A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su última entrega. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad, dado que no volveré a poner estas respuestas en mi profile.

¡MONTÓN DE GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA¡Gracias Firts Ayanami y Sonomi por el tiempo que se dieron para leer y corregir mis locuras!

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. El personaje de Shiori, pertenece a Rumiko Takahashi y ha sufrido modificaciones para el beneficio de la trama. No estoy sacando beneficio económico de este escrito: nada más hago esto para relajarme y entretener a mi imaginación, eso es todo.

ADVERTENCIA.

Del Manual del Villano Para la Malvada Conquista de la Galaxia, Artículo Decimoctavo: No tendré un hijo. Aunque su irrisoriamente mal planeado intento de usurpar mi poder fallara fácilmente, podría proveer una distracción fatal en un momento crucial.

Cualquier coincidencia con la realidad, situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 5:

Una Clase de Miedo.

Pasillos de la Secundaria.

Una semana después.

Por aquél pasillo de colegio, Afro debería haber caminado con orgullo, la cabeza en alto y seguro de sí mismo. Era un dorado y nunca había tenido problemas en ocultar ese aspecto de sí, pues aunque no llevara la armadura, era normal que caminase como si así lo hiciese. Sin embargo, esta ocasión parecía ser la excepción a la regla.

Se sentía cohibido. Los cuchicheos, miradas de soslayo y comentarios extraños le hacían sentir incómodo y aunque no caminaba con la cabeza gacha, podía detectarse una leve señal de derrota en sus gestos corporales. Es que por causa de su ambiguo aspecto, demasiado inclinado hacia lo que no era, y para colmo estar en el peor lugar posible sobre la faz de la tierra, no le daba mucha ventaja. No en balde es en la secundaria donde se vive una de las más feroces presiones sociales por el aspecto.

"Argol¿Estás seguro que eso es hombre?" Preguntó un chico llamado José, mientras observaba extrañado al nuevo inspector de pasillos y disciplina.

"Claro que estoy seguro. Arriba le falta lo esencial." Comentó Argol, quien estaba apoyado sobre la pared. "Y no es raro, creánme."

"Le dio una patada a Tomás, ya saben, el hiperkinético del 3º C, cuando el muy idiota le insinuó tal cosa." Comentó un segundo chico, Juan, muy seguro de sí mismo. "Una patada de esas no la da un maricotas."

El chico tenía razón: él mismo había presenciado el incidente. Tres días, este tal Tomás, por burlón, se había referido a Afro con un florido y poco respetuoso apelativo, relativo a sus preferencias personales y digamos que al dorado no le gustó la idea y le hizo saber su dolorosa opinión, allí en aquél lugar en donde la espalda pierde su digno nombre.

"No sé, quizás es uno de esos raros que les gusta arreglarse como mujeres." Concluyó Juan pensativo.

Argol tragó saliva y prestó atención, y no solo a la conversación sino también a las fluctuaciones de Cosmo. No fuera a ser cosa que Afro estuviera cerca y él tan campante sosteniendo este tipo de conversaciones, cuando sabía que era peligroso. Nadie en el Santuario se atrevía a pensar siquiera que Afro tenía tendencias sexuales extrañas o más pronto que tarde estaría necesitando los servicios de algún quiropráctico experto. Los plateados tenían otras maneras de burlarse sin correr riesgos: por ejemplo, el que fuera considerado 'el más bello de los dorados' obedecía a una broma interna más que juicios estéticos, aunque Afro y Seiya creyesen lo contrario. ¡GRACIAS A ATHENA Que Afro Todavía No Captaba El Significado Implícito De Ese Dicho!

"Naah, no es un travestido." Le defendió Argol a desgano. José, Juan y Antonio, sus compañeros de salón y lo bastante divertidos como para considerarlos amigos, le miraron con curiosidad. Antonio asintió.

"Quizás es metrosexual. El marido de mi hermana es bien hombre, pero le gusta echarse cremas en la cara y todo ese tipo de payasadas." El muchacho se cruzó de brazos. "Hay que ser muy macho o estar muy seguro como para usar cremas de nenas y admitirlo abiertamente." Tras esta opinión bien dicha, los 4 suspiraron.

En menos de una semana, Argol se había hecho de un lugar en su salón. Fue presentado como el estudiante de intercambio, proveniente de Arabia Saudita y pese a todo pronóstico, incluso su mala cara, fue considerado la novedad del momento. Tuvo la buena fortuna de quedar en un grupo amigable. Los tres muchachos con los que compartía en esos momentos, eran los más divertidos de su generación: quizás eran idiotas, traviesos y causa-desastres, pero no malos chicos.

"Apuesto que el señor Sicsip grita como niña." Dijo José de pronto, lleno de una traviesa aura. "Soltemos los sapos del laboratorio en su oficina: si grita como niña es gay, sino, no lo es."

"¿Qué pretenden¿Qué los castiguen?" Preguntó Argol sorprendido. Antonio lo rodeó con el brazo.

"Amigo mío, hay veces en la vida de un estudiante, que debe hacer, lo que debe hacer."

"¿Eso incluye hacer gritar como niña al Inspector de disciplina?"

"No, pero puede ser divertido." Juan le dio un golpe en el brazo. "No sé como serán las cosas en Arabia Saudita, pero ¡RELÁJATE! Al menos será divertido."

No era lo que opinaba Argol. Sabía muy bien que un dorado enojado era puntapié seguro en las posaderas, tuviera o no la culpa. Sabía que era mejor no molestarlos, sobre todo a Afro en particular, pues estaba muy susceptible esos días. José se tronó los nudillos y Antonio hizo algunas elongaciones. Juan le miró expectante.

"¿Vienes?" Hablando de presión social. Argol se encogió de hombros con relajo, aunque advirtiendo a Afro vía cosmo.

"Claro, solo espero que ustedes corran rápido."

Los 4 se pusieron de pie y comenzaron a caminar por los pasillos en dirección de laboratorio de biología, afinando los detalles de la que sería su primera travesura del año. Cuando Shura les vio pasar, frunció el ceño, pero siguió trapeando el piso de mala gana: reconocía al grupo de José como uno de los que siempre tentaba su suerte en las noches, adentrándose en el Santuario lo más que podían antes de ser detectados. Él mismo los había correteado fuera de los recintos sagrados en alguna ocasión. Bufó descontento.

"Veo que la señorita no está contenta." Dijo de pronto Shura, llamando la atención de Saori, que se había acercado con timidez al santo. "¿Cómo le ha ido hoy?"

"Bien. Supongo." Saori comenzó a jugar con los dedos. "Venía a ver como estabas, ya que…"

"¿Problemas?"

"No. Este… yo… me preguntaba…"

Shura suspiró y dejó de trapear. Se quedó mirando a la diosa con una sonrisa de hermano mayor, que animó a Saori lo bastante como para que se tranquilizara. No es que estuviera histérica, pero sí se sentía muy fuera de lugar y en cierta medida, decepcionada. En una semana se había dado cuenta que no por ser la nueva sería popular de inmediato, sino que las cosas se darían muy por el contrario. Pasaba desapercibida. El que Bella y sus amigas la hubieran adoptado de mascota mandadera tampoco ayudaba demasiado.

"Señorita, usted es inteligente." La interrumpió Shura. "Estoy seguro que sabrá elegir mejor a sus amistades." Añadió sin querer hacer alusión alguna a nadie. Saori abrió mucho los ojos.

"… Pero son las únicas que me prestan atención…"

"Pero usted no es la mandadera de nadie, menos de esas 3." Protestó el dorado con energía. Saori dejó caer los hombros, para levantarlos de nuevo y dejarlos caer con cansancio, sin querer resignarse.

"Tienes razón. Además hay mucha gente más y…"

El timbre resonó por todos los pasillos. Los alumnos que lo llenaban comenzaron a moverse remolonamente hacia sus respectivos salones con la agilidad de un caracol con artritis. Saori le sonrió a Shura y se despidió, corriendo hacia su casillero lo más rápido que podía. De hecho, era la única que parecía querer llegar a tiempo a la siguiente clase. El santo de Capricornio suspiró.

"Al menos no se da por vencida." Resopló antes de reanudar su trabajo.

En honor a la verdad, a la única persona que le estaba yendo regular era a Saori. Shura hasta el momento no tenía quejas y era el que se había llevado la parte más suave del trabajo. Había descubierto que tenía buena llegada con los alumnos y que disfrutaba conversar con ellos cada vez que le daban la oportunidad. Shaina ya se había ganado la fama de 'sargento' con las pocas clases que había dado. Jugaba a su favor que era buena maestra; supo en seguida como manejar a sus nuevas pupilas y mantuvo los pies sobre la tierra.

Como todo buen Aries, la amazona era terca y no daba su brazo a torcer, obligando a que le siguieran a ella el ritmo, y no al revés. Padres y profesores vieron de inmediato los resultados y aunque sí coincidieron en que Shaina era algo peculiar, no la objetaban en su proceder. Las únicas personas que se quejaban de su estricta pedagogía eran sus propias alumnas, aunque a las pobrecitas apenas les quedaba aliento para hacer audible alguna protesta al final de sus clases. Por otro lado, sencillamente sus padres y profesores no creían en las historias sobre su severa forma de enseñar que estaban divulgando las niñas y estimaban que las pobres estaban exagerando demasiado.

Sin comentarios.

Alde tuvo un éxito explosivo. Tan grande, alegre y con aquél tremendo vozarrón con el que fue bendecido, le hicieron popular en el segundo en que puso pie en el Gimnasio. Reventó a todos sus alumnos, a quienes les hizo doler hasta la conciencia, pero no causó rechazo alguno, sino todo lo contrario. En menos de una semana se había ganado una buena reputación y no era extraño ver a Alde rodeado de chicos. Afro en cambio… mal no le había ido, su trabajo como Inspector de disciplina lo había hecho bien, pero… pero sí lo miraban raro y, como ya dije, eso lo cohibía. Esto se veía agravado por el sencillo hecho que, aunque se empeñara en hacer bien las cosas, no podía hacer valer su autoridad como a él le gustaba y como nadie sabía que él era un dorado, a todos les importaba un reverendo pepino lo que decía.

Esperemos que revierta el asunto a su favor y que le vaya mejor conforme pasen los días.

¿Quién me falta? Estoy segura que alguien me falta por mencionar. Lo tengo en la punta de la lengua… ¿Quién será…?

"¿Máscara–san?" Llamó Shiori de pronto.

Máscara caminaba tranquilo por el pasillo. Por alguna coincidencia, ése día daría clases por primera vez en su vida, y en el infame 2º D para colmo. Muchachos de 14 a 15 años y no más que eso. El Señor Tersites le había pedido que le esperase para presentarlo al grupo, pero el dorado hizo caso omiso de tal orden y partió por su cuenta a la jaula de los leones. No necesitaba interlocutores, el director se estaba tardando mucho y podía cuidarse solo sin problemas. Helo allí por los pasillos, caminando con descuido hacia su nuevo e inusual campo de batalla, cargando con una mochila vieja, llena de papeles.

Shiori apuró el paso hasta llegar junto a él. La callada chica acomodó los libros y papeles que llevaba en sus brazos y le miró con recato. En una semana, Máscara apenas había cruzado palabra con ella, sin embargo, en ningún momento el trato fue odioso. Al contrario: Shiori había sido amable, distante sí, pero amable. No le había tratado como un dios que debe ser adorado y acosado, tal como lo habían hecho Romina, e inconscientemente Melissa.

"¿Huh?" Máscara pestañeó una sola vez, y se dignó a borrar la mala cara que hasta ese entonces llevaba en el rostro. Decidió que Shiori le caía bien. "¿Pasa algo?"

"Va al 2º D¿No es así?" Preguntó la chica volviendo a acomodar los libros que llevaba y que parecían pesados. "El salón al que voy queda junto a aquél. Si gusta…"

"Puedo llegar solo si a eso te refieres." Máscara puso cara de fastidio y de buena gana habría empujado a Shiori, cosa que no hizo. Recordó su mal humor en ese instante. "No quiero que también me veas con cara de pena. ¡Estoy Harto Que Me Miren Como Hombre Muerto Caminando!" Exclamó muy enojado.

"No le miro de esa manera." Shiori le respondió con calma y con cara neutral, marcando una clara distancia entre ambos. "Se ve que usted es de los que impone presencia, Máscara–san. No le busqué para que me diera lástima. Quería compartir un poco de datos estratégicos que si no le digo, no estaré tranquila. ¿Entiende?"

"¿Es esa tu excusa para conversar conmigo?" Le preguntó con picardía, como para querer subsanar su metida de pata. Nikaido Shiori le intrigaba, había algo en ella muy extraño y no quería incordiarla. Cosa rara en él, debo añadir. Además como acababa de decidir que la chica le caía bien, quería arreglar el entuerto. Sin embargo Shiori puso cara de pared.

"No se haga de ideas. Ese grupo al que va ahora es complicado, Máscara–san." Shiori dejó caer los hombros y nuevamente acomodó en sus brazos los libros que llevaba. "La mayoría de los niños tiene problemas: en casa, de conducta, con la autoridad, con la policía…"

"Son todos hijos de papá, lo cuál me importa un rábano." Gruñó Máscara con decisión. "Sé tratar ese tipo de primates. No me darán problemas y ¡Ojalá que lo intenten!"

"Lo mismo dijo el anterior profesor y tan solo duró 5 minutos. Nunca más volvimos a verlo. Ni siquiera regresó por su cheque." Comentó Shiori negando con la cabeza. Sonrió pálidamente y giró su cabeza hacia el dorado. "Geraldo–san está a punto de que lo internen por sus nervios. ¿No lo oyó llorando?" Le preguntó con elegancia. Máscara negó con la cabeza.

"Oí un llanto, pero creí que era la planta que hay en el salón de maestros." Comentó pensativo. Luego Máscara se permitió sonreírle a Shiori, aunque de tal cosa no se dio cuenta sino hasta que fue demasiado tarde. Una gota orbitó la cabeza de la chica.

"Esa planta es su lugar seguro." Aseguró con voz suave, como si estuviera cometiendo una infidencia. Ambos 'profesores' continuaron caminando por el pasillo, con la vista fija al frente. Shiori volvió a reacomodar sus libros y papeles, mas no obtuvo ayuda alguna.

"Vaya." Máscara frunció el ceño y siguió caminando. "¡Ya Verán Los Hijos De Su P$& M#$ Que Si Me Llegan A Dar Tan Solo Un Mísero Lío…!"

"¡Máscara–san!" Sin dejarlo seguir con su perorata, Shiori no dudó en jalar de su oreja con más fuerza de la esperada en un simple humano, sujetando a duras penas su cargamento de libros con su mano libre. "Entiendo Muy Bien Italiano Y Agradeceré Que Al Menos Haga El Esfuerzo De Cuidar Su Vocabulario Cuando Yo Esté Presente. ¡Qué Vergüenza! No Quiero Ni Pensar En Lo Que Su Madre Le Haría Si Le Oyese Hablar Así." Añadió con decisión. Máscara abrió los ojos como platos y sobó su oreja en cuanto Shiori le dejó ir.

"Ni lo menciones, mi Maestra tiene la mano muy pesada en ese sentido." El dorado se interrumpió sorprendido. "¿Hablas italiano¿Qué otro idioma más, bella muchacha?"

Hay que decir la verdad, pues Máscara nunca se habría imaginado que una japonesa hablase italiano… bueno, Shiori tenía un acento más bien provinciano y gangoso, pero al menos era fluido y se le entendía bien. Le sonrió de oreja a oreja, con una sonrisa estampada en el rostro que auguraba una magistral movida de ajedrez.

"Eso no tiene importancia." Dijo Shiori, también tomada por sorpresa. Un poco de rubor se le subió a las mejillas, oportunidad que Máscara decidió aprovechar.

"Ya estamos¿Este es tu salón no? Que tengas una buena clase hoy." Le dijo el dorado de lo más amable, solo para añadir su broche de oro. "Por cierto¿Tienes novio?"

Esto si que jaló de un nervio muy tenso. La florida expresividad de un moai inundó el rostro de Shiori, tal como si Máscara le hubiera dicho el peor de los insultos posibles. Frunció el ceño y por momentos, sus ojos se hincharon de enojo. A la japonesa no le había gustado la pregunta en lo más mínimo.

"No puedo creerlo. ¡Caradura!" La chica le dio la espalda y con fuertes pisotones se metió a su salón que la esperaba. Estupefacto, nunca había sacado tan rápido este tipo de reacción en una chica, Máscara se quedó unos momentos para observarla. "¡ORDENEN LAS BANCAS EN ESTE INSTANTE!" Bramó Shiori muy molesta hacia sus alumnos. "Josefina, Las Mesas No Son Sillas Y Te Bajas En Este Momento. Tomás¡No Seas PAYASO Y Deja De Jugar Con Esa Escoba¡Atención Todos: BUENOS DÍAS!" Un fuerte portazo fue lo que siguió a este imprevisto saludo. Máscara pestañeó un par de veces y se rascó la cabeza… y sonrió de oreja a oreja.

"¡Qué Mujer! Quiero que Ésa sea mi chica…" Comentó para sí, de pronto muy contento.

Se dispuso a seguir su camino con una gran sonrisa… algún par de metros más, ya que su salón no quedaba lejos. Cuando estuvo cerca de la puerta, recuperó una vez más aquella 'expresión de entusiasmo' que lo había motivado hasta ahora. Tomó aire y bufó. Aquella se veía como una puerta normal. Sin esperar ningún preámbulo, sujetó el picaporte y entró con decisión.

¡Qué encerrado estaba el ambiente!

El grupo tenía unos 25 o 26 alumnos, sólo había unas 3 o 4 niñas, y ninguno de ellos quiso notar su presencia. Prefirieron seguir concentrados en sus propios mundos de desorden. Se dividían en grupos claros y todos emanaban mala leche. Apenas había comenzado el año y el salón ya era un desastre. Estaba lleno de mugre, las paredes rayadas; las cortinas aún colgaban, pero estaban muy sucias y con colores deslavados. Los pupitres ya estaban en malas condiciones y el olor ambiental delataba mucho encierro y que muchos no se habían duchado después de hacer gimnasia. Había algunas navajas clavadas en el diario mural que no lo impresionaron. Es más, se sintió como en casa: el lugar le recordaba su taller de disecado. El dorado caminó hasta lo que suponía era su escritorio.

"¡Buenos Días y Hagan Silencio!" Saludó Máscara con energía, dejando su vieja mochila a un lado, pero poco eco tuvo. Nadie se dio por aludido.

El mal estado del salón y la mala vibra que emanaban sus nuevos pupilos ni siquiera le llamó la atención. Máscara no necesitó un examen más a fondo para darse cuenta que aunque estos críos daban muchos y complicados problemas, no eran más que ruido y pocas nueces que no habían sido manejados bien por los adultos. Nada de qué preocuparse… menos con él dando clases a este montón de marginados inadaptados. Y como no era precisamente de los que aguantaba mucho debajo del agua…

"¡A CALLAR TODO EL MUNDO!" Vociferó con autoridad. "¡DIJE BUENOS DÍAS¿NO ME OYERON?"

Pero estos angelitos siguieron con su rutina de gritos, juegos peligrosos y lanzándose cosas, ignorantes de que tenían una potencial arma de destrucción masiva al frente, muy volátil y de momento inestable. Al fondo, dos alumnos se pusieron de pie y comenzaron a golpear a un tercero. Algunos jugaban naipes, apostando dinero, dos intentaban construir un lanzallamas casero, mientras oían música en una radio. Una vena pulsó en la frente de Máscara.

"¡DIJE SILENCIO, MONTÓN DE PRIMATES!" Bramó golpeando la mesa, con tanta fuerza que el pobre escritorio no resistió la presión y se rompió con gran estruendo.

Nada como un poco de destrucción involuntaria y ruidosa como para captar la atención de un grupo de adolescentes. Sus alumnos se lo quedaron viendo como si fuera un bicho raro, pero al menos bajaron el volumen de la música.

"¡Vaya! Al Cabo Que Tenían Neuronas Y…" Máscara tuvo que interrumpirse y no porque hubiera querido. Atajó con presteza una naranja que le habían lanzado desde el fondo del salón.

"¡Cállate Idiota!" Gritó el autor del naranjazo. Eusebio, el muchacho que había estado discutiendo con su papá, se dejó caer con prepotencia en su silla y siguió conversando con sus amigos.

Esto pareció regresar la normalidad al salón, pues las actividades culturales llevadas a cabo por los alumnos retomaron su marcha. Máscara se quedó viendo la naranja que aún tenía en sus manos, contó hasta diez y con 4 zancadas, cubrió la distancia que lo separaba de Eusebio. Con arrogancia, el chico y sus 4 amigotes lo miraron como desafiándole. Máscara entonces estrujó sin ningún esfuerzo la naranja, de modo que todo el jugo cayó en la cabeza de Eusebio.

"Esto era tuyo, Pellejo." Le dijo muy molesto, pero calmado, al contrario de Eusebio, que ni bien le cayó el ácido jugo de la fruta encima, comenzó a revolcarse sobre sí mismo, tal como si hubiera sido un demonio al que le echaron agua bendita. "¿Qué¿No te tocaba baño hoy? Lástima." Se burló el dorado.

"¡Serás Mal Nacido!" Bramó Eusebio, a quien llamaremos 'Pellejo' de ahora en adelante. Algunos alumnos se quedaron en relativo silencio, mientras observaban como los matones del grupo se aprestaban para darle una paliza al nuevo maestro. "No Te Atrevas A Hacer Eso De…"

"¡JAJAJAJAJA!" Máscara le dedicó una sádica sonrisa por algunos instantes, justo antes de echarse a reír como maniático, cosa que logró inquietarles. Pellejo intercambió una mirada extraña con uno de sus amigos, que se encogió de hombros, y justo en ese instante, el dorado le propinó un coscorrón que lo tiró al suelo.

"¡Imbécil &#&"¡ESO DUELE!" A trastabillones, Pellejo se puso de pie, ayudado por sus amigos, que tuvieron que contenerlo, dado que quiso lanzarse a golpear al dorado.

"Me lanzas una Naranja y ¿Eso me hace A MI un 'imbécil &#&'?" Preguntó Máscara como restándole importancia, en perfecta y molesta calma, sin perder el control de sí o de la situación.

Mírenlo desde esta perspectiva. Hay que ser muy imbécil para lanzarle una naranja al santo dorado Máscara de la Muerte de Cáncer, y pensar que no pasará nada. Está bien, Pellejo no sabe que su nuevo profesor es un dorado, pero aún así… debería tener más cuidado.

"¡Sí, Eso te hace un imbécil &#&!" Chistó Pellejo, forcejeando y furioso. "¡Ese Golpe Me Dolió¡Te Voy A Dar En La Madre En Este Instante!" Los amigos de Eusebio lo dejaron ir, como esperando ver una pelea.

"¡Hazlo si te place!" Le dijo Máscara encogiéndose de hombros. Se quedó mirando fija y fríamente a su pupilo, con esa mirada de asesino a sangre fría que solo Máscara tiene. "Pero no llores como niña si me defiendo."

Pellejo, sin perder su arrogancia o la postura de ataque, le devolvió la mirada a Máscara, aunque no pudo sostenerla mucho rato. Sus amigos, que estaban dispuestos a comenzar a repartir piñas en cuanto su suicida líder comenzara con los golpes, esperaban impacientes. Todos en el salón estaban… extrañados. ¿Era legal que se les tratara así? Algunos comenzaron a hojear y revisar la ley de educación y los derechos del niño. Máscara se cruzó de brazos.

"¿Qué no me ibas a golpear, Pellejo?" Máscara le dio la espalda. "Si hasta te estoy dando la ventaja del primer golpe." Le tentó burlón. El muchacho hizo un gesto de fastidio y lo observó de pies a cabeza, como analizando a su adversario.

"No Lo Haré Por Ahora, Porque Eres Más Alto Que Yo." Razonó con algo de lógica. "Pero Si Sigues Molestándome, Te Caigo A Patadas." Amenazó sin mucho tino. Recibió otro coscorrón en menos de tres tiempos. "¡AAAUCH!"

"Sí, lo que tú digas, Pellejo." Con paso lento, Máscara regresó a lo que quedaba del escritorio. Los ruidos se reanudaron, aunque con timidez. El dorado pudo oír a su espalda las amenazas que profería Pellejo en su contra, que se volvían cada vez más enojadas a medida que Máscara le ignoraba.

"Jajajaja. ¡PELLEJO¡Te Pusieron En Tu Lugar¿Qué No Te Gusta Tu Nuevo Nombre¡JAJAJAJA!"

"¿QUÉ ES LO GRACIOSO?" Máscara se abalanzó con cara de psicópata sobre el desafortunado alumno que había hecho el comentario. El dorado se incorporó y se dirigió al grupo. "PEDÍ SILENCIO Y ESO ES LO QUE HARÁN, MONTÓN DE DELINCUENTES INÚTILES." Vociferó con violenta autoridad. En menos de un suspiro se volvió a dejar caer sobre el mismo alumno del comentario. "¿ALGÚN PROBLEMA CON ESO, HUESO?"

"NO SEÑOR. ¡SEÑOR!" El asustado 'Hueso' se puso en posición de firmes.

"ESTUPENDO." Una vez más, Máscara regresó a su sitio, pateó el escritorio en busca de tizas. De mientras, el grupo, con un nivel de ruido bastante más moderado, comenzó a reclamar entre sí por el trato recibido y que no tolerarían. De bien poco le valían a Máscara estos episodios, lo que él quería era una tiza.

"¿Qué oooonda¿Qué pasa?" Otro alumno, que no se había atrevido a quitarse los audífonos de su reproductor mp3, aprovechó que Máscara estaba distraído para preguntar el motivo de tanto grito.

"NO QUIERO ESTO EN MI CLASE." Máscara le quitó el aparato y lo hizo pedazos. Todos se llevaron un buen susto, pues como el dorado usó la velocidad de la luz, ni cuenta se dieron cuando el profesor nuevo hizo esto. "¡Te Distraerá Y Volverá Un BRUTO DESCEREBRADO!"

"ESO ERA MÍO, LO QUIERO DE REGRESO." Tentando a su suerte, o quizás por aquella loca manía que tienen los adolescentes de ver hasta dónde dura el límite de la paciencia de un profesor, el afectado en este caso se puso todo lo firme que pudo. "ME LO VAS A PAGAR Y QUIERO UN MODELO CARO."

"Oblígame, Bicho. ¡QUE TE SIENTES Y A CALLAR!" Ya está, luego de esto, los alumnos se la pensarían dos veces antes de hacer rabiar a Máscara. El dorado se dirigió a la pizarra, ya había encontrado una tiza de color azul, y se dispuso a escribir. "Muy bien. Para que nos conozcamos, mi nombre es…"

Sin embargo hay adolescentes tozudos y suicidas. Cuando uno no puede hacer rabiar a un profesor y aún se quieren probar los limites de su paciencia, es bueno que Fuenteovejuna actúe. Por lo mismo, ni bien Máscara les dio la espalda, toda clase de objetos, lápices, papeles, borradores, zapatos y mochilas, comenzaron a atacar al dorado. El grupo estaba molesto y no iba a permitir que un advenedizo se diera el lujo de decir que los había domado.

Máscara apretó los dientes y sujetó la tiza con fuerza. Ignoró este ataque, contó hasta 10 y cerró los ojos. Golpeó la pizarra con el pequeño trozo de yeso azul y frunció el ceño. Esto irritaría hasta el hartazgo, pero valdría la pena. Presionó con fuerza la tiza contra el pizarrón, y aplicando MUCHA MÁS PRESIÓN de la necesaria, para que así tiza chirriase con SAÑA por la negra superficie, el muy animal comenzó a escribir su nombre completo. Eso le destempla los dientes a cualquiera. ¡Hasta La Pizarra Sufría Las Consecuencias De Tal Tortura!

¡Santo Remedio! El más que desagradable sonido, prolongado por el sadismo del guardián de la 4ª Casa de Cáncer, eficientemente calló y dejó quieto a su complicado grupo, con los dientes destemplados más allá de toda comprensión. Máscara, una vez que terminó de escribir, se hizo a un lado.

"Materia: Física. Profesor: Máscara de la Muerte. O Profesor de la Muerte Para Ustedes, Mocosos Imberbes." Rezaba la pizarra. Una de las niñas, que se sentaban en la primera fila, se sujetaba con fiereza de su pupitre con ambas manos, lagrimeaba y gemía. Tenía el rostro en tensión y las quijadas bien apretadas.

"¿Alguna pregunta?" Todos negaron casi temerosos a moverse. Máscara asintió. "Bien, dejando esto aclarado, quisiera poner algunas reglas para que ustedes y yo NOS LLEVEMOS lo mejor posible, aunque de entrada Les Digo Que Ya Me Cayeron Mal." Les confesó, tomando aires doctorales, como si el chiste de ser profesor comenzara a gustarle: al cabo que era una divertida forma de tortura.

"¡Idiota!" Exclamó Pellejo desde el fondo. "¡Ya Verás A La Salida!" Le amenazó con el puño en alto, pero fue ignorado. Máscara apenas le dedicó una segunda mirada.

"A Partir De Este, Ustedes TEMBLARÁN Al Escuchar Mi Voz, Y Cada Vez Que Se Dirijan A Mi, Me Dirán PROFESOR DE LA MUERTE." Máscara, usando la velocidad luz, se abalanzó sobre Hueso. "¿ENTENDIDO HUESO?"

"¡SÍ SEÑOR!"

"¿PELLEJO?" Esta vez se abalanzó sobre Pellejo, quien asustado, pero aún orgulloso, le miró desafiante.

"¡Piérdete, C$#$!" Actitud que sólo le hizo acreedor de un nuevo coscorrón. "¡AAUCH!"

"Tú tienes que aprender modales, Pellejo."

"Modales tienes que aprender ." Este terco muchacho que no sabe lo que le conviene, se puso de pie, dispuesto a hacer una estupidez, y sacó una navaja. "Te Voy A Enseñar A Tratar Con Los De Mi Clase: Tengo Dinero Para Contratar Abogados Y Alegar Demencia Temporal." Pellejo ni cuenta se dio cuando le propinaron un nuevo coscorrón y que Máscara le había quitado su navaja favorita, en una maniobra que ni siquiera fue complicada (al menos para el dorado).

"Tú no tienes dinero… lo tiene tu padre." Se burló el dorado, mientras analizaba la navaja. Para sorpresa de todos, Máscara mordió la hoja, separándola de mango, sin cortarse. Luego escupió el trozo de metal con fuerza hacia la pared, dejándola incrustada en ella. "Lástima: ya no hacen las Swiss Army como antes." Dijo tenebrosamente calmado, observando el mango con cuidado, ignorando a sus estupefactos alumnos, que lo miraban como si le hubiera crecido una segunda cabeza. "Pellejo. ¿Haces barras? Te ves algo delgado."

"Err… no… ¿Por?" Pellejo no salía de la impresión. Sus ojos estaban fijos en la hoja de su navaja, que ahora decoraba la pared.

"Es una lástima." Aprovechando que su alumno estaba descuidado, Máscara le provocó un calzón chino segundos antes de sujetarlo por la solapa y arrastrarlo hacia la ventana más cercana, la cuál abrió. Sacó a Pellejo hacia fuera, y tras asegurarse que el chiquillo se quedaba bien sujeto de los bordes, le dijo: "Te aseguro que ahora te arrepientes."

"¡NO! ¿Me Dejarás Aquí?" Gimió el muchacho muy asustado. "¡Es Ilegal!"

"Me vale madres." Máscara cerró la ventana y las cortinas, sacudiéndose las manos como si nada hubiera pasado, ignorando las asustadas protestas de su colgado alumno. "Asunto arreglado. Espero que ahora se queden en silencio. Resolverán un examen de diagnóstico." Anunció sin mayor trámite. El grupo le miraba asustado e indignado.

"No hemos estudiado, no se nos avisó." Gruñó una de las alumnas que se sentaba al frente.

"Por eso es un examen de diagnóstico." Explicó el dorado con suave calma. La chica frunció el ceño.

"Pero Nos Irá Muy Mal¡No Sabemos Qué Evaluará O Que Materias Entran En El Examen!" Reclamó de mal humor. Máscara no pareció oírla y comenzó a contar un montón de hojas en blanco que había sacado de su mochila. "No Podemos Hacer Un Examen Si No Hemos Estudiado. Nos Perjudicará Mucho Y Bajaremos Las Notas, No Nos Podemos Dar El Lujo De Discutir Y NO HARÉ Un Examen Sin Haber Est…"

"¡LO HARÁN PORQUE YO LO DIGO, PORQUE SI NO LO HACEN ME ENOJARÉ Y SI ME ENOJO TE SACARÉ LA PIEL Y HARÉ CON ELLA UNA BANDERA!" Bramó Máscara, abalanzándose encima de la pobre niña, logrando que ésta cayese sobre su asiento y deseara encogerse hasta desaparecer. Temerosa y humilde, la muchacha le miró con ojos grandes y sumisos, sonriéndole para lograr un mejor efecto.

"¿Quiere que reparta las hojas por usted, Profesor de la Muerte?" Preguntó en voz bajita, casi inaudible. Máscara dejó caer sobre su pupitre un montón de hojas en blanco.

"Te lo agradecería."

El dorado le dio la espalda y estiró los brazos. Bah. Creía que sería más complicado. ¡Patrañas! El santo se sentía como en casa, totalmente en su salsa.

Como que eso sería todo.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Episodio: Las Aventuras y Desventuras del Nuevo Conserje.

… Shion y Camus se quedaron viendo a Afro, quien subía las escaleras extenuado y derrotado hasta ellos. No se atrevieron a emitir comentario cuando le vieron más de cerca y descubrieron que estaba cubierto de pegamento, plumas y pintura de psicodélicos colores. El Santo de Piscis siguió de largo hasta su casa, en la misma guisa, ignorándoles. En su espalda, infinidad de papeles con los motes más increíbles, no dejaban ver sus ropas…

PS: ¡Condenadas Sean Todas Las Formas De La Gripe Hasta El Día Del Juicio:Misao está MUY resfriada, congestionada y tiene mucha tos… de perro: admito que este capítulo fue bastante relajante para mi escribirlo. NO digo que la pedagogía aplicada por Máscara sea la más adecuada, o legal, pero no se imaginan lo tentadora que es. Es más de una ocasión la habría aplicado feliz de la vida, pero bueno, soñar es gratis. No sé quien se llevó el susto, si los alumnos de Máscara o el mismo dorado. Es cosa de ver como le sigue yendo. Faltas de ortografía, de gramática, tipeo y redacción no son intencionales (excepto en el caso de los diálogos de Niké) y si descubren alguna, por favor, sean buena leche y avisen para poder corregir, lo mismo si tienen quejas o críticas respecto de la historia, para ver como lo soluciono (en tanto sean constructivas y no destructivas) ¡GRACIAS POR HABER LEÍDO EL CAPÍTULO!

Brújula Cultural.

Metrosexual: Tengo entendido que es aquél hombre urbano al que le gusta verse bien y arreglarse. Se preocupan por su aspecto físico, por la estética y comen en forma saludable, a quienes les gusta vivir y pasarlo bien. No tienen nada que ver con tendencias homosexuales, aunque suele asociárseles. Pueden ser heterosexuales sin ningún problema y suelen recibir muchas bromas debido a sus gustos. En lo personal, no le veo lo malo a cuidarse y auto–mimarse.

–san: Es un sufijo del japonés. Es una partícula que se añade a los nombres de las personas que se conocen en señal de respeto, que están en iguales condiciones y con las cuáles aún no se forjan lazos de amistad o cariño más profundos… o al menos eso es lo que tengo entendido.

Fuenteovejuna: Obra de Teatro escrita por Lope de Vega, en la cuál se plantea el honor campesino como tema principal. Hay un conflicto social en el pueblo de Fuenteovejuna, entre un señor feudal abusivo y sus vasallos. Los campesinos no se proponen cambiar el sistema social, buscan simplemente reparar una injusticia: este señor Feudal intentó violar a una chica del pueblo y fue asesinado por uno de los campesinos que acudió en defensa de la muchacha. Como forma de proteger al valiente que la defendió, el pueblo entero asume la responsabilidad de la muerte del noble: cada vez que se les preguntaba a los habitantes del pueblo sobre quién había matado al Señor Feudal, éstos contestaban 'Fuenteovejuna lo hizo'. El poder real, como fuerza justiciera, se representa en la figura de la Reina Isabel, quien restablece el orden al reconocer la justicia del proceder de los campesinos de Fuenteovejuna. Se dice que cuando ocurren travesuras sencillas o hechos más complicados, como los narrados en la obra de teatro, y no se quiere individualizar al autor, que Fuenteovejuna es el culpable.