Capítulo 6: El tiempo no espera por nadie
Cuando Della vio a Maui colarse en su habitación creyó que tenía otros planes, no que hablarían. Sabía que necesitaban hacerlo, especialmente después de lo ocurrido en la playa. Pero ella no quería hablar. Quería besarlo, quería que le demostrara lo mucho que la extrañó y cuánto la amaba con el roce de sus cuerpos.
—Les he dicho que eres una gran mujer, alguien que no se detiene ante nada para lograr sus objetivos —continuó hablando Maui —, pero no les hablé sobre tu familia, les dije que nunca tuve la oportunidad de conocerlos.
—Me alegra que tío Scrooge te aceptara, pero eso hace nuestra relación menos prohibida.
—Ambos sabemos que lo sigue siendo y que es mejor que cada quien continúe con su camino.
—Eres el padre de mis hijos, nuestros caminos están más conectados de lo que imaginas.
Della amaba a Maui, pero le era inevitable enojarse cada vez que le decía que no podían estar juntos. Sabía cuáles eran sus motivos, pero no los entendía y menos en ese momento cuando todo parecía estar a favor de ellos y del amor que se tenían. Si dependiera de ella las cosas serían muy diferentes, eso lo tenía bien en claro.
—¿Qué haremos si alguien se entera?
—Eso nunca pasara.
—No estoy tan seguro. Hoy tuvimos un desliz bastante grande.
—No volverá a pasar.
—Lo sé, me estoy asegurando de eso.
Della y Maui pasaron horas creando historias sobre un pasado para ambos, conservando algunos detalles para que pareciera más verídica y modificando otros a conveniencia. Hablaron durante horas y únicamente se detuvieron cuando el sueño venció a Maui. Della no fue consciente de ello hasta que lo escuchó roncar.
—¿Por qué me haces esto? —le preguntó Della al pato dormido —. Llevo tanto queriendo estar contigo, deseando que hagamos el amor y me sales con excusas ¿es que ya no me amas? ¿No puedes perdonarme por seguir mis sueños?
Della apoyó su cabeza sobre el pecho de Maui. No le extrañaba la rapidez con la que se quedó dormido, era una cualidad que conocía muy bien en él, incluyendo su sueño ligero, acentuado por la paternidad y el temor que le provocaba descuidar a sus pequeños, simplemente le molestaba. Poco después ella también se quedó dormida.
Maui no estaba cuando ella despertó. Lo encontró en la cocina preparando unos pancakes. Hubiera querido sorprenderlo con un abrazo en la espalda y besar su cuello, pero sabía que de hacerlo solo lograría asustarlo. Le hizo saber que era ella y lo besó, apenas un roce en el pico.
—¡Buenos días, Bella Durmiente!
—¡Buenos días, Cold Shadow!
Della abrazó a Maui, teniendo cuidado de que nada se quemara. Deslizó sus manos bajo la camisa de Maui y comenzó a trazar pequeños círculos. Sintió a Maui estremecerse bajo su tacto y lo tomó como una invitación. Él casi siempre se tensaba antes de sus encuentros íntimos.
—Los niños, podrían despertar en cualquier momento.
—¿Y? Solo te estoy abrazando. Pero si quieres hacer algo más puedes apagar la cocina y llevarme a nuestra habitación. No tienes idea de lo mucho que te he extrañado.
Della comenzó a besar el cuello y la mandíbula de Maui, deseando que este se deshiciera de su moral y dejara de resistirse a sus avances. Había pasado tanto tiempo desde que habían estado juntos en la intimidad y deseaba tanto revivir esos momentos que comenzaba a ser doloroso.
—No es correcto —le dijo Maui con dificultad.
—Creí que habíamos dejado eso atrás.
—No es solo por eso.
—¿Entonces?
Della continuó con sus besos y caricias. No le importaba que Maui se negara. Él siempre lo hacía, pero Della estaba segura de que lo deseaba tanto o más que ella y que lo único que lo detenía era el mismo tema de siempre, uno que ella no creía tuviera alguna importancia, menos cuando los hacía infelices.
—Solo déjate llevar —susurró en el oído de Maui —. Casi siempre te quejas, pero ambos sabemos que lo disfrutas.
Della se separó cuando lo escuchó quejarse. Un vistazo a su mano bastó para saber el motivo de su queja. Maui se había quemado los dedos de la mano derecha. Lo que no sabía era si fue o no un accidente.
Los trillizos y Scrooge bajaron poco después y encontraron a Maui limpiando su herida. Ella estaba molesta, pero prefirió pretender que nada pasaba. No pasaría mucho antes de que supiera uno de los motivos por los que Maui la evitaba y eso no sería lo único de lo que se enteraría pues esa información estaría acompañada de una dolorosa realidad, el tiempo no espera por nadie y eso la incluía.
Huey, Dewey y Louie se apresuraron en servir el desayuno mientras que Scrooge fue el primero en tomar asiento en la mesa y el primero en comer. Della sabía que no era solo por el encanto de la comida gratis, eran los pancakes de Maui que tanto disfrutaba.
—Della —le dijo Maui —. ¿puedes cuidar de los niños? Debo volver al trabajo.
—Claro —respondió Della, pese a que le hacía feliz pasar todo un día con sus niños, no quería alejarse de Maui.
—Llegaré antes de la cena —Maui continuó hablando —, he dejado el almuerzo preparado, solo tendrás que calentarlo cuando llegué la hora. Los niños tienen permiso de faltar a clases, pero trata de que estudien un poco y que no pasen todo el día jugando videojuegos o viendo televisión. Los números de emergencia, incluyendo el mío, están pegados en el refrigerador. No les des demasiada azúcar. Lo mismo va para ti, no se coman todos los dulces. No sé si tú o Scrooge tengan planes, pero preferiría que no hagan nada peligroso, soy detective y tengo mis medios para saber cosas. Tengan cuidado con quien le abren la puerta, preferiría que no lo hicieran, pero deja que Louie se encargue de eso. Nada de juegos en la cocina o en mi estudio, de hecho nadie puede entrar en mi estudio y eso te incluye.
—¡Son muchas reglas! —se quejó Della —, sé cuidar de mis hijos.
—No, no lo sabes. Créeme cuando te digo que uno nunca deja de aprender sobre la paternidad y que nunca se están tomando demasiadas medidas. Si van a la playa, no se acerquen demasiado al mar o se metan poco después de comer, no se coman nada que haya caído al suelo, lo digo por ti, Della, no descuides a los niños, créeme cuando te digo que son traviesos y solo necesitan de minutos para hacer de las suyas.
Cuando Della y Maui se dirigieron al comedor quedaban muy pocos pancakes. Maui tuvo que darle los suyos a Della y marcharse asegurando que debía darse prisa si quería comprar algo en la cafetería que quedaba en su camino al trabajo.
—¿Qué dicen si tenemos una aventura? —les preguntó Scrooge McDuck.
Della y los trillizos estuvieron más que felices con esa idea y lo dejaron ver de inmediato. Scrooge llamó a Launchpad para que los llevara al centro de la isla. Esto desanimó un poco a los patos que habían soñado con ir a un lugar más apartado, sensación que desapareció en el primer momento en que vieron el volcán.
—¿Iremos al volcán?
—No, iremos a la cueva que está cerca.
—Fue en un volcán como ese que Donald y yo conseguimos a Fafnir —comentó Della un tanto nostálgica. Donald y yo usamos una cuerda muy larga para bajar la canasta en la que estaba el huevo de Fafnir.
—¿Y no se rompió?
—No, porque estaba hecha de uno de los materiales más duros y resistentes.
—¿Diamantes?
—Sí. Todavía tengo esa cuerda, quizás te la muestre en un futuro, cuando visiten Duckburg.
Louie se veía bastante ilusionado ante la idea de poder ver y tocar una cuerda hecha de diamantes. Pero eso no era lo único que le provocaba curiosidad. Había escuchado en varias ocasiones sobre Donald y quería saber más de ese tío aunque dudaba que pudiera conocerlo.
—Duckburg les encantará —les dijo Launchpad y Della no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo llevaba allí. Tratándose del piloto no creía que fuera poco.
—Creí que estabas manejando —comentó Huey un tanto preocupado.
—Lo estoy, pero quise venir y conocerlos mejor.
—¿No te preocupa que choquemos?
—Descuida, tendremos un buen choque.
Della se apresuró en correr hasta la cabina del piloto y apenas pudo evitar que el avión chocará con una montaña. Era la sexta vez que había evitado que chocara a pesar de que llevaban poco conociéndolo. Saber que ese tipo de cosas eran frecuentes en él y que llevaba tiempo trabajando para su tío le resultaba extraño.
—¿Todo está bien por allá? —preguntó una vez que hizo aterrizar el avión.
—Sí, eso creo —respondieron los trillizos, se notaban mareados.
—Nada mal para ser tu primer choque.
Pese a que no había malas intenciones en las palabras de Launchpad, Della no pude evitar sentirse molesta y ofendida.
—A partir de aquí vamos a continuar caminando —ordenó Scrooge —. Launchpad, cuida el avión.
—Sí, señor —Launchpad llevó una de sus manos hasta tocar su frente.
Della y su familia caminaron una distancia considerablemente larga antes de llegar a la cueva que estaba cerca del volcán. A Della no le molestó lo largo de la caminata pese a que se aburría con facilidad. Podía pasar tiempo con sus niños y eso era lo que la hacía más feliz.
—Es una pena que Donald no viniera —comentó Della —, él era quien se encargaba de llevar nuestras cosas.
—Della —el tono de voz que Scrooge usó era condescendiente más que de reclamo.
—Sí, lo sé —se apresuró en interrumpirlo Della. Quería a Donald en su vida, pero sabía que su regreso implicaba una alta probabilidad de que perdiera a Maui.
—¿Cómo era el tío Donald? —preguntaron los patitos al unísono.
—Era un flojo, no muy listo y bastante asustadizo.
—Suena como Fafnir.
A pesar de que Scrooge no había usado las mejores palabras para referirse a Donald, Della pudo notar ciertos matices de añoranza y cariño en su voz. Ella sabía que su tío extrañaba a Donald y que lo quería, no tan en el fondo como algunos podrían suponer.
—Él nunca me dejó caer —Della prefirió hacer a un lado los pensamientos menos agradables —, incluso si saltaba desde muy alto, estaba allí para atraparme. Recuerdo la primera vez que Fafnir nos acompañó en una aventura, Donald lo llevó todo el tiempo sobre su cabeza —Della hizo una pausa para reírse —, Fafnir parecía un gorro.
—A Fafnir le gusta sentarse en la cola de papá —comentó Huey —, y siempre se apoya sobre su panza cuando tiene la oportunidad. Nosotros lo hacíamos cuando éramos más pequeños.
—¿Lo siguen haciendo?
—Somos patos grandes.
Esa noche, cuando estuvieran viendo el nuevo capítulo de la telenovela Angustias, Della comprobaría que los trillizos habían mentido. Ella decidió imitarlos, apoyarse en Maui siempre la había hecho sentir segura y cómoda. Estando con Maui sentía que ese era su lugar en el mundo y que sin importar lo que pasara, sería de ese modo.
Scrooge tomó la rama de un árbol y con ayuda de un trapo viejo y un encendedor logró convertirla en una antorcha. Los cinco patos se adentraron en la cueva, teniendo mucho cuidado con los lugares que pisaban. La oscuridad no era tan grande en ese punto, pero el suelo era engañoso.
—Tengan cuidado —les dijo Scrooge McDuck —, una caída desde aquí no es nada agradable.
Dewey no lo escuchó. Comenzó a correr y no se detuvo hasta que tropezó. Habría caído de no ser porque Scrooge logró sostenerlo del cuello de la camisa. Pese a la experiencia, Dewey no se comportó de manera prudente durante el resto de la aventura.
Della había experimentado un temor bastante grande, pero no hizo el intento de regañarlo. Ella le había dicho que podía hacer lo que quisiera y no sabía cómo llamar su atención. Donald era el prudente, el responsable, ella la aventurera y la que actuaba sin pensar en las consecuencias. Pero Donald no estaba allí y sabía que debía tomar su rol de madre.
—¿Falta mucho para llegar? —preguntó Dewey ansioso.
—Todavía nos queda un largo camino por recorrer —respondió Scrooge.
—¿Falta mucho para llegar? —volvió a preguntar Dewey después de cinco minutos.
Los trillizos se turnaron para hacer esa pregunta a lo largo del recorrido y no se detuvieron hasta que estuvieron frente a la cueva.
—Ya hemos llegado —les dijo Scrooge molesto —. ¿Están felices?
Los trillizos no respondieron. Se adentraron en la cueva corriendo y comenzaron a tocarlo todo. Saber que se trataba de una mina abandonada hizo que se emocionaran aún más. Della y Scrooge ni se demoraron en seguirlos, temerosos se lo que pudieran causar o del daño que podían hacerse.
—Nunca creí que diría esto, pero necesito que Donald esté aquí para frenarnos —se quejó Della cuando atrapó a Dewey. Su hijo había intentado subir a uno de los carritos mineros.
—Della... —la llamó Scrooge —. Sabes que Donald no volverá ¿cierto?
—Sí, lo sé —Della trató de mostrarse afligida, pero no podía. Era difícil mostrar tristeza cuando tenía a Maui y a sus hijos en su vida.
—Espero que tú y Maui no me estén ocultando nada —respondió Scrooge por lo que Della se dijo que debía ser más cuidadosa.
—Le he pedido a Maui que busque a mi hermano, sé que sigue con vida y él me prometió encontrarlo. Lamento no haberte dicho antes, pero no quería que te molestaras.
Scrooge calló. Della sabía que su tío creía que era imposible que Maui tuviera éxito en esa tarea y Della también lo sabía, ella ni siquiera le había pedido a Maui que lo hiciera, simplemente no se le ocurrió que más decir. Para ella un nombre no tenía demasiada importancia y si podía tenerlo cerca sentía que todo estaría bien.
Los trillizos no tardaron en salir de la cueva. Seguían mostrándose llenos de energía, pero un poco más conscientes de que no podían avanzar solos.
—Tío Scrooge —lo llamó Huey —, ¿estás seguro de que esa antorcha nos bastará?
—Concuerdo con Huey, no podía ver más allá de mi pico.
—Despreocúpense, tengo todo calculado.
Della notó que sus hijos no dijeron nada pese a que no se veían del todo convencidos. Esa expresión desapareció cuando entraron en la cueva. En las paredes habían unos cristales que se alimentaron de la luz de la antorcha y la multiplicaron de tal modo que resultaba difícil creer que parecía que se estaba en medio de un campo y no en el interior de una cueva.
Los tres emitieron un sonido de sorpresa e intentaron tomar uno de los cristales. Pese a que los hermanos estaban haciendo lo mismo, Della podía notar que sus motivos eran diferentes. Verlos le hizo pensar en Donald, Fethry y en Gladstone. No solo sus colores eran parecidos, sino que también había algo en ellos que resultaba similar.
—Me gustaría ver a Fethry y a Gladstone cuando regresemos a Duckburg. Apuesto a que estarán felices de verme y de conocerlos.
—Lo dudo mucho. Fethry es un bicho raro y molesto mientras que Gladstone es un bicho molesto y flojo.
—Eres muy duro con ellos —le regañó Della —, los dos son muy agradables cuando los llegas a conocer.
—Solo soy sincero —le dijo Scrooge antes de dirigirse a los niños —, entenderán de lo que les hablo cuando los conozcan.
Los trillizos celebraron la idea y Della creía saber el motivo. Por mucho tiempo ninguno de ellos había conocido a más familia aparte de Maui y creía natural el que quisiera conocer a más parientes.
Dewey activó varias trampas. Era el hermano más curioso de todos y no podía simplemente ignorar el peligro. Della pensó en lo mucho que los dos se parecían y pensó en qué haría Donald en su lugar. La idea de regañarlo pasó por su mente, pero no se creía capaz de hacerlo. Ella no quería ser la mamá mala.
—La próxima vez traeremos a Maui.
—Niña, comienzas a preocuparme.
Della tenía una sospecha sobre lo que Scrooge quería decirle y quiso cambiar de tema. Maui había insistido muchas veces que él no era Donald y Della sabía la verdad. Scrooge decía que había descartado esa teoría, pero sabía que de indagar podría confirmar algo que sospechó en el pasado. Della amaba a Donald de una manera poco fraternal y seguía haciéndolo a pesar de todo.
—Solo soy una mujer enamorada que quiera recuperar el tiempo con su familia.
—¿No crees que Maui y Donald se parecen demasiado?
—Para nada —respondió Della tratando de contener la risa. Mentalmente se dijo que era mejor que su tío Scrooge no supiera la verdad —. No tengo brother issues si es lo que piensas.
—Habla más claro, niña, que no te entiendo.
—Que no tengo ningún complejo de hermano ni busco un novio que se parezca a Donald. Si le dieras una oportunidad a Maui verías que son muy diferentes.
Scrooge no respondió y Della no supo cómo tomarse esa reacción. Sabía lo sorprendido que estaba cuando le dijo que sería madre y no lo culpaba. Todas sus relaciones anteriores habían sido con chicas, al menos solo las que fueron del conocimiento de su tío. Della había estado mucho tiempo enamorada de un pato en secreto y sabía que por el bien de los dos era mejor quede nadie supiera de ello.
Donald y sus hijos era un pensamiento frecuente mientras estaba en la luna. La soledad la estaba volviendo loca y en más de una ocasión se descubrió teniendo sueños lúcidos en los que estaba de vuelta en la Tierra, contándole a sus hijos sobre su aventura en el espacio y la estrella que bautizó mientras que era abrazada por el pato al que amaba.
Continuaron caminando, ambos preocupados por mantener a los niños a salvo. Solo se detuvieron cuando llegaron al corazón de la selva y se encontraron con el tesoro que Scrooge McDuck buscaba.
Louie fue el primero en tomarlo a pesar de las advertencias de su tío abuelo. Estaba tan fascinado por su valor que no pensó en posibles trampas. Una piedra redonda los obligó a salir corriendo. No todos hubieran salido con vida de no ser por el muro que Scrooge y Della derrumbaron.
—Niño, la próxima vez debes ser más prudente —le regañó Scrooge para luego reírse —, no tienen idea de cuánto extrañaba estas aventuras en familia.
—No le digan nada a Maui —les dijo Della con una expresión seria poco usual en ella —, no hicimos nada malo, pero no lo entendería. Es demasiado apegado a las reglas.
Los niños asintieron, deseosos de repetir la experiencia lo más pronto posible.
Esa noche Maui preparó palomitas y pidió pizza. Della había insistido en ver una película de terror, pero al final fue Maui quien logró apoderarse del control de la televisión por lo que vieron su novela favorita en Duckflix.
—¿Todavía siguen dando esa novela?
—Sí, aunque todavía no confirman la vigésima temporada el próximo mes harán un especial con los mejores capítulos y luego harán las retransmisiones.
—¿De qué me he perdido?
—De mucho, resulta que Percival tenía un hermano gemelo igual a él y con su mismo nombre a quien conoció después de una invasión alienígena. Lograron escapar, pero ninguno supo que hicieron clones de ellos con superpoderes.
—Mi capítulo favorito es en el que aparece el Paperinik de una tierra alterna y se encuentra con su yo de esta dimensión que era un ninja— Louie imitó los movimientos de un ninja —. El paperinikverso fue mi temporada favorita.
—¿Qué hay de los zombis? —preguntó Della con tono bromista, no recordaba que la novela fuera así.
—Decimoctava temporada, pero ellos los llamaban los cadáveres reanimados. Los zombis estaban de moda en ese entonces —agregó Huey.
—Mi temporada favorita es la doceava, es la que tiene más musicales —agregó Dewey.
—¡Tenemos que ver esa! —comentó Della notablemente emocionada.
Maui buscó en el catálogo de Duckflix la temporada que Dewey y Della habían pedido. Huey y Louie no estaban de acuerdo con la idea y él tuvo sus dudas cuando Della y Dewey comenzaron a cantar. No era que lo hicieran mal, era que lo hacían a cada rato. En esa temporada cantaban cada cinco minutos, Dewey y Della también lo hicieron, incluso cuando no se sabían la letra de la canción.
Louie fue el primero en quedarse dormido. Él se apoyó en el regazo de su padre y bastó un parpadeo para que se sumergiera en el mundo de los sueños. Dewey y Huey no tardaron en imitarlos, ambos demasiado agotados después de un día lleno de emociones y aventuras.
—Son tan lindos —comentó Della —, desearía poder inmortalizar este momento.
Maui le señaló su teléfono celular y Della se mostró confundida al principio.
—No tiene botones y no se parece en nada a una cámara.
—Han pasado muchas cosas le dijo Maui mientras tomaba su teléfono —, acércate para que puedas salir en la fotografía.
Della obedeció pese a no estar muy segura de lo que Maui hablaba. No tardó en comprender a lo que se refería cuando vio la imagen de su familia en la imagen de un artefacto que le era totalmente desconocido.
—Los teléfonos de ahora son más prácticos de lo que solían ser, también son cámaras, calculadoras, grabadoras, casi todo lo que puedas imaginar. Lo más útil es el internet.
—El ¿qué cosa? —preguntó Della notablemente confundida.
—Deja que te lo muestre.
Cuando Della dejó la tierra existían los teléfonos celulares, pero estos solo servían para hacer llamadas, enviar mensajes y jugar el juego del gusanito. Ver todo lo que podía hacer Maui con el suyo fue algo que la dejó sin palabras, pero que aprendió a dominar con rapidez debido a lo mucho que le gustó. El Internet fue su parte favorita.
Ambos fueron a dejar a los niños al dormitorio antes de que Maui continuara explicándole a Della las cosas que habían cambiado durante su ausencia.
—¿Qué puedo encontrar en esa cosa?
—Todo lo que puedas imaginar y más —fueron las palabras de Maui antes de retirarse, alegando que estaba cansado —. Puedes quedarte con mi teléfono todo lo que quieras, pero no te desveles.
Della planeaba hacerlo incluso si Maui no estaba de acuerdo. El teléfono le había gustado y mucho por lo que estaba dispuesta a explorarlo en su totalidad. Eso sin contar que no tenía sueño. Si bien era cierto que solía aburrirse con interés también lo era lo fácil que podía obsesionarse con algo cuando le interesaba y ese era el caso.
La galería fue una de sus partes favoritas. Ver tantas fotografías de sus hijos la habían enternecido y lastimado en igual manera. Tantos momentos hermosos en los que no pudo participar y todo por un momento de imprudencia. Después de ver todas las fotografías decidió hacer algo diferente.
Della estuvo viendo varios videos hasta que se aburrió y decidió comprobar que tan cierto era lo que el detective le había dicho. Encontró mucho más de lo que buscaba. Intentó ser más específica y los resultados fueron más que satisfactorios. En el pasado había tenido problemas para encontrar esa clase de videos, tener tantos a su disposición la hacían muy feliz y deseosa por verlos todos cuanto antes.
La batería no se lo permitió. Esta se agotó y el teléfono celular se apagó. Decidió pedirle a Maui que solucionara el problema, pero esa idea quedó olvidada cuando lo vio hablando por el teléfono de la casa. Hasta ese momento no había sido consciente de que había amanecido.
—Herneae, te amo.
Della se quedó inmóvil al escuchar esas palabras y por primera vez fue enteramente consciente de una realidad que no quería aceptar. El tiempo no espera por nadie y eso la incluía a ella.
