Atomik27 reportándose con un nuevo capítulo.
Hoy precenciaremos lo que sería la primera pelea en la relación de Wolf y Diane. No estoy a favor de que las parejas peleen, pero muchas veces suele pasar que las ideas chocan o alguien se equivoca, nadie es perfecto. Pero cuando se presenta dicho acontecimiento es importante la comunicación y poder hablar. No huir de las cosas. La comunicación, llegar a una solución y el perdón es importante.
El plan
—Diane… pero qué sorpresa —dijo Wolf super nervioso.
La gobernadora simplemente los miró con decepción, sobre todo al lobo. No dijo palabra alguna, solo se limitó a desconectar los cables de la laptop para luego marcharse.
No era necesario ser un experto en relaciones para saber que tenía que ir tras ella. Wolf le dio la laptop a Piraña para seguir a Diane.
—¡Diane, espera! —dijo él haciendo que ella se detuviera. Era la primera pelea que tenían como pareja. Se sentía horrible—. Sé que estás molesta, y estás en tu derecho pero…
—No estoy molesta —dijo la volpina con un pequeño y sutil tono agudo—. Solo estoy decepcionada.
—Lo sé. Puedo verlo en tus ojos…
Para Wolf era como regresar el tiempo atrás, cuando había caído ante la provocación del Dr. Mermelada y había intentado atacar al roedor. La mirada de miedo de Diane se había quedado en su mente durante todo el trayecto a prisión.
Sin embargo, la mirada que ella tenía ahora no era como la de aquella vez.
—¡Tuvieron una oportunidad! —dijo Diane molesta pero tratando de guardar la calma y compostura—. ¿Por qué echar todo por la borda?
—No hicimos nada malo.
—¿Ah sí? Y según tú, ¿qué estaban haciendo? Entraron en la propiedad de alguien sin su autorización, prácticamente invadiendo propiedad privada, con la intención de tomar algo que por ley ya no les pertenece. ¿A qué te suena eso?
—No lo sé. ¿Justicia? ¡Ese mapache nos timó!
Diane suspiró:
—Escucha, sé que la estafa del cromo es importante para ti. Quiero que sepas que también me importa y quiero ayudarte. Cancelé una reunión solo para idear un plan, pero me doy con la sorpresa de que me hiciste a un lado.
Wolf se quedó en silencio.
—Lamento que mi actitud inicial te hiciera pensar que no te apoyaba, pero tenía mis motivos. ¿Sabes lo que hubiera pasado si los hubieran descubierto? —dijo con dificultad—. Habrían regresado a prisión, sin lugar a una sentencia corta. Batallé mucho para que salieran en corto tiempo y sé que también hicieron su parte con su buen comportamiento, pero para estas clases de cosas no hay terceras oportunidades.
—Eh… ¿Estás llorando? —preguntó el lobo al ver mejor a Diane. Además, la voz de la volpina se estaba agrietando por momentos.
—... No tienes idea de cuánto te extrañé cuando estuviste en prisión —confesó tratando de contener las lágrimas—. La sentencia fue corta, pero parecía una eternidad.
«Soy un idiota», pensó Wolf. Él también había sentido lo mismo. Tres visitas a la semana no eran suficientes. En su celda había pasado noches en vela pensando en Diane. Deseando estar con ella.
Wolf la abrazó.
—No soportaría estar lejos de ti otra vez.
—Yo tampoco —dijo él sujetando su pata—. Lo siento, Diane. Prometo que esto no se repetirá.
—Y yo siento no haberte apoyado al inicio —dijo ella.
Ambos se miraron a los ojos con una sonrisa en el rostro. La pelea había culminado y había pasado a ser una reconciliación.
—Lamento interrumpir su momento… ah… romántico —habló Serpiente—, pero ¿alguien sabe dónde está Tiburón?
—Es cierto, su vuelo es dentro de una hora —dijo Piraña.
—Descuida, ya me encargué de eso —dijo Diane.
—Realmente eres genial, preciosa —dijo Wolf.
—Y eso no es todo —dijo Redes—. La llamada de Antón Leffé fue organizada por Diane.
—¿Hiciste que ese narizón se contactara con Raccoon? —preguntó Serpiente.
—No. Hice que Raccoon creyera que Leffé lo invitó a su subasta de este sábado —corrigió la volpina.
—En realidad era yo con voz e imagen artificial —dijo Redes emocionada.
—El sistema de seguridad de Raccoon es un chiste. Código binario regresivo. Hackear eso ha sido cosa de niños.
—¿Entonces, nos vas a ayudar? —preguntó Wolf.
—Bueno… Alguien tiene que darles una coartada convincente, y asegurarse de que nada sea ilegal.
Todos se encontraban en el auto de Wolf sin rumbo alguno, al menos no para el lobo que estaba conduciendo.
—Lo que no logro entender es por qué devolviste la tarjetilla —se cuestionó Serpiente—. La tenías en la mano, Wolf, ¿y la vuelves a dejar?
—Sí. ¿Por qué nos tomamos tantas molestias si al final te ibas a echar para atrás? —preguntó Piraña.
—Tengo una idea mejor —contestó el lobo tranquilamente—. Además, Raccoon hubiera sabido que fuimos nosotros.
—Y no se lo hubieras podido vender a nadie en ningún sitio —dijo Diane.
—Menos en prisión —dijo Serpiente.
La noticia de que Raccoon poseía el cromo había sacudido al mundo. Si ellos hubieran logrado recuperar a Vagner, Raccoon hubiera puesto una denuncia señalando a Wolf y Serpiente como sospechosos. Nadie hubiera podido vender la tarjetilla sin levantar sospecha de ser cómplice. Si querían hacer justicia y recuperar el cromo, tenían que ser un plan perfecto.
—Tenemos que conseguir que Raccoon nos entregue el cromo por voluntad propia. Si lo conseguimos, entonces, habríamos ejecutado la más grande de los timos —dijo Wolf.
—Amigo, Raccoon no va a soltar a Jones por lo valioso que es —dijo Serpiente.
—Concuerdo con Serpi —dijo Piraña—. A ese tipo no se le puede engañar. Lo sé. Tiburón y yo no pudimos hacer que caiga en ninguna de las distracciones que planeamos.
—No se le puede estafar a un estafador con experiencia.
—Va a ser muy difícil —dijo Redes.
—Pero no imposible —dijo Wolf con optimismo—. Escuchen. Lo va a hacer, y todo va a ocurrir en el Hotel Lexo este sábado.
—¿Cómo? —preguntó Piraña.
—Hey, confíen en mí. Tengo un plan —dijo Wolf para luego mirar a Redes.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Vamos a necesitar de tu ayuda —dijo Wolf con una sonrisa que a la tarántula no le agradó—. Para que este nuevo plan funcione vamos a necesitar algo especial y sé dónde conseguirlo.
Después de tomarse un tiempo para armarse de valor, tocó el timbre de la puerta esperando que por algún milagro el habitante de aquel lugar estuviera fuera de casa. Era viernes por la noche, la gente tiene vida social. Se ajustó las gafas que Diane le había dado. Estas tenían cámara y micrófono interno que transmitía a la laptop de la volpina.
—No puedo creer que esté haciendo esto —dijo Redes
—Sé fuerte —la animó Wolf, que se encontraba con los demás en el auto, oculto entre los arbustos, mirando la imagen que proyectaba la cámara escondida en las gafas.
Antes que pudiera decir algo más, la puerta se abrió. Una tarántula macho con capa amarilla estaba frente a ella con una expresión de incredulidad.
«Se linda y amable», era lo que Diane le había dicho. Redes suspiró.
—Hola, Eddie —dijo tratando de ser amable y conteniendo sus ganas de salir corriendo sin rumbo alguno.
—Tú, tú, tú, tú… eres Redes. La auténtica —dijo Eddie emocionado.
—Sip
—Esto es irreal. Es como estar en Matrix.
En el auto, todos soltaron una risa que la tarántula pudo escuchar por el auricular. Redes puso los ojos en blanco y se concentró en lo que tenía que hacer.
—¿Puedo pasar? —pidió ella tratando de no sentirse tan incómoda.
—Sí, claro.
—Gracias.
Al entrar, Eddie la llevó a una de las habitaciones.
«¿Dónde me estás llevando, pervertido?», pensó mientras trataba de encontrar alguna ruta de escape por precaución. Había pensado que sería una sala de estar o su cuarto, pero la habitación estaba llena de artefactos, maniquíes con disfraces y objetos de colección.
—Pendiente de tu aprobación. Bienvenida a mi guarida —dijo Eddie orgulloso.
—Vaya… paraíso friki —dijo ella observando todo el lugar.
—Excelente, ahora busca algo pequeño, raro y valioso —le ordenó Wolf por el auricular.
—De acuerdo.
—¿Qué? —preguntó Eddie.
—Ah… que está bien… el lugar. Está genial todo.
—Bien, déjame impresionarte más.
Eddie tomó uno de los sables de luz, muy al estilo Star Wars, y comenzó a girarlo mientras se aproximaba a Redes y le decía cosas en un idioma extraño. Ella retrocedió con temor.
—¿Está hablando en idioma friki? —preguntó Piraña.
En una de esas maniobras, sin querer, Eddie le da a Redes con el sable. No le había golpeado directamente, pero sí había hecho que sus gafas se cayeran y se rompieran. Redes tomó sus gafas de nuevo y trató de hacer contacto con los demás.
—Redes, ¿puedes escucharnos? —preguntó Wolf.
La tarántula los seguía llamando, causando confusión en Eddie.
—Redes, podemos escucharte, ¿nos escuchas a nosotros? —volvió a preguntar el lobo.
Redes suspiró y dejó las gafas en la mesa, sin darse cuenta que sus amigos aun podían ver y oír lo que ocurría.
«El plan debe continuar», pensó. Pero no tenía idea de cómo ejecutarlo. Actuar era tarea de Tiburón. Ella estaba más cómoda tras un computador. «Bueno, al menos nadie me ve».
Suspiró.
—Ahm… Eddie… Ahora que estamos solos y nadie nos ve, tengo que… confesarte algo —le dijo poniéndose frente a él—. Pero nunca, nunca se lo digas a nadie. ¿Está bien?
Desde la camioneta, los demás pudieron ver y escuchar lo que pasaba, pero desconocían lo que Redes estaba haciendo.
—No puede ser —dijo Wolf a nombre de todos, pues nadie dudaba que la tarántula estaba a punto de confesar algo desconocido por los demás.
—Haz zoom, haz zoom —pidió Piraña con la curiosidad susurrándole en la nuca.
Diane hizo un acercamiento de cámara a Redes y Eddie.
—Yo… amo… —hablo Redes un poco nerviosa.
—¿A mí? —preguntó Eddie.
—No —dijo alarmada—. Iu —murmuró a lo bajo, para luego regresar a lo inicial. Estaba nerviosa—. Lo que quiero decir es que yo… adoro… ¡tu colección! ¡Lo tienes todo! ¡Es increíble! —dijo alegre mientras recorría el lugar como niño en una tienda de dulces y juguetes—. ¡Escudos metálicos de StarFace! —dijo viendo un escudo dorado a tamaño real, sorprendiendo a sus amigos que estaban viendo y escuchando todo desde el auto—. ¡Comic Dan! ¡Es la edición donde aparece el extranjero! —dijo tomando una historieta del librero.
—Sí —dijo Eddie sorprendido pero con una gran sonrisa.
—¡Luke Skywalker y Darth Vader en su enfrentamiento épico! —dijo viendo dos muñecos de acción a escala—. Magnífico… —Redes contempló los muñecos una vez más para luego voltear y ver dos maniquíes con uniforme—. ¡Ay, Dios mío! ¿Son uniformes de Star Trek auténticos?
—Los que llevaban los actores en la serie original.
—¡Genial!
—Y Wolf decía que no te interesaban estas cosas. Ese tipo es un cretino —dijo riéndose con la nariz.
Redes solo se rió.
En el auto, los demás observaban la escena aún asombrados.
—¿Qué está pasando? —preguntó Serpiente.
—Mucho frikismo está demostrando Redes —dijo Wolf riendo.
—Demasiado —dijo Diane intercambiando miradas con Wolf.
—Nos ha timado.
—¿Qué? —preguntaron Piraña y Serpiente.
Diane, quien solo se limitó a sonreír.
—Nuestra amiga Redes es…
—... una friki en secreto —dijeron Wolf y Diane al mismo tiempo.
—¡No puede ser! —dijeron los demás.
—Pensé que tenía a Thor como su fondo de pantalla solo porque es atractivo —comentó Diane ganándose una mirada celosa de parte de Wolf.
Luego de revisar varios artículos de colección, la joven tarántula puso sus ojos en algo especial que llamó su atención al punto de reprimir un grito.
—¡Un Capitán Sir Vertur Pelirrojo…! —dijo Redes acercándose a una figura de acción con cabello de troll color rojo. El muñeco era un poco más grande que ella, pero era perfecto para llevar a cabo el plan.
—Los azules cuestan 10 centavos la docena —dijo Eddie—, pero los pelirrojos son una variante ultra rara.
—Lo sé. Un error de fábrica. La mayoría fueron destruidos antes de la venta.
—Sí, pero se les escaparon un puñado. Super raros. Un Capitán Sir Vertur Pelirrojo en perfectas condiciones como este valen…
—Ochenta mil dólares —dijeron al unísono.
Ambos rieron un rato.
«Es lo que necesito», pensó Redes.
—Ahm… Eddie… tienes que dejarme esto —pidió, poniendo sus ojos tiernos como Diane le había sugerido—. Solo serán unos días y te prometo que volverá sin un pelo rojo descolocado.
—Ehh… no lo sé.
—Por favor —dijo con voz dulce y acercándose a él—. Te lo prometo, ¿sí?. Solo dime que sí.
Eddie suspiró. No podía resistirse.
—Está bien. Pero antes, debes de prometerme una cosa.
—Adivinen quién va a tener una cita con el rey de los freakies —dijo Redes entrando al auto.
Todos la miraban con picardía.
—¿Qué? —preguntó.
—Lo hemos visto todo —dijo Wolf.
—Las gafas dejaron de recibir, pero nunca dejaron de transmitir —dijo Diane mostrando la pantalla de la laptop donde aparecía Eddie celebrando por la gran cita que iba a tener con Redes por haberle dado el muñeco de acción.
—No puede ser —dijo Redes avergonzada.
—Y pensar que todo este tiempo habías sido una… —habló Piraña, pero fue interrumpido por Redes.
—¡No lo digas! ¡No digas esa palabra! Cuando los conocí, tuve que trabajar duro para reinventarme. ¡No pienso ser Maddie, la mutante!
Todos rieron.
—¿En serio? —preguntaron Serpiente y Diane con una sonrisa.
—¿Maddie, la mutante? —preguntó Wolf con curiosidad, mientras trataba de contener la risa.
—¿Te llamas Maddie? —preguntó Piraña entre risas.
—¡Calla! Si alguno de ustedes habla sobre esto, les haré daño de maneras que ni se imaginan.
Al día siguiente, se dedicaron a investigar a Raccoon. Fue grande la sorpresa al encontrar que este mapache había engañado a más de uno. Era un estafador.
—Bien, tenemos mucho que hacer —dijo Wolf—. Conocemos nuestro objetivo. Internet está lleno de historias de este tipo. Desde ancianitas a cachorritos. Este sujeto ha robado a todo el mundo, y siempre se ha salido con la suya.
—Eh… ¿cómo se le roba a un cachorro? —preguntó Piraña.
—Él encontró la manera. El caso es que es un tipo malo y ya va siendo hora de que alguien acabe con él de una vez por todas.
Alistaron las cosas que necesitaban. Tiburón había dejado algunos disfraces para que los puedan usar. Redes se encargó de hacer un montaje del cromo con la cara del Sr. Raccoon e imprimió diez mil copias. Diane había conseguido los planos del Hotel Lexo y proporcionó las cámaras que Serpiente se encargaría de colocar en todo el edificio.
También se habían tomado el tiempo para poder repasar el plan para que no hubiera fallas ni evidencias que los señalen como sospechosos.
Por otro lado, el Sr. Raccoon había alistado sus cosas y había reservado la segunda habitación más lujosa del hotel. Quería que ese día fuera el comienzo de su vida como millonario, pero no estaba dispuesto a pagar tanto.
Diane y Wolf se encontraban en la oficina viendo los últimos detalles del plan que se llevaría a cabo en pocas horas. Todo tenía que salir a la perfección. Habían estado encerrados en la oficina desde la tarde. Redes les había pedido comida por delivery, sabiendo que la gobernadora aún tenía para rato cumpliendo con algunos papeles correspondientes a su cargo.
—Son las 8:00. Creo que la gobernadora merece un descanso, ¿no lo crees? —dijo Wolf al cerrar la laptop.
—Aún tengo que redactar unos documentos —dijo ella—, pero supongo que puedo hacerlo en casa.
Miau, maulló Tobby mientras bostezaba y acercaba su cuerpo a la pierna de la gobernadora. Diane lo levantó del suelo. El minino estaba cansado.
Wolf se acercó y con su pata rascó la parte de atrás de la oreja de Tobby. Este no tardó en ronronear.
—Es tan adorable —dijo Diane.
—Lo sé —dijo el lobo con una sonrisa—. Será mejor ir a casa.
Ambos se inclinaron para darse un beso, pero antes de que sus labios se unieran, alguien tocó la puerta.
Con curiosidad, pues ya nadie se encontraba en las oficinas, indicó a la visita que podía pasar. Algo que lamentó al ver a Patrick entrar por la puerta.
—Diane —saludó el ministro de economía con su típico tono de voz altanero.
Nunca la llamaba "gobernadora", y nunca lo haría, pues atacaba a su ego y orgullo. Se rehusaba a aceptar que la volpina le había ganado en las elecciones.
—Ministro Patrick, ¿puedo ayudarlo en algo? —preguntó ella.
—Pasaba por aquí. Supuse que aún estarías trabajando —dijo con una sonrisa que ni a Wolf y Diane agradó—. Esperaba hablar con usted. No sabía que iba a estar tan… acompañada.
—El Sr. Wolf me está ayudando en…
—Creo que todos sabemos en qué la ayuda el Sr. Wolf —la interrumpió.
—¿Qué está insinuando? —preguntó Wolf conteniendo su enojo.
—Vine a supervisar la limpieza del lugar —dijo Patrick haciendo caso omiso a la pregunta del lobo—. Ya sabes, a veces no se puede confiar en aquellos cuyos pasados turbios aún les preceden.
—Creame, no hay que preocuparse de eso —dijo Diane en defensa de Wolf.
—No lo creo. Aún estás aquí. Fue usted quien involucró a Mermelada en las oficinas, ¿no? No voy a permitir que algo así suceda de nuevo —dijo paseándose descaradamente por la oficina como si fuera de él—. ¿Acaso cree que no me he cuestionado la relación que sostiene con el lobo feroz, cuya condena en prisión fue acortada de repente? Dime, Diane. ¿Estabas tan desesperada por tener un perro que te mueva la cola para satisfacerte?
—¡HEY! ¡Mucho cuidado en cómo le habla, ¿me oyó?! —salió Wolf con enojo. Diane lo tomó del brazo. estaba molesta y con ganas de golpear a Patrick, pero debía ser profesional.
—Como que le falta un bozal. ¿No lo crees?
—Creo que lo que está buscando usted es que le dé una bofetada, pero no le voy a dar ese placer. Así que, por favor, retírese de mi oficina o llamo a seguridad —dijo la volpina con firmeza. No iba a caer en el juego de Patrick.
—Creame, al que sacarían es a otro —dijo riéndose—. En fin, espero el pago de la deuda el lunes a primera hora. Ya me retiro. Por cierto, el tipo de atención que se realiza en estas oficinas, solo es administrativa —dijo al salir.
Diane suspiró:
—Odio a ese tipo.
—No tanto como yo —dijo Wolf aun airado por los cruces de palabra con el ministro—. Es un maldito idiota.
—Gracias por salir a mi defensa. Sabes que no es necesario.
—Hey, nadie se mete contigo y menos en mi presencia, ¿de acuerdo? —dijo abrazándola—. Vamos a casa. Ha sido un día largo.
Diane lo besó.
—Conduce tú. Aun hay algo muy importante que tengo que atender.
En la tranquilidad de la noche, frente a la casa de la gobernadora, en un auto negro, estaban Diane y Wolf. Habían llegado hace 10 minutos, pero decidieron permanecer en el auto un tiempo adicional.
—Wow… tienes manos veloces, preciosa —dijo Wolf casi en un suspiro—. Ahora entiendo porqué te dicen Garra Escarlata.
—Gracias. Aunque mis patas ya se acalambraron.
—Bueno, es que lo has hecho rápido. Hiciste tres en menos de diez minutos.
—Es pura práctica. Escribo muchos informes durante el día y estas solicitudes son fáciles de hacer —dijo Diane cerrando la laptop—. Está todo listo para mañana. Será mejor que entremos a casa. Ha sido un día largo.
—Sí, no soy el único que está cansado. ¿Verdad, pequeño Tobby? —dijo el lobo viendo como el pequeño gatito dormía acurrucado en su regazo.
Diane sonrió. Wolf también era tan tierno.
Espero que hayas podido disfrutar de este capítulo. No olviden apoyarme con un review. Se los agradecería mucho.
