Atomik27 reportándose con un nuevo capítulo de tu fic favorito.
En serio espero que esta historia sea de tu agrado.
El estafador
Al llegar a la estación de policía, se dirigió donde su amigo.
—¡Serpiente! ¡Serpiente! —lo llamó—. ¡Amigo, hagas lo que hagas no leas el periódico o… —ve que su amigo está viendo las noticias en la TV— veas la televisión.
En las noticias matutinas estaba el Sr. Raccoon con la tarjetilla que les había comprado.
—Entonces, Sr. Raccoon, ¿cómo es que encontró el famoso cromo de Jones Vagner? —le preguntó Tiffany Chismera.
—Estaba dentro de una pila de cosas, querida Tiffany —respondió el mapache con una sonrisa en su rostro—. Supongo que quien o quienes se deshicieron de él no conocían su verdadero valor.
—¿Cuánto vale este cromo de colección?
—Un poco más de 3.5 millones de dólares.
—Wow, todo un tesoro.
—Ha sido todo un placer poder dar con este tesoro escondido. Estoy muy seguro que más de un comprador va a aumentar el precio para obtener esta pieza de colección.
—Se ha sacado la lotería, señor Raccoon.
—A que sí. Hay que ser solo un tonto para no saber el valor de esta joya
Serpiente apagó la televisión.
—... ¡Te dije que le preguntaras a Redes cuánto valía la tarjetilla! —gritó la serpiente.
—Está bien, está bien. Es mi culpa —dijo Wolf—. Ese tramposo nos timó. Es bueno, hay que reconocerlo. Pero no se quedará así. Vamos a arreglar las cosas.
Los dos amigos entran a la tienda de antigüedades. El Sr. Raccoon estaba limpiando una vitrina donde se estaba exhibiendo el cromo de Jones Vagner.
—¡Nos ha timado! —dijo Wolf claramente molesto.
—Oh, son ustedes —dijo el mapache con una gran sonrisa—.Si no tienen otra pieza de colección de valor incalculable, será mejor que se retiren porque la tienda está cerrada.
—¡Devuélvanos nuestra tarjetilla! —gritó Serpiente.
—¿Hablas del cromo? Creo que te estás confundiendo, amigo. Es mi cromo. Ustedes me lo vendieron. Pagué por él; por lo tanto, es mío, no de ustedes. Fue 100% legal y libre de cargas. Toda una ganga.
—¡Usted nos engañó! —gritó Wolf.
—¡Sí! ¡Y por si no lo sabe, soy policía! —dijo Serpiente.
—Oh, ¿y bajo qué cargos me vas a encerrar? ¿Qué delito he cometido? Yo no tengo la culpa de que ustedes no supieran el valor del cromo. ¿No han oído hablar de internet?
Serpiente miró a Wolf con enojo.
—¡Lo siento! —se disculpó Wolf con sus amigos.
—La vida es injusta, queridos amigos. No saben cuanto lamento decir esto, pero… ¡Los han estafado! —dijo el mapache para luego reírse.
—Tres millones —dijo Serpiente—. Odio a ese tipo. Algo me decía que no nos fiáramos de él. Sonríe todo el tiempo. Mermelada hacía lo mismo.
—Lo sé, lo sé. Recuperaremos el cromo —dijo el lobo—. Ese mapache tramposo se metió con las personas equivocadas. Tenemos que recuperar el cromo.
—Espera, espera —habló Serpiente deteniéndose—. ¿Qué planeas hacer?
El lobo se quedó en silencio por unos segundos. Para Serpiente no eran necesarias las palabras, conocía a su amigo.
—Ni se te ocurra, Wolf —exclamó Serpiente—. Sabes que en otra época no hubiera refutado pero… por si no te diste cuenta, trabajo con la policía. ¿Sabes lo que me harán si vuelvo a caer? Ya no hay tercera oportunidad. Diane tuvo que hacer mucho para acortar nuestra sentencia, Wolf, y lo sabes.
—No hablo de robar. Entramos a su tienda e intercambiaremos el cromo por los 450 que nos dio —dijo Wolf.
—Eso es robar —volvió a decir Serpiente, pero el lobo no le dio importancia.
—Tengo una idea en mente, pero para eso necesitamos reunir al equipo —dijo confiadamente—. No pueden decirme que no.
—No —dijo Diane dándose la vuelta para salir de la oficina.
—Hey, hey… —dijo Wolf tomándola de la mano para retenerla.
—Oye, no pretendo hablar en el nombre de los demás, pero lo que planteas hacer suena a algo a lo que la policía llama robo.
—Te lo dije —dijo Serpiente.
—Que no es robo —refutó Wolf—. Lo vamos a recuperar, que es muy distinto. Vamos a enmendar una mala acción.
—Como que tienes un mal concepto de lo que significa "enmendar" —dijo Redes.
—Y lo que planeas va catalogado como robo —dijo Diane aún molesta.
—¡Que no lo es! —insistió Wolf.
—Ahh… No puedo formar parte de ningún delito que atente contra la propiedad ajena —dijo Tiburón.
—Eso fue lo que nos dijeron los guardias al salir de prisión —dijo Piraña.
—Que es donde regresarás si sigues pensando en entrar a la tienda del Sr. Raccoon —dijo Diane—. Escucha, lo que ocurrió con Mermelada fue diferente. Involucró a toda la ciudad.
—Que bueno saberlo. Pensé que lo habías hecho por mí —dijo Wolf.
Diane suspiró:
—Lo hice por todos, y en especial por ti. Lo hice para que tuvieran una oportunidad de poder tener una vida mejor. Te lo dije aquella vez del incidente de los conejillos de indias, y en la gala.
El lobo suspiró.
—Es solo un cromo, cariño. Sé que no es justo y que tienes todo el derecho de querer hacer algo al respecto, créeme también quiero hacer algo. Pero el Sr. Raccoon tiene pruebas que avalan su inocencia. No hay nada ilegal.
—Lamentablemente es cierto —dijo Serpiente.
—Y lo que planeas hacer, puede que se vea justo, pero es ilegal.
—Ella tiene razón —dijo Redes.
—Pues sí, suena a algo que hubiéramos hecho en el pasado —dijo Tiburón.
—Lo siento, hermano —dijo Piraña.
Wolf volvió a suspirar.
—Está bien —dijo algo desanimado—. Tienen razón. Lamento haberles hecho perder su tiempo.
Después de atender algunas cosas en el trabajo, Wolf regresó a la guarida. Eran las cinco de la tarde, Diane aun no salía del trabajo y quería estar solo. El tema del cromo de Jonas Vagner rondaba por su cabeza. Odiaba a ese mapache. Le habían visto cara de inocente. Eso no pasaba cuando era malo —Mermelada era la excepción—. No es que extrañaba la vida criminal. Es más, ahora se sentía más libre. Sin tener que escapar de la policía o esconderse en la guarida sin ser vistos por nadie más. Pero esa sensación de haber sido timado era agria.
La puerta de la guarida se abrió y pudo ver a sus amigos en el sofá.
—Hey. ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Wolf sorprendido.
—¿Qué creías? ¿Qué te íbamos a dejar? —habló Piraña.
—Escucha —habló Serpiente—, no estamos del todo de acuerdo con lo que vamos a hacer, pero tenemos un motivo. Diane hizo mucho por nosotros. Si no fuera por ella, aún estaríamos tras las rejas. Es momento de corresponderle.
—Redes nos dijo que le dieron plazo a Diane para dar el monto este fin de semana —dijo Piraña.
—El valor del cromo puede solventar la deuda con los bancos —explicó Tiburón.
—Mataremos dos pájaros de un solo tiro —dijo Serpiente—. Ese mapache sabrá que se metió con las personas equivocadas.
—Pero… ¿Qué hay de la policía? ¿o del viaje de Tiburón? —preguntó Wolf, pues sabía que los argumentos que sus amigos habían dado eran ciertos.
—No se van a dar cuenta. Incluso podría hacerles un favor al capturar a Raccoon.
—Mi vuelo está agendado para las 8. Tenemos tiempo —dijo Tiburón—. Hemos hecho esto tantas veces en el pasado, sin problema alguno. Podremos hacerlo una vez más. Es solo una tarjetilla.
—Será pan comido —dijo Piraña.
—¿Dónde está Redes? —preguntó Wolf al no ver a su amiga Tarántula.
—Se quedó en la oficina. Vigilará a Diane. Tiene reunión, así que tenemos que ser rápidos —explicó Serpiente.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó Tiburón.
Wolf sonrió.
—Escuchen con atención. He estado investigando a Raccoon toda la tarde. Todos los días, a las seis en punto, cierra la tienda para comprar su cena. Va al Ohashi, los mejores makis de la ciudad.
»Lo más importante: al irse conecta la alarma de seguridad. Una vez activada, tenemos treinta segundos para desconectarla. Raccoon tarda exactamente siete minutos en comprar su comida y volver. Tiempo suficiente para poder tomar la tarjetilla y devolver el dinero.
Eran las seis de la tarde y el Sr. Raccoon se preparaba para ir a comprar su cena. Se acercó a la alarma de seguridad y la activó.
«Alarma se activará en 6 segundos», dijo la máquina.
El mapache salió de la tienda, puso llave a la puerta y se fue.
Dentro de la tienda, de uno de los tubos de ventilación, salió Serpiente y se dirigió rápidamente a desactivar la alarma y abrir la puerta trasera de la tienda para que Wolf pueda entrar.
—Vaya. Parece que 1953 murió aquí —dijo el lobo.
Ambos amigos se acercan a la urna donde supuestamente estaba el cromo, pero este se encontraba vacío.
—No está —dijo Serpiente.
—Ok, no está en la urna, pero debe de estar en cualquier parte. Hay que buscar —dijo Wolf—. Verifica la caja registradora.
—Estoy en eso —dijo Serpiente usando sus habilidades para abrir cajas fuertes.
—Tiburón, Piraña, ya saben qué hacer. Distracción —dijo Wolf desde el teléfono mientras buscaba entre las cosas del Sr. Raccoon.
El Sr. Raccoon salió del Ohashi con su pedido de makis. Del otro lado de la calle, estaban Piraña y Tiburón, este último estaba vestido morado con una peluca con coleta negra Se había disfrazado de Tiffany Chismera, la reportera local. Piraña sostenía una cámara.
—Soy Tíffany Chismera, reportando para el canal nacional —dijo Tiburón simulando la voz de la reportera—, en un nuevo segmento llamado "Enfocándonos en usted". Señor —dijo viendo al mapache que se acercaba—, ¿usted qué opina de…?
El mapache pasó por su lado ignorando a ambos.
Los dos ex criminales lo siguieron.
—Señor, ¿Cuál cree que es el problema que acosa a la sociedad de hoy?
—Demasiadas cadenas de televisión —contestó él para luego empujar a la reportera y marcharse.
Piraña se rió al ver que su amigo había caído en una pileta.
—¿Qué pasó, amigo? ¿Tenías sed? —dijo Piraña riéndose.
El Sr. Raccoon pasó por una calle donde lo esperaba Piraña con un antifaz. Cuando el mapache pasó, este intentó quitarle su comida pero Raccoon había puesto fuerza.
—¡Dame tus makis! —ordenó Piraña.
—¡Compra los tuyos, idiota! —dijo Raccoon para luego sacar una aparato con el que, al hacer contacto con Piraña, este se electrocutó.
El mapache se retiró.
Tiburón vió a su amigo temblando en el suelo.
—Eso fue electrizante, ¿no?
—Cállate —dijo Piraña con voz temblorosa.
Faltando cuatro cuadras para que el Sr. Raccoon llegue a su tienda, Tiburón se había disfrazado de una monja ciega en silla de ruedas. Piraña lo miraba desde lejos, no creía que ese truco funcionara contra el mapache.
—¡Ayuda! ¡Necesito ayuda! —dijo Tiburón imitando la voz de una anciana.
Raccoon miró a la pobre monja y trató de rodearla, pero Tiburón le dio con el bastón.
—¡Oh, por fin! —exclamó, haciendo que el mapache se queje internamente—. Disculpe, ¿puede hacerle un favor a una pobre y gastada monja carente de vista y con incapacidad de trasladarse por sus propios pies?
—Disculpe, hermana —dijo el mapache—, pero llevó comida y…
—¡Excusas! ¡Por favor, necesito que alguien empuje mi silla hasta Santa Ágata de Los Justos y Redimidos!
—Ehh…
—¡Joven! ¡Estoy esperando! —insistió para luego golpearlo con el bastón.
—¡Au! —chilló Raccoon—. Está bien, está bien. La llevaré.
—Gracias.
El mapache sonrió y condujo a la monja ciega en su silla de ruedas. Piraña, que había observado todo desde lejos, estaba preocupado. «Algo no está bien», pensó para luego marcharse rumbo a la tienda.
Piraña entró a la tienda por la puerta de atrás, asustando a Wolf.
—¡Hey! Me asustaste. Pensé que eras un ladrón —dijo el lobo.
—Soy un ladrón y ustedes también. Estamos robando —aclaró Piraña.
—Ya hemos discutido sobre eso.
—Sigue siendo un robo.
—¿Pueden dejar de hablar y ayudar? —dijo Serpiente.
—¿Qué pasó? —preguntó Piraña.
—No encontramos el cromo —contestó Wolf—. Ayúdanos a buscar.
—Será mejor que lo encontremos pronto. Raccon está viniendo. Nada lo ha detenido.
Ambos se ponen a buscar el cromo en el resto de la tienda.
—¡Oh, es perfecto! Gracias, señor por empujarme —dijo Tiburón, feliz de que el plan estuviera marchando bien. Sin embargo, el Sr. Raccoon dio un giro hacia una calle que iba de bajada. Al ver esto, Tiburón se preocupó. —Ah… Señor… No estoy muy segura de que este sea el camino correcto al convento.
—Bah. Claro que sí, hermana —dijo el mapache—. La voy a poner en la dirección correcta y la gravedad hará lo suyo. Hasta luego, hermana.
Dicho esto, la empujó, haciendo que Tiburón cayera en picada.
—Ahí viene —advirtió Piraña, viendo como el mapache se asomaba por la cuadra con su comida.
—Retirada —ordenó Serpiente.
Wolf gruño. El plan había fracasado.
Estaba dispuesto a retirarse, pero al pasar había empujado una escalera corrediza, que al moverse una puerta secreta se abrió.
Wolf se agachó para ver.
—¡Lo encontré! —dijo con victoria llamando la atención de sus amigos.
Los dos ex criminales se le acercaron para ver la tarjetilla. Wolf tenía en sus manos el cromo de Jonas Vagner.
Antes de que alguien pudiera decir algo, el Sr. Raccoon entró a la tienda, por lo que los tres amigos tuvieron que esconderse. Si el mapache los pillaba, estaban más que fritos.
En silencio, vieron como Raccoon se quejaba por sus makis que habían llegado desechos, producto de todo lo acontecido.
—Bueno, al menos es comestible —se animó, pero la sonrisa no pareció al percatarse de algo importante—. ¿Acaso se me olvidó prender la alarma? —se cuestionó al ver que la alarma estaba apagada—. No, yo siempre conecto la alarma.
Rápidamente volvió a conectarla y todas las puertas de la tienda se cerraron. Con sigilo, caminó por toda la tienda buscando toparse con algún intruso.
Serpiente y Piraña se escabulleron por la tienda evitando ser descubiertos. Wolf, al ser el más grande, tenía problemas para poder movilizarse. Además, estaría allí para despistar a Raccoon por si él estuviera a punto de descubrir a alguno de sus amigos. Después de todo, la idea de entrar había sido de él, no quería que los demás se vieran perjudicados.
Piraña trató de abrir la puerta de atrás, pero Serpiente, con su gran cola, lo apartó. Luego de soltarlo, usó su cola nuevamente para señalar la luz roja que indicaba que la alarma estaba encendida.
Raccoon, al no encontrar a nadie, dirigió sus pasos hacia la puerta de atrás, pero antes de que pudiera descubrir a la serpiente y la piraña que estaban escondidos, el sonido de una videollamada entrante sonó. El mapache regresó y contestó la llamada mientras cogía su comida. Era el momento perfecto para que Wolf se juntara con sus amigos.
—Hola, Coleccionables Raccoon.
—Buenas tardes, Sr. Raccon —dijo un hombre con traje, de rasgos finos y cabello blanco desde la computadora.
—Raccun. Con doble O —le corrigió.
—Sí, perdone, Sr. Raccoon. Tengo entendido que recientemente ha adquirido un cromo de béisbol de Jonas Vagner.
Wolf se detuvo. Prefería quedarse a oír la conversación.
—Sí. Vale una fortuna y media. ¿Está interesado?
—Personalmente, no —dijo con un sutil tono burlón—. Pero mis clientes podrían estarlo. Son muy ricos.
—Claro
—Soy Antón Leffé, director de la subasta más importante del mundo.
—¿Antón Leffé? ¿El auténtico Anto Leffé? —preguntó el señor Raccoon casi atragantándose con su comida. Al parecer no podía creer con quién estaba hablando.
—Oh, con que ha oído hablar de mí —dijo Leffé volteando su cabeza, dando a conocer su enorme nariz.
—¡Wow, pero que na…! —exclamó Raccoon con sorpresa al ver la gran nariz—. Digo —se aclaró la garganta—. ¡Wow, pero que honor! Todos los coleccionistas lo conocen. Siempre soñé con vender mis piezas en su subasta.
—Bien, entonces tengo el placer de hacerle una invitación para mi gran subasta de este sábado. ¿Le gustaría asistir?
—Por supuesto. Nada podría impedirlo.
—Bien. Lo espero en el Hotel Lexo. No se olvide de llevar su cromo. Al subastarlo, usted podría convertirse en un hombre muy rico.
—Lo voy a apuntar en mi agenda —dijo el mapache feliz tomando nota de la invitación en un cuaderno.
Mientras tanto, Serpiente y Piraña trataban de pensar en una salida.
—¿Qué hacemos? —preguntó Piraña.
—No sé. Por lo general, Redes se encargaba de estas cosas —contestó Serpiente.
«Alarma desactivada», se escuchó y la luz roja de las puertas se apagaron.
—¿Qué fue eso, Sr. Raccoon? —preguntó Leffé.
—Es solo mi estúpida alarma que está fallando. No es nada —contestó Raccoon.
Serpiente y Piraña le pasaron la voz a Wolf para salir, pero grande fue su sorpresa al ver que el lobo estaba devolviendo la tarjetilla.
—Bueno, entonces, nos vemos en la subasta, Sr. Raccoon. Espero conocerlo cara a cara —dijo Leffé.
—Lo mismo digo, Sr. Leffé —se despidió Raccoon emocionado, sin darse cuenta que tres ex criminales salían de su tienda por la puerta de atrás.
—Por poco —dijo Redes feliz al ver que sus amigos salían de la tienda.
—Llegaste justo a tiempo, amiga —dijo Serpiente.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Piraña.
—Gracias por desconectar la alarma, nos has salvado —preguntó Wolf.
—Ahh… yo no lo hice —contestó ella algo nerviosa.
—¿No has sido tú? —preguntó Wolf confundido.
—He sido yo.
Todos voltearon y de entre las sombras apareció Diane con una laptop que tenía unos cables conectados a la red eléctrica de la tienda.
—¡Diane! —dijeron todos, menos Redes.
Espero que hayas podido disfrutar de este capítulo. No olviden apoyarme con un review. Se los agradecería mucho.
