Capítulo 9: Auto control


—¡Feliz día del sexo anal! —le dijo Della notablemente emocionada.

—Ese día no existe —respondió Donald sin apartar la vista de su tarea.

—Sí lo hace y es hoy, 18 de abril —Della le mostró una página de internet que apoyaba sus palabras —. ¿Sabes lo que eso significa?

—¿Qué en este mundo hay toda clase de locuras y que es probable que creen un día tonto como el día de las festividades?

—Tal vez, pero no me refería a eso. Debemos cumplir con la tradición.

—¿Cuál tradición?

—¡Sexo anal! ¡Sexo anal!

Donald se apresuró en callar a Della. Colocó su mano sobre su pico y su mirada se posó sobre la puerta, temiendo que alguien entrara en cualquier momento. No dejó ir a Della hasta que ella lo mordió.

—Tío Scrooge está en una aventura con la agente 22 y Duckworth salió a llenar la despensa. Tenemos toda la tarde para nosotros ¿Qué dices? ¿Lo hacemos en la biblioteca o en nuestra habitación?

Donald comenzó a reírse a carcajadas.

—Casi te creo, que buena broma.

—No lo es.

—Admito que tienes mejores bromas, pero no es tan mala.

—Hablo en serio, deberíamos tener sexo anal, incluso compré un juguetito para la ocasión.

Donald estuvo cerca de desmayarse cuando vio el consolador que su hermana tenía entre sus manos.

—También tengo lubricante.

—No puedes hablar en serio.

—¿Por qué? Ya somos grandes y podemos hacer cosas de grandes.

—Tener dieciocho años no te convierte en un adulto y somos hermanos, los hermanos no tienen sexo.

—Aburrido —se quejó Della.

Donald creyó que Della se iría, pero no fue así. Cerró la puerta y regresó a su lado. Estaba por preguntarle qué planeaba hacer cuando la vio sentarse sobre su regazo y comenzar a besarlo.

—¿Qué haces? —Donald tenía problemas para hablar, más de lo usual.

Della sujetó las manos de Donald y las colocó sobre su propio trasero y las movió de la manera en que le gustaba que la acariciaran.

—¿No es obvio? —le preguntó con voz pícara —. Déjate llevar, sé que también lo deseas.

—No-No es c-correcto —tartamudeó Donald.

—¿Acaso eso importa? —Della comenzó a besar el cuello de su hermano, sabía lo mucho que le gustaba —, no puedes decir que no te guste, tu cuerpo te delata.

Donald se sintió avergonzado al entender lo que Della había insinuado.

—Solo déjate llevar.

La imagen de Della comenzó a deformarse. No era una mujer, era una cosa amorfa lo que Donald veía, con enormes colmillos y unos ojos brillantes. Era enormey Donald tuvo miedo. Llevó sus manos hasta el cuello de ese monstruo, o lo que creía que era su cuello y lo apretó con fuerza. Sentir unas uñas clavarse en sus brazos no lo hizo detenerse, la voz de Della sí. Fue en ese momento que Donald fue consciente de lo que realmente pasó.

—Della, Della ¿estás bien?

Della toció durante varios segundos, tiempo que le resultó eterno a Donald. Seguía teniendo miedo, pero la causa era diferente. Nunca se perdonaría si Della resultaba herida por su culpa.

—¿Qué fue eso? —le preguntó Della.

—Lo siento —fue todo lo que pudo decir.

Della llevó sus manos hasta sus mejillas y fue hasta ese momento en que fue consciente de que había estado llorando.

—¿Confías en mí?

Donald asintió sin pensarlo. Confiaba en ella ciegamente, aunque muchas de sus actitudes le parecieran un poco extrañas. Odiaba que lo tocaran, sin embargo eso raramente pasaba cuando se trataba de Della.

—Desearía saber qué es lo que tanto te altera —Della deslizó sus manos sobre su abdomen, no había nada sexual en su toque —, saber qué o quién te hizo tanto daño.

Donald despertó sobresaltado. Llevó sus manos hasta su cabeza y comprobó que sus plumas se encontraban cubiertas de sudor. No entendía por qué había tenido esa pesadilla. Admitía que seguía sobresaltándose cuando lo tocaban por la espalda sin previo aviso, pero gracias a Della y la terapia podía lidiar mejor con el contacto físico y las muestras de afecto.

Decidió ir a tomar un vaso de leche, esperando que eso lo ayudara a dormir. Quería pensar que todo se trataba de un mal sueño, un recuerdo que cobró fuerzas por los hechos recientes. En el fondo sabía que no era así. Tiempo atrás había tenido un sueño similar y fue el día en que supo cuál era la raíz de todos sus problemas.

No esperaba encontrarse a Della en la cocina. Verla hizo que el sentimiento de culpa se hiciera más intenso. Donald desearía que su sueño hubiera sido únicamente una pesadilla, pero sabía que no lo era, él había intentado asfixiar a Della en medio de un ataque de pánico.

—¿Problemas para dormir? —le preguntó Della.

—Un mal sueño —Donald pensó que no tenía sentido intentar mentirle a Della. Ella lo conocía demasiado bien y él no se sentía con la capacidad para mentir.

—¿Quieres hablar de ello? —Della le extendió un vaso de leche y se sentó a su lado.

—Recordé cuando éramos jóvenes ¿por qué me perdonaste?

—Te conozco y sé que nunca me lastimarías intencionalmente.

—Pero...

—Fue mi culpa que te lastimaran —lo interrumpió Della —, tenías razón, nunca debimos ir a ese sitio.

—Tú no hiciste nada malo —si bien era cierto que hubo momentos en los que Donald culpó a Della también lo era que nunca llegó a odiarla realmente. En el fondo sabía que otros eran los culpables y le agradecía por haberlo cuidado cuando más lo necesitaba —. Son más las cosas buenas que has hecho por mí, gracias a ti he podido controlar mi temor a ser tocado y me diste a tres maravillosos hijos.

Della se rió un poco al escuchar esas palabras. No obstante su sonrisa era débil y seguía manchada por el sentimiento de culpa.

—¿Puedo dormir contigo? —le preguntó Della. No había segundas intenciones en sus palabras.

Donald accedió. No sabía si lo hacía por ella o por él, pero sí que ambos lo necesitaban. Esa noche durmió sin pesadillas.

Maui se despertó por el sonido del despertador. Lo lanzó con fuerza contra la pared y se preparó para seguir durmiendo cuando recibió una llamada de la directora, confirmando lo que le había dicho poco antes. Se levantó aún afectado por el sueño y no tardó en resbalar con las cobijas y caer de cabeza.

Maldijo por su mala suerte provocando que Della despertara y comenzara a reírse a carcajadas.

—Clásico de Donald.

Donald le sacó la lengua desde el piso y se apresuró en despertar a los niños. Como ellos se negaban a obedecerle, los envolvió con una sábana y los llevó hasta la tina. Ninguno de los tres dejó de quejarse durante el baño o mientras los vestía.

—Pero no es justo —se quejó Dewey —. No podemos ir a clases, hay muchas cosas que podemos hacer con mamá.

—Recibí una llamada de la directora, dice que si continúan faltando deberá tomar medidas.

—¿Y? —insistió Dewey —. ¿Qué puede ser más importante que mamá?

—¡Dewey! —le reclamó Maui. Su rostro lucía una expresión seria que pocas veces usaba con sus hijos o con Della.

—Papá tiene razón —intervino Huey, era la primera vez que consideraba lo que su padre les había dicho, no obstante podía notarse que parte de él seguía del lado de sus hermanos —, si seguimos faltando, podremos perder el año.

—¡Huey! —le reclamó Dewey, parecía ofendido —. ¿No piensas decir algo, Louie?

—¿Seguro de que no podemos faltar un día más?

—Della ¿podrías traer las mochilas? —le dijo Maui con expresión seria —. Las que preparamos ayer.

No era común que Della hiciera lo que Maui le dijera, pero en esa ocasión lo hizo. Quería demostrar que podía ser una buena madre y sabía que, aunque era doloroso, sus hijos debían retomar las clases.

—Sé muy qué te vas y no piensas hablar y que al menos pretendes no regresar, pero vida déjame que te bendiga porque así es la vida y sé que volverás, que ha llegado el momento en que quieres volar, comparar otros besos y formas de amar, soy humano y lo entiendo, no detengo tus anhelos de probar la libertad.

—¿Della?

Maui nuevamente cargó a sus hijos, a los tres al mismo tiempo pese a que Huey había aceptado ir a clases y los llevó hasta el carro. Della lo siguió, evitando cualquier intento de los trillizos por escapar. Mentalmente se preguntó cuántas veces se había repetido ese escenario y se lamentó por todo el tiempo que pasó lejos de su familia.

Dewey y Louie no dejaron de quejarse durante el camino. El que el tránsito estuviera regulado tampoco ayudaba mucho. Era poco lo que avanzaban en mucho tiempo y menos el tiempo que faltaba para que iniciaran las clases.

—Es una señal de que no debemos ir a clases.

Maui presionó la bocina con fuerza. Sabía que eso no lo ayudaría a salir de la situación, pero necesitaba sacar un poco de la frustración que sentía. El pato estaba considerando seriamente dejar su carro en medio de la calle y acudir a Cold Shadow para llevar a los patitos a la escuela.

Decidió llamar a la escuela y notificar su retraso pues sabía que era imposible el que llegaran a tiempo y lo último que deseaba era que sus niños reprobaran por algo de lo que no eran culpables.

—Descuide, señor Mallard, los profesores tampoco han podido presentarse por lo que he cancelaron las clases de hoy.

Esa noticia debería haber hecho feliz a Maui, pero no lo hizo. Todo en lo que podía pensar era en que sus esfuerzos fueron en vano y en lo que le costaría salir de ese sitio. Golpeó su cabeza contra el volante y dijo una serie de palabras bastante censurables.

—¿Pasó algo malo? —preguntaron los trillizos asustados.

—¿Qué pasó? —Della también se vio asustada.

Maui se sintió culpable. Contó hasta diez en un intento por controlar su temperamento. Después de llegar a 59 se sintió listo para hablar.

—Las clases se cancelaron —los trillizos comenzaron a celebrar —, llamaré a Hanna y le pediré que me presté los cuadernos de Joshua. No piensen que podrán seguir evadiendo sus responsabilidades.

Huey fue el único que no se mostró decepcionado por esas palabras.

—Su madre y yo nos encargaremos de que se pongan al día con la materia.

Della les mostró el pulgar en un intento por mostrarse optimista. Ciertamente no le hacía mucha ilusión pasar el resto del día estudiando, pero entendía que no todo era diversión en la maternidad y realmente quería aprender a ser una mejor madre.

Joshua no tuvo problemas en prestarle sus cuadernos y libros a los trillizos, al contrario, insistió en que podían tenerlos todo el tiempo quisieran. Maui no necesitaba ser detective para saber el motivo de esa amabilidad. Si bien era cierto que Joshua era amigo de los trillizos también lo era que había encontrado una excusa para no estudiar.

Maui cumplió con su palabra. Estudiaron hasta la hora de la cena y los recreos que tomaron fueron pocos, algunos de ellos fueron para que pudieran comer algo y recuperarán energías. Ver que Della fue la primera en dormirse no le sorprendió, la conocía lo suficiente para saber que solía aburrirse con facilidad, en especial cuando estudiaba, muchas veces lo había hecho terminar las tareas de ambos, pero nunca reprobó ningún examen y Donald sabía que ella no solía hacer trampa.