Capítulo 8: Las artes de la mente


Los días siguieron pasando en Lily's Cottage. Harry ya había terminado sus deberes de verano, en preparación al siguiente año escolar, y dedicaba su tiempo a aprender todo lo que pudiera de Alanna: costumbres del mundo mágico, leyes actuales del Wizengamot, lo más posible sobre los Sacros Veintiocho, baile, francés como segundo idioma, y consolidar sus bases de latín para la posible creación de hechizos… No sin antes recalcar que el idioma, en realidad, no era más que una forma de concretar el hechizo, ya que en la práctica era mejor utilizar los hechizos no verbales, en especiad durante duelos y batallas.

— Sin embargo, debes tener en cuenta que debes tener tu mente centrada y bien protegida para que tu enemigo no sepa en qué hechizo estás pensando — aconsejó su tutora, con seriedad.
— ¿Y cómo logras eso? — preguntó Harry, con curiosidad: — ¿Y cómo podría tu rival saber en qué estás pensando?

La pelirroja, como en todas sus lecciones, sacó un par de libros y se los entregó al muchacho.

Las Artes de la Mente y Guía básica para Oclumancia… — leyó el chico en voz alta: — ¿La magia también puede manipular la mente? — volvió a preguntar, intrigado.
— De mil y un maneras — respondió Faewood, con seriedad: — Un mago hábil en estas artes podría simplemente leer tus pensamientos, o, dependiendo de la maldad del experto, puede obligarte a creer lo que él quiera, cambiar tus recuerdos, o simplemente dejarte como un vegetal.

Ante la respuesta, el muchacho no pudo evitar estremecerse de temor.

— Y… ¿Eso está permitido? — preguntó, algo nervioso.
— No son muchos los expertos en las artes de la mente, así que no pueden ser regulados como los que consiguen otro tipo de habilidades… Además, puede considerarse una habilidad familiar, así que, aunque es mal visto, no puede ser juzgado como magia normal…Y en Reino Unido no hay muchos especialistas en estas artes, por lo que tampoco se les puede juzgar, ya que se les considera magos sumamente importantes y poderosos, así que se estima conveniente no meterse con ellos… — respondió, sin sonreír.

Harry pasó unos momentos reflexionando sobre la respuesta de Alanna, considerando si era bueno o no hacer su siguiente pregunta. Sin embargo, la curiosidad fue mayor y finalmente preguntó:

— ¿Y tú conoces a esos magos?

La pelirroja parpadeó unos segundos, sin comprender.

— Se nota que te molesta hablar del tema, así que no pude evitar pensarlo… ¿Conoces a alguno de esos magos? — insistió el menor, con mirada penetrante.

La mayor suspiró con resignación:

— Sí, conozco a los tres mejores especialistas en artes de la mente… Y podría decir que tú también los conoces, aunque se nota que no te diste cuenta si alguno de ellos leyó tu mente o no — respondió, con una sonrisa molesta.
— Ah… ¿Los conozco? — preguntó el muchacho, confundido.
— Por supuesto. Los tres especialistas en artes mentales aquí en Reino Unido son Albus Dumbledore, Severus Snape y Voldemort — respondió la mujer, encogiéndose de hombros.

Por un momento, Harry se quedó sin palabras… Para luego, cuando pareció comprender lo que dijo la mujer, estallar en una mezcla de pánico y molestia extrema.

— Entonces… Cualquiera de ellos podía saberlo… Cualquiera de ellos podría haber visto mi vida y aun así… — y, sintiendo que le faltaba el aire, se paró abruptamente, arrojando los libros a un lado y saliendo rápidamente de la cabaña.

La mujer, confundida, miró al muchacho y quedó colmada de las emociones que salieron a flote. Sólo entonces comprendió lo que le dijo a Petunia cuando partieron y, por un momento, sintió el deseo de llorar por todo lo que debió sufrir su ahijado. Sin embargo, sabiendo que él necesitaba de alguien que lo acompañara, salió tras él, en especial porque debía evitar que traspasara las barreras que protegían el hogar.

Corriendo, logró alcanzar a Potter poco antes que llegase al límite de la casa y lo aferró a sí. Por un momento, el chico intentó resistir a la muestra sorpresiva de afecto. Sin embargo, ahogado en sus propias emociones, finalmente se giró a los brazos de su madrina y comenzó a llorar desesperadamente, como no lo había hecho durante muchos años, sabiendo que al fin había alguien que lo acogería y podría consolar su dolor.

Alanna, completamente envuelta en las emociones de Harry, no pudo evitar llorar junto a él, sintiendo en su mente el dolor que debió pasar junto a los Dursley… Algo que ella misma había intentado evitar en su momento, para solo enfocarse en ayudarlo a sentirse acogido y respetado en el hogar que estaban formando. Sin embargo, la información que sin querer le entregó el muchacho la hizo enfurecerse aún más, no solo contra Dumbledore, sino que con el mismo Severus, quien realmente creía que Harry era un muchacho malcriado y consentido casi como un príncipe…

Snape, más que cualquier otra persona, debió haber identificado los signos de abuso, tanto físico como mental… ¿Cuán ciego había quedado por la influencia de Dumbledore que lo hizo tratar de esa forma a su propio ahijado?

Oh… Ciertamente tendrán que volver a hablar, y lo obligará a pedir perdón de rodillas cuando supiera la verdad.

Al cabo de un tiempo, el de ojos esmeraldas finalmente se calmó y, luego de sentir que sus mejillas habían dejado de estar húmedas, se separó de su madrina, avergonzado.

— Perdón… No quise… — comenzó, pero un gesto de Alanna lo hizo callar.
— Soy yo la que debo pedir perdón. No pregunté sobre tu vida con los Dursley pensando que eso era parte de lo que no querías compartir. Debí hacerlo, para que de esa forma no te hubiese sobrecogido la información sobre las artes de la mente — dijo con seriedad.

Harry la miró atentamente, notando la sinceridad en los ojos de su tutora. Mas, antes de seguir, la mujer lo invitó a sentarse en el césped, aprovechando que seguían dentro del territorio de la cabaña.

— Quizás en algún momento quieras compartir lo que has vivido, pero no te quiero obligar a eso. Aunque llevamos un mes juntos, sigo siendo de muchas formas una extraña — continuó la pelirroja, tratando de mantener la calma: — Sin embargo, sólo hoy pude comprender el motivo para que estuvieses tan frustrado de que Vernon y Petunia te entregaran a mí así de rápido. Me imagino que, pese a todo lo que te deben haber hecho esos dos, siempre quisiste tener su aprobación, aunque fuese por un momento, ¿no?

El muchacho asintió, avergonzado.

— No tienes por qué avergonzarte… Todos los seres humanos buscamos amor, apoyo y aprobación ante las acciones que realizamos… Sólo es una cuestión de orgullo el reconocerlo o no. ¡Imagínate! Tratando de apoyarte en algunas cosas, pero en otras, que pueden ser tan o más importantes, sigo dejándote solo — continuó, recriminándose un poco: — Lo importante es que, pese a este momento, seguiré a tu lado y, cuando te sientas listo, puedas contarme lo que parece ser una carga muy grande que llevas sobre los hombros.

Harry asintió, agradecido. Le alegraba saber que, aunque vivió un momento vergonzoso, Alanna seguía dispuesta a avanzar a su ritmo y no a imponer su punto de vista, como lo habría hecho cualquier otro adulto a su alrededor.

— Sin embargo… — la escuchó hablar, con tono preocupado: — Pensando en lo que son la oclumancia y la legeremancia… Creo que debes trabajar en esa carga para que así te puedas proteger mentalmente.
— ¿Qué quieres decir? — preguntó él, alarmado por el sorpresivo cambio de tono.

Faewood suspiró, sabiendo que lo que diría no sería fácil.

— Una de las debilidades naturales de cualquier arte mental es el dejarse llevar por las emociones. Si tus emociones están a flor de piel, será fácil provocarte, e inconscientemente forzar una grieta por la cual puedan atacar tu mente — explicó, intentando mantenerse lo más neutral posible: — Por lo tanto, como tienes tantos sentimientos enfrascados, la menor provocación puede dejarte expuesto.
— Entonces… Si sigo guardando esto que siento…
— Hay daños que pueden ser peores que la muerte, Harry. Un daño emocional muy grande puede dejarte sumido en la locura o, peor aún, tan encerrado en ti mismo que podrían destruir todo a tu alrededor y tú no te darías cuenta, estando atrapado en tus peores recuerdos — continuó la mayor, seriamente.

El muchacho se estremeció, tratando de imaginar en cómo sería ese momento.

— No sabemos cuándo podría volver Voldemort, pero sé que en el momento en que regrese, si no trabajamos con tus emociones y tus recuerdos, puedes estar vulnerable ante él… Y, como no sé si confías en Dumbledore o en Severus, no sé qué pueden hacer ellos por ti — concluyó.
— No puedo confiar en Snape, por mucho que ya sepa su historia — respondió Harry, enojándose nuevamente: — Y Dumbledore… No sé si puedo confiar en él ahora, sabiendo que en más de alguna ocasión pudo mirar mi mente.

Alanna parpadeó, confundida.

— ¿Por qué lo dices? Aún no te he explicado cómo es más fácil que entren en tu mente — dijo ella, dubitativa.

Harry la miró, sus ojos brillando de furia.

— Una vez sentí que Dumbledore me miraba de forma profunda, como si mirase mi alma… Y, por mucho que lo intenté, sólo fue cuando habló que pude dejar de sentir esa sensación… ¿No es ese un momento en que entró en mi mente? — replicó, recordando lo vivido el año anterior.

Alanna parpadeó y por un momento parecía que iba a explotar de la furia. Mas, antes que eso ocurriese, respiró profundamente y se esforzó por calmarse antes de contestar finalmente.

— Sí, esa es una manera, aunque la forma en que pareció hacerlo es de las menos sutiles en realizarlo — explicó, con una voz controlada: — Sin embargo, tener ese descaro de realizarlo así…

Harry sintió que su corazón saltaba de alegría por saber que alguien se indignaba porque él había sufrido algún daño. Nunca se había sentido así… Aunque quizás lo más cercano a esa sensación fue el año anterior cuando Ron y los gemelos lo rescataron de la casa de los Dursley…

Y, al pensar en Ron, su corazón nuevamente se entristeció. Alanna sintió eso, pero lo único que hizo fue apegarse a su ahijado y poner su brazo en su espalda, ofreciéndole compañía y apoyo.

— Por tus emociones puedo saber que has pasado por muchas cosas, Harry, mucho más que sólo lo vivido con tus tíos y, como te prometí, no indagaré más allá hasta que me digas qué pasó. Sin embargo, no puedes andar todo el tiempo con ese carrusel de emociones, mucho menos con alguien que puede sentirlos más rápido que alguien normal — dijo ella, sintiendo que el muchacho se apegaba a ella.
— Es que es mucho… — admitió él, con un murmullo.
— Puedo sentir que es así… Pero espero que llegue el día en que quieras compartir esa carga conmigo… O con quien desees hacerlo. Por mi parte, recuerda que juré acompañarte, sin importar el camino que tomes, pero debo orientarte a que seas mejor — replicó ella, con calma.

Se quedaron allí unos momentos pensando en el momento vivido, el cual, aunque parecía ser un pequeño paso para lograr la confianza plena entre ambos, a su vez parecía ser sólo uno de miles pasos para alcanzar la misma meta.

El mes de Julio continuó con el entrenamiento básico para que Harry al menos aprendiese los principios de la oclumancia: practicar y concientizarse de su respiración, vaciar la mente de pensamientos y sentimientos que dejaran vulnerabilidad ante un ataque mental, concentrarse en un punto fijo, aunque fuese sólo una creación mental para así despejar la mente…

Alanna no era una experta en cualquiera de las artes de la mente, pero era consciente de que, en ese momento, era la única persona que podría ayudar a Harry con ese problema.

Junto a eso, Faewood intentaba encontrar la forma en que Harry liberara sus emociones para que pudiese defenderse mentalmente, aunque fuese de manera mínima, ya que le preocupaba lo que pudiera suceder si sus sospechas eran ciertas o, peor aún, si lo que Harry liberase se transformaba en un acto de magia accidental…

Ya había logrado que Harry soltara comentarios mínimos de lo que fue su vida con sus tíos, pero ella presentía que había un abismo oculto a sus ojos. Por cada pequeña verdad, existían tres veces más dudas a partir de aquella declaración. Al final, tenía que anotar sus preguntas, al igual que su ahijado hacía cuando ella le explicaba algo.

Sólo fue en el momento en el que ella le entregó un cuaderno de dibujo cuando encontró la respuesta a sus preocupaciones. Al parecer, a Harry le gustaba dibujar y, por lo poco que había podido sacar de su vida con los Dursley, no habían conseguido quitarle el gusto por las artes, por mucho que no pudiese llevar sus trabajos a su hogar, ya que no los podía colocar en su cuarto, por temor a que Dudley o sus tíos se lo rompiesen con algún movimiento brusco o algo parecido...

— ¿Tenían acceso fácil a tu cuarto, Harry? — preguntó ella, preocupada

En ese momento, Harry se dio cuenta que había hablado de más. Avergonzado, hizo el rostro a un lado y trató de controlarse lo más posible para no dar más sospechas a su mentora.

— Ehm… Sí, podría decirse que sí.

Alanna lo miró con sospecha, pero, como no había conseguido todavía que Harry se relajase a su lado, suspiró y trató de relajarse.

— Entonces usa bien estas herramientas y sé libre de expresarte — declaró, con algo de suspicacia. — De todas formas, en algún momento querré mirar tu trabajo para que, si se te acaba el material, pueda comprarte algo nuevo.

El muchacho asintió, agradecido con la mujer, ya que no quiso seguir indagando, pero él era consciente de que tarde o temprano tendría que decirle la verdad y, si realmente estaba de su parte, ver cómo ella se indignaba aún más con los Dursley.

Los materiales de arte se convirtieron en otra forma de pasar el tiempo, el cual tenía que intercalarse con el entrenamiento como futuro Lord, con la preparación de las bases de oclumancia y con el entrenamiento físico que estaban comenzando ambos. En los últimos días, Potter fue levantado a las primeras horas de la mañana por su tutora para comenzar a correr por los alrededores de la cabaña y hasta el límite con Keswick, el cual ya tenía su capacidad turística copada por la temporada, por lo que evitaban mostrarse mucho ante los muggles, por temor a que algún muggleborn lo reconociese.

Con esas actividades, el tiempo nuevamente fluyó hasta que llegó el día más esperado y temido: el cumpleaños de Harry.

Y Alanna, sin ser adivina, sabía que sería un día que no olvidaría en mucho tiempo.


Notitas de autor

Holis

Bueno, pasó lo que algunos podrían imaginarse. Como parte del entrenamiento de Harry, era lógico que se mostrase aunque fuese levemente las artes de la mente. Como ya vieron, Alanna sabe lo básico, así que en algún momento Harry tendrá que tener una práctica seria, pero ese momento aún no llega.

Muchas gracias por seguir y leer este fic. No puedo darme tanto tiempo porque estoy cerrando el año en el colegio donde trabajo.

Saludos y nos vemos la próxima semana