Ranma ½ es propiedad de Rumiko Takahashi.

Perdido en el Amazonas

Por

Dr Facer

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—Déjame verte. Quiero agradecerle al hombre que fue lo bastante amable como para dejarme dormir en su tienda la noche anterior.

Ryoga despertó lentamente. ¿Acaso escuchaba una voz de mujer, y estaba hablando en inglés? Presa de la curiosidad, Ryoga abrió los ojos.

—¡Buenos días, dormilón!

Cuando sus ojos enfocaron, Ryoga se encontró con una mujer bastante bonita arrodillada junto a él y que le sonreía abiertamente. Tenía un brillante cabello dorado que le caía hasta media espalda, blanca y suave piel y profundos ojos azules. Daba la impresión de que ella tenía alrededor de veinticinco años. Ryoga notó entonces que la mujer llevaba puesta su camisa amarilla y unos de sus pantalones negros. Al ver todo esto, Ryoga hizo lo más natural en él cuando recibía una sorpresa semejante: Gritó con toda la fuerza que pudo.

—No tenías que gritar —, se quejó ella, su inglés tenía un marcado acento británico —. ¡Sólo quería agradecerte por darme alojamiento y prestarme algo de ropa!

—¿Quién eres? — Demandó Ryoga, muy sorprendido como para que su natural timidez entrara en acción y también un poco asustado de no entender lo que decía la mujer.

—¿Qué dices?— La mujer miró a Ryoga como si de repente le hubiera crecido una segunda cabeza —. No entiendo nada de lo que dices, tampoco te entendí anoche. ¿No sabes hablar inglés, español o portugués? Yo puedo hablar esos tres.

Ryoga se calmó lo suficiente como para procesar lo que le estaban diciendo. Pensativo, se cruzó de brazos por un momento, como siempre estaba perdido, Ryoga había aprendido un poco de muchos idiomas; su inglés era bastante bueno aunque estaba un poco oxidado, podría intentar algo de español, pero no conocía ese idioma lo suficiente. Suspirando, el muchacho decidió hablar en inglés —, ¿quién… eres… tú?

—¡Así que puedes hablar ingles, bravo! — La mujer sonrió de nuevo —, me llamo Ann Davis —. Declaró —, ¿Y tú?

—Ryoga Hibiki.

—¡Pues bien, gusto en conocerte Ryoga Hibiki! — La mujer lo miró con curiosidad —, ¿porqué no me dices qué haces aquí tú solo, eras parte de un grupo que se separó o quizás todos tus amigos murieron?

—Estoy aquí yo solo —. Respondió Ryoga, ahora ya bien despierto y no tan sorprendido, comenzó a analizar la situación. ¿De dónde había salido esta mujer, y dónde estaba el jaguar, lo había matado ella?

—¿Estás solo? — Ann miró a Ryoga con atención. Parecía ser asiático y tan perdido como ella —, no te ofendas, pero lo encuentro muy difícil de creer.

—¡No miento, en verdad estoy solo y estoy PERDIDO! — Exclamó Ryoga —, ¿Eso era lo que querías oír?

La joven mujer rió un poco —, ¡lo sabía!

—Ya basta —, demandó Ryoga, no le gustaba que se burlaran de él —. ¿Y qué si estoy perdido? — Exclamó —, ¡creo que tú también lo estás!

—Sí, lo estoy —, dijo Ann —. Llevo perdida aquí alrededor de un año. Es agradable ver por fin a otro ser humano que puede entenderme. Los nativos no pueden hablar ninguno de los lenguajes que yo conozco.

—¿Llevas perdida un año entero? — Ryoga no lo creía —, ¿acaso es tan grande esta selva?

—Una de las más grandes en el mundo, muchacho; si no es que la más —. Explicó Ann.

—¿Pues en qué parte del infierno estamos?

—La selva amazónica en Brasil si no me equivoco. Podría ser Venezuela —. Dijo la mujer, poniéndose seria de repente —, pero tienes razón Ryoga, este lugar es un infierno. Un enorme infierno verde.

—El nombre le queda al lugar.

La mujer miró a Ryoga y suspiró —, eso es cierto, y se pone peor entre más tiempo pases aquí.

—Todo eso es muy interesante Ann, pero…

—¿Pero qué? — Preguntó ella.

—No pareces una mujer que ha estado perdida por un año —. Dijo Ryoga. Listo, había estado esperando una oportunidad para decirlo. Ann no parecía una persona perdida. Estaba muy limpia, su piel no estaba bronceada y no parecía sufrir de desnutrición.

—¿Y cómo lo sabes? — Acusó ella, levantando un poco la voz y cruzándose de brazos. Ann odiaba cuando la gente no le creía.

—Sé mucho acerca de estar perdido —, respondió él —. Te lo aseguro.

—Bueno… hay una muy buena explicación para eso —. Dijo ella, levantando un poco más la voz.

—¿Y cómo dices que no me entendías anoche? Sólo hablé con un jaguar y por cierto… ¿en dónde está y de dónde saliste tú?

—Yo…

—¿Lo mataste o algo, y porqué estás usando MI ropa? — Preguntó Ryoga, un poco molesto por el tono de voz que había adquirido Ann.

—No. mira Ryoga, lo que pasa es que…

—¿Qué?

—No me lo creerías si te lo contara —, dijo ella y bajó la mirada —. Pensarás que soy una loca y no quiero eso, después de todo, esperaba poder recibir un poco de ayuda de tu parte.

Ryoga no supo qué responder. Ella tenía razón, si había tenido que usar su ropa, entonces sí necesitaba ayuda y aquí estaba él… obligándola a darle respuestas que no quería compartir.

—Lo lamento—, dijo él, inclinándose un poco—. No quise ser grosero.

Ann sonrió otra vez. Ella era una mujer de personalidad alegre, y la honesta disculpa de Ryoga fue suficiente como para alegrarle el ánimo—, está bien. Pero hablaba en serio; es muy probable que no me creas.

—Haz el intento—, desafió él—. He visto muchas cosas raras.

—Después del desayuno, muchacho." Dijo Ann, —Revisé tus cosas y vi que tienes una estufa portátil y otras cosas que puedo usar. ¿Te gustaría un guisado? Yo cocinaré."

Ryoga sonrió. ¡Comida de verdad, cómo la había extrañado!

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—¿Te gustó?

Ryoga sonrió satisfecho—, ¡ese guisado que hiciste estaba delicioso, hacía meses que no comía algo que pudieras llamarse comida de verdad!

—¡Qué bien, creí que ya había olvidado cómo cocinar! — La mujer sonrió y colocó su plato vacío a un lado—. Un momento… ¿dijiste meses? — Preguntó Ann mientras revisaba la vacía olla en la que había preparado el guisado de guacamayo—, ¿no habías dicho que sólo llevabas días aquí?"

Ryoga se sonrojó—, bueno… he estado perdido por un par de meses. Llegué aquí sólo por accidente.

—Hablas como si tu sentido de la orientación no funcionara—, bromeó ella.

El joven Hibiki miró triste el fondo de su plato, preguntándose si debía decirle sobre su problema con las direcciones.

—¡Oye, no estés triste! — Dijo la joven mujer alegremente—, ¡sí estás así, no te contaré porqué estoy aquí o qué le pasó al jaguar!

El chico perdido se alegró de inmediato. Era mejor escuchar los problemas de otros a tener que pensar en los suyos—, hazlo por favor.

—Eres el primero al que voy a contarle, espero que entiendas si mi relato es algo confuso—. Ann suspiró al momento en que su humor se volvía agrio—, esto no es un recuerdo agradable, pero aprecio que estés dispuesto a escucharme. La mejor manera de deshacerse de un mal recuerdo es compartirlo, o al menos eso es lo que mi madre siempre me decía.

Ryoga asintió y esperó a que ella continuara.

—Yo era parte de un equipo científico—, comenzó ella—. Yo no sé mucho de ciencias; sólo era la traductora. Algunos miembros del equipo no hablaban el mismo idioma y mi trabajo era ayudarles a entenderse durante la expedición y cuando compartían los resultados de la investigación.

—¿Qué estaban investigando?

—Investigábamos a los Yanomamos, una tribu nativa que muy pocos han visto.

—¿Los encontraron?"

Ann tembló un poco, —Desafortunadamente, sí.

—¿Por qué, pensé que querían encontrarlos?

—Yo… dime algo…— Ann aclaró su garganta—. ¿Crees en la magia, Ryoga?

Ryoga sonrió. Luego de Jusenkyo y algunas de las cosas que había visto junto a Ranma, ahora sí era un creyente— Sí—, respondió—. Sí creo.

—¿En serio? —, preguntó ella—. Sé que es una pregunta rara, pero en verdad debo saber si crees en la magia. Magia verdadera, no la que ves en una fiesta infantil.

—Te dije que sí—, Respondió Ryoga seriamente—. En verdad creo que la magia existe.

—Bien. Porque fue eso lo que me dejó en donde estoy.

—¿Perdida?

—Sí, y totalmente jodida.

—¿De qué hablas? — Preguntó el adolescente—, ¿pasó algo con los nativos?"

Ann negó con un movimiento de cabeza y sonrió tristemente—. Claro que no, fuimos amables con ellos, y ellos fueron amables con nosotros. Los problemas comenzaron después de que dejamos la villa de los Yanomamos. Verás, nuestro bote se descompuso sin razón. Un día… ¡simplemente dejó de funcionar, el motor se atascó y perdimos la radio!

—¿Qué pasó luego?

—Pues… decidimos quedarnos allí esa noche para tratar de reparar el bote al día siguiente. Fue entonces que el líder del grupo decidió que sería divertido salir a tomar una caminata nocturna él sólo por la selva… lo encontramos al día siguiente… él… estaba muerto… no tenía sangre, pero tenía cientos… ¡miles de pequeñas heridas por todo el cuerpo!

Ryoga se movió incómodo en su asiento, pero no dijo nada.

—Las heridas eran muy grandes como para ser de insectos, según dijo nuestro médico, pero ahora, un año después, no estoy tan segura… lo enterramos y nos concentramos en arreglar el bote. Les sugerí que deberíamos volver a la villa y preguntar si podrían darnos un guía a otro pueblo y así hasta que pudiéramos regresar a la civilización… pero nadie me hizo caso.

Ann miró nerviosa a los árboles que los rodeaban y tembló un poco—. Ya estábamos muy lejos para intentar volver al pueblo y además, no teníamos muchas armas, sólo tres rifles, cuatro pistolas y pocas municiones así que era un riesgo que el equipo no quiso tomar… la segunda noche, el capitán de nuestro barco, un brasileño rudo se desapareció y no pudimos encontrarlo.

—¿Qué hicieron entonces?

Ann se puso de pie y comenzó a andar nerviosamente alrededor de la fogata—. Nada, sin un capitán, la nave era casi inútil, ninguno de nosotros sabía como navegar la nave muy bien y no conocíamos el río. Pero no teníamos otra opción. Seguimos intentando arreglar el maldito bote. Para la tercera noche, al fin tuvimos éxito. El motor estaba reparado… pero…

—¿Alguien más se perdió? — Adivinó Ryoga.

—No. Sucedió algo peor. Ya éramos sólo cuatro entonces, nuestro equipo nunca fue muy numeroso y, esa noche... yo y el doctor estábamos juntos y de repente, él… de repente fue rodeado por moscas… se le pegaron… le estaban haciendo algo… ¡no, no sé qué, sólo sé que lo lastimaban! Traté de ayudarlo pero cayó al agua y… nunca volvió a salir… fue como si el río se lo hubiera tragado…

Ryoga respiró profundamente y se preguntó que tenía de mágico todo lo que le había pasado al grupo de Ann. Quizás todo había sido causado por la mala suerte, quizás no. Pero al menos ya sabía porqué ella llamaba a esta selva un infierno verde. Sin embargo, le preocupaba la manera en que la gente había muerto. No parecía normal y le asustaba un poco el saber que las moscas podían atacar de ese modo.

—Ya solo éramos tres—, dijo ella mientras se sentaba de nuevo, esta vez sobre la húmeda tierra, abrazándose las piernas—. Y ellos no confiaban en mí… seguro que ellos pensaban que yo maté al doctor… la selva… los hacía pensar cosas… malas… los estaba volviendo locos… lo sé porque yo me sentía del mismo modo, escuchaba la voz que salía de lo más profundo del verde esplendor que nos rodeaba y sabía que ellos también la escuchaban… pero ninguno lo decíamos porque hacerlo… significaría que admitíamos que nos estábamos volviendo locos. Esa voz… hablaba en un idioma extraño que no entendía, pero podía entender lo que quería que hiciera, porque las palabras se volvían imágenes, pensamientos que llenaban mi mente… me dijo que era una bruja, quería que fuera a la selva y…

Ann hizo una pausa y comenzó a temblar.

—¿Estás bien? — Preguntó Ryoga—. ¿Necesitas algo?

—Estoy bien—, Murmuró Ann—. Es sólo que… no es un buen recuerdo… y lo que te he contado hasta ahora no es ni siquiera lo peor que sucedió… estoy bien, y quiero terminar mi historia. En caso de que no logre salir de esta selva y tú sí… al menos sabrás lo que me pasó… eso sería… algo bueno. ¿Verdad?

Ryoga asintió y miró a Ann con preocupación.

—Esa tarde fue terrible. Como sabes, estaba sola con dos hombres. Eran Buenos hombres, un antropólogo y un botánico… hombres muy inteligentes y civilizados… pero al anochecer… no sé porqué… tal vez porque la voz había estado muy insistente ese día… ellos comenzaron a discutir sobre quién debería 'hacerlo' conmigo…— Ann tembló un poco—. Me oculté en el cuarto de máquinas y me encerré allí. Pude escucharlos pelear… fue muy violento y ¡Dios, aún puedo escuchar los disparos!

—¿No me digas que…?

—¿Se mataron entre sí? — Ann suspiró débil y tristemente—, lo hicieron. Yo Esperé hasta el día siguiente para salir del cuarto de máquinas… estaban en la cubierta… los insectos ya estaban comiendo su carne y algunas aves de carroña ya estaban picando sus ojos… fue…— La mujer se cubrió el rostro y se estremeció, pero sólo por un instante.

Ann respiro profundamente y se preparó para continuar su historia—, ¡no puedes imaginar lo que sentía entonces, estaba sola en un bote a la deriva en el medio de la nada, intenté usar el radio pero estaba tan muerto como mis amigos y mi celular era inútil, no había señal disponible!

—¿Qué fue lo que hiciste? — Preguntó Ryoga, que aunque no lo admitiría ante Ann, su historia en realidad estaba poniéndolo nervioso.

—Entré en pánico, pero de algún modo conseguí llevar el bote a la orilla… pensé que podría volver al pueblo y vivir allí hasta que un grupo de rescate viniera a buscarnos… parecía la mejor opción en ese momento… ahora, me pregunto si quedarme en el bote y morir allí no habría sido mejor.

—¿Porqué, qué sucedió?

—Me perdí. Tenía una pistola y algunas municiones y sí intenté seguir el río para volver a la villa, pero… me encontré con áreas que no podía atravesar. La vegetación era muy densa para poder cruzar y… antes de que lo supiera, la noche ya estaba sobre mí… entonces la voz volvió… no puedo decirte lo que me pidió hacer… pero casi la obedezco, sólo que no pude hacer eso… ¡no podía matarme! Yo… escapé de la voz… entonces los monos comenzaron a seguirme. Era imposible que estuvieran tan activos por la noche… ¡Pero lo estaban y no me dejaban en paz! Les disparé muchas veces hasta que me acabé las balas… para cuando dejé de correr… ya no sabía ni siquiera dónde estaba, la oscuridad era total y los insectos estaban haciendo esos horribles ruidos que seguramente tú ya conoces y… me tropecé y no sé cómo lo logré, pero logré dormir, todo el tiempo escuchando cómo la voz me maldecía por escapar de ella… su última maldición la recuerdo muy bien…— Ann se detuvo; había comenzado a temblar y estaba llorando.

—Lo… lo lamento—, Ofreció Ryoga, inseguro sobre qué debía decir o hacer.

—El jaguar de anoche…— Dijo Ann en voz baja.

—¿Qué con él?

—Era yo. La voz me hizo eso. Dijo que me convertiría en parte de la selva para siempre. Dijo que nunca dejaría este lugar como un humano normal de nuevo. Dijo que me transformaría en una bestia hasta el día que muriera—. Ann rió nerviosa, casi como si estuviera a un paso de caer en una risa histérica—, no fue hasta la noche siguiente que entendí lo que la voz trató de decirme. Me convertí en un jaguar y me quedé así hasta el siguiente amanecer.

La mujer suspiró y cerró los ojos—, ha sido igual durante un año. Eventualmente perdí mis ropas y dejé de preocuparme por casi todo… sólo existía… podía cazar mejor como un jaguar y comer y beber más. Incluso dejé de comer durante el día… todo el día dormía sólo para tener energía por las noches.

Ann se abrazó y dudó durante un momento antes de continuar su relato.

—Yo… incluso intenté suicidarme varias veces…— dijo con un murmullo tímido y quebrado—. Pero no importaba cuántas veces lo intentaba o que tan terrible fueran mis heridas, cuando llegaba la noche, era un jaguar de nuevo y al día siguiente, mis heridas habían desaparecido… lo único bueno fue que nunca volví a escuchar esa voz.

Ryoga solo miró a Ann, en verdad le creía, aún si no entendía todo lo que ella le acababa de contar. Era una tragedia. El muchacho incluso se preguntó como había logrado Ann mantenerse cuerda.

—Cuando vi tu tienda anoche…— comenzó Ann—. Me sentí muy feliz. No había visto nada hecho por el hombre en meses. Lamento haberla arruinado, pero tenía que entrar en ella.

—No te preocupes—, respondió Ryoga. El muchacho tenía un repuesto en su mochila. Era una tienda más pequeña que la que arruinó Ann, pero serviría igual de bien.

—También lamento haber tenido que usar tu ropa pero… entiendes que no podía dejar que me vieras desnuda… ¿verdad?

—Está bien—, dijo el muchacho Hibiki, sonrosándose ligeramente ante la idea de una muy desnuda Ann—. ¿Qué harás ahora?

—Quedarme contigo— anunció ella—. Al menos hasta que salgamos de aquí. Ya… estoy cansada de estar sola y creo que podrías necesitar mi ayuda. Puedo cazar comida para ti todas las noches en caso de que tú no sepas como hacerlo. ¿Te parecería bien?

Ryoga respondió con una sonrisa y asintió. Era raro, pero se sentía fuertemente identificado con esta mujer, que también estaba tan perdida y maldita como él.

—¿Saldremos de esta selva, no es cierto Ryoga? — Preguntó ella, un poco más animada—. ¿Puedo confiar en que me ayudarás a encontrar un modo de salir de aquí, verdad?

—¡Claro que puedes! — Respondió él de inmediato. Como un artista marcial, era su deber ayudarla a escapar de la selva.

—¿Lo prometes? — Le preguntó Ann.

—Te lo juro—, respondió él—. Te sacaré pronto de esta selva. Te lo aseguro.

Ann sonrió y tomó la mano de Ryoga entre las suyas. Se sentía raro. Tomar las manos de un hombre después de tanto tiempo… pero era agradable—. Gracias Ryoga.

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Sigue: Capítulos 5 & 6