MI BELLO… ¿SIRENA?

La presente historia está basada en los relatos griegos de navíos, marineros y sirenas. Pero no las sirenas que todos nos imaginamos, hermosas mujeres mitad fémina y con cola de pez, o sus homónimos los tritones que son de género masculino. No… De esas sirenas ya se ha hablado muchísimo y hay miles de historias en cualquier lugar sobre ellas.

En éste relato nos centraremos en las sirenas griegas esas peligrosas criaturas mitad humano-mitad ave. Esas criaturas que atraían a los marinos con sus bellos cantos para que se precipitaran contra las rocas, atacarlos, matarlos y devorarlos. Criaturas malvadas que encontraban su placer en esas matanzas. Sobrevolando los mares en busca de sus próximas presas, insaciables, agresivas, salvajes, guerreras, temibles… Así eran ellas y ellos. Las temibles sirenas.

Nadie sabía de donde había salido Madara, ni como Hashirama lo había conocido. Solo que un día, después de largos meses en el mar, había vuelto con el azabache y le había proclamado su marido. Todos se asombraron que el hijo mayor del gran marino y aventurero Butsuma se hubiera traído ese azabache de aspecto exótico y, que se casara con un hombre, vale que también todos los del pueblo eran capaces de reconocer la gran belleza que poseía ese azabache de enigmática, poderosa e intimidante mirada negra como la noche más oscura, como el pozo más fondo.

Otro de los aspectos que dejaron parados (y a muchos envidiosos al conocer tal echo), a los pueblerinos de ese pequeño y acogedor pueblo costero llamado Konoha, fue que parecía que a Senju Hashirama le había ido muy bien en el mar, y cuando decían que le había ido bien era que había conseguido una cuantiosa fortuna en sus meses enrolado en alta mar. Aunque él seguía siendo igual de humilde, amable y educado que siempre, y se instaló junto a su flamante esposo en su modesto hogar de toda la vida. Eso si, era tal la fortuna que hizo navegando que no necesitaba trabajar de nuevo y de esa forma podía dedicarse a estar pegado a su atractivo esposo de indómito pelo negro como la noche. Estaba tan feliz, tan eufórico por su nueva vida y por tener tal atractivo compañero de vida, bebía los vientos por Madara. El hado le había sonreído y había puesto en su camino a ese bello hombre.

Pero Madara no se sentía cómodo con las miradas y las habladurías, era muy bello e hipnotizante; además, la curiosidad de los vecinos de Hashirama hacía que se preguntaran sobre el misterio de su presencia y de como se enamoraron con el hijo mayor de Butsuma Senju, al cual conocían desde recién nacido. Por este motivo, por la incomodidad de sentirse observado, de ser admirado por ojos ajenos, las habladurías en torno a su persona y la relación que llevaban, el estar rodeado de tanta personas desconocidas y a las que no deseaba conocer, cuando él era un ser algo solitario y, bueno… El que durante sus encuentros apasionados los vecinos se enteraran de cómo gemía y suspiraba por las acciones de Hashirama sobre su cuerpo, no le gustaron. Porque si, los vecinos les oían con esas delgadas paredes que parecían papel y al día siguiente se los miraban con sonrisitas suficientes y les oía murmurar con más ahínco mientras las mejillas se les sonrojaban.

"–Mira el pequeño Hashirama, tan inocente que parecía… Como hacía gritar ayer a su guapo azabache…"

Era alguna de las cosas que había escuchado, porque si… Madara tenía un muy buen oído. O…

"–¿Y estáis seguras de que es Madara quien grita y gime de esa manera? Tiene un porte tan masculino y gallardo…"

Y ahí sonreía con arrogancia, aunque sabía que no era cierto que hiciera gritar a Hashirama, bueno si... Pero no de esa forma que creían.

"–No, no es el hijo de Butsuma quien grita… Esos sonidos son demasiado sensuales para que los haga nuestro Hashirama. Si aun recuerdo esas ropas horteras que llevaba y ese peinado a tazón tan horrible…"

Le contestaba la otra. Y Madara gruñía molesto porque los vecinos reconocían que era él el escandaloso, pero es que Hashirama se lo hacía tan bien, le daba tanto placer… También apretaba los puños porque se quisieran apropiar de lo que era suyo, Hashirama era suyo y no lo compartía con nadie. Aunque un momento, tendría que investigar más lo del corte tazón, seguro podría echarse unas risas a costa de su marido.

Y así ante la incomodidad de Madara, la curiosidad de los vecinos y ciertos comentarios sobre su forma de intimar fue que se terminaron trasladando a una bonita casa que mandaron construir más alejada de todo y todos, más interna al bosque, cerca de los acantilados y las escarpadas montañas. Y ahí su azabache si que fue feliz, y él lo fue más… Pues Madara en su felicidad le recompensaba de formas muy excitantes, además de que no contenía ninguno de esos sexys sonidos que salían de su boca cada vez que le hacía el amor. Y él, bueno, era de mente simple en ese aspecto. Si su esposo era feliz, él era feliz. Y el pueblo tampoco estaba lejos, un energizante paseo para visitar a sus parientes o comprar en el mercado y ya.

Y como no tenía que trabajar nunca más, se aficionó a las plantas y la agricultura, se ocupó de realizar un bonito jardín; con sus flores, sus árboles frutales y un huerto muy bien surtido con todo lo necesario para comer. Y entre eso, pasear con Madara y disfrutar de verle feliz por los acantilados y las altas montañas, tener intimidad con él y visitar a su familia en el pueblo, tenía suficiente… Era su sueño hecho realidad, su vida perfecta. Lo único que le faltaba era poder tener la oportunidad de aumentar la familia, un niño o dos, poder ser padres. Pero para eso había tiempo, tenían tiempo para decidir si en algún momento adoptaban a uno de esos niños abandonados que encontrabas en ciudades de más al interior o algún niño que hubiera perdido sus padres a causa de las guerras. Siempre abundaban huérfanos en lugares menos tranquilos que su pequeña aldea. Y es que Konoha era un remanso de paz donde todos se conocían y se trataban con proximidad, comparada con los lugares que había visitado en sus viajes por alta mar.

Tobirama, era el segundo hijo de Butsuma. Un muchacho de piel blanca y pelo aun más blanco, su aspecto siempre fue exótico con esos ojos rojos afilados y ese cuerpo fuerte y escultural. Muchas coincidían que Tobirama Senju era más atractivo que su hermano mayor, al menos físicamente. Y aunque era admirado, la verdad es que era algo menos apreciado que su mayor y no precisamente por su condición, eso a la gente de Konoha no le importaba y también hemos dejado claro que las pueblerinas lo encontraban guapo. Su problema era que siempre había sido un muchacho muy serio, muy recto, algo seco y poco dado a las sonrisas y a conversar de forma animada con los demás, manteniendo cierta distancia con todos. No era un joven maleducado, siempre ayudaba a quien lo necesitara y se esforzaba como el que más, es sólo que su carácter era más cerrado y algo más huraño que Hashirama, que era muy expresivo, siempre estaba riendo y llegaba a hablar hasta por los codos, sus amigos y vecinos estaban seguros que ni debajo del agua se callaba… Pobre de su taciturno esposo, pensaban, quizás era por eso que su vida sexual era tan activa, una táctica para mantener a su esposo callado por parte del azabache.

Tobirama estaba muy feliz por su hermano, aunque siempre parecía exasperado por las ocurrencias del más mayor y siempre tenía que ponerle un alto a sus ideas, sobretodo cuando se emocionaba; la verdad es que quería y admiraba mucho a su hermano. Y verle tan eufórico de felicidad gracias a su nueva situación y a su compañero de vida le alegraba de sobremanera. Su hermano amaba a Madara con la intensidad de mil soles, sentía devoción por su esposo de pelo y ojos de ébano.

La verdad es que Tobirama envidiaba a su hermano, tan capaz de ser feliz, habiendo cumplido todas las metas y aspiraciones que tenía de joven, aun siendo joven. Vale que su hermano no era una persona muy ambiciosa, la realidad es que era tremendamente generoso. Pero igualmente lo envidiaba, una envidia sana de hermano orgulloso porque su mayor halló la felicidad. Y también por todas esas aventuras que vivió Hashirama en el mar, esas vivencias conociendo nuevos lugares, mercados, personas… Todo lo que le detallaba de esos meses le encantaba, se imaginaba imitando a su mayor y embarcándose, haciéndose mercante y guerrero, luchando contra piratas, haciéndose de más fama, visitando paradisiacos lugares... Igual que los visitados por el moreno y de donde, imaginaba, conoció a Madara. Porque si, aunque su hermano se explayaba en contarle sus aventuras marítimas y relatándole las virtudes de su esposo y cuanto le amaba, no tocaba en profundidad el tema de cómo conoció al azabache. Solo le daba vagas referencias de que lo conoció en una paradisiaca isla, y de ahí pasaba a otra aventura en alta mar, ya fuera capturando enormes criaturas desconocidas hasta ahora o enfrentándose junto a sus compañeros a fastuosas tormentas.

Y aunque Tobirama se burlaba de su hermano y le llamaba exagerado y que no le creía, haciendo que el mayor se deprimiese unos segundos, la verdad es que estaba deseando lanzarse al mar y poder vivir esas alucinantes aventuras él también. Labrarse un nombre, enriquecerse, poder llegar a tener su propia flota mercante, vivir aventuras sin fin, pelear con piratas, capturar criaturas que solo se conocían en relatos. Y esa idea de hacerse a la mar crece y crece en su mente, alimentada por las batallas diarias narradas por su hermano en sus visitas y espoleada por su mayor que le anima a cumplir sus sueños. Y al final la oportunidad aparece para Tobirama. Su hermano compra un buen navío destinado a embarcarse en grandes viajes en alta mar y al comercio, sabe que en manos de Tobirama y, su ambición y astucia para los negocios, conseguirán nuevas riquezas que ayudaran a su amado pueblo. El albino tomará el mando como capitán y otros avezados marineros de la aldea serán su tripulación. Antes de zarpar se pasan días abasteciendo el barco con conservas para alimentarse, agua potable, materiales para reparar el navío, materia para vender en mercados lejanos y redes de pesca y otros aparejos para poder pescar en alta mar, peces que les servirán de alimento y también pueden vender los excedentes en los mercados a los que asistan. También le marca una ruta en el mapa, una ruta que le pide que siga. Con los principales puestos de mercado más importantes que encontrara en las islas más ricas por las que pase y haciéndole jurar que evitara otras zonas, pues son extremadamente peligrosas.

–Y Tobirama, sobretodo evita el mar del sud… En esas islas y esos mares habitan peligrosas criaturas. Si vais allí sólo encontraríais la muerte.

–He oído que es peligroso, pero también que hay grandes riquezas por hallar en esos lares.

–¡No! No vayas… No vale la pena. Sólo la muerte acecha allí.

Y luego de hacerle prometer que evitará esas zonas, es cuando Hashirama sonríe satisfecho y le desea un buen viaje y que vuelva con vida y rico. Abraza un poco a su menor, tampoco es que quiera incomodarle de más con su efusividad.

El día de la partida le observa desde los acantilados.

–¿Te hará caso?– Mira a su pareja azabache que se ha unido a él.

–Eso espero, Mady.

–¡Tsk! No me llames así, tonto Senju.

Hashirama sonríe feliz por conseguir molestar a su pareja, el Madara berrinchudo es adorable, termina pasándole un brazo por las caderas y le besa la sien.

–Tobirama es listo…– Confía en que su hermano no haga locuras.

–Ya sabes lo que dicen… Cuando hay problemas, las ratas siempre consiguen sobrevivir.–Se burla de su cuñado.

Un leve tirón de su pelo es la respuesta de Hashirama, un "pequeño castigo" por hablar así de su hermanito menor. Aunque ni Madara ha sentido dolor, ni Hashirama quería causárselo.

–Si quieres les puedo seguir, asegurarme de que no se meta en problemas…

–¡No! Sabes que no puedes ni acercarte, te matarían.–Mientras le mira preocupado de que tan siquiera haya propuesto algo como eso– Además, aunque tu pienses que no, mi hermano es muy astuto y de los dos siempre ha sido el más sensato.

–Bueno, en ninguna de esas dos cosas es muy difícil que te superen– Sonrió burlón y esa mueca en los labios aumentó más al momento en que su marido entendió su burla a su persona.

–Madyyyyy– Se quejó mientras un aura azul le rodeaba en uno de sus conocidos estados depresivos que le duraban dos segundos, éste no fue la excepción.– Con lo que yo te amo y tu siempre te metes conmigo.

Madara al final se apiadó y le besó de forma apasionada. Él también amaba a Senju Hashirama, sino nunca hubiera peleado con los suyos para salvarle, ni los hubiera dejado para seguir al alto y gentil marinero moreno.

Los primeros meses de ruta, Tobirama se centró en los lugares marcados por su hermano y en los principales mercados para vender lo que llevaba y conseguía, a la vez compraba productos baratos que en otras islas serían considerados exóticos y por lo tanto vendidos a un precio más alto; tales como telas, joyas, especias, aves de colores llamativos, armas. Todo era analizado por los ojos críticos del Senju, era un hombre astuto y sabía regatear muy bien. Parecía tener un gran ojo para comprar material que luego se vendería a un muy buen precio, donde obtenían cuantiosas ganancias.

Tobirama y sus tripulantes también se enfrentaron a los piratas sin temor, el albino era un gran estratega y guerrero y vencieron a los barcos que les asaltaban, capturando a los forajidos y luego entregándoles a las autoridades de las islas que visitaban… Resultó que esa era otra fuente de ingresos que no esperaban.

Así que su viaje estaba siendo muy fructífero… Pero Tobirama Senju era listo, era intrépido, era competitivo y poseía una gran ambición. Deseaba más. Deseaba volver siendo el orgullo de la familia y de la aldea, que su hermano le mirase y sintiera orgullo al verlo, orgullo por tener un hermano menor tan hábil y capaz. Que nadie volviera a compararles, admirando más a Hashirama que a él… Deseaba que los vieran como iguales y no como hasta ahora, el hermano menor del gran Hashirama Senju. Y ojo, él no tenía envidia de su hermano, o no envidia de la considerada negativa, él sólo deseaba no ser comparado con su mayor, sino que lo vieran como alguien tan increíble y admirado como el moreno. Que sus gestas y vivencias fueran narradas y se le considerara igual de buen marino y guerrero que Hashirama.

Y con esa idea que conseguir más riquezas y vivir mayores aventuras… Él no era estúpido, sabía que su hermano había navegado por los mares prohibidos, se decidió a desoír lo jurado a su mayor.

Y siendo secundado por su tripulación, el navío Telemeo, su embarcación, se alejó más y más de las rutas establecidas y navegadas por otros barcos mercantes y pesqueros, adentrándose en el peligroso mar del sur, pero eso también significaba abrirse a nuevas rutas y posibilidades…Todos en ese barco conocen los riesgos, pero son audaces, son valientes, son ambiciosos de riquezas y aventuras, nada puede detener su valentía y sed de gestas. Van a volver ricos, van a volver siendo admirados en todos los confines, siendo héroes para los suyos; sus aventuras serán habladas durante años y años, quizás hasta les compongan un épico poema o puede que alguna canción… Puede que de sus gestas se relaten historias que perduraran por los tiempos de los tiempos, durante generaciones se hablara de sus hazañas… Si, definitivamente su sed de fama puede que sea mayor que su sed de riquezas; aunque están seguros que con ese rumbo que están tomando conseguirán las dos cosas.

Durante las siguientes semanas consiguen productos exóticos por los cuales les dan una cuantiosa suma en cada mercado que van a visitar. Nobles y reyes se llegaron a pelear por la piel de un catoblepas hembra pues resultaban muy difíciles de conseguir. O cuando consiguieron veinte cofres repletos de oro por un cachorro de laelaps que les pagó el rey Mealendro porque era un gran aficionado a la caza. En otra ocasión, Hiraclion les pagó por adelantado treinta cofres de oro por un potrillo de hipogrifo y la misma cantidad les sería entregada cuando le llevaran al animal. Por supuesto cumplieron, Tobirama siempre cumplía su palabra, era alguien muy honorable.

Sus bodegas estaban cada vez más y más repletas de oro, gemas, telas de rica manufactura. Eso les alegraba el alma y les hacía superar la tristeza de haber perdido algunos de sus compañeros en tremendas y peligrosas aventuras. Sus gestas eran narradas por doquier y allí donde iban la fama les precedía, lloviéndoles los encargos y las peticiones, así como las monedas de oro y las gemas preciosas. Ahora ya no eran solo mercaderes, sino que se habían convertido en guerreros, cazadores, aventureros, héroes que iban a rescatar hijas o hijos raptados… Todo lo que suponía una buena aventura y que les pagaran una buena suma, era un encargo aceptado.

Tampoco les faltaban mujeres u hombres que se ofrecían a satisfacer a tan valientes marinos; bellas mujeres curvilíneas, sensuales, apasionadas o jovencitos de tez bronceada y cuerpos esbeltos y bellos, que colmaban sus noches de lujuria cuando desembarcaban para divertirse en algún puerto de esas islas perdidas. Incluso alguno de sus hombres llegó a quedarse con alguna de esas bellas compañías al caer rendido a sus encantos, entonces le era entregada su parte del botín y se le deseaba suerte en esa nueva vida escogida.

Llevaban muchos meses embarcados muchas aventuras e historias increíbles a sus espaldas… Pero eran ambiciosos y aun deseaban proseguir su viaje, adentrarse más en los mares prohibidos, lugares remotos que solo los más audaces se atrevían a descubrir. Y ellos eran los marineros más valientes de todos los tiempos. Nada les iba a detener ahora.

–Creo que podríamos conseguir aun más, volver más ricos capitán, si proseguimos esta ruta.– Los demás hombres vitorearon a coro espoleados por los cantares que de sus gestas habían creado y crearían.

–Yo también creo tal cosa– Tobirama era un capitán prudente y astuto, muy astuto. Pero estaba consiguiendo fama por si mismo, sin ser la sombra de su hermano, y eso le gustaba. Quería llegar a ser el mejor capitán de todos los tiempos, que sus aventuras y viajes fueran recordados de por vida. Que su historia nunca fuera olvidada y pasara a futuro como un gran guerrero, un sabio hombre de negocios y un honorable marino.

Su viaje prosiguió luego de llenar la despensa del barco y se fueron alejando más y más de las rutas más conocidas. Las tormentas también hicieron de las suyas llevándolos a parajes aun más inhóspitos.

Conocieron nuevas gentes, nuevas comidas y lenguas, nuevas criaturas extrañas. Era un nuevo paraíso para esos marineros con sed de aventuras.

Y ahí iban de nuevo, tras vencer a las gigantescas hormigas Myrmekes y hacerse con el oro que custodiaban, se embarcaron de nuevo en alta mar. Tobirama sonreía tenuemente mientras escuchaba el canto alegre de su tripulación y las diferentes anécdotas de cómo habían vivido su victoria frente a esos monstruosos insectos. Las risas se mezclaban con la canción, a veces entre ellos se burlaban de cómo uno u otro había caído de forma cómica escapando de alguna hormiga o como les costó derribar a alguna de las hormigas más grandes.

–Y cuando Akimerama se cayó de culo al suelo… Jajajaajajaja– Y un coro de risas estalló.

–Ríete Ryotaru, reíros ahora… Pero esa hormiga quería pinzarme el trasero– Se quejaba el burlado.

–¿Quién querría tu esmirriado culo?– Y nuevas risas se escucharon.

–Claro, es cierto… Porque no han visto el gran pandero que se carga tu madre.– Y nuevas risas se escucharon.– Es tan grande que la echaron de la isla por ocupar todo el espacio disponible.

– Vaya, así que ahora toca ronda de burlas sobre madres…

Y los hombres empezaron a lanzarse pullas donde se reían de las madres de cada uno de ellos. Burlas que nadie se tomaba a mal porque sabían que eran falsas, exageraciones para reír, calmar la adrenalina y fomentar el buen humor en el navío. Tal era su camaradería y hermandad.

Tobirama rió con suavidad al escuchar alguna de las burlas más elaboradas y novedosas, hasta que le pareció escuchar algo. Centró su atención hacía ese sonido… Un sonido cada vez más nítido a medida que sus hombres también hacían silencio para captarlo. Un sonido atrayente, místico, atractivo, seductor, fascinante… Tobirama nunca había oído nada igual. Se acercó a la borda del navío para captarlo con más atención y pronto fue secundado por su tripulación.

–Que belleza…

–Nunca había oído nada tan fascinante

–Shht, callaos.

–¿De donde vienen estas voces divinas?

–Quiero ir hacia estas voces…

–Mi alma se siente plena al escucharlas.

Nadie manejaba el navío, todos estaban allí intentando captar el origen de ese bello sonido, un canto divino que te calaba en lo más profundo, llenaba tu corazón de euforia y tu mente dejaba de razonar para centrarse únicamente en la conmovedora canción y las bellas voces que la entonaban...