Hawkins, Indiana - 1989.
Hola, creo que no hace falta presentarme. Todos me conocen como el que inició todo los acontecimientos en Hawkins. También fui llamado niño zombie, marica o el que fue raptado por el demogorgón.
Sí, soy Will Byers.
Probablemente hasta ahora el más polémico de todos por evidentes razones, pero, bueno, eso es un tema que discutiremos después.
¿Recuerdan Hawkins?
Pues, ya han pasado 3 años desde que derrotamos a Vecna. 3 años en donde, la mayoría, ha podido gozar de verdadera prosperidad.
Mis amigos, como era de esperarse, tuvieron que partir del pueblo para empezar la vida universitaria. Pero no todo fue tan fácil como se aparenta.
A Max le costó muchísimo recuperarse del coma inducido por Vecna. Muchos creímos que la íbamos a perder. Fueron días de muchísima tensión, sobre todo para Lucas, que no dejaba de leerle libros y cantarle en ocasiones.
¿Se imaginan a Sinclair cantando? Dios. Hasta a mí me causa gracia. Él que siempre había sido el más serio de todo el grupo. Sin duda, el amor es muy bonito.
Pero no es para todos. Al menos no para mí.
No cuando el destino decide hacerte gay y, para empeorarlo, hacer que te enamores de tu mejor amigo.
Mike..
Ni siquiera puedo mencionarlo, es como si se me erizara toda la piel de solo imaginarlo. Sí, hasta ese nivel de estupidez y rendición he llegado. Pero la buena o ¿mala? noticia, es que pude ser libre de algún modo. Buena, porque salí del clóset el día de nuestra despedida de grupo, y mala porque…
Bueno, Mike se enteró de la peor manera. Y yo soy un idiota por no haberle puesto seguro al baño de mi habitación.
En mal momento hice la reunión en mi casa, y, en mal momento, decidí masturbarme mencionando su nombre.
Pero, en serio, tenía necesidades fisiológicas y juraba que había cerrado bien la puerta de mi baño. Pero no, esa noche nos vimos un microsegundo. Mike quedó en shock y yo inmediatamente me subí la cremallera de mi pantalón. Me aseé, arreglé y corrí para hablar con él; explicarle.
Cuando salí, Mike ya no estaba. Se había ido. Al preguntar por él, me dijeron que fue a verme para despedirse de mí. El camino sería largo y debía prepararse con horas de anticipo.
Me quise morir en ese instante.
¿Pero? ¿Qué hacía? Jane tampoco estaba, pero con ella yo convivía todo el tiempo. Habíamos tenido nuestro momento y, ahora, solo quería escaparme de la reunión para ir por Mike. Pero eso solo levantaría más sospechas.
Aunque quise disimular, mis ojos me delataron. Max fue la primera en darse cuenta.
— ¿Todo bien, Will? — preguntó ella, mientras yo intentaba por todos los medios no desmoronarme.
— Sí. — respondí seco, escondí la mirada e intenté dirigirme a la puerta con todo el disimulo posible.
Mi mente y cuerpo estaban en una batalla cabal. La primera me pedía quedarme y, la segunda, correr para calmar esta maldita ansiedad.
— Mientes. — Max no era tonta, había que hacerle una buena jugada para intentar engañarla. No por algo era la más astuta del grupo —. ¿Qué ocurre? — me tocó el hombro justo en la salida. Entonces supe que no tenía más opción.
— ¿Puedes quedarte un momento con los chicos? Necesito salir. — rogué con la mirada, apresurado para que Dustin y Lucas no empezaran con sus preguntas.
— ¿A dónde? ¿Qué pasó? Ya es medianoche, Will. — Max lucía preocupada.
— Solo ayúdame, juro que te contaré al regreso.
— No irás solo. Déjame ir contigo.
— Levantarás sospechas, no quiero que los demás estén preguntando.
— ¿Puedes decirme al menos a dónde vas?
— A ver a Mike, es urgente. Voy y vuelvo, lo prometo.
— Pero él y Jane están por salir al aeropuerto justo ahora.
— Por eso.
— ¡Hey! ¿Qué es todo ese murmullo? Van a venir a terminar la partida ¿o qué? Lucas está tomando ventaja. — interrumpió Dustin, con la intención de acercarse.
— Por favor… — rogué en un susurro.
— Está bien, ve. — dijo, aunque dudosa. Dejarme ir solo por esos lares y a esas horas no era algo que una persona en su sano juicio dejaría. ¿Las razones? Eran obvias.
Agarré la bici y, como alma que lleva el diablo, pedaleé hasta la casa de Mike. Cuando llegué, toqué la puerta. 1, 2, 3 veces. Nadie abría.
Hasta que, al final, me contestó la mamá de Mike, diciéndome lo que tanto temía. Que él y Jane ya habían partido.
Asentí con un débil gracias y, como pude, regresé a mi casa. Al llegar, Max me estaba esperando. Un choque de miradas fue suficiente para que ella se diera cuenta que estaba destrozado. Subí a mi habitación y quise encerrarme, pero ella detuvo todo acto.
Si lo que quería era que nadie se diera cuenta, con mi actitud estaba logrando exactamente lo contrario.
Max llevó el control de la situación como pudo. No sabía exactamente lo que estaba pasando. Pero su intuición le hizo darse cuenta que no quería que los demás se enteraran. Dejó atrás a los muchachos un segundo, cerró la puerta tras ella, y, finalmente, preguntó:
— ¿Me dirás qué te pasa? Me estás preocupando.
— Mike se fue. — solté, con la mirada perdida hacia la ventana y sin girar mi cuerpo.
— Pues sí, tenía que irse, ¿No? Ya sabes que tienes que estar puntual cuando…
— No, no entiendes ¡Mike se fue! Y él… — No supe ni como ni porqué, pero la misma ansiedad me hizo hablar con total desesperación, como si estuviera enjaulado; apunto de llorar —. él va a odiarme, Max.
— ¿Por qué lo haría? ¿Qué pasó? — preguntó ella, pero yo no tenía ni voz ni fuerzas para contar la verdad. Tenía asco y vergüenza de mi mismo. Al oír mi silencio Max volvió a articular —. Will, hablame.
— Vete, por favor. — pedí, no quería que nadie más me viera así.
— No, dijiste que me dirías que te pasa, y no es que sea meticulosa, ya sabes que no suelo meterme en los asuntos de la gente. — siguió, firme —. Pero estamos en la despedida de grupo y las cosas se saldrán de control si te ven así. — Después, habló pausadamente —. si no quieres hablar conmigo puedo decirle a tu madre que…
— ¡NO! — Y, entonces, supe nuevamente que no tenía más opción. Algo de razón tenía Max, si no salía todos iban a preguntar lo que pasaba. Y yo a diferencia del resto, no era tan bueno disimulando.
Bajé la guardia y, con el mismo sentimiento de pesar, hablé:
— Me gusta Mike. — Finalmente lo solté, mientras sentía como mi vida tendía de un hilo —. Pero eso no es lo triste, lo triste es que me vio… — Mis mejillas se volvieron rojas. ¿Cómo le decía algo así a una niña? ¿Por qué de pronto tuve la necesidad de gritarle al mundo quien realmente era? Estaba harto. Y Jhonatan últimamente no ayudaba mucho que digamos —. Haciendo cosas.
— ¿Te estabas masturbando?
Si el rojo tuviera un color más intenso, juro que esa hubiera sido la descripción de los colores de mi rostro.
— ¿Có-omo…?
— Will, es lógica, y no debes sentirte mal por eso, es una necesidad fisiológica muy normal. Lo que sí debe hacerte sentir mal es el pésimo gusto que tienes. Es decir… — aclaró —. no porque sea hombre… al final del día si con un árbol eres feliz todo esta bien para mi. Es solo que… ¿Mike? ¿en serio?
— ¡Max!
— Ok, no dije nada.
Pero entonces el silencio reinó de nuevo, y Max volvió a romper el hielo:
— Sigo sin verle el lado negativo.
— Hubiera sabido reaccionar si Mike no hubiese escuchado su nombre mientras lo hacía.
— Oh, mierda.
— Eso.
Al darse cuenta de la situación, Max lo entendió al instante. Se acercó a mí y me dió el abrazo más cálido que en algún momento pude recibir. Y le vio el lado positivo; como siempre.
— Al menos ya saliste del clóset con la persona que más temías.
— Pero no así, Mike va a odiarme.
— De una forma u otra, saliste, y eso ya es un punto a tu favor. Por lo otro… dale tiempo al tiempo, es justo lo que ambos necesitan. — soltó, comprensiva.
— Pero…
— Sí, ya sé que estás ansioso, pero ahora Mike debe estar asimilándolo. Yo te diría que lo llames o le escribas cuando todo se haya calmado, ¿no crees? — preguntó, y por primera vez sentí que tenía razón. De igual forma, en el avión no había forma de comunicarse. Tenía que esperar a que llegara a tierra.
Aunque tuve la necesidad con creces de hablar con él, La invitación de Max para ir a festejar con los chicos fue inevitable. Tenía que hacerlo de todos modos. Esbocé una sonrisa como pude y salimos del cuarto.
Ya afuera, Lucas y Dustin estaban ahí. Rogué a todos los dioses y quise creer que no habían escuchado nada. Que habían llegado justo a tiempo. Tuve dudas, pero la cara de Lucas al verme de la mano con Max me dijo lo contrario. Las chicas y sus manías de agarrarse de las manos. No sé si lo hacen por inercia o qué sé yo. Pero Max lo había hecho por inercia conmigo.
— ¿Qué estaban haciendo? — preguntó Lucas, con la ceja arqueada.
— Nada malo, no seas dramático. — soltó Max, mientras seguía caminando conmigo. Volteó al ver que el par no se movía —. ¿Vienen o qué? Aún nos quedan un par de horas.
Fue entonces que el par se movió. Era cierto, aún teníamos un poco de tiempo. Después, cada quien se iría por su lado a estudiar fuera de Hawkins. Yo, por mi parte, solo puedo decir que no tengo tanto miedo, ya que la compañera que me tocó a mí, fue Max.
Y después de este suceso, no pude tener mejor suerte.
