MI BELLO... ¿SIRENA? Parte 7

Después de conversar con Izuna, se dio cuenta de que había estado comportándose como un imbécil. La sirena no tenía malas intenciones y no era una criatura salvaje y estúpida, sin capacidad de razonar. Realmente era un ser vivo que amaba a su hermano, se preocupaba por los que apreciaba y que se adaptaba muy bien al entorno, como estaba demostrando en el Telemeo y al relacionarse con los demás. En todos esas largas semanas había estado atento y vigilante, temiendo que una bestia salvaje, lo que creía de la sirena, se lanzase a devorar a su tripulación y todo por creer que no podía controlar sus impulsos y que buscaría comer carne humana. En cambio Izuna era simpático y educado con todos, comía lo que le ponían en el plato sin rechistar y no mostraba signos de necesitar otro tipo de dieta. Además era astuto e inteligente, capaz de aprender actividades humanas y de realizar tareas como uno más de ellos. Otra cosa que había visto es que la sirena era inocente y de carácter bonachón, con una gran capacidad empática con las necesidades y emociones humanas, algo que le había demostrado durante esa conversación, donde le reclamó que hacía perder el tiempo a sus hombres con su presencia y el azabache en momentos mostró preocupación por él. ¡Por él! Él que le había mirado mal, que le había mirado con esa mirada fría y penetrante a la vez que indiferente que poseía, que le había tratado con desdén y como si fuera una simple bestia salvaje lista para lanzarse sobre cualquiera que le provocara lo más mínimo. Y todo y eso, Izuna se preocupó por si estaba mal y por si quería que le preparara alguna cosa para ese posible malestar. Él había sido el único inculto sin cerebro allí.

Izuna también era alguien paciente y tranquilo, o al menos sabía comportarse de esa forma. Pues en ningún caso mostró algo más que no fuera aceptación silenciosa al comportamiento de todos ellos para con él. Ya fueran sus hombres, primero mostrándose distantes pero mirándole sin mucho disimulo, como después rodeándole y hablando sin tener mucho respeto por el espacio del joven azabache. También con su libidinoso primo que le tocaba y le abrazaba sin previo aviso y con demasiadas confianzas… Y por último estaba él, con su trato frío y su desconfianza, su mirada analítica y de superioridad, su trato arrogante y desdeñoso hacía la sirena, aunque si, también se sentía atraído por ella y eso le molestaba tanto que su forma de tratarle aun era peor. E Izuna, aunque mostrase molestia o inconformidad, seguía actuando de forma respetuosa y obediente, cumpliendo las normas. Y ahora encima no mostraba una actitud recelosa ni vengativa hacía su imbecilidad. Y fue por ese motivo, porque se consideraba inteligente y capaz de reconocer sus propios errores, que dejaría esas actitudes de lado hacía Izuna y le trataría de forma correcta. Además, también era capaz de reconocer su atracción hacía el azabache, esta vez no se lo negaría a él mismo. Izuna era muy hermoso y si, no podía evitar sentir que le gustaba, que le excitaba, que lo encontraba adorable. Era lo suficiente maduro como para ser capaz de aceptar todo eso y no cabrearse por sentirlo, lo suficientemente honorable para reconocer que su creencia de que Izuna era un monstruo sin raciocinio que solo buscaba crear atracción para cazar a sus posibles presas, era muy errónea. Si, definitivamente ya no creía tal cosa de la sirena.

Y así desde esa conversación las cosas entre ellos cambiaron. No más malas miradas, no más controlar que no hiciera nada malo, no más muecas de desdén y molestia, no más hablarle con monosílabos y como si creyera que intentar conversar con la sirena era una pérdida de tiempo, ya fuera por creerle bestia o porque pensaba que terminarían matándole cuando ésta intentara comerse a algún humano. Quería conocer a Izuna y quería llevarse bien con él.

Algo había cambiado en el Senju albino, ya no le miraba con esa frialdad y le hablaba bien, sin parecer que le fuera a salir espuma por la boca mientras le ladraba órdenes, ni tratándole como si fuera alguien despreciable y le odiara. En cambio se dirigía él de forma educada, intercambiando más de dos vocablos y sin usar monosílabos cortantes. Aunque seguían siendo conversaciones algo cortas y donde ambos se quedaban mirándose con cierta incomodidad antes de proseguir con sus quehaceres. Y se separaban cada uno en una dirección distinta y él, sentía el corazón algo acelerado tras esos intercambios, sobretodo cuando el Senju le preguntaba si había descansado bien o si le había gustado el desayuno, o cuando le preguntaba algo en especifico, sobre el trabajo que le había encomendado. Y aun mejoró más, ( para su corazón no tanto pues latía como loco contra sus costillas), cuando se dedicaba a enseñarle sobre barcos. También hablaban sobre las corrientes de aire y sobre islas que formaban ese peligroso mar que estaban surcando, pues Izuna había explorado muchas de ellas.

Y ahora le estaba preguntando si quería aprender a pescar y acercándose a él, le añadió, bajito para que nadie les escuchara.

–Digo como hacemos los humanos, porque se que tu debes ser muy capaz de conseguir pescados usando tus propios medios. Aunque tengo curiosidad por saber como capturas peces.

E Izuna recuerda enrojecer, pues eso le había sonado a alabanza y también porque ese hombre había mostrado interés en él y en conocerle. Y eso también le hizo sentir orgulloso, era tenido en cuenta y ya era totalmente aceptado, encima por alguien como ese humano… No, era Tobirama a partir de ahora.

–Tengo varias maneras según lo que quiera pescar. Lo que tenían en común todas es que usábamos cebo para atraer a los peces a donde queríamos. Luego ya depende de lo que se presentara utilizaba una técnica u otra. Por ejemplo soy bueno con el arco y las flechas, usando una flecha atada a una cuerda es una buena manera de conseguir comida. Ensartas al pez y luego tiras.– Luego ya había otras presas que requerían algo más elaborado.

Esa técnica no se la imaginaba, aunque era algo burda y habías de poseer una gran puntería y fuerza, pues el agua tenía diferente densidad y enlentecía el proyectil además de poder cambiar algo su trayectoria sino era lanzado con una gran potencia. Pero claro, Izuna era una sirena y era realmente fuerte.

–Nosotros usamos redes y anzuelos. Con las redes consigues pescar mayor cantidad de peces.

–Si he visto como usáis esa especie de tejido con agujeros. Aunque los peces que atrapáis suelen ser de menor tamaño con ella.– Realmente atrapaban peces muy pequeños. –Nosotros estamos acostumbrados a pescar a grandes presas. Uno que tiene una espada en la cara, ese su carne está muy buena y gustosa. Y luego hay otro que tiene una gran ferocidad con una aleta dorsal muy sobresaliente.

El primero lo conocía, ellos también lo pescaban aunque era agotador hacerlo y necesitabas una cuerda muy resistente con un anzuelo fuerte, y muchas veces solía escaparse. El segundo, no terminaba de saber cual era,

–Tiene muchos dientes y su piel es muy dura y rasposa, suele cazar a otros peces y otras criaturas marinas que respiran aire.–Le relató Izuna ante su desconcierto.

–¿Un tiburón?– Aunque ahora era la sirena la que no sabía que era un tiburón, así que fue a buscar un libro y le mostró unos dibujos.

–Si, ese mismo.– Mientras miraba el dibujo.– La carne no es mala y es muy nutritiva.

Izuna siguió ojeando el libro de criaturas y bestias marinas y le fue señalando los animales que había pescado. Entre ellos varios monstruos marinos. Le relató como fue pescarlos. Algunos se había bastado solo, en otros habían actuado en grupo con la colonia. Tobirama escuchaba bastante asombrado.

–Lo cierto es que las sirenas sois guerreros y cazadores temibles.– Era de admirar que ese pequeño chico a su lado fuera capaz de dar esas batallas. Aun tenía muy presente la ferocidad que empleó en su lucha con ese gigantesco escorpión.– Si esa sirena no se hubiera adelantado en el ataque, haciendo que saliera de la ensoñación y actuara rápidamente para huir de vuestra trampa, ahora estaríamos todos muertos. No habríamos sido rivales para vosotros.

Y no lo decía como reproche, esta vez no. Estaba hablando sin odio, en su voz admiración por tan temibles enemigos.

–Yo...– Bajó la cabeza avergonzado.

Seguro que ahora Tobirama se enfadaría de nuevo y volvería a tratarle como antes. En cambio sintió los dedos del hombre debajo de su barbilla y como le levantaba la cara.

–No hagas eso, no hiciste nada malo. Es vuestra forma de vivir, además tenías razón… No soy mucho mejor que tu. –Espera, eso había sonado muy mal. Resopló frustrado.– No quería decir que seas algo malo o que hayas hecho algo que esté mal. Es solo… Se me da mal disculparme.

Veía las dificultades del Senju y como su ceño se fruncía molesto consigo mismo y como hacía de vez en cuando alguna mueca. Lo encontraba adorable y muy atrayente.

–Pues entonces no te disculpes, no hace falta.– Le dijo mirándole con una suave sonrisa en su rostro.

Tobirama miró a Izuna, esa mirada profunda y sin rencor, que le observaba con esa inocencia. Sus ojos quedaron trabados algunos largos segundos. Rojo y negro, ambos transmitiéndose tantas cosas que no eran capaces de comprender en esos instantes, ambos perdiéndose en los ojos del otro. Tobirama encontró lo que quería expresar pues no quería hacer sentir mal al azabache.

–Lo que quiero decir es que no tenía derecho a juzgarte porque cazarais humanos, yo no soy quien para juzgarte, cuando he matado por mucho menos. Vosotros lo hacéis para poder comer, yo lo he hecho para ganar fama y dinero.– Aunque aun sintiera cierto repelús al imaginarse a alguien como Izuna comiendo humanos, entendía que para una sirena un hombre era carne y ya. Lo mismo que para los de su especie cualquier bestia también era solo carne, o una manera de enriquecerse. Lo más posible es que si las sirenas no hubiera demostrado ser enemigos tan temibles, habrían intentado cazar a más de una para poder hacer negocios con ellas. ¿Dónde le dejaba eso? Había juzgado siendo peor que esa especie alada.

–Yo también dije cosas hirientes sobre ti y sobre vosotros. También te juzgué sin conocerte.

–Tenías razón en lo que dijiste.– Le cortó.– La mitad de las riquezas en la bodega del navío las hice comerciando con otras especies o matando, incluso a los nuestros. Visto ahora, no me enorgullezco de eso.

La sirena le puso una mano en el brazo como forma de darle apoyo o ánimos, mientras le dedicaba una ligera sonrisa torcida.

–Siempre se puede mejorar. Todos somos capaces de conseguir ser nuestra mejor versión.

Le devolvió la sonrisa… O todo lo que él era capaz de sonreír.

Tsunadeon ha visto que desde ese día donde Tobirama, muy cabreado, deshizo el corrillo que se había formado alrededor del azabache; entre su primo e Izuna había surgido algo, algo diferente y nuevo. Ya no parece haber esa tensión entre ellos, incluso los marineros se han dado cuenta y lo comentan entre ellos con algo parecido a la desesperanza y una decepcionante aceptación.

–Ya está todo perdido… Nuestro capitán está interesado en nuestro bello y joven amigo, y no somos rival contra él.– Comenta Rintaro mientras bufa y sus hombros decaen apesadumbrado.

El rubio, que les escucha hablar, sabe que lo que dice Rintaro es cierto, Tobirama puede arrebatarle "la presa" a quien quiera. Su primo es alguien guapo, misterioso y con un físico muy atrayente; pero hasta ahora se ha estado resistiendo a reconocer que encontraba "interesante" a la sirena, precisamente por ser lo que era. Y en cambio, desde hace ya unos días que no veía ese desdén hacía Izuna. Parecía que se estaban llevando bien y que a ambos les agradaba pasar tiempo juntos.

–Quizás solo están hablando, sin que haya ese tipo de atracción.– Apostilla Akimerama mientras observa a su genial capitán hablando con el bello joven, siente una leve punzada de molestia, ¿Y si es cierto? No, el Lobo blanco está siendo considerado y ya está.

–¿Quien es el que podría resistirse a la belleza de Izuna?– Suspira Genmaru mientras observa al joven azabache conversando de forma abstraída, en lo que sea que estén compartiendo, con su señor.

–No se,... Pero si hay alguien capaz es el Lobo blanco.– Su capitán es de principios férreos y si hasta ahora no ha mostrado nada de interés físico por el joven pelinegro es porque se tratan por simpatía y cordialidad, después de todo Izuna es misterioso y muy interesante.

Tsunadeon está realmente intrigado. ¿Es cierto que se llevan tan bien tras ese día? ¿De que estarán hablando? Pues cada día esos dos se juntan para conversar, cuando los dos han terminado sus ocupaciones y, no intercambian dos o tres frases por cortesía… ¡No! Mantienen largas conversaciones entre ellos. Siente real curiosidad, pues la antipatía inicial que parecían tener, si siguiera igual, podría hacer que todo se fuera por la borda y que las cosas terminaran muy mal en el Telemeo. Izuna era genial, pero tenía un fuerte carácter y Tobirama… Su primo tenía una personalidad de mierda, cuando así se lo proponía. No podía permitir que nada malo ocurriera, apreciaba a la sirena y deseaba que se pudiera reencontrar con su hermano mayor y deseaba que Tobirama fuera alguien más amigable y abierto, con una mayor capacidad empática.

Y ese día, ese día Tsunadeon se quiso acercar si o si… ¡Una sonrisa, muy diminuta, en el marmóreo rostro de su primo! Pero si ya estaba empezando a creer que Tobirama era alguien tallado en piedra, no recordaba la última vez que veía en el cincelado rostro del albino algo que no fuera molestia o enfado.

–¿Qué hacéis? O mejor pregunto, ¿Qué has hecho, Izu, para conseguir que el témpano de hielo que tengo por familiar, sonría?– Intervino Tsunadeon realmente intrigado con el cambio entre esos dos tras esa conversación donde su primo parecía tan cabreado.– Aunque primo Tobi, tienes que practicar mucho más esa sonrisa.

Tobirama gruñó molesto por la falta de respeto del otro hacía él, en cambio Izuna escondió una sonrisa.

–¿Tobi? ¿Te gusta que te llamen así?– No se imaginaba a alguien como el albino dejando que le llamaran con ese adorable diminutivo.

–No. Lo odio. Me cabrea demasiado que lo hagan.

Tsunadeon soltó una descarada carcajada, no solo por la forma de decirlo su primo, sino por la cara molesta que compuso. Parecía que fuera a escupir ácido hacía su persona y lanzarle los rayos de Zeus por los ojos. Ese si era el rostro que conocía y veía a diario.

–¿Y por qué se lo llamáis entonces?– Ahora mirando al Senju rubio. Tobirama parecía realmente molesto por ese diminutivo.

Tsunadeon levantó los hombros, quitándole importancia.

–Empezó Hashi y yo adquirí la costumbre.– La sirena parecía desconcertada.– Hashirama, el esposo de Madara… Al que por cierto llama, Mady.

–La mala costumbre, dirás.– Cortó Tobirama aun tosco y pareciendo a punto de ladrar.

–Pues la mala costumbre, a ver si así estás más contento.– Y si, Tobirama soltó un resoplido por esas palabras.– Como iba diciendo, tiene la "mala" costumbre de usar diminutivos con las personas que aprecia.

Izuna rió divertido.

–¿Le llama Mady?– Tsunadeon y Tobirama asintieron, uno efusivamente y el otro de forma leve.– Yo le llamaba Dara, y él a mi Izu.

–Me gusta como suena Izu. Es igual de adorable que tu.– Soltó Tsunadeon seductor.

–Eres muy amable, Tsunadeon.– Aunque él no se consideraba adorable. Era un guerrero feroz y letal cuando la situación lo requería, pero a su amigo humano le gustaba llamarle así y decirle esas palabras bonitas, suponía que era una forma de ser cercanos, de mostrar su amistad y que le apreciaba.

Tobirama rodó los ojos antes la voz de ligón de cuarta de su primo.

–¿No tienes nada que hacer?– Le preguntó tosco.

–Vale… Vale… Entiendo cuando no se me quiere en un lugar. Y veo que quieres a Izu para ti solito.– Pero como le gustaba chinchar a su primo… Y mira que Tobirama era alguien muy astuto y con la cabeza fría, pero cuando se trataba de emociones…

–¡Qué te largues!– Maldito descarado. ¿Cómo se atrevía a decirle eso?

Tsunadeon se fue, no quería tentar su suerte, aunque antes de irse vio el rostro de Izuna algo rojo y su primo también mostraba cierto azoramiento, que intentaba disimular poniendo una de sus muecas adustas y girando el rostro en cualquier dirección donde no le vieran en ese estado. Realmente a Tobirama si que le gustaba el azabache… Maldito tonto que hasta ahora había estado en negación y todo por culpa de esa maldita arrogancia y esa terquedad que poseía.

Izuna miró a Tobirama, empezaba a entender mejor a ese humano. No era tan diferente a su hermano Madara.

–No te voy a llamar de esa forma, se que no te agrada.– Tobirama le dedicó un ligero movimiento de cabeza como agradecimiento por tener esa consideración y ese respeto hacía él.– Aunque creo que Tobi es bonito y más por lo que llega a significar que usen un diminutivo.

Para Izuna un diminutivo implicaba confianza, cariño, estima. Aunque respetaba que al Senju albino no pudiera gustarle tal grado de confianza y lo considerara una falta de respeto a su persona y, por eso él no le llamaría de esa forma, además de que no había ese grado de familiaridad entre ellos.

Izuna se marchó para dejar que el capitán siguiera con sus tareas de comprobar que todo estuviera correcto y de guiar el navío, así que no vio como los ojos de Tobirama se agrandaban un poco por esas palabras, ni tampoco la suave sonrisa que se formó en sus labios.

"Tobi… No queda tan horrible cuando es pronunciado por tu voz, Izuna." Se encontró pensando el Senju mientras seguía manejando el timón del Telemeo.

Pero Tsunadeon si que oyó lo dicho por el azabache y había podido ver la reacción de su primo.

"¡Menudos tontos!" Pensó con cariño y suspira en frustración. "Soy demasiado bueno para este mundo…"

Extraño a lo que pueda parecer, no se enfada por este descubrimiento, tampoco se siente triste, o no tanto como uno llegaría a pensar. Se analiza descubriendo que a él le gusta Izuna, y le ha llegado a gustar tanto que le aprecia más como a un buen amigo que para tener sexo con él, casi a llegado a verle como a un hermanito menor al que quiere proteger.

Si que se llegó a sentir excitado por el cuerpo de la sirena, en semanas anteriores ha llegado a masturbarse por culpa del azabache y al evocar momentos y roces vividos con él. ¡Y menuda forma de tocarse al pensar en Izuna! Pero los días fueron pasando y cada vez sintió menos esa necesidad… Suponía que el corazón y sentimientos que le provocaba Izuna se habían impuesto por encima de la lujuria que causaba a su cuerpo necesitado. Porque si, llevaba muchos meses sin nada de sexo y él era bastante lascivo, y tenía ojos en la cara para apreciar la gran belleza y sensualidad del azabache. Pero imaginaba que su mente comprendió que la sirena era demasiado inocente y de noble corazón, también algo ingenua, como para aceptar los avances simplemente físicos. Izuna deseaba implicación total con quien aceptara formar una unión. Y por eso mismo, por esa pureza, esa nobleza, esa ingenuidad… Es que la sirena le recordaba a su fallecido hermano Nowaki. Tenían la misma aura. Estaba claro que eso hizo que fuera cambiando la perspectiva, que la lujuria disminuyera y los sentimientos de cariño crecieran. Aunque eso no significaba que no siguiera lanzando sus frasecitas de adulación hacía el azabache, era como un juego algo picante…

"En el que Izuna nunca cae." Piensa algo frustrado. En esos meses, Izuna no parecía estar por la labor de dejarse seducir, pues no era capaz de apreciar que eso pretendían casi todos en el Telemeo. En cambio con Tobirama, al verlos interactuar… "Allí hay algo, por parte de ambos…"

Y con las ideas más claras, viendo que no le gustaría empañar esa bonita amistad que han construido con la sirena, y sabiendo que el sexo podría estropear eso; no por él, él es capaz de compaginar amistad y sexo con alguien; Izuna, en cambio, es alguien que se uniría en pareja de forma monógama tal como le explicó.

"Izuna ha escogido y es a ti, Tobi. No la cagues."

Y viéndoles, se decide… Lo que más desea Tsunadeon es la felicidad de los que aprecia, eso incluye al agrio primo Tobirama. Cree que alguien como Izuna, si su primo deja de lado su malhumor y arrogancia, sería muy bueno para él. Izuna es divertido, interesante, cuida de los suyos, ama sin barreras y de forma leal; solo había de ver lo que había hecho y estaba haciendo para encontrarse con su hermano mayor. También era terco, fuerte, ágil, astuto… ¡Joder era perfecto para Tobi! Izuna no se dejaba amedrentar por la mirada espeluznante del albino y encima le plantaba cara cuando era necesario. Eso aseguraría que, la sirena no permitiría que su primo se saliera con la suya, como sucedía siempre; pues solo Hashirama era capaz de pararle los pies, y no todas las veces.

"Os voy a ayudar, par de tontos… Si es que me merezco un monumento." Pensó mientras se alejaba a ayudar con las velas. "O mejor, todo el ron que sea capaz de beber durante toda mi vida, gratis."

(…)

Y así fueron avanzando con Izuna, cada vez manteniendo más conversaciones, pasando más tiempo juntos, dándose cuenta de que no eran tan diferentes uno del otro. Los dos eran orgullosos y arrogantes, se preocupaban por los que apreciaban y les amaban; Izuna algo más cordial que él, con los que adquiría confianza como había visto con su primo y en su trato hacía el resto de marineros; aunque eso no significaba que fuera accesible como pudo comprobar al no tener en cuenta los intentos de avance de sus hombres. Había visto que era más torpe en identificar sentimientos y mostrarlos, aunque no es que él fuera muy bueno en eso, solía ser bastante indiferente respecto a como se sentían los demás ante su forma de tratarles u ordenarles. Aunque había veces que a Izuna las emociones se le hacían imposibles de controlar y se le desbordaban, sobretodo cuando de Madara se trataba o, como comprobó ese día donde le reclamó, respecto a volar; eso lo atribuía a hacer tanto tiempo que el azabache no hacía tal actividad placentera. Pero si había algo en lo que Tobirama era sincero, es en que disfrutaba pasar rato con la sirena, era algo que anhelaba hacer… Y si, era capaz de aceptar eso para si mismo. Y hay algo más en lo que el albino disfruta demasiado, entrenando con Izuna de noche, cuando todos están dentro del barco durmiendo. Le encanta poder medir sus fuerzas con la sirena, poder combatir y mejorar junto al azabache. Y todo empezó por unas burlas y un reto entre ellos…

Izuna estaba observando un entrenamiento de esgrima entre sus hombres, era una practica diaria que les había impuesto desde el inicio del viaje. A veces practicaban la esgrima, en otras ocasiones lanzamiento de cuchillos o lucha cuerpo a cuerpo, llaves, tiro con arco… Así se mantenían en forma y hábiles, no por nada tenían tanta fama de buenos guerreros. Las técnicas y el cuerpo se habían de pulir diariamente, o así lo creía él. Se notaba que la sirena disfrutaba de ver pelear a los humanos, pero a la vez aprecia cierto sentimiento de frustración, imagina que es porque el azabache es un guerrero y en cambio desde que está en el Telemeo solo ha podido agarrar un arma cuando les hace el mantenimiento para mantenerlas en buenas condiciones, como una de sus funciones en el navío. Tobirama se le acerca por detrás, poniéndose a su lado y mirando como se desenvuelven todos, a Tsunadeon también le toca hacer esos ejercicios.

–¿Cómo los ves?– Le pregunta interesado, de guerrero a guerrero.

–Bien, le ponen ganas…– Se muerde la lengua para no añadir más. Les sigue viendo algo torpes en su forma de moverse.

–Son grandes guerreros.– Se siente orgulloso de sus hombres.

Izuna se lo mira con arrogancia en sus ojos. Quizás como humanos si que son muy buenos, pero comparados con otras criaturas…

–Ya, ya… Tu eres más fuerte, sirena.– Después de todo están solos sin nadie que pueda oírles. Y ya no usa esa palabra de forma despectiva, como si fuera ácido en su boca que deseara expulsar.

–Exacto.– El alto albino comprende su punto y además le gusta esa forma jocosa de hablar entre ellos.

–Engreído…– Susurra Tobirama. Le gusta poder "bromear" con el azabache.– Aunque llevas meses siendo un holgazán, seguro que ya ni recuerdas como se agarra una espada.

Izuna frunce el ceño algo molesto por esas palabras, no es su culpa que tenga que aparentar ser un jovencito algo desvalido y poco avezado en la pelea. Le mira con reproche.

–¿De quién es culpa?– Mientras su fruncimiento de cejas se hace más marcado y su labio inferior se adelanta.

Vale, la ha cagado. A veces es complicado, para él y su forma de ser, el poder mantener una conversación con alguien sin decir algo que pueda molestar u ofender al otro.

Izuna suspira al ver la cara del albino, vale… Aun está aprendiendo a tratar con humanos, a veces se le hace complicado.

–Es igual, después de todo no creo que pudiera fingir ser malo en las luchas. Les terminaría dejando a todos por los suelos si peleara con ellos.– Sonríe con arrogancia.

–Es más grande tu orgullo que tú.– Suelta con una sonrisa en sus labios. –Maldita sirena engreída.

–¿Acaso me lo niegas?– Le levanta una ceja con altivez.–Podría estar un año haciendo nada que seguiría ganando.

–Vale, puede que tengas razón, sirena… O quizás no. Podemos comprobarlo.– Mirándole con cierto aire retador.

Le observó parpadeando asombrado. ¿Quiere que pelee con sus marineros en esos entrenamientos que hacen? Los va a dejar como trapos sucios. Ladea su labio con cierta chulería y diversión.

–Luego no te quejes cuando los deje para el arrastre.– Y viendo la mirada de asombro del Senju.– ¿No es correcto? Pensaba que así era como se decía, aun estoy aprendiendo a usar expresiones vuestras.

Pero Tobirama solo rió, algo que aun no estaba acostumbrado a escuchar. Un sonido profundo y gutural, sensual, que le provocó cierto cosquilleo en el estómago.

–Si, más o menos se usa de esa forma. Pero no, con ellos no. Entrenaremos tu y yo, esta noche, cuando todos duerman.

–Perfecto, las sirenas tenemos buena visión en la penumbra.– La emoción filtrándose a través de su mirada y su voz. Estaba feliz de poder entrenar con Tobirama.

Viendo como Izuna estaba feliz y no podía esconderlo, sabía que había hecho bien al citarle para entrenar de forma nocturna. Así nadie les molestaría y ambos podrían ser ellos mismos.

Esa fue la primera de las noches que adquirieron tal hábito. Una actividad que les hacía sentir vivos, que les ayudaba a mejorar, a ser más rápidos, más ágiles, más fuertes y más hábiles, sobretodo a Tobirama. La sirena no se contenía y eso servía al Senju a mejorar, a dar lo mejor de si mismo. Y terminaba agotado y satisfecho tras cada nueva práctica.

–Eres implacable, Izuna.– Admitió con admiración.

–Y tu un gran guerrero Tobirama, no me extraña que se hablen maravillas sobre ti. El mote que te dieron de el Lobo blanco te va perfecto.– Y no lo decía para halagar, realmente el humano era increíble y disfrutaba peleando contra él.

Mientras Tobirama se lavaba en un barreño de la cubierta, quitándose el sudor de su rostro; Izuna se dedicó a mirar más allá de la cubierta, hacía la inmensidad del oscuro mar y con un suave suspiro levantó la vista hacia el negro cielo, donde esa noche algunas de las estrellas se habían asomado entre las nubes. El albino observó a la sirena mientras se secaba con un trapo el exceso de agua.

–¿Por qué no vas a despejarte un poco? Estirar las alas y recorrer el cielo. Se que lo estás deseando.

Izuna le miró como si le hubiera salido una segunda cabeza.

–¿Qué sucede? Al gran Izuna le da miedo un poco de lluvia.– Miró el cielo que se había despejado, en su mayoría, dándoles un poco de tregua durante unas horas.– Aun tienes tiempo antes de que empiece la tormenta de nuevo.

–¡Tch! Claro que no me da miedo la lluvia, podría volar incluso con un fuerte temporal.– Era muy bueno volando y sus alas eran fuertes.

–¿Entonces?– Levantó una ceja interrogante. Sabía que Izuna lo estaba deseando.– ¿Te da miedo desorientarte y no poder volver al Telemeo?

–Siempre sabemos volver a "casa", por mucho que nos hayamos desviado del recorrido por culpa de alguna tormenta. Es como un sexto sentido que poseemos.

Eso era interesante, se había de reconocer.

–Nosotros usamos mapas, la posición del sol y sobretodo las estrellas.– Sin ellos estarían perdidos en esa inmensidad de agua.

Le señala un punto en el firmamento estrellado.

–El carro de Bóreas (*), nos marca el norte.

–Nosotros los humanos la llamamos estrella Polar y forma parte de la Osa Menor. – Le señala otra.– ¿Cómo llamáis a esa?

–El cazador.

–Para nosotros es Orión. Conoces bien las estrellas.– La sirena le levantó una de sus elegantes cejas.– No estoy insinuando nada malo, es solo que me asombra.

–Bueno, en el fondo las sirenas también navegamos. Solo que en vez de hacerlo aquí abajo.– Le señala el mar.– Lo hacemos allí arriba.

Se quedan un rato callados mientras miran el firmamento.

–Me gusta mirar las estrellas. Siempre subía arriba del todo de los acantilados y, tumbado en el césped, observaba las constelaciones.

–Pensaba que ibas a decir que volabas de noche.

–Esa es un de mis actividades favoritas. Y encima el color de mis plumas me servía de camuflaje, nadie en la colonia había descubierto que hacía algo así.

–¿Y aquí lo has hecho, mientras navegas con nosotros?

Negó con suavidad.

–¿Pues entonces a que esperas? Te estoy diciendo que adelante. –Le vio mirar hacía donde se accedía a las cubiertas inferiores y por lo tanto, los camarotes y bodega.– Nadie saldrá. Te puedo asegurar de que están profundamente dormidos, como cada noche. Y, me quedaré haciendo guardia… Así que no tardes mucho, tampoco.

–Me dijiste que no me tenían que descubrir. Realmente quiero encontrarme con mi hermano y por eso no quiero problemas, cumplo con mi palabra.– Curvó el lado derecho de la comisura de sus labios. Se estaba guardando mucho de cometer errores, iba a cumplir todas las reglas que le pidió Tobirama.

Miró a Izuna, sabía que le debía costar el no haber salido a volar. Miró hacía la zona cubierta, donde estaban los camarotes y sus hombres descansaban, conocía a sus hombres al dedillo así que cuando le ha dicho que no saldrían a cubierta porque dormían en profundidad, es porque así era. La sirena dudó un poco más.

–Ahora solo estamos tu y yo, Izuna. Si necesitas salir a estirar las alas me ocuparé de hacer guardia para que ninguno de mis hombres salga a cubierta.

–¿De verdad? ¿Puedo hacerlo? –Le miró con ojos brillantes, en su rostro formándose una sonrisa.

–No me voy a quedar toda la noche esperando a que te decidas, sirena. Esta oferta mía tiene caducidad. –Y se cruzó de brazos mientras se recargaba en la barandilla y le miraba expectante. –Voy a contar hasta cinco y sino levantas vuelo antes de que termine, se acabó mi buena voluntad.

–Serás…– Le gruñó.

Pero al oír como empezaba a contar desde cinco hacía abajo, se quitó la camisola que usaba como humano, pues no deseaba rasgarla cuando sus alas se aparecieran. Dejó la camisa apoyada en la escalera y sus alas emergieron; Grandes, fuertes, llenas de bellas plumas negras.

Tobirama las observó, ya no le causaban desagrado. Y aunque ahora las veía negras, de un negro muy profundo y capaz de tragarse la poca luz que había, en realidad tenía muy presente que si les diera la luz del sol tornasolarían en un bonito azul. Tampoco le molestaba ver la forma real de Izuna, pues en sus pies aparecieron esas temibles y potentes garras que sabía que eran capaces de despedazar un humano como si éste fuera de mantequilla.

Izuna miró al Senju, que le observaba a su vez, y no vio asco ni odio en esa mirada roja. Tobirama le miraba con curiosidad. Le sonrió entusiasmado, antes de dar un par de pasos hacía atrás y prepararse para elevar vuelo. Lo estaba deseando desde hacía tanto tiempo; volver a sentir la libertad, el viento entre sus plumas, la inmensidad del cielo y la paz.

–No tardes mucho, que también quiero irme a descansar.– Oyó que le advertía antes de que saltara para perderse en el cielo nocturno.

–Descuida.– Susurró en el silencio nocturno mientras se elevaba más y más, dejando atrás el Telemeo. Esa noche, después de muchas semanas haciéndose pasar por un joven humano, Izuna despliega sus alas y desaparece en la oscuridad de la noche.

Tobirama no siente repulsión al ver su forma de sirena, sino que se maravilla de su facilidad para elevarse y desaparecer en el manto nocturno en breves instantes. Se había elevado con una rapidez asombrosa. Ya temía que la emoción pudiera con el joven y que le haría esperar mucho tiempo… Suspiró para si. Si eso ocurría no podría culparle, a Izuna le agradaba mucho volar y en cambio había estado meses sin poder hacer esa placentera actividad que antes hacía a diario.

Tan ensimismado estaba en sus pensamientos, en el rumbo a seguir para poder llegar a Konoha y a la vez encontrar una isla donde pudieran "desfogarse", pues realmente lo necesitaban tras tantos meses en alta mar y todo lo que habían vivido; que cuando percibió el aleteo que cortaba el aire de forma suave y silenciosa, pero a la vez mostrando un poderío sin igual, Izuna ya estaba a su lado. El tiempo le había pasado volando, aunque pensar así tenía su gracia teniendo en cuenta de que Izuna si había estado realmente volando.

–Vaya, creía que me tendrías toda la noche haciendo guardia.

–Me has pedido que no tardara, Tobirama.

Le miró con asombro, realmente había obedecido su petición.

–Muy considerado, Izuna.– Realmente necesitaba dormir, tras un arduo día. Habían peleado ya con una tormenta, que por unas horas les había dado un descanso donde habían aprovechado para entrenar con la sirena, pero en breve volvería a empezar.

–No sabes cuanto ha significado para mi.– Mientras le entrega algo al humano.– Siento que no haya podido ser algo de mayor tamaño.

La oscuridad de la noche esconde las mejillas arreboladas de la joven sirena mientras entrega su presente.

Izuna había estirado su brazo mostrando que llevaba algo que cargaba, sin mirarle al rostro. Alargó su mano y agarró lo que sea que fuera, dándose cuenta de que era un conejo muerto que aun conservaba la calidez. ¡Izuna había cazado un conejo! Llevaban tanto tiempo comiendo solo pescado que se le hizo la boca agua.

–Gracias.– Musitó asombrado mientras miraba al pequeño animal muerto.

–Es lo único que he podido capturar con este tiempo.– Se sentía algo azorado y era incapaz de mirar al albino a la cara. Tobirama le había aceptado la presa que capturó para él. Sus mejillas se espolvorearon de rosa un poco más, mientras su corazón latía con fuerza y no era por el veloz vuelo que había protagonizado hace apenas unos minutos. Se sentía feliz y muy satisfecho de que el albino hubiera aceptado su comida. Se puso la camisola de nuevo para poder disimular todo eso.

–Está perfecto. Tengo ganas de comérmelo ya mismo.– La verdad es que imaginarse el sabor de la carne en su boca le abrió el apetito, de nuevo, y también entrenar le había hecho entrar hambre.– ¿Quieres compartirlo conmigo?

No es que el conejo fuera muy grande, pero si que daba para que dos pudieran comerlo, sobretodo si ya habían cenado un poco horas antes. Y viendo que la sirena estaba de acuerdo a esa idea, con el asentimiento que le dedicó, limpió el conejo deshaciéndose de lo no útil en el mar y luego ambos se encaminaron hacía las cocinas del Telemeo. Esa noche después de muchos meses comiendo solo productos que les proveía el mar, pudieron comer carne. Que satisfacción sintieron.

Y eso le dio una idea al bravo y astuto capitán, pues estaba seguro de que todos sus hombres estarían igual de deseosos de dejar a sus estómagos descansar de tanto pescado y agradecerían el comer algo de carne, o frutas o semillas, pero para eso tendría que encontrar una isla adecuada, y aunque en esa zona no había muchas islas habitadas por humanos, si que había bastantes posibilidades de conseguir comida en ellas. Así que a la mañana siguiente se puso a buscar en sus mapas de navegación, mapas que él mismo había creado mientras navegaban hacía la isla de las sirenas, donde se encontraron ese chasco y decidieron volver sobre sus pasos y así regresar a Konoha. Pero aunque había dibujado las rutas y sus islas, no conocía como estarían o serían dichas islas… Y si iban de cabeza a una trampa o a encontrarse a alguna criatura demasiado temible. Así que tendría que recurrir a Izuna, sabiendo que la sirena había recorrido muchos de esos lugares.

–¿Necesita algo capitán?– Entró Koichi en su camarote luego de traerle más tinta, tal como le había pedido.

–Dile a Izuna que venga y déjanos solos.– Agradeciendo porque sus encargos fueran cumplidos por su hombre.

–Uuu.– Koichi le miró con picardía y una sonrisa torcida y traviesa. Aunque viendo la cara de su capitán la borró enseguida.–Ahora mismo voy, señor.

Tobirama solo desvió los ojos y negó, cuando Koichi hubo salido de sus dependencias. Él pensando en conseguir comida para todos y su marinero pensando que buscaba diversión, pero prefería que creyeran tal cosa… Así de paso no llegarían a intentar nada con Izuna al ver que él si estaba interesado, o esperaba que el respeto que le tenían, fuera superior al deseo por el bello azabache.

En pocos minutos después la sirena entra por la puerta sin llamar, no le dice nada sobre eso, sabe que hay costumbres y normas de etiqueta que se le escapan aun, además de que él lo ha hecho llamar.

–Gracias a tu conejo de ayer me he dado cuenta de lo cansado de comer pescado durante tanto tiempo.– Le suelta con cierto toque de humor.

–Vaya, así que es mi culpa.– No se ofende por el tono de cierto reproche del albino, sabe que no se lo dice en serio.

–Exacto, sirena. Así que ahora necesito información para saber si alguna de estas islas que vamos a alcanzar, es una buena opción para conseguir carne, fruta o cualquier cosa que no sean peces.– Le señala un mapa del sector por el que se encuentran.

Izuna mira los dibujos y le cuesta unos largos minutos poder orientarse, pues como sirena nunca a usado esa forma de plasmar la orografía de su entorno. Al final termina comprendiendo cada símbolo y dibujo usado por los humanos.

–He explorado estos confines.– Si en una de sus salidas como explorador llegó hasta esa zona. Le señala unas islas del mapa.– Por estas islas de aquí hay buena caza. En esta en especifico hay grandes presas. Aunque la forma con que está plasmada ésta isla no termina de ser correcta y aquí faltan un par más de ellas.

Izuna le señala partes del mapa que están en blanco y le explica las diferentes islas que hay. Lugares con gran abundancia de animales que podrían llenar sus despensas y de agua cristalina y potable, ideal para abastecer sus depósitos.

–De este mar y sus islas no poseíamos cartografía, o sea mapas. – Le aclara al ver su desconcierto.– Los he ido haciendo mientras íbamos avanzando y se que hay muchas zonas que me he perdido.

Le pasa una pluma y le anima a que plasme lo que conoce en ese papel para ir recomponiendo un mejor mapa.

–Todas estas islas están libres de humanos, si te ayudo con el mapa… Más de los vuestros vendrán aquí.– Izuna duda y le mira sin querer hacerlo realmente. Eso pondría en peligro muchas vidas inocentes.

Deja la pluma en su sitio y niega suavemente, con una disculpa en su rostro. Que no quisiera volver con los suyos y hubiera renunciado a seguir en la colonia, no significaba que deseara que los suyos y otros clanes u otras criaturas estuvieran a merced de los humanos. Tobirama y los hombres de ese barco le caían bien, pero reconocía que el ser humano era ambicioso y mataba o destruía todo lo que fuera distinto a ellos mismos, incluso entre ellos mismos se asesinaban ante la mínima tensión.

–Lo siento, Tobirama. Pero creo que no es una buena idea que más de los vuestros conozcan estos lares. Pondría en peligro muchas vidas… Sirenas y otras criaturas que aquí viven más o menos en paz y tranquilas, otros seres vivos y si, también estoy protegiendo a los vuestros para que no vengan aquí a luchar con los nuestros y ambos bandos mueran.– Suspira mientras observa lo que ya tenía plasmado el mapa.– Creo que lo mejor sería que eso no existiera. Espero que me puedas comprender…

Por unos segundos el ceño de Tobirama se frunce contrariado, aunque luego respira lentamente y se calma. Si que comprende a Izuna y su afán por proteger a los suyos y a otros seres de la especie humana. Reconoce que el hombre es una criatura muy destructiva y que causa estragos por allí donde va. Agarra el mapa que ha ido dibujando de esos mares y los quema con la vela de su mesa.

–Tienes razón. Mejor que ésta información no salga de nuestras mentes.– Después de todo ese mapa lo ha creado él y, no es por darse aires, pero tiene una magnifica memoria, con lo cual recuerda cada lugar visto en sus viajes o cada ruta tomada. Además, Izuna le puede ayudar a hacerse un mejor mapa en su cabeza de todos esos sitios y esas islas.– Confío en ti para que nos guíes a la mejor opción. Y si crees que debemos desviarnos para hacer alguna parada en una isla que sea necesario, dímelo y así se hará.

Miró al alto capitán humano sin creerse esas palabras que para él significaban muchísimo. Tobirama Senju estaba confiando ciegamente en él, eso le emocionaba y le afirmaba que no estaba desencaminado en lo que había decidido hace poco respecto a ese humano.

–¿Estás seguro? ¿Confiarías tanto en mi?– Mientras trababa sus perlas negras en la mirada de sangre del albino.

Tobirama le miró a su vez y como siempre se maravilló de esa oscura mirada tan transparente y rebosante de nobleza, de ese atractivo rostro simétrico y lleno de esa fragilidad tan hermosa. Cuando le observaba de esa forma e Izuna le devolvía la mirada, no sentía si realmente estaba respirando o si estaban con alguien más en ese lugar, que se tenía que recordar que era su camarote dentro del Telemeo. Y es que la sirena le transportaba a un ingrávido mundo lleno de increíble belleza, donde solo estaban ellos y sus voces, sus aromas, su presencia. ¿Era eso el paraíso? Pues así lo sentía en su interior, sentía que estaba donde debía estar y con quien tenía que estar. Sonaba ridículo, pero con la presencia de Izuna cerca suyo el mundo era un lugar mejor, lleno de luz, colores y dicha.

–Canta para mí, Izuna. Solo para mí…– Se encontró diciendo aun en esa burbuja que sentía cuando sus miradas quedaban embrujadas una con la otra.

Izuna sonrió lentamente, la sonrisa más perfecta que había visto nunca.

–¿Estás bien, Tobirama?– Sin dejar de sonreírle, pero con un ligero toque de preocupación en su negro mirar.

Parpadeó y sacudió un poco su cabeza, recordando que estaban en su camarote del Telemeo y que había caído en esa magia que le absorbía estando con el otro. Carraspeo.

–Eh… Si, no me hagas caso. – No podía culpar a Izuna, pues la pobre sirena tampoco tenía la culpa de poseer esa presencia hechizante y atrayente. La última vez que le culpó de hacerle magia, Izuna no sabía ni de que le hablaba.– Dime que rumbo tengo que tomar para llegar esta noche a la isla donde podamos cazar.

El Senju parecía estar bien, aunque esas palabras le habían emocionado tanto. Tobirama quería que le cantara… Su corazón bombeo como loco dentro de su tórax.

–La mejor queda rumbo noroeste y así casi no nos desviamos del rumbo que teníamos. Aunque que yo sepa los humanos no veis bien de noche.

–¿Pero querrás disfrutar de un vuelo nocturno mientras que el resto está ocupado cazando, verdad?

Izuna enrojeció satisfecho de saber que el albino pensaba en que él también pudiera disfrutar y sonrió mientras bajaba un poco la cabeza.

–Gracias.– Musitó.

Tobirama tuvo que apartar la mirada ante esa imagen tan dulce y que le provocaba emociones muy fuertes; deseos de abrazar a Izuna y besarle de forma suave, para luego musitarle palabras de amor en el oído.

–Esta bien, entonces… Yo… – Tenía que salir de allí antes de cometer algo indebido.– Voy a poner el nuevo rumbo y a informar a los hombres.

Era la primera vez que veía a un hombre como Tobirama Senju ponerse de esa forma, aunque claro, Tobirama era el primero que conocía con esa presencia. Esa nueva faceta del albino le resultó enternecedora, así que se acercó antes de que pudiera huir y le abrazó.

–Lo haría encantado, si así lo quieres.– Y levantando una mano le acarició una mejilla antes de apartarse del todo, dejando al albino confuso y si, con las mejillas algo arreboladas. Si, todo eso le daba ánimos a seguir con lo que había decidido y lo que empezó, pues eso debía ser lo que le explicaba su hermano en esas noches donde compartían nido y Madara le explicaba cuentos, leyendas e historias sobre sus padres y cuanto se amaron.

"–Se amaron tanto, pero tanto Izuna, que primero me tuvieron a mi y más adelante a ti. Somos el fruto de su amor.– La voz de su hermano bien vivida en su cabeza."

–¿Qué harías encantado?– Mientras tragaba saliva y recorría con su mirada el cuerpo de Izuna, que ya había alcanzado la puerta, de arriba abajo. ¿No podía estar hablando de…?

–Cantar para ti, Tobirama.– Le miró por encima de su hombro y le sonrió con calidez.– Cantaría para ti si eso es lo que quieres.

Vale, esa respuesta tampoco le desagradaba y estaría encantado de que la sirena cantara para él, pues esas voces eran tan bellas y su canto tan melódico; Y estaba seguro de que la canción de Izuna aun le gustaría y provocaría muchas más emociones y sentimientos que las que oyeron cuando les pararon esa emboscada. Pero había un problema, no deseaba que nadie más escuchara a Izuna cantar… No entendía porque se sentía de esa forma o pensaba eso. Solo sabía que ese sonido tenía que ser solo para él, sólo quería escucharlo él. Tenía la impresión de, que una sirena cantara para uno solo, era algo muy intimo. Quizás esa idea era por haber visto el rostro de Izuna cuando le había pedido que le cantara o, quizás era una maldita ilusión que se estaba haciendo y realmente no significaba nada. Por ahora dejaría eso de lado y se centraría en gobernar el Telemeo hacía la isla decidida.

Como había previsto, para el crepúsculo están atracados en la bahía de esa isla. Sus hombres se lo miran sin comprender, luego analizan la isla y su falta de rasgos civilizados, pues está claro que allí el hombre no ha llegado a habitar, ni creen que vaya a hacerlo algún día, y vuelven a mirar a su capitán en busca de respuestas.

–Estoy harto de comer pescado y estoy seguro de que vosotros también, está isla es perfecta para encontrar y cazar animales y así poder variar nuestro limitado menú durante un tiempo. También buscaremos frutos y, todo lo que pueda ser comestible y podamos guardar para irlo consumiendo.– Mientras desde lo alto del puesto de mando observa a sus marineros.

Los murmullos de aprobación ante poder cambiar el menú durante unos días son gratamente aceptados y corroborada su idea.

–Entonces, ¿Mañana saldremos de cacería capitán?– Preguntó Ryotaru.

–Ahora mismo saldremos, señor Ryotaru.

–Pero señor Tobirama… Es de noche.– Era claro el problema con eso.– No veremos nada.

–Los animales de esta isla no creo que estén acostumbrados a ver personas, no creo que tengamos problemas en cazar algo. Además, hoy hay luna llena.– Viendo los ánimos de sus hombres y como miraban hacia la isla, les miró con seriedad.– ¿Acaso en vez de valientes marineros tengo gallinas ahora? Saldremos en parejas o de tres en tres. Si hay suerte y conseguimos comida, podremos levar anclas por la mañana y proseguir nuestro viaje sin falta. Sino, probaremos suerte al amanecer, de nuevo. Tampoco quiero que nos entretengamos demasiado en este lugar.

Esta vez sus hombres afirmaron, después de todo eran valientes y tenían ganas de demostrar que eran capaces de conseguir comida incluso en malas condiciones.

Como supuso más de uno se ofreció a hacer pareja con Izuna cuando se enteraron de que el azabache también bajaba a tierra en esa expedición para conseguir comida.

–Podemos ir juntos, Izuna, así te cuidaré.

–No, irá conmigo, así verá lo gran cazador que soy.

–Lo que verá es que eres un patán, Genmaru.– Los demás rieron.

–Puedes acompañarme a mi, así seguro me darás suerte.

Izuna puso una sonrisa forzada, así que de esa forma le veían… Alguien incapaz de hacer nada y que necesitaba la protección de un fuerte hombre. Suspiró para si, tenían suerte de que les apreciara y de que necesitara seguir con esa farsa para no crear problemas.

–Izuna es un hábil explorador y cazador, muy avezado en el uso de la espada y del arco. No necesita la protección de nadie, creedme.– Intervino Tobirama.– Estoy seguro de que conseguirá cazar mucho más que vosotros… Juntos.

–Nuestro pequeño Izuna no necesita la ayuda de vosotros, colla de patanes. Más bien sois vosotros los que necesitaríais su protección. –Añadió Tsunadeon a las palabras de su primo.

Todos sabían que su capitán no mentia y encima esas palabras eran corroboradas por Tsunadeon, así que desviaron su mirada hacía el delgado y atractivo joven azabache, todos mirándole de una forma diferente a como le veían antes, ahora además había admiración en sus ojos.

–No solo es el más bello, sino que además es un gran guerrero.

–Izuna, eres una bella caja de sorpresas…

–Me gustaría que algún día pudiéramos entrenar juntos, si quisieras darme ese placer.

–Yo también quiero entrenar con él. Belleza, además de ingenio y destreza… En definitiva perfecto.

–¡Callaos, ya!– Gruñó Tobirama sintiéndose más molesto que nunca.– Y vamos a bajar a por nuestra comida. E Izuna irá conmigo.

–No es justo…– Pero cerró la boca ante la mirada fría de su capitán, que prometía terribles y dolorosos castigos sino cerraban la boca.

Tobirama bajó del barco junto a sus hombres e Izuna para dirigirse hacía la isla en uno de los botes del Telemeo.

–Buena caza.– Les deseo Tsunadeon que se quedó en el navío para "vigilar", aunque seguramente no había tenido ganas de estarse pateando la isla durante toda la noche para intentar cazar, algo que no terminaba de ser una de sus virtudes.

Ya en la playa, amarraron el pequeño bote por si la marea subía que no se encontraran en tierra y se separaron en grupos de dos o tres.

–Con Izuna iremos a la zona más alta de la isla.– Señaló las montañas. –Cuando terminéis o al amanecer, nos vemos en este mismo lugar.

Y así dio por iniciada la cacería nocturna. Todos se separaron en diferentes puntos cardinales.

Empezaron la ascensión a las zonas elevadas, las leves montañas de esa isla.

–Al otro lado de esas cimas hay buenas presas.– Le dijo la sirena.

–Es el lugar perfecto, podremos cazar y podrás volar sin que te descubran.

Y él podrá volver a contemplar el rostro feliz y entusiasmado de Izuna, además de que tendría más tiempo para poder volar. Y ahí tenía la sonrisa que estaba deseando ver y que había sido causada por sus palabras.

Y al llegar al lugar, ocultos por esas montañas de esa isla, es que Izuna se quita la parte superior de su ropa para poder liberar sus grandes alas. Esta vez le observa con descaro, ese pecho blanquecino y con una bella capa de músculos esbeltos, finos y a la vez fuertes, perfectamente colocados en su sitio. Luego sus ojos recaen en las grandes alas y sin contener su curiosidad estira su mano y las toca. Las plumas son suaves, perfectamente cuidadas y sin ningún desperfecto. Las acaricia sintiendo como se mueven ante la leve presión de su mano, se detiene al escuchar un suave sonido por parte de Izuna el cual definiría como un jadeo contenido. Le ve sonrojado y con la mirada brillante, él mismo nota su rostro caliente ya sea por culpa del sensual sonido, como por el agradable tacto bajo sus yemas, como por la belleza captada por sus ojos.

–Yo…

–Perdón.– Le corta el azabache abochornado. Tobirama le ha tocado y le ha gustado tanto sentirle.– No me esperaba eso y se ha sentido bien.

Quiere decirle que le ha gustado tocarle, sincerarse como ha hecho la sirena, pero en cambio se aclara la garganta y aparta su mano. Izuna se ha disculpado por haber reaccionado, y en cambio él no puede sincerarse con el hecho de que no haya podido contenerse. Se siente idiota.

–Será mejor que nos pongamos a cazar, no quiero perder ante mis hombres y llegar sin nada.– Sonríe un poco, no piensa dejar que esa colla de haraganes gane, piensa con diversión.

–Y menos después de tus palabras finales, porque entonces vamos a quedar los dos como el hazmerreir ante ellos. A ti te creerán mentiroso sobre mis capacidades y conmigo seguirán creyendo que solo sirvo para hacer bonito.– Comenta jocoso y dejando de lado lo pasado apenas unos segundos antes. Odia perder, les va el orgullo en demostrar de lo que es capaz y que lo dicho por los Senju era verídico.

–Entonces vamos a machacarles, sirena.– Le pasa un arco y unas flechas.

En las siguientes horas se dedican a rastrear a sus presas y darles caza, Izuna usa sus capacidades y sus sentidos más desarrollados para hallar la comida. Y vaya si hacen buen equipo… Consiguen cazar un jabalí, un par de pavos salvajes de muy buen tamaño y una cabra montesa. Deciden que con eso es más que suficiente, tampoco van a ponerse a matar por matar, solo lo necesario para poder comer durante unas semanas una vez hagan el tratamiento adecuado a la carne para conservarla. Luego por el camino de bajada han visto alguna palmera de cocos y un platanero, se encargaran de agarrar alguna de esas frutas a la vuelta; por ahora pueden relajarse y disfrutar de esa paz y tranquilidad. Así que Tobirama se sienta en el borde de un risco mientras Izuna se dedica a volar y a disfrutar haciendo acrobacias aéreas. El Senju le observa todo lo que le permiten los elementos, pues es de noche y las alas de Izuna son negras, y aunque haya luna llena, la velocidad del vuelo de la sirena no le permite diferenciarle claramente en el cielo. En momentos como estos odia sus limitaciones como humano, le gustaría ser capaz de tener los sentidos igual de desarrollados que el azabache y así podría verle, todo y la oscuridad y la velocidad de las acrobacias.

Izuna con su visión puede contemplar como el humano no le pierde de vista o al menos parece intentar seguir todas sus maniobras de vuelo. Le gustaría poder mostrarle lo bueno que es volar, la vitalidad que se siente, el aire en el rostro, la libertad, lo vivo que te sientes… Aunque podría hacerlo, si Tobirama confiara en él. Desciende delante del hombre albino y le mira con una ligera sonrisita traviesa.

–¿Ya has tenido suficiente?– No le importa esperar más rato, van muy bien de tiempo y la sirena aun podría disfrutar de sus alas unos minutos más.

–¿Me has dicho que confías en mi, verdad?– El asentimiento del albino le hace aumentar la sonrisa.– Pues espero que sea cierto, Tobirama Senju.

Unos segundos es lo que tiene el capitán para pensar en porque Izuna le suelta esas palabras, antes de que la sirena lo agarre y tirando fuerte de él lo levante.

"Que fuerte que es". Se maravilla durante un milisegundo antes de abrir los ojos por el asombro y se agarre fuerte a los brazos que Izuna tiene rodeándole el torso. "¡LO MATARÉ!"

Grita en su mente, porque si abre la boca para expresarlo, teme que un grito se le escape, y él es demasiado Tobirama como para gritar, aunque sea justificado.

Izuna nota muy tenso al Senju, siente su nerviosismo, su rigidez.

–Tranquilo Tobirama. Has dicho que confiabas en mi, déjame mostrarte porque me gusta tanto esto.– Le ve mirarle de refilón y como parece aceptarlo.– No te va a pasar nada, yo no te soltaré.

Y nota como el albino intenta regular su respiración y como está mucho menos tenso contra su cuerpo. Fuerza sus alas para elevarse cada vez algo más, aunque tampoco mucho pues no sabe como la altitud podría afectar a un humano. Quiere que disfrute de la experiencia, no que sufra o causarle mal. Se eleva, sus poderosas alas acusan el esfuerzo y el peso, pero las sigue forzando hasta que encuentra una buena corriente de aire caliente y con suavidad planea por ella.

–Mira Tobirama, siente el viento en el rostro, siente la libertad y la adrenalina recorrerte el cuerpo. La paz que encuentras aquí arriba… Es una lástima que no pueda mostrártelo a la luz del día, es todo tan bonito que estoy seguro de que nunca has visto nada igual.– Le dice contra el oído mientras le abraza en su contra para que vea que no piensa soltarle y por lo tanto no hay nada que temer.

Y Tobirama mira, aunque solo ve oscuridad si baja su mirada hacía la tierra, pero si levanta la vista, millones de estrellas parecen flotar a su alrededor y de vez en cuando observa jirones de nube a su alcance, estira su mano y las siente, son húmedas y le dejan cientos de micro gotitas en la mano. Sonríe porque eso es maravilloso y le está gustando. Puede entender porque a Izuna le gusta tanto volar, el aire revolotea a su alrededor, mitad caliente, mitad frío, y siente un jubilo nunca sentido y hay tanta tranquilidad en ese momento junto al azabache.

–Te envidio Izuna, es realmente algo indescriptible y me gustaría poder verlo algún día con luz.

–Oh, Tobirama te encantaría, te lo juro. Todo parece tener colores más brillantes y nítidos, pero por ahora nos tendremos que conformar con estos pequeños momentos de vuelo.

Sentir que la sirena hablaba en plural y deseaba incluirle en eso que tanto disfrutaba, aceleraba su corazón con una fuerte emoción, él también quería incluir en la sirena en todo, él también quería poder hablar en plural cuando se tratara de Izuna y él, él e Izuna.

Compartieron algunos minutos más de vuelo, planeando con suavidad por el estrellado manto oscuro y lentamente el azabache inició el descenso. Sus alas batieron con mucha fuerza para conseguir dejar con suavidad al Senju en el suelo y luego posarse él, eso casi le había costado el mismo esfuerzo que elevarse con el peso del humano.

Observó a Izuna al rostro, aunque feliz y sonriente, estaba con la respiración algo acelerada, sabía que era del esfuerzo que había hecho para que pudieran descender con suavidad. Le acarició el cuello con preocupación.

–No te preocupes, es que hacía mucho que no podía volar y estoy algo desentrenado.– Y que Tobirama era un hombre alto y fuerte, con lo cual pesaba lo suyo.

–No estoy preocupado, se que eres capaz de esto y más.– Le susurró, antes de seguir con esa caricia hasta que sus dedos rozaron la nuca de la sirena, palpando la piel de esa zona con lentas caricias.– Izuna…

Tobirama susurró con una voz algo más profunda que normalmente pero a la vez era un tono suave, algo muy intimo que le causaba un fuerte cosquilleo en su estómago. Y mientras tiraba de él para acercarlo, el mismo Senju agachaba su rostro. Su brazo libre rodeó a Izuna por las caderas y lo acercó aun más a su cuerpo.

Izuna sintió el aroma varonil que desprendía el albino antes de que el cálido vaho de su respiración golpeara la piel de su rostro. Sus bocas se rozaron y sacó un poco su lengua para humedecer sus labios que se le habían quedado algo secos tras el vuelo, tocando un poco los de Tobirama en el proceso. Aguantó la respiración medio segundo, nervioso. El Senju también tenía la respiración algo más acelerada que normalmente, Tobirama también estaba en su misma situación y eso le calmó lo suficiente como para acordarse de que tenía que volver a respirar. Cerró sus ojos, sintiendo que eso era lo adecuado en esos momentos. Quería ser besado por el hombre, deseaba ser besado por Senju Tobirama.

Izuna estaba nervioso, pero no se estaba apartando, incluso sintió su suave lengua, cuando se había humedecido los labios. Quería besarle y lo haría y más al ver que no había rechazo, la sirena se entregaba a esa acción. Y por fin su boca tocó la del azabache y se sintió tan correcto, tan bien, tan perfecto para terminar una noche tan magnifica.

Se besaron, se besaron en esa agradable oscuridad donde solo estaban ellos y las estrellas de testigos. El primer beso de Izuna. El beso más significativo, real y especial que había dado Tobirama.

CONTINUARÁ...

(*)Bóreas: Personificación del viento del norte.