Capítulo 2: Manipulación emocional
Pese a sus palabras, Scrooge McDuck seguía convencido de que Maui Mallard era en realidad Donald Duck y estaba dispuesto a probarlo. Si bien al principio no había querido involucrar a Della en todo eso, principalmente por su estabilidad emocional, en ese momento estaba convencido de que era lo mejor que podía hacer.
Decirle a Della que Donald y los niños murieron había sido una de las cosas más difíciles que había hecho en toda su vida. Ella había regresado de un largo viaje en el espacio y lucía tan agotada. Todo lo que quería era que estuviera tranquila y relajada, pero no dejaba de preguntar por sus hijos y hermanos por lo que no tuvo más opción que decirle lo que ya sabía.
Della se negó a creerle incluso cuando le mostró la noticia sobre la muerte de sus familiares. Se aferró con fuerza a la idea de que seguían con vida y lo convenció de contratar a un detective para que confirmara o negará la muerte de esos patitos. Si bien los informes sobre los casos que Maui Mallard había resuelto eran escasos y la prensa solía omitir por completo toda la información relacionada con ese pato, la policía estuvo más que dispuesta a mostrarle los informes reales e incluso aseguraron que, si había alguien capaz de encontrar a sus parientes ese era Maui Mallard.
Scrooge quería creer que Della estaba en lo cierto. Ver a Maui Mallard había hecho que una pequeña chispa de esperanza creciera en su interior. Sabía que estaría enojado con Donald por el tiempo que le hizo creer que estaba muerto, pero conocer a sus sobrino-nietos lo compensaba al igual que tenerlo de vuelta en su vida. Lo había extrañado tanto.
Después de contar con tan buenas referencias, escuchar la forma en que el detective hablaba de su trabajo lo hacían sospechar. Había tratado con toda clase de personas y lo usual era que estas exageraran sobre lo bien que hacían su trabajo no al revés. Estaba seguro de que debía haber un buen motivo por el que no quería trabajar con él y eso le hizo pensar en las razones por las que un pato fingiría su muerte.
Pero lo que le resultaba más sospechoso era la mascota de Maui Mallard. Sabía que era un dragón y los dragones no eran sencillos de localizar. Si Donald y Della habían tenido uno era porque lo encontraron cuando aún era un huevo y visitaban un antiguo templo en China, el cual había sido uno de los más importantes y que había desaparecido después de que un espíritu guerrero lo destruyó. Algunas leyendas decían que ese guerrero logró robar el Chi de los guerreros que protegían al lugar ya todos los habitantes del valle, pero Scrooge no lo creía, había encontrado una civilización con un parecido demasiado grande como para ignorar.
Donald y Della habían insistido tanto en poder conservar el huevo e incluso cumplido la promesa de cuidarlo. Pese a lo mucho que solían discutir por quién debía recoger la caja de arena del pequeño dragón o limpiar sus desastres, era algo que nunca dejaban sin hacer. Lo querían demasiado y su nombre era Fafnir.
Scrooge creía que se trataba de demasiadas considencias.
Ver a los niños había provocado una gran felicidad en su interior. Durante años había creído que sería imposible volver a verlos e incluso había intentado alejar a todo el mundo para no volver a sentir el dolor de perder a un ser querido. Hablar con los patitos le hizo sentir lo que experimentaba cada vez que encontraba un tesoro, uno que creyó perdido para siempre.
De estar equivocado las consecuencias podrían ser devastadoras, pero de no estarlo, Della podría recuperar lo perdido. Y él también. No quería admitirlo en voz alta, pero la posibilidad de que sus sobrinos vivieran lo había hecho feliz. Solo la señora Beakley sabía que seguía de luto por Donald, Della y los tres patitos a los que no pudo conocer.
—Della, existe una posibilidad de que Donald esté con vida.
—Eso es lo que llevo tiempo diciendote, él y mis hijos están con vida, mi corazón me lo dice.
—Necesito que prometas que te lo tomarás con calma y que estarás abierta a la posibilidad de que el pato que te presentaré no sea tu hermano.
—Lo prometo —respondió Della.
Scrooge sabía que mentía, pero asumió eso al hecho de que era su imaginación la que estaba tratando de detenerlo. Volvió a ir a casa de Maui, no quería involucrar a los niños a no ser que fuera absolutamente necesario. Con Della no había tenido otra opción y, estaba seguro que del mismo modo en que había pasado con la lanza de Selene, se enteraría de sus planes y encontraría la manera de involucrarse.
—No esperaba verlo tan pronto —le dijo Maui, más que molesto, estaba sorprendido.
—Necesito de un detective.
—Creí haberle dicho que no buscaría a su sobrino —la hostilidad de Maui volvió —, por favor, dígame que no sigue pensando que soy Donald Duck.
—Tengo un trabajo diferente, uno más acorde a tus habilidades. Estoy por cerrar un negocio y necesito saber si se trata de alguien de confianza.
—¿A quién debo seguir? —preguntó Maui impaciente.
—Te espero a las tres en mi hotel para darte los detalles de tu trabajo.
—¿Por qué no hacerlo aquí?
—Porque no tengo los documentos, incluso un detective como usted comprenderá la importancia de la información.
Scrooge le extendió a Maui una tarjeta con la información necesaria para la reunión. Una sonrisa casi invisible se formó en su rostro al verlo sonreír. Las cosas estaban marchando de acuerdo a sus planes y eso le gustaba. Se despidió y se dedicó a hacer unas cuantas llamadas. Si bien el motivo de su viaje fue aclararle las cosas a su sobrina, decidió aprovechar la ocasión para crear nuevas alianzas.
Cuando la hora llegó, recibió a Maui y le hizo pasar a la habitación en la que Della esperaba. Ver su reacción, aunque le preocupó, le hizo confirmar lo que ya sospechaba. Maui y Della lucían sorprendidos por ver al otro, al menos durante los primeros segundos porque luego comenzaron a discutir y a reclamar por cosas que no tendrían sentido si fueran unos desconocidos.
—Creí que estabas muerta, lloré por ti...
—Cualquiera diría que no estás feliz por volver a verme.
—¿Qué quieres que haga? ¡Te vas por más de diez años y lo primero que haces es gritarme!
—¿Crees que eres el único en extrañar? ¡Te busqué en Duckburg, pero no había ningún rastro!
Verlos besarse hizo que, por primera vez Scrooge se cuestionara todas las hipótesis que había formulado. Lo que veía parecía el reencuentro de dos amantes y le hacia recordar a Hortense y a Quackmore durante muchas de sus peleas. Ellos discutían con demasiada frecuencia, ambos tenían un caracter demasiado dificil, pero sus peleas siempre terminaban del mismo modo.
—Maldigo mis gaitas ¿Qué está pasando aquí?
—Supongo que debí hacer esto hace años —respondió Della —. ¿Recuerdas cuándo me preguntaste por el padre de mis huevos? —Della señaló al pato a su lado.
—Nunca me dijiste por qué tanto secretismo —respondió Scrooge. Pocas veces no sabía que hacer y esa era una de esas ocasiones.
—Por la muerte de Donald. En aquel entonces tenía motivos para creer que quien lo hizo podría regresar por los niños. Intenté localizarlo, pero no fue posible, así que decidí huir. Sabía que usted estaría seguro y que debía alejarme. Todavía sigo sin descubrir la verdad de los hechos, pero creo que me estoy acercando. Cuando lo vi, temí que quisiera quitarme a mis hijos.
—Hablaba del motivo por el que nunca me presentaste a tu novio.
—En aquel entonces trabajaba en varios casos importantes y muy peligrosos. Mis enemigos habrían lastimado a Della para acercarse a mí. Después del nacimiento de nuestros hijos me dediqué a casos más sencillos y he pretendido ser un detective mediocre.
Todo lo que decía sonaba razonable, pero no podía dejar de sentir que se estaba perdiendo de algo y ciertamente su instinto no solía equivocarse, ya fuera en el ámbito laboral o en el ámbito personal. Posó su mirada en los patos frente a él, más específicamente en las manos unidas de ambos. Era evidente que no todo lo que le dijeron era mentira, Della lo reconoció en cuanto lo vio y le parecía más que obvio que se amaban, pero no dejaba de creer que le estaban ocultando algo.
—Los niños tienen que saberlo.
—¿Dónde están? —preguntó Della emocionada —, he esperado más de diez años para volver a verlos.
—Tendrás que esperar más.
—No puedes separarme de mis niños.
—Nunca haría algo así, solo quiero asegurarme de que estén listos.
—Diles que su madre nunca dejó de intentar volver del espacio ni de pensar en ellos.
Maui Mallard asintió con un gesto de cabeza y estuvo a punto de retirarse cuando Scrooge lo detuvo. Todavía tenía muchas preguntas por hacer y no estaba dispuesto a que le siguieran ocultando más cosas. Fueron más de diez años de insertidumbre y consideraba que tenía derecho a saber la verdad.
—¿Cómo fue que terminaste con los niños y Fafnir?
—Cuando me enteré que Donald murió, acudí al hospital, solo tuve que probar ser el padre biológico de los niños y adoptar a Fafnir que se negó a dejar a los huevos.
La mirada de Scrooge se posó en Della, temía su reacción al escuchar una vez más de la muerte de su hermano, pero no encontró nada, tan solo una mueca de tristeza que le pareció un tanto retardada. Se dijo que debía estar muy enamorada o feliz de saber que podría volver a ver a los hijos que creyó muertos para reaccionar de ese modo.
—¿Por qué no me buscaste?
—Ya se lo dije, intenté localizarlo, pero todas mis llamadas y mensajes fueron ignorados. La desaparición de Della, el asesinato de Donald, todo parecía indicar a una conspiración contra la familia de Scrooge McDuck.
—Si hubiera una conspiración en mi contra ya lo sabría.
Scrooge tenía sus dudas, en especial de los buitres que trabajaban para él. En más de una ocasión los había escuchado murmurando. El único motivo por el que no los había despedido era por el trabajo que hacían y porque prefería mantenerlos cerca, dónde pudiera estar al tanto de sus movimientos.
—Lo estuve investigando. Sé que Della robó uno de los cohetes de industrias McDuck —Maui le dedicó una mirada de reproche a Della —, pero no cómo supo de este y el motivo por el que salió durante una tormenta cósmica. Durante años no pasó nada así que decidí enfocarme en otro asunto de gran importancia, no creí que fuera usted el que me buscara.
—¿Cuándo podré verlos? —insistió Della.
—Hoy, hablaré con ellos cuando regresen de la escuela.
—Te acompañaré —se ofreció Scrooge.
Pese al poco tiempo que había pasado con esos niños sentía que ya los quería y anhelaba poder verlos. Maui lo había alejado de los hijos de su sobrina y no deseaba darle una oportunidad de volver a hacerlo, incluso si el detective aseguraba no tener intenciones de volver a desaparecer.
