A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su última entrega. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad, dado que no volveré a poner estas respuestas en mi profile.

¡MONTÓN DE GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA¡Gracias Firts Ayanami y Sonomi por el tiempo que se dieron para leer y corregir mis locuras!

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. El personaje de Shiori, pertenece a Rumiko Takahashi y ha sufrido modificaciones para el beneficio de la trama. No estoy sacando beneficio económico de este escrito: nada más hago esto para relajarme y entretener a mi imaginación, eso es todo.

ADVERTENCIA.

Del Manual del Villano Para la Malvada Conquista de la Galaxia, Artículo Vigésimo primero: Contrataré un diseñador con talento y renombre para crear uniformes originales para mis Legiones del Terror; no usaré baratos uniformes de rebajas que les harían parecer tropas nazis, soldados romanos, o salvajes hordas mongoles. Todos fueron derrotados al final y quiero que mis tropas tengan una disposición más positiva.

Cualquier coincidencia con la realidad, situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 6:

Las Aventuras y Desventuras del Nuevo Conserje.

Santuario de Athena. Despacho de Patriarca.

2 meses después.

El Maestro Shion tenía motivos para estar preocupado. Los dorados comenzaban a mostrar signos de estrés, aunque algunos parecían tener mejores días que otros.

Shaina y Máscara estaban más molestos que de costumbre, aunque Shura no parecía estarlo tanto como al principio. Alde se devanaba los sesos tratando de motivar a sus alumnos del equipo de atletismo: no es que el santo de Tauro fuera malo animando gente, pero se había enfrentado a una realidad diferente. No hacía falta mucho para lograr que un aprendiz hiciera los entrenamientos que se le pedían, pero con niños 'civiles' era otra cosa. Se desmotivaban rápido y tenían otras cosas en qué preocuparse. Hacía falta mucho esfuerzo y trabajo mantenerlos a punto con todas sus responsabilidades.

Al menos, Shion lo sabía, Alde se estaba manejando bastante bien y por lo que había oído, por fin el equipo de atletismo que dirigía escalaba posiciones. Argol se estaba comportando como un alumno normal más y no le estaba dando problemas. Sospechaba, eso sí, que Saori no lo estaba pasando nada de bien (pero no intervendría, pues la diosa se lo había buscado).

Sin embargo no eran estos santos y la diosa quienes más le preocupaban de momento. Era Afro el potencial problema. Los últimos 3 fines de semana los había pasado encerrado en su casa, experimentando con sus rosas pirañas y con su cosmo. Nadie sabía qué estaba haciendo en Piscis… la única pista se la debían a Serra y por desgracia no auguraba nada bueno…

Flashback.

"… Entonces me topé con sus rositas pirañitas." Concluyó la extraterrestre, mientras apartaba un molesto rizo de su cara. "Son muy bonitas."

"¿Rositas Pirañitas?" Preguntaron Shion y Aioros al mismo tiempo, curiosos. Hacía mucho tiempo que Afro no trabajaba con nuevas técnicas.

"Sí. Afro me ha dicho que está trabajando en ellas, algo sobre una nueva técnica defensiva. Será un ataque básico y según me ha explicado, no desea que sean letales, pero sí que sean muy molestas." Explicó Serra con naturalidad. Su rostro se adornó con una dulce sonrisa. "Esas rositas son encantadoras: se ven tan inofensivas…" Entonces se quedó callada, como si no supiera como continuar su frase. Aioros, muy pendiente de su chica, le jaló juguetonamente un rizo para llamar su atención.

"¿Pero? Algo me dice que quieres decir algo más." Le preguntó.

"¡No hagáis eso! Aioros sabéis que me molesta que me jaléis los rizos." Serra se arregló el cabello sin prisa. "Pero tenéis razón, hay algo más, aunque no sé si es bueno o malo¡Esas Rositas Muerden Muy Fuerte Para Ser Tan Pequeñas!" Aioros le dedicó una mirada de pregunta, pero fue Shion quien la expresó.

"¿Cómo es que muerden?"

Fin de Flashback.

Shion suspiró y se levantó de su sitio. Se acercó a uno de los ventanales y observó hacia fuera, en dirección de la ciudad.

"Idril tiene razón, me preocupo demasiado." El Patriarca apoyó la frente en el cristal. "Aunque motivos no me faltan."

Pasillos del Colegio.

Ok. Tenía algunas cosas que debía entender él mismo antes de continuar con su vida. Máscara caminaba muy pensativo por el pasillo, sin llevar ninguna prisa. Venía de la oficina del Director: nuevamente algunos padres de familia habían acudido en masa al colegio para protestar por el severo trato que sus hijos recibían en las clases de física, y una vez más, como podrán sospechar, nada había pasado… para Máscara al menos.

Si el dorado hubiera sido un profesor normal, ya le habrían revocado la licencia, o tendría una pila de demandas civiles en su contra, pero no. El buen Máscara es un tanto predecible: como podrán suponer, muchos de los enojados padres de familia que habían presentado quejas, y osado gritarle en su cara lo que pensaban sobre sus peculiares métodos de enseñanza, se habían encontrado repentinamente colgando cabeza abajo por la entrada del Yomotsu, rogando por sus vidas, mientras el sádico santo dorado, que los sujetaba por un pie 'con su brazo lisiado,' amenazaba con dejarlos caer.

Hasta allí llegaban los reclamos… pues además Máscara les amenazaba que si llegaban a revelar que habían estado colgando de cabeza por el Yomotsu, les pasaría algo mucho peor que un simple susto, como practicar bungee jump por el mismo enorme agujero.

Moraleja: NO incordiar a maestros con aspecto psicópata, a menos que se cuenten con los refuerzos necesarios.

A tanto había llegado la cuestión, que algunos espectros de Hades esperaban con entusiasmo estas visitas del santo de cáncer con los enfurecidos padres y hacían las más diversas apuestas.

De allí se explica que en dos meses de clases, muchos de los alumnos que antes eran considerados problemáticos, se habían transformado en inocentes corderitos. El 2º D había pasado de ser la más terrible de las calamidades y castigos por los que un profesor pueda pasar, a ser el grupo más bien portado del colegio.

La mayoría de los alumnos de dicho grupo, y de los demás también, no tardaba ni tres suspiros en pegarse a la pared en cuanto veían al ya legendario Profesor de la Muerte aparecer por algún pasillo… excepto Pellejo, que de tanto en tanto terminaba o colgado por la ventana, o en lo alto del asta de la bandera o pegado al techo de la cafetería… y no me pregunten como es que se quedaba pegado. ¡No lo sé!

"Bah. Ragazza extraña…" Resopló Máscara descontento, mientras se llevaba las manos detrás de la nuca.

Sí, los reclamos de los demás padres le importaban tanto como la inmortalidad del cangrejo. Lo que ahora traía tan de cabeza a Máscara era otra cosa…

Flashback.

Dos meses antes.

Al día siguiente de su primera clase.

"¡Máscara–san!" Shiori, muy enojada, golpeó la mesa junto a él y le dedicó una furibunda mirada. "¿No nota nada extraño?"

"Hola Shiori-San. ¡Que Lindo Saludarte Tan Temprano En La Mañana!" Máscara le sonrió y comenzó a balancearse en su silla, despreocupado y coqueto.

"Le pregunté que si nota algo extraño." Siseó la chica, mientras señalaba hacia sus oídos con ambas manos. Máscara fijó la mirada unos segundos y sonrió pícaro.

"Te teñiste el cabello."

"¡No me teñí el cabello!" Exclamó sorprendida, incluso cambiando la cara. Shiori le dio la espalda y se puso a jugar con sus dedos. ¡Que actitud tan dulce!

"¡Claro que sí! No me mientas: ayer lo tenías más claro, hoy está más oscuro." Gruñó Máscara decidido… para guiñarle el ojo enseguida. "Te queda muy bien, hace juego con tus ojitos."

"¿Mis ojos? Pero si son lentes de contacto, verá, se me irritan con…"

"¡Qué Lástima!" Máscara regresó su atención a lo que había estado haciendo. "Seguro que tu color natural es bonito y…"

"¡Basta!" Shiori giró nuevamente sobre sus talones y le enfrentó con los puños bien apretados. "No me gusta cuando me distraen. ¡No era mi cabello lo que quería señalar!" Reclamó Shiori recuperando el mal humor. "¡Esto que me pasó es culpa suya!"

"¿De qué hablas, mujer?" Preguntó el dorado, de pronto molesto. La chica al parecer sería un hueso duro de roer. ¡Con un demonio! Si se ponía muy difícil, mejor la dejaba de lado, ya vendrían otras que no le dieran tantos problemas. Tras unos instantes de competir con la mirada, Shiori le señaló sus orejas… o más bien los algodones que tenía en ellas.

"¡Hablo De Esto!" Exclamó llena de disgusto. "Me Da Igual Si Pone A Esos Vándalos En Un Campo De Concentración, Pero Le Pido De FAVOR Que No Vuelva A Hacer Chirriar La Tiza COMO LO HIZO AYER." Gruñó Shiori de forma tan real, que cualquiera hubiera jurado que se trataba de un animal salvaje con rabia.

"¿Chirriar la tiza? No me digas que eso te molesta." De mala cara el dorado hizo un gesto con la mano, restándole importancia. Ya saben, esa actitud 'nomeimportista' tan clásica en él y en muchas personas más. "¡Hazte de la idea! Si los enanos me siguen molestando, lo oirás muy…"

¡PLAAAF!

Máscara entonces detuvo su oración. La sorpresa de verse estrellado en el suelo, con el consiguiente dolor en toda la extensión de su columna, sobre todo en aquellas partes sensibles y que requieren de un mejor cuidado, sumado a la impresión de estar mirando al techo en vez de los apuntes que Camus, tras mucho molestarlo, por fin le había dado, lo dejó calladito. Shiori, que había pateado la silla de Máscara, provocando su caída, apareció en su campo visual, muy molesta y cruzada de brazos.

"Con todo respeto, Máscara–san, concédame el honor de no volver a chirriar la tiza así. Me lastima en serio los oídos." Y tras darle una fuerte patada en las costillas, una muy molesta Shiori se alejó de su campo visual.

Fin del Flashback.

"¡Qué Carácter!… tiene oídos MUY agudos." Bufó.

De todos los reclamos, el de Shiori era el único que había tomado en cuenta, y no por voluntad propia. Aquella primera semana había hecho rabiar a Shiori en dos ocasiones, sin saber porqué, lo cuál lo ponía en un muy mal pie si quería conquistarla. Sí, estuvo a punto de comenzar a ignorarla, pero luego de esa aparatosa caída con la silla, había transformado el asunto en una cuestión de orgullo.

Shiori seguía siendo más bien fría y distante con él, casi indiferente y por lo visto, aún estaba enojada. Rencorosa, eso era buena señal para él: todo un desafío para sus habilidades de Casanova… que dejaban harto qué desear de un tiempo a esta parte.

Era extraña. Máscara la había estado observando de cerca en estos dos meses y con cuidado. Mientras más la conocía, más le intrigaba. Sus actitudes eran muy peculiares, incluso para una japonesa. No tenía buena vista, la había visto usando gafas para leer a escondidas, pero eso lo compensaba con un excelente oído, más agudo incluso que el de Idril, lo cuál de por sí era muy raro. También estaba muy alerta de sus alrededores; tanto, que tenía que tener mucho cuidado y tacto cada vez que la observaba. Shiori ya le había descubierto más veces de las que hubiera querido.

La chica tenía además un sentido del espacio impactante. Sabía que adoraba las alturas y sentir el viento en su cara, pero no las multitudes, pues la ponían nerviosa… cuando se enojaba, gruñía disimuladamente, pero... era un gruñido muy realista y demasiado animal. Del mismo modo, sus movimientos… no eran del todo normales.

Como ven, Máscara ha sabido invertir su tiempo. ¿Tendrá genes de acosador?

"Máscara¿Has visto a Shura?" Preguntó de pronto Afro. El aludido por poco y pega un brinco del susto ni bien vio al santo de Piscis.

"¡Me Lleva De La Patada! Afro¿Ya Te Viste El Cabello?" Esta respuesta de Máscara nació de las recónditas profundidades de su negro corazón.

"¿Qué tengo en la cabeza?" Preguntó Afro con cara de tragedia.

Hasta hacía un mes, Máscara habría estallado en carcajadas y no habría perdido ni un solo minuto en dar a conocer la noticia por doquier, pero ahora… ya no le causaba risa. Inspiraba lástima. ¿Cómo decirle a Afro que su turquesa cabello se veía varias tonalidades más oscuras? Encima no era nada parejo, pues tenía mechones más oscuros que otros.

"¡No Me Digas Que No Te Has Dado Cuenta! Afro¡Pareces Nena! Debes Hacerte Respetar. Nadie En Su Sano Juicio En El Santuario Se Le Hubiera Ocurrido Lanzarte Tinta En…"

"¿Lo dices porque mi cabello está más oscuro?" Preguntó Afro inocente. "Naah, pierde cuidado: ayer tuve un accidente con uno de mis rosales de experimentación y mi cabello resultó blanco, así que tuve que comprar un tinte de mi color, pero no encontré sino el que llevo puesto y me lo tuve que aplicar solo. Es más oscuro." Explicó con naturalidad. "¿Has visto a Shura?" Máscara tragó saliva.

"¿No sabes aplicarte un tinte casero?"

"No. ¿Debería?" Afro lo miró con ojos grandes e inocentes. El santo de Cáncer se sintió algo incómodo: hasta ese momento habría jurado que Afro sí sabía de peluquería casera.

"Como peluquero te mueres de hambre." Máscara frunció el ceño. "Ni idea donde está Shura, pero no debe andar muy lejos. Vi a Selene en su oficina hace poco."

"Bien, gracias." Afro se dio la vuelta y se despidió de Máscara con un gesto. Claro… debo decir que el santo de cáncer se quedó de una pieza; su compañero tenía un bonito cartel pegado en la espalda que decía: 'No le peguen a la nena de celeste.'

"Serás idiota…" Murmuró Máscara molesto.

Bueno, ya que hablaron de Shura, como que me dio curiosidad de saber por donde está. ¿Recuerdan cuando les dije que a una semana de haber comenzado las clases, era el que menos había sufrido? Hay algo de debo añadir: Shura de Capricornio lo estaba pasando en grande. Era el que menos estrés tenía acumulado y de quién menos se habían quejado. Ya se hicieron una idea de cómo lo estaban pasando Máscara y Afro. Shaina lo único que quería era dejar de hacer clases para poder concentrarse en su aprendiza, y Alde, pese a que su entusiasmo no mermaba, comenzaba a mostrar signos de cansancio.

No ocurría lo mismo con Shura de Capricornio.

Quizás el hecho que no era un maestro le facilitaba bastante la vida. Lo único que se esperaba de él, era que el edificio funcionara como correspondía, que debía limpiar, reparar algunos artefactos y vigilar que nadie escapase de clases, entre otras cosas. Justo en esos momentos, Shurita se encontraba solucionando un grave problema existencial.

"… entonces fue que dejó de funcionar." Explicó Susana, la profesora a cargo, una mujer de unos 32 años, menudita, de aspecto nervioso, que siempre olía a pan recién horneado. "No lo molestaría con esta nimiedad, pero no puedo seguir así mi clase, señor Shura."

El santo de Capricornio se mesó el mentón y se quedó viendo a su expectante público. Era un grupo pequeño, unos 15 alumnos entre chicos y chicas de 17 años. Era la clase optativa de cocina, y el gran dilema se debía a que la única licuadora con la que contaban (sí, un colegio caro, de gran presupuesto, sólo tiene UNA licuadora para uso de los alumnos… pasa más seguido de lo que ustedes piensan) estaba averiada y se negaba a funcionar.

"Deberían comprar una licuadora nueva… aunque sale más barato reparar esta." Comentó Shura para sí. "Señora Susana¿La reparo en seguida?"

"Se lo agradecería mucho." La profesora le batió las pestañas con los ojos grandes.

Me detengo unos minutos para hacer un hincapié. Otro de los motivos por el cuál Shura estaba tan a gusto era… que desde que había llegado a ese colegio, su ego habría crecido unas 6 o 7 tallas. Todas las profesoras solteras, para molestia de Selene, le coqueteaban con mayor o menor descaro. De hecho la médico había optado por ir a visitar a su dorado todos los días en algún momento para marcar territorio. No es que el santo fuera a serle infiel, eso nunca, pero una chica debe cuidar lo suyo, más aún cuando se trata de posesiones valiosas: no estaba demás hacer acto de presencia. Es que como Shura era mucho más amable (o accesible) que Máscara, pues bueno…

Ante esto, el grupo miraba con simpático y cómplice silencio.

"No se preocupe, en seguida la reparo." Shura sonrió de buena gana y acto seguido, sin que nadie pudiera preverlo, el santo le propinó un fuerte golpe a la pobre e indefensa licuadora. "Listo, con eso debe bastar." Anunció el dorado tal como si hubiera descubierto un continente. Lo curioso fue que el aparato se puso a funcionar en el acto.

"¡Ay madre!" Exclamó Susana estupefacta, mientras algunos de los alumnos sofocaban sus risillas. "Este… claro que sí. Le agradezco mucho Señor Shura, usted ha salvado mi clase."

"No es nada, estoy para…"

Shura se detuvo a media frase al oír ruidos extraños que provenían del artefacto. La licuadora, que por fortuna tenía la tapa puesta, comenzó a detenerse hasta que finalmente no funcionó más. A diferencia de su falla previa, en esta ocasión comenzó a echar humo.

"Se fundió." Se lamentó Susana con resignación.

"…" Shura, por completo molesto con la tecnología que una vez más le traicionada, desenchufó la licuadora y se la puso debajo del brazo, sin notar que aún tenía ingredientes a medio licuar dentro. "Lo lamento, Profesora, tendré que llevar esta cosa con el técnico. Tendrá que enseñarles a sus alumnos a cocinar las cosas a la antigua."

"Sí, por supuesto. Hágalo, que ya me las arreglaré." Se lamentó Susana sin siquiera recriminarle nada. Shura hizo una ligera venia con la cabeza y se alejó del grupo, mientras la licuadora derramaba su contenido en el suelo. La profesora se quedó inmóvil.

"¿Maestra Susana?" Uno de sus alumnos la sacó de su trance. El chico aguantaba la risa. "No puede decir que no le advertimos, Profesora. Mejor era no llamar al Señor Shura."

"Mírelo del lado positivo: pronto tendremos una licuadora nueva: seguro la dejó irreparable." Comentó otra alumna. Susana suspiró resignada.

"Tienes razón."

Shura salió de la cocina y ni bien vio un basurero, dejó caer la dañada licuadora al fondo del tarro. Entonces sacó una libreta de notas, que Selene le había regalado, y escribió 'comprar licuadora' al final de una lista de cosas por hacer, en una de sus páginas. Siguió caminando en dirección a su oficina: Aprovechando que aún faltaba para el recreo y que Selene le había llevado esa mañana unos bocadillos, tenía ganas de comer.

Entonces lo vio.

Vio pasar una sombra en punta de pies, que se dirigía hacia una de las salidas de emergencias. Entrecerró los ojos y apretó los labios. Un conserje normal no se habría dado cuenta, pero él no era alguien normal. Asumió una pose digna, orgullosa, inclinó levemente la cabeza hacia abajo, como restándole importancia, y en un simple ademán, agitó su brazo derecho en dirección de la sombra, con precisión quirúrgica.

"Excálibur." Dijo algo aburrido.

Hasta antes de su llegada, y como siempre pasa en todo colegio, el alumno que quiere salirse de clases, pues lo hace, con mayor o menor dificultad. Pero desde que Shura había llegado, y como cruzada personal, se había propuesto evitar las fugas a como diera lugar. He aquí otra razón de su falta de estrés: prácticamente los alumnos ya no intentaban escaparse de clases.

¡Es Que Ya Nadie Quería Ni Intentarlo Siquiera!

La velocidad de la luz, un gran uso de fuerza y habilidad, entre otras cosas, le tornaban invisible para los alumnos… que no se explicaban los extraños cortes de cabello que obtenían, pues ése era el propósito de usar Excálibur. Los chicos ya comenzaban a atribuir dicho fenómeno a leyendas urbanas.

Shura, en dos meses se había convertido en un hábil peluquero: tonsuras, penachos mohicanos, mechones aislados, cabezas rapadas, ustedes nombren un estilo radical y Shura ya lo había puesto en práctica. La súbita y aguda corriente de aire le dio un susto de muerte al muchacho, golpeó la pared y desprendió de sus soportes la caja de la manguera de emergencia, con el lógico daño a los cristales. El desprevenido alumno, que en esta ocasión iba en solitario, cayó al suelo completamente asustado y se llevó las manos a la cabeza… para descubrir que su gorra había desaparecido en actos de servicio y que la parte superior de su cabeza estaba totalmente pelada, ergo, lucía una bonita tonsura.

Traumado por la merma en su aspecto personal, mientras lloraba su suerte, Shura le sujetó de un hombro y lo puso sobre sus pies.

"¿Vas a algún sitio, chaval?" Preguntó Shura con cara de inocente. "¡Joaquín! Hace tiempo que no te veía."

"¡Hola Señor Shura!" Saludó el muchacho muy nervioso. "Este… Err… sí, iba al baño. No estoy fugado." Se apresuró a decir, mientras sacaba el permiso del profesor de uno de sus bolsillos. "No hacía nada malo. ¿Lo ve? Tengo permiso." Joaquín puso su mejor sonrisa de vendedor a domicilio, pese a que estaba de luto por su prematura pérdida de cabello. Shura puso cara de pared, tomó el permiso y lo leyó.

"¡Es verdad! No debo interrumpirte." El santo le sonrió con astucia. "Cualquiera hubiera dicho que te fugabas. No debiste estar caminando como si estuvieras escapando. Un hombre de verdad camina seguro y orgulloso." Le explicó con alegría.

"Tiene razón Señor Shura." Joaquín no sabía si cantar victoria o no. ¿Acaso había engañado al conserje? "Trataré de hacer como usted me dice. Ahora, ya me voy a mi salón."

"Un momento." Le detuvo el santo. "Es que tengo una duda. ¿Tu salón no queda en el tercer nivel?"

"Sí."

"¿E Ibas al baño?"

"… sí."

"Entonces¿Estabas tomando el paseo panorámico o qué?" Shura se puso las manos en las caderas. "El baño que corresponde a tu piso está cerca de tu salón. Sin mencionar que estamos en el primer nivel." Con la seriedad del que anuncia una tragedia, Shura le clavó la mirada al muchacho con la intensidad de un taladro. "Los hombres de verdad no mienten. ¿Eres hombre o un ratón?"

Joaquín suspiró derrotado. Nope. No había engañado al conserje: tanto que le había costado sacar sus cosas del salón y todo había sido en vano. El muchacho suspiró, se cargó su mochila al hombro y respondió.

"Soy un hombre."

"¿Y?"

"Me regreso a mi salón."

"Buen Chico." Shura apenas esbozó una sonrisa. "Date prisa y a estudiar."

A regañadientes y aún lamentando por su corte de pelo, que no se explicaba como había llegado a su cabeza; todos sospechaban de Shura, pero nadie se explicaba como lo hacía (ventajas de ser un dorado), Joaquín comenzó a regresar a su salón, bajo la atenta mirada del conserje.

Una vez que se hubo perdido en las escaleras. Shura suspiró y dirigió su atención a la salida de emergencia, para ver si Excálibur había causado algún daño a la pared adyacente o al equipo de emergencia. La caja roja pendía de un tornillo y sus cristales se habían roto, pero por fortuna no se lamentaban más daños colaterales. Shura sabía muy bien medir su fuerza y sus intenciones de momento no incluían cortar cabezas.

El dorado tomó con sus manos la caja roja y terminó por desprenderla, para así poder asegurarla mejor a la pared luego. La dejó a un costado y se dispuso a recoger los cristales rotos…

"¿Qué es eso?"

Eso sí que era Curioso.

Sólo cuando comenzó a recoger los cristales reparó en un pequeño paquete de cartón que había al interior de la caja de emergencia. Lo tomó con cuidado, no era parte del equipo anti incendios: parecía sellado a mano. Sin dudarlo mucho, Shura abrió el paquete.

Municiones.

Frunció el ceño, molesto y extrañado. Tenía en sus manos un paquete con municiones, que había encontrado DENTRO de una caja de emergencias, al INTERIOR de un colegio. ¿Municiones cerca de Athena¡Ni hablar! No lo permitiría ni aunque su misma diosa se lo ordenase. Dejó el paquete a un lado y se puso a revisar la caja roja, buscando señales de que había sido forzada… pero no encontró nada. Excepto que el candado era muy nuevo.

Demasiado nuevo para su gusto.

Preocupado, Shura se puso de pie, no sin antes tomar el paquete de municiones en sus manos, y observó hacia ambos lados del desocupado pasillo.

"¿Ahora qué se supone que hago?" Rezongó de mal humor.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Episodio: El Consejo De La Gordita.

"Va en serio. Bella y sus amigotas son mala leche." La chica frunció el ceño. "Me hicieron la vida de a cuadros hasta que les caí a golpes. Fue la primera vez que me suspendieron."

"Ahora más mal me caen." Gruñó el plateado de mal humor. "¿Les caíste a golpes? Esa Es Mi Chica." Añadió inflando el pecho de orgullo, aunque pronto adoptó una actitud más bien pensativa. "En serio te ves contenta por la Princesa… No me había dado cuenta que…"

PS: Como ven, Shura es otro santo al que no le va nada de mal, mientras que Máscara se divierte, aunque no como a él le gusta. Insisto, creo que es peligroso dejar santos y dioses adolescentes sueltos dentro de una secundaria, sin el debido control. En fin. :Misao se termina su limonada: Creo que le estoy ganando a este mugre bicho de miércoles, pero aún me siento malito ó.o ¿Por qué tiene que ser la gripe tan molesta? Si no le he hecho nada para que me trate así. :abraza su peluche de Saga: Necesito un apapacho TTOTT. Faltas de ortografía, de gramática, tipeo y redacción no son intencionales (excepto en el caso de los diálogos de Niké) y si descubren alguna, por favor, sean buena leche y avisen para poder corregir, lo mismo si tienen quejas o críticas respecto de la historia, para ver como lo soluciono (en tanto sean constructivas y no destructivas) ¡GRACIAS POR HABER LEÍDO EL CAPÍTULO!

Brújula Cultural.

Tonsura: Es un peinado que usaban antiguamente y en forma exclusiva los clérigos. Consiste en un corte de pelo en el cuál la parte superior de la cabeza queda calva. Pueden ver imágenes, como es usual, en mi blog para que las cosas les queden más claras.

Omake 1:

Hogar¿dulce? Hogar.

Niké abrió sus ojitos a más no poder, pero se quedó muy callada. Se aferró de la mano de Camus, su tío favorito, y trató de esconderse detrás de sus piernas. La pequeña diosa había bajado junto a Shion hasta Acuario de colada. Entre las muchas funciones del Patriarca, el antiguo santo de Aries tenía que apaciguar muchas veces los ánimos de los dorados y trazar alianzas estratégicas a nivel macro y micro. En esta ocasión había acudido a Camus no solo por las habilidades diplomáticas del francés, sino además por su empatía hacia cierto delicado caso que involucraba a dos de sus colegas.

Shion necesitaría pronto su ayuda para calmar los nervios de Shaka. Chantal de la Cruz del Sur había pedido, en vista de sus méritos (que no eran pocos: la amazona era de movimientos torpes, pero hábil cuando se concentraba), un traslado al Santuario, lo cuál iba a poner al santo de Virgo como gato de espaldas, dada la peculiar forma que tenía la hermana menor del santo de Acuario para expresarle su cariño.

Camus, que no le quedó de otra más que decir que aceptar, aunque no de buena gana. La verdad, era muy aprehensivo con su hermanita y no le hacía chiste que la pobre estuviera perdiendo el tiempo en un tipo como Shaka, que no la quería ni ver en pintura, pero bueno… era cuestión de tiempo antes que Chantal se diera cuenta solita de esto. Lo dudaba, pero la esperanza muere de últimas.

Ahora Camus y el Patriarca se hallaban a la salida de la Undécima Casa del Zodiaco. El santo de Acuario había acompañado a Shion a la salida, y fue entonces que le vieron venir. Fue tan impactante aquella visión, que a Camus le dio cierto instinto protector y empujó a Niké detrás de sus piernas solo por si acaso, lo mismo Shion que se adelantó un par de pasos con cautela. El Patriarca, con los ojos muy abiertos, estaba mudo y como que hasta se le había olvidado respirar.

Es que caminaba peor que un zombi… y su aspecto tampoco lo favorecía.

"¿Tío Kamus, Papi Shion?" Niké se quedó mirando a los dos adultos, que ensimismados no podían dejar de observar, con evidente trauma, aquella visión. "¿Ké le pazó a Tío Afro?"

La voz de la niña les llamó la atención. Ambos dorados la quedaron viendo, pero fue Shion quien se atrevió a responder.

"No lo sé, Ranita, no lo sabemos."

"Va a necesitar un calmante." Balbuceó Camus. "De los fuertes."

El Patriarca y el santo de Acuario se quedaron viendo a Afro. El dorado en cuestión subía las escaleras extenuado y derrotado hasta ellos. Si antes no se habían atrevido a emitir comentario alguno, menos ahora, que le vieron más de cerca, por temor a causar una poco digna reacción emocional.

Afro de Piscis estaba cubierto en pegamento, plumas y pintura de psicodélicos colores, sin mencionar que apestaba por culpa de unas molestas y desagradables bombas de olor.

"Afro¿Estás bien?" Se atrevió a decir Camus, cuando su compañero pasó al lado suyo. Nada. No obtuvo respuesta.

El aludido tenía la vista fija al frente, como en un estado catatónico. Afro siguió de largo hasta su casa, en la misma guisa, ignorándoles. En su espalda, infinidad de papeles con los motes más increíbles, no dejaban ver sus ropas. Shion tenía una lastimera mueca en el rostro y Niké había vuelto a taparse los ojitos con las manos. Camus se rascó el cuello.

"Err… ¿le decimos?" Preguntó el francés, tragando saliva. "¿Sobre los papelitos? Dudo que los haya visto."

"No." Se apresuró en decir Shion. "Mejor le digo yo. Dudo que soporte bien el shock y sé como manejar a Afro cuando se pone sensible." El Patriarca puso una decidida expresión en el rostro, se arremangó los brazos y se dispuso a subir tras el santo de Piscis. "Camus¿Llevarías a Niké con Idril por mi? Creo que esto va a tardar."

"No hay problema."

Como pueden ver… el trabajo de un padre, digo, de un Patriarca nunca termina.

Fin del Omake.

Por

Misao-CG.