MI BELLO… ¿SIRENA?

3ª parte

Un chirrido ensordecedor le llegó por su izquierda y giró el rostro para ver una gran pinza negra dirigirse a él. Iba a impactar en su contra y no podía hacer nada para evitarlo, excepto intentar cubrirse pues ya la tenía encima como para esquivarla. El golpe seco en su caja torácica le llevó a chocar contra la corteza de una palmera que estaba unos metros alejada, tanta fue la fuerza del golpe que le dejó sin aire y aturdido. La vista haciéndose borrosa, intentando boquear en busca de aire… Aire que no conseguía que le entrara. Y por fin pudo sentir un poco de aire en sus necesitados pulmones, haciendo un silbido agudo al forzar sus vías respiratorias. Tosió mientras se quedaba en el suelo, luchando por captar aun más aire y poderse incorporar. Borrosamente vio venir al gran aguijón directo a clavarse en su persona e intentó levantarse para apartarse, pero aun no podía ni respirar como para intentar apartarse con la suficiente velocidad, ni siquiera era capaz de sostenerse en cuatro. Tenía que reaccionar o ese gran escorpión le mataría, pero no podía mover ni un músculo, lo intentó pero volvía a caer mientras emitía un pitido al forzar sus vías respiratorias a buscar aire de forma desesperada, su nariz al máximo de dilatada y su boca bien abierta.

Izuna había sentido al escorpión, sus sentidos eran mucho más desarrollados que los de un humano, y se puso en ataque. Más la rata albina siguió encarándole a él y por mucho que intentó avisarle del enorme insecto, le ignoró y se mostró más agresivo en contra suya.

"Es un idiota… Tal como pensaba"

Y es que parecía dispuesto a lanzarse en su contra para atacarle, mientras que él estaba amenazando al escorpión.

Cuando el humano quiso darse cuenta ya era demasiado tarde. Le vio salir expelido y golpear con fuerza contra una palmera, se tensó al oír el crujido algo alarmado. El humano era su única posibilidad de encontrar y saber sobre Madara. Por suerte esa cucaracha seguía viva, aunque algo tocada parecía… Reviró los ojos, si le hubiera hecho caso se habría ahorrado esa situación.

Observó como el escorpión seguía decidido a matar al humano… No podía permitirlo, en otras circunstancias él mismo habría matado a esa criatura torpe y arrogante, pero no ahora cuando tanto requería de su colaboración; porque por mucho que ese tal Senju le hubiera dicho que no sabía nada de otra sirena, estaba seguro que si conocía sobre su hermano mayor o al menos le podría guiar hacia el otro humano con más cara de tonto que éste; que era el último en conocer algo sobre Madara. Por lo tanto, no iba a dejarlo morir, no podía permitirse que muriera.

Con un grito salvaje y gutural de guerra se lanzó a por el escorpión, que estaba bajando su mortal aguijón contra ese humano, y usando la impulsión de sus alas para darse potencia y velocidad, por mucho que una de ellas le doliera por tener una flecha clavada, avanzó su espada y cortó de forma descendente usando todas sus fuerzas y su peso para cercenar el mortal apéndice lleno de ponzoñoso veneno. El aguijón cayó al suelo, cerca del albino capitán, mientras el escorpión retrocedía unos metros soltando un furioso y espantoso chirrido, de su aguijón cayendo una mezcla sanguinolenta de líquido que era expulsado hacía todos lados por el incesante movimiento de la gran criatura que adolorida sacudía su extremidad de forma frenética, mientras sus gran cuerpo chocaba contra los árboles de alrededor.

Izuna se plantó delante de la rata albina en pose defensiva, algo agachado, con las piernas separadas para mayor estabilidad y alas abiertas para mostrar un mayor tamaño a esa criatura negra que seguía soltando un bramido agudo y chocando contra las palmeras de alrededor, su pose era intimidante para cualquiera que lo viera. Él mismo soltó un siseo de advertencia mientras le mostraba al escorpión su espada y su intención de no retroceder, lucharía por proteger a la criatura humana, abrió más sus alas dándose un aspecto más agresivo y temible.

Pero el escorpión tampoco estaba dispuesto a irse, estaba airado, había sido herido y le habían cortado su apéndice, su aguijón con el cual cazaba y eliminaba a sus presas y a sus rivales, su preciada arma que era parte de su cuerpo.

Esa criatura que ahora estaba plantándole cara era el culpable de su dolor y se interponía en lo que iba a ser su comida. Se lanzó de nuevo al ataque, su pinza derecha fue esquivada por esa pequeña cosa con alas y le realizó un corte de esa afilada arma que portaba, ese acero tan afilado que traspasaba su fuerte exoesqueleto, su coraza natural. Gritó de nuevo y retrocedió, en su rápido movimiento empujó una palmera con su gran cuerpo, que terminó cediendo y cayendo.

Izuna vio al árbol caer y encima en la posición donde estaban ellos, tanto el humano como él, y la rata albina no estaba capacitada para moverse en esos momentos. Veloz se giró hacia donde estaba postrado ese hombre y empujó al humano, que seguía aun aturdido, sin mucho cuidado todo se ha de decir; que estuviera peleando por salvarle la vida y le ayudara, no significa que tuviera que ser cuidadoso como si le cayera bien, la verdad es que ese hombre era odioso y eso que sólo habían intercambiado cuatro malditas frases… Suficientes para ver el tipo de escoria que era.

Tobirama soltó un quejido al chocar contra unas rocas, más no se quejó por ese trato rudo por parte de ese bicho alado. Sabía que la sirena estaba peleando para que no terminara como comida de escorpión y que ahora le había salvado de ser aplastado por la palmera, suficiente con que hiciera eso por él. Gruñó frustrado por tener que ser salvado por esa criatura… Dos veces ya. Tenía que hacer algo y poder luchar por si mismo, sino tendría demasiadas deudas con un monstruo.

–Muévete, humano.– Le instó, mirándole con cierto desdén, antes de volver a enfrentarse al escorpión que se le volvía a echar encima.– No puedo estar salvando tu culo todo el rato.

Golpeó la pinza que la gran criatura usó para atacar, pero lo que no previó es el rápido giro de ese gran insecto; justo a tiempo se agazapó para evitar el impacto. Otra palmera fue golpeada, esta vez por la gruesa cola en ese veloz giro. Saltó para esquivar ese nuevo árbol que caía ante el movimiento del gran cuerpo, usando sus alas para darle más distancia y potencia a su salto. Por suerte el humano estaba fuera del rango de ese tronco.

Se lanzó contra las patas del escorpión, se las rebanaría todas y le impediría el movimiento a ese enorme bicho, demasiado estaba causando en ese rincón de bosque. Consiguió cortar una solamente, antes de que un muy furioso insecto se girara y le golpeara con su cola, fue rápido y ágil en esquivarlo, aunque igualmente consiguió ser alcanzado o al menos el rápido movimiento del insecto le rozó lo suficiente como para tirarlo al suelo y resbalar unos metros por el impulso. Jadeó entre dientes por ese golpe y por la fricción de la tierra contra su piel… Una fuerte tenaza le alcanzó y empezó a apretarle, soltó un quejido al sentir como se clavaba en su carne de forma implacable. Le iba a partir en dos sino hacía algo. Golpeó al escorpión con sus puños, no tenía su espada pues se le había caído al suelo con el golpe de esa cola, pero era imposible, no le hacía ni cosquillas pues esa coraza era fuerte y con las poderosas garras de sus pies tampoco conseguía nada, el dolor no le dejaba el suficiente margen como para maniobrar sus piernas y poder clavar sus afiladas uñas en esa piel acorazada. Jadeando por el esfuerzo que le suponía resistir y, también, por el dolor que sentía, lo intentó de nuevo. Tensó sus piernas y buscó retraerlas para clavarle sus garras en algún punto importante, no pensaba dejarse vencer sin luchar hasta el final. Soltó un quejido adolorido por la fuerte presión de esa pinza y sintiendo el preciado líquido caliente bajar por sus piernas.

"Madara, hermano…" Pensó con desesperación.

–¡Eh, sirena!– Gritó Tobirama, enfocando como pudo y usando la poca fuerza que pudo reunir en esos momentos para lanzar su espada en dirección a la criatura alada.

Levantó la vista para ver volar una espada en su dirección, el humano aun arrodillado había conseguido recuperar su propia espada, perdida cuando el escorpión lo lanzó contra el árbol, y que ahora le había lanzado. Sonrió arrogante y la agarró con una agilidad y precisión asombrosa pues en eso le iba la vida, antes de clavarla con un grito en la extremidad del escorpión, esa que estaba usando para intentar cortarle en dos. Con un nuevo y estremecedor chirrido el insecto le soltó y, al caer al suelo rodó lejos de las patas que se movían frenéticas al hacerlo el escorpión ante el nuevo dolor que sentía. Su pinza colgaba inútil de su extremidad, la espada aun clavada firmemente en esa piel.

Izuna terminó de rodar quedando cerca de su propia espada. Tosió y sangre salió de su boca, pero no pensaba morir antes de que lo hiciera ese maldito escorpión. No pensaba convertirse en su comida.

Apretando los dientes y usando toda esa determinación y la energía que le quedaba, agarró su espada antes de saltar usando sus alas para impulsarse encima del escorpión. Era ahora o nunca.

–Puto insecto… ¡Muere de una vez!– Levantó la espada por encima de su cabeza y la clavó con virulencia en donde quedaba el cerebro de esa criatura.

Se sujetó con fuerza a su espada mientras el escorpión daba sus últimos movimientos frenéticos antes de que sus patas cedieran y cayendo al suelo, murió. Removió la espada para aumentar la herida causada, luego clavándola con saña un par de veces más, no sabía si por rabia o para asegurarse que ese escorpión estuviera muerto del todo, antes de caer encima de esa criatura acorazada y después precipitarse hacia el suelo sin mucha elegancia, pero es que ya no le quedaban fuerzas para nada más.

Tosió de nuevo, mientras llevaba su mano a sujetar el profundo corte en su vientre causado por la pinza del insecto. Miró al humano con tristeza, tristeza porque no vería a su hermano… Nunca. Moriría en esa isla tras salvar a esa rata albina despreciable. Intentó incorporarse, pero estaba perdiendo toda capacidad, se dejó caer panza arriba. Que patético morir así…

–Lo siento hermano… Yo… Yo quería verte y abrazarte de nuevo… Quería estar contigo, juntos… No, no quería vivir en un lugar donde no… Estuvieras.– Unas lágrimas cayeron por el rabillo de sus ojos, no sabía si por el dolor o por saber que no podría encontrarse con su hermano mayor.–Te quiero, Madara… Eres mi amado her-hermano.

Tobirama vio todo como a cámara lenta primero, mientras la sirena era herida y hasta que agarró su espada, consiguiendo liberarse al casi cercenar el brazo o como se llamara la jodida extremidad del escorpión, viéndole rodar lejos del cuerpo de esa gran criatura. Para que luego todo fuera muy rápido… Y ahora veía a la sirena vencida tras su victoria, con esa gran herida en su abdomen y como parecía perder fuerza hasta para intentar incorporarse sin éxito. Se acercó aun algo mareado escuchando como parecía despedirse de ese hermano al que nunca vería, ese hermano mayor que parecía que si era Madara, el esposo de su propio hermano. Era algo incomprensible… ¿Podría ser coincidencia que el esposo de su hermano y la sirena de la que hablaba esa criatura herida fueran la misma? El parecido entre ambos era asombroso e innegable, pero el esposo de Hashirama no tenía alas, ni garras, ni plumas.

–¿Vienes a… Terminar lo que empezó el es-escorpión?– Musitó al ver al humano parado encorvado delante suyo.

Sonrió sin podérselo creer, tan vil sería como para matarle después de salvarle la vida. Cerró los ojos dejando su muerte a manos de ese maldito albino, prefería no ver la cara de la traición, tras el favor de salvarle la vida.

–Yo soy hombre de honor, criatura.– Musitó con voz ronca y algo molesta. Que le creyera tan vil y poco honorable, le ofendía.

Estaba herido él también, se encontraba mareado por el golpe y adolorido en su torso. Seguramente tendría algunas costillas o huesos rotos. Pero le debía su vida a la sirena, varias veces; y, como que se llamaba Senju Tobirama que le devolvería el favor a la bestia emplumada.

Se arrodilló en el suelo y con cuidado cargó a la sirena en sus hombros, por suerte esa criatura se había desmayado con lo cual no sentiría el dolor que le causaría al moverla de esa forma, pues no era capaz de poder tener más cuidado en su propio lamentable estado. Apretando los dientes se levantó como pudo, él mismo estaba muy herido, casi trastabilló al empezar a andar con la sirena en los hombros.

–Joder…– Jadeó por el esfuerzo. La bestia pesaba poco, pero sus alas eran molestas de llevar, se arrastraban las puntas por el suelo mientras se desplazaba hacia donde había dejado el navío. Más de una vez piso las largas plumas de las puntas haciendo que alguna quedara en el camino– No te atrevas a morir… Después de que me estás costando tanto de lle-llevar, maldita sea.

Notaba la débil respiración, la sirena perdía sangre, pero sabía que era fuerte, lo había visto con sus propios ojos.

–Aguanta y te reuniré con tu hermano… Déjame saldar mi deuda… No-no me gusta deber nada.

Pero él mismo estaba pronto a desfallecer del esfuerzo, del dolor, de su trabajosa y dificultosa respiración por culpa de alguna costilla rota. Le dolía tanto el pecho, le costaba tanto que el aire entrara de forma correcta en sus pulmones. Tosió de forma estertórea y sacudió la cabeza.

–Aguanta… Aguanta… Un poco más– Se decía a si mismo.

Trastabilló con una raíz que no había conseguido ver con su vista nublada y se fue al suelo él y su carga. La sirena soltó un quejido en su inconsciencia. Tobirama hizo una mueca por su propio dolor y por el causado a la mal herida criatura, no había sido su intención. Intentó ponerse de pie de nuevo.

–Un poco má… – Pero por mucho que lo intentara no podía, su vista se estaba oscureciendo por los bordes, sacudió la cabeza pero.– Lo sien…

Cayó al suelo de cara, quedándose ahí inconsciente, sintiendo la sangre caliente de la sirena traspasar su camisa. Sus ojos se cerraron del todo.

Dos cuerpos estaban en ese claro que llevaba al lugar donde habían atracado el Telemeo. Un humano de cara al suelo y una sirena que perdía sangre por su zona ventral, se encontraba desmadejada donde el humano había caído, sus piernas aun permanecían debajo del cuerpo del capitán. Los dos inconscientes, los dos con sus vidas pendiendo de un hilo.

¿Iban a sobrevivir?

Parecía improbable que fueran a tener esa suerte, sobretodo porque en esa isla sólo estaban los marineros a las órdenes del Senju y, lo que estaba con su capitán en ese claro era una de esas sirenas asesinas que intentaron hundir su navío y arrebatarles la vida para poder devorarlos. Y lo que parecería si esos valientes y leales marinos bajo el mando del audaz albino los encontraban, era que su capitán había sido atacado por esa maléfica criatura emplumada y los dos habían resultado heridos… Porque, eh… Ellos eran marineros, no detectives o rastreadores. No se pondrían a buscar que había sucedido más allá de ese claro, en ese bosque que Tobirama Senju había dejado muy atrás con sus últimas fuerzas en un intento de que ni ese azabache con plumas muriera, ni él tampoco; en ese bosque donde una temible sirena le había salvado la vida a su amado capitán luchando contra un inmenso escorpión… O había intentado salvarle la vida.