Holaaaa... Atomik27 reportándose con un nuevo capítulo de este fic.
Por cierto, estoy trabajando en el diseño de portada para este fic. Es el primero que escribo que va a tener portada propia en Fanfiction. Usualmente utilizo mi foto de perfil como portada de cada fic que he escrito para poder identificar (o para que otros identifiquen) que es un fic escrito por mí. Es marca personal. Pero a esta peli le tengo mucho cariño, así que planeo hacer una portada para aquí y para su publicación en Wattpad. Siendo sincera, no me gusta la idea de escribir fics en la otra plataforma, pero Los tipos malos (Bad Guys) lo valen.
Sin más que decir, espero que disfruten de este capítulo.
Hotel Lexo
Sábado. El gran día.
Había llegado el día. Todos bajaron del auto y contemplaron el hotel desde fuera. Habían llegado antes para posicionarse. No habían sido los únicos en llegar, Antón Leffé había llegado junto a sus amigos elegantes en una limusina, seguido de otra que llevaba sus cosas, entre ellas, sus trajes.
Wolf se acercó y tomó uno de los trajes sin que nadie se diera cuenta.
—Wow, Leffé tiene un gusto exquisito —dijo Diane mirando el material del traje, mientras cargaba a Tobby en sus brazos.
—Coincido —dijo Wolf—. Tenemos todo listo para comenzar. Chicas, es su turno —dijo mirando a la tarántula y Diane—. Nosotros las estaremos esperando cerca de las escaleras eléctricas.
—Mientras están en eso, Piraña y yo colocaremos las cámaras —dijo Serpiente.
—Perfecto. En marcha.
Dicho esto, todos se pusieron las gafas de sol y entraron al hotel.
En el gran lobby, estaba Redes con su computadora, infiltrándose en el sistema del hotel.
—Este hotel es ridículamente fácil de hackear —dijo Redes al lograr acceder—. ¿Hola? Antivirus. ¿Alguien?
Redes duplicó la reserva del Sr. Raccoon y cambió su habitación a la zona inferior, y puso la otra en la zona exclusiva. Al realizar este cambio en el sistema, pasó casualmente su pata por su cabeza, como quien está acomodando su cabello.
Diane, quien estaba vestida de forma elegante y usaba una peluca rubia, vio la señal. Se metió una goma de mascar en la boca y se acercó a la señorita de recepción.
—Amanda Raccon —se presentó Diane con voz de chica mimada—. Mi papi me reservó una habitación aquí.
—Sí, señorita Raccoon —dijo la señorita de recepción.
—No. Es raccon. Solo con una O —dijo ofendida pero firme.
—Disculpe, señorita Raccon. Sí, tiene reserva en la Suite Corona Ultra de Lujo.
—Genial. «Para mi bebita lo mejor». Es lo que mi papi siempre dice —dijo con una gran sonrisa—. Cargalo todo a su cuenta.
—Está bien. Gracias.
Diane se apartó un mechón de cabello de la cara, señal de que su parte estaba completada.
La volpina se retiró de la recepción y se dirigió donde Wolf la esperaba. Ambos subieron por las escaleras eléctricas, listos para ir a la habitación que correría por cuenta del Sr. Raccoon.
—Excelente actuación —le dijo Wolf mientras pasaba su brazo por su cuello.
—Soy la maestra de dos caras, ¿se te olvido? —dijo ella—. Para ser honesta, estaba nerviosa. Soy figura pública. Me sorprende que no se diera cuenta.
—Solo quienes realmente te conocen te podrán reconocer con este disfraz. Alguien como Judith de contabilidad o…
—Patrick
—Sí, el idiota de Patrick también.
—No. Patrick está aquí —dijo Diane haciendo que Wolf volteara.
Al lado, en las escaleras que descendían, estaba el ministro de economía conversando con alguien sin percatarse de la presencia de la gobernadora. Sin embargo, era cuestión de segundos para que ambos se encontraran. Después de todo, Diane y Wolf estaban ascendiendo por las escaleras eléctricas.
—Agacharse llamaría la atención, y retroceder es inútil —el lobo tratando de pensar en una salida rápida. Pronto una idea cruzó por su mente y una sonrisa coqueta iluminó su rostro. Tomó a Diane por la cintura y la besó.
Patrick pasó por su lado sin prestar atención a la pareja que compartía un momento íntimo. Ni siquiera se percató de quienes eran.
Al estar fuera de peligro, Wolf cortó el beso y ambos miraron como el ministro se alejaba.
—Las personas suelen ignorar a las parejas que se besan en público para no sentirse incómodas —explicó Wolf aun con su pata en la cintura de Diane.
—Pues funcionó —dijo ella.
—¡Hey, tortolos! —se escuchó la voz de Piraña—. ¡Miren esto!
Ambos voltearon y vieron a Piraña, Tarántula, Serpiente y el pequeño gatito en un carrito de equipaje siendo jalado por un botones.
—¡Wuuu! ¡Más rápido, más rápido!
—No puede ser… —dijo Diane algo avergonzada.
—Oh, vamos. Sabemos cómo son las cosas —le dijo Wolf—. Somos una familia. Tobby es nuestro pequeño bebé, Piraña es el niño travieso, Redes es la hija inteligente, Tiburón es como el primo mayor y Serpiente es el tío gruñón. Mientras que tú y yo somos los padres.
—Una familia feliz.
La Suite Corona Ultra de Lujo donde se encontraban estaba en el último piso. Era muy grande y digna de un rey.
—Este lugar debe de costar una fortuna —dijo Serpiente admirando el lugar.
—¡Hay una televisión en el baño, amigos! —dijo Piraña emocionado—. Pueden ver el juego mientras están…
—Por favor, no lo digas —ordenó Redes.
—Tomando un baño. Es lo que iba a decir.
—¡Ay! My daddy está en una extraña dieta a base de puro queso hediondo y pulpos crudos —dijo Diane por teléfono aún en su papel de chica mimada—. Ya sé, pero no lo explicaré. El doctor dice que es holístico y yo digo que es horrendo. Whatever, se lo tienen que dar cuando llegue, ¿ok? Lo carga todo a la cuenta de su habitación. Gracias, linda —dijo finalmente para colgar la llamada y voltear hacia los demás—. ¿Fui muy odiosa?
—Me hiciste odiarte —dijo Serpiente en son de cumplido.
—Gracias.
—Bien, amigos. Sabemos el plan —dijo Wolf sentado en el sofá, acariciando al pequeño minino en su regazo—. La llegada de Raccoon al hotel es nuestra señal. Tenemos que estar atentos, sobre todo porque Patrick está aquí.
—Fue invitado para la exposición de inventos de innovación que se llevará a cabo en el lobby —dijo Redes mostrando un folleto.
—Así que tenemos que ser más cuidadosos.
Todos asintieron.
—Redes, muéstrame qué tienes —dijo sentándose en el sofá para ver la laptop.
La tarántula le mostró la laptop donde se veían diversas partes del edificio, por las cámaras que Serpiente y Piraña habían instalado.
—Tengo acceso a todas las cámaras de seguridad del hotel, incluidas las nuestras —dijo Redes—. Leffé acaba de entrar a su habitación —dijo señalando la cámara que daba a la habitación de Antón Leffé. Luego cambió a su otra laptop que tenía el mapa de la ciudad donde un punto rojo se movía—. El Sr. Raccoon Llegará en 10 minutos.
—Excelente trabajo.
Diane salió del dormitorio vistiendo de blanco con una credencial falsa de masajista.
—Diane, es hora de tu cita con el Sr. Leffé.
—Voy enseguida —dijo la zorra y salió de la habitación con un maletín blanco.
—¿De dónde sacaste un traje de masajista? —preguntó Serpiente, pues no había visto ese disfraz de entre los que Tiburón les había dado.
—Ya lo tenía —explicó el lobo.
—¿Diane era masajista? —preguntó Redes.
—Ahh… no —dijo con una sonrisa en su rostro—. Lo compró hace dos semanas, cuando...
Serpiente y Redes miran a Wolf con curiosidad. A lo que el lobo solo se aclara la garganta y adopta una postura más seria.
—Piraña, ¿ya te pusiste tu disfraz?
Piraña salió con un traje de chico escoces, provocando la risa de los demás.
Diane tocó la puerta del Sr. Leffé.
—Buen día. Tratamiento facial para el Sr. Leffé. Es cortesía del Hotel Lexo —dijo Diane cuando le abrieron la puerta.
—Oh, por favor, pase por aquí. Brillaré en la subasta —dijo Antón Leffé feliz.
Habían estado investigando a Leffé. Era un hombre que amaba la elegancia, la limpieza y el orden. Pero más que todo, tenía un amor propio, al punto de ser comparado con el mismo Narciso. La belleza física lo era todo, a pesar de su enorme nariz.
Diane entró a la habitación e hizo que el señor elegante se sentara para poder untar las cremas faciales en su cara, que en realidad era cerámica. La zorra cubrió cada milímetro del rostro, en especial de la gran nariz.
—Muy bien, solo un poco más… —dijo ella poniendo una segunda capa de cerámica—. Ahora, solo esperamos para que los agentes rejuvenecedores… ah… rejuvenezcan —dijo sintiéndose algo tonta. Esa gran nariz la desconcentraba.
—¿Rejuvenecer? —preguntó Leffé.
—Ah… —le untó cerámica en su boca—. No hable, por favor. No se mueva.
El señor Raccoon bajó del taxi y contempló el hotel desde fuera. Estaba a pocas horas de ser muy rico.
Solo había dado un paso al frente cuando un extraño hombrecillo irrumpió en su camino.
—Oh, perrdone, señorr —saludó Piraña imitando un acento extranjero—. ¿Irrá a la subasta? Estoy buscando al señorr Lefférr.
—No sé donde está —dijo el mapache continuando con su caminar.
—Vine a venderr el juguete de mi padrre. Dicen que vale mucho dinerro.
—¿Mucho dinero, dijiste? —preguntó Raccoon. Piraña había logrado captar su atención.
—Sí, mirre.
Piraña sacó una caja y mostró una figura de acción con cabello de troll color rojo.
—¡Oh! Un Capitán Sir Vertur Pelirrojo —dijo Raccoon ocultando su emoción.
—¡Ya! ¿Vale billetes?
—Ah… no. Bueno, valdría mucho dinero si su cabello fuera azul, pero este es rojo. Los azules son super raros, pero el que tienes es rojo —mintió.
—¿Rojo? ¿No dinerro?
—Sí, el que tienes no vale dinero. Los rojos no valen —dijo el mapache con seguridad—. Yo no le haría perder el tiempo al Sr. Leffé con eso. Pero… Escucha, me has caido muy bien, pequeñin. No me gustaría que te fueras a casa con las manos vacías. ¿Qué te parece si te doy unos… diez dólares?
—¡Oh, diez dólares amerricanos!
—¡Sí! Es un buen trato, ¿no?
—¡Dinerro!
—¡Sí! ¡Dinerro!
El sr. Raccoon realizó la compra y entró al hotel sintiéndose triunfante. La suerte estaba de su lado. En definitiva, sería un buen día. Nada podía salir mal.
Confiado y con una gran sonrisa, se acercó a recepción.
—Tengo una reservación —dijo él entregando su identificación.
—Sí, Sr. Raccon.
—Es raccun —le aclaró.
La recepcionista lo miró con extrañeza, pero no le dió mucha importancia. Llamó al botones para que lo llevara a su habitación y este lo condujo al sótano. En la parte baja donde estaban los encargados de limpieza.
«¿A dónde me está llevando?», se preguntó Raccoon, pues el lugar era ruidoso y maloliente.
El botones se detuvo frente a una puerta vieja y gastada. La abrió y Raccoon pudo ver que en efecto era una habitación, pero una muy pequeña y oscura.
—Su habitación Sr. Raccoon —dijo el botones luego de colocar su maleta en el interior.
—¿Esta es mi habitación? —preguntó con incredulidad.
—Ah… pues tiene lo que pagó.
—¿Qué es ese olor?
—Sí, ah… —el botones destapó un plato de hediondo queso con un pulpo crudo encima—. Es su plato de queso apestoso y sus pulpos. Crudos como los pidió.
El mapache entró y dio un vistazo a toda la habitación en un giro de 360 grados, para terminar viendo al botones que extendía la mano hacia él pidiendo propina.
—Eh… no. Creo que no —dijo Raccoon negándose a dar algo adicional luego de haber gastado una gran suma de dinero por una habitación mediocre.
Diane vió el reloj. Había pasado el tiempo requerido. Así que se aproximó a Leffé. Dió pequeños toques a la "mascarilla". Estaba dura, era una buena señal. Se dispuso a quitarle la cerámica en gel sin que esta se rompiera.
—¡Vaya, vaya! —exclamó Diane al quitarle la masa de la cara—. ¡Qué bien quedó!
Antón Leffé chasqueó los dedos y una de sus asistentes le dió un espejo. Al contemplar su rostro su sonrisa apareció.
—¡Oh! Miren esto —dijo tocando su rostro—. Tan suave como las pompis de un bebé. Muchas gracias, señorita.
—Se ve muy guapo, Sr. Leffé. Todo es de parte del Hotel Lexo.
Diane se retiró dejando al Don Narciso contemplando su rostro y haciendo alarde de él.
Rápidamente se fue a la habitación a completar su otra tarea. El tiempo estaba en contra. La cerámica había demorado en secar más de lo que habían pensado.
Esa nariz sí que es muy grande, pensó.
Piraña entró a la habitación con los diez dólares en mano.
—¡Dinerro! —gritó, en señal de que había completado su tarea—. Raccoon cayó, amigos. A este paso, voy a reemplazar a Tiburón.
—Genial. Deberíamos celebrarlo —dijo Serpiente.
—Claro que sí. Déjamelo a mí —dijo Redes tomando el teléfono para hacer una llamada—. Hola, ¿servicio a la habitación? Sí, quiero seis…
—Dos —dijo Piraña.
—Ocho —continuó Redes. Serpiente sonrió—. Ocho hamburguesas, seis pizzas y… ¿Qué postres tiene? —volteó a ver a los demás—. ¿Alguien quiere algo?
—Nada para mí —dijo Wolf con acento nasal, pero elegante y presuntuosa.
Llevaba puesto el traje de Antón Leffé y una nariz igual de grande que él. Diane se había encargado de hacerla con el molde que había sacado.
—Wow, se vé idéntico al narizón —dijo Piraña.
Serpiente rió y se acercó a su amigo.
—Quedó muy bien —dijo Serpiente observando la gran nariz.
—Gracias —dijo Diane—. Es solo corrector y un poco de rubor. Y con la ayuda de mucha arcilla, amigos. Voy a cambiarme —dijo entrando al dormitorio.
Usando su cola, Serpiente dio un par de golpecitos a la nariz de arcilla haciendo que esta se tambalee.
—¿Crees que resista?
—Solo la necesito por unos minutos —dijo Wolf confiado.
Raccoon se encontraba aburrido en su habitación. Había querido distraerse con la gran vista de la única ventana que tenía la habitación. Pero solo eran cortinas puestas encima de una pared de ladrillos.
Sin nada más que hacer, sacó la figura de acción que había adquirido recientemente, y el cromo de Jones Vagner.
Rió en silencio al recordar cómo había conseguido salirse con la suya.
—Hola, capitán. Parece que usted vale mucho dinero —dijo fingiendo una voz para el cromo—. No tanto como usted, Jones —hizo lo mismo con la figura de acción.
Rió un rato.
El teléfono sonó.
—Diga —dijo al contestar—. ¿Un día de spa con el Sr. Leffé? ¿El invita? —dijo con una sonrisa—. Claro que sí iré. No me lo perdería.
Al parecer las cosas están cambiando, pensó.
—El spa está en el segundo piso —dijo Redes con voz de recepcionista, como solía hacer en el trabajo—. Disfrute.
La tarántula colgó la llamada. Cogió un bocado de su torta de chocolate. Todos estaban disfrutando del gran banquete que habían pedido. Todo a cuenta del Sr. Raccoon.
—Será mejor que se den prisa. Raccoon ya está en camino.
—Estoy lista —dijo Diane saliendo de la habitación.
La volpina estaba con su nuevo traje de Garra Escarlata. Llevaba un maletín donde estaban las herramientas que iba a necesitar.
—Wow… —dijo Wolf viéndola. Hace tiempo que esperaba verla con su traje. No podía evitar mover la cola.
—Tienen que apurarse —indicó Redes.
Diane fue al ascensor, seguida por un lobo muy enamorado.
—Señora gobernadora. Diane… Ese traje se le ve muy, muy bien —dijo en tono coqueto—. ¿Ya vio la longitud de mi nariz?
Diane solo rió risueña y las puertas del ascensor se cerraron.
—¡Hey! ¡Se supone que van en direcciones distintas! —dijo Redes, para luego suspirar—. Está bien, está bien. Voy a ganar tiempo —dijo Redes regresando a su computadora.
Ya que había logrado hackear el sistema de los elevadores, decidió darle un pequeño y gracioso contratiempo a cierto mapache que acababa de subir a uno de los elevadores.
—Bienvenido al juego de la ratonera. Vamos arriba —dijo ella haciendo que el ascensor de Raccoon vaya hacia el último piso a toda velocidad—. Y ahora abajo —dijo haciendo lo opuesto.
El pobre mapache estaba asustado durante todo el tempestuoso viaje en el elevador, pues Redes no dejaba de jugar con el sistema. Por las cámaras podía ver las reacciones de Raccoon, que causaban risas al resto del equipo.
—Ahora hacia arriba —volvió a controlar el ascensor por décima vez—. Y, ¿por qué no? Para abajo otra vez.
—Redes, eres pequeña pero muy peligrosa, amiga —dijo Serpiente disfrutando de la escena en pantalla.
—Gracias, Serpi.
El ascensor del lobby se abrió, y salió el Sr. Raccoon despeinado y algo golpeado. Se sentía mareado y cansado después de toda la osadía vivida en el elevador. El mismo botones que lo atendió, se acercó al mapache con un plato de comida tapada.
—Oh, Sr. Raccoon. Tengo su emparedado de queso y pulpo crudo —dijo el botones destapando el platillo.
El asqueroso olor penetró hasta lo más profundo de las fosas nasales de Raccoon haciendo que, sumado a lo anterior, vomitara en el pasillo frente a las demás personas. Entre ellos estaba Patrick.
El ministro solo se limitó a mirarlo con desprecio y a subir al elevador acompañado de una hermosa joven que no despegaba la vista de su celular.
—¿No es ese quién te ganó la reserva en la Suite Corona Ultra de Lujo? —dijo la joven luego de que las puertas del elevador se cerraron.
—Es el Sr. Raccoon. Un futuro millonario, luego de que venda la famosa tarjetilla de Jones Vagner que encontró. Simple suerte —dijo Patrick.
—Pues si es tan especial, yo quiero esa tarjetilla. Después de todo, merezco un premio si voy a ganar. Porque voy a ganar, ¿verdad, cariño? —preguntó mirando a Patrick.
Raccoon entró al cuarto de spa. Adentro estaba el lobo usando una bata larga, mientras disfrutaba de un masaje, echado boca abajo en la camilla
—Ah… Sr. Raccoon. Adelante, acompáñeme por favor.
—¿Sr. Leffé? ¿Es usted? —preguntó Raccoon dudando de la voz de quien se encontraba echado en la otra camilla.
—Pero claro. ¿Podrían existir dos narices iguales a esta en el mundo?
El mapache echó un vistazo, y pudo ver la gran nariz que sobresalía por el hueco de la cabecera de la camilla de masaje.
—No lo creo —dijo Raccoon ya más tranquilo.
—Oh, pero acuéstese —lo animó—. ¿Listo para relajarse, amigo? He pedido, para usted, a mi masajista favorita.
El Sr. Raccoon se relajó en la camilla sin darse cuenta que una robusta señora entraba al cuarto de masaje. No era necesario mirarla. El fuerte golpe de los gruesos brazos de la masajista que golpeó contra su espalda le hizo saber que sería una hora de masajes horripilantemente dolorosos.
—Lo sé, lo sé. Ella es muy buena con los músculos. ¿No lo cree?
—¡Ouch! —exclamó con dolor—. Puedo decirle, honestamente, que nunca había sentido algo así.
En la habitación, Redes, Serpiente, Piraña y el pequeño gatito —aunque el minino solo se limitaba a jugar con la cola de la serpiente— miraban por la cámara dentro del cuarto de spa. Wolf la había colocado entre las toallas para que los demás puedan visualizar el rostro de ambos.
—Al parecer el plan está yendo bastante bien —comentó Piraña.
—Espera, ¿qué es eso? —dijo Serpiente señalando la nariz falsa de Wolf.
El tiempo había pasado y la cerámica estaba comenzando a derretirse por el calor de las velas del cuarto. Eso sumado a la gravedad y la gran masa que era esa nariz.
—Wolf, retirada. La narizota se está derritiendo —informó Serpiente por el micrófono.
—Puedo aguantar unos minutos más —contestó el lobo en susurro para que Raccoon no escuchara.
—Aún no enviamos la llamada, y calculo que a Diane le va a tomar tiempo —dijo Redes mientras mostraba los planos verticales del edificio en la computadora. Un punto rojo titilaba, señalando la ubicación de la volpina..
—Será mejor que envíes la llamada. Esa nariz no va a aguantar más tiempo.
Diane había llegado a una de las azoteas del edificio. Estaba frente a una de las entradas de los conductos de ventilación. De su maletín sacó las herramientas que necesitaba. Aseguró que el enganche de la cuerda que usaría para bajar estuviera firme y bien instalada en un dispositivo que había diseñado que estaba colocado en uno de los muros. Enganchó el otro lado de la cuerda en su traje y se dispuso a bajar por el conducto que la llevaría hasta la habitación de Raccoon. Considerando que eran 20 pisos, iba a ser un trayecto largo.
—Ya estoy dentro —informó a Redes por el comunicador.
—Enterado —contestó ella.
—Apuesto a que ninguno de mis otros contrincantes en las elecciones puede hacer esto —dijo Diane orgullosa.
¡Dinerro!
El juego de la ratonera aumentó mi miedo a los elevadores. Solo eso voy a decir.
En serio imagino a Wolf conteniendo el aullido al ver a Garra Escarlata (Crimson Paw) con su traje. Es decir, siguiendo con el storyline del personaje, es obvio que, luego de los acontecimientos de la película, lobo quisiera ver a Diane con su traje.
