malfoy abrió su boca como si fuera a decir algo, y entonces pareció pensarlo mejor. Se encogió de hombros. –Solía hacerlo. Pero me perdí la temporada pasada. ¡Oh, mira eso!

Malfoy aferró la mano de Harry y lo jaló para cruzar la calle hacia el exhibidor de otra tienda. Los maniquíes en la vitrina estaban vestidos con una variedad de artículos de moda, muchos de los cuales cegaron a Harry de lo llamativos que eran, por lo menos, para su gusto. Los maniquíes saludaban con una mano, girando y modelando, e invitándolos a entrar a la tienda.

Malfoy se volteó a ver a Harry y sonrió.

La cara de Harry se descompuso. –Malfoy, lo que sea que estés a punto de sugerir, la respuesta es "no".

Cinco minutos después, Harry estaba mirando su reflejo en un espejo de un vestidor, sin saber que era lo que Malfoy podía ver en esa particular combinación de una camisa brillante y unos pantalones de cuero negro.

-Sí –dijo Malfoy, recargado contra el muro del vestidor. –Tienes que comprarlos.

-No –dijo Harry, sacándose la camisa y pasándosela a Malfoy. –No puedo gastar quinientos dólares en pantalones.

-Pero te ves realmente sexy en ellos –contestó Malfoy.

Harry bufó. –Ah, esa es una buena razón para tirar media semana de paga.

-¿Áunque consigan que alguien quiera tirarte a ti? –comentó Malfoy con una sonrisa más que sugestiva.

Harry se bajó la bragueta, sonriendo con malicia. –No creo necesitar pantalones de cuero para lograr eso. Colby estaba bastante entusiasmado cuando yo traía jeans.

-Bueno, si estás solamente preocupado por impresionar a Colby…

Harry se bajó los pantalones hasta las rodillas y Malfoy se interrumpió, mirando hacia otro lado.

-Tendría que habértelos comprado –dijo Malfoy sonriendo tontamente, veinte minutos después, cuando estaban de nuevo mirando las vitrinas de los negocios. Parecía más seguro ya, aunque seguía evitando las miradas de los transeúntes y se mantenía cerca de Harry.

-Si lo que querías era gastar esa cantidad de dinero en mí, claro está –respondió Harry, cansado de discutir. –Me sorprende que usen dólares aquí, y no alguna moneda diferente.

Malfoy asintió. –Solía existir una moneda diferente, pero se aferraron al dólar cuando Estados Unidos dejó de usar el valor del oro, y la gente gradualmente empezó a usar dólares en vez de eso. Supongo que fue más fácil de ese modo.

-Quinientos dólares por unos pantalones… ¡doscientas ochenta libras! –Harry sacudió su cabeza. –Debes estar haciendo suficiente dinero si puedes siquiera pensar en gastar tal cantidad.

Malfoy sólo se encogió de hombros y Harry lo observó por un momento. Malfoy volteó su cabeza hacia otro lado cuando una bruja pasó muy cerca, pretendido que examinaba un letrero con el nombre de la calle.

-¿Te molesta si pregunto cómo administras eso? –cuestionó Harry, cuando se volvió claro que Malfoy no le iba a dar la información de manera voluntaria. –El dinero, quiero decir.

Malfoy sonrió y se detuvo frente a una librería, revisando los títulos en la vitrina. –Cambié el dinero de mi herencia a libras cuando dejé mi casa por primera vez. Temía que mi padre me lo pudiera quitar si lo dejaba en Gringott's –Harry frunció el ceño… siempre había pensado que Gringott's era completamente seguro. Malfoy se llevó un mechón de su cabello con rayos castaños hacia atrás de su oreja, y Harry notó que aún continuaba usando el pendiente de jade que le había obsequiado el día anterior. –Cuando me mudé a los Estados Unidos, invertí muy sabiamente… negocios por Internet y esas cosas… Y luego, los dejé en el 2000, justo antes que todos fracasaran. Tuve mucha suerte –su mirada se perdió por un momento. –Por supuesto, en esos días yo desee haber mantenido mi dinero en libras, por el modo en el que el dólar se estaba hundiendo –sonrió hacia Harry y se encogió de hombros.

Harry pensó que Malfoy sonaba tremendamente normal. ¿De qué podría estar huyendo? Malfoy sonrió más anchamente, en esa manera que hacía que el aliento de Harry se quedara atrapado en su garganta. En un impulso, Harry se inclinó hacia él y lo besó.

Malfoy se puso rígido, pero permitió el beso hasta que Harry abrió su boca. –Estás muy rasposo hoy –dijo, alejándose un paso y arrugando su nariz. –Estoy hambriento. ¿Quieres almorzar algo?

Harry suspiró y frotó con aire ausente su barbilla sin rasurar. Fue sólo después de que empezaron a caminar que se dio cuenta que no había dudado en besar a otro hombre en un lugar público. Lo había sentido como si fuera la cosa más natural del mundo.

Pasaron tres diferentes cafeterías Starbucks antes de encontrar el "Café Arco Iris" que Sam les había recomendado. –No puedo creer que tengan Starbucks aquí –susurró Harry después de que se habían sentado.

-¿No hay todavía en el Callejón Diagon? –preguntó Malfoy.

-No, pero Hermione escuchó que Malkin quiere poner una franquicia del Caffè Nero el próximo año.

-Ah, sí –Malfoy sonrió ampliamente. –El débil intento de Europa de competir contra la sanguinaria cadena norteamericana.

-Sirven buen café exprés –replicó Harry.

-Es verdad, pero uno de los dueños de Starbucks es mago, por lo que no veo cómo pueden competir contra tanto terreno ganado.

-¿De verdad? –preguntó Harry.

-Los muggles siempre bromean sobre el hecho de que pareciera que las cafeterías Starbucks aparecen de la nada durante una noche. Y eso es porque, precisamente es lo que hacen –parpadeó y estudió su menú. –¡Oh, hamburguesa con queso!

Charlaron sobre las diferencias entre las comunidades mágicas británica y norteamericana hasta que la comida llegó, y entonces Malfoy trató de nuevo de convencer a Harry que los pantalones de cuero eran una buena idea. Estaba en medio de una historia de cómo, una vez, sus propios pantalones de cuero le habían ayudado a ser una celebridad muggle, cuando un grupo de hombres entró en la cafetería llamando la atención de Harry.

Eran tres, todos vistiendo sobrios trajes y platicando y riendo entre ellos. Harry los miraba por sobre el hombro de Malfoy, incapaz de respirar.

Uno de ellos era Manny Padilla.

Manny levantó la mirada y vio a Harry al momento. Pareció sorprendido y un poco aterrorizado, pero no realmente conmocionado… no tanto como el mismo Harry se sentía. Se miraron el uno al otro a través del establecimiento, ambos sin saber qué hacer. Los ojos de Manny miraron con rapidez hacia la nuca de Malfoy y su expresión se endureció.

-¿Hola? –Malfoy estaba diciendo. –Harry... ¿estás bien?

Harry asintió y regresó sus ojos a Malfoy. ¿Él sabría que Manny era un mago? Si era así. ¿por qué no le había dicho nada?. ¿Sabría Manny que Harry era un mago también?. ¿Cuántos secretos le estaba guardando Malfoy?

Malfoy se giró para mirar hacia dónde Harry había estado observando, pero el tipo había desaparecido. Volvió a voltear hacia Harry.

-Lo siento –murmuró Harry, bajando la mirada hacia su plato. –Creí… pensé ver a alguien que me pareció conocido.

-Pareciera como si hubieras visto a un fantasma.

Harry picoteó torpemente su ensalada. Necesitaba pensar sobre eso. Necesitaba hacer una pequeña investigación sobre Manny Padilla. Si Malfoy no sabía que Manny era un mago, ese no era el mejor momento para decírselo. Y si lo sabía, ese no era, ciertamente, el mejor lugar para tener esa conversación en particular. Harry se obligó a mirar de nuevo a Malfoy. –No fue nada. ¿Qué estabas diciendo?

Malfoy continuó hablando, pero Harry no escuchaba. Su mente estaba rodando de una manera en que no lo había hecho en mucho tiempo.


Harry y Malfoy hicieron planes para cenar juntos, y luego Harry fue a la posada a rasurarse y cambiarse de ropa. Al momento que entraba por la puerta, el hombre detrás del mostrador le hizo señas para que se acercara.

-Le han mandado tres faxes de ésos –dijo, levantando una ceja, –y este mensaje telefónico –le pasó un papelito color de rosa. En él estaban impresas las palabras: "¡LLAMA A TU MADRE!" Harry parpadeó. –Casi me hace perder los estribos –dijo el hombre.

-Sí –dijo Harry, avergonzado. –Ella acostumbra hacer eso. Lo siento.

Subió las escaleras y abrió la puerta para encontrar los tres faxes en el suelo justo al entrar. Los levantó con un suspiro y se sentó en la cama. Era más de medianoche en Inglaterra, pero creyó que podría llamar de todas formas.

Hermione contestó el teléfono de inmediato.

-Soy yo –dijo él.

-¡Gracias a Dios! Harry. ¿dónde has estado?. ¡Estaba tan preocupada! Te he estado llamando por días…

-Sólo estuve fuera una noche –protestó él.

-¿Has leído ya los documentos que te mandé por fax?

-No, acabo de regresar y me imaginé que debería llamarte primero…

-Resulta que la CIA ha tenido un agente tras Malfoy por meses. El murmullo que tenemos es que ya fuiste reconocido en San Francisco, y los de la CIA se están poniendo nerviosos porque el Ministerio está tratando de atraparlo primero y sacarlo del país. Están buscando una oportunidad para arrestarlo, pero no tienen una causa legal todavía.

Harry tragó fuerte, sintiendo que la sangre dejaba de circular por su cara. Manny. Tenía que ser Manny, lo que significaba que Malfoy probablemente no sabía que su novio no era un abogado muggle. Y si Malfoy llegaba a estar a solas con Manny fuera de las protecciones de su apartamento, podría estar en peligro. Manny podría intentar aparecerse lejos antes de que se dieran cuenta, y no habría mucho que Harry pudiera hacer al respecto.

-Creo que ya sé quien es el agente –dijo Harry.- ¿Pudieras investigar un poco y ver qué puedes encontrar de un mago llamado Manny Padilla? –hubo una pausa al otro lado de la línea. -¿Hermione?

-Perdón… es sólo que… ese nombre me suena familiar.

Harry sintió que los latidos de su corazón se aceleraban. –¿Si?. ¿Lo habrás visto en el informe de la CIA?

-No creo. No estoy segura –Hermione suspiró. –Me pondré a trabajar en eso en cuanto amanezca.

-Sigo sin entender porque quieren a Malfoy con tanta urgencia –dijo Harry, pasándose una mano por su cabello. –No he visto ninguna evidencia de que esté envuelto en ningún tipo de actividad sospechosa. Después de todo, exceptuando el hecho de que está pretendiendo ser un muggle, no parece estar llevando su vida como si se estuviera escondiendo. ¿Qué es lo que piensan que hizo?

-No es lo que piensen que hizo, Harry. Es lo que piensan que sabe. Cierto es que tiene contacto con los Mortífagos más importantes de Estados Unidos, así como con la Mafia. Si hablara, la CIA podría tomarlos a todos en custodia. O si cambia de bando, podría volverse peligroso para el Departamento de Magia de los Estados Unidos, por todo lo que conoce al haber trabajado ahí. No están convencidos de que tenga su completa lealtad en ninguno de los dos bandos.

-Entonces, es sumamente valioso y una gran amenaza al mismo tiempo –suspiró Harry. –Estoy seguro que los Mortífagos lo saben también y les gustaría echarle el guante del mismo modo.

-El Director Bass quiere esa información, Harry, y quiere asegurarse de que Malfoy esté de nuestro lado. Tienes que traerlo de vuelta a Londres.

-¿Cómo? –gimió Harry, frustrado. –No confía en nosotros más que en ellos. He pasado una semana entera tratando de que se abra a mí, y no lo ha hecho. No ha hablado de Nueva York, o del porqué está aquí. También he tratado de obtener esa información de sus amigos, pero no saben nada.

-Veré que puedo hacer por la mañana. Tal vez pueda ayudarte un poco –Harry asintió con un movimiento de cabeza, aunque ella no podía verlo. -¿Cómo has estado?. ¿Te la estás pasando bien, a pesar de que es Malfoy y todo eso?

-Sí –contestó Harry sonriendo, no obstante lo serio de la conversación. –Ha sido increíble. Es tan diferente a como yo lo recordaba.

-¿En serio? Y… ¿Qué tan intensamente has tratado de conocerlo?

-Hermione…

-Bueno, siempre fue bastante sexy.

Harry hizo una pausa. -¿Y porqué tendría que importarme eso?

-Bueno, podría. Ya sabes, si tú… bueno…

Estaba tratando de sonsacarle información. Harry suspiró. –Hablaremos de eso después... ¿está bien?

-Bien. Pero quiero detalles.

Harry sonrió. –Buenas noches, Hermione.

Colgó el teléfono y recogió los faxes. Decodificarlos y leerlos, le tomaría el resto de la tarde.


La cena estuvo tensa, a pesar de los intentos de Harry de relajarse. La información de los faxes se mantenía flotando por su mente, y tenía problemas para congeniarla con la imagen del chico fiestero que se había empezado a formar. ¿De qué se había perdido? Ninguna de las piezas encajaba.

Lo peor era que Harry se estaba empezando a dar cuenta cada vez más del terrible trabajo que estaba desempeñando ahí, lo que comenzaba a mermar su seguridad. No había hecho nada de investigación. No había tomado ni las más básicas medidas de seguridad. No había hecho ningún intento de contactar a las autoridades mágicas locales para conseguir ayuda. Y lo más terrible de todo, era que estaba dejando que sus sentimientos interfirieran con su trabajo, y ya era demasiado tarde para cambiar eso.

Ese era el motivo por el que había dejado el trabajo de campo… después de la guerra, se había convertido en un auror incompetente. En la única cosa en la que siempre había sido bueno era para pelear contra Voldemort, y una vez que eso ya no fue necesario, había perdido su confianza, su visión y su propósito. El Ministerio le había ofrecido un trabajo de oficina bastante tranquilo, probablemente por obligación más que nada. Lo había aceptado porque no sabía que otra cosa hacer. Y con un bebé en camino…

Quizá ellos sabían que fallaría ahí. Quizá estaban buscando una razón para liberarse de Harry y por eso lo habían mandado a él.

-¿Pasa algo malo? –preguntó Malfoy.

Harry se obligó a sonreír mientras firmaba el recibo de la cuenta. –No. Lo siento –ni siquiera podía pensar en una excusa decente para su comportamiento malhumorado.

Malfoy lo estudió por un momento. -¿Quieres ir a bailar hoy? Los chicos se verán en "The Café" más tarde.

-¿Hacen esto todas las noches? –cuestionó Harry, sintiéndose cansado de eso.

Malfoy se encogió de hombros. –Sí. Es divertido.

Caminaron hacia "The Café" desde el restaurante, y Harry se sorprendió cuando Malfoy lo tomó de la mano mientras le sonreía tímidamente. Harry bajó la mirada para observar los dedos entrelazados de ambos mientras caminaban, sin saber qué pensar de eso. Se encontraron a Colby y a Jeremy afuera del club y entraron juntos. Colby levantó una ceja cuando los vio agarrados de la mano, y Harry se encogió de hombros. Intercambiaron besos y saludos.

-Ustedes dos no parecen haber sufrido mucho hoy –comentó Colby.

-Pero sí que sufrimos –gimió Malfoy, e hizo como si estuviera vomitando.

-Qué bien para ti tener a Harry que te cuidara –gruñó Colby, mirando hacia otro lado.

Malfoy no contestó, pero Harry sintió la tensión en las palabras.

Al momento de entrar en el club, Malfoy abandonó su papel de novio, ordenó una ronda de bebidas de frutas para todos y se lanzó a la pista de baile. Harry lo observó desde la barra, atónito ante su cambio tan abrupto.

-Esto no tiene nada –murmuró Colby a su lado y tomó varios traguitos de su bebida. Tragó y se sacudió de hombros.

-Dicen que es la mejor cura para la resaca –dijo Harry.

-Creí que la mejor cura eran veinticuatro horas –replicó Colby tomando otro sorbo. –Ya me pondré bien. Sólo necesito tomarme las cosas con calma esta noche –miró a Harry a los ojos y sonrió. –Me… eh… la pasé bien anoche.

Harry se sonrojó y dijo: -Yo también.

-¿Bailamos? –le preguntó Colby jalándolo de la mano.

Harry estaba por protestar, cuando se dio cuenta que Malfoy estaba bailando con un tipo que vestía un pantalón de cuero y casi nada más. –Seguro –dijo, y se empinó su bebida.

Fue más divertido de lo que esperaba, y no le importó que Colby se oprimiera contra él de vez en cuando. No muy lejos de ellos, vio a Malfoy besando al señor Pantalones de Cuero y a su mano cubriendo la entrepierna del hombre. Harry rechinó sus dientes; podía haber estado él mismo en esos pantalones de cuero negro si tan solo hubiera dejado que Malfoy se los comprara.

-Deberían buscarse un cuarto –gruñó Colby, sacudiendo su cabeza. –Tiene que ser tan mira-lo-que-hago-en-tu-cara.

Harry no le contestó, en vez de eso miraba fijamente a Malfoy y a su pareja del momento. Malfoy había estado con cerca de media docena de hombres durante la semana que Harry tenía de conocerlo. ¿Por qué se entregaba con tanta facilidad a los extraños, y no podía hacerlo con Harry? No era un secreto que Harry estaba interesado en Malfoy, pero éste siempre mantenía las distancias entre ellos. Sólo coqueteaba con Harry cuando no tenía su atención.

-Tal vez deberíamos aprender –dijo Harry, jalando a Colby hacia él.

El último éxito de los Blackeyed Peas empezó a sonar cuando Harry deslizó sus manos por dentro de la camisa de Colby y lo besó. Fue un beso lento y sensual, del tipo que siempre empleaba cuando deseaba darle a entender a Cho que quería tener sexo. Casi sintió a Colby derretirse contra él y gemir.

-Dios, eres increíble –susurró contra los labios de Harry. –Ya estoy duro.

Las manos de Harry se arrastraron hasta el trasero de Colby y lo apretaron, haciendo que sus ingles se juntaran. –Yo también –dijo Harry. Sorprendente, pero era verdad.

Colby sonrió. -¿Quieres…? –gesticuló con su cabeza en dirección al baño.

Harry parpadeó por unos segundos antes de entender que era lo que le quería decir. –Oh, pues… -Colby interrumpió su tartamudeo con un beso, de tal magnitud que lo hizo jadear.

Colby le cerró un ojo y entonces tomó su mano y lo llevó consigo hacia el baño. Harry se tragó su ansiedad y lo siguió. No pasaría nada que no quisiera que pasara. Sólo tendría que hacerse cargo de la situación.

Los ojos de Malfoy se entrecerraron cuando pasaron junto a él, y Harry sintió una punzada de irritación. ¿Qué derecho tenía Malfoy para juzgarlo?

Harry se apresuró, jalando a Colby detrás suyo por la puerta del baño. Aventó la puerta de uno de los cubículos para abrirla y empujó a Colby contra el muro una vez adentro, besándolo feroz y jalándole la ropa. En una parte muy lejana de su cerebro, Harry estaba sorprendido de su propia agresividad. Nunca había sido de esa manera antes, nunca había sentido ese tipo de lujuria avasallante por otra persona. No había nada que pudiera hacer contra lo que sentía por Colby. Era completamente otro tipo de sentimiento, uno que no podía identificar bien.

Unos días antes, había estado luchando por ignorar la atracción que sentía por Malfoy, y enfrentando el hecho de que fue besado por Manny... Y ahora estaba fajándose con un chico bastante dispuesto dentro de un cubículo de baño. Colby oprimió con su mano el pene de Harry por sobre sus jeans y el cerebro de Harry se desconectó… estaba completa y dolorosamente duro. De pronto sintió la casi irrefrenable urgencia de meterse dentro de Colby, de cualquier manera posible.

Ese pensamiento rebotó en su mente hasta que encontró salida por su boca y gimió dentro de la de Colby: –Quiero joder contigo.

-Mmmmph –contestó Colby, ya que la lengua de Harry no lo dejaba hablar bien. Volteó su cabeza y Harry atacó su cuello. –Caramba, apuesto que eres un dominante increíble –susurró.

-Siempre lo he sido –contestó Harry, imaginando que eso, en realidad, no era una mentira.

Colby empujó a Harry hacia abajo por los hombros. –Abajo. Así, buen chico –se desabrochó sus jeans antes de que Harry descubriera que era lo que quería que hiciera.

Harry tragó saliva. Bueno, si ésta no era la línea divisoria, no sabía que otra podía ser. La erección de Colby apareció ante su cara, y levantó la mirada para ver a Colby sonreírle. Pensó que eso era sólo lo justo, si después podía joderse a Colby. Podía hacer eso. Él mismo había recibido lo suficiente para saber qué hacer… por lo menos en teoría. Por otro lado, no parecía que el miembro de Colby fuera tan grande como para asfixiarlo. Lo tomó con una mano y antes de lamerlo, lo acarició por la punta de modo experimental.

-Sólo chúpamela –dijo Colby.

Harry, divertido, levantó una ceja hacia Colby, pero éste tenía los ojos cerrados. Harry observó el pene erecto frente a él de nuevo, extrañamente fascinado por la ausencia de prepucio. Se dio cuenta que no estaba nada disgustado por la idea de hacer eso; era intrigante, y también bastante erótico.

Abrió su boca y se introdujo la cabeza en ella, y de repente Colby empujó sus caderas hacia delante. Su nariz quedó sepultada en vello púbico, y Harry se preguntó si no estaría cometiendo un error. Los dedos de Colby se agarraron de su cabello, y él empezó a mover sus caderas, jodiéndose en la boca de Harry.

Harry había tratado de hacer eso mismo una vez con una chica, y ella le había parado el alto muy bruscamente; y ahora entendía el porqué. Presionó las caderas de Colby contra la pared del cubículo y logró recuperar el control.

Colby se rió. –Bien, hazlo a tu manera, entonces. Pero te aviso que me gusta el trabajo rudo.

Entonces Harry se aplicó a trabajar, determinado a hacer eso lo mejor que pudiera. A Colby no le parecía importar las mordidas ocasionales que sus dientes hacían sobre su piel, y entre más duro chupaba Harry, más parecía gustarle. Y justo cuando Harry empezaba a preocuparse sobre la parte de se-viene-en-mi-boca, Colby lo empujó, alejándolo de él.

-Levántate –jadeó. –Quiero… -se dio la media vuelta y se bajó los pantalones hasta las rodillas.

-Oh –dijo Harry, sintiendo un golpe de excitación. Se quedó parado, un poco vacilante, y desabrochándose con torpeza sus jeans. Distraídamente, hizo una pausa para acariciar su erección, la cual no había disminuido mucho durante la mamada. –Eh… ¿Tienes…?

-Aja –Colby se agachó y rebuscó en los bolsillos de sus jeans a medio quitar. Harry se quedó momentáneamente hipnotizado ante la vista de las nalgas separadas de Colby.

Caramba, pensó, Realmente me gusta esto. Colby se enderezó nuevamente, y le pasó un condón y una pequeña botella de Astroglide.

Se peleó con la envoltura del condón por un momento, pero consiguió sacarlo por fin. Hacía mucho tiempo que no había tenido que usar uno.

-¿Te tardarás toda la noche? –se quejó Colby.

Harry le dio una pequeña nalgada. –Tal vez –se puso un poco de lubricante en dos dedos y presionó con ellos entre las nalgas, probando con delicadeza.

-No, no –dijo Colby con voz impaciente. –Me gusta rudo. Sólo hazlo.

-Está bien -dijo Harry, sorprendido. Las pocas veces que había hecho eso con Cho, ella siempre había querido un montón de preliminares. Nunca lo había hecho de pie tampoco, pero se imaginó que la anatomía de eso era básicamente la misma. Se puso un poco más de lubricante en su propio miembro y le untó a Colby en su trasero usando sus pulgares. Encontró la entrada de Colby con su dedo, alineó su pene y entonces, presionó hacia delante. Encontró un poco de resistencia, pero no mucha. Colby siseó, y Harry dudó.

-No, sólo hazlo –masculló Colby. –Oh, Dios…

Harry empujó su entrada, jadeando. Hacía tanto tiempo que no había estado dentro de nadie, y eso era siempre sorprendente: caliente, resbaladizo, con la presión en los lugares interesantes… y eso siempre se sentía como un privilegio.

Finalmente empezó a moverse cuando Colby se empujó contra él. Trató de mantener el ritmo cuando Colby chillaba por "más duro" y "más rápido", intentando demorarse lo más que pudiera, pero eso se sentía tan bien… Se derramó dentro, temblando y tratando de no hablar nada para no decir el nombre equivocado. Besó el hombro de Colby y contuvo su respiración.

-Lo siento –susurró. –No podía esperar. Era tan…

-Déjame darme la vuelta –dijo Colby, y Harry se salió de él, sacándose el condón. Lo tiró en el inodoro y bajó la vista a la erección de Colby, la cual estaba bastante necesitada de atención.

Se hincó de nuevo, esta vez dejando que Colby se jodiera en su boca rudamente… lo que fuera, lo que sea por hacerlo venirse, después de lo que le había dado se lo merecía. La única señal que le dijo que Colby se había vaciado fueron sus dedos jalando su cabello al punto del dolor. Tuvo náuseas cuando sintió un fluido golpear el fondo de su garganta, y trató de cubrir el sonido que de seguro había hecho con un gemido.

Fue cuando se dio cuenta que tenía la boca llena. Argh, pensó, no muy seguro de lo que iba a hacer. Tenía dos opciones, obviamente. Finalmente cerró sus ojos y tragó, imaginando que no podía haber nada peor que los reality shows de la televisión que Draco era tan aficionado a ver. No fue tan malo, en realidad; el sabor que dejó en su boca era salado y un poco amargo, pero no desagradable.

Recordando lo ocurrido la noche anterior, se levantó y besó a Colby. Éste gimió contra sus labios, y sonrió.

-¿Qué? –preguntó Harry.

-Lo siento… por un minuto pensé que ibas a hacerme una bola de nieve.

-¿Bola de nieve? –preguntó Harry.

Colby lo besó otra vez. –No importa. Eso fue genial.

-Sí –contestó Harry. –Gracias –Colby pareció un poco sorprendido, y sonrió más ampliamente.

Se vistieron y se dirigieron a la salida del baño, sonriéndose el uno al otro como niños traviesos. Había varias parejas teniendo sexo en los cubículos adyacentes, así como también actividades cuestionables tenían lugar a lo largo de las paredes. Cuando abrieron la puerta, Harry casi podía reír. ¿De verdad acababa de tener sexo en un baño?

Se encaminaron de vuelta hacia la barra y ordenaron más bebidas. Jeremy llegó dando saltitos y sonriendo feliz porque acababa de obtener el número de un chico sexy al cual le había echado el ojo desde hacía semanas.

Todos estaban ahí, excepto Malfoy. -¿Dónde está Derek? –casi gritó Harry por sobre la música.

Jeremy rodó sus ojos. –Manny hizo su aparición, y se enfrascaron en algún tipo de discusión.

-¿Manny? –repitió Harry, mirando alrededor.

-Están afuera. Quizá ya se largaron –dijo Jeremy encogiéndose de hombros.

Harry sintió que la sangre le abandonaba el rostro. ¿Lo había estropeado todo completamente?. ¿Qué tal si Manny había estado esperando a que Harry se descuidara para entonces poder…?

-Ya vuelvo –le dijo Harry a Colby, y se apretujó entre la multitud para llegar a la puerta del club. La calle estaba vacía, en ambas direcciones. El corazón de Harry empezó a latir violentamente; sentía una muy clara sensación de pánico, mucho más que lo que había sentido en mucho, mucho tiempo.

Malfoy no podía haberse ido. No podían estar muy lejos, al menos que se hubieran desaparecido o que Manny lo hubiese empujado adentro de un taxi o algo así. Harry bajó por la calle en dirección del apartamento de Malfoy, tratando de recuperar el orden de sus pensamientos.

Pasó un callejón y escuchó voces, ambas muy conocidas. Sacó la varita de su chaqueta y se hizo un rápido hechizo de encubrimiento, con la intención de acercarse lo más que pudiera antes de revelar su presencia.

Hizo una pausa, preguntándose si esa sería la mejor manera de actuar. Después de todo, los dos hombres de ahí eran magos. Por lo que Harry sabía, Manny podía ser también un auror… o como fuera que los norteamericanos les llamaran. Probablemente podría verlo a través del hechizo de encubrimiento con la misma facilidad que Malfoy.

Y entonces, Harry quedaría enteramente al descubierto. –Finite incantatem –susurró, y sintió su piel cosquillear cuando el hechizo se desvaneció.

No había nada que hacer más que introducirse al callejón y hacer notar su presencia, y eso hizo. Manny y Malfoy estaban mirándose con enojo el uno al otro, iluminados por la tenue luz procedente de un apartamento de más arriba. Malfoy estaba fumándose un cigarro, con una postura desafiante en sus facciones y Manny estaba cruzado de brazos.

-Estás cometiendo un gran error –dijo Manny.

-Yo sé lo que hago –contestó Malfoy.

-Eso fue lo que dijiste la última vez –replicó Manny. –Realmente me preocupo por ti, a pesar de lo que creas.

Harry pisó un poco de basura y los dos hombres escucharon el crujido. Voltearon para mirarlo y Harry se sintió extrañamente culpable por haber escuchado a escondidas.

-Oye –le dijo a Malfoy. –Jeremy dijo que te habías ido y… estaba preocupado –se encogió de hombros y miró fijamente hacia Manny.

Manny le regresó una furiosa mirada y dijo gélidamente: -Harry... ¿podrías darnos un minuto? En privado, si no te importa.

-No –intervino Malfoy, antes de que Harry pudiera contestar. –No quiero hacer esto ahora –Manny empezó a protestar, pero Malfoy levantó una mano. -¿Por favor? Mejor llámame mañana. ¿Está bien?

Manny apartó la vista un momento, y entonces asintió. –Bien –dijo. –Pero no me culpes si…

-Basta –dijo Malfoy en tono cortante. Sonaba exhausto y, arrojando su cigarro, se volteó a mirar a Harry y le dijo: -¿Me llevas a casa?

-Por supuesto –Harry le extendió la mano, y Malfoy se la tomó. Harry miró una vez más a Manny antes de dejar el callejón, y los ojos de éste se entrecerraron y sacudió su cabeza, como si estuviera disgustado. Harry no miró atrás mientras se alejaron de él.

Finalmente consiguió un taxi después de varios minutos infructuosos. Malfoy se recargó contra el hombro de Harry en el asiento trasero, no había dicho ni una palabra desde que habían dejado el callejón.

-Y... ¿qué fue eso que pasó? –preguntó Harry. No había esperado una respuesta franca, por supuesto, pero a veces, en las mentiras, la gente suele dar pistas.

-Estoy jodiéndome la vida –contestó Malfoy. –Eso fue lo que pasó. Estoy tan cansado, tan solo, y odio todo esto… -se interrumpió y fijó la vista en la ventana del taxi.

Harry le dio un beso en la cabeza. –Anoche, me preguntaste si podías confiar en mí.

Malfoy hizo un sonido parecido a una risa. -¿Hice eso?

-Sí –continuó Harry. –Tú sabes que puedes.

-¿Puedo?

Esa parecía ser una pregunta retórica. Harry observó el perfil de Malfoy brillar y oscurecerse conforme el taxi pasaba las luces de la calle, y pensó que lucía tan triste… tan perdido. No podía creer que fuera la misma persona descrita en los reportes de inteligencia de la CIA; simplemente, no podía ser verdad. Necesitaba saber la verdad, desesperadamente… necesitaba escuchar la historia de la propia boca de Malfoy. Era la única manera de salvarlo de un destino funesto que ni siquiera Malfoy sabía que le esperaba.

Por supuesto, se suponía que debía informar sobre esa historia a las autoridades, pero cada vez estaba menos seguro de que eso fuera lo mejor para los propios intereses de Malfoy. Harry suspiró.

-¿Y eso, por qué fue? –preguntó Malfoy, volteando hacia él de nuevo.

Harry le sonrió tristemente, y acarició con un dedo la mejilla de Malfoy. –Yo podría ayudarte, lo sabes. De lo que sea que estés huyendo…

-No estoy huyendo –contestó Malfoy.

Harry iba a empezar a contradecir eso, pero se detuvo al ver la expresión que Malfoy tenía en su rostro. Miraba a Harry con anhelo, casi con tristeza, y él estaba espantado de moverse, temeroso de romper el encanto. Y entonces, Malfoy se inclinó hacia delante y lo besó.

Lo tomó por verdadera sorpresa… cada beso real que habían compartido hasta ese momento, habían sido iniciados por Harry, y no había esperado que eso cambiara pronto. Pero ahí estaban los labios de Malfoy, moviéndose suavemente contra los suyos y su lengua tentando a sus labios a abrirse antes de retirarla de nuevo, atrayendo a Harry dentro de él. Harry sentía su corazón latiendo con fuerza en sus oídos; estaba seguro de que Malfoy podría oírlo, y quizá el conductor del taxi también. Cuando Malfoy succionó ligeramente su labio inferior, Harry se escuchó a él mismo gemir. Jaló a Malfoy más cerca, profundizando el beso. Estaba excitado y aterrorizado al mismo tiempo… ese sentimiento increíble podía terminar en cualquier momento y no podría hacer nada para evitarlo. Sólo pudo besarlo con toda la intensidad que le fue posible.

El chofer se aclaró ruidosamente la garganta, y Malfoy empujó suavemente a Harry para alejarlo. El taxi se había detenido ya frente a su edificio. Harry lo observó a través de la oscuridad… sus labios estaban enrojecidos y sus ojos muy abiertos. Lo deseaba terriblemente. No podía imaginar que Malfoy no se sintiera del mismo modo.

-Buenas noches, Harry –susurró Malfoy, deslizándose por el asiento en dirección a la puerta del coche.

Harry gimió: -Draco…

-Lo siento –Malfoy suspiró, presionando una palma contra su frente. –No debí haberte besado, y no tenía intención de provocarte. Pero eso es una mala idea.

-¿Por qué? –preguntó Harry, tomándolo de la mano.

-Me gustas como amigo, y no quiero arruinar eso –Harry abrió la boca para protestar, y Malfoy continuó: -Así es siempre, Harry. Debería saberlo –apretó la mano de Harry y abrió la puerta del taxi. –Estaré en mi trabajo mañana en la tarde. Si gustas, ve a la cafetería; te invitaré un café –sonrió y bajó del auto.

Harry lo miró alejarse hasta que la puerta del edificio se cerró tras él. Se hundió en el asiento del taxi, sintiendo como si hubiera sido aplastado por un animal gigantesco. Su estómago le dolía, su cabeza también y lo único que deseaba era hacerse un ovillo y dormir, quizá por días completos.

-Mala suerte –dijo el conductor. -Ahora... ¿adónde?

-A la posada "Inn on Castro" –dijo Harry. –Son sólo unas calles arriba –el chofer quitó el freno, y Harry no abrió los ojos hasta que el auto se detuvo otra vez.


Notas de traducción

El "vámonos" dicho por Malfoy, cuando salen de su apartamento por la mañana, está escrito originalmente en español.

Bola de nieve: (snowball) es el acto de pasarle a otra persona cualquier cosa, boca a boca, ya sea un alimento o semen. Se dice "bola de nieve" porque, conforme va pasando entre más personas, va aumentando de volumen por la saliva de cada uno… (sí, ugh).


¡Hola a todos!

Lamento mucho no haber podido actualizar el fin de semana, pero me fue materialmente imposible. Pero aquí estamos de nuevo.

Espero que este cap. les haya gustado y sigan conmigo y con la autora, Emma. En nombre de ella y mío, muchas gracias a: Elisa Evans (el destino de Ron es revelado un poquito más adelante, pero en algunas cosas estás acertada... ciertamente, se casó con Hermione), Bollito Malfoy, Aikoss y Niku Black por sus reviews.

Hasta el próximo, besos:

Perla.