DISCLAIMERS: Full Metal Alchemist, la idea original y los lugares que aquí aparecen son propiedad de Hiromu Arakawa y del estudio Bones. Esta historia está basada en el anime.
Despues de la tormenta, siempre llega la calma...
Después de un tiempo de calma... siempre vuelve una tormenta...
El círculo del destino
Fan Fiction de Hikaru Kusanagi
Capítulo 4: Hacia el horizonte.
-¿Qué? ¿Se marchan de nuevo?
Fred no podía dar crédito a la noticia. Cuthbert asintió parsimoniosamente.
-Se avecina una guerra contra las regiones independentistas del Este, Fred. Como alquimista nacional que soy, me necesitan. Y no puedo dejar a Beatrix aquí sola en ésta casa de Rush Valley. Voy a llevarla a Central con mi hermana y su esposo.
Beatrix, que también estaba presente y escuchaba las palabras de su padre, mantenía la cabeza gacha.
-Pero... Pero...-balbució Fred-. Ella puede quedarse con mis padres y conmigo si quiere... cuidaremos bien de ella...
Cuthbert sonrió tristemente.
-No lo dudo, pero ya lo he concretado así. Además, no quiero cargar de molestias a tus padres.
-No es una molestia...
-Fred-interrumpio Beatrix, alzando la cabeza. Llevaba una sonrisa de circunstancias en el rostro.- Está bien así. No te preocupes, nos volveremos a ver pronto...
-Sí...-murmuró el chico, cabizbajo. No hacía ni un mes que habían vuelto, y ya se tenían que marchar de nuevo...
-Además... Rush Valley no va a ser más un sitio pacífico, me temo-intervino Cuthbert, ajustándose las gafas de sol. Fred nunca le había visto tan serio en el mes que había pasado con él-. Está en las fronteras con las regiones del Este. Va a ser pronto un campo de batalla... sería mejor que incluso tu familia y tú evacuaseis.
-Pero... ¿a dónde? No tenemos otra casa que esta... no tenemos otro sitio a donde ir... ¿a donde vamos a ir entonces?-Fred se mordió el labio inferior, frustrado-. ¿Por qué tiene que haber una guerra como ésta?
Como respuesta, se hizo el silencio en el lugar durante un buen rato. El chico apretó los puños, tratando de controlar su rabia fruto de la impotencia, pero Cuthbert posó una mano en su hombro, obligándole a calmarse.
-A ninguno... nos gusta ésta situación. Yo preferiría una vida pacífica con mi hija, sin obligaciones para con los militares, sin guerras de anexión. Pero las cosas son así. Hay que hacer sacrificios de vez en cuando...
-Intercambio equivalente...-murmuró Fred entre dientes.
-Ni siquiera yo sé los motivos que llevan al Führer a anexionar territorios a Amestris-continuó Cuthbert-. Tan sólo recibo órdenes. Si rehúso de mis obligaciones militares, será peor para todos... para Beatrix, para mí... No sé cuanto dure ésta guerra, tan sólo podemos esperar que sea breve.-alzó la cabeza-. Espero volver a vernos pronto, Fred. Y estés donde estés, espero que sigas estudiando y progresando. Has hecho un muy buen avance en este mes... No muchos podrían haberlo hecho en tan poco tiempo.
El muchacho se limitó a asentir con la cabeza, en silencio.
-Mañana por la mañana saldremos de Rush Valley. Ahora tenemos que hacer las maletas.
-De acuerdo...-por fin, Fred se atrevió a hablar en voz alta.-Entonces, yo me iré a casa... Señor Cuthbert... Nathan...-rectificó-. Quería darle las gracias por todo lo que ha hecho por mí... este mes ha sido... muy importante para mí.
Cuthbert sonrió.
-Eres un alumno excelente. Confío en que mejores mucho más en todo el tiempo en que no nos vayamos a ver.
Fred sintió en el antebrazo el tacto frío de los dedos de automail. Se giró y vio a Beatrix, con el rostro compungido, que acto seguido le abrazó.
-Cuídate mucho, Fred- la voz de ella sonaba temblorosa, por las lágrimas que estaba tratando de contener. Este sonrió levemente y le devolvió el abrazo.
-Tú también... pero prométeme que no serás tonta y no vas a llorar ahora...
-Idiota...-susurró ella, pero asintió con la cabeza, abrazándole más fuerte.
-Vamos, Fred-apremió Cuthbert, cojeando hacia la puerta-. Te acompañaré hasta la salida.
-Sí...-el aludido soltó por fin a Beatrix y se apresuró a ayudarle a subir las escaleras. Beatrix les siguió también, en silencio.
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En las afueras de Rush Valley, una figura observaba de pie la casa de los Cuthbert, que en la lejanía se teñía del anaranjado del atardecer. La figura, una mujer de abundante y largo cabello rojo cobre, hizo una mueca. Llevaba unas ropas muy extrañas; un top negro y unos pantalones ajustados, de cuero, conjuntado con unos mitones del mismo color. En el hombro derecho, al descubierto, se advertía una extraña marca roja... una serpiente alada devorando su cola, formando un círculo, y en el centro de éste, una estrella de seis puntas.
-Así que aquí es... el punto de partida-susurró para sí. Frunció el ceño y entornó los ojos, de un peculiar color violeta. No sabía con seguridad el por qué, pero la casa que desde allí se observaba... sentia un inmenso y profundo odio irracional hacia ella.
-Ya te he encontrado...
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Después de haberse despedido de los Cuthbert, Fred había vuelto caminando a casa de sus padres, con la manzana todavía en la mano. Aún no podía creerse el giro que habían dado los acontecimientos. Justo ese día, en que por fin había logrado su primera transmutación, Beatrix y su padre se marchaban... y no sabía cuando iba a volver a verles. Peor aún, las cosas iban a ponerse feas. Para él y para todos los habitantes de Rush Valley.
Entró casi de golpe en casa. Su madre, que estaba pelando patatas en la cocina, se detuvo y se volvió sobresaltada hacia la puerta.
-Ah, Fred, eres tú...-se relajó-. Haz el favor de no dar esos portazos, me has asustado...
-Lo siento...-Fred escondió la manzana detras suyo, y fue rapidamente hacia la puerta de la cocina que daba con el pasillo. Su madre le miró extrañada.
-¿Qué llevas ahí?- preguntó con suspicacia.
-Eh... ¿esto, es una manzana... jeje... -no tuvo más remedio que enseñársela, con una sonrisa de circunstancias. La señora Austen se levantó; no miraba la manzana, le miraba directamente a él.
-¿Estás bien, hijo? Tienes mala cara... además, ultimamente estás muy raro...
-Estoy bien, mamá...-Fred trató de sonreir de forma natural, sin éxito. Miró la manzana y luego a su madre. No se veía muy convencida de la respuesta.
-¿A dónde vas todas las tardes? Últimamente no hablas conmigo ni con tu padre de lo que haces. Nos preocupas...
Fred suspiró.
-Eso ya no importa... ya no voy a volver a ir allí... en mucho tiempo.- Bajó por un instante la mirada. La señora Austen se acercó a él, tomando gentilmente la manzana de sus manos.
-¿Quieres hablar?- preguntó, cariñosamente.
-No es nada, mamá... en serio...
-Soy tu madre, Fred. Te conozco muy bien... mejor de lo que crees. Sé perfectamente cuándo estás preocupado por algo.
Fred se tomó su tiempo antes de contestar. Parecía que no iba a librarse tan fácilmente del interrogatorio aquella vez.
-Es que... no os lo he dicho, pero... hace un mes, Beatrix... volvió a la ciudad...
-¿Beatrix?- la señora Austen alzó las cejas, confundida.
-Sí... Beatrix Cuthbert...
-¿La hija del alquimista nacional?
Fred calló. Precisamente ahí era donde no quería llegar.
-Ya sé que no os gusta que me junte con esa gente, pero... no es mala gente, mamá...
-Mientras no te metan ideas raras en la cabeza está bien, Fred. Ya vas siendo mayorcito... y ya tienes edad de elegir a tus compañías. Dime, esa Beatrix... -la mujer sonrió pícaramente; no hizo falta que completara la frase para que el muchacho se pusiese rojo.
-E... ¿Ella? ¡No! ¿C-cómo piensas...?
-No pasa nada si te gusta, Fred, es algo completamente normal... a todos los chicos de tu edad les pasa...
-No sé si a todos... pero... ella y yo sólo somos amigos... de verdad...
-Bueno, bueno, está bien. Anda, cámbiate y vete a ayudar a tu padre. Está con las cuentas del último mes...
-Vale..- Fred se levantó e hizo ademán de irse, pero antes de ello miró a su madre temeroso-. Mamá... no le digas... no le digas nada a papá de esto... ¿vale?
-Ni una palabra.-La señora Austen sonrió dulcemente-. Prometido. Ahora ve.
El chico sonrió a su vez, dando las gracias y saliendo de la cocina. Ella tan sólo murmuró algo como "estos niños..." antes de seguir con su labor.
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A la mañana del día siguiente, el señor Cuthbert y Beatrix lo tenían todo listo para marcharse. Habían metido todo el equipaje en un automóvil algo más grande de los que se solían ver hasta el momento. Beatrix esperaba en el interior del coche, mientras Cuthbert daba las últimas instrucciones a los criados para dejar todo dispuesto para cuando se marchasen ellos también. Después de eso, se metió en el asiento del copiloto, y le dio la orden al chófer de que arrancase. Se giró a su hija, quien había permanecido taciturna desde que habían conocido la noticia de marcharse.
-No te preocupes... volveremos lo más pronto posible. Ya lo verás...
-Hubiera querido despedirme mejor de Fred antes de irnos..-murmuró ella. Jugueteaba con algo en sus manos.
-Si quieres vamos a su casa a despedirnos de él antes de salir de Rush Valley.-se giró al chofer-. Vaya hacia el centro de la ciudad primero.
El chófer así lo hizo, siguiendo el camino sin problemas... hasta que de repente dio un frenazo brusco. Cuthbert se agarró al asiento.
-¿Pero qué es lo que pasa...?
-Señor... lo siento. Casi atropello a alguien...-se disculpó el chófer.
Beatrix miró hacia delante... una mujer pelirroja de aspecto extraño estaba de pie frente al utilitario. Y no parecía tener intenciones de moverse de ahí. Sonreía de una manera que no le gustaba nada. La miró bien... había algo en su cara que...
Se puso pálida.
-N-No puede ser...- balbució.
-Beatrix... ¿qué sucede?
Antes de que la chica pudiese responder, Cuthbert oyó la voz de la mujer. Se le antojaba harto familiar.
-Volvemos a vernos, Indigo Alchemist.
