Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo beteado por Flor y Yani. Infinitas gracias por toda su ayuda, chicas.
Capítulo 1
Suspiré hondo.
Mi habitación seguía exactamente igual que tres años atrás.
Me adentré, arrastrando la maleta por el piso a la vez que cerraba la puerta de un puntapié, me aventé sobre el colchón de la cama y rodé por la suave superficie.
Era bueno estar bajo el calor del hogar, extrañaba la sazón de mamá, las charlas con papá, incluso me hacía falta la loca de mi hermana.
Cerré los párpados disfrutando tan hermoso silencio muy lejos de la algarabía estudiantil. En eso mis tripas protestaron, pero las ignoré. Unos gritos se escucharon a lo lejos y también los ignoré.
Nada ni nadie perturbaría mi paz interior. ¡No, señor!
Elevé mis brazos y juntando mis dedos medio y pulgar empecé un ritual de armonía.
—Mmmm… mmm… —Mis gimoteos sonaban más a gata en celo, sacudí la cabeza y decidí concentrarme; me senté en medio de la cama cruzando mis piernas en modo indio—. Mmm… mmm.
Un leve ruido golpeó el cristal de mi ventana. Abrí un ojo, no vi nada. Me volví a concentrar y otro ruido, seguido de otro y otro.
—¡Con un demonio! —me quejé enfadado y salí fuera de la cama. Toda mi paz interior se había esfumado, así que sintiéndome frustrado me asomé por la ventana.
Había montones de adolescentes en la piscina de casa; reían, bailaban, jugaban y gritaban como desquiciados.
¿Por qué Tanya tiene que ser tan sociable?
La busqué con la mirada por el patio, la piscina y no la vi por ningún lado. Quien sí estaba era una menuda castaña en un bikini rojo que rápidamente fue capaz de volver dura mi polla.
Mis ojos la siguieron todo el tiempo y me di cuenta de que todos los calenturientos adolescentes estaban ansiosos detrás de ella, no podía ver su rostro pero debía ser hermosa para tener a todo el gremio masculino y pubertos espinillentos ansiosos por tocar su piel.
Decidido a saber quién era ella, salí de mi habitación, recorrí el largo pasillo y al bajar las escaleras mamá me detuvo al hablar:
—¿A dónde vas, cariño? Pensé que dormirías algunas horas más.
Junté mis cejas y la miré.
—Nadie puede dormir con ese ruido del demonio, ma. ¿Por qué mi hermana hizo una fiesta? Media ciudad está en el patio de la casa y son insoportables sus berridos.
Mamá sonrió comprensiva y negó con un movimiento suave de cabeza mientras rallaba queso mozzarella sobre la pasta de espagueti.
—Tanya está celebrando el inicio del verano con sus amigos, ella es así y hace una fiesta de cada acontecimiento que sucede.
Rodé los ojos. Mi hermana buscaba mil pretextos y nuestros padres apañaban cada idea.
—Solo quiero descansar, ma. Decidí pasar un verano tranquilo en casa, me lo merezco después de tres años lejos de ustedes.
Y sí, ya estaba cansado y un poco hastiado de fiestas, borracheras, mujeres, fiestas, trabajo, tareas, fiestas. En estos tres años me había excedido de fiestas universitarias, mujeres y alcohol, ahora solo pretendía ser el hijo bueno que un día fui.
Casi podía imaginar la jodida aureola de luz encima de mi cabeza.
—No seas tan duro con ella y sus amigos. Todos son chicos buenos que hemos visto crecer en el vecindario.
Enarqué las cejas y, sintiendo ese ligero aire de suficiencia que nacía muy naturalmente de mí, seguí caminando hasta salir por la puerta trasera.
Todo eran gritos y rostros desconocidos. Por supuesto que las féminas rápidamente se acercaron con cualquier pretexto, las ignoré. Estaba cansado de berrinches y llantos, este verano sería mi verano y disfrutaría mi soltería.
Me había hecho esa promesa y la cumpliría.
Entonces, entre tantos rostros juveniles la chica del bikini rojo volteó y se me quedó mirando con una amplia sonrisa jugando en sus labios.
Mierda.
Era Belly. Mis piernas se quedaron estáticas sin poder moverse mientras ella corría hacia mí.
Obligué a mis ojos a no ver cómo rebotaban sus tetas en ese pequeño sujetador.
—¡Eddie! —gritó tan fuerte que tuve miedo de que se hubiera lastimado las cuerdas vocales, se arrojó a mis brazos colgándose de mi cuello.
Tragué saliva y, siendo un caballero, alejé su tentador cuerpo del mío.
Dulce Jesús. Sus tetas eran más grandes y su culo… no pienses en ella, no lo hagas.
Apelando a esa pizca de caballerosidad que debía existir en mi conciencia, miré fijamente sus ojos cafés.
Ella ahora era una chica adolescente, una muy hermosa, bueno, siempre lo había sido solo que estaba mucho más preciosa.
—Belly. —Mi voz salió vergonzosamente horrible, me aclaré la garganta—. ¡Hola, nena! —Sin contenerme volví a abrazarla y sus tetas volvieron a aplastarse sobre mi pecho—. Estás muy cambiada —murmuré estúpidamente.
—Te extrañé. Te eché de menos en cada cumpleaños y cada viernes por la noche, ya nunca más volví al bosque —aseveró de esa forma tan dulce, era muy tierna y sin darme cuenta me vi acariciando su mejilla con mis nudillos.
También la había extrañado.
—Nunca me fuiste a visitar. —Mi queja sonó a un crío haciendo berrinches, solo me faltaba patalear para parecer realmente idiota.
Enderecé mi postura, ahora era un hombre.
—Lo sé —admitió—, mamá nunca me dio permiso de viajar con tus padres.
Hice una mueca.
No era hipócrita así que no tenía por qué ocultar lo mal que me caía Renée.
—No importa, nena. Ahora estoy aquí y te aseguro que la pasaremos genial —prometí queriendo parecer más interesante de lo que ya era—. ¿Qué planes tienes para esta noche?
Traté de sonar casual y no como un jodido acosador que estaba deseoso por salir de rumba con la hermana menor de su mejor amigo.
Edward, tranquilo. Ya eres un hombre diferente, no más fiestas.
—Iré al cine con Jake —comentó de lo más feliz y entusiasta.
Exhalé.
La verdad lo hice con enfado porque había olvidado ese detalle. Belly tenía novio desde hacía varios años. Según decía Emmett, su pequeña hermana y ese idiota tenían un romance muy formal y el tipo hacía todo lo posible por acapararla para él.
—¿Por qué no vienes con nosotros? —Inquirió emocionada—. A Jake siempre le hablo de ti, le he contado que eres mi mejor amigo.
Olvídalo, Edward, no estás para andar yendo al cine, viniste a casa a pasar tiempo de calidad con tus padres.
—Claro. Excelente idea, estoy ansioso por conocer a tu novio Gay.
—Jake —me corrigió—, su nombre es Jacob y de cariño le dicen Jake.
—Sí, lo que sea. El apodo es ridículo y suena como mariposón, así como si fuese afeminado.
Bella sonrió y prácticamente reí con ella.
—¿Qué se supone que haces aquí?
La pregunta de Emmett me desconcertó y también me encabronó que llegara a interrumpir. Llegó con nosotros con un bote de cerveza en su mano, me ofreció y negué sintiéndome un hombre renovado.
—Esta es mi casa —respondí lo obvio.
—Eso lo sé, solo que dijiste que no saldrías de tu habitación en todo el verano —me recordó Emmett—, hasta dijiste que tomarías un seminario de relajación y que depurarías tu alma.
Resoplé. No tenía por qué exhibirme.
—¡Foto! —gritó Tanya con más fuerza en su voz que un vendedor ambulante.
Sin perder tiempo, rodeé la pequeña cintura de Belly mientras Emmett pasaba su pesado brazo por los delgados hombros de su hermana y Tanya se ponía al lado de mi mejor amigo. Me daba gusto que estuvieran en buenos términos después de su ruptura.
Los cuatro felices sonreímos para la cámara fotográfica que traía Jasper.
—Esta foto quedará guardada en mi memoria —dijo Tan—, les prometo que algún día la volveremos a rememorar cuando uno de nosotros se convierta en abuelo, es más, me comprometo a hacer una jodida fiesta de revelación de abuelos. Deberíamos prometer que estaremos juntos.
—Sí —dijimos Emmett y yo al unísono con toda la intención de que se callara.
—Eso no existe, Tan —repliqué porque me gustaba molestar—. Además nadie está interesado en siquiera algún día casarse, menos en ser abuelos.
Sentí como un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. El matrimonio no se había hecho para mí.
—No, Tan —murmuró Belly—, Jake y yo aún no tenemos pensado casarnos.
Rodé los ojos. Belly se había vuelto especialista en matar momentos memorables como una foto de los cuatro juntos.
¿A quién demonios le importaba si se casaba con el mariposón?
Caminando como si fuese un perro herido, me senté en la mecedora contemplando a todos los adolescentes reunidos en la piscina. Belly y mi hermana volvieron de nuevo a zambullirse en el agua y los demás chicos calenturientos habían vuelto a acecharla.
En un momento de introspección, medité:
¡Maldita sea! Tenía veintiún años recién cumplidos y me quería comportar como un remilgado cuarentón.
¡Al demonio!
Alargué mi mano y tomé una cerveza de la hielera, en el primer sorbo volví a la vida.
Era de nuevo Edward jodido Cullen y estaba listo para disfrutar el verano. O eso creí hasta que me di cuenta de que Emmett y Jasper me llevaban casi a arrastras a sabrá Dios dónde.
Me sentía tan feliz, tan ligero y con una profunda paz en mi alma.
—No entiendo por qué no mides lo que bebes —escuché que decía Emmett en ese tono de señor de cincuenta—, ni siquiera puedes mantenerte en pie.
En mi mente sabía que algo iba a hacer, mas no podía recordar qué. Me reí, lo hice a carcajadas porque de verdad no recordaba. Y eso era jodidamente gracioso.
—Bella se veía muy preocupada por Edward cuando se cayó a la piscina —mencionó Jasper tan apacible como si nada en esta vida pudiese alterarlo—, hasta prefirió cancelar su cita que dejar solo a este cabrón.
Bien por ella. Espera… ¿en qué momento me caí a la piscina? ¿Y por qué demonios mi ropa estaba empapada?
Mi respuesta no llegó, solo caí agresivamente sobre el colchón de mi cama y mi cabeza rebotó en la almohada.
Dios, cuánta maldad había en la humanidad.
Cerré mis ojos y unas suaves manos acariciaron mi pelo con demasiada ternura.
Sonreí sabiendo de quién se trataba, su dulce aroma floral estaba impregnado en mi alma.
—Belly —susurré ininteligible—, mi dulce Bella. Mía…
Estaba revolcándome en el infierno cuando un balde de agua fría me cayó encima. Literal, me había caído agua helada sobre mi rostro.
Asustado, y al mismo tiempo encabronado, me senté en la cama mirando hacia todos lados. Era de día, me dolía la jodida cabeza y Emmett me miraba amenazante con una cubeta en su mano.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —Froté mi rostro y acto seguido lancé una almohada sobre él.
—Quiero que me expliques por qué dijiste que Bella era tuya.
Parpadeé.
—¡Yo qué demonios sé!
—Mucho cuidado, Edward Cullen, entre nosotros hay una promesa y mi hermana está prohibida para ti, ¿entendiste? ¡Prohibida! —Me señaló el buró—. Tengo tu maldita firma.
Me empecé a quitar la ropa.
—Emmett, relájate. Te volverás un viejo decrépito a los treinta años si es que no te mueres antes de un maldito infarto.
—¡Ningún cálmate! Te conozco, Cullen. Y te quiero lejos de mi hermana, ¿acaso crees que no vi cómo te la comías con la mirada toda la noche? Estuve a punto de romper tu cara, así que dale las gracias a Jasper que no lo hice.
Se acercó a mi buró y empezó a revolver mis cosas, lanzó una caja de preservativos en la cama, seguido de mis bóxer y calcetines. Hasta que me mostró un pedazo de papel.
—Aquí está tu firma, Cullen. Juraste nunca acercarte a mi hermana. —Dejó el papel en mi mano.
Lo leí. No recordaba cómo pudo sobrevivir ese papel en mi cajón por tantos años, quizá era demasiado distraído o puede ser que me acostumbré a amontonar basura cuando elegí los nuevos muebles de mi habitación.
Lo que fuera, me dio un poco de pena la terrible caligrafía que tenía a los nueve años.
—¿No dirás nada?
¿Qué le iba a decir? Emmett me conocía y sabía que era un verdadero desastre con las mujeres, pero aun así me seguía pareciendo un exagerado.
—Tú anduviste con Tanya y yo nunca hice drama.
—Sabes bien que nunca lastimé a tu hermana —dijo—, y cuando me enamoré de ella fuiste el primero en saberlo. Fui honesto y te hice partícipe de lo que ocurría entre Tanya y yo.
Exhalé ruidosamente.
Yo no tenía interés por su hermana y puede que anoche hubiera hecho montones de estupideces, pero le demostraría que era leal a nuestra amistad.
Que me enamorara como un jodido mendigo si mentía.
¡Hola! Espero que disfruten esta divertida historia, mi intención es sacarle una sonrisa en cada capítulo mientras se enteran cómo enamoró Edward a su Bella.
¡Gracias totales por leer!
