A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su última entrega. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, dejen un mail de contacto para que pueda responder sus comentarios con más agilidad, dado que no volveré a poner estas respuestas en mi profile.
¡MONTÓN DE GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA¡Gracias Firts Ayanami y Sonomi por el tiempo que se dieron para leer y corregir mis locuras!
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. El personaje de Shiori, de la serie Inuyasha, pertenece a Rumiko Takahashi y ha sufrido modificaciones para el beneficio de la trama. El Personaje de Selene pertenece a Fanny Shadow. No estoy sacando beneficio económico de este escrito: nada más hago esto para relajarme y entretener a mi imaginación, eso es todo.
ADVERTENCIA.
Del Manual del Villano Para la Malvada Conquista de la Galaxia, Artículo Vigésimo Séptimo: Nunca construiré sólo uno de cualquier cosa importante. Todos los sistemas tendrán paneles y baterías redundantes. Por la misma razón, siempre llevaré al menos dos armas completamente cargadas en todo momento.
Cualquier coincidencia con la realidad, situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 9:
Sospechas.
Clase de Gimnasia.
10:00 am.
La enorme sombra del santo de Tauro fue proyectada con largura en el suelo. Alde por lo general no tenía problemas con ningún grupo, menos con el que estaba instruyendo en esos momentos, que era el grupo de Argol y uno de los paralelos. Sin embargo no todo era miel sobre hojuelas. Aquél muchacho flaco y callado ni siquiera había comenzado a correr como el resto de sus compañeros.
Aldebarán les había ordenado realizar 5 vueltas al trote alrededor de la cancha de fútbol. Argol hacía rato que las había terminado, pero había decidido seguir corriendo hasta que el último de sus compañeros de grupo terminase (así aprovechaba al menos de estirar las piernas un poco). Dos de sus amigos, José y Antonio, sudaban la gota gorda y ya querían terminar, pese a que apenas llevaban una vuelta y media. Juan, que era parte del equipo de atletismo, el mismo que Aldebarán estaba entrenando, ya estaba por terminar y con un buen tiempo… o de lo contrario tendría trabajo extra en el equipo de atletismo y eso no le hacía gracia. Muy buen entrenador era Alde, pero ¡MADRE MÍA como les hacía trabajar!
Es que el enorme dorado era tan entusiasta como explotador. Al menos exigía el trabajo con muy buenas maneras y hasta daba lástima decirle que no o decepcionarlo. Aldebarán no dejaba de animarles, mientras cronometraba los progresos de sus muchachos y anotaba los resultados en unas fichas. Detrás de él, uno de sus alumnos… ni siquiera se había puesto de pie. El buen santo de Tauro, que siempre trataba de evitar enfrentamientos, mentalmente le había dado 5 minutos para que se pusiera a trabajar, pero a los 4 minutos con 45 segundos supo que tendría que hablar con el crío en cuestión.
El susodicho era un chico llamado Giancarlo, quién, dicho sea de paso, no tenía ni la más leve intención de hacer algo por su vida. Se había puesto cómodo detrás de un árbol, oculto a la vista del enorme profesor y creyendo que Aldebarán no sabía que estaba allí. Escuchaba música y rumiaba pestes todo el día.
Momento para hacer un paréntesis. Pellejo, el problemático alumno de Máscara, era el matón oficial del patio. El que más problemas causaba y el más malo de todos. El crío podía darse el lujo de decir que había acabado con los nervios de tres profesores y logrado que al menos dos renunciaran. Pero el chaval era puro ruido… y aunque se liaba a patadas todos los días, de allí la cosa no pasaba. Un chico tímido que no más quería llamar la atención, sin saber cómo. Tan solo bastaba que alguien hiciera valer su autoridad en forma firme y listo. Sí, está bien: se quejaba como si le estuvieran clavando astillas debajo de las uñas, pero eso era todo.
¿Peligroso Pellejo? Naah. Con el que había que tener cuidado era con Giancarlo. De notas mediocres, impredecible, silencioso, de actitudes radicales y reacciones violentas, nunca hacía caso de nadie, gustaba de incordiar a todo el que pudiese y de patear por gusto los muebles y objetos hasta romperlos. Detestaba estudiar y estar metido en un sistema establecido con todo su corazón. Desde el año anterior que estaba esperando cumplir la mayoría de edad para largarse de su casa y hacer su vida como a él le pareciese.
Sí, era peligroso. Tenía muy malos amigos y él mismo era una mala influencia. Desde los 13 que había sido expulsado numerosas veces y sus padres esperaban que terminase al menos su educación en ésta. De su anterior escuela, había sido expulsado por vender drogas y sólo porque sus padres habían contratado al mejor abogado que pudieron pagar, Giancarlo no había terminado en un reformatorio. Lo curioso era que el crío no tenía motivos para estar tan a disgusto con el mundo. Sus padres le dieron de todo y nunca sufrió necesidades materiales. Pero le faltó lo esencial: Cariño, afecto y una guía sólida. Por desgracia, sus papás fueron del tipo más bien ausente.
Lo peor de todo es que Giancarlo tenía un grupo de 6 amigos que tenían sus mismas mañas y este grupo emanaba tanta mala vibra que hasta la pandilla de Pellejo los evitaba. Como sea. Los 5 minutos impuestos mentalmente por Alde pasaron, por lo que el dorado giró sobre sus talones y caminó hasta detrás del árbol. Pese a su enorme volumen, Giancarlo le ignoró e hizo como que no le veía.
"¿Acaso no piensas correr?" Preguntó Alde con voz de trueno, pero ni siquiera logró que el muchacho se inmutase. Giancarlo frunció el ceño, cerró los ojos y siguió escuchando música en su mp4.
Lo malo del asunto es que Alde no tolera este tipo de faltas de respeto, pero lo bueno es que el crío aprendió que no hay que hacer enojar a alguien que es al menos 2 veces más grande que él. El santo le tomó de un brazo y de un solo jalón lo puso de pie y le quitó su reproductor de música.
"Esa cosa te hará estúpido: ya tuve bastante contigo. Si no corres…" Comenzó Alde, pero se interrumpió para detener el golpe que el chico intentó propinarle… con el dedo índice. Tranquilo y sin levantar la voz, el santo aplicó una llave y prosiguió con su discurso. "Dije que si no corres, no llegarás a ningún lado y eso no lo voy a permitir. ¡Vamos! Correr te hará bien. Mens Sans In Corpore Sans."
"¡ARGH! Suéltame." Agitándose molesto, Giancarlo sólo se limitó a gruñir de disgusto… y si Alde le soltó, no fue precisamente por la capacidad física del muchacho. "Ya corro, ya corro. Deberías haberme dejado en paz." Ladró en voz baja, antes de comenzar a correr. No le había quedado de otra alternativa. A desgano, comenzó a alejarse.
"¿Qué haré contigo?" Se preguntó Alde mientras meneaba la cabeza. El dorado entrecerró los ojos. "Ya me estás cayendo mal." Añadió en un casi imperceptible susurro.
Oficina del Conserje.
Receso.
José, Juan y Antonio pasaron corriendo por el frente de la puerta a todo lo que le daban los pies. Detrás de ellos, y luciendo como recién salido del desagüe (con todo y estelas de mal olor), Afro, blandiendo una escoba, les perseguía enfurecido y a trastabillones. Bien podía haberles dado alcance antes que los muchachos hubieran tenido la oportunidad de huir, pero controlar su fuerza y tratar de disimular su verdadero poder lo hacía ver algo torpe. Detrás de Afro, Argol corría aunque a desgano: el plateado tenía planeado intervenir sólo en el caso que las cosas se salieran de control.
Máscara y Shura les vieron pasar, menearon la cabeza y suspiraron resignados. Segundos antes que el quinteto pasara corriendo por el frente de la pequeña oficina, Alde les había enviado un 'cosmo mensaje' avisándoles de la situación, sólo por si acaso. Aunque claro, tal como el santo de Tauro, no hicieron mucho más por ayudar a Afro… excepto enviarle otro 'cosmo mensaje' a Shaina para que estuviera alerta. Aparentemente, el único preocupado por la salud de José, Juan y Antonio parecía ser Argol.
"Mocosos inútiles." Gruñó Máscara tras darle un sorbo a su café. "Por último deberían avisar cuando van a jugarle una broma a Afro: También Quisiera Reírme."
"No son malos chicos." Dijo Shura. "La mayoría de las veces al menos. ¿Sabías que la otra noche fueron a probar suerte al Santuario? Saga y Shaka les dieron un buen susto."
Ocurre que en Atenas, entre los alumnos de secundaria, corría una popular leyenda urbana, que consistía en que al caer el sol, si un hombre intentaba internarse lo más posible dentro de los límites del Santuario, tendría la oportunidad de ver mujeres bellísimas que lo harían ver estrellas.
Tan lejos de la realidad no estaba este mito: durante muchos años, las rondas nocturnas de Santuario las hicieron principalmente amazonas, y en efecto, los civiles que se infiltraban y se topaban con ellas, sin lugar a dudas veían estrellas, pero de dolor. Todos sabemos que las amazonas suelen ser bastante… violentas. Pese a las historias que se contaban acerca de lo que en verdad ocurría, los irresponsables adolescentes atenienses (¡Uy! Me quedó en verso) insistían en adentrarse dentro del Santuario para comprobar dichas historias, tentando a su suerte y a la escasa paciencia de los santos en turno nocturno.
"Algo supe al respecto: creo que les metieron a un laberinto de luz, que llenaron de ilusiones." Comentó Máscara pensativo. "Nunca me avisan para reírme." Se lamentó.
"Pudo ser peor, Máscara." El santo de Capricornio se encogió de hombros. "Al menos ese lote es divertido."
"Aburridos querrás decir. Admito que tienen sus momentos." Máscara bebió otro sorbo de su café. "De la fauna que hay en este chiquero, esos son los más pasables."
"No aguantarían el entrenamiento." Shura meneó la cabeza, pensativo, y se llevó una mano al mentón.
"Ni 20 segundos." Ambos santos se quedaron en silencio unos instantes. Sin embargo, todos sabemos que al menos uno de ellos no es de los que permanecen callados mucho rato. "¡Cabra¿Hasta cuándo me tendrás aquí sin hacerme esa pregunta? Por algo me dijiste que viniera."
Shura se quedó viendo a Máscara muy serio. Es verdad: no porque fueran los mejores amigos del mundo es que estaban compartiendo tiempo del receso. El santo de Capricornio tenía algunas cosas que le preocupaban y que comenzaban a tenerlo despierto en las noches. Ya lo había comentado con Shaina, Alde y Argol por separado. Es que antes de saltar a conclusiones, quería estar seguro.
Es que quizás por el puesto que le tocó en aquella secundaria, el de conserje, le había dado la oportunidad de mirar las cosas en forma más global. Como que conocía a los alumnos y la dinámica escolar, o al menos había aprendido a identificarla. Sabía qué era normal y qué no…
… Por eso mismo estaba preocupado. Desde que se había topado con ese cartucho de municiones, estaba más alerta de costumbre. Shura era desconfiado por naturaleza y era normal que viera conspiraciones por doquier, pero hasta él sabía cuando el asunto era impresión suya y cuando un asunto serio.
Las cosas que pasan y con las que uno se encuentra cuando presta un poco más de atención a los detalles. Ya había encontrado 2 paquetes más de municiones y bien ocultas entre las calderas del sótano, encontró una escopeta hechiza, ya saben, de esas que hacen con los tubos de las bicicletas, además de los materiales para fabricar otra más. ¡Peor! Había notado nerviosismo entre cierto grupo de niños y hacía dos días, pilló a dos alumnos registrando sus cosas en su pequeña oficina. Shura suspiró y se llevó las manos detrás de la cabeza.
"Máscara. ¿Le haces clases a Giancarlo?" Preguntó si mayor rodeo. El santo de cáncer le miró de reojo.
"¿Quién dices?"
"El delgaducho ese del salón de Argol… que nunca se quita los anteojos." Shura se cruzó de brazos. "El que desinfló y rompió los vidrios del auto del Señor Tersites."
"Ah Sí." Máscara hizo una mueca de disgusto. "No es el del grupo de Argol, es del paralelo. ¡Cubo de Basura! Así le digo desde que le volteé encima el contenedor de basura por ignorarme en clase." Recordó mientras apretaba el puño derecho y una venita le pulsaba en la frente.
"Ese mismo. El crío me preocupa." Shura miró hacia el pasillo y entrecerró los ojos. "Él y sus amigos. No sólo a mi, sino también a un montón de Maestros. Selene me dice que exagero."
"Ahí si que no sé. ¿Por qué de pronto tanto interés?" Máscara preguntó con voz muy seria.
"Anteayer llegué un poco antes aquí y me encontré a Giancarlo y a ese otro amigo suyo, Lou, buscando entre las cosas requisadas. Intentaron golpearme cuando les regañé y obviamente terminaron en dirección." Explicó molesto. "Selene me dijo que exageré, pero no puedo dejar de preocuparme. Algo me dice que tiene que ver con las municiones que encontré."
"Paranoico."
"Estoy Preocupado, Máscara. ¿Y si tienen algún problema y están buscando ayuda? O quizás ellos son el problema y tienen líos con sus compañeros: los marginan mucho, quizás tienen problemas de manejo de furia."
Máscara se quedó viendo con cautela a Shura, sin embargo no por mucho tiempo. Le lanzó un calendario que había encima del escritorio a la cabeza y se echó a reír como maniático por un par de minutos, hasta que se detuvo de golpe.
"Selene tiene razón, estás exagerando." Le dijo el santo de cáncer muy divertido. "No te pongas tan pedagógico, que no vinimos a salvar marginados." Gruñó Máscara en seguida, de muy mal humor. "Si no son capaces de defenderse de sus pares, ni de adaptarse a su entorno, eso es problema del loquero a cargo y no del dorado de turno."
"Tienes razón, pero NO es eso." Insistió Shura, quien se cruzó de brazos preocupado y con el ceño bien fruncido. "Es que además no me gusta verlos cerca de la Princesa, pues me da grima y me pongo más aprehensivo de lo que soy. Esos tipejos me dan mala leche."
Máscara cerró los ojos y meditó el asunto unos segundos. Vaya… ahora que lo pensaba… debería haberle prestado más atención a Athena que a Shiori. Pensó en Cubo de Basura, digo, Giancarlo, y en su comportamiento durante un buen rato. Bah. Shura podría tener razón, lo que decía no era tan rebuscado. Ahora que lo pensaba… él también tenía recelo y no le gustaba ver a la niña Athena en el mismo piso que ese grupo de amigos.
"Se lo he comentado a Shaina, a Alde y a Argol y los 3 tenemos la misma sensación."
"Bah." Máscara se cruzó de brazos. "BAH… creo que sé a qué te refieres." El dorado se cruzó de brazos. "Ni modo. Habrá que ponerles ojo y punto."
"Mejor los dos ojos, que uno no basta." Finalizó Shura. En esos momentos, el estridente timbre que señalaba el fin del receso resonó por los pasillos. "Luego seguimos hablando… y luego me dirás como te fue el otro día con Shiori." Añadió burlón el santo de Capricornio.
"Bah." Máscara se puso de pie e hizo un gesto de indiferencia con la mano. "La curiosidad mató a la CABRA." Le dijo con una plácida sonrisa antes de salir de la pequeña oficina. Shura rió divertido.
Clase de Física.
¡Por fin el Timbre! Los alumnos del 2º D, que para esas alturas del día y del año escolar en curso tenían los nervios destrozados. Ese día, tan solo habían hecho rabiar a Máscara en un par de ocasiones, imponiendo un nuevo récord. Seguían siendo el curso más desordenado y caótico de toda la secundaria, pero cada vez que Máscara ponía pie dentro de ese salón, se convertían en mansos corderitos. Pero el exceso de energía contenida, aunado al estrés que significaba estar en una clase con un profesor poco paciente, neurótico y al que le importaban un rábano los derechos humanos, tenía su lado negativo: jaquecas y dolores de espaldas. Cuando sonó el timbre, el suspiro de alivio fue general, aun así nadie se movió.
Curioso. Pellejo y sus amigos se quedaron extrañamente en silencio y sin armar lío durante toda la clase.
El grupo no quería volver a hacer enojar a Máscara al menos por ese día. El santo de Cáncer terminó de explicar algunos conceptos relativos a energía y movimiento, tras lo cuál subrayó un par de fórmulas, haciendo chirriar la tiza en la pizarra, como de costumbre.
"Quiero estos ejercicios resueltos para la próxima clase." Máscara se volvió hacia sus alumnos y con una amenazadora y gatuna mirada que parecía derretir plomo, los quedó viendo con severidad. "NADA de estar resolviendo esto antes de clase. Si lo hacen lo sabré y SABEN de lo que soy capaz." Todos los chicos asintieron con temor. "Ahora pueden irse."
El último alumno que intentó resolver una tarea minutos antes que empezara la clase, había terminado siendo izado por el mástil de la bandera que había en el patio. Hueso estuvo colgando allí hasta que los bomberos lo bajaron.
"Bien. ¿Qué están esperando¡LARGO!" Gritó el dorado de golpe. En tropel, y como si estuvieran huyendo de un incendio, todos los alumnos se abalanzaron hacia la puerta. "¡EN ORDEN QUE NO QUIERO ACCIDENTES RIDÍCULOS!" Esta nueva orden sirvió para calmar las cosas. De a uno y casi con disciplina espartana, los alumnos hicieron abandono del salón.
Máscara se quedó revisando algunas notas y guardando otras cosas en su vieja mochila. De reojo vio que los amigos de Pellejo, algo a regañadientes, se iban, dejando a su patético líder atrás. Había que reconocer una cosa: daban más problemas que hooligans ebrios y taimados, pero muy a su manera, ese grupito era amigos muy unidos. El dorado fingió demencia y siguió con sus cosas. Pellejo se quedó rezagado, como esperando que todos sus compañeros se fueran, pero ni bien se quedó solo, echó un rápido vistazo a su extraño profesor y decidió salir.
BONK.
Un coscorrón le dio de lleno en la cabeza. Antes que el pobre Pellejo se diera cuenta, sin ningún tipo de advertencia, Máscara le dio un soberbio golpe que seguro dejaría un chipote. No es por nada, pero esto que usen la velocidad de la luz para repartir estos inusuales gestos disciplinarios, enoja hasta al más templado. ¡No era justo!
"¡Desgraciado, Maldito Bastardo, Infeliz De &$ Y De &$ Y Además de !" Un colorido vocabulario escapó de los labios de Pellejo, al tiempo que éste se sobaba su adolorida testa con las manos. "¿Es que nunca me tratarás con respeto?"
"Mi concepto del respeto es otro." Explicó Máscara muy tranquilo. "Ahora¿Qué rayos te pasa?"
"¿A mi? Nada que te importe." Ladró Pellejo de mal humor.
"No me vienes con ese cuento que ni tú te lo crees. Estoy deprimido porque no me diste chance de colgarte ventana abajo." Dijo el dorado con impaciencia.
"¡Te Bancas! Si no lo superas, pues hay muchas pastillas que te pueden servir." Lejos de ser la óptima, la respuesta de Pellejo le pareció simpática. No obstante, eso no salvó al chiquillo de que el dorado lo sujetara por las solapas y lo sacudiera un par de veces antes de soltarlo.
"No me des motivos para colgarte por la ventana y dejarte allí toda la noche, Pellejo."
"¡Cómo si los necesitaras!" Reclamó el muchacho de mal humor. Luego puso un mohín en la cara y se rascó la nuca. Miró hacia otro lado. Algo le dijo a Máscara que el crío quería decirle algo, pero que no sabía como comenzar. Iba a decir esto cuando Pellejo se apresuró a hablar. "… Es una tontería. Quizás no tiene importancia."
"Desembucha de una vez antes que cambie de opinión y me largue." Amenazó Máscara, cruzándose de brazos.
"… ¿Soy malo?"
"¿Qué dices, crío?"
"Que si soy malo. Así como malvado, perverso, psicópata… cosas que todo el mundo me repite…" Preguntó Pellejo incómodo con la situación. Máscara se lo quedó viendo anonadado: de todas las cosas que este chiquillo pudo haberle preguntado, ÉSTA era la que menos se esperaba. "Todos me dicen que soy un caso perdido. Y en verdad como que les doy la razón: es que de otro modo, no me pescan ni de bajada." Añadió algo acongojado y sin dejar de mirar para todos lados.
Entonces Máscara Mortal de Cáncer se puso las manos en las caderas y rompió en carcajadas maniáticas, tan bien logradas que terminó por convencer a Pellejo que el tipo necesitaba tratamiento psiquiátrico cuánto antes. Y así como comenzó, de golpe el dorado se puso serio como pared de molino.
"Tú no eres malvado. Tú eres un chiste." Afirmó Máscara muy seguro de sí. "No sabes ni tienes idea de lo que significa ser malo en verdad." Añadió con el rostro ensombrecido. Pellejo le miró curioso (y temeroso). "Conozco peores que tú. Yo era mucho peor que tú y sigo siendo peor que tú."
"¡Eres es un profesor! Un profe es un tipo bueno: no cualquiera nos soporta como usted."
"… JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA." Tras reír sonoramente, Máscara carraspeó y se detuvo. "¡AHEM! No por vocación, enano. Como decía. El punto es tú quieres hacerte el malo cuando en verdad estás tan aterrado del mundo, que es la única manera en que lo manejas."
"¡NO SOY UN COBARDE!" Protestó Pellejo.
"Pero sí un debilucho. Tanto que ni siquiera le das la oportunidad a nadie. Sé a donde lleva ese camino y no es lindo el final." El santo de encogió de hombros. "Aprovecha que estás a tiempo, pero el único que puede obligarse a las patadas a cambiar eres tú y no yo… aunque te advierto que ganas no me faltan."
"¡NO Me Diga Lo Que Tengo Que…!"
"Contestando tu pregunta… Al diablo con tu reputación y tus amigos: si son tus amigos, les agradará el cambio en tanto no seas cínico, y si te dejan de lado, pues nunca fueron tus amigos." Añadió Máscara. Sorprendido, el muchacho hasta cambió el tono de voz.
"… nunca hice esa pregunta."
"Pero me acabas de confirmar que la estabas pensando." Ya impaciente y hastiado de la situación, Máscara se sopló el flequillo. "¿A qué vino todo esto?"
"…"
"No me hagas perder más el tiempo."
"… es algo que me preocupa." Dijo Pellejo en voz baja. Molesto por encontrarse con otra persona a quien también le preocupaban cosas y que se lo decía en menos de 6 horas, Máscara le apresuró con la mirada, cuya intensidad crecía en impaciencia. "A uno de mis amigos… ya sabe, El Cuervo… hace un par de semanas, Giancarlo le ofreció un arma así de la nada."
¿Giancarlo¿Cómo era posible que ese crío le quitara el sueño a tanta gente¿Acaso estaba rodeado de adoradores de conspiraciones o qué? Máscara aguzó la mirada y prestó más atención. Lo terrible del asunto es que él comenzaba a preocuparse.
Como que de pronto Giancarlo se le hacía un bonito adorno para el techo del Gimnasio o para el asta de la bandera. Si lo veía ese día, lo izaría sin dudarlo mucho.
"¿Un arma?" Preguntó Máscara fingiendo indiferencia. "¿Blanca o de fuego?"
"De Fuego y ¡Se la regalaba! Me hizo enojar mucho." Pellejo apretó los puños. "Nos tuvimos que ir a las patadas: no me gustó que ese hiciera eso: Cuervo es inestable. ¡Tiene problemas en casa! Hace un año intentó suicidarse y el muy infeliz va y le regala un arma, como si no supiera lo que…" Pellejo se interrumpió. "O sea, la idea es ser malos, pero no tan malos."
"¿Por qué dices 'ser malo, pero no tan malo'?"
"Tener un arma es otra cosa…"
"NO MANCHES ¡Qué Hipócrita! Ustedes van por la vida con navajas."
"Masticó la mía por si no se olvida… y nunca las hemos usado: nos basta con nuestra reputación para asustar y un par de patadas de vez en cuando." Pellejo le miró con agudeza. "Creo que es más de hombres defenderse con los puños que con armas."
"Tienes razón, pero lo de las patadas es a diario." Máscara se cruzó de brazos. "Ayer les vi lanzando a aquél flacucho al espino de la entrada sólo por el gusto de hacerlo¡Llevan una semana haciendo lo mismo! Hoy el pobre infeliz se lanzó solo al espino cuando les vio venir, sólo para que ustedes no lo lanzaran." Tras pensarlo unos segundos, tanto Máscara como Pellejo rieron divertidos. "Ahem."
"Ahem. Es verdad. Pero nunca hemos dado ninguna patada que no esté bien merecida." Se defendió el muchacho. Luego, con timidez, miró en todas direcciones y volvió a bajar la voz. "En todo caso… he estado escuchando cosas que no me gustan… dicen que hay más armas ocultas en la vía pública, justo fuera del colegio, donde el Señor Shura no busca… eso es lo que me tiene nervioso… pero nadie me hace caso."
"¿Cómo sabes que Shura está buscando…?" Máscara se atajó a tiempo. "¿Va en serio lo que dices?"
"… ¿Tú qué crees?"
"Hmpf." Con seriedad, el dorado asintió. "Estaré al pendiente… y no me mires así, que tú y yo jamás hemos tenido esta conversación."
"¿En serio?" Pellejo le preguntó como si no creyera que le habían hecho caso.
"¡Ahora Lárgate!"
Sin perder más tiempo, Pellejo se apresuró a irse. Máscara contó hasta diez, se echó su mochila al hombro, salió del salón y dobló hacia la izquierda, hacia el salón de Shiori. Seguro la chica ya estaba en el salón de maestros, pero no perdía nada con asegurarse. El receso continuaba y ese día en específico duraría más por razones especiales. Al parecer había alguna efeméride especial que ameritaba más descanso, pero de eso el dorado no quería enterarse.
Nope. Shiori no estaba en su salón. Máscara no se arredró y continuó con su marcha. Se dispuso a bajar las escaleras cuando de pronto se percató que la maestra de Latín estaba junto a la salida de emergencia… ¿Olfateando El Dintel!
"¿QUÉ Demonios Haces?" Preguntó sorprendido. Shiori giró sobre sus talones. Pese a la tempestiva y sonora pregunta del dorado, no parecía haberse asustado. Un ruborcillo le adornaba las mejillas.
"Pues… ¿No te parece obvio, Máscara–san?"
"¿Estás olfateando la salida de emergencia?"
"Claro… ¿Por qué no?" Nerviosa, Shiori se puso a jugar con los dedos. "¿No hueles nada raro?"
"¿Cómo qué?"
"No sé… como a grasa o pólvora o…" Shiori se quedó mirando de reojo a Máscara. Sintió como una enorme gota comenzó a orbitarle la cabeza y sonrió nerviosa. "Son cosas mías. ¡Es que me gusta oler puertas! Aunque no tengo un buen olfato…"
"Err…" Extrañado como estaba, el dorado también sintió una gruesa gota. "Cada loco con su tema. En fin. Quería hacerte algunas preguntas, Nikaido–san."
"¿Huh?"
"No es nada. Son… algunas impresiones mías."
"Pues dígame." Le instó Shiori casi inocente. Máscara la observó con fijeza y seriedad. Vaya, al parecer era una pregunta importante.
"¿Desde cuando usas lentes de contacto?"
"¿Lentes de contacto?" Shiori sacudió la cabeza. "No Puedo Creer Que Me Haya Hecho Esa…"
"Naah, disculpa, no era eso lo que quería preguntar… ¿Qué sabes de Giancarlo?" Se apresuró a decir. Shiori pestañeó.
"¿Giancarlo? Bueno… es retraído, rebelde, muy agudo e hiriente. Arisco con los demás alumnos, sobre todo los que no son de su grupo de amigos. Es rudo: tiene antecedentes de violencia en casa, problemas con la autoridad y se considera a sí mismo como muy marginal. Se trata a gritos con su papá y una vez golpeó a su madre aquí en el colegio, una vez que vino a hablar con el director. Aquí entre nos, es muy mala influencia. ¿Por qué me preguntas esto?"
Máscara se cruzó de brazos y le explicó, a modo confidencial, lo que Pellejo acababa de contarle. De tanto en tanto, añadió parte de sus propias nuevas preocupaciones y de las sospechas de Shura, ocultando muy bien las cosas. Shiori le miró preocupada, pero empática
"… Eso era. Ese Giancarlo ya se me cruzó entre ceja y ceja… sin mencionar que buscaba saber si lo que dice Pellejo tiene fundamentos."
"No quisiera ser tan lapidaria con Giancarlo, no sería tan mal chico si no lo resolviera todo de mala manera." Confesó Shiori. Se cruzó de brazos, pensativa, en un gesto bastante similar al que Máscara hacía a veces. "En todo caso no me extraña… Algunas de las niñas del grupo de Giancarlo me han comentado algo parecido. Este año llegó más violento que de costumbre."
"Bah. Estamos hablando de un muchacho cuyos padres pueden pagar este colegio. Bah. Es una maldita lástima ver como desperdician las oportunidades." El dorado reclamó por algunos segundos y se quedó callado. Entonces, de pronto, se quedó viendo a Shiori y sonrió travieso. "Lo que me recuerda… ¿Te gustaron las ensaladas?" Preguntó para cambiar el tema. Debido a la sorpresa, Shiori emitió una risilla, tapándose la boca con una mano.
"¿Cómo es que vas de un tema a otro tan rápido? Eres extraño, Máscara–san… o más bien disperso. ¿Seguro no tienes Déficit Atencional?" Bromeó nerviosa al tiempo que se ponía roja como tomate. "Sí. Las he probado mejores, pero las ensaladas estaban muy buenas. También lo pasé muy bien."
"¡Estupendo! Entonces querrás salir conmigo de…"
Alerta de cosmo mensaje. Shaina estaba llamándole de mal humor de que lo necesitaban en el patio por alguna razón que el dorado había olvidado. La amazona no se oía de buen humor y Máscara sabía muy bien lo enojonas que podían ser las mujeres de su familia. Molesto, envió la debida respuesta, que a su vez tuvo una irritada reacción.
"Otra vez…" Comentó Shiori como hablando al aire.
"¿Otra vez qué?"
"Es que desde hace un tiempo en este edificio… no sé, como que se sienten ondas de energías curiosas. De un tiempo a esta parte se han hecho muy comunes." Explicó Shiori como si fuera la cosa más normal del mundo. Máscara abrió levemente más los ojos. ¿Acaso Shiori detectaba…? "Máscara–san. ¿Las has sentido?" Preguntó la chica como si ya supiera la respuesta.
"No sé a qué te refieres." Respondió tranquilo y como si oyera eso por primera vez. "Bien linda, tengo que irme." Y así con la misma calma, Máscara le dio la espalda y enfiló hacia el patio, para ver qué rayos quería su prima.
Shiori le observó alejarse y luego que el dorado se hubo alejado un poco, entrecerró los ojos, que adoptaron, bajo los lentes de contacto color marrón, una agudeza predatoria casi animal.
"Sabes muy bien de qué se trata." Dijo para sus adentros. "Lo sabes muy bien. Tú y los demás… santo de Athena."
Entonces giró sobre sus pasos y se alejó en dirección del salón de Maestros.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Episodio¿Un Hecho Aislado?
…
"Se te irá toda la sangre a la cabeza." Le dijo para romper el silencio. Una vez más, sin dar luces de haber sido sorprendida, Shiori giró la cabeza hacia Máscara, luciendo una gran sonrisa.
"Mucho mejor, pues así mi cerebro estará mejor oxigenado." Respondió con simpatía. Máscara alzó una ceja.
"Te puedes desmayar estando mucho rato de cabeza." Comentó serio como pared.
…
PS: Respecto de lo último que dijo Shiori, UUUH, atentos todos al omake, que la cosa es seria. Es parte del secreto que tiene Shiori, del cual ninguno de los santos se ha dado cuenta. Sip… Hace rato que los santos están algo curiosos respecto de algunas situaciones anómalas, pero es a partir de ahora que empiezan a preocuparse en serio. Tendrán que seguir leyendo para ver como se desarrollan los hechos. Faltas de ortografía, de gramática, tipeo y redacción no son intencionales (excepto en el caso de los diálogos de Niké) y si descubren alguna, por favor, sean buena leche y avisen para poder corregir, lo mismo si tienen quejas o críticas respecto de la historia, para ver como lo soluciono (en tanto sean constructivas y no destructivas) ¡GRACIAS POR HABER LEÍDO EL CAPÍTULO!
Brújula Cultural:
Hooligans: El término Hooligans es utilizado para referirse a las barras bravas inglesas, las cuales producen disturbios por hechos de su desagrado, ya sea de la selección nacional de Inglaterra o por algún equipo nacional. Han hecho actos vandálicos ya sea dentro o fuera de Inglaterra, como cuando son eliminados de una Eurocopa, una Copa Mundial de Fútbol u otro torneo de gran importancia futbolística. Las barras bravas de los equipos de fútbol han sido asociadas a eventos violentos desde sus orígenes en la Inglaterra del siglo XIII, cuando los partidos involucraban a cientos de jugadores y se convertían esencialmente en campos de batalla donde se enfrentaban las juventudes de los pueblos rivales. El origen del término hooligan es incierto, pero se cree que apareció en un informe de la policía de Londres que data del 1898.
