A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su última entrega. Por Favor, Quienes Dejan Reviews Anónimas, DEJEN UN MAIL DE CONTACTO PARA QUE PUEDA RESPONDER SUS COMENTARIOS CON MÁS AGILIDAD, DADO QUE NO VOLVERÉ A PONER ESTAS RESPUESTAS EN MI PROFILE.

¡MONTÓN DE GRACIAS A MIS LECTORAS DE PRUEBA¡Gracias Firts Ayanami y Sonomi por el tiempo que se dieron para leer y corregir mis locuras!

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. El personaje de Shiori, de la serie Inuyasha, pertenece a Rumiko Takahashi y ha sufrido modificaciones para el beneficio de la trama. El Personaje de Selene pertenece a Fanny Shadow. No estoy sacando beneficio económico de este escrito: nada más hago esto para relajarme y entretener a mi imaginación, eso es todo.

ADVERTENCIA.

Del Manual del Villano Para la Malvada Conquista de la Galaxia, Artículo Trigésimo Tercero: No requeriré a los altos mandos femeninos de mi organización que lleven sostenes de acero inoxidable. La moral mejora con una forma de vestir más sencilla. De la misma forma, los trajes de cuero negro serán reservados para ocasiones formales.

Cualquier coincidencia con la realidad, situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 11:

Señal de Alerta.

Cercanías de la Acrópolis.

22:00 pm.

"A ver qué nos trajo el gato."

Más rápido que lento y sin advertencia alguna, Shura de un solo ademán eliminó el arbusto. Prestos a reaccionar por si algo les atacaba, los dorados mantuvieron la guardia, más no se movieron ni un milímetro. Sin embargo, y pese a que esperaban algo extraño, no fue eso con lo que se encontraron.

"¡Basta!" Exclamó una chica muy, muy nerviosa, sin querer verlos a la cara. Estaba en cuclillas, cubriéndose los oídos con las manos: al parecer había sufrido alguna suerte de caída. Era delgada y vestía ropas deportivas muy cómodas y holgadas.

"¿Qué le pasó, señorita?" Afro se arrodilló junto a ella en seguida. Intentó ponerle la mano sobre el hombro, pero la chica se apartó.

"¡Basta!" Repitió impaciente. Aún no miraba a los dorados a los ojos. Afro insistió y logró tomarla por las muñecas.

"Tranquila: no pasó nada. ¿Está herida?" Preguntó el santo de Piscis al notar que había sangre en sus manos, pero no porque éstas estuvieran heridas. La chica sangraba por los oídos.

"¿Huh?" De golpe y agitada, la chica levantó la cabeza y se quedó viendo a Afro con los ojos muy abiertos, como si les reconociera. Shura se arrodilló junto a la chica. Máscara se quedó de pie, cruzado de brazos. "¿… Quiénes son?" Nope. Al parecer no los reconoció.

Se la notaba muy nerviosa y ansiosa, pero el santo de Cáncer tan solo se limitó a entrecerrar los ojos. Podía reconocer a alguien realmente asustado a la distancia, pero esta chica no demostraba tener miedo. Solo ansiedad. Sus ojos negros, que contrastaban con la impactante palidez de su piel, la delataron como una turista oriental. Su cabello era tan azabache como sus ojos, y quizás denostaban algunos reflejos azulinos. Llevaba una coleta alta. Bien podía ser japonesa, coreana o china. Vaya… ese contorno de ojos… esa nariz… se le hicieron MUY familiares. ¿Dónde había visto esas ropas y ese peinado? Al demonio con las coincidencias.

"Somos santos de Athena." Explicó Shura. "Puedes confiar en nosotros, te llevaremos a…"

"Más fuerte… no oigo bien." La muchacha cerró los ojos. Se soltó del agarre de Afro y se llevó las manos a los oídos. Se retrajo sobre sí misma. "Mis oídos duelen."

"Llevémosla con la Policía." Ladró Máscara, señalando hacia atrás con la cabeza. "Están cercando el área y están en mejor posición de ayudarla que nosotros."

"¿… qué?"

"Máscara tiene razón. ¿Señorita?" Afro se puso de pie y le ofreció la mano. "Venga con nosotros."

"¡No!" Exclamó de pronto. Eso último lo había oído fuerte y claro. "¡Esa Cosa Todavía Está Afuera!" No, la chica tenía miedo, pero esta histérica actitud suya por poco los engaña. Observó el cielo con recelo y cautela. "No… quiero que… me vea."

"No la verá. ¡Maldita sea! La espanté antes de poder pegarle siquiera." Se quejó Máscara. "¡Que Suerte Más Mugre Tengo!"

"No le pasará nada." Shura se puso de pie y pese al deseo de la chica, la sujetó de un brazo y la levantó. "La llevaremos con la policía y ellos la ayudarán y llevarán a un hospital. Vamos."

No les fue difícil conducir a la muchacha fuera de los bosquecillos de la Acrópolis, pese a la resistencia que tenía de salir. Esto a Máscara le pareció extraño: era como si la mujer ya los conociera y confiara en ellos lo suficiente como para acompañarles, Nada le quitaba e la cabeza que hasta les había reconocido; él mismo la encontraba muy familiar, pero tal cosa no le cuadraba. En fin, si eso les ayudaba a sacarla de ese bosque y dejarla a cargo de las autoridades lo más pronto posible, bien por él.

¡Qué movida más tonta! Había sido una mala idea refugiarse en el bosquecillo. Bien pudo haberle caído encima algún árbol o parte de los destrozos que esa cosa había provocado. ¿Cómo se había lastimado? Sí, esos chillidos fueron molestos y dolorosos, pero no justificaban una hemorragia en los oídos. ¿Qué la había llevado a ocultarse allí¿Acaso la confusión?

Seguramente la chica se había internado dentro en un intento por huir de aquella extraña criatura chillona y de alas grandes. Pobrecita: parecía haber sufrido un fuerte trauma acústico pues apenas les escuchaba y su equilibrio estaba alterado. En cuanto salieron de entre el follaje, la chica se aferró con fuerza al brazo de Shura y cerró los ojos por instinto, como si la luz le molestase. Máscara gruñó ¿Acaso estaba pintado que la chica no buscaba refugio en él¿Por qué le molestaba que se aferrase del brazo de Shura y no del suyo? Bah. En serio se estaba poniendo muy sentimental. Necesitaba darse una paliza con urgencia. Las luces de la ciudad volvieron a predominar y en cuanto aparecieron, algunos oficiales se acercaron de prisa a los dorados y tras un breve intercambio de palabras y explicaciones, dejaron a la ansiosa muchacha al cuidado de la policía.

El Barrio de Plaka se había agitado por completo. De un momento a otro, los turistas que momentos antes se divertían en sus calles habían desaparecido y algunos negocios habían cerrado. Sólo algunos pocos permanecieron abiertos: sus dueños eran lo bastante necios como para no querer cerrar. Tras dejar atrás a la muchacha y luego de emprender camino hacia el Santuario, los tres dorados permanecieron en silencio unos instantes. Sus armaduras le cubrían, por lo que causaron un poco de curiosidad entre los pocos transeúntes. Hicieron abandono de la escena justo a tiempo, pues alcanzaron a ver como llegaban algunos reporteros.

"¿Qué fue todo eso?" Preguntó Afro. "Máscara¿Qué pasó?"

"Con un demonio, Afro¿No escuchaste? Una cosa alada atacó a los turistas… o más bien al bosquecillo." Máscara se cruzó de brazos. "Creo que buscaba algo, pero no pude sacarle ninguna respuesta."

"¿Eso crees¿Qué te hace pensar en eso?" Insistió el santo de Piscis.

"¿Qué no viste como quedó el bosquecillo?" Preguntó Shura. "Esto sí que es raro. Primero sentimos esos chillidos tan desagradables, luego esa presencia hostil y poco natural, para luego no sentir absolutamente nada y encontrarte a ti maldiciendo al aire. ¿Estás seguro de lo que viste?"

"¡Claro que estoy seguro! Era algo grande, con alas y con mala actitud." El santo de Cáncer apretó los dientes. "El Muy Bastardo Hizo Desaparecer Su Presencia De Un Momento A Otro. ¡ARGH! Debí Atacarle Primero Y Preguntar Después. ¡Eso Me Pasa Por Ser Civilizado!" como ven, el dorado no estaba feliz. "Ya no siento nada." Máscara se concentró y escaneó el lugar con su cosmo. "Esa cosa desapareció tan rápido como apareció." El santo de Cáncer sacudió la cabeza impaciente. "Ni modo: no podemos ponernos a llorar por eso. Ahora algo más importante: ustedes dos… ¿Cómo les fue con el rastreo?"

Shura y Afro emitieron al mismo tiempo un sonido de frustración, seguido de las maldiciones de rigor. No solo porque Máscara les dejaba a la mitad del cuento, sino porque les hacía recordar su más reciente 'dolor de muelas'. El santo de piscis se llevó las manos detrás de la cabeza.

"Nos fue pésimo, eso pasó." Explicó Shura. "No encontramos absolutamente nada."

"Ma. ¿No es eso algo bueno?" Reclamó Máscara curioso. Entiéndanlo: los dorados habían decidido rastrear en el colegio por si se estaban ocultando objetos potencialmente peligrosos para la salud e integridad de la diosa. Si no encontraron nada, entonces…

"Sería algo bueno si no hubiéramos encontrado nada y si todo hubiera estado intacto." El buen Afro resopló de fastidio. "Pero si encontramos algunas cosas fuera de lugar."

"¡No me lo creo!" Gruñó Shura de mal humor, maldiciendo al cielo. "Reparé esas líneas a principio de semana. ¡Tendré que volver a llamar al Maldito Técnico!"

"La caja de las líneas telefónica estaba saboteada y los cables cortados." Afro volvió a aclarar las cosas. "No es para tanto, pudo ser peor. Al menos no encontramos nada que pueda poner en peligro a la diosa, como temíamos…"

"Me late que allí hay un pero." Preguntó Máscara.

"Sí lo hay. No encontramos nada, pero en los sitios en que buscamos, había señales de que fueron trajinados." Dijo Shura meditabundo. "Como si hubieran ocultado algo un tiempo y retirado después."

"En pocas palabras, fuimos descuidados: se nos adelantaron y sacaron toda la evidencia que les podía incriminar, sea quien sea que las ocultó." Concluyó Afro soplándose el flequillo.

"Entonces ni modo." Máscara miró hacia atrás sin darse cuenta, como buscando algo. Se encogió de hombros. "O somos paranoicos o esto comprueba nuestros temores."

"Ahora el chiste es saber qué está pasando."

"Lo que nos lleva solo a una conclusión posible: estamos como al principio." Gruñó Shura, tronándose los nudillos.

Los tres dorados emitieron un largo gruñido de enfado. Mejor se regresaban de una vez al Santuario, que ya habían tenido demasiado como para una sola noche.

Salón de Maestros.

Día Siguiente.

Shaina se sentó en una de las mesas, dejó sus papeles a un lado y se dispuso a tomar de un té. Desde hacía un par de meses, y por la influencia de algunas de las otras profesoras, la amazona se había hecho aficionada a beber té antes de comenzar las clases. Su sabor favorito desde hacía unas semanas era el de manzana con canela, cuyo aroma la relajaba más de lo que ella misma creía y hasta le cambiaba el humor. Melissa, que estaba sentada frente a ella, le sonrió.

"Te dije que ese sabor te gustaría, Shaina." Le dijo con alegría. "Una vez que lo pruebas, es difícil no probarlo de nuevo. ¡Es Tan Aromático!"

"Admito que tienes razón: debí hacerte caso antes. Este té está genial." Dijo Shaina con relajo. Entre los diversos milagros de este té, se contaba el hecho que la amazona se sentía más a gusto con su misión y hasta se mostraba más amigable. Todo un logro para un simple té con sabor. "Claro que una de mis amigas no opina lo mismo de este té." Añadió traviesa.

"En serio. ¿Quién se resiste a los encantos del té de manzana con canela?" Preguntó Melissa con los ojos muy abiertos.

"Mi amiga. Tiene ya como 5 meses de embarazo, que no han sido fáciles." Explicó Shaina, refiriéndose a Marín. La amazona suspiró apenada. "Ha tenido complicaciones y tanto su médico como su marido no la dejan hacer nada. Está un tanto asustada, aunque no lo reconoce. Creí que el té la alegraría, pero el olor de la canela le causó mareos y no quiso ni probarlo."

"¡Qué lástima! Aunque no me sorprende. Las hormonas de una embarazada juegan malos ratos. Espero que tu amiga no esté tan mal." Dijo Melissa de todo corazón. "Al menos está bien cuidada."

"En exceso diría yo: su marido resultó ser aprehensivo y la cuida demasiado." Shaina se sopló el flequillo. "Y es peor los fines de semana: viene su hermano menor de visita y un chico que conoce desde hace mucho." Añadió resignada. Shaina se refería a Touma y a Seiya… quienes hacían muy mala combinación (y no necesariamente porque se cayeran mal), que empeoraba cuando Aioria se añadía a esa ecuación.

"Eso es muy…"

"¿Podrían hablar más bajo? Parece que estuvieran gritando." Protestó de pronto Shiori, con voz cansina. La chica levantó la cabeza. "Bajen por favor el volumen." Suplicó con los ojos brillantes.

"¡Shiori–san! Te ves horrible. ¿Qué te pasó?" Le preguntó Shaina. Es que tenía razón: la pobre de Shiori se veía fatal.

"¡Me duele todo! Eso pasa." Gimió a todas luces adolorida.

"¿Te resfriaste, Shiori?" Preguntó Melissa mientras tomaba un sorbo de su té. Esta profesora sabía que Shiori lo pasaba muy mal cuando se resfriaba.

"Parece… ¡Aaayyyy! Los oídos me están matando y me duele la cabeza." Shiori se tumbó de cara a la mesa, gimió y cubrió sus oídos con las manos. "Pase muy mala noche: mi okaasan casi me lleva al hospital por mis pobres oídos."

"¿Escuchaste los chillidos de anoche? Te debieron hacer pésimo. Se oyeron en casi toda Atenas: yo no vivo ni cerca de Plaka y tuve los oídos zumbando toda la noche." Se lamentó Melissa acongojada. "Los noticieros no dejaron de hablar de eso." Añadió con tranquilidad.

"¡Argh! Ni me los recuerdes: los oí y bien claro. Vivo en Plaka¿te olvidas?" Shiori, evidentemente adolorida y sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda, apenas levantó la mirada. "Me dolían de antes y esos chillidos aumentaron mi dolor. En serio casi acepto que mi okaasan me llevara al hospital." Añadió en voz baja, como si su misma voz le afectase su audición.

"¿No tomaste analgésicos?"

"No creo en la medicina alópata…" Shiori se irguió en la silla con dignidad. "Aunque anoche sí creía."

"Deberías irte a casa: así no podrás hacer clase." Señaló Shaina muy tranquila… la amazona entonces puso una sonrisa muy picarona (otro de lo milagros del té de manzana con canela). "Si quieres le digo al bueno de mi primito, para que te lleve a casa." Hacía tiempo que Shaina sospechaba que Máscara le había echado el ojo a la profesora de Latín. Shiori levantó apenas la mirada, y con los ojos muy abiertos, se quedó viendo a la amazona. Abrió la boca para hablar, pero…

"Si gustas llamo un taxi y te vas sola a casa." Se apresuró en decir Melissa, con una sonrisa igual de traviesa que la de Shaina. "No te preocupes por el maestro de física, que yo mantengo a Romina lejos de él." Un ruborcillo se subió a las mejillas de Shiori, quien se volvió a tumbar de cara en la mesa.

"¡Ya Cállense que me siento maaaaaal!"

Shaina y Melissa intercambiaron miradas y decidieron en ese momento comenzar a molestar a Shiori. Algo habían detectado en la reacción y posterior respuesta de la chica, que las volvió un par de mujeres muy curiosas y con ganas de saber más (¡Este té hace milagros!). Sin embargo en el momento en que iban a comenzar, sonó el timbre.

"¡Qué Cosas!" Shiori, pese a su dolor de oídos y a las ganas que tenía de irse a casa, se puso de pie y tomó apresuradamente sus cosas. "El deber llama, chicas, me voy. ¡Ahí se ven!" Sin perder más tiempo, y más huyendo que caminando, Shiori se apresuró a salir del salón de Maestros… pese a que no tenía casi ni fuerzas para caminar.

"¿Sabes Shaina? Si nos los proponemos, en una semana le sacamos el chisme." Comentó Melissa muy seria. "Josefa puede ayudar."

"¿Una semana? Dame 3 días y lo sabremos todo." Afirmó Shaina. "Me muero por saber qué piensa Shiori–san de mi esquivo Primo." Ambas mujeres rieron por lo bajo unos segundos y se dispusieron a ir a hacer sus respectivas clases.

Insisto: el té de manzana con canela tiene efectos extraños.

Pasillos de la Secundaria.

Receso.

Debo decir que lo de la guerra de comida había hecho maravillas con la popularidad de Saori. La diosa por fin se estaba sintiendo a gusto y hasta comenzaba a platicar con gente más variada todos los días. Había hecho muy buenas migas con María, una tipa muy buena leche y de bajo perfil, quien la había integrado en su grupito de amigas, el cuál era más bien reducido, pero en honor a la verdad eran buena onda. Luego de los primeros meses en aquella secundaria, Saori no pedía más que eso y podía autocalificarse como una diosa a gusto. Estaba tan contenta que bien podía bailar de gusto.

Bella era la que estaba de muy mal humor. La tipeja esa no había dejado de hablar mal de Saori y de iniciar chismes malintencionados, pero lo que la tenía con el ánimo tan podrido era que ninguno de esos rumores lograba prender más allá de su grupo de amigas…

… Es que los santos comenzaron a cuidarle las espaldas en más de un sentido y le pasaron el dato a la Clímene, quien gustosa se encargó de evitar y eliminar los comentarios destructivos de una adolescente vengativa.

Bah… eso es hacer trampa, pero mientras Saori no lo sepa…

Athena y María caminaban muy animadas en dirección de sus casilleros, comentando sobre los últimos preparativos del baile que el Centro de Alumnos había organizado para el próximo fin de semana. Sandra, que muy de vez en cuando las acompañaba, iba con ellas en esos momentos. La hermana menor de Alisa era bastante simpática cuando se lo proponía y como ni Saori ni María le habían dado motivos para ignorarlas, de tanto en tanto se unía a sus charlas y cotilleos. Ahora tanto la diosa como su nueva amiga intentaban convencer a Sandra de asistir al baile.

"¿Por qué no quieres venir, Sandra?" Insistió la animada diosa. "Nos pondremos muy guapas y la vamos a pasar muy bien. Ya verás que…"

"Estoy castigada, Niña Cristal." Suspiró Sandra. "Ya sabes, la guerra de comida: mi jefe se puso grave con todo eso. Voy a tener que aplicar mucha diplomacia para que me levante el castigo." Explicó la chica resignada. Sandra miró a Saori de reojo. "Además tú también estás castigada."

"Lo sé, pero tengo un plan para convencer a Shi… digo, a mi tutor, para que me deje venir." Anunció Saori con misterio. "¡Vamos! Yo sé que puedes convencer a tu papá de que no te castigue más."

"No insistas, Saori. Sandra está sacando la vuelta." Explicó María. El trío de chicas se detuvo junto al casillero de Sandra y la esperaron un rato. "Nunca viene a las fiestas de esta secundaria, aunque no esté castigada."

"Ocurre que prefiero otro tipo de fiestas a las que organizan las ñoñas del Centro de Alumnos: tienen muchos colores y me deprimo." Afirmó Sandra de buen humor mientras abría su casillero. "Prefiero algo más gótico." Añadió mientras extraía algunos cuadernos.

"No seas aguafiestas, Sandrita, que tú eres mi carta para que me dejen venir." Suplicó Saori con ojos grandes y llorosos. Sandra se sopló el flequillo.

"Puedes venir a una de mis fiestas. Claro, tendrías que vestirte toda de negro."

"¡No hay problema! Seguro Perséfone me presta uno de sus vestidos." Anunció la chica con alegría. La diosa tragó saliva al darse cuenta de su mini metida de pata. María la miraba curiosa. "Este… es mi prima. Tiene un nombre peculiar, pero al menos le gusta." Explicó Saori sin mentir, jugando con sus dedos.

"Tiene que gustarle, que bien peculiar es el nombre que le pusieron." Sonrió María confundida. "Hay que ser muy valiente para llevar ese nombre con orgullo." La chica se puso pensativa unos segundos. "No me imagino a Saori gótica y…" Un fuerte empujón que vino por la espalda, azotó a María y a Saori contra unos casilleros. Apenas se dieron cuenta cuando Sandra cayó al suelo. "¡AAAYY!" Exclamó María llena de sorpresa.

Es que el trío no se había dado cuenta cuando 3 chicos muy malas pulgas se habían acercado a ellas. Giancarlo iba a la cabeza y tenía una idea muy clara. Saori y María estorbaban, por lo que ni él ni sus amigos dudaron en quitarlas del camino. El conflictivo muchacho se quedó mirando a la joven diosa y a su amiga y las señaló con el dedo en forma gélida, como advirtiéndoles que no se metieran.

Esto causó la estampida general de los demás alumnos que se paseaban por el pasillo.

"No quiero que estorben ni hagan nada, par de memas." Las amenazó con frialdad. Saori tragó saliva.

Sandra había sido empujada contra el suelo a propósito. Se puso de pie en el acto y desafiante enfrentó a Giancarlo y a sus dos amigotes. Es que durante un tiempo, y antes de comenzar a salir con Argol, Sandra había sido parte del círculo de amigos de Giancarlo: ésta había sido su época más conflictiva de todas. Con el ánimo muy desmejorado y la autoestima por los suelos, casi se había suicidado. Entonces había conocido a Argol y pronto su amor propio comenzó a aumentar las tallas perdidas, Sandra se dio cuenta que su grupo de amistades no le ayudaba en nada y se había salido sin perder más tiempo…

… claro que no en buenos términos. Y como les había dejado, o traicionado, de tanto en tanto solía recibir advertencias que muchas veces no sabía si tomar o no en serio. Al parecer dentro de unos segundos, Sandra recibiría un aviso por parte del mismo Giancarlo. Aún con eso, le hizo frente.

Eso es un mal de familia, por lo visto.

"¿Cuál es tu problema, Giancarlo¿No te bastaba haciéndote a un lado y dejándonos en paz o tienes que venir a jorobar?" Reclamó molesta, esperando que el sujeto siguiese su camino… aunque esperó mal. Bastián, uno de los tipos parte de este grupo, le sujetó del brazo con más fuerza de la necesaria.

"Tú a mi no me levantas la voz. Paso por donde se me da la gana y no me harás cambiar de P&$# idea." Ladró Giancarlo con sosiego. Sandra se sacudió en vano.

"Y te llevas por delante a quien sea. ¡Bien bonita la cosa! Pues te tengo una noticia, Gianca: A Mi No Me Harás Eso." Ladró Sandra de vuelta. "¡Suéltame, Bastián, Me haces daño!"

"Sandra, por favor." Saori, quizás siguiendo algún instinto que raya en lo suicida, dio un paso adelante. Estaba preocupada y lo único que quería es que esto terminase pronto. Sin notarlo, su cosmo se agitó aprehensivo. "Ten cuidado o sino… ¡AAAY!" Braulio, el tercer matón, empujó de nuevo a Saori contra los casilleros.

"¡Saori!" María corrió junto a la diosa y la sujetó del brazo. "¡Ni respires, por favor, ni respires!" Le suplicó asustada. Giancarlo se volvió hacia Saori.

"Callada te ves bien bonita."

"¡Déjalas a ellas tranquila, Matón de segunda!" Gruñó Sandra sin poder soltarse del agarre y con el rostro contorsionado en una mueca de disgusto.

Sorpresivamente Giancarlo se volvió hacia Sandra. Aprovechando que Bastián seguía sujetándola del brazo, le sujetó el cuello con su propia mano, mientras que con la otra, sacó una navaja de uno de sus bolsillos y le puso la hoja contra una de sus mejillas. María sofocó un grito y contuvo a Saori, que ya había tenido bastante y ganas tenía de detener todo esto. Sandra se quedó de una pieza, aguantando la respiración: le latía que Giancarlo tenía serias intenciones de al menos arañarle la piel con aquella navaja.

"A ver, Sandrita, si te ves igual de bien cuando termine con…"

Giancarlo no terminó su frase. Se pronto se vio empujado contra los casilleros y sin la navaja en las manos. No solo él, pues apenas alcanzó a darse cuenta que Bastián se había estrellado contra un basurero y estaba en el suelo. Entonces lo sujetaron de la solapa, lo pusieron sobre sus pies y le dieron otro fuerte empujón, sólo para marcar un énfasis. Entonces el muchacho se encontró con la fiera y amenazante mirada de Argol de Perseo. Las chicas suspiraron de alivio¡Por fin llegaba la caballería! Bastián, que a trastabillones se puso de pie, y Braulio se adelantaron para intervenir

"Braulio y Bastián, más les vale quedarse quietos. ¡Sobre Todo El Perdedor De Bastián!" Ladró el plateado.

Argol, haber podido, bien los habría convertido en piedra sin sentir ni el más mínimo remordimiento, pero no tenía su armadura a mano. Mas, eso no fue necesario, ya que la mirada que les dedicó fue tan hostil, que bastó para dejar a estos dos matones paralizados. El santo de plata se volvió hacia Giancarlo, quien ya estaba a medio metro de él y le miraba amenazante. Frunció el ceño y apretó los dientes. No, no toleraría que alguien anduviera empujando a su diosa o maltratando a su chica, MUCHO MENOS si hacía las dos cosas al mismo tiempo.

"Si Tienes Algún Problema, Mejor Te Las Arreglas Conmigo." Siseó muy molesto. Entonces una burlona sonrisa le adornó el rostro. "¿O Eres Tan Poco Hombre Que No Te Atreves?"

"Oye Nuevo, No Te Metas, Que No Es Contigo." Gruñó Giancarlo, empujando a Argol un poco. "No te conviene meterte en peleas de perros grandes."

"Bien Me Puedes Besar El Trasero. ¡Deja a las señoritas en paz!"

"JAJAJAJA. No Te Hagas El Caballero Que Esa Idiotez No Resulta Y Terminará Matándote." Siseó Giancarlo, dando un paso hacia delante, muy amenazador. "Recuerda mis palabras." Argol no cedió ni medio centímetro.

"¿Es Esa Una Amenaza O Un Chiste De Humorista Mal Pagado?" A su vez, Argol dio un paso adelante. "Mejor Vete A Tomar Tu Leche." Añadió de mal modo y burlón… lo que obviamente enojó mucho a su oponente.

"¡Te Voy A Moler A Golpes!" Con una gruesa vena en la frente, Giancarlo hizo el ademán de atacar a Argol. Sus amigotes se apresuraron a seguirlo, pero el plateado ni se inmutó ni recibió golpe alguno. La gruesa mano de Alde detuvo a Giancarlo, y sus amigos fueron detenidos por Afro.

"No si yo puedo evitarlo." Afirmó Alde muy serio. "A ver niños, dejen eso para después."

"Argol¿Qué pasa aquí?" Preguntó Afro serio tras alejar a unos sumisos Bastián y Braulio del grupo.

"No más tuvimos un percance." Saori por fin se reencontró con sus cuerdas vocales e hizo las paces con ella. Sandra estaba muy quieta, en el mismo lugar donde había quedado: estaba pálida. "Argol nos ayudaba a superarlo." El aludido se cruzó de brazos.

"¡Feh!"

Giancarlo, que ya había tenido suficiente por un día, se sacudió la mano de Alde de encima lleno de disgusto.

"¡Suéltame, Gigantón!" Exclamó molesto. Intentó irse caminando, como si nada le importase, pero Alde volvió a sujetarle con firmeza, pero con amabilidad, del brazo.

"¿Sabes, Afro? Creo que estos tres necesitan ir a tu oficina." Alde frunció el ceño cuando vio a los dos amigotes de Giancarlo intentando escapar. "¡Quietos los dos, que ya les vi!"

"¡Argol No Tuvo Nada Que Ver!" Exclamó Sandra de improviso.

"Es Verdad." Siguió María, que a la postre estaba muy ansiosa.

"¡No Me Voy A Ir Solo A La Oficina!" Reclamó Giancarlo. "El Nuevo También Tiene Culpa." Siseó mientras señalaba a Argol con un dedo.

"No, Fuiste tú el que empezó, Argol vino a ayudarnos." Insistió Athena con premura y el ceño fruncido. La joven diosa se volvió a Afro. "Giancarlo le puso un cuchillo a Sandra en la cara y…"

"Basta: Ya oí suficiente." El santo de Piscis sujetó a Giancarlo por el brazo. "Tú te vienes conmigo: tienes mucho que explicar." Le gruñó mientras avanzaba hacia sus amigotes y comenzaba a arrear al trío a su oficina.

"¡Suéltame, Mariposón!"

NO nos topes!"

"¿Quién te has creído que eres?"

Afro, haciendo caso omiso a los reclamos del trío de buscapleitos, se los llevó de malos modos hasta su oficina. Alde se quedó atrás unos momentos: el enorme santo intercambió miradas con Argol, y con las chicas, deteniéndose unos segundos en Saori, observándola con la ternura de un hermano mayor preocupado, como buscando lesiones. La diosa negó imperceptiblemente con la cabeza. El santo de Tauro asintió.

"¿Están todos bien?" Preguntó tranquilo. Todos asintieron al unísono. "No se metan en líos y vayan a clase: si le preguntan algo, échenme la culpa a mi y digan que los retuve de sobra." Añadió con una sonrisa, a medida que se alejaba… claro, a paso lento.

Una vez que se hubo alejado lo bastante, Sandra sofocó algunos sollozos e hizo esfuerzos por disimularlos, mas, éstos llamaron de inmediato la atención de Argol y las chicas, que se apresuraron a rodearla. El santo de Perseo la sujetó de los brazos con ternura.

"Ratona, Sandrita¿Estás bien?" Le preguntó, como olvidando que Athena estaba allí. Sandra negó con la cabeza: no lloraba, pero sus ojos estaban muy brillantes.

"No. Necesito que me apapachen." Confesó sin que su orgullo le importase un ápice. La chica se tapó la cara con las manos y Argol la rodeó discretamente con un brazo.

"No te pases de aprovechada: no te pasó nada malo." Gruñó para levantarle el ánimo, fingiendo enojo… pero en eso Sandra rompió en llanto: no es bonito que te amenacen con un cuchillo.

"No seas así conmigo. Es en serio… ¡SOB!" La chica dejó escapar sus emociones, logrando que su chico sintiera cargo de conciencia. Argol no se tardó en abrazarla y darle un tierno consuelo… como si hubiera olvidado que tenían público…

"Aaaaaw. Momento Kodak." Suspiraron Athena y María al mismo tiempo. Espantados, Argol y Sandra se soltaron en el acto. No importaba que María les hubiese visto, pero Saori era harina de otro costal. El plateado, lleno de susto, se volvió a su diosa agitando las manos con nerviosismo. Sandra se mordió los pulgares.

"No es lo que piensa, yo… verá… es que…" Se apresuró a decir cada vez más nervioso.

"¡Es no más un inocente abrazo! De veras que sí." Añadió Sandra agitada. Saori les guiñó un ojo en complicidad.

"¡Pero Si No Vi Nada! No más la estabas consolando, se llevó un buen susto la pobre." Le dijo con travesura. La diosa le sonrió amable entonces. "Mis labios están sellados."

"Yo tampoco vi nada. Jijijiji." Añadió María. La chica suspiró de alivio y dejó que en esa exhalación se escapase la ansiedad que había sentido por momentos. "Gente, mejor regresemos a clase: dejemos esto atrás. Me quiero ir de aquí."

"Yo también." Reconoció Sandra, sobándose el cuello. "Vamonos."

"Las acompaño a su salón."

El trío comenzó a caminar a paso calmo, mientras se alejaban de aquél sector de los casilleros. Las clases seguro habrían comenzado unos 10 minutos antes, por lo que ya verían qué dirían para justificar su atraso, apenas comentando lo ocurrido. Ojalá, pensaban los 4, que no volviera a pasar algo así de nuevo…

… Sin embargo, algo le decía a Argol que esto no sería la última vez.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Episodio: Balacera.

… se oyeron de 3 a 4 balazos antes que se oyeran varias descargas más y los gritos generalizados de muchos alumnos. Los chicos de Shiori pegaron 3 brincos de susto y se pusieron de pie, mas no se movieron ni un centímetro. Shiori apretó los dientes…

PS: Digamos que ahora comienza un poquito de acción. Sandra se llevó un buen susto, aunque tuvo quien la consolara. No tengo mucho más que decir ahora, excepto que ya comencé a escribir el próxima fic… sin mencionar que Máscara volvió a llenar mi armario de cangrejos porque según él lo estoy pintando muy sentimental ù.u. Ni modo. Faltas de ortografía, de gramática, tipeo y redacción no son intencionales (excepto en el caso de los diálogos de Niké) y si descubren alguna, por favor, sean buena leche y avisen para poder corregir, lo mismo si tienen quejas o críticas respecto de la historia, para ver como lo soluciono (en tanto sean constructivas y no destructivas). No se preocupen que no muerdo… ¡Muy Fuerte! XD ¡GRACIAS POR HABER LEÍDO EL CAPÍTULO!

Brújula Cultural.

Fama o Clímene: (en griego Κλυμενη, "fama") Este es el nombre de varios personajes femeninos en la mitología griega. En esencia, me estoy refiriendo a la titánide, u oceánide también llamada Asia, que es la esposa del Titán Jápeto (en griego Ίάπετος, a quien Zeus matase en la Titanomaquia), madre por lo tanto de Atlas, Epimeteo, Prometeo y Menecio. Es una de las damas de compañía de Hera y aquella que se encarga de anunciar las noticias, de esparcir el renombre de los héroes y de los diversos rumores y chismes. Los hombres mortales se esfuerzan en conseguir que Clímene o Fama sepa de sus hazañas, para que así estas pasen a la posteridad.

Titanomaquia: ¡UN BONUS! Esta fue la guerra que enfrentó a los Titanes y los Olímpicos. Se la conoce también como la Batalla de los Titanes o la Guerra Titánica, y le fue predicha a Cronos por Gea y Urano, dado que éste había rehusado restablecer la justicia tras haber destronado a su padre.

Los Titanes fueron encabezados por Crono. Los Olímpicos eran guiados por Zeus se incluía a los Gigantes, Cíclopes y Hecatónquiros, además de sus hermanos. Los enfrentamientos duraron diez años y culminaron con la victoria de los Olímpicos, que se repartieron el botín entre ellos: Zeus se quedó con el dominio del cielo, Poseidón el mar y Hades con el inframundo. Encerraron a los Titanes en el Tártaro (o el foso más profundo del inframundo, que se puede equiparar al infierno), excepto a las Titánides y a Océano, pues habían permanecido neutrales durante el conflicto y se les eximió del castigo. Los Hecatónquiros quedaron montando guardia sobre ellos hasta que, con el tiempo, Zeus los liberó a todos excepto a Atlas, que tenía que sujetar el cielo.