Capítulo 4: Culpa
Maui cargó a Huey y a Louie sobre sus hombros. Los trillizos se habían quedado dormidos mientras que les mostraban a Scrooge y a Della las muchísimas fotografías sobre ellos. Della cargó a Dewey y lo siguió hasta la habitación de los patitos. Ambos los arroparon y se marcharon procurando no hacer ningún ruido.
—Tío Scrooge —lo llamó Della —, espero que no te moleste que me quede con... aquí.
La mirada de Maui se posó sobre Della. Una parte de él sabía que debió esperarse algo así, pero otra, esperaba que Della le diera algo de tiempo para adaptarse a su presencia y poner en orden sus pensamientos. Seguía amándola, no creía poder negarlo. En cada uno de esos besos pudo sentir lo mucho que la extrañó y comprobar que el tiempo no había afectado lo que sentía por ella. Pero él no era el mismo pato que ella conocía y él dudaba que ella siguiera siendo la misma Della con la que vivió tantas aventuras.
—No te preocupes, entiendo que quieras recuperar el tiempo perdido con los niños. Pero no creas que te estoy dando permiso de estar con Maui, él tiene que ganarse mi aprobación y tiene varios puntos en su contra.
—¿Eh? —preguntó Della un tanto confundida, al notar la expresión de su tío y del detective se apresuró en agregar —, creo que escuché mal.
—Maui debe ganarse mi aprobación primero y es en serio. Vendré en la mañana. Maui, espero que cuides de mi sobrina y que se mantengan pudorosos. Esta noche deberé resolver los asuntos del hotel, pero mañana estaré de vuelta temprano y quiero pancakes para desayunar.
—¿Qué?
—¿Por qué debería gastar en un hotel si puedo quedarme en casa de mis sobrinos?
Maui se dijo que eso tenía mucho sentido. Scrooge McDuck no era solo el pato más rico del mundo, era también el más tacaño. Nunca compraba algo si podía obtenerlo gratis y Maui sabía lo mucho que le gustaba su cocina, en especial los pancakes. Pero había usado la palabra sobrinos en plural y eso le preocupaba.
—¿Cuántas veces debo decirle que no soy Donald para que me comience a creer? Mi nombre es Maui Mallard. M-A-U-I M-A...
—Maui Mallard, sí, ya lo sé ¿Por qué insistes tanto? ¿A quién quieres convencer?
—Soy un detective, me gusta que todo este claro y me llamo Maui.
Scrooge McDuck se retiró. No sin antes pasar por la cocina y tomar todo el curry que había sobrado de la cena. No había sobrado mucho pese a que Maui había preparado el doble de lo que solía preparar. Tanto Scrooge como Della demostraron tener un apetito colosal.
—Maui Mallard —comentó Della pensativa, pronunciando cada palabra con lentitud, como si saboreara cada letra —. Me gusta.
Maui tenía la sospecha de que no lo estaba llamando, pero de todos modos decidió acudir a su lado, preguntándose si era un buen momento para hablar con ella de muchas de las cosas que habían pasado durante su ausencia. Al final se dijo que mejor esperaría, Della había estado más de diez años en la luna y sabía que necesitaba tiempo para acostumbrarse a su nueva vida.
—Será mejor que vayas a descansar —le dijo de manera afectuosa.
—Yo no —Della fue interrumpida por uno de sus bostezos —, tengo sueño.
Maui no respondió, solo le dedicó una de esas miradas que solía usar con sus niños cada vez que se hacían una travesura o que se negaban a cumplir con sus deberes.
—Pero no quiero dormir —se quejó Della y nuevamente volvió a bostezar —. Quiero estar contigo.
—Te llevaré a mi habitación.
—Espero que no sea a dormir —comentó Della con cierta picardía en su voz.
—Pues esperas mal, mañana será un largo día y debemos descansar.
—No importa, he esperado tanto por volver a verte, te he extrañado tanto. Sí es por lo que dijo tío Scrooge, no tiene porque enterarse.
Maui cerró sus ojos en un intento por ignorar a Della. Había una parte de él que quería hacer lo que ella decía, pero otra parte insistía en que no era lo correcto y quería reclamarle a Della por lo que hacía. Entendía que quisiera volver a ser parte de la vida de sus hijos, pero no que se apareciera de pronto frente a él y esperara que las cosas volvieran a ser lo que eran antes. No cuando él ya había hecho una vida sin ella.
—Yo también, pero no puedes esperar que todo sea igual a como lo era antes.
—Lo sé, mis hijos no son unos huevos y podemos estar juntos sin tener que ocultarnos.
Maui prefirió no decir nada. Le dolía saber que tendría que romperle el corazón, pero creía que era mejor de ese modo.
La llevó hasta su habitación y una vez allí pudo notar su decepción al saber que él dormiría en su estudio. Maui no esperó a que ella pudiera decir algo pues sabía que de hacerlo no podría decirle que no. Sus sentimientos por ella no habían cambiado, pero había alguien más en su vida.
Al día siguiente fue el primero en despertar. Amaba dormir, había sido así desde que era un patito, incluso tenía un sueño bastante pesado. Pero eso cambió cuando nacieron los trillizos. Cuando eran bebés solían llorar toda la noche, luego empezaron las clases y él debía asegurarse de que estuvieran puntuales en el kinder y en la escuela. Su trabajo no ayudaba mucho y su sueño, normalmente pesado, pasó a ser tan ligero que cualquier ruido, en especial si rato provocado por uno de los niños, bastaba para despertarlo.
—No es justo —se quejó Dewey —, queremos estar con mamá.
—Solo por hoy, Maui —Della utilizó la misma mirada que solía utilizar cada vez que quería algo —, quiero pasar tiempo con mis niños.
—Llamaré a la escuela para avisar que no irán.
En el fondo Maui estaba de acuerdo con que los niños faltarán y cuando habló con la directora de la escuela, esta le hizo saber que podía tomarse todo el tiempo que quisiera. La mujer se mostró feliz por los patitos y Maui sabía que el sentiento era sincero. En ningún momento consideró ocultar el regreso de Della. Era una isla pequeña y todo se sabía.
Ver a Della en la cocina lo hizo sentirse preocupado. Sabía que a ella no le gustaba la cocina y que en las pocas veces que había preparado algo de comer solía usar muchísima azúcar. Pensar en tres niños con exceso de azúcar le aterraba más que el tener que enfrentarse a una pandilla o a un grupo de mayordomos fantasma.
Bueno, casi todo.
—¿Puedo ayudar?
—No, gracias. Puedo preparar el desayuno para mis niños.
—Es más especial si todos colaboramos.
Maui conocía a Della y sabía lo volátil que podía llegar a ser su caracter, al igual que el de todos aquellos que llevaban la sangre McDuck. Estaba listo para que peleara, pero no fue así. Ella le hizo un espacio y ambos se dedicaron a preparar pancakes. Al final los cuatro quedaron cubiertos por toda clase de ingredientes, pero ninguno estaba enojado, al menos no demasiado. Maui se dijo que había sido divertido.
Cuando Scrooge McDuck llegó, el desayuno estaba listo, pero no servido. Llevaba sus maletas por lo que resultaba más que obvio que no tenía intenciones de regresar al hotel.
—No tengo problema con que se queden, pero solo tengo una habitación para invitados.
—En ese caso puedes dormir en la sala —lo interrumpió Scrooge —, no creo que te niegues a darle un lugar dónde dormir a tu familia.
—O podríamos compartir habitación —sugirió Della en un intento por parecer inocente.
—Ni lo pienses, jovencita, Maui todavía no tiene mi aprobación y no me importa que sea el padre de tus hijos, ambos deberán comportarse.
Maui agradeció la intervención de Scrooge. No le molestaba darle su habitación a Della, tenía una hamaca que podía colgar en su estudio y dormir allí, el problema era que no sabía cómo decirle a Della que no podían estar juntos por el motivo que ella conocía y por el hecho de que había alguien más.
Pensar en su novia lo hizo sentir culpable. Había besado a Della, en dos ocasiones y seguía queriéndola. Daria lo sabía, él siempre había sido franco sobre sus sentimientos, pero no sabía qué diría al saber que Della estaba viva y de vuelta junto a su familia. Mentalmente se dijo que hablaría con ambas cuanto antes, no quería lastimarlas, pero temía que se trataba de algo inevitable.
—Ve a acomodar nuestras maletas —le ordenó Scrooge McDuck.
—¿Por cuánto tiempo planean quedarse? —preguntó Maui, no quería ser cortante, pero no le gustaba la forma en que Scrooge tomaba decisiones que lo involucraban sin siquiera consultarle.
Della y sus hijos se mostraron un poco decepcionados.
—El tiempo que sea necesario ¿es que te molesta?
—No, solo quiero saber cuánto tiempo tengo —respondió Maui y era sincero.
Sabía que debía ir al mercado para reabastecer la alacena, lavar más ropa y desistir de los servicios de la niñera por un tiempo. Incluso había considerado tomarse un tiempo libre para estar con su familia. También sabía que Daria se tardar un tiempo en regresar y quería estar preparado para hablar con ella y compensarla por lo que había pasado.
—¿Para qué?
—Comprar comida, por ejemplo. Y la niñera, tengo trabajo, pero no creo que a Della le moleste cuidar a los niños.
—Al contrario, es lo que más deseo.
—¿Qué les parece si les muestran las fotografías a Della y a Scrooge en lo que preparo las habitaciones? —le sugirió a sus niños.
—¡Aye, señor! —respondieron los patitos al unísono.
Normalmente a los trillizos les avergonzaba que su padre mostrara sus fotografías tan abiertamente, pero en esa ocasión hicieron una excepción. Buscaron los álbumes más recientes, esos cuyas historias recordaban y les hablaron de estas a sus parientes, deteniéndose con mucha frecuencia para hacerles preguntas a Della y a Scrooge.
Maui llevó las maletas hasta las habitaciones que estaban destinadas a los recién llegados y aprovechó la ocasión para hacer una llamada telefónica. Por unos instantes consideró si sería correcto contarle a Daria sobre el regreso de Della y los besos que habían compartido. Descartó esa idea al pensar que lo mejor era hablar con ella personalmente. No quería interferir con su trabajo, pero sí ser sincero con ella y dejar que decidiera el destino de la relación de ambos.
Habló con Daria durante un largo rato. La escuchó hablar de su trabajo y de lo agotadoras que podían llegar a ser las largas sesiones y las entrevistas. Se sintió orgulloso de ella cuando le contó sobre las altas espectativas que tenían en esa película y culpable cuando le habló de su regreso.
La amaba, de eso no tenía dudas. Ella había logrado hacerse de un sitio especial en su vida a través de los años. El problema era que seguía amando a Della. Nunca dejó de hacerlo y Daria lo sabía. Era la madre de sus hijos y alguien muy importante en su vida.
Una vez que se aseguró que todo estaba listo para la estadía de Della y Scrooge en su casa, se dirigió aseguro la cocina a preparar el almuerzo. Eso le tomó más tiempo. Della y Scrooge habían viajado con poco equipaje, pero los conocía lo suficiente para saber que el apetito de ambos no era precisamente pequeño, especialmente el de Scrooge cuando había comida gratis de por medio.
—¿Qué les parece si almorzamos en la playa? —sugirió Maui.
Huey, Dewey y Louie celebraron al escuchar esas palabras. Pese a que vivían cerca de la playa no solían visitarla con frecuencia. Entre la escuela, sus deberes como Jóvenes Castores, el trabajo de Maui y lo sobreprotector que este podía llegar a ser, no tenían muchas oportunidades de visitar dicho lugar. Della también se mostró feliz e incluso Scrooge, aunque en menor medida.
—Tomaré eso como una aprobación. Bacterias, ayúdenme a guardar todo.
Huey, Dewey y Louie corrieron hasta la cocina. Della los siguió y después de unos segundos Scrooge lo hizo, aunque más que ayudar lo que quería hacer era ver la comida que se llevaría a la ocasión.
Salir de la casa les tomó más de una hora. Maui fue quien retrasó la salida. Pasó un largo tiempo revisando que todo supiera en su lugar y de que nadie se hubiera olvidado del protector solar, siendo este uno de los puntos en que hizo mayor énfasis. Había tomado dos protectores, uno para el cuerpo y otro para las manos, y se aseguró de aplicarlo en los trillizos y en Della. Poco le faltó para hacer lo mismo con Scrooge McDuck quien no se mostró feliz por la idea.
—¡Papá! —se quejaron los trillizos al unísono —, ¡ya no somos niños!
—Niños, obedezcan a su padre —les había dicho Della con una seriedad que no tardó en desaparecer para ser reemplazada por unas carcajadas y un pequeño reclamo cuando Maui hizo lo mismo en ella.
—No intentes decirme que ya te pusiste protector solar porque te conozco lo suficiente para saber que no es cierto —la interrumpió Maui antes de que siquiera pudiera decir una palabra.
Della no negó ni afirmó nada, pero el puchero que hizo bastó para evidenciar que Maui estaba en lo correcto.
Lo primero que hicieron Della y los trillizos fue correr hacia el mar y comenzar a salpicarse. Maui decidió quedarse en la arena para preparar el lugar en que almorzarian. No le prestó atención al tío de Della hasta que este se sentó a su lado y dio señales de querer hablar con él.
Maui golpeó con fuerza la mano que se había apoyado sobre su hombro. Tardó en darse cuenta que esta pertenecía a Scrooge McDuck y que el pato no tenía ninguna intención de lastimarlo, al menos no en ese momento. Ver la expresión de su rostro le hizo saber que había cometido un error.
—A Donald tampoco le gustaba que lo tocaran sin avisar.
—Entiendo que extrañe a su sobrino, pero no le hace bien compararme con él. No sé cuáles fueron los motivos de Donald, pero sí puedo hablarle de los míos. Como detective he tenido casos difíciles y eso me hace desconfiar de cualquiera que intente tocarme.
—No lo extraño —respondió Scrooge, pero su voz y expreciones no eran convincentes.
Maui no supo si estaba molesto o enojado. Parte de él insistía en que era su orgullo el que no lo dejaba admitir que quería a su sobrino, otra que era él quien estaba viendo lo que quería ver cuando Scrooge solo estaba molesto. En el fondo esperaba que se deshiciera de esa idea pronto.
—Parecías aliviado cuando no te permití compartir habitación con Della ¿por qué?
Maui no había esperado que Scrooge notara que algo le molestaba. Tampoco creía que fuera buena idea hablarle de lo que ocurría. Ella era su sobrina, la favorita, se dijo mentalmente, y no dudaba de que Scrooge lo viera como el pato que la corrompió y luego escapó con los hijos que nacieron de esa relación.
—Es solo que todo es muy repentino, necesitamos tiempo para adaptarnos a ella.
—Al principio pensé que eran celos de padre, pero ahora creo que hay un motivo más. Tienes pareja.
—¿Qué le hace pensar eso?
—La primera vez que se vieron, ustedes se besaron, luego volvieron a hacerlo frente a los niños. Sé que la quieres, pero también que intentas alejarla.
—No tengo intenciones de jugar con ella, es solo que no sé cómo decirle que las cosas han cambiado —respondió Maui luego de una larga pausa. No consideraba que fuera apropiado negarlo, menos cuando en algún momento tendría que decirlo.
—Deberías hablar con ella.
—Lo haré —respondió Maui —, pero no hoy, este día le pertenece a ella y a los niños, no quisiera hacerles pasar un mal momento.
—No te lo permitiría. No pienses que ya te he perdonado el que me ocultaras a mis sobrinos por tanto tiempo. Ten por seguro que me lo cobraré, cuando llegue el momento.
—Donald murió, quería proteger a mis hijos.
—Lo sé, es por eso que te estoy dando otra oportunidad. No lo arruines.
