Holaaaa! Atomik27 reportándose como todos los martes con un nuevo capítulo de este fic.
Espero que disfruten de esta historia.
Problemas
Una llamada entrante desde el celular de Wolf se hizo presente.
—¡Ay, este hombre no me deja trabajar! —exclamó Wolf aun pretendiendo ser Antón Leffé.
—¿Quién? —preguntó Raccoon con curiosidad.
—Ivan Voltcross —contestó Wolf dándole el celular a la robusta masajista para que le mostrara al mapache la foto de quien llamaba a Leffé.
En la foto, Raccoon pudo observar a un señor con una expresión dura, al igual que su mirada, y una gran cicatriz al lado derecho de su cara. Parecía un tipo con quien no querías tener problemas.
—¿Lo conoce? Es un gran derrochador y un gran coleccionista. Durante mucho tiempo, Voltcross ha estado buscando un artículo en particular. Un Capitán Sir Vertur Pelirrojo.
—¿En serio? —preguntó Raccoon sintiéndose el más suertudo del mundo. Dicha sensación se esfumó tras un golpe de su masajista—. ¡Ouch!
—Tengo una gran fila de compradores, pero los vendedores nunca aparecen.
—Suele pasar —dijo con dificultad.
El teléfono volvió a sonar.
—Y no para de llamarme —dijo Wolf—. No me gustaría decepcionar a alguien como Voltcross. Él es, como se dice, un hombre despiadado. Puede exagerar la gravedad…
Wolf se detuvo. La gran nariz se estaba derritiendo más y más. Estaba en problemas.
—La gravedad de… —nuevamente se detuvo. Cada vez que respiraba, la nariz se derretía más y más.
Desde la habitación, los demás veían lo que estaba ocurriendo.
—Uy, esa nariz se ve muy mal —comentó Piraña mientras comía su décima rebanada de pizza.
—Es que no calculamos la cantidad de velas que habría en la habitación —dijo la tarántula preocupada.
—Wolf, será mejor que te retires —comunicó Serpiente.
De vuelta al cuarto de spa…
—La gravedad de…
—Sr. Leffé, ¿se encuentra bien? —preguntó Raccoon tratando de ver a quien tenía a lado, pero su masajista se lo impedía.
—Ah… sí, sí. Estoy bien —contestó Wolf tratando de ocultar sus nervios.
—No lo estás —le dijo Redes por el comunicador.
—Ah… solo son mis alergias —Wolf cogió toda la nariz con su pata para ocultarla de Raccoon—. Ya sabe. Cambio de clima.
—Oh, oh —dijo Redes viendo por las cámaras.
—¿Qué pasa? —preguntó Serpiente.
Redes le mostró en pantalla de su laptop. El auténtico Antón Leffé que había salido de su habitación que se encontraba en el segundo piso. Wolf necesitaba salir por su nariz derretida. Pero si el verdadera Leffé se topaba con él, el plan estaría arruinado. Si Wolf no salía, el plan también quedaría arruinado.
—Está por bajar por el elevador. Piraña y yo lo vamos a distraer. Wolf no va a tener más tiempo —dijo Serpiente poniéndose un pequeño auricular en la oreja, para luego marcharse con Piraña.
«Al menos el idiota de Patrick sigue en su habitación», pensó Redes.
Serpiente y Piraña llegaron corriendo al elevador donde se encontraba el muy elegante Antón Leffé. Tenían que ser rápidos en su actuar.
—¡Hey! ¡Vuelve aquí! —gritó Serpiente a Piraña tratando de armar una escena.
—¡No! ¡No voy a ir contigo! —gritó Piraña.
Leffé solo los observó con extrañeza.
—Este señor —dijo Piraña a Leffé mientras señalaba a Serpiente —, es el más vil, egoísta y enojón del mundo. ¡Es un viejo decrépito!
—¡Hey! —refutó Serpiente sintiéndose insultado—. ¡No me llames así! —regañó tratando de tocarlo con su cola.
Piraña lo golpeó con fuerza.
—¡No me toques! ¡No voy a ir contigo! ¡Ya no quiero ser tu hijo! —dijo Piraña tratando de armar una historia.
Las puertas del elevador se abrieron y Antón Leffé no dudó en entrar. No estaba dispuesto a ser partícipe de una pelea padre e hijo. Sin embargo, su escapatoria fue un fracaso, porque Serpiente y Piraña lo siguieron.
—¡Tenemos que hablar! —ordenó Serpiente.
—¡No quiero escucharte! ¡Esta es mi vida, viejo!
—¡Hey! ¡Vamos a hablar! —dijo Serpiente para luego apretar un botón para detener el elevador—. ¡Y no vamos a bajar hasta que hablemos!
—Oh, disculpen, pero tengo prisa —dijo Leffé tratando de apretar el botón para que el elevador siga su curso. Pero los dos ex chicos malos lo empujaron lejos del botón.
—¡Usted no se meta! —dijeron Serpiente y Piraña.
Wolf sabía que si no se retiraba, el plan estaría arruinado tarde o temprano. Rápidamente se levantó de su camilla.
—Oh, pero que tarde —dijo el lobo dándole la espalda a Raccoon y quitándose la máscara de arcilla—. Tengo una reunión muy importante. Nos vemos en la subasta, señor Raccoon.
El mapache trató de seguirlo, pero la robusta masajista ni siquiera lo dejó levantar su cabeza de la camilla.
En el elevador aun detenido, Piraña lloraba abrazando al señor Leffé.
—¡Es que él no me comprende! —chilló—. ¡No me apoya! ¡Piensa que mis sueños de ser cantante son una pérdida de tiempo! ¡Abráceme! —dijo mientras tomaba el brazo de Leffé, obligándolo a abrazarlo.
—¿Qué? ¡Claro que no! —refutó Serpiente—. ¡Yo nunca he dicho eso!
—¡No, pero siempre lo demuestras con acciones! ¡Ni siquiera dejaste que te cante Cumpleaños feliz! ¡Y eso duele, amigo! Quiero decir… papá —se corrigió.
—Lo siento. Siento que lo veas así. Perdoname, amigo. Quiero decir… hijo —dijo sintiéndose muy raro.
—Y…
—Camino despejado —informó Redes por el auricular.
—Y… prometo ser más respetuoso con tus metas y apoyarte.
—Así es, así es —dijo Leffé sintiéndose aliviado que la incómoda pelea estaba cesando—. Ahora que todo el problema se solucionó, podemos continuar —dijo presionando el botón que encendía el elevador. Este continuó su curso y pronto las puertas se abrieron. Antón Leffé no dudó en retirarse lo más rápido que podía.
Serpiente y Piraña chocaron los cinco y subieron nuevamente por el elevador.
Wolf entró triunfante a la habitación. Todo había salido bien.
—Uff… Fue pan comido —dijo Wolf con alarde.
—Pan podrido —aclaró Redes—. Casi se arruina todo.
—La palabra clave aquí es "casi". ¿Verdad, pequeño? —dijo cogiendo a Tobby en sus brazos—. ¿Cómo va Diane?
—Casi llega.
—Perfecto —dijo. Volteo a la mesa aún llena de comida—. Oh, muero por una rebanada de pizza.
Serpiente salió de la habitación vistiendo su traje de policía. Era su turno.
—Que te vaya bien, amigo —dijo Wolf levantando una copa de vino.
Serpiente se encontraba en la zona de la piscina que se encontraba en el segundo piso. Estaba cumpliendo su papel como policía. Desde su puesto, pudo ver a Raccon salir del cuarto de spa.
—Ya apareció —informó a Redes por el pequeño micrófono que estaba oculto en su gorra.
Desde su posición, pudo ver cómo es que Raccoon se despedía de la robusta masajista.
El mapache rompió la tarjeta de presentación de la mujer que lo había torturado por largo tiempo. Nunca la llamaría después del pésimo servicio.
Pensando que el día no había sido tan bueno, se dispuso a disfrutar de la piscina. Paró todos sus planes de nadar. A unos pocos metros estaba un robusto hombre en traje de baño, tomando sol. Tenía una mirada fuerte, visible a pesar de usar lentes de sol, y una larga cicatriz al lado derecho de su cara.
«Es Voltcross», pensó con una gran sonrisa. «Es momento de mejorar el día»
Respiró hondo y se armó de valor de acercarse. De por sí el tipo daba miedo, y más al tener a dos robustos guardaespaldas con él.
—Señor Voltcross —saludó Raccoon, pero fue detenido por los guardaespaldas.
—Largo de aquí, rata con patas —dijo uno.
—El señor Voltcross está descansando —dijo el otro tomándolo por el cuello de su camisa.
—Alexis, Boris, déjenlo —ordenó Ivan Voltcross con tranquilidad—. Este señor es Raccon.
El guardaespaldas bajó al mapache y acomodó su camisa.
—Ah… es raccun. Tiene doble O —corrigió el mapache, pero al ver que Ivan se puso más serio, entró en pánico—. Oh, no importa.
—Yo verlo en la televisión, Sr. Raccoon. Hoy compro su tarjeta —dijo con una sonrisa.
—Oh, gracioso —dijo con una gran sonrisa de oreja a oreja—. Ah… De hecho, yo venía a hablarle de otro coleccionable. Se dice por ahí que está buscando un Capitán Sir Vertur Pelirrojo.
La expresión del rostro de Voltcross se puso sería. Se levantó de su silla de bronceado y se quitó los lentes de sol para quedar cara a cara con el mapache. No era necesario estar cerca para saber qué Raccoon estaba más que aterrado.
—¿Por qué? ¿Lo tiene? —le preguntó con su voz más gruesa de la normal.
—Eh… sí. Yo tengo uno —dijo aún un poco asustado.
—Que bueno, hombrecillo. Tráelo —le ordenó.
—S-Sí… Ya lo traigo. No se vaya.
Serpiente pudo ver a Raccoon entrar al hotel, seguramente se dirigía a su habitación.
—Raccoon va de regreso a su habitación —informó la serpiente.
—Excelente —dijo la tarántula para luego darle un bocado a su hamburguesa.
—Hay que informar a Diane —dijo Wolf tomando el mando del micrófono—. ¿Cómo vas, preciosa?
En la habitación del Sr. Raccoon, la escotilla de ventilación estaba abierta. De esta salía un gran cuerda que había permitido a Diane bajar desde la azotea hasta el piso más profundo.
—Hola, guapo. Acabo de llegar —informó la volpina observando la pequeña habitación.
—Excelente. Es mejor que te des prisa, cariño. Raccoon está en camino —le dijo Wolf por el micrófono.
—Anotado.
Dicho esto, tomó la caja de la figura de acción. La abrió y sacó al Capitán Sir Vertur Pelirrojo.
—Hola, rojito —le dijo al muñeco.
Sacó de su bolsillo un Capitán Sir Vertur con cabello azul y lo puso dentro de la caja, la cerró y la ubicó en el mismo lugar. Sacó su celular y le tomó una foto al Capitán Sir Vertur Pelirrojo que tenía en su pata, para luego enviársela a todos por mensaje.
El celular de todos comenzó a sonar, y pudieron ver la fotografía que su amiga acababa de enviar.
—Presumida —dijo Wolf con una sonrisa. Involuntariamente su cola comenzó a moverse—. ¿No es una lindura?
Raccoon estaba cansado al tener que correr un largo trayecto. Después de la extraña y aterradora experiencia en el elevador, había decidido ir a su habitación a pie.
Al entrar, no encontró a nadie, pues Diane había salido del lugar por los ductos segundos antes de que la puerta de la habitación se abriera.
Con una gran sonrisa, tomó la caja del Capitán Sir Vertur Pelirrojo y salió rápido rumbo a la piscina. El cansancio no era nada tras la sensación de tener miles de billetes.
Serpiente estaba en su ubicación esperando que apareciera Raccoon, hasta que a una anciana se le cayó su bastón al querer bajar las escaleras. La pobre viejecita estaba dispuesta a agacharse para recoger el bastón, pero sus piernas tembleques no ayudaban, además de la gran posibilidad de poder caerse y lastimarse.
La serpiente trató de hacer caso omiso, pero no pudo resistirse.
Suspiró y fue a socorrerla.
—Descuide, señora, yo la ayudo —dijo él tomando la mano derecha de la anciana con su cola y dejando que ella se apoye en su cabeza con su mano izquierda.
Lentamente la ayudó a bajar escalón por escalón. Cuidando que no se caiga y poniendo fuerza para que no se le escape.
Mientras estaba en eso, Raccoon había regresado a la piscina a encontrarse con Iván Volt Cross, quien lo esperaba con un gran maletín en mano.
—Un Capitán Sir Vertur Pelirrojo en excelentes condiciones —dijo Raccoon entregándole la caja a Voltcross.
—Ochenta millones de dólares americanos —dijo Ivan.
Uno de los guardaespaldas le dio al mapache un maletín.
Raccoon estaba tan feliz por la venta que acababa de realizar. No podía esperar a ver la cantidad de billetes que ahora le pertenecían. Con mucha emoción procedió a abrir el maletín, pero antes de que pudiera hacerlo Ivan lo cerró.
—¡Hey! —dijo Voltcross con seriedad—. ¿No confía en Ivan Voltcross?
—¿Qué? No. No, no, no, no… Je, je, je… —dijo Raccoon asustado—. Solo quería echar un vistazo. Solo eso.
Ivan nuevamente se sacó los lentes de sol para mirar fijamente a Raccoon.
—Soy un hombre de honor. Si digo que hay ochenta millones de dólares, hay ochenta millones de dólares.
—Ah… sí, sí. Absolutamente. No lo quería ofender, Sr. Voltcross.
—Yo no miré la caja que usted me dio. ¿Sabe por qué?
—Porque yo… ¿soy un hombre de honor?
—No —contestó con frialdad—. Porque el último hombre que intentó engañar a Ivan Voltcross… Bueno… —rió con sus guardaespaldas—. Nadie sabe qué fue de él. Nadie más que yo, Alexis y Boris. Usted entiende, ¿dah?
—Dah. Muy dah —contestó con miedo.
Luego de un par de segundos, Voltcross volvió a sonreír.
—Fue un placer hacer negocios con usted, Sr. Raccoon. Lo veré más tarde en la subasta. Hoy compro su tarjeta —dijo para luego marcharse seguido de sus guardaespaldas.
Raccoon suspiró aliviado. Había sido todo un manojo de nervios hablar con Ivan Voltcross. Pero al menos tenía su dinero. No podía esperar sacar todos esos billetes y revolcarse en ellos. Así que fue rumbo a su habitación. Sin embargo, en el camino se chocó con un policía que se estaba despidiendo de una anciana.
—Oh, lo siento —se disculpó el mapache.
—No pasó nada —dijo Serpiente.
Ambos se miraron.
—¡Tú eres el de la tarjeta de Jones! —dijo Raccoon—. ¡Has sido tú todo este tiempo! Pulpo crudo, queso apestoso… ¡Me has estado fastidiando todo el día! ¡Vaya policía! ¡Voy a ser que te regresen a prisión, donde perteneces! —lo amenazó sabiendo que había ganado, pues la serpiente se veía nerviosa.
—¡Retirada! —gritó para luego darse a la fuga.
Para buena suerte del Sr. Raccoon, Serpiente había dejado caer la tarjeta de la habitación donde se encontraban los demás. Raccoon la recogió y sonrió. «Alguien está en problemas», pensó.
Luego de dejar su maletín lleno de dinero en su habitación, Raccoon llegó a la Suite Corona Ultra de Lujo. Una sonrisa de satisfacción inundó su rostro. Sabía que la serpiente no estaría sola, el lobo también estaría allí.
Confiado, abrió la puerta de la habitación.
La diferencia entre su habitación y donde se encontraba era tremenda. «¿Qué tonto estará pagando esto?», se rió en sus adentros.
Fue a la sala de estar dando un gran grito para asustarlos. Pero la sala se encontraba vacía.
Observó con detenimiento. Había pantallas que mostraban diversas partes del Hotel Lexo; una revista algo manchada de salsa de tomate, que mostraba un artículo de la tarjeta de Jones Vagner; una pizarra muy a lo Sherlock Holmes con fotos e información de Antón Leffé, Ivan Voltcross y de él; una gran mesa con infinidades de potajes; un tocador con maquillaje, arcilla y un uniforme de masajista.
«¿Dónde están esos malditos?», se preguntó. Era obvio que todo lo malo que le había ocurrido era obra de ellos.
Con rabia, se dirigió a la terraza, donde pudo ver a un elegante lobo de espaldas, parado mirando el horizonte con tranquilidad.
Raccoon sonrió.
—Ah, Sr. Raccoon. Lo estábamos esperando —dijo Wolf al darse la vuelta.
La sonrisa de Raccoon se desvaneció al ver la calma del lobo.
—¿Qué?
Uno por uno, fueron apareciendo todos los involucrados, a excepción de Diane. Exponer a la volpina era arriesgado, así que ella y Tobby se encontraban ocultos en los conductos de ventilación, viendo todo desde su celular.
—Dinerro —dijo Piraña en son de burla.
—Sabe, de hecho, usted llegó cinco minutos tarde —dijo Wolf mirando su reloj.
—No puedo creer que el plan funcionara —dijo Serpiente.
—Espera un momento. ¿Tú tiraste intencionalmente la tarjeta? —preguntó Raccoon. La sonrisa en el rostro de todos contestaba su pregunta—. ¿Qué está sucediendo aquí?
—Es divertido, al menos para nosotros —Wolf volvió a tomar la palabra—. ¿Sabe que acaba de venderle a Ivan Voltcross un Capitán Sir Vertur Pelirrojo?
—Sí —contestó el mapache confundido.
—De hecho, le vendió uno simple. Es azul.
Raccoon rió con incredulidad.
—No. No, no, no, no… Yo le vendí uno rojo.
—¿Se refiere a este? —Wolf mostró al Capitán Sir Vertur Pelirrojo que tenía en su pata.
El mapache palideció.
—¿Qué? ¿Cómo? Pero estaba… en mi…
—Linda habitación, por cierto —dijo Serpiente asumiendo la culpa de Diane, al infiltrarse en la habitación del mapache.
—¡No puede ser! ¡¿Tienen idea de lo que ese ruso loco me hará?!
—Sí —contestó Wolf—, y con detalles muy gráficos. Así que esto es lo que va a pasar. Nosotros te damos al Capitán Sir Vertur Pelirrojo y a cambio, tú nos das…
—Limpia y legalmente… —dijo Serpiente.
—... la tarjeta de Jones Vagner —completó el lobo.
—Y tal vez quieras darte prisa, porque el ruso loco se ve muy enojado —dijo Redes mostrando la pantalla de su laptop. Ivan Voltcross se había dado cuenta de la estafa de Raccoon y lo estaba buscando por todas partes.
«¡¿En dónde está Raccoon?! ¡Lo mataré!», gritaba el Sr. Voltcross.
—Ese tipo está loco. Me agrada —comentó Piraña.
—No. No está pasando —dijo Raccoon con miedo.
—Se acabó. Dámela —dijo Wolf estirando su pata para que el mapache le entregue la tarjetilla.
«¡Y lo voy a matar mucho!», se volvió a escuchar la voz de Voltcross.
—Lamento decir esto, pero… ¡Te acaban de estafar! —dijo Serpiente recordando las palabras de Raccoon.
Todos se rieron. Sabían que lo habían atrapado y no tenía salida. Sin embargo, el mapache tenía otros planes.
Tomó impulso y fue hacia el lobo para quitarle la figura de acción. Pero este se lo lanzó a Piraña. Raccoon fue tras él, pero Piraña se lo dió a Serpiente. Antes de que el mapache llegará, Serpiente se lo lanzó a Piraña. Piraña rió y se lo lanzó a Tarántula, olvidándose por completo que su amiga era pequeña y no podía coger el muñeco a tiempo. Así que el Capitán Sir Vertur Pelirrojo cayó de la azotea hacia el primer piso.
Un gran «¡No!» salió de sus bocas y fueron al borde para ver dónde estaba la figura de acción. Esta había caído en la cima de un gran pastel de bodas, reemplazando al muñeco del novio.
—Eh… ¿Esto era parte del plan? —preguntó Piraña.
—¡No! —contestaron todos.
—¡¿Es en serio?! —se quejó Redes.
—¿Acaso no lo pudiste coger con tu telaraña? —refutó Piraña.
—¡Las tarántulas no producimos telarañas!
—¡Quítense! —gritó Raccoon empujando a todos para salir corriendo a recuperar al Capitán Sir Vertur Pelirrojo.
El grupo de amigos fue tras él. Tenían que ganarle a Raccoon.
Cuando la habitación quedó vacía, Diane salió de su escondite. Sacó un extraño dispositivo, muy parecido a un celular. Cuando había cogido al Capitán Sir Vertur Pelirrojo, le había colocado un pequeño rastreador por si las cosas salían mal. Se dirigió a las cámaras y pudo visualizar la ubicación exacta del muñeco.
—Conque en una boda, ¿eh? —dijo para luego mirar por el espejo su vestimenta de Garra Escarlata que llevaba puesta—. Bueno… hay que vestirse para la ocasión.
¿Qué pasará ahora? ¿Lograrán ganarle a Raccoon?
Espero que este capítulo les haya gustado. No olviden dejar sus opiniones y reviews. Siempre es un gusto leerlos. c:
