DISCLAIMERS: Full Metal Alchemist, la idea original y los lugares que aquí aparecen son propiedad de Hiromu Arakawa y del estudio Bones. Esta historia está basada en el anime.
Despues de la tormenta, siempre llega la calma...
Después de un tiempo de calma... siempre vuelve una tormenta...
El círculo del destino
Fan Fiction de Hikaru Kusanagi
Capítulo 5: Pecado Imborrable
-Volvemos a vernos, Indigo Alchemist- Había dicho la misteriosa mujer.
Cuthbert frunció el ceño, tenso. Esa voz... La había oído muchas veces. Podía reconocer el sonido incluso ahora. No podía verla, pero podría haber jurado que era ella...
Era ella... y no era ella a la vez. Aquél matiz de la voz... era distinto. Y de todos modos, no podía ser ella... Ella ahora estaba...
-Tú eres...-empezó a decir, pero no estaba seguro de como continuar. Por primera vez en mucho tiempo, tenía dudas. Serias dudas.
La mujer sonrió. No lo vio, pero algo, su sexto sentido, le indicaba que lo hacía.
Acto seguido oyó un chirrido y un chasquido fuerte... seguido del grito de su hija. Se había abierto la puerta trasera del coche violentamente, y podría haber jurado que la había casi arrancado... Cuthbert se giró, con el corazón en un puño.
-¡Papá! ¡Papá!-oía gritar a Beatrix. La chica forcejeaba furiosamente entre los brazos de la mujer, que la sostenía con fuerza, sonriendo despectivamente. Estaba claro que lo que buscaba era poner nervioso al normalmente impasible alquimista. Y lo estaba consiguiendo.
-¡Beatrix!- exclamó Cuthbert, saliendo de golpe del coche. A duras penas, pudo levantarse apoyado en la puerta abierta. Dirigió la atención hacia donde venían los gritos y los forcejeos. Avanzó precariamente.
-¿Qué te parece? Vaya chica más guapa...-La mujer pasó las uñas, pintadas de negro, por el rostro de Beatrix, que seguía forcejeando-. Y lo que has crecido... sería una pena que dejases de respirar si no te estuvieses quieta...-bajó la mano a la garganta.
-Deja a mi hija fuera de esto- la voz del alquimista se alzó, amenazadoramente. Rara vez podía vérsele así.
La mujer sonrió más ampliamente.
-NUESTRA hija, Nathan.-corrigió-. O es que tanto tiempo ha pasado que ni tú te acuerdas... yo sí lo recuerdo...
Cuthbert apretó los dientes.
-No... No es verdad... Tú no eres Elisabeth... ¡TU NO PUEDES SER ELISABETH!
Acto seguido, dio una palmada, para ir a apoyar las manos en el suelo...
Liz...
---------------FLASHBACK-----------------
En el jardín, todos los invitados, de luto riguroso, guardaban respetuoso silencio. Tan sólo éste era roto por sollozos contenidos de algunos de ellos. Nathan Cuthbert, por su parte, guardaba silencio, sintiendo como el nudo en la garganta se acentuaba... No veía a los demás invitados enlutados, no oía sus palabras de pésame, no veía cómo echaban tierra sobre el ataúd.
Tan sólo, sus ojos podían ver una cosa.
La lápida de marmol, frío y silencioso como todo lo demás. En cuyo epitafio podía leerse la siguiente inscripción:
"Elisabeth Cuthbert,
Amada esposa y madre,
reposa aquí desde el día
13 de Julio de 1927.
Descanse En Paz."
Los allí congregados se marcharon, uno a uno, hasta que únicamente quedaron allí su hija y él. Beatrix, que contaba con tan sólo 10 años, no había podido contener las lágrimas cuando se hubieron ido todos, y lloraba silenciosamente al pie de la tumba. Cuthbert, sin embargo, no lloró. Aunque tenía ganas de hacerlo. No podía llorar... debía ser el pilar para su hija, la única familia que le había quedado a su lado... la otra mujer de su vida, después de que la primera se hubiese ido... después de que la tuberculosis se la hubiese arrebatado.
Liz... ¿qué voy a hacer? No voy a poder soportar la carga... No voy a poder hacerlo todo yo solo... Te necesito aquí a mi lado... Se mordió suavemente el labio inferior. Yo... Yo...
Hacía tiempo que Elisabeth estaba enferma. Poco después de casarse. El médico no era muy optimista con su diagnóstico; según éste, sus días de vida iban a acabarse en pocos años. Fue por eso por lo que se hizo alquimista nacional, entrando a formar parte de los militares. Quería conseguir el dinero suficiente para poder encontrar una cura para ella. Y por el momento, pensó que podría hacerlo. La vida les sonreía. Consiguieron una casa nueva y grande en las afueras de Rush Valley, tuvieron a Beatrix... aquellos años fueron felices. Y creyó que duraría más tiempo.
Pero no fue así. Aún no podía encontrarse la cura para una enfermedad como la tuberculosis. Y desesperado, empezó a pensar en un recurso que hasta ahora no se había permitido ni imaginar. En la Piedra Filosofal. Investigó mucho, buscó todo lo que pudo de cuantas fuentes habían... pero no eran las suficientes... cada vez estaba más lejos de su objetivo, en vez de acercarse a él.
Y entonces, justo cuando encontró datos fiables de que podía hacerse una Piedra Filosofal incompleta... ocurrió. Elisabeth tuvo una recaída. Y ya no le quedaba mucho tiempo. Estuvo trabajando duro en el sótano, tan sólo para poder conseguir hacer una. Pero para cuando consiguió completar el experimento... ya era demasiado tarde. Ella estaba...
Apretó los puños, impotente.
Podría haberla salvado... y sin embargo... no pude... Yo no pude...
-Papá...
La voz de Beatrix le devolvió a la realidad. La niña se había levantado del suelo; aun tenía los ojos enrojecidos, pero estaba más calmada. Le miró y le abrazó, y aquello calmó un poco las tormentosas aguas de su interior.
-Papá, vámonos a casa...
-De acuerdo, cariño.- Cuthbert se agachó tomó a su hija en brazos, dirigiendose lentamente a su hogar. Sin embargo, antes de entrar, miró por última vez aquella lápida.
Liz... quizás... me odies... y yo tambien me odie a mí mismo... Pero debo hacerlo... Voy a hacerlo.
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-¡TÚ NO PUEDES SER ELISABETH!- había gritado Cuthbert, quien, fuera de sí, se disponía a atacar a aquél ser que no podía ser humano, sin usar círculo de transmutación. Había adquirido el conocimiento para ello... aquella noche... cuando lo había perdido todo. Su vista, su capacidad para caminar bien... y si se hubiera descuidado, podría haber incluso perdido a su propia hija. Tan sólo por estar en el lugar equivocado. Por su culpa, llevaba automails en las manos.
Y él... ¿qué había ganado a cambio de todo lo que había perdido? Ni siquiera había conseguido su objetivo inicial. No le había devuelto la vida a su esposa, madre de su hija, la mujer que había amado. En su lugar, había creado un monstruo... O eso parecía. Por los sonidos que emitía, aquello no podía ser humano... Quizás, lo único que había ganado era mayor conocimiento que el que antes tenía. Y remordimientos. Antes, sabía que la transmutación humana estaba prohibida. Desde entonces, sabía el porqué.
Ahora, seis años después, aquél monstruo estaba frente a él. Lo sentía, pese a que no podía verlo. Era su pecado, su error, aquello que nunca le dejó volver a ser el mismo de antes... y debía purgarlo.
Sus palmas extendidas estaban a punto de tocar el suelo, cuando de repente la voz de la mujer le hizo detenerse en seco.
-Detente. Si lo haces, te arriesgas a hacer daño también a tu hija... y no quieres eso... ¿verdad que no?
Cuthbert apretó los dientes y los puños. Alzó la cabeza en dirección de la voz de la mujer.
-Tú... No eres...-repitió, frustrado.
-Elisabeth...-la mujer acabó la frase por él-. Solía llamarme así, ¿cierto? Pero tienes razón. Yo no soy Elisabeth.- Apretó fuertemente los hombros de Beatrix, llevándosela hacia sí, pero miraba directamente al alquimista. Ya no sonreía.- Me llamo Wrath.
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Fred estaba inquieto, sentado ante la mesa de la cocina, terminando su desayuno con desgana. No había podido dejar de pensar en ello... apenas sí había dormido aquella noche. Aquellos días habían sido para él como un sueño... y le costaba creer que se esfumasen. Así de repente.
Quizás... si les pillo saliendo... puedo verles una vez más y despedirme mejor, desearles suerte en el viaje o algo... a lo mejor eso me calma un poco más.
-Mamá, voy a salir- anunció, levantándose de la silla y yendo rápidamente a la salida.
-¿A dónde vas?
-Es solo un momento... ¡ahora vengo!- exclamó, cerrando la puerta tras de él. Lo último que oyó fue a su madre llamándole antes de abandonar su casa, corriendo. Tan sólo esperaba llegar a tiempo...
Se detuvo en seco, cuando oyó un frenazo cerca de donde estaba él, a unas pocas manzanas. ¿Qué... ha sido eso?
Movido por la curiosidad, cambió de rumbo y se dirigió hacia el lugar de donde había provenido aquél ruido...
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PD: Me reservo el derecho de crear nuevos homúnculos, ya que esto es un Fanfiction, y acontece diez años despues de la historia original. Por supuesto, los disclaimers siguen respetándose.
