Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.


Capítulo beteado por Flor y Yani. Infinitas gracias por toda su ayuda, chicas.


Capítulo 5

Bella se había estremecido al escuchar la voz de Alice.

En cuestión de segundos buscó esconderse en mi pecho y cambió de opinión al alejarse de mis brazos saliendo del agua, viéndose visiblemente nerviosa al cubrirse con su ropa.

—Huelen horrible —espetó Alice al cubrirse la nariz con la mano—. ¿Qué hacían en ese apestoso lugar?

Bella volteó a mirarme con una débil sonrisa. En sus ojos podía distinguir la vacilación de su respuesta:

—El calor es insoportable —dijo antes de caminar hacia la cabaña.

La observé en todo su trayecto, mirando con mucha atención ese ligero balanceo de caderas que daba en cada paso. Además, cómo no iba a ver si estaba en bragas.

—No puedes negar que te gusta.

No me gustó el tono que Alice usó y menos esa sonrisa de burla.

—¿Algún problema? —le reté.

Frunció los labios acercándose a mí.

—Creo que tienes que formarte en la larga fila de admiradores si quieres tener un poco de su atención. Bella es muy solicitada —expresó con esa estúpida sonrisa—. Buena suerte, Eddie.

La tendré, claro que sí.

—¡Espero que tengas suerte con Jasper! —grité.

Al menos sabía que podía ser el causante de su pésimo día.

En la soledad de la noche y con el ruido de los grillos como música de fondo, me puse a meditar que Alice no estaba tan equivocada. Bella tenía admiradores, esos adolescentes estaban esperando que su flamante novio cometiera un mínimo error para ir por ella.

Sacudí la cabeza.

—Me gusta Bella —admití en voz alta—, es un hecho. ¿Por qué mierda voy a esperar a que termine con Jake?

Sonreí al empezar a trazarse un plan en mi cabeza.

.

.

Los tres días siguientes estuve detrás de Bella, dediqué mi tiempo a ser su amigo incondicional y casi su esclavo. Aunque no hubo grandes actividades por hacer, el calor nos mantenía encerrados en la cabaña, nadie estaba interesado en hacer ciclismo o senderismo, no decía lo mismo de las noches que se empezaron a volver interesantes, sobre todo una de ellas.

Jasper dejó de tocar la guitarra después de que las chicas salieran a la pequeña terraza.

—Parece que a nadie le interesa escucharme cantar. —Su voz era de completa amargura—. Bella ni siquiera puso sus ojos en mí ni un solo momento.

Estreché los ojos, mirándolo.

—¿Acaso quieres llamar su atención?

—No, solo lo digo porque a nadie le interesó el repertorio de esta noche.

—Es que también, Jazz, ya estamos aburridos de las mismas canciones que cantas. —Apoyé el mentón sobre mis rodillas mientras abrazaba mis piernas—. Mejor te propongo un trato.

Jasper solo enarcó las cejas concentrándose en las cuerdas de la guitarra.

—No tengo dinero.

Rodé los ojos.

—No me refiero a eso —dije—. Te pido que mantengas tu boca cerrada porque me iré a la playa, no quiero que le digas a Emmett.

Mis palabras fueron suficientes para que dejara su guitarra de lado y captara su atención.

—¿Por qué? No entiendo, ¿qué hay de malo con que lo sepa?

—Me llevaré a Bella conmigo.

El semblante de Jasper pasó de la diversión al desconsuelo en cuestión de segundos y me pregunté si tenía problemas de inestabilidad emocional.

—Entonces nos vamos a la playa. —Se acomodó sin ser invitado y una amplia sonrisa apareció en sus labios. Ahí estaba de nuevo su jodido cambio de humor.

—No —corregí de inmediato—, Bella y yo iremos a la playa, ustedes se quedarán aquí a terminar de pasar sus fantásticos días de verano en este lugar.

—Espera… estás diciendo que Bella y tú se van —afirmó—. ¿Por qué?

—Porque quiero llevarla a la playa. Bella está completamente hastiada en este lugar y no permitiré que vuelva a su casa para aburrirse el resto del verano oyendo los gritos de su mamá.

—¿Por qué te preocupa tanto Bella?

—Porque me gusta —admití mientras la boca de Jasper se abría como pez fuera del agua.

—¡Ella tiene novio!

—¿A quién le importa el novio? Bella me gusta y voy a conquistarla. —Me incorporé dispuesto a salir para ir a buscarla, pero no logré dar tres pasos cuando Jasper me detuvo.

—¿Bella te gusta? —inquirió asombrado—, ¿desde cuándo?

—No lo sé. —Encogí mis hombros.

—Bella no es como todas, Edward —empezó con su sermón—. Ella no es una más de las mujeres que tú estás acostumbrado a tratar en fiestas. No eres bueno para ella ni siquiera puedes mantenerte alejado de una cerveza.

—¡Qué importa! —exclamé—. Si Bella necesita un jodido príncipe, pues seré uno para ella.

—No. No vas a poder. No sabes cumplir promesas.

—Solo quiero saber si cuento con tu discreción.

Jasper me observó sin decir nada.

Igual no esperaba que fuera corriendo a decirle a Emmett. Jasper podía ser el amigo más lento, pero antes de echarme de cabeza él era capaz de alejarse de nosotros.

Di media vuelta.

—Edward —me llamó—, no puedes ocultar por siempre que Bella es importante para ti.

Solo me detuve para responder:

—Siempre lo ha sido.

Caminé hasta la terraza donde las chicas estaban sentadas. Las tres estaban sentadas dándome la espalda y parecían muy entretenidas en lo que estuvieran conversando.

—Bella, ¿podemos hablar?

Ella volteó, sonrió y automáticamente sonreí. Sin perder tiempo se puso de pie y sacudió su trasero con ambas manos antes de echarse a correr hacia mí.

—¿Qué pasa, Edward?

—¿Te gustaría ir a la playa?

Frunció el entrecejo. Luego de meditar lo que parecieron minutos, llevó una mano por encima de sus ojos y empezó a frotar su piel sin dejar de mirarme.

—Iré a Miami y pensé que querrías acompañarme —dije al no obtener respuesta. No podía negar que su silencio me dolía, sin embargo, traté de seguir sonriendo como un vil idiota que se conforma con nada—. Me voy esta noche cuando todos se duerman.

Sus ojos se abrieron muy grandes.

—¿Te vas?

—Sí. Nos queda una semana en este lugar y no pienso aguantar más, prefiero irme antes de terminar con una infección por tanto piquete de mosquitos. ¿Qué dices, nos vamos? En tu casa no se darán cuenta porque llegaremos el mismo día que todos regresen a casa.

Bella pestañeó, pero su sonrisa tan hermosa y alegre logró calentar mi corazón y mantener la esperanza de una oportunidad.

—Ah… sí, acepto, vámonos.

Mantuve una actitud normal cuando en realidad quería ponerme a saltar como un crío que consigue lo que quiere.

—Bien, procura tener tu maleta lista. Te estaré esperando en el coche de Jasper después de la una de la madrugada, él nos llevará al aeropuerto. —Quise cruzar los dedos para que Jasper aceptara llevarnos—. Procura mantener esto en secreto.

Ella asintió vehemente. Incluso inclinó su rostro escondiendo su sonrisa.

—Te estaré esperando —dije.

—Aquí estaré a la una —aseguró convincente.

.

Cuando una mujer dice que estará a la hora indicada nunca debemos creer, había pasado media hora después de la hora acordaba y ella no llegaba. Estuve mirando la cabaña oscura y estuve tentado a bajar del coche y entrar si no hubiera sido por Jasper.

—Deberías irte —murmuró—, Bella no llegará, seguro se arrepintió. Llévate mi coche —me tendió sus llaves—, nosotros pediremos un taxi cuando regresemos a Seattle.

—Parece que deseas que me largue de aquí, ya solo te falta pedirme un helicóptero con tal de deshacerte de mí.

—Lo digo porque te veo ansioso y no dejas de fumar. El humo hace que me duela la nariz.

Dejé caer por la ventana el cigarro que traía entre mis dedos.

—¿Así está bien? —inquirí malhumorado.

—Bella está enamorada de Jake —mencionó como si alguien le estuviera pidiendo un informe detallado. Entorné los ojos al escucharlo—. Es obvio que no se irá contigo cuando lo quiere a él, estás perdiendo tu tiempo al insistir. Ellos llevan años juntos, los he visto todo este tiempo y cada vez son más unidos. Es probable que se vaya con él a la misma universidad, quizá se casen en unos años…

—¿Quieres callarte? —lo interrumpí.

Los celos que sentía estaban invadiendo mi sistema, tenía ganas de estrellar mi puño en el rostro de Jasper y así sentirme mejor, aunque ese sentimiento se desvaneció por completo cuando vi a Bella correr hacia el auto con su pequeña mochila en su espalda, mi sonrisa se ensanchó y juré que mi corazón bombeó con mucha fuerza en mi pecho.

Bajé del auto y fui a su encuentro.

—Pensé que te habías arrepentido —casi reclamé, aunque mi voz sonó muy tierna, demasiado tierna para ser yo.

—Tanya no se dormía, estaba dando vueltas en la cama, así que tuve que esperar —me explicó—, hizo planes para mañana y yo solo pude aceptar. Sentí pena de ilusionarla.

—Qué importa, mi hermana no es rencorosa y seguro que en estos días se le olvidará. —La ayudé con la mochila y le abrí la puerta trasera del auto—. Debemos irnos —dije, antes de que subiera. Le estaba dando una oportunidad de arrepentirse.

—Vámonos —respondió, subiéndose.

Sonreí.

Al subir al auto me sentí diferente. No sabía bien lo que estaba haciendo ni las consecuencias que nuestro viaje traería, pero eso no me haría retractar, la quería conmigo.

—¿Estás lista para nadar en las aguas de Miami? —pregunté emocionado.

—Es lo qué más quiero —respondió. Bella tampoco podía ocultar la alegría en su voz.

—Entonces, vámonos. —Palmeé el hombro de mi amigo.

Jasper no dijo nada, solo puso en marcha el motor.

.

Tres horas después estábamos bajando de un taxi justo en la tierra del sol. La alegría nos duró poco, no tener reservaciones de habitación era un desastre, estábamos en pleno verano y había turistas por doquier, encontrar un hotel sería una tarea difícil para la época.

Aunque nada que una suite de recién casados no pudiera resolver.

—Felicidades, señores Cullen —dijo la chica al abrir la habitación y darme la tarjeta.

Lo primero que vi fue la majestuosa cama color blanco cubierta de pétalos rojos, también había una botella de champán en hielo y a su lado dos copas de cristal, venían incluidos en el precio de la habitación.

Tragué al solo imaginar que no existiría tal noche.

Bella suspiró ruidosamente al quedarnos solos, recorrió el lugar un poco cohibida y se quedó mirando por el gran ventanal, la vista al mar azul era espectacular.

—Esto es mejor que quedarnos en un motel de mala calidad —dije.

Bella se volvió hacia mí, al menos su rostro ya no estaba sonrojado.

—Les dijiste que estábamos recién casados —me recordó con una sonrisa—, estoy segura que no nos creyeron, somos muy jóvenes para estar casados.

Rasqué mi nuca.

—Bueno, seguro pensaron que nos hemos escapado de casa y que estamos aquí para… —dudé— pasar nuestra noche.

Sus mejillas se pintaron de rosa intenso.

—¿Crees que se pondrán a averiguar?

—Para nada —negué con la cabeza—, a estos lugares lo único que les importa es el dinero y he pagado muy bien por esta suite. Mejor cambia tu ropa, ponte algo ligero y bajemos a la playa.

Bella estuvo de acuerdo, se metió al baño junto con la mochila que cargaba en sus hombros mientras yo aproveché y revisé que mi Nokia estuviera apagado, aún no estaba interesado en saber de mis padres.

—¡Estoy lista!

Volteé.

Santísimo niño Jesús. Mi corazón pudo haberse detenido y mi amigo rápidamente reaccionó firme al ver el diminuto bikini rojo de Bella, ese era mi favorito y ella lucía simplemente espectacular.

Sin quitar mis ojos de los suyos, tendí mi mano hacia ella.

—Vamos —le dije.

Nuestros dedos entrelazados, era el toque más natural. No pudimos soltarnos de las manos en todo el recorrido hasta la playa.

Mi parte favorita era su hermoso rostro maravillado con las hermosas aguas turquesa de Miami. Corrió hasta la playa y solo la observé con la boca abierta, sonreí cuando la vi saltar entre las olas.

Bella estaba extasiada de felicidad. Entonces comprendí que sería capaz de todo por verla siempre feliz. Podría ser su jodido esclavo o su payaso con tal de hacerla reír.

—No puedes enamorarte —me reproché en voz alta—, esas cosas no ocurren así tan fácil y tampoco a mi edad.

Me senté en la arena blanca y no dejé de mirarla. Así pasaron las horas o los minutos, perdí la noción del tiempo mientras no podía dejar de mirarla y sonreír al darme cuenta de su felicidad.

—¡Edward! —gritó ella agitando su mano hacia mí—. ¡Ven al agua!

Sacudí la cabeza dejando que mis ideas se disiparan y corrí hacia ella.

El agua era cálida al entrar en contacto, nadé hacia lo profundo con el movimiento de mis brazos tratando que el cansancio de mi cuerpo me hiciera olvidar su sonrisa, sus ojos y toda ella. Estaba en Miami, iba a disfrutar y no pensar en lo mucho que me gustaba.

Pero no pude, era débil y no pasaron quince minutos cuando volteé hacia ella. La vi arrodillada en la orilla de la playa haciendo un castillo de arena como una niña pequeña.

Salí del agua y fui a donde estaba.

—Es el castillo más feo que he visto —le dije—, de niña tenías más imaginación.

—Es que ya no soy una niña.

—No, ya no lo eres. —Me arrodillé a su lado y empecé a ayudar en su castillo.

—De hecho ya no me dices Belly.

Suspiré.

—Pensé que ya no te gustaba ese sobrenombre.

Sacudió la cabeza salpicando agua en mi rostro. Ella rio y ahí estaba yo riendo al mismo tiempo.

—Me gusta más cuando me dices Bella —reveló en un susurro volviendo su vista a la arena que manipulaba.

Levanté mi vista y la miré con ternura. Bella seguía entretenida en el castillo y no se percató de mi interés por su reacción, no se dio cuenta que no podía quitar mis ojos de su rostro y que el hecho de verla feliz me hacía feliz también. Ella no pudo descubrir que me gustaba y que tal vez si hubiera volteado se habría enterado que moría por acercarme, que estaba mendigando un poco de su atención y que un beso de sus labios era suficiente para dejarme sin respiración y mandarme directo al cielo.

No, ella no se dio cuenta cuando se puso de pie y corrió de nuevo al agua que yo solo veía su trasero contoneándose hasta perderse en el mar.

La seguí. Corrimos y por fin mi sueño de correr tras de ella se hizo realidad, era fácil alcanzarla y un deleite rodear su pequeña cintura con mis brazos.

—Eres un tramposo —se quejó cuando la seguí sosteniendo y la saqué del agua.

Apreté más fuerte su cintura y me sentí mejor al estar tan cerca de su piel salpicada con gotas de agua.

—Es hora de descansar, hemos estado la mayor parte del día expuestos al sol.

Ella se quejó, hizo un puchero infantil, pero no soltó mi mano.

Pedimos la cena a nuestra habitación y, al entrar, Bella corrió a la ducha. No tardó ni diez minutos y salió vestida en un corto vestido blanco de tirantes.

Mi ducha fue de más tiempo, quizá treinta minutos, necesitaba valor para estar a solas con ella. Al salir Bella estaba cenando y la botella de champán estaba abierta.

—¿Qué estás haciendo?

Encogió sus hombros, su rostro permanecía sonrojado al igual que la mayor parte de su cuerpo debido a tantas horas expuestos al sol, el mío lucía exactamente igual que ella.

—Celebrando —respondió bebiendo hasta el fondo el contenido de la copa que traía en su mano.

Corrí, se la quité de la mano y miré la botella de champán a medio llenar. Torpemente dejé la copa de vidrio y me volví hacia ella.

—Bella —sujeté sus mejillas—, no puedes beber.

Sonrió alegremente, sus ojitos se volvieron dos rendijas al enfocarse en mí.

—Me siento muy bien —respondió.

Mierda.

Bella caminó hacia la botella y bebió directamente. Empezó a bailar de lo más feliz balanceando sus caderas de un lado a otro, sin importar que mostraba sus bragas de algodón.

Llevé mis manos a mi pelo y en desesperación empecé a tirar de las hebras al verla tan desinhibida, inclusive se había subido a la cama y bailaba mientras bebía.

Nervioso, corrí a la cama y me subí a su lado.

—Bella, Bella, por favor. —Intenté quitarle la botella y ella la puso sobre mis labios para que bebiera, al negarme el líquido espumoso cayó de la comisura de mis labios a mi camisa—. Estás borracha y me van a matar.

—Vamos a divertirnos. —Su voz no sonaba tan ebria, empezó a saltar sobre la cama haciendo suficiente ruido—. Vamos, salta conmigo.

Sostuve su mano y tiré de ella haciéndola bajar de la cama. Bella casi tropezó por mi rudeza, mas no permití que se hiciera daño, la sujeté por la cintura llevándola al baño, necesitaba hacerla vomitar.

Presioné su estómago con mis brazos al ponerla sobre el váter, ella empezó a hacer ruidos de arcadas.

—Por favor, vomita. —Desesperado seguí diciendo mientras presionaba bajo su pecho.

—No quiero —se quejó.

Una opción era poner mi dedo en su boca y provocar su vómito, pero sabía que además de repugnante la podía lastimar.

Me rendí después de diez intentos de presionar su estómago y que Bella nunca vomitara.

La saqué del baño llevándola a la cama y la recosté.

Empezó a reír con su rostro completamente sonrojado al tiempo que uno de sus dedos acariciaba mi mejilla.

—Eres muy guapo —musitó cuando me arrodillé al lado de la cama—, me gustas.

Sonreí. Hubiera saltado de felicidad si no estuviera alcoholizada. Bella no era consciente de nada.

—Duerme, que yo velaré tus sueños.

Ella negó y, sin esperarlo, tiró de mi mano dejando nuestros rostros tan solo a centímetros. Bien podía besarla y sabía que por su estado ella me correspondería, sin embargo, no quería que nuestro primer beso fuera así.

—¿Qué voy a hacer contigo? —murmuré.

—Quiéreme. Quiéreme mucho, Edward —dijo antes de cerrar sus ojos.

Sonreí y apoyé mi rostro al lado de ella para velar sus sueños.

.

Estaba volviendo a la consciencia cuando sentí un cuerpo caliente sobre mi pecho, abrí un ojo y vi una cabellera castaña y abundante cosquilleando la piel de mi cuello.

Suspiré, apretando la pequeña cintura que mi brazo rodeaba mientras sentía el ligero peso de unas piernas sobre las mías.

La sensación era exquisita. Me gustaba.

—Edward… —la voz de Bella sonó tan dulce que sonreí—, Edward, despierta.

Mi cuerpo se movió ligeramente.

—¡Despierta! —exclamó moviendo mi cuerpo con brusquedad.

Desorientado abrí los ojos. Bella estaba observándome al lado mío, su cabello largo estaba hecho una preciosa maraña castaña, era hermosa recién levantada.

—Nos quedamos dormidos —murmuró—, en la misma cama.

Froté mis párpados.

—Sí, anoche me dormí a tu lado —dije.

El color rojizo seguía en su piel haciéndola lucir tan dulce.

—Me cuidaste —afirmó—, gracias.

—Era mi deber. Además, estabas borracha.

—No lo recuerdo, pero ahora me duele la cabeza.

—Pediré que te traigan ibuprofeno.

Estaba por incorporarme, pero no lo hice cuando ella se inclinó de nuevo apoyando su cabeza en mi pecho mientras despacio se iba acomodando lentamente al lado mío.

Volví a rodear su cintura al tiempo que olisqueaba su cabello y llenaba mi sistema con ese delicioso aroma a fresco.

Era la primera vez que despertábamos juntos en la misma cama, aunque existía cierta timidez sabíamos que entre nosotros no sería lo mismo, porque simplemente se sentía en el ambiente .

Algo había cambiado y no lograba ponerle nombre.

Fue de ese modo que nuestros días se volvieron raros, pues la misma sensación seguía permaneciendo y juraba que Bella podía sentirlo. De pronto parecía que nuestras manos solo querían estar unidas, cualquier pretexto era el indicado para tocarnos, sentir un roce de nuestra piel, ya sea en abrazos o todas las veces que ella se subía a mi espalda y jugábamos por horas en el mar. Era como si no tuviéramos suficiente el uno del otro.

Por las noches era la peor parte. El compartir la misma cama y dormir con pijamas ligeras provocaba que cierta parte de mi cuerpo se pusiera dura por ella y muchas veces poner distancia de por medio no ayudaba, porque inconscientemente nuestros cuerpos se buscaban en horas de la madrugada y la prueba era que cada mañana al despertar siempre estábamos abrazados y en la misma posición. Bella sobre mí.

Era el último viernes de nuestras vacaciones, la tarde había caído y nosotros caminábamos por la orilla de la playa después de cenar.

—Mañana nos vamos —mencionó Bella y en su voz podía identificar decepción.

—¿Quieres quedarte más días? —Si ella lo quería podíamos quedarnos, bien podía usar la tarjeta de mi padre ya que mis ahorros se habían acabado.

—No. Recuerda que debemos volver junto a los demás. ¿Crees que nuestros padres se enteren?

—No se enterarán, he planeado minuciosamente este viaje y todo saldrá bien.

—¿Qué dices? —Ella detuvo su caminar—. Pensé que solo se te había ocurrido porque estabas aburrido y ahora dices que lo has planeado todo, no entiendo.

—Me refiero a planear el tiempo para coincidir con el regreso de los demás —le expliqué.

Bella sonrió ampliamente al comprender.

Nuestras manos seguían unidas mientras la suave brisa lograba que nuestra ropa se moviera a su antojo, miré sus labios.

No lo pensé. Mamá suele decir que nunca pienso lo que haré, quizá tiene razón porque me incliné cerca del rostro de Bella.

Ella no se movió pero su sonrisa se volvió nerviosa.

Podía sentir su aliento a chocolate por el helado que había comido, sonreí al darme cuenta que mi aliento era el mismo. Fue entonces que cerré mis párpados y acorté la distancia tocando sus labios con los míos por primera vez.

Fue un beso lento como una caricia suave en sus labios.

No obstante, la necesidad de sentirla cerca me hizo rodear su cintura con un brazo y con la mano acariciar su rostro. Bella respondió llevando sus manos a mis hombros y abriendo sus labios para mí, no perdí tiempo y la besé de una forma más atrevida dejando que mi lengua se adueñara de su boca.

Un beso que le hiciera saber lo que sentía por ella.


Disculpen la demora, chicas. Aquí vamos de nuevo con otro capítulo. Ojalá sea de su agrado y me hagan saber si les gusta o no, esperare sus opiniones.

Agradecida con quienes le dan una oportunidad a la historia, es sumamente gratificante saber que mis horas invertidas valen la pena.

Recuerden que participo en martes de adelantos en el grupo de Élite Fanfiction y para quienes gusten echar una mirada alusiva a cada capítulo pueden unirse a mi grupo de Facebook, el link está en mi perfil.

En cuanto tenga oportunidad dejare sus nombres de quienes comentaron el capítulo anterior.

¡Gracias totales por leer!