Capítulo 5: Mamá
Al principio Louie había creído que su padre mentía cuando le dijo que su madre estaba viva, pero luego se fijó en su expresión y supo que era sincero. Maui no solía hablar mucho de Della y cuando lo hacía era porque ellos le preguntaban, sin embargo en esa ocasión no solo les habló de ella sino que también se las presentó.
Él se sintió feliz, mentiría si dijera lo contrario. Había soñado tanto con conocerla y, aunque parecía imposible, ese sueño se había convertido en una realidad.
—¿Puedo pedirles un favor? —les preguntó con gran seriedad, una que rara vez usaba con ellos —. No le hablen de Daria. Quiero que su madre pase todo el importante con ustedes y no vale la pena molestarla con lo que puede o no pasar entre nosotros, al menos no ahora.
—¿Terminarás con Daria? —preguntó Dewey emocionado.
Maui se mostró sorprendido e incluso dolido. Louie sospechaba el motivo. Ambos habían estado saliendo por tres años y presentía que le dolía el que sus hijos no aceptaran a su actual pareja.
—¿No les he dicho que Daria no planea tomar el lugar de su madre? —les preguntó Maui.
—¿Es un sí o un no?
—Son cosas de adultos, no lo entenderían.
—No sabrás si no nos dices —se quejó Louie, él se consideraba bueno leyendo a la gente y no le gustaba sentirse excluido, menos cuando era por su padre —, incluso podríamos ayudarte a ti a entender las cosas.
—Sí, ya no somos niños.
—Su madre ha esperado más de diez años para verlos ¿No creen que es injusto hacerla esperar más?
Esas palabras bastaron para que Dewey se olvidara del tema. Huey y Louie lo siguieron, ambos embargados por miles de emociones, pero no tan intensas como las que experimentaba el hermano del medio.
Della fue presentada. Louie no supo qué hacer. Huey y Dewey, especialmente el último, se veían felices de tenerla de vuelta, pero él no sabía qué hacer. La escucharon discutir con su padre y la situación se volvió extraña. No porque se besaran, eso fue incómodo, pero no tanto como cuando discutían. Ella había dicho algo de su voz y no lo entendió. Prefería pensar que eso lo había dicho únicamente para hacerlo enojar, pero no podía dejar de pensar en ello.
Al final fueron ellos quienes les contaron historias a Della. Maui les habló de cuando eran unos huevos y Louie pudo notar en ella dos cosas, el deseo de haber estado allí y el amor que sentía por su padre. Pensó en Daria. Sabía que ella también amaba a su padre y que se había esforzado tanto para ser correspondida y aceptada por ellos. Louie sabía que ella no era su madre, pero muchas veces se comportó como una y fue gracias a ella que hubo una figura femenina en su vida.
Pese a que Louie imitó a sus hermanos cuando estos señalaron lo mucho que le gustaba Maui, no estaba seguro de estar de acuerdo con la idea. Ese pensamiento lo horrorizó. Se dijo que debía haber algo mal en él si la idea de que sus padres estuvieran juntos no bastaba para hacerlo feliz.
Luego notó cierta incomodidad en Maui y se dijo que ese era el motivo. Él quería a Daria, pero estaba confundido y ellos no lo estaban ayudando. Mentalmente se dijo que hablaría con él. Hablar con su padre siempre lo hacía sentir que sus problemas no eran tan grandes como en un principio le parecían.
Se esforzó en formar lazos con ella. Fafnir la había aceptado y él no quería seguir viéndola como a una desconocida. Ella era divertida y espontánea por lo que seguirla en sus juegos era divertido. Louie esperaba que con el tiempo las cosas se fueran volviendo más sencillas y que pudiera aceptar a su madre en su totalidad.
Fue el primero en regresar al lado de su padre. Pudo notar que él y Scrooge habían estado hablando y no sabía si era algo bueno o malo. La primera que se vieron discutieron y no le extrañaría si en ese momento tampoco tuvieran una charla amena. Esperaba estar equivocado, realmente deseaba tener una buena relación con su familia materna.
—Llama a tus hermanos y a tu madre —le dijo Maui —, la comida va a enfriarse.
Louie obedeció. El olor del almuerzo había hecho que se le abriera el apetito. Amaba la comida de su padre y su estómago exigía comida después de haber estado jugando por tanto rato. Sus parientes corrieron en cuanto lo escucharon y le pareció más que evidente que también estaban hambrientos.
—No sé cómo sobreviví todos estos años sin tu comida —Della prácticamente se atragantó.
—¡Hey! —se quejó Maui.
—También los extrañé a ustedes. Espero que Penny haya recibido mi mensaje y pueda visitarnos cuanto antes.
—¿Quién es Penny?
—Mi roommie ¿pueden creer que hay gente en la luna? Ellos me ayudaron a reconstruir mi nave y a conseguir el combustible. No pudieron acompañarme, pero les dejé el manual para que regresaran pronto.
—¿Crees que fue una buena idea? —le preguntó Scrooge y Maui estuvo de acuerdo.
—No lo hubiera hecho si no lo fuera.
Maui no estaba seguro de ello. Sabía lo impulsiva que podía llegar a ser Della y ciertamente le faltaban dedos en las manos para hablar de todas las veces en que había actuado de forma temeraria y en las que él tuvo que intervenir. Muchas veces ambos se vieron involucrados en situaciones de vida o muerte por culpa de esa actitud tan temeraria.
Della continuó contando historias sobre su estadía en la luna. Habló de sus intentos por reconstruir su cohete y de lo que pasó cuando conoció a la gente de la luna. Les habló de Penumbra y del tiempo que pasaron juntas. Dewey era el que estaba más emocionado por esas historias.
—Penny siempre estaba haciendo competencias para ver quién era más rápida cargando cosas. Muchas veces me dejó botada, pero yo siempre la alcanzaba y al final era yo quien ganaba.
—¡Siempre supe que mamá era genial, pero no imaginé que tanto! —fueron las palabras de Dewey, el orgullo era más que evidente en su voz y en sus gestos.
Louie quería sentirse igual de orgulloso que Dewey.
—La próxima vez que la llame, ustedes pueden dejarle un mensaje.
—¿Podremos hablar con una alíen? ¡genial!
—¡Son mis hijos, es obvio que pueden hacer lo que quieran!
—Della —le advirtió Maui —, no los alientes al peligro.
—No los aliento al peligro —se quejó Della —, los animo a tener aventuras.
—Eres demasiado imprudente para ver la diferencia.
—Fuimos a muchas aventuras y nunca pasó nada.
—¿Estás segura? Porque yo tengo varias cicatrices que dicen lo contrario y días de los que no recuerdo nada.
Della calló y Louie no entendió el motivo. Maui se mostró apenado, aunque no del todo arrepentido por lo que había dicho. Scrooge McDuck se mostró confundido y Louie sí entendía el motivo. Scrooge había dicho que no conocía a Maui, pero su padre sí parecía conocerlo y Louie dudaba que se estuviera relacionado con su trabajo de detective. Luego estaba Della, cada vez que ambos hablaban, en especial cuando discutían, lo hacían como si hubieran estado juntos por mucho tiempo.
—¿Cuándo se conocieron? —preguntó Scrooge McDuck.
—Cuando tenía catorce años —respondió Della.
—Mientras investigaba un caso —fue la respuesta de Maui.
—¿Eras detective desde los catorce años?
—No, pero estaba en un caso, buscaba a mis padres biológicos. Desde muy pequeño, incluso antes de tener uso de la memoria, he vivido con tutores legales y cambiando de casa constantemente. No me quejo, visité muchos sitios y me encontré con Della en muchas de sus aventuras.
—Lamento que tengas que hablar de eso —lo interrumpió Della y le dedicó a su tío una mirada cargada de reproche.
—No me culpen por querer saber del padre de mis sobrino-nietos —respondió Scrooge con indiferencia.
Louie había escuchado una historia un poco diferente. Maui le contó que fue adoptado varias veces y que no logró encajar en ningún lugar, pero no había mencionado a Della o el hecho de que al cambiar de residencia también había cambiado de país. Intentó imaginarlo siguiendo a Della en sus aventuras, pero no pudo. La imagen que tenía de su padre era la de un pato aburrido que trataba con casos igual o más aburridos que él.
Della fue la primera en correr de vuelta al mar. Dewey y Maui la siguieron. El primero con intenciones de imitarla y el segundo con intenciones de detenerla, repitiéndoles lo peligroso que era nadar poco después de comer.
Maui atrapó a Della cuando sus pies se adentraron en el agua y la cargó sobre sus hombros antes de ordenarle a Dewey que lo siguiera. Louie podría pensar que su padre no era un intrépido detective, pero nunca lo consideró débil. Sabía que de pequeños solía cargarlos a los tres y que seguía haciéndolo cada vez que se quedaban dormidos en la sala o cuando regresaban de una de sus visitas al cine.
—No es justo —se quejó Della —, sabes que me aburro con facilidad.
—Lo que no es justo es que les des un mal ejemplo a tus hijos. Eres su madre, compórtate como tal.
Louie notó el sonrojo que apareció en el rostro de Della y como ella dejó de quejarse. Dewey también lo hizo. Quería regresar al mar y seguir jugando, pero si su madre creía que su padre estaba en lo correcto al decirles que esperaran, él también esperaría.
—¿Qué les parece si construimos un castillo de arena? —sugirió Huey. No lo hacía solo por evitar un conflicto, a él le gusta construir castillos de arena.
Dewey y Louie celebraron la idea de su hermano mayor. Estaban igual de ansiosos por iniciar la construcción y buscar una concha perfecta para colocar en la cima. Maui y Della organizaron una pequeña competencia entre ambos para determinar quién hacía el mejor castillo.
Scrooge había sido elegido como juez de ese concurso improvisado. Él no quiso construir el castillo e incluso llegó a desaparecer en más de una ocasión para atender varias llamadas de sus socios. Louie no se sintió ofendido, siendo el pato más rico del mundo le parecía de lo más natural que tuviera negocios por atender.
Poco antes de que Scrooge viera los tres castillos, una ola deshizo los que Maui y Della habían construido.
—Declaro el castillo de los trillizos como el ganador. Los perdedores deberán darme su postre.
—Eso no estaba en el trato.
—¿No? —Scrooge pretendió inocencia —, pero siempre hay un castigo para los perdedores.
—Y un premio para los ganadores —lo apoyó Louie.
—Son las reglas —agregó Huey con seriedad.
—Así que nos tendrán que dar sus postres por tres días.
—No es justo —se quejaron Maui y Della al unísono.
—Dijeron los perdedores.
—Pero tienen razón —comentó Huey. Della y Maui lo miraron esperanzados antes de que continuara hablando —, dos postres es muy poco para cuatro así que tendrán que prepararnos algo más cuando regresemos a la casa.
—Y yo que confiaba en ti —se lamentó Maui.
—Pedimos pancakes —en esa ocasión fue Dewey quien habló.
—Traicionada por mi propio hijo.
—No sé si mi pobre corazón podrá resistirlo.
—¿Saben que no nos engañan? —comentó Louie un tanto avergonzado por la forma en que se comportaban sus padres.
