A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su última entrega. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad, dado que no volveré a poner estas respuestas en mi profile.

¡MONTÓN DE GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA¡Gracias Firts Ayanami y Sonomi por el tiempo que se dieron para leer y corregir mis locuras!

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. El Personaje de Shiori pertenece a Rumiko Takahashi y sufrió algunas modificaciones por el beneficio de la trama. No estoy sacando beneficio económico de este escrito: nada más hago esto para relajarme y entretener a mi imaginación, eso es todo.

ADVERTENCIA.

Del Manual del Villano Para la Malvada Conquista de la Galaxia, Artículo Duodécimo: Uno de mis consejeros será un niño normal de cinco años. Cualquier fallo en mi plan que sea capaz de detectar el pequeño, será corregido antes de ser llevado acabo… evitándome así el molesto comentario: "¡Hasta un niño lo habría notado!"

Cualquier coincidencia con la realidad, con situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 2:

Profesores de Reemplazo.

Estancias de Athena.

3 días antes del inicio de clases.

Saori estaba echada en el suelo, leyendo algunos mails que había impreso. Shun, Seiya y Hyoga le habían escrito con entusiasmo, llenándola de ánimos y esperanzas. Shiryu también le había escrito, y aunque en su carta no faltaban las muestras de cariño y apoyo, ésta estaba llena de las típicas formalidades que lo caracterizaban. Había una referencia a Ikki: al parecer Shun había logrado que al menos le enviase un parco saludo en una pequeña nota al pie en su propio mail.

Todo un logro para Shun, por si me lo preguntan.

Niké entonces estiró una de sus alas en toda su extensión, y luego hizo lo mismo con la otra, como para desperezarse. Es que estaba extrañada que Saori no le prestara ni la más mínima atención. Se había colado a la habitación hacía no menos de 5 minutos, seguramente huyendo de Idril, pues era la hora de su baño. La pequeña se había echado en el suelo en la misma posición que Saori y la observaba con atención. Athena quedó mirando a la pequeña, se sopló el flequillo y le sonrió.

"¿Te caíste de nuevo? Tienes las manitos raspadas."

"Zí… pero me lebanté zolita y no lloré." Explicó la pequeña con orgullo.

"Debes andar con cuidado, Niké. No me gustaría que te cayeras de nuevo por las escaleras." Le recordó Saori. La niña abrió los ojos como platos.

"No, yo no kaerme otra bez." Gimoteó. Entonces parpadeó con dulzura. "Azena se ve kontenta. ¿Ta Feliz?"

"Entusiasmada." Saori se agachó al nivel de Niké y se acercó a ella. "¡Es Que En Tres Días Más Iré Al Colegio! No Sabes Lo Contenta Que Estoy¡Iré Al Colegio!" Niké aplaudió con las manitos.

"¿Niké puede ir también?" Preguntó con los ojos brillantes de ilusión. Entonces un par de brazos la levantaron en el aire. Saori se puso de pie.

"Esta Ranita aún está muy pequeña para ir a clases, y sin duda no podrá asistir si no toma su baño." Dijo Idril de improviso. Niké suspiró derrotada y no ofreció resistencia. "Gracias, Princesa, por distraer a Niké."

"No es nada Idril¿Quieres que te ayude?"

"Mami Idril atrapó a Niké…" Gimió la pequeña con un puchero.

"No será necesario. Pero si quiere acompañarme por mientras le doy el baño a la niña, no tengo problemas." Idril acomodó a la niña en sus brazos y se dispuso a salir. "A ver si charlamos así un rato." Saori se apresuró a seguirla.

"¡Espera un poco, Idril!"

Y tras los acelerados pasos de Saori, las puertas de sus estancias se cerraron con calma.

Afueras de la Secundaria.

3 días después. Primer día de clases.

"Eusebio¡No Quiero Problemas Este Año! Si Llego A Escuchar Que De Nuevo…"

Un papá bastante corpulento le advertía con severa firmeza a su flacucho hijo sobre sus expectativas de comportamiento. El hombre no se veía ni era agresivo, pero sí un poco rudo. Ambos estaban justo de pie en la entrada del colegio, momentos antes de entrar a clases. El chiquillo, rojo de la vergüenza, tenía el ceño fruncido e irradiaba mala leche, mientras su padre, indiferente a esto, le aleccionaba con bruto cariño sobre como debía comportarse. Sabía perfectamente que el hecho de haber llevado a su hijo a clases lo avergonzaría frente a sus compañeros, pero no había hecho esto solo para dejarlo en ridículo… aquél padre tomó esa decisión PARA ASEGURARSE que el crío se quedase dentro del colegio.

"¡Viejo! Ya No Me Sigas Dando Lata. ¡Si Me Porto Mal Es Problema Mío! Déjame En Paz Y…"

El muchacho debía bordear los 14 años y digamos que no era muy fácil de manejar (es que a esa edad y llamarse Eusebio…). Al contrario de su papá, era muy delgado y tenía una muy mala actitud. Recibió un zape en la cabeza.

"Claro Que Es Problema Mío. ¡Tuve que hacer malabares para que no te expulsaran el año pasado¿Acaso te piensas que será muy fácil meterte en otro colegio? Agradece que me preocupo por ti."

"¡Entonces No Te Preocupes Tanto Y Estaré…!"

Padre e hijo se quedaron mudos de la impresión, con la boca semiabierta y los ojos como platos. Su interesante conversación paterno–filial se había visto interrumpida de pronto. Es que justo en ese instante, los dorados, ajenos a esta rutinaria discusión, hicieron entrada en el colegio. No es que se vieran muy impresionantes, no llevaban sus armaduras, pero… entre ellos iba Shaina, sin su máscara (nada feliz al respecto)… y digamos que…

"¿Es esa una profesora?" Preguntó el papá del muchacho, con la vista fija en la espalda de Shaina.

"¡Ojalá Que Sí!" Eusebio cruzó los dedos y miró suplicante al cielo. Su padre le palmeó el hombro.

"Te dejo. ¡Pórtate Bien! Vendré por ti a la salida." Balbuceó mientras tomaba aire, una vez que la amazona se perdió al interior del edificio. Retrocedió y se fue como anestesiado, sin saber lo afortunado que había sido.

Es que si Shaina se llegaba a enterar de que le habían estado mirando la espalda… ¡Auch!

Como siempre, el primer día de clases del año escolar comenzaba más temprano para los profesores que para el estudiantado. Mientras la gran mayoría de los alumnos apenas comenzaban a despertar, era normal que sus maestros ya se encontrasen en el establecimiento. Ese día no fue la excepción, a vista y paciencia de quien prestase atención, el colegio tenía la usual y normal actividad de un primer día de clases después de las vacaciones de verano, pero en verdad… las cosas eran muy diferentes.

Ese día llegaban profesores nuevos. Nada del otro mundo, pero al mismo tiempo sí… es que no todos los días se veían profesores como los que estaban entrando, tal como pueden atestiguarlo Eusebio y su papá. No obstante, pese a que el contingente masculino pareció detenerse en el tiempo al ver a la amazona, sin lugar a dudas las más contentas eran las alumnas y profesoras.

"Mira Eso ¿Ya les viste?"

"Son los nuevos maestros. Eso sí que da ganas de poner atención en clase."

"Imagínatelos en ropa deportiva."

"¡O en traje de baño!"

"¡Ay Mamacita¡Ese bombón se nos derrite al sol!" Sip. Este fue un chiquillo y el piropo fue para Shaina.

Los poco disimulados comentarios de los alumnos en general no pasaron desapercibidos para los dorados. Alde caminaba orgulloso entre el grupo: se había estado preparando toda la semana para este momento. Shura, Máscara y Shaina se veían taimados y comenzaban a cohibirse. Afro tenía una profunda mueca de disgusto en el rostro. Shion iba caminando un poco más adelante, junto con Saori y Argol, tratando de lucir todo lo indiferente que podía. El grupo se dirigía a las oficinas del Rector del establecimiento.

"Esto no es una buena idea." Gruñó Shaina.

"¿No se supone que deberían estudiar y no fijarse en nosotros?" Se lamentó Shura.

"Son niños normales, no se les puede pedir mucho. ¡Me Late Que Será Una Gran Misión!" Exclamó Aldebarán.

"Habla por ti." Rezongaron Afro y Máscara al mismo tiempo.

"Atrás, silencio y no me hagan ir hasta allá." Gruñó Shion de mala gana.

"Shion, les cohibirás más, déjalos tranquilos." Rió Saori con entusiasmo. Argol se llevó las manos detrás de la nuca y bufó.

El Patriarca sólo se limitó a sonreír y seguir caminando. Los santos que lo acompañaban, a excepción de Aldebarán, se veían como recién salidos de un velorio. Saori en cambio tenía los ojos muy abiertos y miraba en todas direcciones, sin querer perderse nada. El grupo siguió caminando hacia la oficina del Rector. En su camino, pasaron junto al salón de Maestros… cuya puerta se encontraba semiabierta. Unos ojos muy grandes vieron al grupo, y llenos de emoción y entusiasmo, brillaron en la penumbra. La puerta se cerró en ese instante de golpe y sin disimulo.

Salón de Maestros.

Antes de explicar qué ocurrió justo después del portazo, es necesario que nos transportemos unos minutos antes, para ver qué sucede en los misteriosos terrenos del salón de Maestros.

Es que el cuerpo de profesores estaba tan curioso como los alumnos. Ellos tenían noticias de los recién llegados desde hacía semanas, al contrario de los alumnos, que apenas se venían a enterar ese día. Cada uno tenía sus distintas teorías, que en esos momentos eran puestas a prueba y análisis de los distintos grupillos. Es que tan extrañas contrataciones los tenían curiosos.

"¡Ya no puedo esperar a conocer a los nuevos!" Exclamó Melissa, una de las profesoras, con bastante picardía.

"Creí que se te hacía raro que los hubieran contratado de sopetón y sin pedir entrevistas." Comentó Josefa, otra de las profesoras, mientras bebía un sorbo de su té. "Algo poco transparente."

"No Lo Niego, Se Me Hace Como Muy Corrupta La Situación, Pero ¡Dicen Que Son Guapísimos!" Explicó con entusiasmo. Josefa volteó los ojos.

"Es bueno ver nuevas caras, sean las circunstancias que sean, pero no te entusiasmes tanto, Melissa: no creo que los nuevos sean algo del otro mundo." La regañó con calma y mesura. La chica suspiró apenada. "Lo que sí, se me hará raro no ver más al Señor Constantino."

"Sí… es verdad." Melissa cambió la expresión de su rostro por una más suave. "Algunos de los niños ya me preguntaron por él cuando llegué esta mañana." Aquella profesora se dejó caer en el respaldo de su silla. "Me dio una pena terrible decirles que había fallecido durante las vacaciones."

"No era de sorprender, el Señor Constantino estaba bien, bien, pero bien viejito: tenía como 87 años. Creí que no tenía más de 60." Aclaró Josefa. "Le extrañaré… aunque… Me pregunto como será el nuevo conserje."

"Es alto y joven." Dijo una tercera profesora. Melissa y Josefa se fijaron de inmediato en ella y la observaron con curiosidad.

"¿Ya le viste, Shiori–san!" Preguntaron ambas al mismo tiempo. La aludida asintió con la cabeza, apenas levantando la mirada del librito que estaba revisando.

"Ajá. Ya le vi."

"¿Como es? Dijiste que era joven." Le incitó Melissa.

"¿Qué tan joven?" Añadió Josefa con entusiasmo.

"Ya les dije. Es alto y joven." Shiori asumió una actitud pensativa. "Debe tener unos 25 o 26 años."

Tanto Melissa y Josefa acercaron sus sillas hasta el puesto que ocupada Shiori. Esta profesora era japonesa. Había llegado a finales del año anterior, en reemplazo del anterior profesor de Latín. Sé que en estos momentos se están preguntando qué rayos hace una japonesa enseñando Latín, y están en todo su derecho. La única respuesta que puedo darles al respecto, es que lisa y llanamente era su lengua muerta favorita. Shiori era filóloga y lingüista; sabía bastantes idiomas. Era muy simpática, aunque como buena japonesa, cauta y reservada. No, no era tímida. En lo más mínimo.

"Dinos Shiori–san ¿Es guapo?" Preguntó Melissa, quien enseñaba matemática, con un juvenil entusiasmo.

"¡Melissa!" Le recriminó Josefa, que enseñaba química. "No te hagas de tantas ilusiones: Es tan solo el conserje. Déjalo tranquilo."

"Josefa, dices eso porque no lo has visto." Rió Shiori con una enigmática sonrisa. "La belleza está en los ojos de quien la observa y lo más importante… las apariencias engañan." Añadió como si supiera algo.

"Ya saliste con tus refranes extraños… pero te haré caso: la última vez tenías razón." Rió Josefa nerviosa. Entonces apoyó la cabeza en una de sus manos. "Hablando de la belleza en los ojos ajenos… ¿Cuándo mostrarás un poco más de piel?" Shiori, que no se esperaba la pregunta, tragó saliva y soltó su librito. Una gotota orbitó su cabeza.

"Este… Josefa, sabes que no puedo… Tengo la piel sensible a la luz: no quiero que se me despelleje." Explicó tensa, antes de sumirse en silencio. "Feh."

La chica se cruzó de brazos y miró hacia otro lado. Lo que decía Shiori era verdad: por una especial condición genética, su piel era hiper sensible a la luz solar. No, no era de aquellas personas que deben vivir a oscuras, pues podía perfectamente estar bajo el sol si tomaba las debidas precauciones del caso, como usar bloqueadores, cremas medicadas y tratar de exponerse lo menos posible. Por esta razón siempre usaba ropa muy cerrada (aunque de alguna manera se las ingeniaba para estar a la moda y verse estupenda) y la única piel que mostraba era la de su rostro. Es que si se le pasaba la mano con el sol, su piel se irritaba mucho: en una ocasión se había pescado una fea dermatitis. Era extraño lo que le pasaba, pues no era paliducha… al contrario, Shiori tenía una suerte de envidiable tostado natural permanente. Por otro lado, tenía que usar lentes de contacto y gotas para los ojos. Melissa, al ver la incomodidad de Shiori, se puso de pie con estruendo.

"Josefa, ya no la molestes." Le pidió con alegría. "Sabes bien que Shiori–san no puede…"

"¿Hoy no llegaba también esa chica nueva?" Interrumpió Shiori, para cambiar el tema, el cuál le resultaba así tanto sensible. "Ya sabes, la que criaron en casa. La nieta de ese magnate japonés…"

"Sí, llega hoy." Aseguró Melissa. "Espero que se integre bien: le tocó un grupo muy complicado…"

"Más le vale a la pobrecilla salir rápido de la burbuja y adaptarse al grupo." Suspiró Josefa preocupada. "Aunque por fortuna no quedó en el curso de Eusebio y su pandilla."

"No sé si el grupo de Bella es un consuelo." Reclamó Shiori con el ceño fruncido. "Arderá Troya si…"

En esos momentos, fue que la puerta del Salón de Maestros se cerró con estruendo, llamando la atención de todos quienes se encontraban en su interior. Romina, la profesora de Lenguaje, agitaba las manos con entusiasmo.

"¡Oigan todos! Acabo de ver pasar a los nuevos. ¡Iban a la oficina del Director!" Exclamó sin que mermase su expectación.

Nada más eficaz que este anuncio para atraer la atención de todos los profesores, que comentaban justamente este detalle. La gran mayoría se acercó a Romina para obtener más detalles y pedir información sobre los nuevos. Ninguno de ellos siquiera sospechaba que eran dorados.

Josefa y Melissa intentaron arrastrar a Shiori hasta Romina, pero la chica prefirió tomarse su tiempo. La dejaron tranquila y sin esperar más, se dejaron llevar por el grupo. En cambio, Shiori se acercó a una planta muy grande que había allí… la cuál parecía gemir con desconsuelo.

"Geraldo… ¿Estás allí?" Llamó Shiori en voz baja, pero sólo provocó que planta temblase como de miedo. "¿No saldrás?" Nada, la planta se quedó quieta, aunque gemía. "Ya Tranquilo, amigo mío, no es para tanto." Shiori puso cara de pena cuando la planta estalló en llanto. Una gota le orbitó la cabeza. "Seguro que uno de los profesores nuevos te reemplazará¡Estoy segura!" Trató de consolar Shiori a este extraño vegetal.

"¡El Año Pasado Me Dijeron Lo Mismo!" La 'planta' gimoteó entre nerviosos y estresados hipos. Shiori suspiró resignada. "¿Y Si No Me Reemplazan?" Una cabeza emergió de entre las hojas. Era un profesor de gruesos anteojos y aspecto enfermo. "¿Qué Tal Si No Es Así?" Se llamaba Geraldo, y el pobre se veía más destrozado que avión aterrizado por Al–Qaeda. "¡No Sobreviviré Otro Año Con Esa Bola De Primates!" ¡Es que los nervios parecían carcomerle el alma! Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Shiori le sonrió y le palmeó el hombro.

"Te aseguro que es el maestro definitivo." Shiori puso una sonrisa misteriosa. "Lo sé de buena fuente. La suerte te sonríe este año."

Oficina del Rector.

Afueras.

Saori estaba sentada muy quieta y algo aprehensiva, en una banca justo afuera de la oficina del Director, el Señor Tersites Yannos. Shura estaba con ella, pero ambos se mantenían en silencio. La secretaria no podía quitarle los ojos de encima al extraño par… bueno, quizás quien llamaba más la atención era Shura y no Athena, pero el asunto es que intentaba por todos los medios disimularlo, aunque fallaba en el intento. Afortunadamente, ni la diosa ni su más leal santo parecían percatarse. Sumidos estaban en sus propios pensamientos.

Los pasillos cercanos a la oficina del director bullían en actividad. Dentro de unos minutos sonaría el timbre, anunciando el inicio de clases. Argol estaba paseándose despreocupado por allí, casi fascinado por la dinámica del corredor lleno de estudiantes. Nunca antes había presenciado algo así. Todavía llegaban a sus oídos rumores sobre el extraño grupo que se había adentrado en las oficinas administrativas. El santo de Perseo se sentía extraño, no llevaba su armadura, pero comenzaba a sentirse más liviano, como si esto no hubiera sido tan mala idea después de todo.

Entonces, entre la multitud, divisó algo familiar. Con una sonrisa y casi caminando en punta de pies, se acercó a la hilera de casilleros. Había visto a alguien y pretendía sorprenderle cubriéndole los ojos… aunque digamos que no le resultó, pues ese alguien, que tenía el cabello teñido de negro azabache, giró sobre sus talones en el último momento y le enfrentó por pura casualidad.

"¡Argol!" Exclamó Sandra, la hermana menor de Alisa, al ver al santo de plata caminar hacia ella, incómodo al verse descubierto. "¿Qué haces aquí?" Le preguntó sorprendida y con los ojos muy abiertos.

"Err… ¡SORPRESA!"

"¡AAAAAH!" Sandra, con una inusual sonrisa en la cara, se le colgó al cuello en un caluroso abrazo, que no tardó en ser correspondido.

Eso era raro. Algunos de los demás alumnos se quedaron quietos del pasmo al presenciar esto. Sandra era una chica bastante marginal. Durante mucho tiempo había sido gótica y pertenecido a un grupo del estilo, pero ya había superado ese tipo de mañas. Seguía con su actitud extrema de descontento hacia la sociedad, pero ya más templada. A diferencia de sus hermanas mayores, Sandra era MUY fría, por lo que los despliegues de afecto no se le daban muy bien… pero tenía un corazoncito por allí escondido… el cuál tenía un inesperado y secreto dueño.

"¡Sorpresa, Ratona!" Le saludó Argol tras soltarla. Le dedicó una infantil sonrisa. "Primera vez que me descubres antes de sorprenderte." Le dijo con las manos en sus caderas.

Estos dos se habían conocido unos días después del incendio que casi mata a Alisa. Sandra, asustada como nunca antes en su vida, había ido al Santuario a ver cómo estaba su hermana mayor, a quien quería mucho. Argol había terminado guiándole hacia la Casa de Escorpión y bueno, como que habían congeniado muy bien. Hacía unos 8 o 9 meses que estaban saliendo juntos, relación que mantenían en secreto y por razones obvias. En primer lugar, Argol, al ser un santo de plata, no podía enredarse con nadie hasta cumplir los 20 (tenía 19) y en segundo lugar, la razón de más peso, es que Sandra tenía 16, por lo tanto, menor de edad.

Como ven, esta es la razón del porqué a Argol le había cambiado la cara el otro día. Sí, sería un alumno en esa misión que no quería, PERO… estaría en el mismo colegio que su chica. Tendría muchas excusas para estar con ella sin ser cuestionado. Al fin que la suerte le sonreía.

"¿QUÉ Ratas Haces Aquí?" Le preguntó Sandra al darle un puñetazo en el hombro. "Encima vestido con el uniforme." Añadió a punto de echarse a reír.

"Me metieron de alumno, y te pido que no te rías, Ratona." Argol señaló hacia las oficinas administrativas. "Es que la Princesa va a comenzar a asistir a clases en este colegio y nos metieron de incógnito para cuidarla." Sandra asintió con la cabeza y parpadeó curiosa.

"Algo me había comentado Alisa, pero no me imaginé que te elegirían." Entonces la chica arrugó el ceño. "Pero… pero… ¿A quien sobornaron para meterte aquí? Ya eres mayor¡No tienes edad para estar aquí!"

"Larga historia." Suspiró Argol con un quejoso suspiro. "Me recortaron edad… Pero me pudo haber ido peor; a la Princesa la pusieron en un grado menos del que debería estar: tengo entendido que estará en tu salón. A mi me pusieron en el último grado." Explicó con calma, mientras se rascaba la nuca.

"¿En mi salón? Anda la osa… Si va a estar en mi salón… ¡Bella se la va a comer! Espero que no le haga la vida cuesta arriba." Sandra se mordió el labio y miró de reojo hacia la otra esquina del corredor. "Bah. La Niña Cristal tendrá que aprender: Yo me habría quedado de lo más tranquila en el Santuario."

"Alisa decía lo mismo, pero bueno." Argol se encogió de hombros, pero en seguida le puso una cara de cachorro mojado a Sandra. "No le digas así: recuerda que es mi diosa y que la quiero mucho." Le pidió con firmeza. Sandra se puso en punta de pies y le di un besito en la mejilla.

"¡Cabeza de Piedra! Discúlpame, se me olvida, se me olvida. Sabes que no lo hago con mala intención. Eso sí, no me niegues que es una Niña Cristal." Sandra tomó unos cuadernos de su casillero y casi con coquetería, le dio la espalda y comenzó a alejarse. "Te veo en el descanso."

"¡Como Digas, Ratona!" Exclamó Argol guiñándole el ojo. El santo de plata tomó aire e hinchó el pecho. Entonces sintió una molesta mirada a su izquierda. Dos alumnos, que parecían conocer a Sandra, le miraban boquiabiertos. "¿QUÉ¿Tengo Acaso Cuatro Brazos Y Dos Cabezas? LARGO."

Ambos chiquillos, ante la imperiosa orden del plateado, huyeron rápidamente del lugar, a tropezones. Seguro de sí mismo, e ignorando los comentarios que comenzaban a correr, Argol decidió regresarse orgulloso a las oficinas administrativas, a ver como iban las cosas.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Episodio: Por algún lado hay que empezar.

… "¿Harás clase en el 2º D?" Preguntó Shiori estupefacta, casi dejando caer el libro y su taza, atragantándose en medio de hipos motivados por la sorpresa. No fue la única con esta reacción, dado que se produjo un silencio sepulcral. "¿Qué materia darás allí?"

La imprevista atención que de pronto recaía en Máscara, causó curiosidad en los santos. Alde cruzó miradas con Shaina y se encogió de hombros. La amazona entrecruzó las cejas.

"Enseñaré Física." Máscara fijó la mirada en Shiori, que le observaba devuelta como si estuviera viendo a un muerto. "¿Tengo algo en la cara que me ves así?"…

PS: Como ven, hasta ahora han sido los santos y no Athena quienes más han llamado la atención. Eso es bueno, dado que la chica quiere pasar de incógnito, aunque pobres santos: espero que su plan de salud considere el estrés como enfermedad laboral. Ahora solo hay que ver como les va… y por cierto: Kanon abrió un pozo de apuestas. Está apostando por ver qué santo pierde primero los estribos, por si les interesa participar.Faltas de ortografía, de tipeo, gramática y redacción no son intencionales (excepto en el caso de los diálogos de Niké) y si descubren alguna, por favor, sean buena leche y avisen para poder corregir, lo mismo si tienen quejas o críticas respecto de la historia, para ver como lo soluciono (en tanto sean constructivas y no destructivas) ¡GRACIAS POR HABER LEÍDO EL CAPÍTULO!