MI BELLO... ¿SIRENA?

4ª parte

Le dolía... Le dolía todo el cuerpo, sobretodo la zona ventral y sentía algo de frío, además de esa presión... Algo que le hacía más dificultosa su respiración y le causaba aun más dolor, si es que eso era posible. Abrió los ojos, unas meras rendijas y observó medio encima suyo una cabellera blanca, la jodida rata humana pesaba como una piedra y es lo que hacía que le costara aun más respirar.

Notaba como la vida se le escapaba a cada aliento dificultoso que daba, y él no quería morir allí. Quería ver a Madara, quería abrazarse a su hermano mayor y decirle cuanta falta le había echo, cuanto le había echado de menos. Y en cambio parecía que su final estaba cerca... Con ese marinero casi encima suyo.

Intentó y luchó por salir de debajo ese cuerpo... Negándose a morir de esa forma tan patética.

–Va...Vamos...

Con un gran esfuerzo, que le arrebató las pocas fuerzas que tenía, consiguió salir de debajo el alto y fornido capitán y consiguió levantarse, tras varios intentos, y trastabillar repetidas veces. Su respiración trabajosa y que sonaba con un feo sonido agudo al forzar sus pulmones. Sujetándose el sangrante vientre, dio algunos pasos intentando sobrevivir, intentando pelear para no ceder a la oscuridad y la muerte. Pero cayó de nuevo y esta vez ya no pudo levantarse.

–Lo sien... Siento Mad-dara... Lo sien-nto... Y-yo desea-ba... verte.– Las lágrimas caían silenciosas por sus mejillas dejando caminos de suciedad tras la intensa pelea y las caídas. Su llanto era más por el dolor de no poder ver a Madara de nuevo que por el dolor físico, pues la realidad es que ya no le dolía nada... Solo tenía frío.

Sabe que aunque vengan ahora los marineros a por su capitán, le van a matar si le encuentran así... El humano albino está inconsciente como para poder indicar a sus hombres que él no es el enemigo allí. Y no sabe si podría... Ya casi no le quedan fuerzas... Hace el intento y termina desmayándose.

(...)

–¿El capitán Senju aun no ha vuelto?– Koichi sale de la bodega donde ha estado horas reparando el boquete junto a Akimerama.– Le quería informar de que por fin la brecha está cerrada y la pasta aguantara la travesía de vuelta perfectamente. Se ha sellado bastante bien.

Se lava en un barreño de la cubierta la sudor causada por el arduo trabajo.

–Ahora que lo dices... Ha pasado demasiado tiempo y no le he visto.– Rintaro había estado en cubierta arreglando unas velas y su señor aun no había dado indicios de volver de la cacería.–¡GENMARU!

Una cabeza asomó desde la entrada a las dependencias de la tripulación y las cocinas.

–¿Sabes si el capitán ha vuelto?

Genmaru negó. Él no le había visto y estaba seguro de que si hubiera vuelto habría pasado por la cocina, donde él estaba trabajando, para entregar las piezas cazadas.

–¿Y si le ha pasado algo?

–El capitán Senju es el lobo blanco, es demasiado astuto para que le haya ocurrido nada.– Apostillló Akimerama que le veneraba.– Es fuerte y muy listo.

–Si, pero pueden haberle tendido una trampa o algo... Voy a ir a mirar.– Mientras se ponía la camisa tras haberse lavado. También se armó por si acaso.

–Te acompaño, Koichi.– Mientras también corría a por una espada y un arco y flechas.

–Voy con vosotros.– Se unió Akimerama a Rintaro y Koichi.

No les fue muy difícil hallar el rastro de lo ocurrido, hallando el cuerpo del gran escorpión muerto y siguiendo los pasos y la sangre del suelo encontraron a su capitán que parecía que intentaba dirigirse al Telemeo cuando cayó sin fuerzas. Senju Tobirama tenía un gran morado en el torso, por eso lo cargaron con cuidado, lo mismo que al otro.

(...)

Despierta desorientado y parpadea varias veces, la luz incide en sus ojos y le molesta y por fin consigue abrir los ojos, la luz se ha atenuado. Observa alrededor y reconoce donde está... En el barco, específicamente en su camarote.

–Por fin ha despertado, capitán... Nos tenía muy preocupados– Es Koichi que se ha quedado velándole y es quien ha cerrado un poco las cortinas al ver que la luz le molestaba demasiado.–Tsunadeon le ha curado. Ha tenido usted mucha suerte... Y ha pelado como un lobo, su mote le va como anillo al dedo.

Tobirama nota su torso envenado y muy adolorido, mira a su hombre.

–¿Qu-qué tengo?– Su voz esta ronca y siente la garganta seca. Koichi le pasa un vaso y le ayuda a beber un poco.

–Tiene tres costillas rotas, una cuarta fisurada y un neumotórax. Como le he dicho ha tenido suerte ante tremendo bicho con el que ha peleado, señor. – Le ve removerse y le pone una mano en el hombro con cuidado, le ayuda al ponerle otra almohada debajo de la cabeza para que esté más incorporado. –Es mejor que guarde reposo.

–¿Y la sirena?

–¿Sirena, señor? Quedaron en la isla, conseguimos huir de ellas gracias a usted, vinimos a esta otra isla para reparar el Telemeo ¿No lo recuerda?

El médico ya les había informado que Tobirama Senju podría estar desorientado tras el golpe que recibió, que no se extrañaran si decía palabras que dieran motivos de confusión o si se mostraba desorientado. Iba a proseguir a informarle, cuando el albino le interrumpió de nuevo algo exaltado.

–Si, ¡Una sirena!– No podía creer que esa criatura se hubiera ido tal como estaba de herida, ¡si estaba casi moribunda por los dioses!– Me salvó del escorpión... Le debo la vida... Dos malditas veces me salvó.

–Capitán, ¿No se habrá golpeado la cabeza? ¿Una despreciable criatura como esa, salvarle?– Viendo el rostro serio de su superior y como no parecía bromear.– No encontramos a ninguna sirena, mi señor.

Eso no lo había imaginado... Estaba seguro de que esa sirena masculina, de plumas tan negras que parecían azules le había salvado, que había hablado con él. Joder lo había visto tan de cerca que su atractivo rostro le bailaba en la mente sin podérselo sacar de la cabeza. Jodido monstruo con una belleza sobrenatural... Pero él sabía porque eran así, para atraer a sus posibles victimas. Y estaba cien por cien seguro que eso no era producto de su imaginación.

–¿No habéis encontrado a nadie más conmigo?– Ese emplumado estaba demasiado malherido como para escapar por su cuenta. ¿Qué narices estaba sucediendo?

–Eso es lo que quería decirle capitán. Encontramos el cadáver del escorpión y así pudimos conocer el motivo de que os encontráramos en ese estado.– Había captado la atención de su jefe– A usted y al atractivo jovencito malherido. Es un milagro que estuviera vivo en su estado, su vida pendía de un hilo pero conseguimos llegar a tiempo. Y capitán, es usted un héroe, se enfrentó a un escorpión gigantesco en solitario para salvarle la vida a ese increíblemente bello joven. Y luego, pese a su estado, intentó traerlo al navío para que se le salvara la vida.

¿Jovencito? ¿Había dicho atractivo y bello jovencito? ¿Sin encontrar nada extraño en ese? Miró a su hombre sin comprender, con mucha confusión en su rostro.

Koichi se guardó la sonrisa por ver a alguien como su capitán, que parecía saberlo todo y tener respuestas para todo, con esa cara desconcertada. Menudo golpetazo en la cabeza se había dado su valiente capitán, parecía totalmente desubicado.

– Ya sabe, el joven de brillante cabello negro, una piel blanca e impoluta, un rostro perfectamente simétrico, de finas y elegantes facciones y ese cuerpo firme, elástico y de bonitos músculos.– Koichi suspiró ensimismado. El joven estaba desnudo cuando lo llevaron al barco, estaba muy malherido y ceniciento por la pérdida de sangre, pero todo y eso, le había causado una dolorosa erección al verle. Era la epitome de la belleza. –Tenía una profunda y terrible herida, pero es un muchacho muy fuerte según parece. Tsunadeon le ha conseguido detener la hemorragia, coserle la herida y tras los numerosos cuidados dice que ya está fuera de peligro. Que despertará cuando su cuerpo se sienta preparado, aunque seguramente tardará unos días más en hacerlo. Perdió mucha sangre dice.

Pero todos le estaban cuidado muy bien. Era normal, eran marineros y llevaban tiempo sin disfrutar de "una buena compañía seductora y placentera", suponía que todos querían ganarse el interés de tan atractivo joven para ser el blanco de sus "favores". Aunque Koichi sabía que era en vano... Estaba claro que el joven querría estar y "agradecer" a su valiente y fuerte salvador.

¿Joven, Muchacho? Lo del pelo azabache y la piel blanca le cuadran, la belleza increíble también; podría haberle dicho palabras ponzoñosas al monstruo, pero tenía ojos en la cara y sabía reconocer la belleza... Pero esa descripción sin todo lo que le convertía en una criatura aberrante... ¿Nada de alas, plumas, garras afiladas?

–¿Dónde está?– Mientras apartaba la sábanas de su cuerpo.

–¡No, capitán! No puede levantarse aun. Estese tranquilo, esa belleza está a salvo y seguro que querrá agradecerle su ayuda– Le guiñó un ojo en complicidad.– Le tendremos un poco de envidia cuando eso suceda mi señor, nunca habíamos visto a criatura más bella, sensual y atractiva. Todos en el barco suspiran por él y hablan de lo afortunados que serían si el jovencito quisiera otorgarles sus favores, pero no tema... Saben que es suyo, mi señor.

Se detuvo de sus intentos y miró a su hombre asombrado... ¿Le estaba diciendo que la sirena se encamaría con él? No, se recordó que su hombre hablaba de un humano... Un humano muy atractivo, tan atractivo que nadie de sus hombres habían visto nada tan perfecto antes.

"En eso tienen razón... La maldita criatura es la cosa más bella que he visto nunca... Pero no deja de ser un jodido monstruo asesino."

–¡Maldita sea, Koichi! ¡Ayúdame a levantar!– En vez de sujetarle para que se quedara acostado.

–Pe-pe-pero señor... Son órdenes del médico.

–Y yo soy el jodido capitán del Telemeo y todos sabemos que los médicos son unos exagerados.– Y miró a Koichi con firmeza, haciendo que su marinero no pudiera sostenerle la mirada y terminase cediendo.

Le dolían las costillas, pero se aguantó el quejido que pugnaba por salir de su garganta y apoyándose en su tripulante fue avanzando hasta la recamara del médico del barco, donde estaba el "humano" que decía Koichi.

Y al entrar observó que el doctor estaba leyendo algo cerca de la ventana y se levantó con una mueca molesta y los ojos entrecerrados.

–¡Maldito loco! ¿No podías obedecer una orden por una jodida vez en tu vida, Tobirama?– Azotó el libro que había estado leyendo sobre la mesa, causando un sonido sordo. – Aun no te he dado el maldito permiso para que te pasees.

–Cuida tu boca, Tsuna. Yo soy aquí el capitán.– Su mirada rojiza clavada en el joven rubio de ojos dorados... Sin causar el efecto que deseaba.

– Corta el rollo primo. Serás el capitán, pero el Telemeo pertenece a Hashirama y él no querría que su hermano menor empeorase. Además en cuestiones médicas... Yo te supero en rango.

Ambos hombres siguieron unos segundos más desafiándose en sus poses... Ninguno cediendo ante el otro. Ambos eran Senju y, Koichi sabía que los miembros de esa familia aunque amables y educados, también poseían una increíble terquedad, mucha valentía y bastante mal carácter cuando así lo precisaban. Si, incluso el bueno de Hashirama tenía una firmeza de carácter que salía cuando la situación lo ameritaba, y cuando eso sucedía era capaz de calmar y hacer obedecer a alguien tan fuerte y, con tanta dureza de carácter como Tobirama. Era evidente que Tsunadeon Senju también poseía esas cualidades de sus dos primos. Él por si acaso se mantuvo en silencio e intentando pasar desapercibido... Mejor no meterse entre dos Senju furibundos, aunque fue en vano...

–Y tu... ¿Por qué le has permitido salir de la cama? ¿Es que mis ordenes te las pasas por el trasero?– Centrando sus ojos dorados en el pobre marinero.

–Y-Y-Yo... Yo...– Bajó la mirada no siendo capaz de sostenérsela al rubio. Tsunadeon tenía un pésimo carácter cuando le cabreaban o le desobedecían.

–Se lo he ordenado yo, y con eso te tendría que bastar. Ahora no sigas intimidándole.– Se cruzó de brazos el albino ante su primo y su falta de respeto. Miró de refilón a Koichi.– Retírate y sigue con tu trabajo. Que nadie nos moleste.

Koichi salió presuroso de ese camarote, lo último que quería era recibir en ese posible fuego cruzado entre primos.

–¿Has venido a ver a tu enamorado?– Se burló Tsunadeon.

–No es tal cosa y ni siquiera es aliado.

– ¿Cómo dices?– El rubio parpadeo confundido... ¿Entonces habían malinterpretado lo que hallaron? Pero su primo le ignoró.

Tobirama se acercó al camastro y ahí lo vio... Estaba pálido pero respiraba constante, su pelo desparramado como cortina aterciopelada encima del cojín y a su alrededor. Alargó la mano y descorrió las sábanas. ¡Era humano! Tal como decía Koichi era un humano, ¡la sirena era humana ahora! Porque si, ese era la feroz sirena que le salvó del escorpión dos veces. Observó con detalle ese inmaculado cuerpo... O estaría inmaculado si en su zona ventral no estuvieran esas vendas. Ahí es donde el escorpión había intentado partir en dos a esa criatura. Fuera de eso y de algún otro raspón y moretón, la sirena tenía un cuerpo increíble y sensual. Era recorrido por unos ligeros músculos, que no abultaban pero le hacían ver fibrado y con las carnes firmes. Sus piernas largas y sensuales descansaban en ese lecho y, todo y la relajación, se veían fuertes y elegantes. Unas piernas que desearías tener sujetando tu cintura mientras embestías a su poseedor contra la firmeza de una pared, ocasionando los guturales y eróticos gemidos que podría soltar esa criatura con su bonita voz grave y musical, mientras era embestida con vigorosidad. Su pene saltó en sus pantalones y soltó un gruñido por verse atraído hacía ese monstruo.

"Esa belleza es una maldición, es la belleza de un ser terrible. Un asesino de humanos temible... Una extraña y engañosa fragilidad para atraer a sus presas, pero con la fiereza y la fuerza de 10 hombres...". Y sino que se lo dijeran al escorpión... Tobirama no es estúpido, para vencer a esa criatura habría necesitado de todos sus hombres y seguro que más de uno habría muerto... En cambio esa pequeña y delgada sirena lo había vencido y encima le había protegido a él.

Lo tapó de nuevo para evitar la tentación y no ponerse en evidencia ante su primo o sus hombres... Lo mejor hubiera sido que la sirena hubiera muerto, sabía que estando viva sería un problema para él y para sus marineros. Pero a la vez no podía matarle y echar el cuerpo por la borda, sería deshonroso y él era un hombre de honor, por mucho que la sirena creyera que no. Esa maldita sirena le había salvado dos veces y él le devolvería el favor, como que se llamaba Tobirama Senju.

Sintió a su primo a su lado.

–Es el joven más bello que he contemplado jamás... Tanta belleza debe ser por algo sobrenatural.– Usando una simple expresión que se solía usar cuando te encontrabas algo excepcional.

–No te equivocas...

–¿Qué quieres decir, primo Tobirama?

–Esto no debe salir de aquí, Tsuna.– Y tras el asentimiento de su primo, prosiguió a narrarle los hechos.

–¿Es una sirena? Debemos matarla ahora que podemos.

–¡No! Me ha salvado la vida. Creo que solo quiere encontrar a su hermano, parece que tenían un fuerte lazo.– Y lo entendía, el también amaba a Hashirama y si no supiera donde está o como esta, querría encontrarlo.– No se le va a hacer daño. Tampoco saldrá esta información de aquí... Esperemos que despierte y a ver que pretende.

–Mira Tobi... Porque me lo dices tu y se que no sueles bromear, mejor dicho no bromeas nunca y tampoco mientes, pero sino... Me costaría de creer.– Se acercó a la cama y contempló el rostro pacifico y relajado de la criatura esa.– He examinado y lavado su cuerpo... No hay vestigios de alas, ni de garras en sus pies, ni plumas, ni... Nada. Solo un cuerpo delgado pero fuerte y con fuertes músculos largos y elásticos.

–Le preguntaremos en cuanto despierte. Tu por si acaso porta un arma contigo por si lo hace e intenta algo. Y avísame ante el mínimo atisbo de que vaya a despertar.

–Así lo haré. Y no sufras por mi, podré contenerla si intenta algo... Sabes que soy fuerte y un buen guerrero.

–No creo que nadie pudiera contenerla en un uno contra uno, Tsuna. Él venció al escorpión solo... Yo sólo le lancé la espada. – Esperaba que la jodida sirena tuviera buenas intenciones, tal como había insinuado y que no fuera todo una trampa para poder matarlos y llevarlos con sus congéneres para que se dieran un festín con sus cadáveres.–Me marcho.

–Si, a descansar. Y es una orden, primo Tobi.

–No me llames así...– Gruñó. Le molestaba ese jodido diminutivo que le había puesto su hermano mayor.– No soy un jodido mocoso.

–No te comportes como uno y no lo haré. Ahora a descansar.

–Que si, mierda ... Pero si despierta avísame enseguida.– Se volvió a su camarote... Luego de dejar instrucciones a sus hombres sobre que volvían a casa. Ya iban muy cargados de oro, gemas, dinero y mercancías. Las bodegas de la embarcación iban tan llenas que no cabría ni un alfiler, y además, prefería volver y reparar bien el navío, pues el mar era muy caprichoso y aunque confiaba en sus hombres, era mejor volver y hacerle una buena revisión a la nave antes de lanzarse a por nuevas aventuras... Si así lo deseaban sus marineros, sino se buscaría otra tripulación igual de confiables y valientes que esos.

Izuna no despertó ese día, aunque si lo hizo a los dos días. No hizo intento de levantarse en contra de ese médico que le revisaba un poco a la defensiva y preparado en caso de que quisiera hacerle algo. Lo que si hizo es clavar sus intensos ojos negros en el hombre rubio, haciendo que se pusiera algo nervioso ante su escrutinio y que varias veces se le cayeran los utensilios de las manos.

–Es evidente que sabes que soy... No voy a hacerte nada, ni a ti ni a nadie de este barco.

–Perdona que desconfíe de tu palabra, criatura.

–También podría desconfiar de ti, en que podrías intentar dañarme y en cambio heme aquí, relajado y en tus manos.

El bello sirena tenía razón, en eso.

–Yo soy un humano y tu...

–¿Una sirena?– No le dejó terminar para que no le llamara monstruo.– No te creas tan moralmente superior, humano... Tu matas a otros a los que consideras menos que tu para comer, para vestirte, para enriquecerte o porque si, porque os divierte matar. Y esas victimas vuestras también tienen familia, sienten dolor y miedo. Nosotros las sirenas matamos para poder comer y aprovechamos lo que poseían nuestras victimas... No somos tan diferentes como para que me juzguéis.

Tsunadeon se calló... Eso era totalmente cierto. Desde un punto de vista moral no habían actuado muy bien en su viaje, así que no veía justo tratar a la sirena como una criatura infernal o una bestia irracional y sedienta de sangre.

–¿Tienes nombre?– Preguntó ya más relajado y tratándole de forma más normal, sin recelo.

–Por supuesto que lo tengo...– ¿De verdad lo consideraban tan salvaje como para no tener ni nombre?

La puerta siendo abierta con ímpetu detuvo esa conversación que se había iniciado entre el médico del barco y el nuevo pasajero del mismo.

–Déjanos solos, Tsunadeon, es una orden.– Con voz firme y férrea mientras miraba con sus afilados ojos rojos hacía el camastro, donde la sirena estaba con el torso desnudo, incorporado en la cama mientras su primo había estado revisando sus heridas.

Una vez salió el rubio se acercó con la mano encima de la empuñadura de la espada, por si necesitaba sacarla rapidamente.

–Eres ridículo.– Mientras le miraba con clara burla en su negra mirada por como estaba actuando esa rata albina.

–Eres un asesino de hombres, toda precaución es poca.

–Y también soy el que salve a un hombre de que muriera... Dos veces.

Su mandíbula rechinó ante esas certeras palabras.

–Y por eso te hemos curado y estás aquí... En vez de haberte desangrado en el suelo de esa isla o en vez de tirarte al mar para que seas alimento para tiburones.

Una sonrisa se formó en el bonito rostro de la sirena, una sonrisa lenta y burlona, pero muy sensual.

–Solo tu sabes lo que soy, bueno tu y ese rubio. Imagino que se lo confiaste al despertar y hablar con él. Así que dudo que tus hombres hubieran dejado a un joven muriendo en ese lugar.

La maldita criatura era astuta... Muy astuta y poseía una mente analítica. Y lo que más le molestaba era que tenía la maldita razón en todo eso.

Le miró viéndole completamente humano... Tan diferente a cuando le vio esa primera vez atacando a su congénere o cuando peleo contra el escorpión.

"Maldita sea... Madara es una jodida sirena... ¿Lo sabes hermano? ¿O ese puerco espín te engañó?"

Miró hacía la ventana observando el mar. Estaba preocupado por Hashirama, aunque no parecía que Madara le quisiera dañar, y según esa otra sirena que tenía delante, su hermano parecía que si que sabía que su marido era un monstruo de esos.

"Aunque podría estar mintiendo".

Le observó de nuevo, sin quitarle la mirada de encima... Analizando la carne que estaba a la vista durante largos minutos. El sonido gutural e intimidatorio de ese monstruo le sacó de sus pensamientos y análisis. Le achicó los ojos ante la amenaza y apretó el mango de su espada con mayor fuerza, dispuesto a desenvainar y arremeter contra ese sirena.

–¿Cómo haces eso? ¿Todas sois capaces de hacerlo? ¿Os hacéis pasar por humanos para poder engañarnos y cazarnos, bestia?

Izuna se miró las romas uñas ignorando a ese bastardo, cualquier cosa era más interesante que las palabras de ese cazurro y estúpido humano que le trataba como si fuera una bestia sin cerebro, una criatura sedienta de sangre y sin honor o moralidad...

"Como si él fuera alguien mucho mejor que yo, puta rata albina"

–¡Habla monstruo! ¡Maldita sea! Se que eres capaz de entender mis palabras y estás en mi barco como para que te atrevas a no responderme.– Levantó la voz con firmeza molesto por ser ignorado. A él nadie le ignoraba y mucho menos lo iba a hacer ese ser.

–¡Me llamo Izuna, rata inmunda! No monstruo, ni bestia, ni criatura infernal... ¡Izuna!– Le encaró con orgullo, levantándole la voz igual que había hecho el capitán al dirigirse a él. Le mostró los blancos dientes en una mueca airada.

–Y yo Tobirama, y no rata albina, cucaracha o rata inmunda.– Mientras cerraba distancias con ese. Los dos mirándose a los ojos, desafiantes, respirando con fuerza por culpa de sentirse enfadados con el otro por el desprecio que se mostraban mutuamente.

–Tu me tratas de bestia y criatura espantosa... Por supuesto que te llamo rata y, estoy siendo benevolente contigo.

Tobirama se parta con un gruñido, tenía ganas de tirarle las manos al cuello y apretar.

"Jodida criatura".

Le mira de refilón y ve ese ceño fruncido en esa bella cara de afiladas y elegantes facciones. Pero ve más allá de eso, un ceño fruncido en molestia pero también pesar y desconcierto, en temor por su situación, quizás por saberse entre humanos o quizás por saber que su destino está en manos de uno de esos humanos. Sabe que desea encontrarse con ese hermano mayor al que ama y que se cumpla ese deseo depende de él, un humano. Si, la sirena no es tan diferente a un humano. Emociones y sentimientos se mezclan en esa mirada y en las suaves líneas de expresión que se marcan en ese blanquecino y perfecto rostro. La criatura siente tristeza, siente miedo, hecha de menos a su hermano al cual ama fraternalmente, como hace él mismo con Hashirama... Y suspira, relajando los músculos de su cuerpo antes de girarse de nuevo y sentarse.

–Vale... Esta bien. Tu quieres que te lleve con tu hermano y yo quiero respuestas. – No puede evitar ser contundente al hablar, mostrar esa firmeza y esa dureza de carácter. Él es así. Pero si que va a intentar no seguir peleando con la siren... Con Izuna.– Te concederé el beneficio de la duda ya que no has causado problemas.

– Y te salvé la vida.– Apostilló con terquedad. Esa rat... Ese humano se lo debe.

–Y yo a ti.– Se cruzó de brazos.

–Dos veces te he salvado, humano. Y han sido tus hombres quienes me han salvado, no tu.

Su cara se tensa en una mueca, listo para contraatacar, pero termina relajando sus facciones y apartando la mirada hacia la puerta. Buscando la calma y el control en su interior para soportarlo.

"Maldita criatura terca y quisquillosa, arrogante y orgullosa"

Le mira de nuevo, no puede entender como todos sus tripulantes han perdido el juicio por esa sirena pelinegra, vale ellos no saben que era una sirena y en cambio solo veían a un joven muy, pero que muy bello.

"Es muy atractivo, es cierto, pero tiene un carácter de mierda... Me gustan más sumisos y dóciles."

¡Si, exacto! A él le gustaban los mozos dóciles y obedientes. Que cuando les mirabas fijamente desviaban la vista azorados en vez de plantarle cara y contestarle de forma mordaz y arrogante.

Las mujeres no solían gustarle, eran demasiado delicadas para sus gustos apasionados e intensos. Por ese motivo siempre solía acostarse con jóvenes y hombres atractivos y capaces de soportar su pasión desenfrenada y su rudeza en los juegos amorosos, pero le gustaba que esos jóvenes usaran su boca para otras cosas y no para responderle con esos aires. También que cuando clavaba su penetrante mirada en ellos bajaran el rostro y se sonrojaran y mostraran timidez.

"Si, la sirena es atractivo, pero es arrogante y orgulloso, dominante y agresivo. Se tendría que perder demasiado trabajo educándole y domándole... Y yo prefiero gastar mi tiempo en un buen revolcón que no en enseñarle."

Satisfecho por sus elucubraciones y haber llegado a ese pensamiento de porque no era adecuado ver a la sirena como a un posible candidato sexual, así como sus marineros lo veían y parecían creer que él también lo hacía, podía centrarse en lo verdaderamente importante.

Izuna levantó una de sus finas y elegantes cejas ante el prolongado escrutinio de ese alto hombre albino.

"¿Qué narices se cree este humano para mirarme de esa forma? Está claro que no sabe cual es su lugar, ni sabe lo que es el respeto... Son involucionados"

–Tendremos que convivir muchos meses en este barco, así que... ¿Podrías contestar a mis preguntas...Izuna?– El nombre había sido lo que más le costó de decir, casi había sido escupido de tan rápido que lo había soltado.

Izuna abrió sus ojos muy grandes al escuchar que ese humano había dicho su nombre, vale había sido casi un gruñido, pero era su nombre... Ya no era monstruo, criatura infernal o bestia, era Izuna. Se guardó la pequeña sonrisa feliz y satisfecha para si mismo pues ya se notaba que ese humano era un arrogante y orgulloso. Le asintió.

– Simplemente lo hago, es una capacidad que poseemos algunos de nosotros. Los de sangre más noble y con mayor estatus. Y no haría nunca tal cosa que dices... Aunque tu me veas despreciable, soy un guerrero y tengo honor. No buscaría engañar a mis enemigos o a mis presas, no lo necesito para vencerles.

Le creía. Creía en las palabras de la sirena, ese no tenía motivos para mentirle, le había visto pelear y era fuerte y capaz de vencer a quien se le pusiera por delante.

–Tu hermano...

–Madara.– No permitiría que le dijera algún calificativo negativo o le insultara.

Si, sabía que se llamaba por ese nombre. Pero necesitaba cerciorarse que el Madara de Hashirama, era el mismo Madara hermano de esa sirena. El parecido del esposo de Hashirama con el joven de ese camastro y la belleza sobrenatural ahí estaban. Aunque desde su punto de vista y según sus gustos personales, Izuna era mucho más bello que el esposo de su hermano mayor... Pero él no era Hashirama, ni Hashirama era él.

– ¿Cómo es Madara?– Necesitaba estar seguro... Aun le costaba de aceptar y eso que tenía delante a la sirena, sin ninguna característica que le definiera como sirena.

–Es más alto que yo. Y está mucho más fuerte que yo, es más recio y posee una fuerte musculatura.– Sus ojos brillaron mientras hablaba de su mayor. Le quería tanto y le admiraba mucho más.– ¡Es genial! Y tan fuerte.

Y mientras la sirena hablaba con esa ilusión en sus ojos, Tobirama solo podía observarle... Como esos ojos negros brillaban con la fuerza de mil soles, como su sonrisa se expandía seguramente al recordar algo del otro. Todo Izuna se iluminó con felicidad de poder hablar de Madara. Y eso le hacía resaltar aun más su belleza natural, Tobirama tragó con dificultad y desvió la mirada para no caer en el extraño poder que poseía ese sirena, ese influjo sobrenatural que te atraía con la fuerza de mil remolinos si caías en esa extraña magia. Tenía que andarse con mucho cuidado con Izuna, podía ser muy peligroso para si.

"Recuerda que prefieres a muchachos más sumisos y recatados, más humildes y dispuestos...".

–Y si, es cierto que se parece a mi, pero su aspecto siempre ha sido más salvaje, más imponente y aguerrido. Su pelo indomable y su penetrante mirada hacía que todos en la colonia le escucharan y obedecieran. Es alguien increíble.

Izuna cayó en cuenta de que había dejado que sus emociones se filtraran y que se estaba mostrando 'desnudo' ante el humano. Desvió la mirada, endureció el semblante y respiró varias veces para bajar sus ánimos. Tenía que controlarse, los humanos eran traicioneros según tenía entendido, también había escuchado que eran manipuladores y seguro que usarían todo lo que sabían de alguien para conseguir sus propósitos. O eso decían los ancianos del clan.

–¿Sabes como se fue? ¿Qué sucedió para que se marchara?– La descripción cuadraba con el esposo de su hermano mayor.

Siguió respondiendo a las preguntas del capitán albino, sabía que estaba desconcertado y necesitaba estar seguro de que hablaban del mismo Madara.

– El barco del hombre de pelo largo y moreno, llamado Senju.

–Senju es nuestro apellido, se llama Hashirama. ¿Oíste si ese era el nombre?

Izuna rememoró ese día y asintió. Si, ese era el nombre del hombre con el que se fue Madara. El que tenía cara de no ser tan espabilado... En cambio Tobirama, ese albino de inquietantes pero bellos ojos rojos, tenía cara de humano astuto, demasiado y todo.

–El barco pasaba por debajo de los riscos y cuevas donde anida nuestra colonia. Uno de nuestros niños se escapó del nido y uno de los marineros de tu hermano le lanzó una flecha, haciéndole caer en el barco, herido. La pequeña estaba asustada y más al ver al marinero ir hacía ella dispuesto a matarla. Madara se lanzó en picado para socorrer a la pequeña... Encontrando que estaba rodeada de dos hombres y uno de ellos la estaba curando y le sonreía amigable. Se giró hacía mi hermano y le sonrió también, diciéndole que si la hija era suya y que ya la había curado, además de que se disculpó por como había actuado su hombre.

Era tan típico de su hermano actuar con esa bondad para salvar a alguien, aunque fuera un desconocido o aunque su aspecto fuera el de alguien o algo peligroso.

–Y se quedaron observando uno al otro durante minutos, parecían hechizados. Hasta que Madara agarró a la pequeña y voló con ella de nuevo al nido de sus padres. El resto de la colonia al ver a la pequeña herida por un humano, sin querer ver que también había sido curada por otro de vuestra especie... Planearon un ataque en segundos, el cual Madara se negó a dirigir. A los guerreros y ancianos del clan poco les importó la negativa de Madara y su defensa de los humanos, y se lanzaron con todo a por el barco del hombre moren... De Hashirama Senju. Madara no lo permitió, se interpuso y le ayudó a huir, teniendo que escapar con él... Las leyes de nuestra colonia así lo exigen. Era eso o la muerte para Madara.– Una mueca de pesar recorrió las finas facciones de la sirena.– Madara me pidió que no interfiriera y que pasara lo que pasara, no le siguiera. Que estaría mejor en el clan, más protegido.

Tobirama sintió el pesar de la sirena y como había movido sus labios en una sonrisa triste y afectada. Estaba claro que Izuna hubiera preferido acompañar a su hermano, aunque este lo hiciera para protegerle al no conocer que destino le deparaba el futuro.

–Tu hermano esta bien, se casaron con el mío y son felices. Te puedo jurar que Hashirama haría cualquier cosa por el tuyo. Cuando mi hermano mayor entrega su corazón a alguien, es devoción absoluta lo que encuentra ese alguien. Viven en Konoha, donde yo pertenezco.– Le relató sintiendo la necesidad de calmar los miedos de la sirena por su mayor.– Antes vivían en medio de la población, pero Madara no terminaba de sentirse a gusto en ese lugar y Hashirama hizo construir una casa en las afueras, en los riscos. Créeme que se aman y que tu hermano está bien y es feliz con el mío, no tengo motivos para mentirte, Izuna.

Le miró fijamente a los ojos, rojo contra negro, para que viera la verdad en sus palabras.

–¿Y me vas a indicar como llegar a Konoha?– Quería ver a su hermano, por mucho que creyera la palabra de ese hombre, pero quería verle y abrazarle.– ¿Tu crees que tu hermano me va a dejar quedar allí, con ellos?

Si ese humano le decía que el esposo de Madara era tan bueno, imaginaba que no les causaría problemas si les pedía vivir con ellos para poder estar con su hermano, o sea ese humano moreno no se molestaría si deseaba quedarse con su hermano. Lo último que quería es causarle problemas a su adorado hermano ahora que le decían que era tan feliz.

Miró a la sirena, deseaba quedarse con ellos. Iba a quedarse con ellos en Konoha... Y recordó, al ver su cara esperanzada, que seguramente ese joven no tendría donde ir tras haber matado a uno de los suyos y haberse escapado siguiéndoles.

– No, no te voy a indicar.– Le vio fruncir el ceño y mirarle afectado, sintiéndose engañado quizás.– Te voy a llevar allí, pero tienes que prometerme que no causaras problemas. Nada de cambiar a sirena, ni de dar indicios ante mi tripulación de lo que eres realmente.

–Ya te he dicho que no haré tal cosa y yo cumplo mi palabra. Solo... Solo quiero poder estar con mi hermano.

–Y te creo.

Le vio sonreír y como luego intentaba contenerse para no mostrarse tan abierto con un humano... pero esa sirena era bastante transparente si la observabas bien. Casi como un niño.

–¿Se te consideraba adulto?– Le preguntó curioso.

Le hizo un puchero, ¿Ese hombre estaba insinuando que era un niño acaso?

–Soy un adulto joven, con la edad suficiente para encontrar pareja y reproducirme. De hecho la sirena que maté para salvaros era el que el consejo escogió como a mi futuro compañero.

Tobirama tuvo ganas de reírse al observar la ofensa de la sirena ante sus palabras, pero era Tobirama y como había dicho Tsunadeon, él no bromeaba y se reía poco, a no ser que fuera de forma arrogante al poder vencer o humillar a un enemigo. Pero había algo que no le cuadraba.

–Esa sirena parda que mataste... ¿No era un macho?

–Si, lo era. Naka era masculino.

–Y tu... Tu también lo eres. Te he visto desnudo y tienes genitales masculinos.

Izuna abrió su boca ante el descaro de ese hombre.

–¡Pues claro que soy un macho! – Ese albino... ¿Qué había estado haciéndole mientras estuvo inconsciente?– ¿Cómo te atreves a verme desnudo? ¡Maldito pervertido!

Como toda respuesta Tobirama agarró las sábanas y tiró de ellas dejando a Izuna expuesto. El joven enrojeció furiosamente, pero se levantó molesto contra ese.

–Cerdo, descarado... ¡No mires! No te atrevas a mirarme o te las verás conmigo.

–Ni que me interesaras, mocoso.– Mientras se giraba para que no notara que si le había gustado lo que había visto, se dedicó a buscar unos pantalones de Tsunadeon y una camisa.– Vístete.

Izuna le dio vueltas a la ropa no sabiendo como se ponían esas cosas.

–Oh, por los dioses.

–Nunca me he puesto estas molestas cosas.– ¿Cómo se atrevía a reclamarle cuando ellos no usaban ropa?

–Pues entonces no solo te van a mirar, sino que harán más cosas contigo...

Izuna con la camisa intentando ponérsela en las piernas se detuvo ladeando la cabeza, intrigado... Tobirama negó mientras suspiraba para si... Era tan inocente como un crío.

Se acercó a él sin ser cuidadoso y la sirena se apartó mientras le ponía una mueca amenazante, o lo que habría sido realmente amenazante en su forma de sirena.

–Calma...– Y aunque Izuna le amenazaba con esa mueca, no hizo ningún movimiento en su contra. Realmente iba a cumplir su palabra de no hacer nada contra la tripulación del Telemeo.

Lo terminó acorralando contra una de las paredes de ese camarote, mientras se lo miraba desde sus ventajosos centímetros de altura, sintiéndose satisfecho del nerviosismo de la sirena. Le quitó la ropa de las manos y agarrando el pantalón se agachó.

–Levanta.– Le dijo dándole un ligero golpe en la pantorrilla.– No repliques y hazme caso.

Pues había notado que no solo no estaba levantando la pierna, sino que aun la apretaba más duramente contra el suelo. Y él ahí, como si fuera fácil estar acuclillado delante de un joven con un bonito cuerpo desnudo. Por fin pareció que la testaruda criatura le obedecía y levantaba una pierna, permitiendo que le pusiera esa pierna del pantalón, luego le indicó hacer lo mismo con la otra. Para al levantarse, subirle el pantalón. Todo eso sin perder de vista esos ojos negros que le observaban con cierta desconfianza, mejor mirarle los ojos y no el apetecible cuerpo y caer en la tentación. Le anudó los pantalones en la fina cintura.

–Ahora levanta los brazos.– Esta vez Izuna fue más colaborador, le hizo caso a la primera, dejándose vestir mansamente.

"Quizás no sea tan complicado educar y domar a la sirena..."

Cortó enseguida ese pensamiento, no podía estar hablando en serio. Necesitaban parar en alguna isla de vuelta a su hogar y satisfacer las necesidades de sus cuerpos... Así podría quitarse esos pensamientos sobre la seductora criatura que tenía delante.

–Recuérdalo para la próxima vez. No voy a estar yo vistiéndote en cada ocasión.– Le masculló al sentir su pene pulsar ante lo que había palpado sin querer al ponerle la ropa.

"Si porque si le tengo que vestir cada vez, terminaré cometiendo una estupidez".

– No tengo la culpa, nosotros no usamos estas cosas tan incomodas.– Mientras se rascaba un poco donde notaba que el áspero tejido le rozaba.

– Te aguantas, no puedes ir desnudo. Y lo digo por tu bien... – "Y por el de todos los que estamos en el navío."– Y ahora dime como puede ser que, si tu eres macho y esa sirena parda también lo fuera... ¿Cómo se supone que ibais a reproduciros?

–Pues en un apareamiento, ¿No copuláis los humanos para tener descendencia?

–Si, pero con una hembra. Solo las mujeres pueden engendrar vida.

La sirena ladeó la cabeza confundida.

–¿Por qué esta limitación? Es ridículo y restrictivo no poseer las dos capacidades, la de aportar y la dar vida.– No lo entendía, en su sociedad las dos partes de la pareja tenían ambas capacidades, aunque muchas veces solo uno de los dos era el que tomaba el rol especifico. Pero como podían salir cosas mal, ya fuera en el parto o durante una batalla, era mejor que los dos fueran capaces de asumir ambos papeles. Y todo y eso era complicado que se diera una gestación en los primeros intentos.

–¿Me lo estás diciendo en serio?– La sirena no le estaba tomando el pelo y comprendió.– El género es indiferente en vuestro caso para tener descendencia...

–¿Vosotros no sois así?

–No, los hombres somos hombres y no podemos engendrar bebés. Para hacerlo necesitamos a una mujer, que es la única que puede engendrar vida en su vientre.

–Que raros sois los humanos...– Mientras le observaba de arriba abajo, hasta que fijó su mirada en su bajo vientre.– Sois disfuncionales, los dioses no os crearon muy bien que digamos.

Miró al azabache afilando los ojos en clara ofensa, maldito mocoso descarado... Aunque eso le llevaba a que el puercoespín que estaba con su hermano, podía... ¡Por los dioses! ¿Sabría eso Hashirama? Y la otra duda que tenía era, ¿Una sirena podía concebir con un humano? Porque si eso era posible, esos dos podrían repoblar Konoha entera. Eran muy sexuales... Si, los había escuchado cuando vivían en la antigua casa familiar en el pueblo; para su mala suerte las paredes de las viviendas eran muy finas...

Cuando se lo contara a Tsunadeon seguro que querría investigar y estudiar esa característica. Se lo pensó mejor... No se lo diría. No le quería husmeando las partes intimas de la sirena, y no era porque le molestara que otro se interesara por la criatura, es que sabía que eso podría causar problemas... O quizás si que le molestaría que uno de sus tripulantes hiciera tal cosa. Gruñó para si, no quería pensar tal cosa, y menos admitirlo.