Ranma ½ es propiedad de Rumiko Takahashi.
Perdido en el Amazonas
Por
Dr Facer
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—¡Por favor, que no me pierda! — Les rezaba Ryoga a todos los dioses de los que conocía mientras corría por la selva. Frecuentemente se golpeaba con lianas y ramas bajas en su carrera, pero eso ni siquiera le hacía perder velocidad. Lo único que le importaba al muchacho en ese momento era encontrar a Ann, y cuando Ryoga Hibiki corría presa de la desesperación, casi nada podía detenerlo.
El muchacho corrió por lo que sintió fueron horas, debilitándose más y más a cada paso hasta que finalmente se colapsó en el suelo lodoso. El chico perdido se preguntó porqué estaba tan cansado si al parecer aún faltaba mucho para el amanecer. No podía haber estado corriendo por tanto tiempo, no debió haberse cansado tan pronto. Intentó levantarse, pero sus piernas se negaron a sostenerlo y cayó de bruces al suelo. Esta vez, no pudo hacer nada mientras la inconsciencia lo reclamaba.
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Ryoga despertó sintiendo asco. Una horrible e indescriptible peste asaltaba sus fosas nasales. El muchacho se sentía a punto de vomitar. La fetidez era tan terrible que pensó que se volvía loco. Intentó desesperadamente cubrirse la nariz, pero descubrió que estaba atado por algo increíblemente resistente. El chico perdido abrió rápidamente los ojos. Si tenía que quedarse en este lugar, al menos quería saber qué era lo que apestaba.
Lo que descubrió al hacerlo lo hizo desear no haberlo hecho. Estaba atado por una gruesa liana, suspendido a varios metros del suelo desde una de las ramas de un árbol extraño. El árbol frente a él era un himno a la locura, retorcido y enorme, de más de diez metros de alto, con casi todas sus ramas secas y arqueadas como las garras de un demonio enfermo. El tronco era ancho, marcado desde la raíz a la punta por una cicatriz verde que parecía estar hecha de algún tipo de cristal.
Esa cicatriz emitía un fuerte pulso y brillaba lo bastante fuerte como para iluminar una gran área a su alrededor. Ryoga miró el suelo bajo él y al fin comprendió porqué el lugar apestaba. Circulando la base del árbol había un gran claro donde nada más crecía. Todo lo que podía ver en ese inhóspito suelo eran los huesos de incontables animales. El muchacho descubrió que los cadáveres más frescos y que apenas comenzaban a descomponerse estaban apilados en la base del árbol. Ryoga sintió una cascada de asco y terror al reconocer cráneos humanos y ver, cerca del árbol, el podrido cadáver de un nativo que aún tenía algo de piel sobre los huesos.
Miles de moscas y mosquitos volaban alrededor del árbol, circulándolo en líneas y patrones que sugerían a una mente superior controlándolos. Bajo él, otro grupo de moscas se paseaba sobre los cuerpos, creando la ilusión de que algunas partes aún tuvieran vida. Ryoga vio cómo los mosquitos iban y venían en grandes cantidades, y que cada vez que un grupo regresaba, se posaba en el centro de esa horrible y verde cicatriz de cristal, quedándose sobre ella por algunos segundos antes de alejarse, siendo inmediatamente remplazados por un nuevo grupo de zancudos. Los mosquitos hicieron esto durante un largo rato antes de contentarse con sólo volar alrededor del árbol. El joven Hibiki, ya acostumbrado al mal olor lo suficiente como para soportarlo, notó que había algo colgado de una rama a su izquierda pero estaba cubierto por lianas y hojas y no pudo descubrir qué era. ¿Tal vez otra víctima del árbol, algún pobre nativo que moriría antes o después que él?
—Podría ser Ann—, pensó Ryoga estremeciéndose.
En ese momento, palabras comenzaron a tomar forma en su mente. No eran sus pensamientos y no podía entender lo que decían, pero poco a poco, las palabras se convirtieron en imágenes y las imágenes formaron pensamientos que él si pudo entender. Ryoga entendió entonces en dónde se encontraba. Estaba colgando del árbol en dónde habían quemado viva a la Bruja Verde. El muchacho palideció al deducir que la bruja de algún modo se había fusionado con el árbol cuando fue consumida por las llamas y que su mente había logrado sobrevivir. Era obvio que la bruja usaba su voluntad para controlar las moscas y mosquitos para conseguir alimento.
—¿Cuánto tiempo ha estado aquí? — Se preguntó Ryoga mientras comenzaba a sudar frío y miraba la enorme cicatriz que cruzaba el tronco del árbol, preguntándose si no se había extendido bajo el suelo también. Si ese era el caso, entonces la bruja se había transformado en una enorme y podrida bestia que se alimentaba de la sangre de las criaturas de la selva; una entidad con poderes siempre en aumento que si no era detenida, algún día podría expandirse por toda el Amazonas.
—¡Esta cosa no tiene derecho a existir! — Masculló el joven artista marcial, sus ojos fijos sobre la cicatriz de cristal verde. En cuanto Ryoga intentó encontrar una manera de librar al mundo de esa atrocidad, una avalancha de pensamientos entró en su mente. El muchacho gritó al sentir cómo el ataque mental de la bruja casi lo volvía loco. Entre la tortura mental, Ryoga pudo ver imágenes que le mostraban que la bruja no quería matarlo, que sólo lo quería como guardaespaldas mientras se acostumbraba a usar su nuevo cuerpo.
—¿Cuál…cuerpo… nuevo? — Le preguntó Ryoga al árbol.
La respuesta le llegó cuando la rama a su izquierda se movió para permitirle una mejor vista de lo que colgaba de ella: una mujer rubia, inconsciente y atada tan fuertemente por las lianas que era un milagro que aún pudiera respirar.
—¡ANN! — Gritó Ryoga—. ¡No dejaré que la tomes, lastímala y te haré pedazos!
Las ataduras de Ryoga se apretaron como respuesta a su amenaza. Lentamente, nuevas imágenes entraron a la mente del muchacho. Estos pensamientos eran terribles, mostrándole a Ryoga el destino que sufriría si se negaba a obedecer a la criatura que vivía dentro del árbol; imágenes de él siendo drenado totalmente de sangre por los enormes mosquitos que volaban junto a él, de su cuerpo destrozado cayendo al suelo en donde serviría de alimento a los gusanos.
Ryoga gruñó furioso. Dejar que esta perra usara a Ann como su nuevo cuerpo no era una opción para él. ¡Nunca lo permitiría, Ann era su amiga!
—¡No te dejaré hacerle eso a Ann! — Gritó el muchacho, que ahora ardía con una fuerte determinación, al tiempo que apretaba los dientes y reunía toda su fuerza en un último y desesperado intento por liberarse. Las lianas que lo ataban se estiraron y resistieron hasta que finalmente cedieron y reventaron ruidosamente.
Y Ryoga cayó. Cayó al suelo con un fuerte golpe, aplastando los huesos y los cadáveres descompuestos de las presas anteriores de la bruja. Mareado por la caída y el asqueroso olor de la podredumbre, el muchacho se las arregló para ponerse de pie y enfrentar al temible árbol.
—¡Jamás lastimarás a Ann, no te lo permitiré! — Amenazó el chico perdido, desafiando al árbol con un grito de coraje. De inmediato, Ryoga fue atacado por incesantes imágenes que entraron a su mente, formando pensamientos lascivos sobre lo que la bruja haría con él si le permitía apoderarse del cuerpo de Ann, prometiéndole satisfacer todas sus fantasías adolescentes pero al mismo tiempo, le mostraba lo que le haría si no obedecía sus órdenes.
—¡Ya basta! — Gritó Ryoga, sujetando su cabeza fuertemente entre sus manos. Debilitado al extremo por el formidable ataque mental de la bruja, sentía que su cabeza estaba a punto de estallar.
Pero la bruja no se detuvo. Brillando muy verde, la cicatriz de cristal que corría por el árbol aumentó la intensidad de su asalto sobre la mente del joven que la desafiaba. Era muy simple, sólo le freiría el cerebro y lo dejaría podrirse entre los cuerpos de sus otras víctimas mientras ella se marchaba en el cuerpo de la mujer. La bruja estaba segura de su victoria y se alegró al sentir que la mujer estaba despertando, sería maravilloso permitirle ver la muerte de su amigo. Disfrutando la situación desde su tumba cristalizada dentro del árbol, el espíritu bebió el miedo de Ryoga como si fuera el mejor vino del mundo. ¡El muchacho no la detendría, era muy débil para hacerlo!
El ataque no paraba sino que aumentaba su fuerza y estaba volviéndolo loco. Gritando, Ryoga cayó de rodillas y aplastó algo bajo su peso, desatando un pútrido olor que casi lo hace vomitar. Todo parecía inútil, no podía sacar a la bruja de su mente ni podía pensar en cómo detenerla.
—¡Sal de mi cabeza! — Gritó el chico perdido—, ¡Sal de mi mente!
La entidad se regocijó ante los gritos del muchacho. Pronto estaría muerto y nadie podría evitar que obtuviera un nuevo cuerpo, después de muchas décadas atrapada dentro de su tumba de cristal, al fin podría ser libre para obtener su venganza de los Yanomamos que la quemaron viva. Pero necesitaba más, su espíritu necesitaba más fuerza para poder apoderarse del cuerpo de la mujer que había maldecido con el hechizo del jaguar. Debía alimentarse de nuevo para aumentar sus fuerzas y la sangre fluyendo por las venas del poderoso joven caído frente a ella sería un alimento magnífico, casi perfecto. Complacida con su idea, el espíritu envió a sus legiones de mosquitos a desangrar al muchacho.
Ryoga ya casi no podía resistir, el esfuerzo que hacía por recobrar control de su mente había coronado su frente de sudor y sus músculos se tensaban como cables de acero, pero todo ese esfuerzo parecía inútil, la bruja no se detenía. Entonces, uno a uno, los enormes mosquitos se posaron en su piel y comenzaron a picar. En segundos, Ryoga quedó prácticamente cubierto de zancudos, sólo su rostro no era atacado. En cuanto un mosquito terminaba de robar su sangre, otro llegaba a tomar su lugar, de modo que aunque lograba matar algunos, miles más estaban listos para atacarlo. El muchacho levantó la vista y vio algo que lo hizo sentir un escalofrío. Los mosquitos, llenos con su sangre, volaban directo a la cicatriz cristalina y verde, posándose sobre ella, —¡La muy maldita se está alimentando con mi sangre! — Pensó Ryoga y entonces, se desmayó.
Dentro del cristal que cicatrizaba el árbol y que en ese momento la entidad había convertido en un gel maleable para poder alimentarse de la deliciosa sangre, yacían los quemados y consumidos restos de la Bruja Verde. Su cuerpo, con la excepción de su corazón y su cerebro, había muerto hacía mucho tiempo. Pero esos dos órganos que aún vivían eran suficiente para mantenerla atada al plano mortal, atrapada dentro de un capullo de cristal verde, pero aún en este mundo. Disfrutando su triunfo, la bruja saboreó la energía que obtenía de la sangre cargada de ki que estaba recibiendo. ¡Era increíblemente deliciosa!
Ryoga despertó quejándose, se sentía muy débil y vacío. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba sin sentido. Aún podía sentir su cuerpo cubierto por los malditos mosquitos, pero no creía tener la fuerza necesaria para deshacerse de ellos.
—¡Pues bien, gusto en conocerte Ryoga Hibiki! — Los ojos del chico perdido se abrieron de repente. Recordaba muy bien cuando Ann le dijo eso. ¡Sólo entonces se dio cuenta de que el ataque mental de la bruja se había detenido y que ya podía pensar libremente! Desafortunadamente, en lo único que podía pensar en ese momento era en cómo le había fallado a su amiga.
—¡Qué bien, creí que ya había olvidado cómo cocinar! — Ryoga recordó la ocasión en la que Ann le dijo eso, justo después de que le había preparado un magnífico guisado. Maldita sea. ¿No había una manera en que pudiera ayudarla?
—¿Saldremos de esta selva, no es cierto Ryoga, puedo confiar en que me ayudarás a encontrar un modo de salir de aquí, verdad? —El muchacho murmuró una maldición, Ann le preguntó eso una vez y el le prometió que la ayudaría pero ahora…
—Me agradas y si yo tuviera tu edad…—Las manos de Ryoga se volvieron puños al recordar el modo en que Ann le había dicho eso poco antes de darle un suave beso en la mejilla. Era una lástima que no pudiera salvarla. Era aún peor que ni siquiera pudiera salvarse a sí mismo.
—¿No hay al menos una chica que te guste? — Ann le preguntó eso una vez, y habían hablado de… ¿Akane? Sí, ahora recordaba toda la conversación. Ryoga gruñó y obligó a sus brazos a levantarlo. ¡No pensaba morir sin decirle a Akane lo que sentía, y mucho menos dejaría que Ann muriera mientras él estuviera allí! Poco a poco, el chico perdido comenzó a moverse.
Algo estaba mal y la entidad lo notó de inmediato. El muchacho se estaba moviendo. ¡Eso no debería pasar, ya debería estar casi muerto y sin embargo estaba emanando energía como si fuera un pequeño sol! ¿Por qué, por qué? Y en ese momento, por primera vez desde su muerte, la bruja sintió miedo. Un humano normal no debería ser capaz de moverse después de recibir su ataque mental y ser casi dejado sin sangre por sus mosquitos y mucho menos expulsar un poder tan fuerte. ¡Era imposible!
Ryoga estaba deprimido. No pudo evitar que la bruja secuestrara a Ann y ahora ella estaba allí, colgando de la rama y pronto moriría, consumida por la horrible perra que vivía dentro del árbol. Fue un idiota al atacar a la bruja sin hacer un plan antes. Había perdido mucha sangre y se sentía a punto de morir. Jamás volvería a ver a Akane. Jamás volvería a ver a sus padres. El muchacho descubrió que todo eso lo deprimía mucho. Y cuando Ryoga Hibiki está deprimido, su cuerpo expulsa ki. Enormes cantidades de Ki.
El enfermizo y azulado ki que expulsaba Ryoga era tan pesado que los mosquitos y moscas no podían volar cerca de él. Todos los insectos a su alrededor y los que estaban adheridos a su cuerpo cayeron al suelo y murieron, aplastados por el aura de batalla de Ryoga. Lentamente, el chico perdido se levantó y su aura se expandió varios metros a su alrededor mientras lo hacía, rodeándolo a él y al horrible árbol—. ¡Voy a detenerte aquí mismo! — Gritó Ryoga al tiempo que tomaba un paso hacia delante.
El miedo de la entidad aumentó de un modo increíble. ¿Quién demonios era este muchacho, cómo podía tener tanto poder luego de todo lo que le había hecho? La Bruja Verde no podía entenderlo. Llena de pánico, la entidad atacó mentalmente al muchacho otra vez, pero no logró detenerlo. ¡Seguía avanzando, eso no podía ser posible! ¿Cómo lo hacía? Cayendo en la desesperación, la bruja intentó matar al joven usando toda la fuerza de su ataque mental.
Ryoga finalmente llegó hasta el árbol y miró directo a la brillante cicatriz de cristal verde. Su depresión lo había protegido del ataque mental de la bruja, pero no evitó que pudiera ver las imágenes que usó para atacarlo. Ahora, mientras miraba el pútrido árbol frente a él, se concentró en un punto que brillaba más que el resto. Era probablemente el corazón de la bruja. Si tenía razón, entonces ese era su objetivo. Ryoga levantó sus manos y…
La Bruja Verde estaba desesperadamente asustada. No sabía qué hacer ni cómo detener a este humano demente que estaba a punto de destruirla. En su desesperación, la bruja decidió invadir la mente de su atacante con una oleada de pensamientos que lo deprimirían tanto que no querría pelear más. Desafortunadamente, la entidad no tenía idea de que eso era precisamente lo que estaba alimentando el ki del muchacho. Lo único que la bruja quería era que se detuviera…
Ryoga recibió de lleno la cascada de pensamientos que le mostraban su muerte o a Ann convirtiéndose en el nuevo cuerpo de la bruja. Apretando los dientes y cerrando con fuerza los ojos, Ryoga tomó esas imágenes y las utilizó para aumentar aún más su tristeza, para encontrar fuerza en ella y hacer lo que tenía que hacer: Detener a la bruja con ese poder. Era muy probable que muriera junto al engendro, en medio de esta cruel selva. Pero si Ann sobrevivía, su sacrificio serviría de algo. Ryoga se preparó y permitió que la energía proveniente de la depresión se acumulara dentro de su cuerpo. Ya estaba listo.
—Estás acabada—, dijo mirando al árbol, sabiendo que la bruja podía escucharlo y entenderlo, —Nunca volverás a lastimar a nadie… ¡Nunca más!... ¡SHISHI HOKOUDAN!
Y con un cegador destello de luz, Ryoga Hibiki desató su propia versión del infierno…
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Concluirá…
