Sombras de la Noche

Disclaimer. Yami no Matsuei es creación de Matsuhita-sama. Los personajes secundarios, distintos a los de YnM, son de mi propiedad.

Advertencia: Contenido de sexo explicito en ciertas escenas (lemon, específicamente). No apto para homo fóbicos. Incluidas, relaciones hetero.


3er. Capitulo – Encuentros

Parecía que el viento se había detenido en ese momento; ninguna hoja se movió siquiera de donde estaban acomodadas. Mientras que el suave arrullo del grillo se oyó más insistente aún, desgarrando con una facilidad la quietud y pesadez que de pronto había embargado aquel lugar.

La voz de aquél hombre se consumió rápidamente en el silencio del ambiente.

Tsuzuki se quedo observando fijamente al hombre frente a él, analizando la neutra expresión de su rostro, y aquella afable sonrisa que le dedicaba. No evitó el encuentro de su mirada con la suya, juzgándolo hasta en los aspectos menos importantes… e insignificancias.

- ¿Amigo de Muraki?- fue lo único que logró articular Tsuzuki, después de un incómodo silencio. Oriya asintió levemente. Una mueca de disgusto se asomo en sus turbias facciones.

- ¿Qué haces aquí?- llegó a preguntar Hisoka con cierta tonalidad ponzoñosa.

- Vivó aquí – dijo con una preciosa sonrisa burlona. Watari reprimió una risilla tras su blanca mano. Al ver las mortuorias expresiones de ambos jóvenes, se obligo a decir. – En realidad, iba de camino a mi hogar para descansar tranquilamente, cuando me lo encontré – señalo a Watari que estaba detrás de él. El aludido simplemente les sonrió, al tiempo se meneaba su mano como si estuviera saludándolos.

Notó entonces como, tanto Tsuzuki como Hisoka fruncían el ceño, dudosos de sus palabras. Alzó una fina ceja, mientras los miraba. Por alguna razón, se sintió estudiado, observado, analizado con minuciosa curiosidad.

Fue entonces que Watari decidió ponerle fin a todo aquello, cuando tosió voluntariamente para llamar la atención. Tsuzuki y Hisoka le voltearon a ver confundidos; y por la forma en la que el rubio los miró, sintieron un poco de vergüenza.

- Mibu-kun ha sido tan amable en ofrecernos alojamiento con él en su hogar – comentó Watari con su enorme sonrisa de siempre, intentando romper la tensión del ambiente. – Y me ha sido muy descortés el decirle que "no"

- ¡En serio, Oriya-san!- exclamó, sorprendido, Hisoka. Como respuesta obtuvo una hermosa y amplia sonrisa dibujada en sus finos labios.

- Espero nos podamos llevar bien – le dijo Oriya a Tsuzuki, mientras le tendía la mano. Los avioletados ojos estudiaron por un momento la aperlada mano, para después fijarse en el rostro de su dueño. Al ver su calmada expresión, notó una sinceridad deslumbrante. El gesto fue respondido. Con una poca de efusividad, apretó su mano entre la suya.

-o-

Era tiempo de hacer su primera aparición. Era momento de comenzar con el primer acto.

La amorfa cabeza de la criatura se alzó sobre lo que parecían ser sus hombros, y volteó a ver a su amo: sentado en el mismo lugar en el que había estado sentado las últimas 4 horas, sin hacer absolutamente nada, más que observar el flujo de la sangre de un cráneo destrozado a unos cuantos centímetros de sus pies. Sus brillantes ojos brillaban con maligna tranquilidad.

- ¿Ya tienes hambre?- pregunto aquél hombre, sin siquiera voltear a verle. Su serena voz retumbo en las limitaciones de aquel denso vacío.

La bestia se le quedó viendo fijamente, sus malignos ojos centelleaban como sangre fresca fluyendo de un cadáver, al cuál le habían dejado desangrarse con lentitud hasta dejarlo seco. No emitió respuesta alguna.

Una risa siniestra se oyó en aquél cortante vacío, acompañado con el suave crujir de los huesos bajo sus plantas. Se había alzado de donde estaba parado, y apenas había dado unos cuantos pasos, se detuvo y volteó a ver a su infame siervo.

Se miraron fijamente a los ojos. Oscuros contra rojos. Ambos tan centelleantes como las infinitas estrellas del inmenso cielo azul pardo. Ambos sin moverse ni un solo apéndice de donde estaban. Intentando intimidarse el uno al otro, sin nada que les interrumpiera en un solo momento.

Todo aquello duró solamente hasta que la inmunda bestia se digno a caminar en la misma dirección que su extraño amo. Con lentitud, todas las partes de su amorfo cuerpo fueron desapareciendo en el vacío, dejando una espesa neblina de asqueroso olor.

Con pasos lentos, aquél hombre siguió con tranquilidad a su obediente siervo, con una maliciosa sonrisa en sus descarnados labios, hasta también desaparecer en la nada.

-o-

Caminaban tranquilamente por la desolada calle oscura, que solo era iluminada por unos cuantos faroles, con la fresca brisa despeinándoles levemente. Golpeándoles con suavidad sus rostros, cubriéndoles con algunas hebras mal aventuradas. Despejándose con un seco movimiento, apartando el molesto mechón, sólo para volver a recibirlo en su cara.

- Y dígame, Oriya-san – comenzó a hablar Tsuzuki, el cuál iba adelante del aludido - ¿Muraki se encuentra en Kyoto? – había un claro tono de sarna contra ese nombre.

Un suspiro abandono los finos labios del castaño, con su mirada centelleando tristeza, la cuál era suplantada por una forzada y sumamente fingida sonrisa.

- Claro que no, Tsuzuki-san. Que más quisiera más que verle, pero parece ser que se ha desparecido por completo… - sintió una mano apretarle suavemente el hombro, en un gesto de comprensión. Su acaramelada mirada se posó dulcemente sobre la ambarina que le dirigía Watari. En ella había una creciente preocupación, en ella le preguntaba su estado – Estoy bien, no te preocupes – y le sonrió como sólo el sabía hacerlo, sacándole una al rubio…

Continuaron caminando lentamente hasta llegar al pequeño establecimiento de Oriya, el cual se veía ciertamente acogedor (a diferencia de la casa, si así se le podía llamar a ese desastre de maderos viejos, que Tatsumi les había otorgado la última vez que habían ido).

Los jóvenes se quedaron viendo un momento la fachada, analizándola unos momentos. No le vieron inconveniente. Más no se dieron cuenta de que se habían detenido en la entrada, resintiendo el extraño frío que comenzaba a inundar el ambiente.

Oriya se les quedo viendo un instante, pero de pronto, sintió la necesidad de mirar a su izquierda. No sabía por que, pero sentía la penetrante mirada de alguien observándoles desde a distancia. – Por favor, entren – dijo, con una sonrisa nerviosa, que paso desapercibida para sus acompañantes – estén como en casa – al mencionar esto último, abrió la puerta corrediza del establecimiento. Entró tranquilamente en el interior, seguido por sus invitados.

- Los llevaré a sus piezas, seguro que desean reponer fuerzas – comentó al ver como Hisoka intentaba reprimir un bostezo con su mano. Esté le miró avergonzado, pero de todas formas asintió al igual que Tsuzuki y Watari.

-o-

Las estridentes risotadas de unos niños jugando resonaban por todo el ambiente tranquilo de la noche, haciendo un agradable eco al chocar contra las paredes de concreto junto a las cuales jugaban. Junto a sus risas, el sonido del balón botando era lo único que ahogaba el silencio que los rodeaba. Sus rostros infantiles iluminados por los pequeños faroles de su hogar sonreían al pasarse el balón en un rápido movimiento.

De pronto, una imponente figura se acrecentó tras ellos, haciéndoles voltear. Sus sorprendidas facciones se fueron relajando lentamente, pero sin llegar a la completa tranquilidad; aún se podía notar que tenían miedo, y ciertamente, preocupación.

- Disculpen si os he molestado, pequeños – comenzó a hablar el dueño de la portentosa sombra, al tiempo que salía de su escondite. Era un joven, de cabellos cobrizos cortos y oscuros ojos, que eran parcialmente cubiertos por algunos mechones traviesos. Ciertamente era muy guapo. – No era mi intención asustarlos – se disculpó avergonzado.

Los niños se le quedaron viendo fijamente, observando cada detalle de su esbelta figura cubierta por aquellas gruesas ropas que portaba. Muy especialmente, la pequeña niña, la cual le miraba con fijación, con una infantil mirada risueña que sólo se les dedica a las personas por las cuales uno suspira de amor. Y eso era exactamente lo que sentía la pequeña, al clavar su dulce mirada en la oscura de aquel misterioso muchacho.

- Etto… - comenzó a hablar el joven, con un poco de pena - … me preguntaba si podrían ubicarme una dirección, je, creo que estoy perdido – un leve sonrojo se apodero de sus aperladas mejillas.

- ¡Ja¡Ji-san esta perdido!- se burlo el chiquillo, mientras lo señalaba.

- ¿Ji-san? Je, no creí que ser tan viejo – se rió de buena gana el muchacho, mientras se rascaba la cabeza – Etto… ¡ah, si! – y les tendió un trozo de papel. El niño la tomó.

Ambos pequeños se le quedaron viendo al papel, sus ojos moviéndose constantemente al leer el contenido de la hoja. Cuando terminaron de analizarla, el pequeño no evitó exclamar.

- ¡Uy¡Pero si yo conozco este lugar!

- ¡Yo también!- respaldó la pequeña.

- ¿En serio?- pregunto esperanzado el joven. Los niños asintieron.

- Podemos llevarle, no esta muy lejos de aquí.

- ¿No habrá problemas?- pregunto, viendo de soslayo la prominente casa. De la cual se veían los focos de la planta alta, encendidos. El pequeño negó eufóricamente con la cabeza. – Está bien – asintió, para alegría de los pequeños – Uds. me guían…

Y así, comenzaron a caminar con regulada velocidad por el sendero iluminado por los faroles mercuriales.

El joven caminaba lentamente tras los niños, siguiéndoles a paso lento, mientras checaza su reloj. La niña, que iba a un lado del que tal pareciera ser su hermano, disminuyo su avance, para alcanzar la leve velocidad que llevaba aquél hermoso y desconocido muchacho. Casi con timidez, la pequeña tomó la mano derecha del hombre, haciendo que este la mirará.

- Onee-chan¿Cómo te llamas?- pregunto tiernamente.

Con una afable sonrisa, respondió – Kaeruro Okina¿y tú?

- Ritsu Moriya – dijo con una sonrisa de oreja a oreja – Y él es mi hermano, Takako – y le apuntó.

- Oroshiku Ritsu-chan, Takako-kun- dijo amablemente – espero que sus padres no se enojen, que me sentiré muy mal – dijo con vergüenza, con una mota roja en sus mejillas que lo hacían ver ciertamente infantil.

- ¡Nah! No te preocupes Ji-san – dijo Takako, que había optado por llamarlo de esa manera.

- No me digas Ji-san, que me siento viejo - la mota roja en sus mejillas aumento considerablemente.

- ¿Viejo?- pregunto burlonamente - ¿Qué edad tienes, Ji-san?

- Pues el mes que entra cumpliré 26 – respondió con tranquilidad.

- ¡Uy¡Si que estás viejo, Ji-san! Yo ya cumplí los 11 años – sacó el pecho con orgullo.

Iba a decirle algo, pero en eso, Kaeruro sintió un leve tirón en su mano derecha, y al mirar a Ritsu-chan para ver que necesitaba, vio como esta se señalaba chistosamente, con una tímida sonrisa y un ligero rubor.

- Yo cumplí 8 años la semana pasada. Ya soy una niña grande – su sonrisa aumentó más al sentir la mano izquierda del mayor sobre su cabeza, alborotándole traviesamente sus castaños cabellos y oírle decir Si, una niña grande.

Ya había llegado hasta el parque, e iban a continuar avanzando hasta que la suave voz de Kaeruro rompió con la parsimonia del silencio.

- Creo que deberían ir a casa, niños – les aconsejo – Ya es muy tarde como para que me acompañen más lejos… los regreso a casa, yo ya me pondré a buscar la dirección – apretó con suavidad la pequeña mano de la niña y apenas dio dos pasos para acercarse al chico, oyó que este le decía – Pero si ya no falta mucho para llegar, así que no te preocupes Ji-san – vio como Takako le dirigía una mueca que asemejaba a una sonrisa.

- Vamos – alentó la niña, mientras jalaba con sus dos manos la del mayor. Después de unos cuantos segundos, accedió y volvieron a emprender la mar cha, adentrándose al oscuro parque, sin saber que eran observados…

Sus miradas se paseaban temblorosas por las oscuridad de la noche que surcaba cada tramo del tranquilo parque, que a esas horas se encontraba completamente vacío, sin ni un solo ruido que interrumpiese la armonía del silencio: ni pájaros, ni grillos ni siquiera el silbar del viento… y eso le resulto extraño a Kaeruro por alguna razón.

Siguieron caminando por firme suelo, hasta que algo llamo la atención de Ritsu, la cual se detuvo de improvisto, Kaeruro le miro consternado. La amiélala mirada de la pequeña se encontraba centrada en una parte oscura, las sombras parecían perpetuas sin la luna sobre de ellas. - ¿Ocurre algo, Ritsu-chan?- pregunto suavemente, al tiempo que se agachaba hasta quedar a su altura. La pequeña alzó un brazo y apunto hacía donde segundos antes había tenido su mirada fija – Hay algo ahí, onee-chan – afirmó, no pregunto.

- Pero, no hay nada ahí, Ritsu-chan…

- ¡HEY¡Apúrense!- exclamo Takako que estaba a unos metros de ellos.- ¡Ji-san¡Nee-chan¿Qué ocurre?

Un extraño ruido sobresalto a los tres visitantes haciéndoles girar su mirada con temor, encontrándose así con unos fieros ojos rojos que los miraban amenazantes. Ritsu no evitó gritar a todo pulmón, mientras se aferraba al cuerpo del mayor, que no atinaba a moverse, estaba estático de la impresión, y miraba con temor como aquella extraña y horripilante bestia salía de entre las sombras, para correr hacía la delgada figura de Takako, que ya corría a todo lo que sus piernas le daban. Cuando reacciono, simplemente grito el nombre del niño.

- ¡CUIDA DE NEE-CHAN!- le grito desde la lejanía, viendo con temor como era alcanzado por las rabiosas fauces mortales de la amorfa bestia. Notó entonces una suave melodía de flauta llegaba a sus oídos, endulzando un momento su pavor.

Con la mirada buscó la procedencia de dicho sonido, mientras cargaba entre sus brazos a Ritsu, la cuál ocultaba su rostro en su amplio pecho. Entonces, ahí, a unos metros de él lo vio. Era un hombre joven con capa, sus cabellos caían flácidos sobre sus hombros, y en sus labios, una brillante y hermosa flauta, retozaba. Lo vio acercarse a él, sin pensarlo dos veces, corrió en la misma dirección que Takako, sujetando con más fuerza el pequeño bulto que cargaba contra su pecho, volteando de vez en cuando a atrás, sólo para ver como ahora aquella bestia le perseguía a él. No evitó notar con horror como sus fauces estaban impregnadas en sangre, la cuál caía pesadamente en el piso por la velocidad que llevaba.

Volvió su vista al frente y lo que vio, le hizo detenerse. Sus ojos se abrieron más de lo normal, mientras sus manos sujetaban la cabeza de Ritsu evitándole siquiera alzar la cabeza. Frente a él se encontraba el cuerpo destrozado de Takako.

Lo que ahí había ya no era un cuerpo, sólo eran piezas. Como si una figura de porcelana cayera y se fragmentara con el impacto. Su cabeza no estaba junto a su tronco, está estaba tirada a una distancia de una pierna y una mano, cercas de dónde él se encontraba, mientras que el torso estaba irreconocible. Pero su terror no de detuvo ahí, al ver el rostro del pequeño, vio que su ojo izquierdo, ya que el lado derecho estaba como aplastado, parecía aún tener vida, y que le miraba con tristeza y pidiéndole mudamente que salvara a su hermana.

Una feroz risa se dejó oír de pronto, paralizándole en su lugar. De la nada, justo atrás de los restos de Takako, apareció aquél hombre con una sonrisa maléfica en sus labios, mientras la flauta reposaba en su mano diestra. Se sintió observado con demasiada fijación, entonces oyó una profunda y sonora, a la vez que espeluznante, voz le decía. – Entrega a la niña – junto a él, la bestia se detuvo, mientras parecía alistarse para atacarlo. Dio un paso hacía atrás.

- Cualquier posible forma de escape no es viable – se rió aquél hombre, mientras se descubría el rostro. Pero antes de siquiera verle el rostro, decidió correr, arriesgándose a pasar por un lado suyo. Más este no le evitó el paso.

Corrió y corrió, sintió que el aire le faltaba. El viento comenzaba a golpearle cruel en el rostro, fue entonces que sintió unas frías garras rozar su espalda, como si de una vara de hierro ardiendo le tocase. Siguió corriendo, hasta que sintió que estaba en una zona iluminada.

- Estamos… a salvo… Ritsu-chan… - y apenas decirle eso, se dejó caer al piso con un golpe seco.

-o-

- ¿Oíste eso, Watari?

- ¿El que?

- Sonó como que alguien se cayó – contesto el menor, mientras se alzaba del tatami. Se acercó a la puerta de la habitación, la deslizó y salió de ahí, dejando al rubio sólo.

Caminó lentamente por el pasillo hasta llegar a la salida, donde se topó con Tsuzuki, que también acaba de llegar. Se quedaron viendo a los ojos, el mayor notó como Hisoka le preguntaba la razón del porque estaba ahí. No respondió, simplemente deslizo la puerta principal y salieron a ver.

La temperatura había descendido más de lo que se imaginaban, el viento llevaba consigo pequeñas escarchas blancas, algunas de las cuales descansaban sobre un extraño bulto que sobresalía del suelo.

- Tsuzuki¿Qué es eso?- su voz sonaba temblorosa, mientras veía como el aludido se acercaba lentamente.

Tsuzuki se inclinó un poco hasta quedar a la altura de eso, y comenzó a remover la nieve que se había acumulado, dejando ver tres grandes y dolorosas heridas cubiertas por retazos de tela, preocupado, siguió removiendo la nieve, dejando ver una blanca mata de cabellos cubriendo la faz de un hombre, y bajó el, una niña descansaba.

- A… ayúdenos… o… one… - comenzó a jadear el hombre al notar el cálido contacto de la mano de Tsuzuki sobre su mejilla -… gai… - y se desmayó.

- ¡Hisoka¡AYUDAME!

El menor corrió hacía el castaño y se hincó a su lado, Tsuzuki le indicó que se llevará a la pequeña mientras él cargaba con el hombre. En la expresión de Hisoka se notó claramente una profunda preocupación, aquello no le gusto para nada al mayor, el cuál en un pequeño y fugaz movimiento, besó la pálida mejilla del ojiverde.

El pequeño vio con asombro como Tsuzuki corría hacía dentro del establecimiento con el desconocido en brazos, dejándole atontado. Con lentitud, su mano tanteó su mejilla y acarició ahí donde había recibido el apenas roce de los dulces labios del mayor.

- Takako… onee-chan… - dijo la niña entre sueños. Atrayendo la atención de Hisoka, que reaccionó a seguir a su compañero.


¡Tercer capitulo arriba! Woow, no pensé tardarme tanto sólo para traerles esto (les seré sincera, no me gusto mucho el capitulo uu) pero mejor déjenme su opinión¿si n.n¿Qué les pareció el capitulo¿Pudo haber estado mejor¿O qué?

¡Perdón! En serio no quise tardarme tanto TT pero mi musa salió de vacaciones y pues… ¬¬ bueno, ya me entenderán (la maldita me dejo olvidada Y-Y).

Contestación a sus reviews n.n

Aroa Nehring: Je, je, creo que eso no lo deje muy claro nnU bueno, el prólogo se centra en las primeras dos víctimas, por ello, la madre sólo menciono a un niño. Gracias por tus ánimos, y espero que este capitulo no te decepcione.

SenKo-Kun: El destino es extraño O.o ahora yo estoy escuchando el cantar de la luna oscura… y etto… jeje n/n gracias por tu comentario (me sonroso uu). Bueno, bueno, me alegra contar con tu review nn ojala que te haya gustado el cap.

Dark-san86: Vaya, y yo que no soy buena con el misterio ni con el suspenso xD ejem… lo más probable es que si aparezca en la historia para salvar al hermoso de Oriya (¿salvar¿Estamos hablando de la misma persona Oo?) Yo le tuve envidia a Tsuzuki uu hubiese preferido ser yo quien le diera respiración a Hisoka, pero no TT Continua a tu historia, onegai, se ha quedado genial, y mi curiosidad de gato me mata ;;

Caritademanga: Hablando de malos, en el próximo capitulo de desvelara quienes y cuales son sus intenciones (yeahhh! xD) Y no, no te preocupes, la historia verá su final (estoy loca, pero no tanto como para dejar con la curiosidad de saber si detendrán al sádico asesino de niños uwú) Y pues como dije antes Muraki si saldrá… pero por ahora no.

Aline: No es que seas mala, es solo que no estas acostumbrada nn Y me alegramucho que te haya gustado el fic. Siguenos leyendo.

¡Muchas gracias a todas por sus alentadores comentarios! Gracias nishas hermosas, las adoro. Sus reviews me alientan a no dejar en la estacada esta historia. Espero no haberlas decepcionado con este capitulo (que insistente soy¿vdd XD?) y me dejen sus review para así continuarle.

Nos vemos en el próximo capitulo (les prometo, ahora si, no tardarme en el). A todas, un beso n.n

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