Aquí va el segundo capítulo... es mas largo que el primero, para compensar. Espero que os guste tanto como el anterior.
DISCLAIMERS: Full Metal Alchemist, la idea original y los lugares que aquí aparecen son propiedad de Hiromu Arakawa y del estudio Bones. Esta historia está basada en el anime.
Despues de la tormenta, siempre llega la calma...
Después de un tiempo de calma... siempre vuelve una tormenta...
El círculo del destino
Fan Fiction de Hikaru Kusanagi
Capítulo 2: Oportunidad.
"La gente no puede ganar nada sin ofrecer algo en sacrificio.
Para obtener algo, se necesita dar algo de igual valor.
Este es el Principio Equivalente de la alquimia..."
Las palabras, casi tan antiguas como el tiempo, resonaban en los recovecos de la mente de Fred. Aunque él no las hubiese escuchado de boca alguna jamás, las había leído y releído, un montón de veces, de aquél libro antiguo que en los últimos meses había sido su única compañía. Se sentía incomprendido por su familia y por la gente que le rodeaba. Algunos ni siquiera habían oído hablar de la alquimia o de sus procesos, y ya la criticaban. Pero él hacía caso omiso de cualquier comentario. La gente no entiende nada...
Admiraba la ley del Principio Equivalente. Era una de las múltiples razones por las que le atraía la alquimia. Le parecía que tenía mucha razón, y ahora que había oído hablar de ella, no hacía más que ver representaciones de aquella ley por todas partes. Toda causa tiene su efecto. Toda acción tiene su reacción. Cuanto más pensaba en ello, más lógica tenía.
Hacía un buen día, puesto que el verano ya estaba próximo; sería un crimen desaprovecharlo estando encerrado en el sótano de su casa. Por eso, aquél día decidió salir fuera a tomar el aire. Se las ingenió para llevarse su libro de alquimia sin que sus padres lo descubriesen, llevandolo escondido entre su piel y su camisa, sujeto por la cintura del pantalón. Caminó un buen rato por la calle principal de Rush Valley, rodeado de tiendas cuyos escaparates mostraban los objetos más variados e innovadores de mecánica. Cada tienda parecía competir con la siguiente. Fred pasó de largo de ellas.
Finalmente, llegó a un parque. Estaba vacío, y no podía entender por qué. Siendo un dia soleado y bonito como lo era aquél, la gente tendría que haber salido a aprovecharlo al máximo. Pero no había ni un alma ahí, ni siquiera niños, que en otras ocasiones solían jugar en los alrededores. Bueno, mejor para mí si no hay nadie, pensó. Así puedo estar tranquilo.
Se sentó en uno de los bancos, sacó el libro de alquimia y comenzó a leer, una vez más. En poco tiempo, sus ojos azules estaban embebidos en cada párrafo, cada linea, cada palabra, casi como si fuesen vitales para él, y su rostro adoptó una expresión que denotaba interés y concentración. Tanto era así que si hubiesen pasado trescientos tanques militares por aquél parque, él quizás ni se hubiese enterado. Quizás fue por eso por lo que el tiempo pareció no existir mientras leía, y por lo que no notó, al cabo de una hora y media, que una figura solitaria se acercaba corriendo por el parque, gritando su nombre.
-¡FREEEEEEEED!
Para cuando oyó el último grito y alzó la vista, la figura ya se había abalanzado sobre él, echándole los brazos al cuello, provocando un desastre: el joven, en un ademán de pararlo, se desequilibró en el banco, el libro de alquimia salió volando unos pocos metros más allá y él había quedado tirado en el suelo ... con una chica sentada a horcajadas encima suyo.
-¿Pero qué...?- sacudió la cabeza y miró desconcertado y abochornado a quien se le había tirado encima, que se estaba riendo a carcajadas.
-Eres un caso... podrían haber tirado una bomba aquí, ¡y tu no te habrías dado ni cuenta! ¿Ya no te acordabas de mí?
Si le quedaba alguna duda al oír su voz, se disipó al ver su cara. El pelo rojo le crecía desordenado, corto al estilo masculino, pero un poco más largo que cuando la había visto por última vez; sus ojos marrones y cálidos, su nariz pecosa y algo respingona, su piel tan blanca como la nieve y sus facciones tan frágiles como el cristal... Era ella, sin lugar a dudas.
-¡Beatrix!- alcanzó a balbucear Fred, mientras sentía que la sangre se le subía a la cabeza-. Pe... Pero... ¿Qué estás haciendo aquí? Creía que estabas en Central...
La chica volvió a reír.
-Bueeeno, al menos veo que sí te acuerdas de mí-le dió un toquecito cariñoso con el dedo en la nariz. Fred al instante notó el tacto frío del automail; su amiga llevaba desde hacía unos pocos años uno en la mano izquierda y otro en los dedos y nudillos de la mano derecha, por un accidente-. En efecto, estaba; hemos vuelto aquí por un tiempo. Ya ha acabado el período de evaluación de mi padre, así que...
-Me alegro de verte...-Fred sonrió; hacía aproximadamente unos seis meses que no la veía, y debía reconocer que en aquél período la habia echado de menos-. Pero... ¿Podrías quitarte de encima, por favor?- su rostro cambió a una mueca, mezcla de súplica y bochorno.
Beatrix sonrió maliciosa, pero se levantó y se hizo a un lado, tendiendole una mano a su amigo para que éste hiciese lo mismo.
-Gracias...- Fred así lo hizo, sacudiéndose la ropa con la mano libre y echando una rápida ojeada a su alrededor para ver dónde había ido a parar su libro-. Tenemos que hablar de muchas cosas... -añadió distraídamente.
-Pues sí, por ejemplo de que no te cortas el pelo desde la ultima vez que te veo...-Beatrix acentuó su sonrisa traviesa, pero se disipó un poco al ver la expresión del chico- ¿Qué estás buscando?
-Pues el libro que me has hecho tirar por los aires cuando te me has echado encima... sigues siendo tan burra como siempre, pecosa...
Los ojos de Beatrix se entrecerraron hasta formar rendijas, echándole a Fred una mirada que podría haber paralizado a cualquiera del miedo... si no fuera porque él no estaba atento a su expresión en éstos momentos. Pero se la imaginaba, y se regocijaba interiormente por ello. Era como una tradición entre ellos, y de todos modos, aunque habían crecido, seguia encontrando una cierta satisfacción en hacerle de rabiar.
-¿Cómo me has llamado?- la pelirroja arrugó la nariz. Fred se aguantó la risa.
-Oh, nada, solo que eres una pecosa pelo de zanahoria y marimacho... anda, mira, si el libro está ahí...-echó a correr hacia el libro de alquimia, unas decimas de segundo antes de que Beatrix decidiese hacer lo mismo, persiguiendole.
-¿Pero como te atreves? ¡Ven aquí, nenaza!
Fred rió y se volvió un instante para sacarle la lengua, para apretar el paso y recoger el libro, echando a correr con todas sus fuerzas. Si bien no era cosa fácil, ya que ella le pisaba los talones. Beatrix fingia su enfado más que mostrarlo verdaderamente; sabía ya que era un juego al que no se cansaban de jugar desde que eran niños, y en el fondo a ella también le divertía. No había explicación para eso; simplemente les gustaba. Cuando ya habían cansado de correr y de perseguirse y ser perseguidos, decidieron sentarse en el suelo, cansados, pero felices.
-Parecemos críos...-admitió Beatrix, mientras se dejaba caer de espaldas en una pequeña parcela de cesped.
-Sí... pero aun así seguimos haciéndolo...-dijo él, sentándose a su lado. Definitivamente había echado mucho de menos a su amiga y a los buenos ratos que habían pasado juntos. Desde que ella se había ido con su padre a ciudad Central no era lo mismo. Beatrix le miró de reojo y sonrió.
-Quizás porque lo sigamos siendo en el fondo.- su mirada se desvió al libro que Fred tenía en la mano-. Aún sigues con eso de la alquimia, ¿eh?
-Pues... sí...-Fred miró su libro, algo avergonzado. Después se giró a ella. Solo faltaba que su mejor amiga tuviese reparos en que le gustase la alquimia- ¿te parece mal?
-No... Por mí haz lo que quieras, si es que te gusta; pero a mí me parece un auténtico muermo.-la sonrisa de Beatrix menguó-. Tengo ración de alquimia todos los días en mi casa. Es la consecuencia de tener un padre alquimista nacional...
El padre de Beatrix, Nathan Cuthbert, era tambien conocido con el nombre de Indigo Alchemist, apodo de alquimista nacional que se había ganado debido a los halos azul oscuro que desprendían a menudo sus transmutaciones. Estaba especializado en transmutar elementos líquidos y moldearlos como si fuesen esculturas, dandoles apariencia de solidez. Había logrado lo que él llamaba "el arte en la ciencia". Fred le admiraba mucho, ya que oía hablar a menudo de él por las noticias que llegaban de él a Rush Valley y por boca de Beatrix, pero nunca había podido hablar con él cara a cara. Por motivo de su evaluación como alquimista era por lo que se habían marchado a Central.
-Es cierto... ¿qué tal le fue en el período de evaluación a tu padre?
-Sin problemas. Lo pasó limpiamente... la verdad es que los evaluadores confian en el talento de mi padre, así que nunca se lo ponen demasiado difícil. Ya nos libramos de preocupaciones por al menos un año más.-se despejó el flequillo de la frente, con una sonrisa.
-Me alegro.
-Estaba pensando... Fred, si tanto te gusta la alquimia, podrías hablar con mi padre. Ahora tiene tiempo libre y podría recibirte, así que...
-¿Hablas en serio?- el corazón del chico dio un respingo, maravillado.
-Pues claro. No hay ningún problema. Además, tu familia se ha ocupado de mí y de mis automails muchas veces...- Beatrix alzó las manos hacia el sol, y su sonrisa adquirió cierto matiz melancólico-. Considéralo como que te devuelvo el favor.
Fred sonrió. No cabía en sí de alegría.
-¿Cuándo podría verle? ¿Mañana? ¿Esta tarde?
-Tranquilo, no seas tan impaciente. Esta tarde si quieres puedes pasarte por nuestra casa a vernos.
-Genial... nos veremos allí entonces.- Fred se levantó de un salto, disponiéndose a irse. Beatrix le miró, incorporándose.
-¿Ya te vas?-su voz tenía tintes mezclados de tristeza y reproche.
-Tengo que ayudar en casa... no puedo estar mucho tiempo fuera.-El chico se guardó el libro de nuevo-. Mis padres tienen mucha clientela ultimamente, e incluso esperan que me haga cargo del negocio familiar cuando tenga mas edad.-Hizo una mueca.
-No te dejan en paz, ¿eh?-Beatrix soltó una risita-. Está bien, si tienes que irte no hay problema. Nos vemos ésta tarde entonces...
-Sí. ¡Hasta luego!- con una última sonrisa, Fred echó a correr hacia su casa de nuevo, con ánimos renovados. La posibilidad de hablar con el padre de Beatrix... quizás podría abrirle la puerta al camino que quería tomar. Esperaba que de veras así fuese.
