DISCLAIMERS: Full Metal Alchemist, la idea original y los lugares que aquí aparecen son propiedad de Hiromu Arakawa y del estudio Bones. Esta historia está basada en el anime.
Despues de la tormenta, siempre llega la calma...
Después de un tiempo de calma... siempre vuelve una tormenta...
El círculo del destino
Fan Fiction de Hikaru Kusanagi
Capítulo 6: Resentimiento.
Cuthbert sonrió de medio lado.
-Así que Wrath, ¿eh?-trató de recuperar el aplomo perdido-. Parece que te va bien el nombre... en tu voz se nota mucho rencor guardado...
Por su parte, aquella extraña mujer se limitó a hacer una mueca.
-Quizás no sepas hasta qué punto eso es así.- Lanzó violentamente a Beatrix hacia el utilitario. Esta cayó al suelo a medio camino, amortiguandose con las manos. Dolorida, trató de levantarse y de reunirse con su padre.
-Beatrix- dijo Cuthbert, sin volverse a ella-. Sube al coche.
-Pero...
-Hazlo... y dile al chofer que se aleje de aquí.
-Pero, ¿y tú?
-Yo estaré bien. Este es mi pecado... lo importante es que tú te pongas a salvo ahora. Vamos, ve.
La chica no tuvo más remedio que obedecer. El chofer, hasta el momento shockeado por la escena, arrancó el coche, perdiéndose en la calle. Wrath seguía sonriendo despectivamente.
-Qué enternecedor... el amor paterno-filial... tu familia es lo primero para ti, ¿no es así...?- la misma nota de rencor se podía oir en su voz.
El alquimista no respondió.
-¿Qué es lo que quieres?
-¿Que qué es lo que quiero?-repitió ella, borrándosele la sonrisa. Empezó a caminar hacia él-. Tiene gracia que lo preguntes. Tiene gracia que digas que tu familia es lo primero para ti. Yo era... tu familia. Lo era. Y aun así... me abandonaste.
-Tú no eres nada de eso. No eres mi muj--
Se interrumpió, al encontrarse con que la mano de la mujer aprisionaba su garganta, impidiéndole respirar. Tenía una fuerza descomunal. Forcejeó, para intentar quitarsela de encima, pero el brazo, firme, no cedía. Las gafas de sol cayeron al suelo.
-¿Quieres dejar de repetir eso?- exclamó bruscamente. Parecía que la fachada de impasibilidad había caido. El odio se manifestaba en toda su gloria-. Sé que no puedo serlo... No deberías significar nada... absolutamente nada, para mí... ni tú ni esa niña... pero... esos recuerdos... esos recuerdos siguen estando en mi mente... -se oía el silencio allí, roto tan solo por los intentos fallidos de Cuthbert de conseguir oxígeno-. No puedo soportarlo. Me persiguen día y noche, no me dejan tranquila... por eso tenía que encontraros... para deshacerme de vosotros de una vez por todas...
Cuthbert dejó de forcejear, dejando las manos inertes a los lados. Cada vez le costaba más respirar. Pero la fuerza ejercida no disminuía.
-Aquí y ahora, Indigo Alchemist... tus miserables días se han acabado-sentenció Wrath, escupiendo las palabras. Se dispuso a hacer un rapido giro de muñeca... cuando lo oyó. La palmada, aunque algo débil... y luego... se desencadenó todo.
La mano que Cuthbert tenía apoyada en el asfalto brillaba con una luz azul oscura, mientras que la tierra de alrededor de la mano se fragmentaba y se abría. Algunos de estos fragmentos saltaron hacia Wrath, quien, ya distraída, se vio obligada a apartarse del alquimista. La luz de la reacción alquímica no cesaba, al tiempo que el agujero que había abierto se hacía mas profundo, entonces, tomando aire a bocanadas, dio una segunda palmada... y proyectó la tierra levantada hacia la mujer. Sabía donde se situaba. Y supo que hubo acertado en cuanto oyó cómo la piedra transmutada había golpeado el pecho de ella.
La reacción de la transmutación cesó. Y pasaron unos pocos segundos antes de que se oyese nada más. Los suficientes para permitirse ponerse en pie. Entonces, oyó la piedra agrietarse y romperse violentamente, lo que le hizo cubrirse con un brazo, trastabillando.
Y volvió a oir la voz de Wrath.
-Qué estúpido. No sé si sabes que a nosotros no se nos puede eliminar así como así...
-Lo sé muy bien-interrumpió Cuthbert-. Pero necesitaba alejarme de ti primero. Siempre y cuando consiga retenerte, no habrá problemas. No permitiré que me pongas una mano encima.- sonrió de medio lado-. Mis días todavía no han acabado, para tu desgracia. Los tuyos acabarán pronto.
Ante aquello, Wrath soltó una carcajada, y se lanzó sobre él rápidamente, con las manos en alto. Pero antes de que pudiese llegar hasta él, un nuevo muro de piedra transmutada se había levantado frente a ella, cortándole el paso. Haciendo una mueca, le dio un puñetazo, con lo que volvió a romperlo.
-Eres un idiota- le espetó-. Por más muros que levantes, yo los seguiré rompiendo. Y llegaré hacia ti de una manera u otra. No puedes verme, pero yo a ti sí.
Cuthbert sonrió.
-Eso no es impedimento para que sepa dónde estás en cada momento. Oigo tu voz, los movimientos que realizas. Mientras sepa tu posición, no tienes sobre mí ventaja alguna.- se hizo hacia un lado, lo más rapido que podía, aun con su cojera, al tiempo que volvia a chocar las manos de nuevo y levantaba otro muro-. Me alegro de que hayas venido a mí. Eres mi pecado... y voy a hacer lo que no pude hacer en su tiempo. Voy a destruirte.
-Deja de hablar sin sentido- Wrath torció el gesto, destruyendo el muro sin dificultades-. Mientras no tengas lo necesario, no podrás derrotarme.
-Claro... eres una chica lista... fue por eso por lo que no me has atacado antes, ¿verdad? Cuando estaba saliendo de mi casa...
La mujer frunció el ceño, apretando los dientes... y lanzando un grito de rabia, se lanzó contra el alquimista. Este, alertado, dio otra palmada una vez más para contenerla... pero esta se detuvo.
Había visto una reacción alquímica cerca de ellos. Y no era la de Nathan.
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Fred lo había visto todo desde la esquina de la calle perpendicular, desde que el coche con Beatrix había arrancado y habían quedado solos Cuthbert y aquella mujer que se hacía llamar Wrath. Había pensado en intervenir antes, cuando ella trató de ahogarle, pero Cuthbert parecía tener controlada la situación. En verdad tenía bien ganada la reputación de buen alquimista que tenía. No sabía de alquimistas que pudiesen realizar alquimia... sin círculo de transmutación.
Sin embargo, la lucha había empezado, y Cuthbert no podría contenerla por más tiempo. La mujer era fuerte y rápida, y estaba consiguiendo acorralar al alquimista. Fue entonces cuando decidió que no podía quedarse quieto más tiempo. Miró a su alrededor, desesperado. La calle donde se encontraba estaba convertida en un vertedero, con restos de tubos metálicos y otras partes no muy bien identificables, quizás de automail. Se agachó, trazando un círculo de transmutación con una tiza lo más rapidamente que pudo, amontonó algunos de los restos dentro de él... y se apresuró a hacerlo.
Quizás no funcione, pero tengo que hacerlo. Tengo que ayudarle...
Puso las manos sobre el círculo de transmutación y esperó, mientras la luz de la reacción alquímica rodeaba el lugar. Sabía que iba a ser delatado en su posición, pero era el precio que tenia que correr por arriesgarse. Los componentes mutaron lentamente, hasta fundirse, y tomar una forma alargada y puntiaguda. Una especie de lanza rudimentaria de metal. Serviría. Eso espero.
Tomando la improvisada arma, se levantó y echó a correr desde donde estaba al encuentro de Cuthbert y Wrath.
-Oh, vaya, mira que tenemos aquí.- Wrath se giró, nuevamente tenía en la cara esa mueca de desprecio-. Un joven alquimista... aun no muy ducho en la materia...
-¡Corra, señor Cuthbert!-gritó Fred, precipitándose sobre el ser-. ¡Huya de aquí!
-Fred...¡No!- exclamó este, incorporandose. Su rostro expresaba espanto, a lo cual contribuian las cicatrices que cruzaban las cuencas vacías de sus ojos.
El chico atacó... pero fue demasiado lento para ella. Wrath esquivó hábilmente el golpe; con una mano tomó el mango del arma y lo retorció, haciéndola inservible; con la otra mano agarró a Fred por la camisa y le arrojó contra una pared. Este, sin poder impedirlo, se estrelló contra un escaparate, agrietándolo, y cayó al suelo. Sacudió la cabeza, aturdido. Todo había ocurrido deprisa... demasiado deprisa para él. La mujer seguía mirandole despectivamente.
-Los niños no deberían meterse en asuntos de adultos-espetó, arrojando a un lado el arma ya inservible. Se giró hacia Cuthbert, dispuesta a atacar de nuevo... pero esta vez, una voz le hizo detenerse en seco de nuevo.
-Detente, Wrath.- se trataba de una voz masculina. Fred giró la cabeza en su dirección, aun dolorido... y lo que vio le dejó atónito.
Había un hombre muy atractivo en una bocacalle que iba a parar a aquella, apoyado en la pared. Vestía de negro de los pies a la cabeza, como su compañera, aunque sus ropas diferían bastante; y llevaba el pelo oscuro bien peinado, retirado de la cara. Le tiró una mirada de reproche a Wrath.
-¿Por qué pierdes el tiempo con eso?- inquirió, acercándose a ella-. Tenemos otras cosas más importantes que hacer.
-Lust...- balbució la mujer, atónita en un principio... aunque luego le encaró, molesta-. ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar con Él...
-He venido a buscarte- soltó Lust, tajante-. Sabía que ibas a estar aquí, por tus estúpidas cuentas pendientes. Déjalo ya. Cuando acabemos con lo primero... podrás encargarte de ellos. Pero ahora no tiene sentido. Quizás mueran igual, después de todo.
-¿Otro más...?- murmuró Cuthbert, buscando apoyo en la pared.
Wrath frunció el ceño.
-Deberías meterte en tus asuntos-le espetó.
-Lo primero es lo primero, Wrath. Estamos a sus ordenes, y no tienes elección. Vas a venir conmigo.
-Esperen... ¡Esperen un momento!- Fred trató de incorporarse-. ¿Quiénes son ustedes?
Lust sonrió. Había algo de sensualidad en su sonrisa.
-No seas tan impaciente, chico-le dijo-. Vas a oir hablar muy pronto de nosotros. Acabo de verte usar la alquimia, así que no será raro que eso suceda... -se giró a su compañera- Venga, vámonos. El tiempo apremia.- Cuando aquel hombre se giró, el muchacho pudo verlo con claridad. Llevaba una marca extraña en el cuello, cerca de la nuca. La misma que Wrath lucía en el hombro derecho.
La aludida accedió a regañadientes a su petición, después de echarle una última mirada llena de rabia a Cuthbert... y ambos se marcharon rápidamente de allí, sin dejar rastro. Como si nunca hubiesen estado allí.
Fred se quedó unos segundos sin saber qué hacer ni qué decir. Pero no tardó en reaccionar. Levantándose, fue a proporcionar apoyo a Cuthbert, alcanzándole las gafas de sol para que se las pusiese. Cuthbert se ajustó las gafas, apoyándose en él... y dirigió el rostro hacia él. Su expresión era severa.
-¿Por qué has intervenido?-preguntó-. Aún eres un aprendiz. No estás preparado para luchar contra algo así.
-Lo siento mucho...-Fred bajo la vista-. Pero usted tenía problemas... sentí que no podía quedarme mirando.
-Fred, escúchame con atención. Antes de hacer una insensatez como la que acabas de hacer, intenta pararte a sopesar la situación primero. Ellos no son adversarios para ti, ni para la mayoría de la gente. Hay que conocer su punto débil primero, y eso no es fácil.- Cuthbert suspiró-. Esas... esas cosas... no son humanas.
Fred se sorprendió mucho al oír eso. Alzó la vista de nuevo hacia él.
-¿No son humanos? ¿Y que son entonces?
La expresión de Cuthbert era solemne, grave. El chico supo entonces que la situación no era para tomarsela a la ligera.
-Homúnculos.
