La coincidencia...estaba en clases y no pude seguir escribiendo y ahora que salió hace poco el tráiler de la temporada dos por fin terminé este episodio. Dije que no escribiría un reencuentro entre Inuyasha y Moroha pero finalmente pensé en intentarlo como lo hice con Kagome. Lo que pasa es que son situaciones tan delicadas y emocionales que me da miedo hacerlo mal.
Pero bueno, espero que les guste. Recuerden que esto es pasado e Inuyasha no sabe que Sesshomaru encerró a Kagome en la perla.
Los personajes de Inuyasha y Hanyo no Yashahime no me pertenecen yo nada más tomo prestados sus personajes para crear situaciones incómodas.
Este episodio está ambientado en el pasado, recuerden que la historia de Setsuna aquí es diferente y…básicamente lo que no encaje con el canon es el universo del fic.
Un Desagradable Reencuentro
Miroku…
Entrenar durante años, perderse parte del crecimiento de sus hijos, no estar allí cuando Hisui pasó de niño a hombre, extrañar a Sango. Todo solo por la esperanza de poder obtener poderes divinos, el máximo nivel espiritual al que se podía aspirar. Sin embargo nunca fue seguro que lograra algo, su entrenamiento podría dar frutos o no haber servido de nada, era una apuesta. Y todo por sus sentimientos de inutilidad, porque se dio cuenta que sin querer había aprendido a confiar en una cruel maldición a la hora de luchar, utilizándola como un retorcido ataque final que lo ayudaba cuando ya no quedaba otra opción.
Irónicamente sin ese agujero que siempre amenazó con cuartar su vida se sentía inútil. Por ello se fue a entrenar, para superarse a sí mismo, para dejar de sentirse débil y poder cuidar mejor de quienes amaba en el futuro.
Al menos esa fue la razón que le dio a sus hijos. Sango siempre supo que había algo más detrás un "algo" que ella compartía: la pequeña casi diminuta esperanza de encontrar a sus amigos perdidos hace tanto tiempo, o al menos rescatar sus cuerpos para darles un entierro digno.
Se habían demorado algunos días en hacer esto porque Moroha apareció en sus vidas, la niña necesitaba que arreglaran su situación financiera y la ayudaran a adaptarse a vivir con ellos, el ambiente en casa no pudo ser pacífico hasta que ella y cierto kitsune aprendieron a convivir e Hisui dejó de sentirse obligado a ser el árbitro involuntario cuando decidían saltar a la garganta del otro. Miroku podía entenderlo…se conocieron cuando Moroha intentaba atraparlo a cambio de dinero y la pelea entre los dos no parecía haber sido bonita, la chica distaba mucho de ser la niñita dulce y adorable que Shippo siempre guardó en el corazón como la imagen ficticia de quién habría sido la hija de Inuyasha y Kagome si estuviera con vida, por su lado Moroha amaba demasiado el dinero y quería pagar su deuda lo antes posible por lo que debió ponerle mucho empeño a la hora de pescar a su presa.
Pero ahora que por fin Moroha se encontraba mucho más tranquila y Miroku había reparado todo el tiempo que estuvo lejos de su esposa por fin estaba listo para hacer esto.
Sango se quedó un poco más atrás ataviada con su traje de exterminadora como hace tantos años. Observó a su marido mientras él se sentaba en el piso sobre algunos símbolos y comenzaba a recitar un encantamiento con los ojos cerrados sosteniendo un pergamino entre los dedos.
La figura de Miroku resplandeció con un aura dorada, diferente del rosa brillante propio de la energía espiritual de una sacerdotisa, el trozo de papel entre sus dedos brilló con fuerza se elevó en el cielo y luego se fue volando desapareciendo a lo lejos.
—¿Ahora qué hacemos? —preguntó Sango acercándose a su esposo.
Él se puso de pie mirando en la misma dirección por donde se fuera volando el pergamino:
—Esperamos un momento, los poderes que adquirí nos permitirán detectar a todo ser con energía poderosa que se encuentre dentro de cualquier tipo de barrera demoníaca o espiritual.
Sango asintió mirando en la misma dirección, su semblante dejaba entrever preocupación:
—No pareces feliz —dijo Miroku tomando suavemente su mano—pensé que encontrarlos te daría paz.
—Tanta como a ti —ella oprimió su mano de vuelta—pero tengo miedo, todos estos años he querido al menos ser capaz de enterrarlos en un sitio donde pueda visitarlos, saber que les pasó, pero ahora que por fin existe la posibilidad tengo miedo de encontrar la verdad. No quisiera descubrir que sufrieron o tuvieron una muerte horrible.
Miroku la atrajo hacia él, abrazándola con suavidad:
—También tengo miedo de ello Sango…pero por extraño que te parezca temo más que estén vivos, sufriendo en algún sitio, que han estado padeciendo por catorce años, que sus almas no están en paz como siempre hemos pensado.
Guardaron silencio unos momentos escudriñando el cielo, divididos entre desear ver una señal reveladora de que el encantamiento espiritual pudo detectar algo y que todo siguiera tranquilo obligándolos a esperar para volver a intentarlo en otro sitio teniendo más tiempo para preparar sus corazones.
Una explosión de luz espiritual a lo lejos disparó sus esperanzas: La anciana Kaede había peinado esa zona hacia años buscando rastros de quienes desaparecieron por el sector, Miroku en ese entonces con sus poderes simples había hecho lo mismo y nunca encontraron nada, por ello regresaron a ese lugar, para ver si las nuevas habilidades del monje encontraban algo que antes no pudieron hallar. Y allí estaba el resultado.
Montaron en Kirara dirigiéndose velozmente hacia el lugar indicado: una pared de roca. Eso era todo lo que se podía ver a simple vista.
Miroku se acercó, palpó la piedra intentando encontrar ondulaciones o fallas en la barrera que sabía estaba allí, pero era perfecta, de naturaleza demoníaca al igual que aquella que era capaz de hacer la señorita Shiori para esconder su aldea en las montañas, esa que ayudó a salvar hacia años atrás por un encuentro fortuito. Sin embargo, esta era aún más poderosa absolutamente indetectable de no ser por sus nuevos poderes.
—¿Sientes algún tipo de energía? —inquirió Sango. Ya no tenía con ella a Hiraikotsu siendo ahora el arma de su hijo, en su lugar llevaba una espada delgada en la cintura.
—Absolutamente nada, la barrera es enormemente fuerte, puedo romperla, pero no sentir que hay detrás.
—¿Es seguro? ¿Qué sucede si lo que está dentro no tiene ninguna relación con Inuyasha y Kagome? Podríamos liberar algo peligroso sin querer.
—Lo dudo, la anciana Kaede no sabía de ningún demonio o bestia que haya sido sellado en este sitio, ese tipo de información suele transmitirse para que nadie lo olvide…y me atrevería a decir que esta barrera no es tan vieja como sería si fuese anterior al tiempo de la anciana Kaede.
—No le gustaría escucharte decir eso —sonrió Sango intentando aligerar el ambiente, a su lado Kirara parecía tranquila agitando sus colas habiendo regresado a su estado miniatura —ella parece calmada.
—Confiaremos en Kirara entonces.
Usando su báculo Miroku rompió la barrera que estalló a su alrededor en una fuerte liberación de energía rojiza y púrpura dejando a la vista la entrada de una cueva. Nada se podía ver más que una profunda negrura.
—Es otra barrera —Miroku evaluó la entrada pudiendo apreciar las ondas de energía al acercar su mano— es más débil que la anterior, estoy seguro de que la anciana Kaede o yo podríamos haberla localizado de no tener la otra encima.
—¿Puede romperla un monje o sacerdotisa normal? —preguntó Sango, comenzando a sentir su corazón golpear con fuerza, lo que sea que se escondía tras dos campos de fuerza poderosos debía ser importante y a su parecer un medio demonio portador de una espada legendaria y una sacerdotisa capaz de superar en fuerza a Kikyo eran lo suficientemente importantes.
Sin perder más tiempo Miroku rompió la nueva barrera dejando la entrada libre para que la atravesaran. Kirara se inquietó, olisqueó el aire y soltando un maullido alegre corrió hacia el interior.
—¡Kirara espera! —Sango la siguió en el acto, Miroku corrió a su lado.
—Hay algo que le interesa aquí…o alguien. —El pequeño gato parecía feliz, no triste como estaría de oler un cadáver.
Ninguno dijo nada, pero sus esperanzas estaban cada vez más altas.
Finalmente, luego de perseguir al demonio un buen rato escucharon un quejido, el movimiento de un cuerpo en la oscuridad y una voz que hacía más de una década no oían.
—¿Kirara, eres tú?
El matrimonio se observó incapaces de hablar, ese era el sonido de la voz de Inuyasha tal y como la recordaban: juvenil, no demasiado ronca pero con una entonación ruda y poco amable.
Doblaron la esquina sorprendidos al encontrar una lámpara de aceite colocada en el piso de piedra la que arrojaba algo de luz en las paredes, a su lado había un futón viejo sobre el que estaba sentada una figura despeinada como si recién acabara de despertar, sosteniendo a una emocionada Kirara que le lamía la cara.
Inuyasha olió el aire, volteando hacia ellos tan pronto aparecieron, su ceño se frunció con decepción al no ver a su esposa o sentir siquiera algo de su aroma, aún así una pequeña sonrisa aliviada apareció en su rostro:
—¡Keh! ¡se tardaron! Sabía que esa barrera era fuerte pero nunca pensé que estarían todo un maldito año buscándome.
Miroku tragó, demasiado impresionado para hablar. Inuyasha era el mismo que hace catorce años no había envejecido un solo día. Aunque siempre supo que un medio demonio no envejecería a la misma velocidad que un humano jamás esperó que en la remota posibilidad de encontrarlo con vida él ni siquiera sabría la cantidad de tiempo que había pasado.
—Inuyasha…es bueno ver que estás bien —dijo finalmente intentando sonreír, acercándose a la luz dejando que las marcas de la edad que empezaban a aparecer hicieran el trabajo en vez de las palabras —me temo amigo mío que ha pasado más tiempo del que crees. Lamentamos la tardanza.
Sango hizo lo mismo permitiendo que la cálida luz amarilla bañara su rostro aún hermoso, pero más maduro también su cuerpo sufrió cambios, aunque todavía en forma ya no era el mismo luego de tener tres hijos y pasar la mayor parte del tiempo en casa.
La pareja pudo ver el momento exacto en que la realización golpeó al medio demonio, dejó a Kirara en el suelo y cuando los volvió a mirar la decepción lo golpeó, claramente estaba tratando de pensar que todo era un truco de la iluminación deficiente, pero no era así, las huellas del paso de los años eran innegables.
Se acercó a ellos evaluándolos, cualquier rasgo de alegría desapareció, su sonrisa se esfumó:
—No están tan viejos como la anciana Kaede así que no han pasado cincuenta años al menos —gruñó, una pizca de alivio se filtró en su voz —¿Dónde está Kagome? ¿Moroha?
Miroku le dio una mirada amable y triste, Sango se mordió el labio para no llorar. Recordaban bien eso de él, siempre pensando en su esposa y en su hija. Sin embargo todo lo que podían ofrecerle era información sobre la última.
—Inuyasha escucha —Miroku apoyó una mano en su hombro —Moroha está bien, es una jovencita linda y alegre.
—No has dicho nada de Kagome —estaba aliviado por su niña, dejó de lado el asunto de que no saber que edad tenía ahora, pero no pasó por alto que el monje esquivó el tema de su esposa —¿Dónde está?
—Ella…no lo sabemos, Incluso hemos pensado que…
—La buscaremos —Sango interrumpió a su marido con una voz tranquilizadora —su excelencia tuvo que entrenar mucho tiempo para poder encontrarte, los estábamos buscando a ambos, pero ya que no están juntos Kagome debe estar en otro lugar.
Miroku la observó con sorpresa, pero entendió, la mirada de Sango le dijo todo lo que necesitaba saber. Ya no eran el matrimonio joven que alguna vez fueron, tenían tres hijos, estaban en la mediana edad y su amigo recién encontrado se veía más cercano en apariencia a sus gemelas que a ellos, la intranquilidad que les provocara verlo inestable cuando eran jóvenes ahora les provocaba tristeza e inesperadamente ciertos sentimientos distintos…era confuso pero Inuyasha parecía un joven perdido y solitario que no tenía idea de qué hacer o como reaccionar, tratando de asimilar un salto temporal que lo cambió todo por segunda vez en su vida.
—¿Cuánto tiempo? —dijo apretando los puños —¿Cuánto tiempo llevamos desaparecidos Kagome y yo?
—Catorce años —Sango se acercó tocándole el brazo —nadie sabía nada sobre ustedes, hasta hace poco tampoco sabíamos nada de Moroha.
—Fueron las instrucciones que le dimos a Koga, se supone que fuera así. Al parecer Hachi tampoco dijo nada en catorce años —las palabras sonaban extrañas en su lengua ¿catorce? ¿Moroha tenía catorce años? ¿lo que para él se sintió como un año fue más de una década?
—Hachi…no sabemos nada de él desde la misma fecha donde ustedes tres desaparecieron, al parecer se esfumó luego de dejar a Moroha con la tribu de los lobos. Tuvo un hijo que encargó a alguien más.
—Ya veo…—sus entrañas se retorcieron de culpa, Hachi tan solo fue elegido para entregar a Moroha porque era la mejor opción, la menos obvia para cualquier enemigo y aún así algo salió mal justo después de que cumpliera lo prometido dejando a su hijo solo. No hablaba mucho del niño, pero parecía quererlo mucho.
La cabeza y el corazón de Inuyasha eran un lío, no sabía que pensar o sentir, como lidiar por segunda vez con la mierda de creer que había pasado tan solo algo de tiempo cuando todos siguieron adelante y el mundo que conocía se desvanecía en el aire. Pero al menos catorce años eran mejor que cincuenta, su hija estaba viva y si quién sea que lo encerró en esa cueva lo dejó vivo era probable que hiciera lo mismo con Kagome, necesitaba creer en ello para mantenerse cuerdo.
—Deberíamos salir de este lugar, hablaremos en el camino —propuso Sango.
Ignorando el extraño tono de voz levemente maternal de su amiga Inuyasha asintió: él también deseaba salir de ese sitio. Recogió a Tessaiga del suelo y se la colgó a la cintura.
Rápidamente se dirigieron hacia el exterior sin mirar atrás.
—Lo último que recuerdo es que acabábamos de enviar a Hachi con Moroha poco después de que Sesshomaru nos citara para hablar con él, estaba teniendo algunos problemas con un bastardo llamado Kirinmaru y su hermana loca que decidió meterse con toda la descendencia de mi padre. En el camino de regreso algo nos atacó pero me dejo inconsciente rápidamente ni siquiera sentí su presencia o su aroma, lo camufló de alguna manera. Esa misma persona tuvo que dejarme en la cueva con un futón gastado y una mugrosa lámpara.
—Parece lo más obvio —concordó la exterminadora.
—¿Esa señora, la hermana de Kirinmaru y tu padre eran enemigos?— a plena luz el paso del tiempo en el rostro de Miroku y su esposa era aún más claro, el monje no culpó a Inuyasha por estar teniendo algunos problemas para mirarlo.
Él también tardaría en acostumbrarse si se iba por lo que pensaba era un año y a su regreso las personas que conocía pasaron directamente de la adultez temprana a la madurez.
Inuyasha esbozó una sonrisa sin humor:
—¿Enemigos? No, creíamos que ella podía ser una triste copia de Naraku incapaz de aceptar que no era correspondida.
—¿Y su hermano deseaba vengarla?
—Ninguno de nosotros pudo pensar en otra razón para que Kirinmaru fuera problemático, según Myoga él y nuestro padre tenían una rivalidad amistosa. Por cierto ¿la pulga sigue viva?
—Sí, ha estado acompañando a Moroha todo este tiempo.
—Keh, es un cobarde, pero es leal a la familia —su hija…todavía la recordaba como un bebé, cada paso lo acercaba cada vez más a ella y tenía miedo de lo que iba a descubrir.
¿Tendría una actitud dura como él? Sango y Miroku dijeron que era alegre mas dudaba en creerles, claramente estaban tratando de suavizarle los golpes. Su corazón dolía, aunque fuera una menor cantidad de años era peor que la primera vez que se despertó para descubrir que durmió por cincuenta, en ese entonces creyó no dejar nada atrás y sus sentimientos de venganza hacia Kikyo hicieron que no sintiera tan fuerte el golpe cuando supo de su muerte, casi se sintió aliviado en medio de su retorcido odio basado en la firme creencia de haber sido traicionado por quien amaba…pero ahora había dejado una familia atrás, se perdió el crecimiento de su hija tuvo que enfrentarse el mundo sola por catorce años sin el apoyo de ninguno de sus amigos porque le dijeron al lobo sarnoso que no revelara nada a nadie a menos que él o Kagome fueran por Moroha.
—Sango, Miroku… ¿Cómo encontraron a Moroha?
—Trabajaba como cazarrecompensas y se topó con Shippo, él e Hisui la llevaron con nosotros —Sango sabía que no era el momento para decir más, por ahora tenía que resolver la duda que no la dejaba en paz desde que descubrió que la niña estaba con vida —¿Por qué ustedes no quisieron dejarla con nosotros? La habríamos criado como si fuera nuestra, la habríamos protegido, entiendo que Koga es fuerte…
—Y corre rápido del peligro—agregó Miroku.
—Pero aun no entiendo porque decidieron dejarla con él, si con su excelencia creyéramos que algo podría pasarnos habrían sido nuestra primera opción para criar a Hisui y las chicas.
—Fue por Zero Sango, Sesshomaru dijo que era capaz de espiar a las personas mediante los sueños, él escondió a su familia por esa razón. Ustedes eran bastante conocidos como nuestros amigos, dejarles a Moroha habría sido ponerlos a todos en peligro, eran los primeros con quienes ella la buscaría y Sesshomaru no iba a ser tan generoso como para facilitarnos un sitio donde esconderla, ni siquiera sabíamos donde estaban sus mocosas y Rin. Elegimos a Koga porque era la opción menos obvia, al igual que Hachi para transportarla. Con Kagome…queríamos proteger a nuestra hija, pero ninguno quería que ustedes y su familia estuvieran en permanente peligro.
Los ojos castaños de Sango se suavizaron con la comprensión:
—Entiendo…
—Ella.. ¿sufrió? —las manos de Inuyasha se cerraron en puños apretados mientras corría, conocía a Sango lo suficientemente bien para saber que el orgullo herido no era el responsable de su molestia, que habría querido criar a Moroha por algo más —¿El lobo sarnoso la hizo sufrir? No estaba del todo de acuerdo con la idea pero Kagome confió en que él la protegería y la criaría bien…si le hizo daño.
—Koga no la lastimó —se apresuró a aclarar Sango —nada más creemos que Moroha pudo tener algunos tiempos difíciles entre los lobos, es todo.
—Sinceramente Inuyasha ella tampoco nos ha contado demasiado, se ha abierto bastante con Sango y conmigo pero todavía no tenemos toda la historia. Es algo parecida a ti, no sirve de nada empujar hay que esperar.
El medio demonio soltó un gruñido. Como él…cerrada con sus sentimientos, no hablando sobre lo que la molestaba…una mala señal. Si Moroha fue criada con amor debió ser como Kagome: abierta, sincera, sin miedo a contarle a quienes amaba lo que la entristecía, pero el silencio, la precaución, eran señal de una vida dura, de tener que vivir mostrando fuerza.
No le gustaba.
—¿No quieres saber lo que ha pasado en estos años? _ preguntó Miroku poniendo una sonrisa relajada —te sorprenderá saber que conocemos a tus dos adorables y lindas sobrinas que honran sus vínculos familiares siendo amigas de tu hija.
—¡¿Qué?! —su cabeza giró tan rápido que el cuello casi crujió —¿las gemelas de Sesshomaru?
—Las mismas y tu hermano también goza de buena salud por lo que sé.
—¡Keh! Es lo que menos me importa saber, pero supongo que me alegro por Rin ella debe estar feliz.
—Por supuesto, aunque no sabemos dónde está —murmuró Sango —espero que con Sesshomaru o Jaken.
—Ya veo —no había más que decir.
No amaba a su hermano mayor, hubo un tiempo donde lo odiaba y ahora se encontró deseando que su cuñada estuviese bien. No le deseaba el mismo dolor que estaba comenzando a sentir a Sesshomaru sabía que la tortura solo aumentaría con el pasar de los días mientras no encontrara a Kagome.
—Háblame de las niñas…si se llevan bien con Moroha quiero saber de ellas.
El resto del camino hacia el pueblo estuvo lleno de relatos sobre las aventuras que conocían de las tres princesas e información sobre sus vidas a lo largo de esos años.
Moroha…
La era Reiwa le enseñó muchas cosas interesantes cuando la visitó: como comprar con una tarjeta hecha de algo llamado plástico, la existencia de comida deliciosa más allá de su imaginación, divertidos ejercicios, nuevas formas de dinero, información del futuro en otra cosa curiosa llamada "Internet", así como descubrir la cantidad de libros y comics llenos de historias emocionantes que había, también juegos, casi lo único que podía compartir sin peligro de arruinar...demasiado el flujo temporal con los niños del pueblo.
Miroku y Sango vivían en un asentamiento levemente mayor que la aldea de la anciana Kaede lo que generaba más variedad en la población joven. Había quienes no aceptaban a Moroha tan fácilmente ni a los sangre mixta o demonios, otros que la saludaban a ella y a Shippo con respeto pero jamás jugarían con ellos ni cruzarían más de dos palabras pero aún existía un grupo bastante grande con el que jugar y divertirse. Quienes fueron los amigos de Hisui estaban acostumbrados a aceptar a Shippo en su grupo especialmente porque hubo un tiempo donde él era casi el niñero de todos, con semejante extraña situación no tuvieron problemas en aceptar a Moroha.
Fueron estos a quienes la chica optó por enseñarles a jugar quemados, luego de armar dos equipos pasaron el resto de la tarde dándose pelotazos unos a otros.
—¡Toma esto!— chilló una de las niñas del equipo contrario arrojándole la pelota a Moroha.
—Keh, ¡la ten…
—¡Te salvaré Moroha san!
Un niño de unos ocho años saltó frente a ella atrapando la pelota y arrojándola de regreso directo hacia Shippo quien la esquivo sin problemas. El pequeño niño hizo un puchero.
—Ehh oye Makoto gracias, pero…
—Dale las gracias y ya Beniyasha, le vas a romper el corazón de lo contrario— susurró Hisui inclinándose hacia ella— lo hizo porque le gustas mucho.
—¿Eh?— la niña ladeó la cabeza sorprendida ¿gustar? ¿el chiquillo tenía un crush con ella? Eso era nuevo, no estaba nada acostumbrada a "gustarle" de ese modo a alguien.
—Makoto kun es un niño así que no hará nada más que actuar un poco tonto contigo, pero a esa edad el ego es frágil.
—¿Lo dices por experiencia?— picó con una sonrisita.
Hisui se la devolvió:
—¿Tal vez?
Moroha observó al pequeño Makoto balanceándose sobre sus talones, finalmente se decidió:
—De acuerdo, gracias por salvarme Makoto Kun.
Una sonrisa enorme y brillante iluminó el rostro del niño:
—¡De nada! ¡si necesitas algo solo dime, te salvaré la cantidad de veces que quieras!
—Pff…— un sonido burlón provino del equipo contrario, Shippo se dedicó a girar la pelota sobre un dedo mirando de reojo la situación— ¡Oye Yuichi!
—¿Uh?— un niño con aire distraído se volteó— ¿ya vamos a volver a jugar?
—Deberías decirle a tu hermano que no pierda el tiempo protegiendo a mujeres salvajes. Especialmente pervertidas que seducen niños menores.
—¿Qué haga que cosa?
—¡¿Pervertida?! ¡nada más le estoy agradeciendo!— una garra acusadora apuntó directamente al kitsune— ¡tu eres el que ayer le estaba recibiendo galletas a Yuki chan y coqueteando con ella! ¿Cuántos tiene, diez?
—¡No estaba coqueteando! ¡nada más comí las galletas que me hizo! ¡no hay manera de que me gusten las niñas de diez años!
—¿Seguro? Porque cuando mi hermana tenía diez…— comentó otro chico.
Shippo se ruborizó:
—¡Tu hermana tuvo diez hace una década y entonces yo era menor!
—Keh, claro, menor ¿cuántos tenías como sesenta? ¿por tu edad no crees que deberías ir a cortejar a la anciana Kaede en vez de perseguir niñas?
—¡Cierra la boca! ¡sabes perfectamente bien que la edad en mi caso se cuenta diferente!— Shippo a su vez apuntó a Moroha quedando los dos en la misma posición acusatoria.
La chica le sacó la lengua comenzando a cantar "pervertido, pervertido" y el pelirrojo respondiendo con toda la madurez de la que fue capaz le arrojó la pelota, Moroha la recibió y los dos iniciaron un juego de quemados de a uno intentando asestarle un golpe al otro en la cara.
—No tienen ninguna lógica— Yuichi se rasco la cabeza— ¿porqué siempre uno tiene que buscarle pelea al otro?
Hisui suspiró derrotado:
—Digamos que ambos tiene cosas que resolver. Por ahora la razón del enojo de Shippo es que Beniyasha se comió su porción de dulces lujosos que tanto trabajo le costó conseguir a mi hermana Gyokuto.
— Porque Moroha haría eso...— Yuichi no estaba más cerca de entender.
— Posiblemente porque Shippo no deja de tirarle la coleta cada vez que se cruzan en casa.
— ¿Y eso por?
— Demasiado largo de explicar. Tienen sus motivos.
Makoto infló las mejillas comenzando a decir que iba a ir a golpear a Shippo por meterse con Moroha cuando todos guardaron silencio de golpe. Shippo dejó de mirar a Moroha observando el camino en su lugar abriendo la boca con la mandíbula desencajada cuando alguien que creía muerto desde hace tanto tiempo apareció frente a él:
—Inu…
La pelota lo golpeó directo en la mejilla, se tambaleó hacia atrás y calló.
—¡Ja! ¡No debiste distraerte idiota! ¡idiotaaaa!— canturreó Moroha dando pequeños saltos en su sitio— ¿Por qué todos están en silencio?
Se volvió hacia el mismo sitio donde estaban mirando todos los chicos del pueblo e Hisui con curiosidad, Shippo parecía casi asustado más a ella lo que vio no le causó ningún efecto: tan solo era un hombre vestido con una túnica roja como la suya y cabello blanco ¿un demonio? no tenia la apariencia de querer atacar a nadie, nada más estaba allí parado con sus ojos clavados en ella.
La hizo sentir incomoda porque había algo familiar en esos ojos y en la fragancia que llegaba a su nariz, pero juraba que jamás lo había visto antes:
—¿Necesitas algo?— preguntó apoyando las manos en las caderas— ¿te conozco?
Él no respondió, con la curiosidad ganándole al sentido común se acercó a él, oliendo, tratando de comprender porque ese aroma le estaba generando una sensación enorme de nostalgia y le traía un profundo sentimiento de ser protegida:
—¿Quién eres?— increpó por segunda vez ahora frente a frente con el hombre— creo que te he visto antes pero no recuerdo… ¡Eh!
Gritó sorprendida cuando él la agarró por los hombros clavando sus garras en su traje, la chica escaneó sus rasgos: su rostro, las orejas de perro en su cabeza… este hombre se parecía un poco a la descripción que el anciano Myoga hizo de su padre una vez, pero sabía que su padre estaba muerto. No podía ser.
—¿Moroha? ¿eres tú? hueles de la misma manera…pero deberías tener catorce…eres tan pequeña.
Furiosa la niña se zafó del agarre:
—¡Los tengo! ¡quién diablos eres tu responde!— gruñó doblando sus garras.
Inuyasha tenía la garganta seca, le costaba reaccionar, nada más podía enfocarse en la adolescente frente a sus ojos.
Nunca tuvo la intención de encontrarse con ella de esta manera, mientras corría con sus amigos hacia su casa (que no era la que él recordaba) en lo único que podía pensar es en como iba a hacer para acercarse a su hija. Si su padre se hubiera levantado de entre los muertos cuando él tenía catorce años luego de tanto tiempo solo sin nadie a su lado no habría corrido hacia él lleno de felicidad, en el mejor de los casos habría sido una reunión extraña y poco alegre. Quiso esperar, observarla de lejos primero para saber como era, acercarse de una manera que no la asustara pero entonces la olió, su aroma único, aunque pasaran los años y ya no estaba la marca de leche materna propia de un bebé conservaba la esencia a tierra y hierba fresca mezclada. Sin duda alguna era ella.
Fue así como se encontró frente a su hija viéndola jugar a la pelota con un grupo de chicos de su edad, la felicidad lo llenó por unos momentos al ver que no estaba sola, que al menos ella si tenía alguien a quien lanzar la pelota. Pensó escuchar una voz con un matiz conocido pero que le costó ubicar llamándolo sin embargo no pudo apartar los ojos de su hija: tenía la misma sonrisa brillante de Kagome, su bonito pelo negro y sabía que si lo miraba vería un par de orbes color chocolate pero su forma de hablar, de burlarse, era terriblemente similar a él hasta pudo jurar que la escucho usar la misma muletilla aunque no tenía lógica porque no la crio y no tuvo de donde aprenderla.
Pero ella era tan pequeña.
Miroku y Sango le contaron sobre su capacidad de pelea. Su hija era una guerrera capaz de manejar una espada y un arco usando poder sagrado pero allí frente a sus ojos nada más estaba una niña bajita que de no ser porque tenía que tener catorce años por obligación, él le habría puesto menos, era pequeña de contextura delgada y nada de grasa sobraba en todo su cuerpo, un enorme lazo rojo sostenía una cola de caballo esto la hacía parecer casi inofensiva. Se parecía a él en la actitud cautelosa, en como lo miró con sospecha y encrespó las manos con garras, sin embargo todo el resto de ella gritaba por protección y afecto, era una cosita que ni siquiera le llegaba al hombro, quería abrazarla, cuidarla y pedirle perdón por dejarla sola. Mas Inuyasha nunca fue bueno en situaciones delicadas o emocionales, era demasiado impulsivo para tener tacto así que se precipitó hacia ella en cuanto la vio y sus manos se movieron solas para tocarla.
La asustó, por supuesto que lo hizo, ella no confiaba en él, no sabía quien era y viendo sus ojos confundidos y la expresión vulnerable que cruzó su faz estaba sintiendo lo mismo que él sentía en ella: un olor familiar que rascaba los rincones más profundos de la memoria.
Abrió la boca para decirle que era su padre, que estaba de regreso pero alguien se le adelantó, con una voz temblorosa y francamente asustada que ahora se le hizo aún más conocida que antes:
—Es…Inuyasha, él es tu papá Moroha.
Inuyasha dirigió sus ojos hacia el adolescente que había hablado, brevemente lo había identificado como el pelirrojo que se lanzaba la pelota con su hija pero cuando lo miró con detención fue imposible no reconocer los ojos verdes, el par de orejas puntiagudas y la cara de miedo: Shippo, más alto, sin cola ni pies de zorro, un poco más hombre y menos niño pero sin duda era Shippo.
Y aún decía estupideces:
—Creo…creo que él vino a despedirse de ti, tal vez el alma de Inuyasha no ha podido descansar en todo este tiempo.
—¿Seguro que está muerto?— inquirió Hisui pensando que el tipo parecía bastante vivo para su gusto.
Shippo no respondió, siguió mirando a semejante aparición con infinita tristeza y completamente quieto.
Moroha igualmente perdida se retorció en su sitio sin saber como debería estarse sintiendo al ver a su padre por primera vez en su vida, era tal cual Myoga se lo describió tantas veces, su aroma le infundía una sensación familiar y aún así no podía sentir alguna conexión especial entre ellos, el hombre que la miraba con tanta intensidad era un completo desconocido.
Pero sin duda alguna no era un alma errante:
—Cierra la boca Shippo este sujeto está vivo— se relajó levemente quitando la mano de la funda de su espada—¿realmente eres mi padre?
Inuyasha tragó, deseando tener a su esposa al lado para ayudarlo a enfrentar la situación:
—Sí lo soy, nunca estuve muerto Moroha, regresé.
Las gruesas cejas negras parecidas a las suyas se inclinaron en un ángulo descontento:
—¿Entonces donde estabas todo este tiempo? ¿Por qué no viniste por mí?
—¡No podía! ¡alguien me selló dentro de una cueva!
—Keh, parece una mala excusa.
Desconfianza, ira, miedo a ser lastimada todas las emociones en ella eran totalmente transparentes para Inuyasha:
—¡No lo es! ¿Por qué otra razón no habría estado contigo?
Moroha tembló:
—Porque…pudo haber pasado lo que pasa con muchos niños de sangre mixta. Sus padres si no son asesinados los abandonan porque es mucho trabajo cuidarlos y se avergüenzan de ellos— se paro recta, apretando los puños disimulando su vulnerabilidad— mi madre no está contigo ¿fue eso? ella se fue y era demasiada carga para ti y ahora te arrepientes. Si me abandonaron no me importa yo…
—¡NUNCA TE HABRÍAMOS ABANDONADO!
El grito la sobresaltó, los niños a su alrededor se encontraban completamente callados presenciando la escena, Shippo estaba procesando que su amigo perdido hace tanto estaba vivo y no era ningún alma en pena. Todo parecía demasiado irreal a sus ojos.
Moroha todavía se mostraba reacia a creerle ¿cómo hacerlo cuando la historia de tantos seres como ella estaba llena de abandono y vergüenza?
—Moroha escucha— Inuyasha intentó hablar suavemente, su niña era como un pequeño cachorro reacio y asustado— incluso si Kagome pudiera cansarse de mi ella jamás te habría abandonado y aunque…ella no estuviera "como ahora". ¡Nunca podría abandonarte! ¡no sé donde está tu madre, pero te aseguro que de poder habría ido a buscarte!
La niña lo siguió observando inexpresiva escondiendo perfectamente sus emociones, finalmente se cruzó de brazos y asintió:
—Uh…bien, fue así, ya veo.
La cara pasmada de Inuyasha fue todo un poema:
—Eso es… ¿es todo lo que vas a decir?
—¿Sí?
—¡Moroha te acabo de decir que…
—¡YA LO SÈ!— chilló perdiendo el control— ¿Qué otra cosa se supone que te diga? ¡pasé catorce años de mi vida sin un padre! ¡pensando que estabas muerto o me abandonaste y nadie de los que te conocían querían aceptarlo! pero ahora estás vivo ¿y se supone que tendría que estar emocionada? ¡ya no puedes hacer nada por mí!
—¡Claro que puedo! ¡voy a cuidar de ti!
—¡Ya no necesito que cuides de mí, no necesito que nadie cuide de mí! ¡¿Entiendes?! ¡es muy tarde!
—¡Yo decido si es o no muy tarde!
Sango y Miroku se palmearon la frente al mismo tiempo…oh, su viejo amigo seguía siendo definitivamente el mismo sujeto con un corazón de oro pero medio imbécil para lidiar con los sentimientos ajenos.
Los orbes castaños de Moroha echaron chispas:
—¡TU NO TIENES DERECHO A DECIDIR NADA SOBRE MI! ¡MÀS CUANDO TUS DECISIONES SON UNA MIERDA! ¡debiste haberme dejado con Miroku y Sango no Koga!
—¡LE DIJE A KAGOME QUE ERA UNA MALA IDEA! ¿¡Qué hizo ese bastardo?!
Moroha ya no lo estaba escuchando, demasiado incómoda con la situación se echó a correr lejos de la casa, hacia el bosque dejando atrás a la fuente de su turbación lo más rápido que pudo.
—¡Moroha, alto ahí!
Inuyasha se dispuso a perseguirla, pero una mano amiga lo retuvo:
—Deja que Sango vaya por ella, han formado una buena relación en estos meses y si me disculpas amigo no creo que haya sido lo mejor gritarle a tu hija nada más conocerse. Es normal que esté confundida.
El medio demonio gruñó bajando las orejas:
—Maldita sea Miroku, Koga tenía un trabajo y al parecer no lo hizo bien.
—Estoy seguro que lo hizo lo mejor que pudo.
—Mierda, debí explicarle la situación en vez de enfocarme en el lobo sarnoso.
—Debiste.
Shippo se había acercado silenciosamente hacia él, tenía el ceño fruncido y estaba tratando con todas sus fuerzas de hacerse el duro más las lágrimas acumulándose sin control en sus ojos dejaban en evidencia sus verdaderos sentimientos.
—La asustaste, aún eres torpe y no puedes hacer nada sin Kagome. No tienes tacto y ni estar sellado catorce años te mejoró, supongo que el árbol que crece torcido se queda así.
—Shippo, eres más alto.
—¿Qué esperabas? Te fuiste por mucho tiempo—el chico temblaba, las lágrimas comenzaron a caer— ¡imbécil preocupaste a todo el mundo!
—¡No fue mi maldita culpa!
—¡Devuélveme mis lágrimas!
—Keh, aún eres un mocoso llorón.
—¡No soy un mocoso!
El puño de Shippo se disparó hacia la cara de Inuyasha quien lo detuvo con una mano sin esfuerzo, el medio demonio levanto la otra mano y el niño cerró los ojos preparado para recibir un golpe como pago por su impulsividad, sin embargo, lo único que sintió fue un peso gentil en su cabello.
—Estoy de vuelta chaparro.
—No tienes a Kagome contigo.
—La encontraré.
—¡No vuelvas a dejar que te atrapen!
—No lo haré, lamento haberte preocupado.
—Bien—se pasó la manga de la mano libre por la cara, secando la humedad y una sonrisa apareció en su rostro— bienvenido de vuelta Inuyasha.
El medio demonio le despeinó el cabello y lo soltó.
—Tu hija…Moroha…
—Trataré de arreglar las cosas con ella más tarde— metió las manos en el hueco de sus mangas— ¿son amigos?
La cara del Kitsune se arrugó:
—¿Amigos? es un dolor en el culo, te iba a decir que no tengas muchas esperanzas de llevarte bien con ella de inmediato, es demasiado terca como para eso.
—Bien…creo que tendré que esperar además… ¡No ofendas a mi hija enano!
Inuyasha trató de golpearlo, pero el chico lo esquivó sin problemas comenzando a correr alrededor de Miroku para escapar quien esbozó una sonrisa divertida:
—Ahh, que nostálgico es esto.
Tras él Hisui y su grupo de amigos miraban toda la escena en total desconcierto.
Moroha…
No estaba llorando, la rabia también había desaparecido pero tampoco estaba feliz. Nada más permanecía allí sentada en la rama de un árbol sin saber que hacer a continuación ni como actuar cuando volviera a ver a aquel hombre en el que reconocía ciertos rasgos propios y aún así era tan diferente de Miroku o Sota quienes se habían convertido en su modelo de como debía ser un padre, Koga podría haber entrado en esa categoría de no ser porque su posición dentro de la manada y la forma en que el resto la veía siempre le impidió sucumbir a la fantasía de tratarlo como a un padre adoptivo y con el tiempo ya no podía verlo como tal.
Su nariz detectó el aroma de Sango y Kirara acercándose, no hizo el menor movimiento. Moroha distaba mucho de estar ansiosa por hablar con alguien sobre sus sentimientos, sin embargo, tampoco tenía deseos de huir.
Sango abandonó el lomo de Kirara de un salto aterrizando junto a la chica y tomando asiento en la rama convenientemente ancha como para no ser incómoda, el pequeño gato demonio fue hacia el regazo de la adolescente como si supiera que acariciar su suave pelaje tenía un efecto calmante.
—¿Cómo estás?—preguntó la exterminadora.
—Confundida.
—Puedo imaginarlo. Supongo que tampoco ayuda la forma en que se presentó Inuyasha, él siempre fue muy impulsivo.
—¡¿Impulsivo?! ¡keh, diría que es más que eso! ¡no tuvo ningún tacto y fue mandón! ¡no puedo creer que sea mi padre no nos parecemos en nada!
La mujer logró contener la risa con éxito ¿cómo podía decir que no se parecían en nada?: sus expresiones, su sonrisa irónica cuando peleaba, su forma de gritar, la rudeza al expresarse... un sin número de cosas en Moroha gritaban el nombre de su padre, los golpes que le daba a veces a los niños molestos hasta su rivalidad fraternal con Takechiyo todo era como Inuyasha.
—Bueno…Inuyasha también solía subirse a lo alto de un árbol cuando quería estar solo, bajaría solo una vez que se calmara o Kagome fuera a hablar con él. Diría que se parecen en algunas cosas.
La niña le dio una mirada de reojo, su personalidad con una nota más suave que la de su padre reemplazaba la rabia por curiosidad con cierta facilidad.
—Casi siempre que se apartaba del resto no quería hablar con nadie, pero sabíamos que de todos modos lo necesitaba y Kagome era la persona indicada para ello— Sango miro a la chica con cariño— en tu caso aún no tienes a esa persona especial y tus primas no están aquí así que tendrás que conformarte conmigo.
—Está bien, no eres una mala opción— murmuró sonriendo levemente —él…hum— decirle "papá" se sentía raro, pero llamarlo por el nombre también parecía incorrecto, necesitaba algo más—el viejo ¿se va a quedar en la casa?
—Sí, ¿te molesta?
—No, es su amigo es normal que se quede y…creo que actuó así porque estaba preocupado por mí— podría tener los sentimientos revueltos a raíz de lo que estaba pasando no obstante tonta no, era tampoco ajena a como se sentían otros, era una habilidad que tuvo que aprender para engañar y sobrevivir.
—Tienes razón, Inuyasha debe estar muy confundido, para él apenas pasó un poco de tiempo, en cambio fueron catorce años y su hija creció sin padres algo que jamás habría querido porque él tuvo la misma infancia solitaria— Sango cepilló el cabello suave de Moroha con los dedos, la chica era receptiva al afecto—dale una oportunidad, no te pido que te sientas cómoda ni sean una familia de inmediato— le dolía por su amigo, pero no podía pedirle a esta niña desorientada y sorprendida por la revelación que lo recibiera como a su padre de forma instantánea— pero conocelo y déjalo que te conozca.
Era cuestión de tiempo, sabiendo como eran ambos en algún punto Moroha llegaría a querer a su padre, no había forma en que una niña ansiosa de afecto acostumbrada a cuidarse sola no se ablandara ante la naturaleza ferozmente protectora del medio demonio y la manera tristemente personal en que él podría entender lo que era crecer sin familia siendo alguien de sangre mixta.
Moroha lo pensó por unos segundos, finalmente asintió conforme, aunque sin la convicción y seguridad que siempre caracterizaba sus gestos.
Sango entendió que no podía pedir más.
—¿Regresamos?
—¿Puedo…puedo comer en mi cuarto por hoy? Towa y Setsuna van a venir así que…
—Todavía es muy pronto para volver a hablar con tu padre supongo— la adolescente se ruborizó al verse descubierta— claro que puedes, lo entiendo. Aunque no te garantizo que Towa no este un poco curiosa por su tío.
Moroha sonrió un tanto divertida, siendo Towa en su mente ella y su tío ya serían amigos desde que se enterara de su existencia.
Inuyasha…
—Entonces…son las hijas de Sesshomaru.
—¡Sí! yo soy Towa y ella es mi hermana menor Setsuna. Disculpe tío, pero siento como si ya lo conociera, me crie con el hermano menor de su esposa así que es como si tía Kagome fuera realmente mi tía…aunque bueno, papá Sota no hablaba tanto de ella ni veíamos fotografías muy seguido porque la extrañaba ¡pero vi una foto de usted una vez! Y realmente se parece a Moroha.
—Towa, estás hablando demasiado rápido.
—¿Ah? ¡Oh cierto, tienes razón Setsuna! ¡discúlpeme tío no quería abrumarlo debe ser difícil estar en su situación! —la niña hizo una reverencia con una actitud muy lejana a la de su padre.
Inuyasha habría esperado que las versiones crecidas de los bebés de su medio hermano fueran ambas como la chica de cabello negro en traje de exterminadora (una cosa muy extraña ver a un medio demonio usando eso) …por otro lado Towa notoriamente era más similar a Rin, de hecho demasiado similar hasta un punto donde casi no detectaba nada de Sesshomaru en ella y aunque su bombardeo de preguntas era un poco abrumador su atuendo extraño y con aroma a esa cosa que Kagome solía usar para lavar su ropa cuando viajaban juntos (¿detergente?) le daba nostalgia. Y unos deseos incontenibles de encontrar YA a su esposa a pesar de saber bien que no podía hacer mucho por ahora.
Alguien se percató al ver la expresión en el rostro de Inuyasha sobre los pensamientos negativos que lo estaban atormentando:
—Bueno como ves estas son tus sobrinas—Shippo sonrió un poco cuando el medio demonio dejo de pensar y lo miró— mientras que Setsuna tiene la misma actitud alti…
La chica lo atacó con la mirada al sospechar lo que iba a decir, Hisui no se quedó atrás deseoso de defender a su encantadora dama, el zorro se vio obligado a corregirse.
—…digna de su padre, Towa te hace sospechar que Rin tuvo una noche de pasión con Kohaku.
—¡Shippo no digas esas cosas! —lo regañó Towa, sus mejillas adquirieron un tono de fresas maduras como buena adolescente pura con pocas amigas nada acostumbrada a hablar sobre sexo.
Hisui fue mucho más elocuente, escupió su té salpicando a su padre en el proceso quien sorbía dignamente su bebida junto a Gyokuto justo al lado de Inuyasha.
—¡Mi tío nunca haría algo deshonroso con una mujer casada!
—No es como si Sesshomaru se casara con Rin inmediatamente en cuanto ella creció ¿sabes? esperó un poco y ella con Kohaku eran de una edad cercana, ellos podrían...¡auch!
Una mano rápida lo golpeó directo en la nuca, menos fuerte que los temibles tortazos de Inuyasha pero dolorosa de todos modos.
—No le faltes el respeto a mi cuñado Shippo, compórtate.
—¡Nada más digo la verdad! —farfulló entre dientes frotándose la zona adolorida.
—Oh bueno— rio Gyokuto sonriéndole a un tanto desorientado Inuyasha con las nuevas dinámicas entre todos— Mamá dice que Kagome san hablaba sobre su hermano menor poniéndose molesto a esta edad por una cosa llamada hormonas, creo que nuestro Shippo fue presa de eso hace mucho.
—Ah, el chaparro siempre ha sido fastidioso—comentó alzando una ceja aún extrañado de que la mujer a su lado tan parecida a una Sango de cabello corto fuera la misma niña de kimono rosa que corría hacia él junto a su hermana gritando "perrito" hasta (para él) muy poco tiempo.
Se preguntaba si su hermana también se parecería a Sango en carácter o si de los hijos de sus amigos fue ella quien heredó la actitud de Miroku. Le habían dicho que estaba de viaje. Bueno…al menos no había nadie muerto ni terriblemente viejo como la última vez que se fue a dormir por algunas décadas, incluso la anciana Kaede seguía viva.
Repentinamente su nariz detectó el olor que había estado esperando sentir toda la tarde. Moroha se estaba acercando. Inuyasha permaneció quieto en su sitio sin atreverse a voltear para no asustar a la niña, sin embargo, cuando sus pies ligeros pasaron de largo corriendo rumbo a otra habitación de la casa comprendió que por el momento su hija no deseaba volver a verlo.
Suspiró decepcionado y dolido, aunque no es como si pudiera hacer algo al respecto.
—Ella vendrá a ti con el tiempo—dijo Miroku poniendo una mano en su hombro— dale espacio.
—Lo sé.
—Por mientras — el monje puso la misma sonrisa con dobles intenciones que Inuyasha conocía tan bien— ¿no te interesa saber sobre la vida romántica de tu linda hija?
El medio demonio se erizó completamente:
—¿Moroha tiene una vida romántica?
—Bueno, no aún pero ya que nuestros niños se llevan tan bien siempre he pensado que…
—No te atrevas— Sango agarró la oreja de su esposo con firmeza frunciendo el ceño— solo lograrás molestar a Hisui y a Inuyasha con estas bromas.
—Pero Sango yo solo…
La mujer le dedicó tal mirada de enojo que el pobre hombre no se atrevió a hablar más dejando a un medio demonio muy preocupado inspeccionando con nuevos ojos plagados de sospecha a los dos chicos que seguían discutiendo en una esquina.
Shippo e Hisui…ahora que lo pensaba, iba a tener que vigilarlos, parecían demasiado cercanos a su hija. Especialmente Hisui con es maldito modo suave y cara de pervertido sin duda era un peligro.
Moroha…
—¿Sucede algo? —preguntó Towa desde su saco de dormir apenas abriendo un ojo.
Moroha sonrió sin que llegara a sus ojos:
—No pasa nada, regresa a dormir solo voy a solucionar mi problema con el té.
Towa hizo un breve comentario sobre su falta de propiedad al hablar antes de voltearse y aparentemente regresar a dormir. Por su lado Setsuna estaba sentada en el futón contiguo entreteniéndose en leer una de las tantas novelas que su prima llevó del futuro y que con el pasar del tiempo y las innumerables noches insomnes llegó a apreciar, aunque al inicio creyó que solo serían peso extra.
La chica albina esperó hasta que la puerta volviera a deslizarse para hablarle a su hermana:
—¿Realmente crees que ella está bien? sé que la aparición del tío debe haber sido un golpe y no quiere hablarnos.
—Si todo lo que quiere es nuestra compañía no deberías forzarla a hablar—replicó Setsuna pasando una página.
—Lo sé, pero… desearía que ustedes fueran más abiertas sobre lo que sienten, jeez— resopló cruzándose de brazos aún acostada—¡somos familia!
—Eso no significa que todos tengamos que hablar sobre como nos sentimos todo el tiempo, tal vez en tu mundo sea útil pero aquí no tiene sentido. Si no puedes hacer nada para solucionarlo solo queda lidiar con ello.
Towa infló las mejillas molesta:
—¡Pero Setsuna!
Su gemela tan solo siguió leyendo soltando el más diminuto sonido exasperado cuando lo terminó y no encontró el volumen dos dentro del bolso de Moroha.
—¿Qué estás leyendo?
Hisui levantó la vista de su libro sobre tipos de demonios que su tío le había prestado para que estudiara. Era un antiguo volumen escrito a mano sobre seres que mataron sus antepasados cuando la antigua aldea de exterminadores aún existía, muchos de ellos nunca los había enfrentado y esperaba estar bien preparado si algún día llegaba a ocurrir.
—Antiguos registros de los exterminadores.
—Debí haberlo adivinado—Shippo asintió volteando una página de su propio libro.
—¿Que hay de ti?
El rostro del kitsune se iluminó:
—Es uno de esos libros que trajo Moroha.
Hisui observó la portada a la luz de las velas. Tenía un color rosa suave, al centro estaba la silueta negra de una pareja con atuendos extraños que no conocía y en la parte superior se podía leer el título de la novela: "Las aventuras de la intrépida Escargot Prin y Panaberto Pecopón en busca de los trozos de cristal multicolor, volumen 2". Debajo estaba en pequeñas letras elegantes el nombre de su autora llamada "Eri Masuda".
—¿Es interesante? —inquirió el exterminador acercándose hasta su amigo con genuina curiosidad. Como el hombre práctico que era con la cabeza firmemente plantada en la realidad nunca había pensado en pedir prestado por sí mismo (o robar como Shippo) alguno de esos libros de fantasía.
—¡Seguro! trata sobre una chica japonesa que cae por un acantilado y acaba llegando a un mundo mágico donde descubre que posee poderes de Luz y tiene que recolectar los cristales de colores junto a un patán desagradable que está amargado porque toda la vida lo han discriminado por ser medio elfo, medio humano entonces mientras viajan un gran romance nace entre ellos.
—Ya…ahora entiendo porque te interesa— Hisui suspiró divertido, Shippo siempre fue peor que sus hermanas cuando se trataba de interesarse en las historias románticas—supongo que estás tan pegado con ese libro que por ello sigues despierto.
—Bueno…en parte—el zorro cerró el libro— también estoy preocupado por Inuyasha. Siempre fue impulsivo y no aguantaba mucho tiempo dejando a Kagome en paz cuando ella se molestaba, no sé si va a poder hacerlo con Moroha y si la va a buscar…
—Va a ser peor.
—Sí, por eso decidí quedarme despierto, tengo buena audición así que podré escuchar si se ponen a discutir.
—Pero Shippo—Hisui le dirigió una mirada escéptica—por lo visto tanto al padre como a la hija no los tranquiliza precisamente ver tu cara, no creo que sirva que vayas a intentar calmarlos.
—Lo sé, por eso no pienso ir yo directamente. Llamaré a tus padres para que se encarguen.
—Vas a entrar a la habitación de mis padres…de noche— el chico se estremeció al pensar en que clase de actividades podrían estar involucrados a esas horas luego de años de separación, no es que desconociera que una pareja casada debía tener una cuota saludable de deseo por el otro, pero de ahí a querer verlo había un enorme trecho.
—No, no pienso hacerlo yo, tu irás.
—¿Y eso por qué? ¡es tu idea meterte en donde no te llaman!
—¡Porque será menos vergonzoso si vas tú!
—¡¿Menos vergonzoso para quien, para ti?!
—¡Que te importa ver algo raro! ¿Cómo crees que te hicieron Miroku y Sango?
—¡No por eso quiero verlos!
La puerta se abrió de golpe mostrando a una molesta Gyokuto observándolos con furia:
—¡DUERMAN DE UNA VEZ! ¡dejen los problemas familiares de otros en paz! ¿estamos?
—Pero hermana es Shippo el que…
—¡PUES CALLA A SHIPPO!
Dicho esto se marchó medio dormida dando fuertes pisadas. Los dos chicos se miraron tragando saliva:
—Aunque es la tranquila de la familia, cuando se enoja se ve justo como Sango—susurró el kitsune.
Hisui lo confirmó.
Habiendo sido obligados a dormir ninguno de los dos pudo saber del pequeño y tenso encuentro que estaba ocurriendo a la entrada de la casa.
Moroha había hecho todo lo posible para no tener que salir de su habitación luchando contra su vejiga sin éxito, sospechaba que "esa persona" podría seguir despierto, después de todo descubrir que habían pasado catorce años sin que te dieras cuenta mantendría sin dormir a cualquiera y sabía que él estaba ansioso por hablarle, lo había visto de reojo en su cara cuando pasó frente a la puerta donde estaba junto a los padres de Hisui esa tarde.
No quería encontrarse con su…padre aún, no tenía nada que decirle así que esperaba que incluso si estaba cerca o lograba olerla no se le acercara. No obstante no tuvo tanta suerte.
Una enorme y blanca luna brillaba en el cielo alumbrando su camino, dándole una perfecta visibilidad del cabello blanco con reflejos plateados del medio demonio que sentado a la mitad del pasillo se dedicaba a mirar el cielo con expresión nostálgica.
Avanzó de puntillas intentando no hacer crujir las tablas, se sentía un tanto confiada en su habilidad para escabullirse debido a su "experiencia laboral" como lo llamaba Towa.
Las orejas del hombre se movieron y justo cuando estaba caminando a sus espaldas él volteó clavando sus ojos dorados en ella. Moroha nunca había visto oro fundido, pero sentía que debía parecerse mucho a eso.
Myoga siempre dijo que su amo Inuyasha fue alguien rudo, hosco y de mirada altanera pero enormemente leal, valiente con un buen corazón. Le parecía la descripción de un héroe distante, alguien con quien sabía que tenía relación, pero a quien no sentía cercano. Era muy diferente del hombre que la observaba un poco inseguro con una expresión en su faz igual a la que Koga le dedicaba a ese pequeño niño lobo de ojos azules cada vez que lo veía. Era el amor que un padre sentía por sus hijos. Siempre quiso que alguien la mirara así alguna vez cuando era una niña ingenua y soñadora pero ahora que lo tenía no sabía qué hacer.
Así que hizo lo único que sabía: ponerse a la defensiva, esconder sus sentimientos, no tenía las fuerzas para sonreír y parecer alegre ocupando su máscara favorita para enfrentarse al mundo así que nada más frunció el ceño y desvió la mirada.
—Lamento interrumpirte, sigue con lo tuyo.
—No estaba haciendo nada, solo pensando.
—Entonces sigue en eso, buenas noches.
Intentó correr antes de que él le volviera a hablar, pero falló:
—Moroha espera— Inuyasha la vio detenerse girándose levemente hacia él—lo siento, esta tarde…no fue la mejor forma de presentarme.
—Keh, ¿ahora te das cuenta?
—No soy muy bueno con ese tipo de cosas…Kagome…ella habría sabido que hacer.
Había tanta tristeza emanando de él que la niña se encontró incapaz de seguir siendo hosca mas tampoco encontraba alguna palabra amable que decirle: su madre…Kagome, esa mujer posiblemente estaba muerta había pocas posibilidades de que haya tenido tanta suerte como Inuyasha, siendo una sacerdotisa muchos demonios la odiarían nada más verla por el peligro que representaba y ser una humana con la fragilidad que eso implicaba tampoco le ayudaría. Así que nada más guardó silencio.
Pero estar callada solemnemente por demasiado tiempo nunca estuvo en su naturaleza:
—Sango dice que esta bien si me tomo un tiempo para conocerte, no creo poder decirte "papá", es extraño.
Las orejas de perro de Inuyasha se elevaron animadas:
—Sango tiene razón, está bien si me dices por mi nombre.
Moroha puso sus manos tras la cabeza, una sonrisa diminuta se asomó a los labios de Inuyasha al ver que ella parecía una versión femenina de sí mismo.
Luego de meditarlo unos segundos la chica respondió:
—Te diré viejo… ¿te hace gracia?
La sonrisa en el rostro de Inuyasha había crecido:
—Nunca conocí a mi padre, solía referirme a él de esa forma en mi cabeza.
—Ya…
La forma de su rostro, el colmillo asomándose al lado cuando sonreía, el tono de voz…se parecían, aunque le había chillado a Sango esa misma tarde lo contrario Moroha no podía seguir negando cada una de las cosas de este hombre que ella tenía.
Y tuvo la certeza de que si pasaban tiempo juntos, si lo conocía más podría llegar a quererlo, a reconocerlo realmente como su padre de una forma más profunda que la meramente racional, que podría llegar a amarlo, entonces…entonces dependería de él, comenzaría a apoyarse en alguien de una manera totalmente diferente al compañerismo que encontró en sus primas y amigos. Eso la asustaba, no quería depender de nadie, la niña vulnerable que alguna vez llevó dentro murió hace mucho y no era justo que alguien la reviviera ahora.
Retrocedió algunos pasos volviendo a encerrarse en sí misma:
—Bien…tenía que ir a hacer algo así que te dejo, buenas noches.
Sin esperar respuesta corrió lejos sus pies descalzos provocaban un ruido sordo en el piso.
—También corres como yo—susurró Inuyasha para si mismo viendo como su largo cabello negro ahora suelto volaba a su espalda —Kagome ¿Dónde estás?
Recogió su espada y saltó hacia el tejado, Moroha regresaría por el mismo camino y no deseaba incomodarla más, su niña estaba asustada, tanto como lo estuvo él hace años cuando una chica molesta con ropa rara comenzó a mostrarle amor y comprensión viéndolo con unos dulces ojos castaños colándose en su corazón sin permiso haciéndolo sentir vulnerable…y amado.
Las personas que han sido dañadas por el mundo no quieren ser vulnerables, no están listos para ser amados ¿estimados? tal vez ¿queridos? difícil, pero ¿amados? ¿del tipo donde alguien daría la vida por ti? Le costo creer que alguien podría tener esos sentimientos por él por un tiempo y ahora podía ver a Moroha sintiendo lo mismo.
Pero no podía hacer nada, no había forma de ocultarlo cada vez que la miraba veía al adorable bebé que fue, el que tomó su dedo con fuerza luego de nacer ese pequeño milagro que jamás pensó llegaría a existir superpuesto en la adolescente fuerte y hermosa que era ahora. Amaba a esa niña y no tenía intenciones de ocultarlo si a Moroha le costaba asimilarlo solo tendría que seguir a su lado aguantando sus desaires, acercándose cuando ella se alejara hasta que finalmente bajara la guardia.
Eso se lo enseñó Kagome.
Continuará…
Listo! Espero que les haya gustado, me fui por un tiempo la vida hace difícil escribir pero lo bueno de este fic es que no es una historia tensa sino más algo esponjoso para sentirse bien y hay pocos misterios en él :3 su finalidad es divertir y entregar las cositas familiares que Yashahime no dará hasta un buen tiempo. ¿Vieron el guiño a la amiga de Kagome? ;D
No es un fic salvaje de romance de esos que tengo que terminar en otros fandom jajaja por allá en el mundo del Star vs fandom me quieren matar.
Espero que les haya gustado.
