MI BELLO... ¿SIRENA? 5

Y con su capitán recuperado del todo, el Telemeo inicia su vuelta a Konoha.

Habían sido años de vagar por los mares consiguiendo riquezas, aventuras, hazañas y un nombre para todos los valientes capitaneados por el intrépido Tobirama Senju. Resuelto capitán que recibió le apodo de "Lobo Blanco" tras sus numerosas hazañas, y al que se describía como, un alto hombre albino con intensa mirada roja y una astucia para superar los trabajos más difíciles y complicados que se le encargaban, con un sexto sentido para encontrar piezas de alto valor que luego intercambiaba por mucho oro y gemas preciosas, un muy hábil guerrero que se había enfrentado a piratas y peligrosas criaturas y había salido victorioso en todas sus peleas; un apasionado, viril y experimentado amante que dejaba a todos los jóvenes con los que se acostaba agotados. Se decía que el joven que conseguía sus favores, ya no podría olvidarle, ya no conseguiría a ningún otro amante o compañero de cama que le dejara tan satisfecho; las apasionadas noches con el Senju serían inolvidables para el que hubiera conseguido su atención. Todo eso y más se decía de tan impresionante y fuerte marino; sin olvidar lo atractivo y varonil que era.

Y ahora, tras tantas gestas y aventuras, tras tantos botines conseguidos, tras conseguir las numerosas riquezas que portaban en la bodega, era hora de volver. El Telemeo había sido dañado y aunque habían conseguido repararlo antes de que terminara hundiéndose por entrar demasiada agua, junto al gran peso de su preciosa y deslumbrante carga de oro y gemas; eso seguía suponiendo un gran riesgo para su flotabilidad. Así que era hora de ir a Konoha y dejar que sus tripulantes, y él mismo, pudieran reencontrarse con sus familias, repartirse las riquezas conseguidas y reparar la embarcación. Y eso sin olvidar la sirena, camuflada como un joven e increíblemente bello hombre, que deseaba ir a Konoha para poder reunirse con su amado hermano.

Tobirama le miró desde su puesto en el timón. Izuna estaba relajado apoyado en la barandilla de estribor mientras el viento jugaba con su brillante y largo pelo azabache de forma caprichosa y el sol ilumina sus bonitos rasgos realzando su gran atractivo. Realmente es una criatura con una belleza sobrenatural, una perfección que nunca había visto... Quizás un poco en el puercoespín que tiene Hashirama como pareja, pero no... A sus ojos Izuna es mucho más bello, tiene todo los atributos que le atraen en alguien.

No tiene ninguna queja del comportamiento de esa sirena, realmente esta cumpliendo su palabra de no causar problemas con nadie, pues solo desea ir con Madara. Lo que si le está molestando es la actitud de sus marineros, que observan sin perder detalle cada uno de los movimientos de ese bello joven; le dedican miradas veladas, sonrisas, piropos que no se atreven a decirle a la cara y, sabe que también los ánimos están más "caldeados" y no precisamente porque tengan ganas de lucha, sino porque les excita el joven pelinegro, por mucho que él lo intente "camuflar" dándole ropa vieja para que use, bastante holgada y algo rústica, pero nada parece desmerecer el atractivo de la sirena. Tobirama está seguro de que podría estar usando ropa sucia y llena de mierda y, seguirían viendo su gran belleza y seguirían sintiéndose lujuriosos. Y si, es capaz de reconocerse a si mismo que a él, le sucedería igual.

Al principio, cuando la sirena empezó a salir a cubierta después de que Tsunadeon le diera permiso, pues su herida estaba cicatrizada y solo quedaba un leve rastro rosado de cicatriz donde había habido una herida mortal; algo que era asombroso a ojos de cualquiera que no supiera que el muchacho no era humano. Pues cuando la sirena empezó a salir al exterior, junto a todos los demás, sus hombres habían mantenido una respetuosa distancia y solo le dedicaban breves miradas soñadoras y suspiros por saber que no podían "tocarle" ni cortejarle para ganarse sus favores durante el largo viaje de vuelta a Konoha; ¿la razón? Según le informó su primo, con cierto humor, era que sus marineros no deseaban faltarle el respeto al capitán, o sea a él.

–¿Faltarme al respeto?

–Si, eso dicen.– Mientras una divertida sonrisa se posaba en sus labios por mucho que quisiera esconderla tras el vaso de ron que estaba consumiendo.

–¿Y eso es por...?– Estaba seguro de que la respuesta no le agradaría, a saber lo que estaban imaginando sus tripulantes. Bebió de su vaso mientras suspiraba para si mismo.

–Porque consideran que el joven Izuna es tu premio, que lo quieres como amante y solo estas esperando a que termine de recuperarse para hacerlo tuyo... Para reclamar tu premio.– Él, por ejemplo, estaría encantado de hacerlo si su primo, y capitán, no deseaba meter a la sirena en su cama. Había estado tratando al joven azabache y había descubierto un corazón noble y valiente, alguien honrado y juicioso, con una buena conversación... Eso por no hablar de esa increíble belleza y ese cuerpo perfecto. Definitivamente estaría encantado de disfrutar de los placeres de la carne con Izuna, solo si este deseaba aceptarlo.

–Son idiotas... Como si me fuera a meter en la cama con esa criatura.– Negó con molestia. Lo que no sabía, es si esa molestia era por lo que sus hombres creían que quería o porque realmente si quería hacer tal cosa, solo que por orgullo se negaba.

–¿Entonces no estas interesado en él?– Preguntó con interés.

–No. – Negó rotundamente tras unos segundos de vacilación, aunque los disimuló poniendo rostro adusto.– ¿Acaso tu si? ¿Sabiendo lo que es realmente?

–No le veo problema en disfrutarlo, si él lo desea también.– Levantó los hombros no viendo el problema en hacer tal cosa.– Es atractivo, aunque decir solo eso es quedarse corto. Es de trato fácil cuando quiere; astuto y con buen dialogo. Algo terco y arrogante, aunque eso solo le hace aun más interesante. No me importaría compartir mis noches con él y disfrutar de la pasión de nuestros cuerpos unidos.

Tobirama torció el gesto ante esas palabras. Podía imaginarse todo eso, pero siendo su cuerpo el que se entrelazara con el de la criatura. Y eso le gustaba, le excitaba, aunque no quisiera reconocerlo... Ni a si mismo quería reconocérselo, aunque su pene estuviera erectándose tras ese fogonazo de imágenes que creo su mente. Bebió de su vaso con calma, analizando a su rubio pariente. Tsunadeon parecía ansioso... Estaba claro que esperaba su permiso y eso lo ponía en un dilema. Había dicho que no estaba interesado en acercarse de esa forma al azabache, incluso había puesto una mueca como si le asqueara tal idea, pero... Lo cierto es que muy en su interior no deseaba que nadie se acercara a la sirena de esa forma. Era algo así como:

"Si no lo puedo tener yo, tampoco quiero que lo tenga nadie."

¿Aunque que excusa dar para que Tsunadeon no fuera a cortejar a la criatura? Su primo era astuto y le conocía, por mucho que él intentara que nadie supiera sus intereses reales y se mostrara distante con todos, o casi todos.

–No puedes hacer eso Tsunadeon.– Esa idea que rondaba su mente era una buena razón. Estaba seguro que así su primo no indagaría de más y no descubriría su maldito dilema interior.

–¿Y eso por qué?– Lo sabía... A Tobirama no le era tan indiferente la sirena como quería hacer creer.– Sino me das una buena razón... No tengo porque obedecerte, capitán. Mientras cumpla mis funciones correctamente, mi tiempo libre lo puedo emplear como yo quiera... Aunque eso signifique follarme a Izuna.

El suave y casi imperceptible gruñido de Tobirama fue bastante claro en ese camarote en el que se habían reunido para beber y hablar, por mucho que luego su primo hubiera intentado disimularlo con un carraspeo. Una suave sonrisita burlona apareció en sus labios; el impertérrito Lobo Blanco había caído por un "enemigo", o estaba cayendo.

–No lo harás Tsunadeon Senju. Y el motivo es porque las sirenas tienen aparato sexual masculino y femenino. No quiero que te folles a esa cosa y que la preñes.

Tsunadeon se atragantó ante esa información y tosió durante varios segundos para conseguir desobstruir su garganta y así poder respirar correctamente de nuevo.

–¿Estás... Estás bromeando?– Su voz salió estrangulada y tosió un par de veces más, luego volvió a beber para calmar su cuello mientras le pedía con la mano a su primo que no hablase, que aun no había terminado de decir lo que quería.– Perdona pero esto es difícil de creer. Es algo... Nunca había escuchado algo así.

–Yo no bromeo y menos con esto.– Apuró su vaso y se levantó.– Puedes preguntarle a él y te lo confirmará.

Miró al rubio de ojos miel que seguía estupefacto y le miraba con la boca levemente abierta, mientras él fingía indiferencia respecto a todo lo que concerniera a la criatura esa.

–Ahora ya conoces los motivos de porque está prohibido, si tienes ganas de follarte a alguien, haremos una parada en la próxima isla habitada y civilizada, y tendréis todos licencia para bajar a desfogaros durante toda una noche.– Y así daba por zanjado ese tema, o esperaba.– Ahora recoge los vasos y cierra al salir.

Y así también terminaba la velada de socialización con su primo. Esperaba que con esa prohibición le hiciera caso, olvidara su obsesión y no fuera por intentar cortejar al joven azabache.

Escuchó como recogía la botella y los vasos que usaron y se levantaba para salir de su camarote, mientras él estudiaba unas cartas de navegación para encontrar una isla adecuada para esos propósitos libidinosos. Sus hombres necesitaban sacar ese estrés sexual y esa necesidad con alguien... Urgentemente. Todos llevaban demasiado tiempo en alta mar, sin desfogarse. Él mismo también se sentía caliente y cachondo, y a ver si con esa parada se quitaba al azabache de la cabeza y, dejaba de tener sueños eróticos que le dejaban insatisfecho y urgido. Esa criatura de pelo negro y piel blanca, de rasgos perfectos y armónicos, era demasiado tentador.

–Por cierto, Tsunadeon, encuentra la manera de que los hombres no intenten nada con la sirena, sin decirles el motivo.

–Lo intentaré, primo.

Una vez fuera del cuarto, el rubio miró hacía la puerta, que acababa de terminar de cerrar, con desconfianza. No era porque no creyera lo dicho por su agreste primo, Tobirama no mentía, la verdad es que solía ser brutalmente sincero, con lo que le interesaba y siempre que no fuera algo que le haría ver vulnerable. Pero por favor... Menuda tontería había usado para que "perdiera el interés" en el joven azabache. Evitar un embarazo... Rechistó mientras una suave sonrisa se posaba en sus labios. Primero de todo había formas de evitar embarazar a alguien, él era médico y sabía como se producía una gestación, con lo cual solo tenía que ser precavido.

–Mira que no pensar en esto... –No es que Tobirama fuera estúpido como para no pensar que un embarazo se podía evitar, su primo realmente era alguien astuto. Lo que sucedía es que sus amantes siempre habían sido hombres, "hombres humanos" con lo cual no tenía que intentar evitar nada, porque no había riesgo de preñar a otro hombre.– Esta claro que Izuna te interesa, tonto. Pero si tu no piensas mover ficha... Yo si lo haré.

Claro que buscaría contacto carnal con la sirena, por los dioses si era la epitome de la belleza y la sensualidad, le podrían poner un saco de arpillera encima y seguiría siendo lo más bello que ha visto jamás. Y mira que contempló, a escondidas, a Madara, el esposo de su otro primo Hashirama. Ese también era un hombre muy, muy atractivo y sexy, muy caliente y con esa pinta salvaje que le hacía ver excitante y con unas ganas de domarlo brutales. La de veces que se había masturbado al escuchar sus roncos y varoniles gemidos mientras hacían el amor con su primo mayor.

Pero Izuna... Izuna tenía esa belleza, esa sensualidad y esa aura inalcanzable, distante igual que Madara, pero con un plus de inocencia y candidez. A Izuna te daban ganas de corromperle, de ensuciarle con semen, de convertirlo en un desastre. De marcarlo con besos y suaves mordiscos, de hacerlo gemir mientras observabas ese rostro fino y elegante, sin esa adustez del de Madara, contraerse por el placer. Y aunque la sirena más joven también poseía cierto aire rebelde y salvaje, era distinto al aire del esposo de su primo, era un rebeldía traviesa, era una pinta salvaje de animalito asustado al que tienes que domar con paciencia. Pero eso solo era lo que parecía al observar las diferencias entre ambos.

Dejó la botella en un armario de la cocina antes de ir a su propio camarote, pensar en ese joven azabache le había dejado caliente. Miró la puerta donde habían puesto a la sirena, su propio espacio en esa pequeña segunda despensa del Telemeo. Despensa que estaba vacía y por eso habían acomodado el pequeño catre para la criatura.

–Dentro de poco, Izuna... En poco compartiremos cama.– Pero por ahora iría a darse placer a si mismo. Tobirama podía decir lo que quisiera, él era un hombre libre y si Tobirama no reclamaba a Izuna y, éste le escogía como amante, podían disfrutar de largas noches de pasión.

(...)

Pero los días pasaron y Tobirama, no solo no ve cambio, pues su primo esta hablando animadamente con la sirena y lo ha ido haciendo sin que él lo viera parece, pues esos dos se ven muy amigables entre ellos, muy cercanos...

"Maldito ligón lujurioso..." Está claro que no pensó en obedecerle en ningún momento y aun ve eso más seguro al ver esa mirada dorada dirigida a él y guiñándole un ojo.

Y encima, ahora, sus hombres miran al joven azabache con hambre, parecen gatos en celo dispuestos a lanzarse sobre la única gata del lugar. Y encima los ve pasearse delante de la sirena con el pecho hinchado y crecidos, intentando marcar esos músculos que poseen para sobresalir por encima de los demás. Niega molesto ante esas actitudes. Sus hombres están más centrados en el pelinegro que en sus tareas.

Tobirama llama a su primo, en un momento que lo ve separarse del azabache.

–¿Qué se supone que haces?

–Hablar con Izuna. Se sentía solo y triste. Nadie habla con él y pensaba que era porque les habías contado algo malo a los hombres.

–Como si le importara... ¡No es humano, Tsunadeon! No creo que le importe si se le acercan o no...

– Lleva algo más de un mes con nosotros y nadie se atrevía a hablarle, solo le miraban desde la distancia, claro que le importa. Las sirenas son criaturas sociales, viven en grupos y se apoyan entre ellas e interactúan con otras.

–¿Y eso lo sabes por un estudio que hiciste mientras nos tenían hechizados e intentaban hacernos naufragar para devorarnos?– Gruñó con sarcasmo.

El rubio estaba asombrado... Mira que era obstinado, orgulloso y resentido su primo. En cambio tanto él, como su otro primo Hashirama, eran bastante indulgentes en ese sentido; perdonaban y superaban con facilidad las afrentas pasadas, sobretodo el hermano mayor del albino que parecía no tener una pizca de maldad en su sangre.

–No, por hablar con Izuna, él me lo ha contado. Como te dije es alguien realmente agradable de tratar y gracias a que hablamos, los hombres han dejado de mostrarse distantes con él. Si te quitaras esa venda de rencor de los ojos verías que es alguien que vale la pena tratar.

–¿Y lo que te advertí? ¿Acaso lo has olvidado? Me dijiste que no te acercarías a él. Y no, Tsunadeon, no quiero que los hombres se acerquen a Izuna, ni que se paseen como gallos luciendo sus plumas para conseguirse la gallina.– Ignoró lo que no le interesaba dicho por el médico.

Tsunadeon empezó a reír.

–No hace gracia.

–Si la tiene Tobi, jajajajajajajajaja. La tiene porque Izuna tiene plumas realmente, aunque yo no lo compararía con una gallina.– Aunque quizás la sirena no sabía lo que era una gallina y no se tomaría como una ofensa que lo compararan con una.

Tobirama hizo una mueca mientras miraba a la lejanía, aunque el rubio lo conocía lo suficiente como para saber que se estaba controlando para no mostrar una curvatura en sus labios, que demostraría que eso le había causado gracia.

–Y respecto a lo que me advertiste, como se nota que no has estado con una mujer. Hay formas de evitar preñarle... Como por ejemplo no corriéndote dentro suyo... Eso en caso de que la sirena quiera compartir lecho con alguien, que no lo veo muy por la labor.– Era algo inocente y no pillaba sus indirectas, y eso que le había lanzado varias.– Y no te dije que me mantendría alejado. Te dije que intentaría que los hombres no quisieran nada sexual con Izuna.

Aunque viéndoles como le miraban y como le sonreían e intentaban llamar su atención, era claro que muy bien no había hecho su función.

Tobirama gruñó tras repasar la conversación que habían mantenido antaño y descubrir que era verdad, que su primo en ningún momento había prometido mantenerse lejos de la criatura. Y encima no podía decirle nada porque el rubio le empezaría a decir que era él, el interesado en la sirena y que por eso no quería que nadie más se acercara.

–Tu sabrás lo que haces...– Si, eso era lo mejor... Que hicieran lo que quisieran, a él no le interesaba esa sirena azabache. No, no le interesaba para nada. Aunque mientras subía a la cubierta superior para gobernar la embarcación lo miró largamente...

Horas más tarde, viendo que sus hombres seguían más interesados en llamar la atención y pavonearse ante esa criatura que en sus funciones decide intervenir. Llama a la sirena y mirándola con seriedad le obliga a seguirle.

–Todos en este navío tienen una tarea, nada es gratis.– Teniendo en cuenta que es una criatura no civilizada y muchas cosas las debe desconocer, sabe que le tocara ser paciente y enseñarle, corregirle y mostrarle como se hacen las tareas de forma correcta.– Limpia las armas, se están oxidando por culpa del salitre. Lo quiero todo lustroso, tanto que puedas ver tu rostro reflejado en el acero.

El azabache no rechista, ni se molesta porque le haya ordenado una tarea. Esta será una de las muchas ocupaciones que le va a ordenar hacer como forma de que no distraiga a sus marineros... Ni a él mismo, la verdad. Le deja hacer mientras sale de nuevo a cubierta.

–¿Dónde está Izu?– Pregunta su primo en cuanto le ve, se nota que ha estado buscando al pelinegro.

–¿Izu?– Le levanta una ceja ante ese descaro y esa familiaridad con la sirena por parte de su familiar.

–A él no le molesta, dice que su hermano mayor le llamaba así.– Se encoje de hombros, sin darle importancia.– ¿Le has visto?

–Está lustrando el acero, encerándolo y afilando las hojas melladas...

–¿Pero que haces? ¿Cómo te atreves a hacerle hacer esa tarea?

Le frunce el ceño al rubio, sabe que no se lo dice porque desconfíe que Izuna haga algo malo con las lanzas, espadas, hachas y flechas, sino porque le considera demasiado dulce y delicado para que haga duras tareas.

–Creo que te olvidas de que puede ser un fiero, valiente y muy peligroso combatiente.

Su primo sonríe azorado y se sonroja con suavidad avergonzado por haberse olvidado que el bello y delgado joven era en realidad una criatura muy peligrosa si se lo proponía, un asesino formidable.

–Le iré a hacer compañía y...

–Tu te quedas aquí ayudando en cubierta. Si le he enviado a hacer tareas es para evitar que los hombres sigan distrayéndose con su presencia.– Hay firmeza en su voz y sabe que Tsunadeon no le contradecirá cuando se pone así de solemne. Pobre de él que lo haga... No por nada es el Lobo Blanco.

Izuna cumple su tarea a la perfección, su armamento nunca había estado así de limpio, protegido y afilado, las armas parecen nuevas, como si nunca hubieran sido usadas. Luego de ese trabajo le da muchos otros, siempre lejos de sus marineros, y la sirena los cumple con buen talante y buen ánimo, parece feliz de tener una ocupación y de ser útil. Lo cierto es que la sirena es muy diligente y termina sus tareas, siempre haciéndolas perfectas, antes de lo que había calculado, lo que le sigue dejando tiempo libre.

(...)

Vale esto ya es insostenible y está muy molesto, los hombres ahora no solo se pasean como gallos sacando pecho, sino que le hablan, le ofrecen obsequios y discuten, amistosamente, por ser ellos y no los demás los que se lleven la atención del joven azabache. Parece que al hacer que Izuna trabajase, fue una acción contraproducente, pues sus tripulantes ahora le ven como uno más mientras que antes lo veían como inalcanzable o por encima de sus posibilidades, algo que ya le dijo su primo durante esa "velada de socialización" en su camarote.

¿Y que hace la sirena?

Cuando termina sus quehaceres sale a la cubierta donde enseguida es rodeado por los marineros del Telemo; esto deja a la sirena algo sorprendido y sintiéndose avasallado ante tantas atenciones, aunque sigue mostrándose de buen talante y se relaciona de forma amigable con todos, aunque a veces no entienda que le están diciendo esos hombres. Tsunadeon se une a ellos y marca territorio por encima de los demás, rodeando con su brazo por los hombros a Izuna, otras veces le pasa el brazo por la espalda en la zona de la cadera. La sirena no protesta, quizás no sabe que significa ese gesto del rubio, quizás el mismo Tsunadeon le ha dicho que eso hacen los humanos cuando forjan una buena relación con alguien y cuando confían en esa persona y quizás es por eso que la sirena sonríe al rubio cuando le pasa el brazo por encima de los hombros, las caderas o cuando le acaricia el fino y elegante cuello con sus firmes manos; porque el muy inocente cree que es un gesto de confianza entre dos personas y eso le hace sentir integrado y que todo va bien. Esta conociendo las costumbres y siendo aceptado en un nuevo grupo social, y eso le hace sentirse menos solo.

O quizás la sirena si tiene interés en un acercamiento físico con Tsunadeon...

A Tobirama eso le hace apretar los dientes con molestia y rabia. Hay muchas cosas que le molestan de esa situación, aunque hay una de ellas que no piensa admitir ante nadie y esa es: 'Que le molesta que cortejen al azabache'. Por qué, ¿Y si el joven sirena no es tan inocente como parece y en cambio si está correspondiendo al cortejo? Pero todo esto lo guarda en su interior, lo mismo que guarda lo que llega a atraerle la jodida criatura. No, no piensa admitir nada de eso, lo va a guardar muy bien en su interior... Como hace tantas y tantas semanas que lo guarda, aunque cada vez se muestre más huraño y de más mal humor; gruñendo cuando le preguntan algo y mostrándose, tal como dice su primo, como si estuviera estreñido o hubiera chupado 50 limones.

"Solo necesito un buen polvo... Cualquiera me servirá. Si, eso es lo único que me sucede, demasiado estrés y tiempo sin liberarme. Pero aun no hay ninguna isla adecuada cerca...". Sabe que se alejaron demasiado de cualquier rastro de civilización y ahora se arrepiente pues les está pasando factura, o ese cree que es el motivo de su estado y del de sus hombres. Aunque también sabe que se está auto engañando.

Deja de darle vueltas a eso, aunque cada vez le cueste más y más sacar a la bella sirena de su mente. En cambio se centra, como uno de los motivos de su molestia, en que sus hombres están más interesados en intentar meterse entre las piernas del joven, que en llevar el barco y hacer sus tareas y funciones. Vale... También piensa en la sirena, pero desvía su atención al trabajo mal realizado de sus hombres.

Camina con decisión hacía el corrillo que se esta formando, escuchando como sus marineros intentan ganar la atención de Izuna; algunos a base de contar anécdotas, otros aportan alguna burla para dejar en ridículo al "héroe de la historia", otros la desmienten, otro de sus tripulantes le da al joven azabache una talla de madera de un caballo(*), otro se burla diciendo que le ha quedado deforme y que el bello azabache se merece algo mucho mejor tallado... E Izuna está en el centro, algo azorado y mostrándose cauteloso, pero a la vez se ríe de alguna broma que hacen sus hombres y otras veces pregunta con real interés sobre algún dato de la historia, parece verdaderamente interesado en los detalles de las aventuras épicas y de las batallas que han protagonizado. Y ante algún momento emocionante en dichos relatos, sus ojos brillan y escucha con mucha atención mientras suelta algún sonido de asombro. Es tan inocente y tan transparente en sus emociones... Los hombres, cuando hace eso, le miran maravillado y se afanan en explicar de forma más grandilocuente y emocionante las peleas para provocar más de esas reacciones.

Tobirama también se queda embelesado, mirando esos ojos negro profundo brillar, como si poseyeran millones de estrellas, ante los momentos más cruciales de las aventuras y como sus carnosos y suculentos labios se abren en alguna muestra de asombro; realmente posee una belleza increíble. Y su jodida mente inoportuna le juega una mala pasada imaginando esos rosados labios rodeando su pene mientras esos ojos le observan desde abajo con esa mezcla de travesura e inocencia. Un chispazo de placer le recorre y tiene que controlarse con todas sus fuerzas. Y así, el Senju se da cuenta de lo que estaba haciendo y de cómo mira al pelinegro y sacude su cabeza de forma veloz, sintiéndose insatisfecho por no poder controlarse y, frustrado por su calenturienta mente y por no poder ser capaz de llevar a término lo imaginado por culpa de su terquedad y su orgullo.

Cabreado, ya no sabe ni si con él o con su tripulación, carraspea para llamar la atención del corrillo de hombres alrededor del bello sirena. Nadie le hace caso, la verdad es que no cree ni que le hayan escuchado de tan ensimismados que están.

Se planta, con su altura intimidante, detrás de sus tripulantes, mirando de forma firme y seria a todos ellos, siendo insistente, taladrándoles con su rojos irises. Esa intensidad y fiereza que emplea tendría que ser notada, sabe que cuando mira así, pone nerviosos a los demás y les intimida. Pero el único que parece notarle es la sirena, algo que ya se esperaba pues su intuición, sus reflejos y sus capacidades están muy por encima de las de un humano. Pero le mira y no se intimida, lo que hace es devolverle la mirada, negro contra rojo, luego mira a sus hombres y le vuelve a mirar a él. Sabe que se está preguntando como es que no le notan con la fuerza que irradia su presencia.

Al final es Koichi, el que sigue la mirada de la sirena una de las veces que le mira y le ve, su cara muda a una de espanto y sonríe abochornado.

–Capitán Senju, yo... Nosotros... Eh... Mejor vuelvo a mi trabajo.

–Si, mejor que volváis a vuestras funciones señores. El Telemeo no va a llevarse solo.– Ordena con algo de frialdad y brusquedad, con esa firmeza que le carateriza.

Sus hombres se marchan de su vista, algunos de ellos de forma rápida, otros intentan pasar desapercibidos o encogerse mientras se marchan, otros disimulan, pero todos desaparecen y le dejan allí con el azabache.

–Izunaaaa, mira lo que te...– Su primo sale del interior del navío llevando algo en sus manos, se detiene al verle tan serio y le sonríe descarado.– Primo Tobi...

–Largo.– Le ordena sin mirarle, su atención solo en la sirena. Y por esta vez su descarado primo rubio se da la vuelta por donde ha venido, sin reclamar ni rechistar.

–Tú.– Se centra en la sirena.– Distraes a mis hombres con tu presencia. Tendrían que estar trabajando y en cambio están intentando abrirte de piernas.

Le ve parpadear confuso y girar la cabeza hacía un lado de forma tierna, el largo pelo negro que posee siguiendo el movimiento de forma grácil y sensual, esta claro que no entiende el significado de esas palabras.

– No les he hecho nada, no estoy creando problemas y... Y cumplo con todos mis quehaceres a la perfección... También me integro para pasar desapercibido tal como prometí.– No entiende porque Tobirama está tan cabreado con él si no está haciendo nada malo e intenta ayudar en todo lo que le permite hacer y, además, esta siendo cordial y simpático con el resto de humanos, habla con ellos y les escucha, se ríe de las bromas que entiende y les sigue la conversación como uno más. Durante todas esas semanas esos hombres mantuvieron las distancias con él y se sentía mal por si eso hacía que terminaran echándolo del barco alegando que no se fiaban de su presencia o que le odiaran. Pensando que terminarían atacándole y tendría que defenderse, eso le costaría no poder reencontrarse con su amado hermano, pues seguro que ese adusto Senju le echaría por causar problemas aunque no fuera él quien los había iniciado. Por eso se preocupó y acudió al único que le hablaba y le estaba enseñando sobre como se relacionaban los humanos entre sus congéneres. Y gracias al Senju rubio fue que pudo llegar a relacionarse cada vez más y más con el resto de humanos. Eso le terminó gustando, las sirenas eran criaturas sociales con los que llegaban a apreciar y a confiar y, la verdad es que hasta hacía muy poco se estaba sintiendo muy solo en esa travesía. Pero ahora los demás humanos le aceptaban como a uno más de su grupo y le contaban historias muy entretenidas, reían cuando estaban con él y le apreciaban. Incluso Tsunadeon le trataba como a un buen amigo, con confianza y teniendo contacto con él... Le tocaba como sino le tuviera miedo, como si le aceptara como uno de ellos. Y le gustó sentirse uno más.

–No es justo que vengas a culparme de algo que no estoy haciendo mal. Tsunadeon me ha dicho que así os relacionáis entre vosotros. – Y definitivamente no estaba haciendo eso de abrir las piernas, ni sabía lo que era ¿era alguna expresión que significaba algo malo? ¿O quizás los hombres querían entrenar con él? Les había visto hacerlo entre ellos.– ¿Quieren que entrene con ellos? ¿Es eso lo que significa? No me importaría, tengo tiempo para hacerlo sin descuidar el trabajo que me toque y juro que no haría nada raro que me delatara. Incluso me contendré muchísimo para que no sospechen lo que soy.

Mira que era inocente la sirena, le daba ternura y todo. Endureció su gesto al pasar ese pensamiento por su cabeza. De ninguna manera podía provocarle ternura esa criatura... Tenía que controlarse.

–Lo que quieren es tener coito contigo, plumoso. Eso es lo que significa que quieren abrirte las piernas.– Le aclaró.

Le vio abrir los ojos en asombro y abrir la boca varias veces, aunque se quedó sin saber que decir, para finalmente ponerse rojo, muy rojo. Hasta en las orejas enrojeció. Tan abochornado y traspuesto que no reaccionó al mote que le había soltado.

"Tengo ganas de cargármelo al hombro, encerrarnos en mi camarote y follarle hasta corromperlo, hasta ensuciarlo mientras llena mi cuarto de gemidos con esa musical voz profunda y sexy que tiene; dejarlo tembloroso y desmayado de placer. Quedar seco de tantas veces que me correría sobre esa perfecta piel blanquecina."

Tragó con dificultad y sintió su pene saltar en los pantalones, de nuevo. Tenía que controlarse, pero las actitudes de la sirena, su aspecto, su forma de actuar... No ayudaban, no ayudaban nada.

"Maldita sea y, maldita criatura sensual y pecaminosa."

Le observa con intensidad y sus labios se curvan al verle cerrar las piernas con fuerza. Y no puede evitar burlarse y soltar un resoplido de humor por su acción.

–¿Quieren aparearse conmigo?– Le ve mirar cauteloso alrededor, como si en cualquier momento alguien le fuera a saltar encima.– ¡Yo no quiero criar con ellos!

Sentía algo de temor en esos momentos mientras miraba que nadie le fuera a saltar encima para aparearse. No quería tener a muchos candidatos a su alrededor queriendo tener cachorros con él, él solo deseaba a una pareja y sería con esa con la que formaría una familia, se uniría de por vida con alguien. Así es como piensa él. Por eso no había estado conforme con lo que le querían obligar a hacer los viejos del clan.

–¿Pero que dices? El sexo no solo es con fines reproductivos, el sexo es placentero y liberador.– Ve la cara extrañada del joven y suspira, "¿Madara también fue así, hermano?", es algo que se pregunta al ver al joven ante sus ojos, si el esposo de su hermano mayor también era así de ingenuo.– Realmente eres alguien demasiado inocente... Con el sexo consigues un éxtasis que es mejor que cualquier cosa que hayas probado nunca, alcanzas un placer que te eleva por las nubes y te relaja a la vez.

–¿Cómo si volaras?– Izuna parpadea con curiosidad. Nunca le han contado sobre estas cosas, solo sabe que le estaba llegando el momento para buscar pareja y cumplir con su obligación reproductiva para el clan; él no quería eso, o no había querido aceptarlo y por eso daba largas a los ancianos. Soñaba con enamorarse y encontrar a alguien con el cual no le molestaría hacer ciertas cosas que por ahora le causaban cierto pavor.

El coito era un misterio aterrador para él y su mente cándida. Había escuchado gemidos y gritos en cuevas vecinas donde vivía, y había visto que después de esos gritos y gemidos, esos sonidos extraños y escalofriantes para él... Meses más tarde, a uno de la pareja le crecía el vientre y llegado el momento, tras los meses necesarios y tras nuevos gritos por parte del preñado, un nuevo miembro era presentado al clan. Pero nunca preguntó, ni se atrevió... Ni siquiera a Madara. Siempre había pensado que el coito era aterrador, por eso los gritos y esos sonidos, pero era algo por lo que tendría que pasar, que tendría que soportar cuando lo encontraron apto para reproducirse, por mucho que había estado retrasando el instante. En cambio ahora el humano le decía algo diferente... No lo entendía.

–Nunca he volado, sirena. Los humanos no tenemos alas. ¿Cómo puede ser que no sepas nada? Tu hermano se pasa el rato follando con el mío.– Se llevo una mano a la cara sin poderse creer lo puro que era el azabache; pero el gruñido y el cambio en el aire le hizo apartar esa mano y mirar con desconfianza a la criatura ¿Qué narices le pasaba ahora? Su mano fue bajando lentamente hasta su espada... Por si necesitaba defenderse al ver el pelo de la sirena algo encrespado y sus rasgos mutados a una mueca algo agresiva.

–¿Le está obligando? ¿Le hace daño? Me dijiste que el tal Hashirama era alguien bueno.– Soltó sin poder contener la agresividad y la preocupación en su voz.

–Nadie le obliga a nada, sirena. Haz el favor de calmarte, maldita sea.– Viendo como Genmaru se ha detenido y les mira, agarra a Izuna del brazo y le arrastra hacía el interior.– Vamos, maldita sea. Ven.

Le arrastra a su camarote, por motivos diferentes a los que le hubieran gustado según su fantasía anterior y cierra la puerta con llave.

–¿Qué coño haces? ¿Es que quieres descubrirte? ¿Vas a romper tu promesa y atacarme? Porqué entonces olvídate de encontrarte con tu hermano.– Le espeta buscando que baje sus humos, y lo consigue. Su rostro ahora es de angustia ante su amenaza de no llevarle con Madara.

–No... Yo... Yo, lo siento.– Ve la mirada preocupada de antes, mezclada con esa angustia al pensar en no encontrarse con su hermano.

– Esta bien, tu contrólate y no salgas de tu papel de joven humano.

–Es que... Estoy preocupado por Madara al decirme eso.

¿Estaba preocupado de que Hashirama obligara de alguna forma a Madara durante el sexo? Al arrogante y gruñón de Madara, a ese azabache de pelos greñudos que tenía a su tonto hermano mayor como calzonazos comiendo de la palma de su mano y cumpliéndole todos los jodidos caprichos... ¿Era en serio? Si no se burló fue porque, primero, él no solía reírse y segundo, porque la joven sirena delante suyo no sabía lo atontado y buenazo que era Hashirama Senju. Además de que estaba realmente ofuscado en esa creencia.

–Primero, tu hermano no se dejaría dañar por nadie, o ese es el aspecto que me transmitió desde que le conozco. Ese maldito puercoespín tiene mucho mal genio y te puedo asegurar de que es mi hermano el que le sigue como perrito faldero.– Otra vez mueca de desconcierto.– Significa que mi hermano haría todo por el tuyo, por hacerle feliz, por consentirle... Todo.

–¿Y de verdad no le hace daño?

–Hashirama se cortaría las manos o el cuello antes de dañar a Madara. Y es algo que te puedo jurar por mi vida sobre su veracidad.– Realmente se había puesto así por el sexo ¿De verdad creía que el coito era algo malo?.– Escúchame bien, tu hermano disfruta del sexo con mi hermano. Y sus gemidos y gritos así lo atestiguaban.

Izuna se estaba retorciendo los dedos con el final de sus mangas, aun le costaba creerle lo notaba.

–El sexo no es malo, sirena. Se puede gritar de placer y te aseguro que lo disfrutas muchísimo. Es como la mejor de las drogas... Lo que significa que te puedes volver adicto a sentir todo eso y experimentarlo. Esa idea que tienes tu del coito, te puedo asegurar que está muy equivocada.

"Y me gustaría que me dejaras demostrarte todas las bondades del sexo..."

Apretó los labios para no soltar esa frase, mientras sus ojos se desviaban de su cama y a la sirena y de vuelta a la cama, aunque en la silla también... O contra la pared... O... ¡No! El primer lugar donde le haría el amor a Izuna sería en la cama, después de todo la sirena era inocente, lo que significaba que era virgen y tendría que ser cuidadoso y suave en esa primera vez.

Sus ojos se abrieron más de la cuenta al analizar sus pensamientos... ¿Hacerle el amor? Había pensado en ¡¿Hacerle el amor?! ¡Nunca le había hecho el amor a nadie! Siempre había sido sexo sin compromiso, sin ataduras, sin sentimientos... Saciar una necesidad primitiva y básica. ¿Qué narices le pasaba? Todo era culpa de esa criatura que seguro le estaba hechizando o algo.

–¿Estas haciendo algo, verdad?– Le miró analizándolo, como si pretendiera encontrar algún rastro de magia que ese azabache estuviera usando para ponerlo así y hacerle pensar de esa forma.

–¡Si! Estoy aquí escuchándote e intentando comprender y creer lo que me dices.– El albino le frunció el ceño de forma más acentuada, pero de verdad que no le comprendía, no entendía a los hombres y como actuaban...– Es que no se que quieres decir.

Tobirama resopló y negó. La sirena no mentía en que no entendía su insinuación, también le resultaba claro que no estaba haciendo nada para conseguir esas atenciones o conseguir que él pensara de esa forma. Izuna era así y ya.

–Déjalo. No tiene importancia.– Ya veía que no. ¿Esa era la criatura que había luchado con fiereza, y matado, a su congénere y luego al escorpión? Parecía difícil de creer con esa inocencia, Izuna era como un niño que se asombraba ante un mundo nuevo. Y si, puede que fuera así después de todo, pues todo era nuevo para el joven pelinegro y eso aun le daba más ganas de corromperlo y ensuciarlo, pero no de una mala manera y con malas intenciones, lo peor (para él) es que quería tener buenas intenciones con la criatura, también cuidarlo.

Se llevó las manos a la cabeza agarrando y tirando de su pelo, despeinándose aun más, frustrado por esa lucha interna entre lo que quería y su orgullo. Gruñó por ese malestar, esa confusión, esos cambios internos.

–¿Esto que haces es... Normal?– Según su punto de vista el humano no parecía estar bien del todo, aunque bueno, tampoco es que fuera un experto en comportamiento humano.– Cuando nosotros nos encontramos mal, hacemos un mejunje con algas de diferentes tipos, un pellizco de coral en polvo con carne de erizo y de anguila, es muy bueno para el cuerpo. Podría mirar de preparártelo...

Se quitó las manos del rostro y parpadeo mirando a la sirena. La mirada que le dedicaba era cristalina y sincera, con una preocupación real hacía él, estando atento por si en cualquier momento fuera a empeorar y caerse ahí delante poder reaccionar y ayudarle.

Escondió un amago de sonrisa pues eso le provocaba una calidez interior como hacía tiempo que no sentía. Esa criatura con la que había mantenido las distancias por ser lo que era, estaba queriendo cuidarle y ayudarle, como haría su hermano o su familia directa. Que estúpido estaba siendo tratando al joven tan fríamente como había hecho en todo ese tiempo, cuando el azabache no tenía maldad hacía él y encima mostraba esa preocupación hacía su persona.

Estiró la mano hacía el azabache, la sirena se quedó quieto mientras seguía el movimiento de su mano con los ojos pero sin moverse en ningún instante, confiando. Le posó la mano en la mejilla y le tocó con suavidad, apenas rozándole, que piel tan fina y tan perfecta bajo sus yemas; cálida y agradable.

–No te preocupes... Solo estoy algo estresado, demasiadas cosas en la cabeza.– Y si, había bajado la guardia ante esa criatura... No, ante Izuna.

–Cuando yo tengo demasiado en lo que pensar o estoy triste vuelo alto, muy muy alto.– Cerró los ojos rememorando la sensación.– El viento golpeando mi piel y jugando con mi pelo, penetrando entre mis plumas. Me gusta planear dejándome llevar por las corrientes de aire caliente y ahí, estando a tanta altura, es cuando dejo mi mente en blanco y que esos sentimientos negativos que me aquejan desaparezcan, al menos durante unas horas.

Comprobó que al azabache le debía gustar mucho volar, pues la cara de paz y sosiego que ponía al contarle eso era mucha. Hasta que abrió los ojos y vio como estos brillaban emocionados seguro que por su recuerdo. Definitivamente a Izuna le encantaba volar, seguro que todos esos meses sin hacerlo lo había echado en falta.

–Me gustaría poder mostrártelo algún día.

Parpadeó asombrado, ¿Quería mostrarle eso que tanto le gustaba?, sonrió divertido.

–Eres demasiado canijo como para poder llevarme a mi, sirena.

–¡Soy muy fuerte y mis alas lo son aun más!– Mientras hacía un puchero ofendido.– ¿Acaso quieres que te recuerde lo enormes que son?

–¡No! No hace falta. Lo recuerdo muy bien.– Si la sirena desplegaba sus alas en su camarote los destrozos que causaría serían demasiadas... Eso sin contar que alguno de sus marineros podría entrar al escuchar algo romperse y descubrirían que el azabache era una sirena.

El pelinegro se había quedado callado y la sonrisa, algo traviesa, en su rostro de hace unos momentos había desaparecido.

–Echo de menos volar...

CONTINUARÁ...

(*) El caballo era el animal de Poseidón, pues se cree el dios del mar creo al primer caballo golpeando con su tridente una roca. Por eso era venerado por los marineros para que el dios de los mares les permitiera tener un buen viaje. De aquí que a Izuna en este relato se le de una talla de madera de dicho animal como regalo echo por un marinero.