Capítulo 2: El Amor Es Sacrificio
Fue a su escritorio y observó los papeles que Hoffnung le había dado en la mañana, allí logró comprobar que Zimmermann trabajó en la fábrica de armas junto a otro prisionero.
- Schmidt
Susurro Inuyasha su nombre, ambos nacidos en Bohemia Moravia. Se les culpa a ambos la explosión de la fábrica de armas, dejaron desabastecidos a sus soldados en París, aunque la ciudad se había rendido ante la batalla, aún podían girar los acontecimientos. Debían terminar de invadir Londres y no podrían hacerlo sin armas de fuego.
Ambos tenían familias en Rusia, y ahora estaban allí en un recinto de interrogación solo porque se cansaron de ver gente muerta, no sabían nada, solo eran idiotas jugando a la guerra, sin darse cuenta que estaban en una.
Previamente Inuyasha les pidió a sus soldados que trajeran nuevamente a Zimmermann a la sala de interrogación.
- Sabes, hoy no tengo ánimos para nada solo dime quién estuvo implicado en el ataque de la fábrica - le pidió Inuyasha, sacándose el gorro y tocándole las sienes.
- Solo yo, nadie me ayudó
- La cantidad usada para volar la fábrica no era un peso que pudiera cargar un solo hombre, y si me dices nuevamente que lo hiciste solo me voy a molestar
- Solo fui yo - le dijo Zimmermann.
Pero Inuyasha solo se molestó sacando su navaja y clavándosela en la mano. Provocando un gritó de dolor por parte de Zimmermann.
- Te dije que no tengo paciencia
- Por favor, créeme solo fui yo… - le seguía asegurando Zimmermann.
- Te preguntaré nuevamente, ¿con quien destruiste la fábrica?
- Nadie… lo juro
- Eso no me convence.
Inuyasha solo retiro la navaja de la mano de Zimmermann, con un pañuelo limpio la cuchilla, pero entre sus manos trajo un pequeño bolso negro. Cuando lo abrió en la mesa, Zimmermann observó que dentro habían martillos, cinceles, destornilladores, entre otros objetos que no reconoció.
- ¿Sabes cuál es la primera arma de la que se tiene registros? - le pregunto Inuyasha
- No lo sé…
- Hagamos esto un estudio de escuela, yo te hago una pregunta y tú debes responder.
- Estas loco
- Cuanto es 22? - le preguntó Inuyasha con una sonrisa en su rostro.
- 4? - Zimmermann no sabía qué buscaba con eso.
- ¿Es la respuesta o es otra pregunta? - indagó Inuyasha.
- 4… - le rectificó su respuesta Zimmermann.
- Correcto… a ver, volvamos a la primera, ¿sabes cuál es la herramienta más vieja de la cual hay registros? - le preguntó Inuyasha, mientras agarraba y le mostraba el martillo a Zimmermann.
- Martillo - trato de sonar con seguridad en su respuesta
- Correcto otra vez, ahora dime quién te ayudó a explotar la fábrica?
- Fui solo yo.
- Respuesta incorrecta.
Fue un golpe certero en la mano de Zimmermann. Mano que comenzó a sangrar en consecuencia y que perdió la habilidad de mover. Dos golpes más en la mano, hicieron que Zimmermann gritara de dolor.
- ¡Ya! Para! - le pidió Zimmermann.
- Sabes qué es lo aburrido de los interrogatorios que siempre debo empezar por abajo y de último agarrar la cabeza. Porque sino las ideas se pierden en la mente.
- Por favor, te digo la verdad
- No puedo confiar en ti, porque sé que estás mintiendo. Dime la verdad y te prometo que todo acabará rápidamente.
- ¡Solo fui yo… maldito hijo de puta!
- No, no me gustan las groserías. Yo no te he dicho ninguna.
- Maldito! Pudrete en el infierno
- Ya estuve allí, es un buen lugar para vacacionar.
La interrogación continuó por unas horas más, hasta que Inuyasha comenzó a tener hambre. Para ese momento, el brazo completo estaba roto y dos dientes estaban en el suelo.
- Creo que podemos parar por hoy, tengo hambre - le dijo Inuyasha, guardando las cosas en la bolsa.
Salió de la sala de interrogación, hasta el momento Zimmermann se negó a admitir quien lo ayudó con la destrucción de la fábrica.
- Supongo que comeré algo, y seguiré con Schmidt…
Se propuso Inuyasha, al llegar a su despacho. Se dio cuenta que posiblemente Hoffnung no había preparado la comida, debido al trauma que vivió.
- Supongo que deberé buscar otra secretaria…
Dijo Inuyasha para sí mismo que para otra persona lo escuchará. Pero en ese momento alguien abrió la puerta. Cuando volteo para ver quién era la persona que entraba a su despacho observó que se trataba de Hoffnung. Estaba mirando al suelo en señal de depresión.
- Yo… quería disculparme con usted. No es cumplido con mis responsabilidades el día de hoy - le dijo Hoffnung sin mirarlo a los ojos.
- Tranquila, mañana iremos a la ciudad, buscaré otra secretaria y te daré buenas recomendaciones para que consigas otro trabajo.
Hoffnung simplemente se quedó callada, no sabía qué decirle a Inuyasha, Ambos permanecieron en silencio unos minutos.
- Vamos a la ciudad, te invito a comer - le dijo Inuyasha a Hoffnung.
- Que? - le pregunto curiosa
- Es en agradecimiento de todo lo que has hecho, y una disculpa por lo malo - le confesó Inuyasha.
A pesar de querer estar impresionada porque el Comandante mayor la estaba invitando a comer, no podía mostrarse como quería simplemente sus emociones no querían salir.
Inuyasha le dijo al chófer que fuera a descansar y él decidió conducir el auto, ambos fueron a un restaurante en la ciudad, donde ambos decidieron pedir una comida completa. Al inicio la cena fue callada, ambos solo se limitaban a probar la comida, solo podían escuchar la música que tocaban.
- ¿Cómo te sientes? - fue Inuyasha quien rompió el silenció
- Estoy bien…
- ¿Cuánto tiempo tienes trabajando para mí?
- 1 año
- Aprendiste rápido tu trabajo, estoy seguro que lograrás encajar donde te coloquen.
- La verdad… no quiero irme…
- Que?
- Yo deseo quedarme un poco más. Por favor.
- ¿Por qué?
- Quiero serle de utilidad, déjeme servirle un poco más
- ¿Por qué?
- Ya no quiero tener miedo - le pidió ella.
No había mentira en sus ojos, eso lo sabía Inuyasha a la perfección pero aún así había algo allí que se mantenía oculto en las sombras, había algo que ella estaba enterrando en lo profundo.
- ¿Cuál es tu nombre? - le pregunto Inuyasha.
- Que? - se preguntó Hoffnung, sin comprender si realmente Inuyasha desconocía su nombre.
- ¿Te parece si puedo llamarte por tu nombre? - le preguntó Inuyasha mientras le daba la mano para cerrar el trato.
- Mi nombre es Kagome - le respondió ella para cerrar el trato, y terminar de estrechar la mano.
- Puedes estar tranquila. Neumann no volverá a molestarte, ninguno lo hará - le aseguro Inuyasha.
- A mi me gustaría rezar por él, me gustaría salvar su alma
- Después de lo que hizo, aún crees que sea bueno
- Satán a veces solo quiere confundirnos y nos susurra en el oído, no es su culpa solo es un pobre cordero perdido - le confesó Kagome.
- Eres muy devota, porque te fuiste de la iglesia?
- La hermana Ana, siempre nos habló de extender la palabra de Dios, pero la iglesia se quedó sin fondos debido a la guerra, algunas de nosotras tuvimos que salir.
- Por eso trabajas? Para poder volver a la iglesia?
- Deseo regresar todo lo que Dios a hecho por mi
Inuyasha se dio cuenta que Kagome era una mujer que cumplía mucho con las exigencias de su Dios, lo veía en sus ojos era una mujer que creció creyendo que todos en el mundo eran buenas personas, pero se equivocaba no todos eran buenos. Si así fuera no existirían las guerras ni el hambre o el odio.
- Y que te enseñó tu dios? - le preguntó Inuyasha, refiriéndose a que hacer con Neumann cuando vuelva.
- Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados. (Marcos 11:25)
Acaso esa mujer estaba loca intentaron violarla, y aún así piensa en perdonarlos? ¿Acaso no deseaba venganza, o albergaba una pizca de odio hacia ellos? Acaso todas las mujeres de la iglesia eran como ella? Acaso todas las mujeres eran así?
Volvieron al recinto después de la comida, y donde Kagome degusto un postre sola, y aunque Inuyasha la veía a la cara cuando le trajeron aquel dulce Inuyasha simplemente lo veía como si no supiera qué era eso. De camino al recinto en el auto, Inuyasha solo podía verla de reojo rápidamente mientras conducía, y lograba observar como ella temblaba, no sabía si de frío o miedo de volver al recinto, Era difícil de saber. De lo que sí estaba seguro es que eliminaría al soldado Neumann, jamás vería nuevamente la luz del sol.
Llegaron nuevamente al recinto, y tras estacionar el auto Kagome se bajó del auto, y le agradeció por la cena. La acompañó hasta su habitación, y una vez que ella entró.
- Señorita Kagome! - la llamo Inuyasha antes que entrara en su habitación
- Si señor - volteo ella a mirarlo
- Mañana, 5-1
- Si señor… Buenas noches, Inuyasha - le dijo Kagome su nombre quedó como un susurro en sus labios, para luego entrar en su habitación.
Inuyasha sonrió un poco ante su atrevimiento, decidió bajar al sótano, sabía que había algo que debía resolver allí de una vez por todas.
- ¿Quién está allí? - hablo con miedo Neumann.
- Sabes hoy descubrí algo interesante
- Que? - preguntó Neumann temblando por verlo allí.
- Que no soy un hombre devoto a Dios
Fueron las palabras que dictó Inuyasha antes de dispararle a Neumann en la cabeza matándolo al instante. Salió de la habitación y le ordenó a dos soldados que sacaran y votarán el cuerpo en el risco que se encuentra detrás del recinto.
- Antes de que se lo lleven, díganme si el cadáver era algún aliado? - les preguntó Inuyasha a los soldados.
- Era un traidor señor - le dijo uno
- El se volvió loco y quiso matarnos a todos señor - dijo el segundo.
- Me gusta, pueden retirarse a descansar después de su tarea. - les ordenó Inuyasha
- Si, señor - respondieron al unísono los soldados.
Inuyasha se fue a su oficina, donde un vaso de brandy y su pistola en mano eran su única compañía. Inuyasha no dormía, siempre que cerraba los ojos los fantasmas de todas las personas que asesinó aparecían, pero de todos los fantasmas el de Meyer era el que más veía. Siempre con una mirada nostálgica.
- Tenían razón, el primero nunca se olvida - aseguró Inuyasha para beber otro vaso.
Al amanecer, Inuyasha observaba la llegada del sol. Cuando un sonido llamó su atención, cinco golpes suaves con intervalos de uno.
- ¡Adelante! - aseguró Inuyasha, acomodándose en su silla.
- Buenos días, señor - entró Kagome, un poco más animada
- Buenos días, Kagome. Creí que ahora nos llamariamos por nuestros nombres - le recordó Inuyasha.
- Es que, me sentí un poco avergonzada de llamarlo por su nombre. Además no quiero que nadie crea que tiene un trato especial conmigo
- Tengo un trato especial contigo, eres una mujer en un recinto de solo hombres. Además ya asegure que si alguien planeaba ponerte un dedo encima, aceptaría las consecuencias. - le aseguro Inuyasha, provocando un sonrojo en Kagome.
- Está bien, Inuyasha… señor… - simplemente no pudo.
- Bien… Ahora dime, buscaste la información que te pedí?
- Si, el señor Zimmermann y Schmidt trabajaban juntos en la fábrica de armas desde hacía un año. Aunque en el recinto solo se encontró a Zimmermann al momento de la explosión, pero era Schmidt quien tenía la llave de todas las puertas, además se le encontró a pocos metros del lugar
- Ya veo, para mí es bastante obvio que ambos lo hicieron pero…
¿Por qué negarlo? Esa pregunta era la que rondaba la cabeza de Inuyasha, además Zimmermann aseguro que estaba trabajando en un horno gigante, que harían con ese instrumento?
- Con respecto al otro prisionero, su apellido es Weis, pero cuando intentó salir del país con su familia se descubrió que su verdadero apellido es Weisz.
- Un judío?
- Si, quieren que investigues porque cambió su apellido, y de quién obtuvo la ayuda para hacerlo
- Está bien…
- Bien, ahora me retiro para traerle el desayuno.
- Ve…
Kagome salió de la oficina para prepararle el desayuno a Inuyasha, al inicio Inuyasha le obligaba a comer el primer bocado de cada comida, para comprobar que no estuviera envenenada aún conociéndola después de 1 año seguía probando su primer bocado.
Kagome desconocía sobre lo que hacía Inuyasha en aquel recinto debido a que el le prohibió bajar al sótano. Después de 1 año desconoce cómo hace Inuyasha para obtener información de los presos. Una vez Inuyasha bajaba al sótano ella se encargaba de atender sus llamadas, tomar las órdenes que le daban, limpiar su oficina junto a su habitación, como Inuyasha no dormía Kagome nunca tenía que tender su cama, pero siempre cambiaba las sábanas, y lavaba su ropa.
Los demás soldados siempre observaban molestos como Kagome cumplía las exigencias cotidianas que le daba Inuyasha. Dentro del recinto ellos mismos debían hacer esas tareas por sí mismos. Pero no podían quejarse ni podían hablar el miedo de formar parte de las víctimas del temible demonio perro.
- Buenos días, señor Schmidt - lo saludo Inuyasha en la sala de interrogación.
- Buenos días - hablo con miedo, mientras temblaba en la silla.
- Aún no le hago nada para que esté asustado.
- Ja, ya conozco tu fama, se que no saldré vivo de aquí. Mátame de una vez y acaba con todo.
- Está bien…
Inuyasha sacó su arma, Schmidt observó como Inuyasha le apuntaba directo en la cabeza y tiraba del gatillo.
- Ah! - gritó Schmidt, al escuchar el disparo
- ¿Acaso no querías morir? - se burló Inuyasha.
Schmidt abrió los ojos y observó que Inuyasha apuntó al suelo y la bala rebotó quedando atrapada en la pared.
- Pudiste morir también
- No le tengo miedo a la muerte, igual se que si hay un infierno. Iré con gusto - le aseguro Inuyasha.
Schmidt observó a los ojos de Inuyasha y en ellos no encontró mentira en sus palabras, qué razón había para mentirle.
- Ahora, necesito que me digas con quién explotarte la fábrica de armas? - le preguntó Inuyasha.
- Estuve solo, solo yo. Zimmermann quiso detenerme pero no lo logró
- Entonces tú dices que lo hiciste todo solo, tengo que interrogar a Zimmermann. Pero sabes que si el asegura que tú lo hiciste entonces morirás por traición al país?
- Si, se que moriré.
- Bien, iré con Zimmermann.
- Seguramente lo negara, solo confía en mí palabra, fui yo quien explotó la fábrica!
- ¿Por qué?
- Durante un año, construimos armas y sus municiones, con varios prisioneros de guerra. Para eliminar a los traidores no ordenaron construir un horno gigante. Una vez comprobaron que funcionaba se llevaron el modelo de prueba.
- ¿Desconoces para qué lo van a usar?
- No tengo idea, pero ya estábamos cansados de esta guerra solo queríamos que todo terminara.
- Zimmermann y tú eran muy unidos?
Esa pregunta hizo que Schmidt se le erizarán la piel, Inuyasha se dio cuenta que allí había algo extraño. ¿Por qué se puso tan nervioso por esa pregunta?
- ¿Cómo es tu familia? - le pregunto Inuyasha
- No tengo, estoy solo
- ¿Por qué? Aún no encuentras a la indicada? - le pregunto Inuyasha, pero Schmidt tardó en responder, solo se veían a los ojos
- No…
Schmidt trató de sonar lo más neutral posible, pero aún en su tono, Inuyasha no podía evitar sospechar de él. Que podía hacer un hombre para que otro se sacrifique por él?
- Zimmermann y tú, eran muy unidos? ¿Cierto? - Inuyasha le repitió la pregunta.
- Éramos buenos amigos - le aseguro Schmidt
- Sabes que creo que hay algo más allí.
Inuyasha salió del recinto, y fue con Zimmermann, Posiblemente perdían la sensibilidad debido a que cuando llegan allí, directamente son sentados en una silla, la posición después de un tiempo resulta incómoda y debido a las ataduras no pueden moverse.
- Bueno Zimmermann, Schmidt admitió todo. Su relación y que él explotó la fábrica
- ¿Qué le hiciste? - Aún con sus heridas, Zimmermann, logró hablar sin titubeos.
- Yo no le hice nada, le pedí que hablara y hablo, igual que tú
- Maldito bastardo! ¿Qué le hiciste? ¿Qué le hiciste? - repetía Zimmermann, como si hubiera olvidado su propio dolor.
Consumido por la ira Zimmermann logro desprender la silla del suelo consumido por la sangre y el moho. Pero debido al peso de la silla y la falta de sensibilidad en las piernas cayó al suelo, y allí quedó.
- Por favor, que esté bien… solo quiero que esté bien - lloraba Zimmermann por su amigo, por su amado perdido.
- Dime la verdad, y te prometo que te reunirás con él - le aseguró Inuyasha.
- Cuando llegué a trabajar a la fábrica estaba feliz de poder contribuir a mi país…
Inicio de flash back
Zimmermann llegó a la fábrica, donde Schmidt tenía unos días trabajando.
- Zimmermann - se presentó él.
- Hola, soy Schmidt - se presentaron ambos con un apretón de mano.
Pero sus miradas y sus manos no se separaban. Hasta que un soldado les gritó, rompiendo el contacto que había allí. Durante los primeros días ambos estaban felices de poder ayudar a su país, Zimmermann estaba feliz de poder ayudar a su familia.
- Si estoy casado, tengo esposa y un hijo varón - le confesó Zimmermann al término de un día de trabajo.
- Imagino que eres feliz con ellos
- Si, ellos son mi mundo… que hay de ti? - aseguró Zimmermann mientras caminaban a un bar por las cervezas.
- Yo no tengo familia, mi madre murió en el parto y mi padre murió en la anterior guerra.
- Supongo que es un poco triste estar solo
- Lo es…
Aquella noche celebraron el término del pedido que les ordenaron, también había varios oficiales y soldados embriagándose por razones ajenas a las suyas. Durante la noche Schmidt no aguanto el trago y se emborrachó con pocos vasos de alcohol.
Zimmermann no podía abandonar a su amigo, por lo que lo acompañó hasta donde Schmidt se hospedaba y lo tumbó en la cama.
- Eres malísimo para beber - le bromeó Zimmermann.
- Yo soy bueno, eres tú quien no dio pelea - le siguió el juego Schmidt.
Zimmermann, se disponía a irse cuando Schmidt le habló en la puerta.
- ¿Crees que la guerra acabará pronto? - pregunto Schmidt
- Espero… la verdad no quiero que mi hijo continúe creciendo en este mundo
- Yo no creo tener futuro en este mundo - le digo Schmidt deprimido.
- ¿Por qué lo dices?
- Por nada, buenas noches
Schmidt solo se había cubierto con las cobijas y me dio la espalda, creía que era porque se sentía solo, y entre nuestro trabajo y el destino que le estábamos dando no eran cosas que mantuvieran nuestras conciencias tranquilas.
Durante varias semanas veía a Schmidt con su rostro en el suelo, fue en ese momento cuando comenzamos a crear los hornos gigantes para tratar de fundir mejor el metal, pero un oficial de rango SS-Oberstgruppenführer: coronel general.
El coronel general observó que los hornos que creamos eran lo suficientemente grandes, para albergar a varias personas así que nos pidió hacerlo más grande. Aunque la estructura fue difícil de llevar, logramos hacer la orden que nos mandó.
Comenzaron a meter a los prisioneros de guerra allí, a los traidores. Varias veces Schmidt fue obligado a llevar a las personas al horno, los huesos rompiéndose, la carne quemada, los gritos. Y después observar cómo sacaban de allí los cuerpos, los mismos hombres que ayudaban a sacar los cuerpos y limpiar el horno eran los mismos que metían al día siguiente.
Desde hacía unos días Schmidt comenzó a tener miedo que también nos hicieran lo mismo a nosotros. Le aseguré que no debía tener miedo, nosotros somos importantes.
Schmidt comenzó a visitar el bar diariamente, un día preocupado por él, decidí ir a verlo. Allí lo encontré tirado en el suelo en la calle, bañado en su propio vómito. Lo llevé hasta su casa, lo metí en la ducha, mientras él solo pensaba en la muerte de todas las personas. Cuando termine de bañarlo lo acosté en la cama.
- Tengo miedo - me dijo Schmidt.
- Tranquilo…
- Quédate conmigo… - le suplicó Schmidt.
Desconozco qué fue lo que me impulsó en ese momento, pero verlo allí, con sus ojos cristalinos al borde del llanto. Pero solo podía pensar en estar allí con él, no quería irme. Solo me incliné y lo besé.
Cuando me separé de él sus ojos estaban tan abiertos como los míos. No sé qué ocurrió exactamente pero cuando me di cuenta estaba con él siempre, en el trabajo y en su casa compartiendo el lecho.
Se animó durante unos meses, aún cuando era un secreto para todos, mi esposa se dio cuenta que tenía un amante, pero no sabía quién era.
Schmidt terminó de romperse cuando por falta de manos, le ordenaron sacar los cadáveres del horno. Comenzó a alucinar con la sangre en sus manos.
Mientras tanto un día cuando volví a mi casa, mi hijo me saludó alegremente y mi esposa me pidió saber quién era mi amante y que terminara con ella, le confesé que no la dejaría. Le confesé que no lo haría. Me abandonó y se fue con mi hijo, no sé dónde están?
Schmidt me dijo para destruir de una vez y para siempre el horno, le dije que no lo hiciera. Pero él se veía tan determinado con sus palabras que decidí hacerlo por mi propia mano, aquella noche que pase en su casa, me desperté para ir al baño y observé las llaves de la fábrica.
Estaba tan enojado, mi hijo se fue, mi esposa me dejó y la persona que amaba estaba llorando en silencio. Fui directo a la fábrica, moví la pólvora al lado más débil del horno para destruirlos.
No me di cuenta que la caja con pólvora que moví tenía un agujero por donde caía un camino. Cuando encendí el mechero, traté de correr para salir de la zona de explosión. Pero no llegué a tiempo, la explosión provocó que me golpeara en la cabeza, y me desmayara.
Fin del flash back
- Por eso estaba yo en la zona de la explosión, posiblemente Schmidt se levantó y cuando no me vio a mí y a las llaves fue a buscarme. Por eso lo encontraron en la zona de la explosión - le admitió Zimmermann a Inuyasha
- ¿Realmente lo amabas? - le pregunto Inuyasha aunque ya sabía su respuesta
- Lo amo… por eso te lo pido, no le hagas nada - le dijo Zimmermann a Inuyasha.
Inuyasha ya tenía la confesión que quería, ya tenía la información que le ordenaron buscar. Ciertamente él observó que la obtuvo de manera fácil pero no había señales de mentira.
Algo a tener en cuenta es que este Fanfiction esta dentro de la epoca de la segunda guerra mundial, y posiblemente ( claro que si) ocurriran o diran cosas que ya no son tema tabú en la actualidad.
Los personajes no son míos son creación de Rumiko Takahashi solo la historia me pertenece
