Primavera Perdida

XV


Dickon había sido llevado a su tienda y retenido ahí por los Inmaculados de la reina. Gusano Gris, con toda su seriedad y disciplina se preocupó de que constantemente estuviera comunicado con las últimas noticias; así había sabido que su esposa acudió a hablar con Daenerys y que, además, se había quedado cuidado a su hermano.

La sola palabra le causa un regusto amargo en la boca, Jon Targaryen no era el hermano de su esposa y ciertamente que el príncipe no tenía interés alguno en ejercer aquel papel. Él por su parte debería estar celoso y existía cierto resquemor interno que le decía que debía actuar como tal, que si las cosas se ponían graves o peligrosas para él y su esposa al primero en culpar sería a Jon pero, en cuanto lo pensaba, solo un par de segundos más, entendía que Jon Targaryen no le inspiraba más que pena y, quizás, molestia por su actual situación y el único sentimiento serio que su corazón albergaba era de preocupación; por Sansa, por lo que habían hablado con la reina y por todo lo que ocurría en ese momento.

Sus pensamientos se volvieron a Allen y el pecho pareció apretársele. En esos momentos se encontraba a solas y saber que nadie lo veía parecía darle el espacio suficiente para desahogarse.

"¿Desahogarme de qué?"

Lady Melessa le había dicho que la muerte de un hijo arrancaba parte del corazón y del alma para llevárselos con ellos, en cambio Dickon sentía que Allen con él se había llevado todo su interior; el pecho que se le apretaba al pensar en él, el corazón que parecía detenido desde entonces, el estómago ya que hasta él había notado cuanto había dejado de comer. Todo, en síntesis, incluso el órgano de su cuerpo que lo impulsaba cada día a hacer más, a ser más.

"Incluso Sansa se ha ido con él…"

Aquello era otra situación que parecía escapársele entre los dedos sin poder hacer nada para contenerlo. Quizás por eso, más que cualquier otra cosa le fastidiaba la presencia de Jon en ese lugar, que él si pudiera provocar cosas en su esposa; incluso enojo o molestia o pena, todo aquello sería mucho más de lo que él había conseguido en esos últimos meses.

El ruido de las telas moviéndose captó su atención y Dickon se giró para ver entrar a su tienda a la mano de la reina; Lord Tyrion Lannister. El señor de Roca Casterly había hablado en su favor con la reina cuando esta asara vivo a su padre y había abogado por un encierro en los calabozos de Rocadragón antes de ser enviado a Invernalia para luchar contra el Rey de la Noche y luego al Muro.

La elocuencia de Tyrion Lannister parecía haberse vuelto mucho más parca y directa a medida que este envejecía. Y lo cierto es que incluso para ser un enano, o quizás por ello mismo, parecía que los años le habían tratado especialmente mal. Según lo entendía, Tyrion había sido mano de la reina cuando esta obtuviera el Trono de Hierro y se mantuvo en ese puesto hasta el matrimonio de esta con Jon Snow, quién al ser reconocido como el bastardo de Rhaegar Targaryen fue legitimado por la reina quién lo convirtió de esa forma en su heredero hasta la disolución del matrimonio de ambos, razón por la cual Tyrion Lannister nuevamente fue llamado a servir a su majestad.

Y no parecía en lo absoluto conforme de ello.

—Lord Tarly — lo saludó cortes mientras se dirigía de forma directa a la mesa central, Dickon supo, buscando vino.

—Mi señor Tyrion — respondió cauto Dickon.

Lo vio revolver entre los bocadillos y bebidas para finalmente verlo coger una manzana y ¿Cómo no? servirse una copa.

—¿Qué hacíais con Jon? — preguntó directo. Dickon llegó a la conclusión de que Tyrion se merecía la misma delicadeza.

—Conversar.

—¿Sobre qué?

—El porqué de su presencia en el torneo.

—¿Y que os dijo?

—No alcanzó a decir mucho, antes de informarme que ya se iba.

—Es bastante conveniente que precisamente cuando se le atrape este decida irse — Dickon le sonrió con suavidad.

—Conveniente está muy lejos de ser la actual situación del príncipe.

—Lo que hace aún más extraño el que decidiera aparecerse precisamente acá, en el torneo que habéis organizado.

Tyrion obviamente no lo diría, pero de apoco la idea estaba comenzado al formarse dentro de la cabeza de Dickon; los señores del Dominio habían sido algo reticentes a aceptar a Daenerys como su reina, principalmente por el caos que llevaban consigo sus Dhotrakis ahí donde iban, a muchos señores le molestaban su apertura hacia los dioses de sus libertos, así como el simple hecho de que fuera mujer. Era cierto que Olenna Tyrell la había apoyado, pero para muchos la vieja matriarca de la casa Tyrell solo había abierto la puerta a extranjeros, conquistadores y saqueadores.

La propia recepción que él y Sansa habían tenido en Altojardín, había sido como mínimo fría y la estabilización de esta solo había sido posible con los dragones de la reina. El Dominio era un terreno fértil para la traición y la presencia del, para muchos, heredero legítimo de Rhaegar Targaryen, por supuesto que traería todas las sospechas de alguien tan susceptible a la traición como lo era Tyrion Lannister.

Además, Sansa era la hermana de Jon y se había, poco a poco, ganado el beneplácito y agrado de muchos grandes señores del Dominio y antes de ellos los del Valle y antes de ellos, los de las Tierras de los Ríos, él lo había visto, él había estado ahí.

Solo una gota de ambición podría haberlo impulsado a él, o a su esposa o a Jon a entrar en una revuelta.

Perdida desde el inicio, claro, pero era un problema que sujetos como Tyrion o aquél Tyrsohi obeso podrían prever.

"Que chiquillo tan estúpido…"

Quizás el amor también lo volvería así de estúpido a él. Quizás si Sansa se lo pidiera, él podría levantar a los señores del Dominio contra la reina dragón, razones no les faltaban. Pero siquiera su padre habría aprobado un plan tan estúpido. No importaban los hombres, caballeros y soldados. Solo los dragones y ellos, de rebelarse, no tendrían ninguno.

—Ciertamente — contestó — pero resultaría imposible para mí el ver o entender el pensamiento de otro hombre —Tyrion no le miró y solo centró su atención en el fondo de su copa.

—¿Consideráis que Jon no tiene nada que hacer acá?

—Tengo entendido que luchó con uno de mis hombres y que debido a la fase del torneo en la cual se encontraba, es posible que el príncipe estuviera acá desde el inicio de este… quizás solo necesitaba algo de dinero.

—Un recurso importante, cierto ¿Quizás estaba buscando hombres? — Dickon miró a Tyrion, quién no le prestaba atención y se atrevió a contestar.

—Quizás vos veis mucho más en donde no hay nada.

—¿Estáis defendiendo al príncipe? Quién, por cierto, os ha puesto a vos y a vuestra esposa en un serio riesgo.

—¿Estuvisteis en Invernalia contra los muertos? — preguntó por toda respuesta. Aquello descolocó a Tyrion, quién solo en ese momento pareció prestarle la suficiente atención y con la suficiente seriedad.

—¿Qué tiene que ver eso? — preguntó casi ofendido.

— Ahora os lo explicaré… como recodareis la reina no me tenía en alta estima debido a mi renuencia a inclinarme a ella el día en sus fuerzas nos derrotaron en el Camino de las Rosas — vio a Tyrion asentir con desconfianza, esperaba algún comentario jocoso sobre cómo es que este le había salvado de ser ceniza de dragones, pero por una vez guardó silencio, lo que le permitió a él proseguir — eso me llevó del campo de batalla a los calabozos de Rocadragón, a Puerto Blanco y a Invernalia. Como no estuvisteis ahí, quizás no lo sabéis, pero yo si fue llamado junto a varios señores más al plan de acción creado por el príncipe para enfrentar a los muertos — Tyrion carraspeo y dijo:

—Decís acaso que, por ser un buen planificador, Jon es…

—Demasiado inteligente para presentarse acá, sabiendo que la reina esta con sus dragones, para conspirar contra ella — aquello frunció el ceño del señor de Roca Casterly, momento que aprovechó para continuar — vos conocéis al hombre, mi señor Tyrion ¿en serio le creéis capaz de conspirar en contra de Daenerys?

Tyrion se giró hacia él como si se tratara de un niño y con el gesto más suave que pudo agregó.

—Muchos buenos hombres han cedido ante la ambición por mucho menos que un reino — inclinó la cabeza hacia un lado y mirándole a los ojos agregó — vuestro padre, por ejemplo — Dickon recordó cuando Lord Tarly arrastró a Sam vestido de mujer al patio central y como le extendió una espada de madera para defenderse de uno de sus más hábiles escuderos; Tornwell, un sujeto que en esos años tendría cerca de veinticinco años.

Ya mucho antes de la golpiza Sam había estado llorando con el rostro hinchado por el miedo, balbuceando por favores y piedades a quién le golpeara sin recibir ninguna respuesta de nadie. En esa ocasión cuando Dickon miró a su padre ni un solo músculo se movió en su rostro al ver cómo es que humillaban y avergonzaban a su heredero. Y eso le dejo muy en claro, que es lo que le ocurriría a él en caso de no ser un buen guerrero.

—¿Comparáis a Jon el príncipe con mi fallecido padre? — preguntó.

—Solo establezco que incluso hasta el más intachable de los hombres puede ceder ante la ambición.

—Poco conocíais a Lord Tarly si es que esperáis creer que era un hombre intachable.

—Pero este hecho del mismo material que cualquier otro. Que el príncipe… —aquello hizo reír a Dickon —Seguís pensando que es inocente.

—¿Ya se le ha culpado de algo, se le ha enjuiciado? —preguntó Dickon, Lord Tyrion removió sus dedos, incómodo sobre la copa de su vino.

—Esperemos que no llegue a eso — declaró Tyrion, y Dickon pensó que era algo que siquiera el señor de Roca Casterly deseaba.

Dicho eso le abandono. En medio del cortinaje de su tienda Dickon pudo ver que ya se acercaban a la hora del búho, el campamento estaba bajo un extraño silencio y a lo lejos era posible escuchar las voces de los hombres. ¿Cómo estaría Jon? ¿Sansa?

¿Estarían juntos?

La idea le revolvía el estómago. Al fin de cuentas Jon había acudido al torneo con la sola intención de verla a ella. ¿Qué esperaba de aquello? No lo entendía. No entendía ni al príncipe, ni sus intenciones. Él había visto lo cruel que ella podía ser con Jon, como lo había tratado en el Bosque de los dioses, años atrás.

"¿Esperaba que cambiara de un día a otro?"

"No ha sido de un día a otro, han pasado años…"

Él había cambiado, eso lo sabía. Tanto en esos años, como de un día a otro; de la cena de celebración en Desembarco del Rey a su compromiso camino a Invernalia no había transcurrido más de un mes. Habían acercado sus cabezas y ella le había confesado parte de sus secretos, él había descubierto los otros. Pero incluso desde antes sabía que le había gustado. Sansa había actuado como toda una señora en la cena de celebración y lo había seducido, no solo con su belleza sino con sus palabras y acciones. Y para él eso había sido evidente desde que ambos fueran sentados juntos.

"¿Qué tenía que hacer la hermana del rey con un traidor?"

Si era el heredero adecuado, aparentemente seducirlo. Sin embargo, toda aquella planificación, no podría decir él que estuvo envuelta en artimañas y mentiras. ¿Cómo podría haberlo hecho? ¿Acaso Sansa podría haberse presentado más encantadora para conquistarlo? No. Lo cierto es que había sido gentil y real. Y en aquel mundillo lleno de mentiras y máscaras que era el de los nobles; esa calidez, esa gentileza era un bálsamo.

Era entendible entonces, que el príncipe no pudiera superarla ¿cierto?

Esa noche cuando se reuniera con Jon los ojos de este le habían parecido febriles y cansados. Ser Meyer le había dicho que Jon paró su espada con su propio cuerpo y sin la armadura adecuada, Dickon no lo notó, pero era posible que alguna de sus heridas se hubiera infectado.

"¿Fue la fiebre la que le dijo que debía irse?"

¿Cómo es que no había notado el peligro? ¿Cómo es que no lo había visto?

Fue cuando la entrada de su tienda nuevamente se agitó para dar entrada a la reina.

Era tan pequeña.

Daenerys Targaryen era más baja que Sansa, que Jon y por supuesto, que él. Su cabello plateado brillaba al son de las velas de la tienda y sus ojos también lucían cansados y apagados. Le miró directo al rostro con un gesto que él calificaría de tenso y desconfiado.

Le recordó a su padre.

—Majestad — dijo inclinándose, al lado de la reina aparecieron Tyrion y la muchacha que solía traducir sus palabras.

—Lord Tarly — saludo fríamente la reina.

—Estoy a vuestro servicio… — fue lo único que se le ocurrió decir en ese momento. No vio a Dany asentir y solo el movimiento de sus ropas le dijo que había comenzado a moverse por su tienda.

—¿No al de Jon? — preguntó ella con tono tranquilo.

Aquello le llevó a suspirar. Se sentía cansado él también, que decidió tomar la iniciativa. Contrario a lo penado no temía a la reina ahí, no a esa mujer pequeña con cabellos tan claros como la luna. Diferente seria frente a sus dragones, pero no en ese momento.

—Lord Tyrion me ha dicho que sospecháis de mí y del príncipe — la reina se le quedo mirando a medias sorprendida, a medias divertida.

—No había esperado que reconocierais todo de manera tan directa.

—No he reconocido nada, majestad. Solo os digo lo que mi señor Tyrion aquí presente me ha dicho — el señor de Roca Casterly se mostró tranquilo.

—De igual forma me dice que lo habéis negado.

Aquello no era del todo cierto, simplemente había aludido a lo tonto que era pensar que Jon Targaryen había esperado precisamente la aparición de la reina para buscarlo y conspirar con él en su contra.

Dickon se encogió de hombros.

—Sencillamente considero que es un accionar estúpido y el príncipe jamás ha hecho gala de ser un estúpido.

"Vino acá, vino por Sansa con todo lo que aquello ha conllevado"

—¿Sabéis que el ama a vuestra esposa? — si lo que la reina buscaba era causar una conmoción lo había logrado. A él se le fue la respiración, y por los gestos de Tyrion y Missandei ambos desconocían esa información.

Las palabras salieron de su boca antes de lo esperado, pero aun así le parecieron correctas, como si las hubiera pensado muchas veces, como si se hubiera visto en ese escenario antes.

—Lo sé desde que me casé con ella, majestad. El rey siempre ha sido honesto conmigo.

—¿Porque estáis tan calmado sabiendo ello? ¿Acaso no amáis a vuestra esposa?

—Con todo mi ser majestad. Pero lady Tarly hace mucho eligió y cada día me ha demostrado su cariño, respeto y afecto. ¿Qué importa lo que el príncipe desee si ella está conmigo?

Aquello pareció dejarla en silencio. Dickon percibió como es que sus ojos liliáceos se movían calibrando la información que le había dado.

La reina giró hacia Lord Tyrion y le habló.

—¿Recordáis lo que me dijiste de nuestros padres? — el señor de Roca Casterly le miró extrañado. Pero luego Dickon pudo ver que su extrañeza cambiaba a un gesto de comprensión, asintió.

—El que Jon sea Targaryen, no lo convierte en Aerys. A vos tampoco majestad — los escuchó decir como si él no existiera.

Cuando la reina le miró su rostro era más suave, mucho más suave, sus ojos brillaban y parecía que el cansancio había desaparecido.

—El rey nunca os reclamo por ella — no se lo estaba preguntando. Aun así, Dickon respondió.

—Disculpadme majestad, no tengo detalles de lo que pudo haber ocurrido entre el príncipe y vos, pero incluso si no os ama como merecéis, definitivamente os es leal.

El rostro de la reina se volvió pétreo al asentir y sin más le dejó a solas.

—¿Así que al final solo se trata de eso? — le preguntó a Tyrion.

—No os entiendo.

—A los celos de la reina sobre mi esposa.

Tyrion suspiró.

—Conformaos con que ahora os considere honesto y leal.

Dickon se mostró complacido, aunque en su cabeza las cosas eran muy diferentes, aun así no dijo nada y cuando Lord Lannister se retiró y lo escuchó decir un par de órdenes, quién ingreso a su tienda fue su esposa.

Ninguno se controló y ella corrió a sus brazos como él a los de ella. Sin que se lo pidieran o dijeran le beso la cabeza, los cabellos, el rostro y el beso en la boca fue largo y apasionado, mientras la aprisionaba todo lo que le era posible.

—Mi señora — le dijo entre besos — estaba preocupado por vos… — y volvió a besarla.

Y Sansa le contestó acorde a su intensidad. Lo que le elevó sobre la tierra varios centímetros. Había extrañado aquella sensación, la había extrañado a ella. De pronto sintió sus manos sobre su rostro y como es que le obligaba a mover la cabeza de tal modo para quedar, ambos, mirándose a los ojos.

—Mi señor — interrumpió ella, esta vez con la mirada seria y el aliento entrecortado — la reina ha hablado conmigo. Nos cree.

De alguna forma Dickon lo había sabido.

—Mañana nos reuniremos con el consejo real y algunos señores.

—¿Nos enjuiciarán? —Sansa negó suavemente.

—Solo será una aclaración del porque os habéis reunido con el príncipe. No habrá más público que el consejo real, Lord Hightower y Lady Merryweather —aquello le extraño y Sansa debió haber leído su gesto ya que agregó — Lord Baelor y Lady Sabrina, me han acompañado en todo este trance, los he requerido como testigos.

Dickon asintió, en aquel sentido se le escapaba por qué su esposa convocaría a Lady Merryweather. Esta, si bien tenía una buena posición, le parecía que no comulgaba con las acciones de su casa. Aunque claro, aquello solo era su percepción. Por lejos Sansa era bastante más inteligente que él y no cuestionaría sus motivos a la hora de elegir a sus acompañantes.

El resto de aquella mañana la pasó con su esposa. Sansa se encargó de llamar Ser Ciffer y ordenarle toda la indumentaria que ambos deberían llevar.

A medida que el sol se asomaba con más fuerza, Dickon pudo sentir como es que el torneo volvía a la vida sin siquiera tomar cuenta de que tanto él como el príncipe eran prisioneros. Les llevaron el desayuno y poco después Missandei llegó a la tienda de ambos solicitándoles que la acompañarán.

Afuera de esta Dickon vio a un grupo de sus soldados, así como espadas juramentadas incluyendo a Ser Meyer, quién le hizo un vago asentimiento al verlo. Estos le rodearon y una escolta de Inmaculados y Dothrakis rodearon a estos.

Le resultó extraño el llegar al patio principal de Altojardín no como señor, sino que, como sospechoso de conspiración, más que nunca las anchas puertas del castillo le parecieron lentas y, completamente absurdas de utilizar. Sansa caminó a su lado en todo momento, alzando la cabeza todo lo que le fue posible. Le habría gustado besarla en aquel momento, pero al mismo tiempo le pareció una tontería. Ya no era un muchacho, era un señor. Debía actuar como tal.

Pensó en su padre y en el señor que fuera. ¿Podría verlo? ¿estaría atento a sus palabras, gestos y decisiones? ¿se sentiría orgulloso de él?

Fue el segundo patio, en el cual Daenerys aterrizara la primera vez que visitara Altojardín con sus dragones, en donde lo expusieron a vista de todos. Daenerys lideraba el consejo mientras que a su derecha se sentaba el Tyroshi obeso y a su izquierda Tyrion, a este le seguía Asha y un poco más alejado bajo una sombrilla llevada por su escudero Stannis parecía rezumbar en ira, mientras que hacia el otro lado estaba Gusano Gris y un dothraki al cual no conocía.

Más atrás estaba ubicada Missandei. Sansa y los señores que le acompañaban estaban sentados, un poco más alejados de la reina y grande fue su sorpresa cuando alguien colocó una silla a su lado e hicieron entrar al príncipe.

Jon avanzó con paso firme y lento hasta él, ambos asintieron a modo de saludo y este ignoró la silla puesta para que, claramente tomara asiento. El día era caluroso, pero Jon parecía hervir bajo sus ropas, se le había ataviado como a un príncipe Targaryen, con los colores rojo y negro, aunque solo con ropas livianas. Dickon pudo ver el sudor en sus sienes y lo vio tragar casi, diría con tranquilidad.

Notó también que en ningún momento miró hacia su esposa.

—Mis señores — dijo Tyrion en voz clara y alta — nos congregamos hoy para resolver un asunto — divago un poco — algo espinoso que se nos ha presentado en las últimas horas — Dickon miró a su alrededor y realmente nadie parecía siquiera sorprendido por las palabras de la mano, cuando cruzó su vista con la de su esposa esta le sonrió y él copio su gesto — Lord Tarly acá, ha sido acusado junto al príncipe de conspiración…

—¿Quién nos ha acusado? — preguntó el príncipe con firmeza de golpe, captando todas las miradas, incluida la suya.

—Aquello no es relevante… — contestó Lord Lannister un poco contrariado.

—Por supuesto que es relevante — contratacó Jon — estamos aquí Lord Tarly y yo, defendiéndonos sin saber siquiera si quién acusa tiene credibilidad…

—El príncipe tiene razón — dijo Stannis desde atrás, con la mandíbula tan apretada que sería difícil decir que abrió la boca —estamos acá sin saber quién ha dicho que, parecemos un grupo de viejas chismosas tratando de hacer un caso sobre nula evidencia — si Stannis miró o no hacia donde él se encontraba no sabría decirlo, el rostro deformado del señor de Bastión de Tormentas no dejaba entrever mucho sobre lo que sentía o podía sentir más que solo enojo y molestia.

—Creedme, mis señores, las razones que nos llevan a esta instancia no son chismes de viejas, sino que existe una certeza de ello. De otra forma nuestra reina no les habría prestado atención — aquello obligó a Dickon a mirar hacia donde la reina se encontraba y le pareció que esta buscaba, con la sola fuerza de su mirada, volver cenizas a Tyrion.

—Si no hay nada que pueda probarse, entonces no habrá problema, mis señores — dijo la reina con tranquilidad — no podéis culparme por tomar todas las medidas necesarias para evitar la traición o sedición entre mis súbditos — Dickon vio a la Asha removerse incómoda cerca de la reina.

Aquellas palabras dejaban entrever cierta disposición antojadiza de parte de la reina con quién actuara, de acuerdo con sus estándares, de forma sospechosa. Quizás si era todo por Sansa… giró hacia esta y vio cómo es que no despegaba su atención de la reina.

—Debe existir legitimidad sobre procesos que sean de la justicia — replicó Stannis — sobre todo si estos involucran a señores…

—¡Yo soy la reina legitima! — protestó Daenerys sin mirar a nadie más y sellando de una vez la discusión.

Dickon no pudo entender la reacción de Stannis, o si es que había reaccionado del todo. De todas maneras, la reina se levantó y habló, esta vez con tranquilidad:

— ¿Por qué vinisteis al torneo? — preguntó a Jon.

—Quería ver a Sansa — contestó este cansado y resignado. Daenerys le dirigió una mirada indescifrable y él no pudo evitar pensar en cuando le preguntó si es que amaba a Sansa.

¿Qué debería hacer? ¿golpearlo? ¿esperaban eso de él? No. Jon incluso sin su título era de la sangre del Dragón, un Targaryen y golpear a un miembro de la realeza era castigado con la muerte, o como mínimo con la pérdida de su mano. ¿Retarlo a un combate? Sabía que el príncipe era una de las mejores espadas del reino, pero en su estado actual solo serviría para golpearlo sin justificación. ¿Quería la reina utilizarlo como un arma de castigo contra el príncipe?

—¿Por qué le recibisteis? — le preguntó entonces la reina a él y Dickon se vio sorprendido de que le dirigiera la palabra.

—Es… es el hermano de mi esposa y un príncipe del reino — respondió tratando de sonar tranquilo.

Fue entonces cuando Tyrion se adelantó.

—¿De qué hablasteis?

—El príncipe tenía la intención de viajar al norte — y él le había ofrecido dinero.

—¿Sin ver a su hermana? — preguntó la reina.

—Ya era muy tarde — contestó Jon por él. Aquello atrajo la atención de la reina y Dickon notó, de varios señores más en la reunión.

—¿Por qué? — preguntó Daenerys centrándose solamente en Jon.

—Para mí, ya es muy tarde — escuchó decir al príncipe sin quitarle la vista a la reina. Y algo dentro de señor de Altjardín se llenó de lástima por el hombre a su lado.

Solo que cualquier tipo de sensación que aquello significara para su propio criterio se vio apagado en cuanto un murmullo general se alzó entre los presentes, al mismo tiempo en que por el rabillo de su ojo Dickon noto que alguien se movía.

Los ropajes de Lady Sabrina eran de un color claro en aquella mañana que parecía fundirse con el entorno, pero las alertas dentro de él se dispararon cuando la vio moverse tras su esposa. Le pareció que los movimientos de Sansa fueron lentos y pausados al actuar, tanto al captar su reacción como al actuar conforme a esta.

El brillo cegador que emitieron las manos de Lady Sabrina, por un segundo le hizo creer que se trataba de magia, solo entonces comprendió que fue muy tardío al entenderlo y más aún a que su cuerpo reaccionara.

—¡No! ¡Sansa! — escuchó y supo que no se trataba de su voz, sino de la del príncipe.

Mas exclamaciones de sorpresa llenaron el lugar, excepto cuando se trató de escuchar a Sansa decir algo.

Ese día ella había insistido en los colores de la casa Tarly, había optado por un vestido vaporoso y sencillo de un marrón suave ribeteado por cintas de color mantequilla. Ahora todo lo cubría el rojo, oscureciendo sus formas y mojando sus mangas. Aun así, su esposa le miró sin entender claramente lo que ocurría. Hasta que al parecer las fuerzas le fallaron, las rodillas se doblaron y ella se inclinó gimiendo de dolor, él alcanzó a atraparla antes de que se golpeara la cabeza contra el suelo.

—¡Amor! ¡¿Amor?! — exclamó sintiendo el calor recorrerle todo el cuerpo. Los ojos de Sansa estaban muy abiertos, como si quisiera absorber cada espacio, persona, color y lugar a su alrededor.

—¿Qué ocurrió? — le preguntó ella sin poder reaccionar a nada. No supo que contestarle —¿es grave? — volvió a preguntar y solo entonces Dickon se atrevió a mirar la herida que Lady Sabrina había infringido en su esposa.

El puñal seguía ahí, en su costado y el conocimiento del soldado le dijo que había sido una suerte que no fuera por su estómago, cuello o pecho. La miró y sintió que debía ser honesto y tranquilizarla.

—No mi señora — le mintió sin saber realmente que decirle — sois fuerte, no es grave.

Ella se arrebujo contra él y Dickon solo sintió deseos de metérsela en el cuerpo, fundirla a él como cuando hacían el amor.

Cuando miró a su alrededor el príncipe estaba cerca de ellos, de pie y tratando de procesar lo ocurrido. En su gesto había vergüenza y culpa y Dickon sintió deseos de romperle el cuello. Él había traído todo eso a ellos. Era su culpa.

"Todo esto es por él…"

Cuando alzó la cabeza Lady Sabrina trataba de alcanzarlos a ellos y gritaba palabras que le resultaban incoherentes. En el forcejeo con Lord Baelor, que trataba de reducirla, solo entendió cuando dijo:

—¡El príncipe me dará su perdón! ¡Él me lo ordenó! — fue cuando uno de los inmaculados de la reina la golpeó con su lanza en el rostro para hacerla caer pesadamente al suelo.

Si antes había sido calor lo que le invadió en ese momento se trató del frío, se trató de falta de aire y cuando nuevamente vio como los soldados de la reina apresaban a Jon Targaryen, las piezas comenzaron a formarse en su cabeza.

—¡Os lo juro! — gritó lady Sabrina desde él suelo — ¡Os lo juro!


N/A

Saludos a todos. Repetiré esto hasta el cansancio; aquí va:

Si llegaron hasta este punto agradeceré eternamente un review.

En tanto, dejo los saludos a Konanagel13, por darse el tiempo de entregarme su generosa opinión. ¡Espero que disfrutes este capitulo linda!

=)

Atte.-

Brujhah.