MI BELLO… ¿SIRENA? Parte 8
El cuerpo bajo suyo era pequeño y delgado, pero con unos músculos potentes y fibrosos, muy fuertes. Y esa espalda, esa espalda era la más erótica que había contemplado, venerado y besado nunca. Poder observarla mientras acariciaba esos laterales donde se apreciaban las costillas de Izuna era una bendición que le calentaba más y más. Dejó caer su cuerpo con suavidad encima de la sirena y, mientras su boca reverenciaba la cálida y perfecta piel bajo sus labios, su miembro duro y necesitado cae sobre esos montículos perfectos entre los que deseaba enterrarse. Sintió el estremecimiento de Izuna y el suave murmullo que salió de entre sus labios.
–¿Estás bien? ¿Voy demasiado rápido?–Susurró, realmente preocupado, por el de debajo suyo.
Sabía que el azabache era virgen y no deseaba asustarle con su impetuosidad nacida por ese deseo y esos sentimientos tan intempestivos hacía el joven. Deseaba a Izuna, le gustaba Izuna, sentía algo muy poderoso por Izuna. Algo que nunca antes había sentido por nadie. ¿Eso era que le amaba? Estaba seguro que si y contrario a lo que pensaba, no se sintió molesto ni irritado por sentir esas fuertes emociones y tener esos sentimientos por la sirena.
Izuna le negó y le miró ladeando la cabeza, mientras una suave sonrisa se formaba en sus labios. Sintió un leve temblor bajo suyo.
–Sigue, estoy bien.
–¿Estás seguro?– Ya estaba dispuesto a salir de encima suyo. Que Izuna se sintiera bien era su prioridad.
–Lo estoy. Quiero esto, aunque si que estoy muy nervioso.– Su sonrisa trémula se mantenía, aunque el leve temblor que notaba venir de sus músculos seguía allí.– Por favor, Tobirama.
La suavidad de Izuna al rogarle de esa forma le hizo volver a agachar la cabeza y besarle en la comisura de los labios, mientras sus brazos le rodeaban. Había estado a punto de querer detenerse, aunque le encantaba y le encendía tener a Izuna contra la cama, pero la sirena estaba nerviosa y no quería asustarle… Pero ese ruego, esas dulces palabras. Izuna lo deseaba tanto como él, deseaba hacer el amor con él por muy asustado que se sintiera.
–Voy a ir despacio, voy a darte mucho placer así que no estés asustado Izu.
Le besó en el cuello, debajo del oído derecho y luego continuó besando, mientras sus manos pasaban entre el cuerpo de la sirena y el colchón, una tarea ardua sino fuera porque el azabache se estremecía ante su toque y su cuerpo se curvaba ante cada estimulo que le causaban sus yemas.
"Que piel más suave… Es tan perfecto"
Y llegó hasta el aprisionado miembro del joven y al rozarlo con sus nudillos Izuna gimió con una sensualidad que le puso aun más duro. Movió su cadera, enterrado su pene entre esas nalgas y empezando a buscar un poco de su propia liberación, se movió. Su boca lamiendo y besando la nuca, trapecio y hombros de la sirena.
–Quiero entrar Izuna… ¿Puedo?– Rogó con la voz ronca por la excitación y la necesidad.
Y sintió el miembro de Izuna saltar y temblar entre sus manos que lo masajeaban.
–S-s… Si, Tobirama.
–Llámame Tobi. Tu si puedes hacerlo.– Le gustaba como Izuna pronunciaba el cariñoso mote, dicho por el joven sonaba tan bien.– De tus labios me gusta como suena.
–Tobi…– Susurró Izuna para probar.
Cerró los ojos y disfrutó de ese diminutivo, que siempre había odiado, siendo pronunciado por la profunda y sensual voz vibrante de la sirena.
–Otra vez, Izuna.
–Tobi…– Esta vez el susurró vino acompañado de un ronco gemido al haber movido su cadera y apretado con su pene el perineo del azabache.
Oh, si… Así le gustaba más su nombre, dicho de esa erótica forma. Y volvió a mover su cadera para volver a tocar la misma zona, causando que Izuna se estremeciera, apretara las sábanas en puños y volviera a gemir. Lo hizo unas cuantas veces más, maravillándose del erotismo que poseía el inocente azabache. Esos gemidos y suspiros eran música para sus oídos, la voz de la sirena era tan bella y cargada de sensualidad.
Quería más e Izuna también deseaba sentir más, sin soltar a la sirena de entre sus fuertes brazos, alineó la cadera y su miembro hacia esa entrada que le acogería, dándole placer y a la vez recibiendo placer y poco a poco apretó. Una cierta resistencia a ensancharse lo suficiente ante su grosor fue lo que halló.
–Ssht, relájate Izu, respira conmigo. Déjame entrar en ti.– Susurró contra la piel del cuello, mientras que zalamero iba besando para hacerle olvidar al azabache la molesta intromisión.
Izuna no había requerido lubricar la zona, asombrado se quedó cuando al iniciar ese encuentro y tocar entre los glúteos del azabache había notado que allí había humedad propia. Eso le había dejado, durante unos segundos, quieto, e incluso se había apartado para observar esa extraña cualidad del joven. Aunque bueno, Izuna era una sirena y como tal era "diferente" a los jóvenes amantes humanos que había tenido hasta el momento.
Y ahora ahí estaba intentando entrar en ese acogedor y muy lubricado lugar, notaba la humedad saliendo de la rosada entrada virgen de la sirena. Izuna estaba excitado y saber eso le llenaba de orgullo. Él le resultaba excitante a ese dulce, fuerte e increíble joven, Izuna también gustaba de él. Su pecho se llenó de una potente calidez al saberse deseado, querido… ¿Puede que también amado? Esperaba que Izuna sintiera lo mismo que él sentía por la sirena.
"Me está permitiendo hacer el amor con él… ¿Eso debe significar algo, no?"
Ser el primero para Izuna, era una sensación que le hacía vibrar… Y esperaba ser el último.
A medida que iba besando y masturbando al joven, este iba relajándose de nuevo y eso le hizo sonreír satisfecho.
–Así es… Muy bien.– Empujó su cadera algo más y entró, sin más barreras, sin más dificultades. Aunque si que Izuna apretó con fuerza sus ojos y sus dedos se cerraron como puños.– Lo se, lo se… Duele al principio. Pero te juro que se pasará y luego solo podrás gemir de placer.
Y tras unos minutos que fueron agónicos para él, Izuna se relajó lo suficiente como para poder empezar un ligero vaivén. Y tal como le había prometido los jadeos y gemidos fueron imposibles de reprimir.
Sus cuerpos sudados, íntimamente en contacto, ningún resquicio los separaba, el sudor creaba una succión que facilitaba el suave movimiento. La humedad del lubricante creaba un erótico sonido ante cada una de sus embestidas, llegando a desbordarse por entre los glúteos de la sirena y mojando los pesados testículos del albino. Ambos gimiendo ante cada gozoso toque, presión y estimulación que recibían en sus intimidades. El culo de Izuna era el mejor que se había follado hasta ahora, era mojado y muy lubricado, muy apretado, una perfecta presión en su dura polla… Aunque no se lo estaba follando, estaba amándole.
–Izu… Izu… Oh por todos los dioses… Izuuuu.– Como se la estrujaba… Era increíble. Sentía tanto placer que tenía que controlarse para no correrse.
–To… Tobi… No pares… No pares… Esto… Esto es in-increíble.
–No… No pienso… Detenerme.– Jadeo ronco. Ni loco pensaba detenerse. Izuna llegaría a un orgasmo como que se llamaba Tobirama Senju. Y se lo causaría él. Y esperaba que tras ese disfrute le permitiera seguir causándole esas sensaciones durante toda la vida. Tenía que esforzarse.
Sintió a la sirena estremecerse y soltar un fuerte grito antes de empezar a sufrir su orgasmo, un potente orgasmo que hacía temblar su cuerpo visiblemente, mientras su boca abierta iba soltando gemidos y sus dedos tiraban de las sábanas de su catre. Sonrió con orgullo, maravillándose de haber sido el causante de ese estado y poder comprobar lo excitante que era el azabache en ese clímax sublime. Le penetró veloz haciendo que los gemidos de la sirena se volvieran algo más agudos y se sintió explotar de placer dentro de ese caliente y abrasador interior que le ordeñaba. Meneó su cadera un par de veces más en los últimos vestigios de su culminación y se quedó quieto encima de Izuna. Ambos respirando acelerados, ambos disfrutando de esos estremecimientos que aun les recorrían. Ese había sido el mayor orgasmo que había sufrido nunca. Besó la espalda alta de Izuna, cariñoso, agradecido por la confianza de la sirena y por entregarse a él. Le quería, definitivamente quería a Izuna.
La luz del sol entrando por la ventana de su camarote incidió sobre sus párpados. Gruñó molesto y se giró en la cama, estaba solo. Confundido abrió los ojos y sintió sus interiores pringosos y el catre desecho. Parpadeó intentando aclarar su embotada mente y se dio cuenta de que todo había sido un sueño… Gruñó molesto consigo mismo y se dejó caer contra la cama de espaldas, cubriendo sus ojos con su brazo.
–Maldita sea…– Susurró frustrado.
Las cosas con Izuna iban bien, se estaban conociendo y le agradaba demasiado disfrutar de la compañía del joven, pero parecía que su mente deseaba que avanzaran más rápidos.
"Es tan inocente…" Seguro que si la sirena supiera que era el dueño de sus fantasías nocturnas, se asustaría y retrocedería cohibido.
La pegajosa humedad en sus prendas interiores le hizo gruñir de nuevo y decidió quitársela y tirarla al suelo. El sueño era muy bueno, definitivamente lo era porque se había corrido en abundancia.
Un llamado a la puerta le hizo responder de mala gana.
–El desayuno capitán.– Le avisó Koichi.– Deliciosa carne de pavo cortada en finas tiras con frutas de acompañamiento.
–Ahora iré. Gracias.
Gracias a la cacería de hacía dos noches, tenían carne, algunas hortalizas y frutas en el menú. Nada de pescado por algunos días, algo que de verdad agradecían todos en el Telemeo.
"Y además volé"
Había sido toda una experiencia que Izuna le llevara a volar. Y aunque no había podido ver lo que Izuna le describía al detalle cada vez que le contaba alguna anécdota de sus vuelos, si que había apreciado las sensaciones. Primero un temor atroz le atenazó las entrañas, pero luego se relajó al comprobar que si confiaba en la sirena y en que éste no le dejaría caer.
"Izuna es muy fuerte pese a su tamaño y constitución. Pudo volar conmigo a cuestas y sin demasiada dificultad."
Finalmente disfrutó de la experiencia y reconoció que le hubiera gustado poder hacerlo a la luz del día para apreciar las formas y los vividos colores que describía la sirena siempre. Y si, le gustaría volverlo a repetir…
"Aunque no se como pedírselo a Izuna."
Pensó mientras se lavaba con el cubo en su camarote antes de ir por desayunar. La maravillosa olor a carne y a la dulzura de las frutas que le llegaba desde la cocina le hizo la boca agua.
La cacería había sido un rotundo éxito, y tal como se vaticinó, Izuna y él fueron los que llevaron las mejores piezas. El resto de sus marineros habían conseguido matar alguna ave diurna, que atraparon dormida en su nido; algún gran roedor que no se esperaba cruzarse con ellos, huevos, frutas y alguna hortaliza, que tanto la sirena como el cocinero, Torifu, les aseguraron que eran comestibles. No sucedió lo mismo con las setas que trajo Rintaro, que fueron tachadas de venenosas. Encima el muy idiota se comió alguna mientras las recogía… Estuvo todo el día siguiente descompuesto entre vómitos y diarrea. Pero fuera de esta situación que Tsunadeon estuvo encantado de tratar, nótese el sarcasmo; todo lo demás había salido perfecto y ahora ellos contaban con una pequeña despensa de carnes y otros alimentos, que Torifu ya se estaba encargando de preparar para su conservación durante el máximo tiempo posible.
Miró a Izuna que comía apaciblemente al lado de Tsunadeon, o lo intentaba sin conseguirlo realmente, mientras su primo parecía algo exasperado al contarle algo con muecas y gestos, mientras la sirena componía una mueca de aversión que pasaba desapercibida por el Senju rubio. Y al sentarse entendió que era lo que tenía así a su primo y alazabache.
–… Te lo juro Izuna, Rintaro parecía un surtidor, tanto por delante como por detrás.– La sirena mostró una nueva mueca de asco, no entendía como un humano era capaz de hacer eso que narraba Tsunadeon. Lo encontraba grotesco y de mal gusto.– Y eso que al ser médico he visto cosas horribles, pero ésta vivencia está entre las peores.
Izuna dejó lo que estaba comiendo en el plato y frunció un poco el ceño con desagrado e incomodidad.
–Y eres tan amable que me la compartes durante el desayuno…
Después de tantos meses la sirena entendía y usaba el sarcasmo como un profesional. Era como si hubiera nacido para ello.
–Eres mi amigo, tengo que ser generoso. Además compartir una pena la aligera.
–No creo que fuera una pena para ti, sino para Rintaro que es el que lo ha sufrido.– Añadió el azabache, imaginando lo mal que debía estar ese hombre para ser capaz de hacer eso.
–Rintaro fue estúpido al comerse algo sin saber si era comestible.– Se inmiscuyó Tobirama sentándose.
–¿Verdad que si, primo? La pena es mía que tuve que estar ayudándole para que no se deshidratara ni debilitara.– Se metió otro trozo de carne en la boca y masticó, sin ser consciente del tema que trataba en la mesa.– Me dejó el camarote perdido… Incluso se me cagó encima… ¡Y que peste hacía! Nunca había olido excrementos que hicieran tal tufo… Y que ventosidades soltaba… ¡Horrible!
–Tsunadeon… – Reclamó Izuna a su amigo, a la vez que prefirió dejar la comida en el plato desistiendo de intentar comer. Su mente creaba la imagen de lo que le contaban y eso era… Demasiado escatológico para su gusto y más comiendo. Y mira que él no era alguien muy maniático, pero es que ninguna sirena había vivido algo similar a lo narrado el rubio, nunca. Quizás su imaginación no estaría tan despierta en ese tema sino fuera porque tenía los sentidos mucho más desarrollados que los humanos y cuando pasaba por delante del camarote de Tsunadeon le venían los nauseabundos efluvios que soltaba Rintaro. Que mal olían los humanos cuando se sentían enfermos; eso a las sirenas no les ocurría, nunca escuchó de alguna que sufriera algo que la hiciera oler así. Ese olor le había cerrado el apetito y todo, por eso hoy estaba tan hambriento… Y su amigo rubio no se callaba.
–¡Es cierto, lo hizo! Parecía una maldita fuente, porque yo no estaba a su lado, por si acaso, y aun así consiguió cagárseme encima.
Tobirama le miró mal, pero siguió comiendo. Estaba acostumbrado a esas cosas, y situaciones peores… Después de todo Hashirama y Tsunadeon eran algo así como los médicos de Konoha y él les había ayudado cuando había sido necesario.
–Aun después de lavarme tantas veces me parece seguir oliendo esa asquerosidad.– Mientras se levantaba una esquina de la solapa de la camisa y la olía, para luego poner una ligera mueca y soltarla. Seguro que se le había atrofiado el olfato por culpa de lo que "liberaba" Rintaro.
Izuna resopló frustrado, pero se le ocurrió una pequeña venganza por haber visto su apetecible desayuno estropeado por culpa del rubio y su "emocionante" tema.
Sus labios se curvaron levemente, preparándose para llevar a término su mini maquiavélica idea; ahí empezaba su pequeño teatro, escondiendo la chispa de diversión de su mirada por esa travesura que iba a realizar, le miró fijamente y frunció el ceño extrañado, como si hubiera visto algo que no sabía reconocer en el rubio.
–¿Qué es eso?– Le dijo al médico.
–¿El qué?
–Eso que tienes ahí.– Sin querer ser más especifico pues lo que buscaba es preocupar a Tsunadeon.
–¿Dónde?
–Ahí.– Señalando un punto inexacto, entre la cara, el pelo.– No, un poco más hacía el pelo… No tampoco ahí, no aciertas…
–¿Qué es?
–Pues es algo… No se, no tiene una contextura clara… Es así como gelatinoso, de color marrón-verdoso.
Tsunadeon puso cara de espanto. Mientras Tobirama que había estado observando, se guardaba una sonrisa, había visto la chispa de diversión en los ojos de la sirena antes de que la disimulara. Que travieso era.
Izuna hizo como que se acercaba un poco más al Senju rubio y se apartó mientras se cubría la nariz.
–Por los dioses como apesta… Parece algo como descompuesto… No peor. Debe ser algo como lo que expulsaba Rintaro.
–¡Mierda!– Mientras se levantaba veloz y tiraba la silla en el proceso.
–Si, eso mismo debe ser.– Dijo ya no tan inocente la sirena.
Tsunadeon había desaparecido, mientras gritaba que tenía que lavarse, de nuevo. Mientras el azabache y el peliblanco le seguían con la mirada, uno de ellos muy satisfecho porque su teatrillo hubiera surtido efecto. Antes de ponerse a comer con tranquilidad.
–¡HOMBRE AL AGUA!– Se escuchó el grito de Ryotaru a los pocos minutos.
–¿Pero que haces Tsunadeon?– Genmaru acudía en ayuda del otro marinero para sacar al doctor del agua.
Y es que el rubio se había lanzado al mar para poder limpiar esa suciedad que tenía en algún punto de su cabeza, pues en el pequeño espejo de su camarote no había visto donde estaba lo que tuviera para poder limpiar y desinfectar esa zona, tener excrementos humanos en su bello pelo o en algún sitio de su rostro, era horrible y repugnante.
Izuna en la mesa empezó a reír como diablillo a la vez que iba comiendo su desayuno, por fin sin detalles que le provocaran asco. Tobirama mostraba una suave curvatura en sus labios mientras negaba divertido.
–Eres terrible, Izuna.
–Je… Se lo tiene merecido.
–No te lo niego.– Y ahí descubrió otra faceta de la sirena. Era vengativo y era mejor no molestarle ni meterte en su camino cuando deseaba algo, en ese caso disfrutar de un desayuno en paz.
Y los días iban pasando, entre aventuras, anécdotas, batallas. En las cuales por fin Izuna podía intervenir y contar las propias, siempre teniendo presente que no debía relatarlo desde una perspectiva de sirena. Cada día antes de poder contar alguna de sus aventuras, se la relataba a Tobirama para que este le ayudara a "modificarla" según estándares humanos. No hubiera quedado muy de joven hombre el explicar que volaba o que un compañero de cacerías había dejado un tiempo de pelear porque llevaba un cachorro en su vientre. Y así, gracias a esas aventuras que podía compartir, tanto Tobirama como sus hombres fueron conociendo más al joven azabache y sus gustos. También podían comparar con él batallitas y viejas cicatrices, algo que Tobirama evitaba a toda costa, sobretodo cuando notaba que dicha cicatriz que le pedían ver a Izuna podía estar en una zona algo más "intima".
–¿Por qué has disuelto el corrillo?– Le preguntó ese día cuando los hombres le habían pedido que les mostrara la cicatriz que le había quedado en la emocionante batalla a muerte que estaba relatando la sirena y que tenía a todos en vilo.
Tobirama hizo una ligera mueca pero siguió con lo que hacía, como sino escuchase las palabras del azabache.
Izuna le notaba tenso y como le rehuía. Ese hombre… Empezaba a comprenderle tan bien.
–Se que me escuchas Tobirama.– Se plantó delante y no le permitió que le esquivara.
Tobirama viéndose sin posibilidad de ignorarle se levantó todo lo alto que era y le miró, intentando hacerle entender sin tener que decir las palabras. Una mirada intensa y cargada de una turbia emoción.
–Dilo.– Susurró absorbido por esos penetrantes ojos rojos.
– Ya lo sabes, Izuna. Creo que desde hace semanas los dos podemos notar que esto…– Les señaló a ambos.– Esto ya no es igual.
No, las cosas ya no eran iguales entre ellos. Había pasado de odiar al azabache, a querer conocerle y tratarle, aceptando que sentía atracción por el atractivo joven y todo culminando en eso que había ahora entre ellos, esa tensión, esos sentimientos que no habían sido dichos en voz alta pero que todos los que estaban a su alrededor podían palpar. Por ese motivo los hombres habían dejado de intentar conseguir la atención del joven azabache y ahora le trataban como a uno más de ellos, un amigo, un compañero y alguien intocable de otra forma que no fuera inocentemente. Izuna estaba prohibido para ellos, otra vez, pues ya tenía algo con su capitán.
Tobirama alargó la mano y acarició esa tersa piel de la mandíbula de la sirena. Por supuesto que había detenido esa situación y había enviado a sus hombres a dormir luego de la cena. No quería que vieran más piel de la necesaria de Izuna. Se sentía celoso solo de pensar que vieran el cuerpo del joven, de pensar que tuvieran sueños eróticos si vieran más piel de la estrictamente obligatoria con las ropas que portaban. Observó que la sirena había intuido y había comprendido sus palabras, era astuto y estaba aprendiendo a pasos de gigante sobre la complejidad del ser humano. Y reconocía que él era muy complejo, sobretodo cuando se trataba de sentimientos tan potentes. Sentimientos que hasta ahora no había sufrido por nadie, pues el amor que sentía por su hermano o por su primo no poseían esa fuerza, ese cariz intenso que tenía el sentimiento por el de pelo negro. A Izuna le amaba.
Se inclinó hacía Izuna, viendo como este acercaba su cuerpo al suyo, dispuesto a besarle. Adoraba los dulces y suaves labios de la sirena. Desde esa noche habían compartido algún que otro beso furtivo y aunque deseara más, se conformaba en ir lento con el azabache.
–Hey, os estaba buscando.
Tobirama gruñó, que inoportuno era Tsunadeon. Le miró de forma afilada y su primo levantó las manos de forma conciliadora.
–¿Qué quieres, Tsuna?
–Que borde eres primo Tobi.– Y otro gruñido por parte del albino que hizo sonreír descarado al rubio.– Si sigues tan gruñón, Izuna descubrirá que eres un amargado chupa limones y dejarás de interesarle… A mi no me molesta, quizás así termine en mis amorosos brazos.
–Lo que vas a terminar es con los brazos rotos si sigues así.– Amenazó el capitán a su descarado pariente.
Izuna se sentía algo contrariado por ver su cortejo cortado por culpa de su amigo, pero Tsunadeon era eso… Su amigo, y así era el Senju rubio, inoportuno. Además le resultaba divertido ver como se relacionaban esos dos.
Y si, estaba cortejando a Tobirama Senju. Llevaba haciéndolo hace semanas y parecía funcionar, el humano aceptaba sus pequeños avances; aceptó el conejo que le cazó y lo compartió con él, aceptó su invitación a un vuelo nocturno y muchas pequeñas situaciones más que habían ocurrido entre ellos y a las que Tobirama había respondido bien… ¡Si hasta le besaba en la boca! Y él no veía que los humanos entre ellos se besaran de esa forma… Eso era que significaba algo para el albino, que lo aceptaba y aceptaba sus avances. Tampoco es que él fuera un experto en esto de cortejar y menos a un humano, por los dioses eran tan diferentes a ellos y tan complicadas sus costumbres, que siempre iba con pies de plomo al actuar; pero había estado aprendiendo de ellos y creía que estaba haciéndolo correctamente con el albino.
"Madara si estuvieras aquí podrías aconsejarme… Este hombre me gusta realmente, es el adecuado… O eso me dice mi corazón. ¿Crees que me estoy equivocando? ¿Lo aceptarás, si todo va bien, y lo presento como a mi pareja? ¿Estoy haciéndolo bien?"
Se sentía nervioso haciendo estas cosas. Era una sirena joven y estaba cortejando a un humano, un humano que a veces era implacable e impertérrito, pero era al que su corazón sentía como el adecuado. Pero, ¿y si se equivocaba? Se sentía tan perdido… Estaba deseando llegar con su hermano y hacerle participe de sus miedos y dudas, que este le aconsejara y le diera el valor que a veces le faltaba en esa situación en especifico. Sentía que solo con su hermano podía sincerarse de esa forma, por mucho que Tsunadeon fuera amigo suyo, pero no dejaba de ser humano y encima primo del foco de interés de sus sentimientos.
A veces con el Senju de pelo blanco se sentía tan perdido… Tobirama parecía también estar interesado en él, le hablaba, le miraba con esos bonitos ojos rojos como si fuera el único, entrenaban solos, le buscaba para pasar tiempo juntos y le besaba. Pero también había escuchado las historias de los marineros del Telemeo, incluido las de Tsunadeon… Para un humano el aparearse no significaba nada, era una mera acción para saciar la necesidad, algo que les proporcionaba placer y que buscaban satisfacer con otro u otra que encontraran atrayentes. Y sabía que él era atractivo y que le encontraban muy bello. ¿Y si Tobirama solo quería disfrutar con su cuerpo? ¿Y si se entregaba; entregaba su cuerpo, su alma y su corazón, y Tobirama solo estaba jugando para satisfacer su placer? Se sentía perdido y ciego en ese sentido… Era tan complicado. Y las historias sobre el Lobo Blanco no ayudaban ha sentirse mejor. Sabía de los múltiples amantes del Senju y como tras pasar noches con uno y el otro, les dejaba por la mañana sin ningún remordimiento y seguía con lo suyo. Según le habían dicho, Tsunadeon mismo se lo dijo una vez, el sexo era placentero y por eso se practicaba, no solo por amar a alguien.
Volvió a la realidad en el momento que parecía que la discusión entre los primos subía de tono. Tsunadeon siempre le hacía reír y que olvidara esa tensión por no saber si obraba bien.
–¿Qué querías Tsuna?– Les interrumpió ante una nueva oleada de palabras malsonantes y gruñidos, mientras se guardaba la sonrisa divertida para si mismo.
–Ah, si… Que venía en son de paz para invitaros a beber una de mis botellas de delicioso ron.– Miró a su primo.– Hace tiempo que no nos reunimos Tobi, y podemos incluir a Izu. Enseñarle las virtudes de una gran bebida como es el ron.
Izuna miraba a los dos, viendo la cara de interés de Tobirama y la diversión de Tsunadeon. El albino asintió conforme y enseguida el rubio lo tuvo rodeando sus hombros y guiándolo hacia el interior del navío, mientras parloteaba feliz de lo bueno que era el alcohol y de lo que le gustaría el ron cuando lo probara.
–El ron es lo mejor de este mundo, Izu… Además del sexo, claro. Ya verás como te encantara beberlo.– encabezando la marcha hacía el camarote de Tobirama, sin querer añadir que si el azabache probara el sexo también lo gustaría mucho, pero sabía de la reticencia de la joven sirena en ese tema.– Seguro no has probado nada tan bueno en toda tu vida.
Sentados en la mesa de Tobirama, Tsunadeon descorchó la botella de ron. Era un ron de la más alta calidad, tenía una caja entera guardada en su habitación de la cual faltaban algunas botellas ya.
Ese delicioso alcohol fue el regalo que le hizo un rey durante ese viaje que estaban realizando, antes del ataque de la colonia de Izuna al Telemeo, y fue por salvar a su inocente primogénita; una muchacha que ya había entrado en la adolescencia hacía un par de años, y que había sido envenenada. Tsunadeon le salvó contrarrestando ese veneno al hacer un antídoto, salvando así la vida de la joven. El rey estaba tan agradecido que además de pagarles una gran suma, pues Tobirama y sus hombres también atraparon a los culpables de dicho atentado; el agradecido soberano le regaló, específicamente a él, esa deliciosa caja de botellas de ron de la mejor calidad. Además Tsunadeon se llevó otra cosa… Digamos que la joven princesa dejó de ser tan "inocente", una vez se recuperó de su dolencia. Por suerte el rey no descubrió que el salvador de su adorada hija también había sido el que la había mancillado, sino capaz y le corta la cabeza. En su defensa Tsunadeon podía decir que la joven poseía atractivo, o sea unos grandes senos y una sonrisa muy encantadora, además de mostrarse muy solicita.
–Capaz y tienes algún hijo que opta a la sucesión del trono.– Soltó Tobirama bebiendo el primer trago luego de que su primo le explicara a Izuna como había conseguido esas botellas.
–Quien sabe…– Soltó divertido, mientras le servía a Izuna y luego a él.– Tu como solo te encamas con muchachos esas cosas no te ocurren.
–Tu que te arriesgas demasiado acostándote con mujeres.
–Hay formas de evitar que engendren. Aunque reconozco que estaba muy "emocionado" ese día… Entre la excitación por si era descubierto y a la misma vez, el miedo por eso mismo…– Fue descuidado y ni siquiera recuerda si se apartó a tiempo. Además en cuanto terminaron con la princesa, la besó, se vistió y se fue corriendo.
Izuna les escuchaba y frunció el ceño en molestia. Esos dos se escuchaban divertidos, pero para él ese era un tema demasiado grave e importante como para tomárselo con esa ligereza y esa burla.
Tobirama vio la mueca de Izuna y se dio cuenta de que esas palabras le habían molestado o le incomodaban. No quería que se hiciera una mala idea de él y menos cuando tenía sentimientos tan fuertes por la sirena.
–Eso se terminó, Izuna.– Le dijo mirándole firmemente para que viera que no le mentía.– No volveré a hacer lo mismo de antes, eso ya no resulta atrayente para mi.
Izuna escrutó esos ojos rojos y vio la veracidad de sus palabras, asintió quedo quedándose más tranquilo. Todos tenían un pasado y tenía que aceptarlo.
–Venga, vamos a brindar.– Tsunadeon había escuchado la "confesión" de su primo y se sintió satisfecho de que su adusto familiar fuera capaz de reconocer sus sentimientos por la joven sirena. Se alegraba por Tobirama y por eso no intervino en ese momento, más bien hizo ver que no le había oído; su primo era orgulloso y no quería hacerle sentir "mal".
Izuna levantó el vaso y olfateó el liquido que había en él, compuso una mueca al no gustarle el aroma.
–No, no Izu… Así no.– Tsunadeon puso su mano debajo del vaso del azabache y lo guió de nuevo a la cara de la sirena.– Se bebe de un tirón.
–Pero no me gusta como huele esto.
–No te atrevas a despreciar mi amado ron, amigo mío.– Soltó el rubio en falsa ofensa. Aunque si era un sacrilegio para él que su amigo dijera tal cosa. Le puso un puchero.– Venga, apura todo el vaso.
–Déjalo, Tsunadeon.
Pero Izuna había apoyado el vaso en sus labios, aunque no muy convencido mientras miraba a su amigo rubio. Que ese líquido fuera probado parecía muy importante para el de ojos miel.
–No me digas que los humanos podemos beber esto y una poderosa sirena no es capaz…– Picó el rubio. Sabía que Izuna era arrogante y orgulloso, y vaya si funcionó.
Con un gruñido Izuna empezó a beber del fuerte licor, aunque la mueca en sus labios le decía que no le gustaba esa cosa. Con una carcajada divertida le terminó de empujar el vaso para que se lo bebiera entero y no lo apartara a solo probar un poco, como parecía que iba a hacer la sirena.
Dejó de sentir la presión del vaso en sus labios cuando el liquido se terminó. Miró mal a Tsunadeon a la vez que empezaba a toser.
–Que idiota eres… Si Izuna no quería beber no pasaba nada. – Mientras acercaba más su silla al azabache y le daba suaves golpecitos en la espalda para ayudarle en ese acceso de tos. – Tranquilo, se pasará. Bebe un poco de agua, el alcohol es complicado de asimilar sino estás acostumbrado.
La tos de la sirena remitió, en su lugar un tierno sonrojo se extendió por sus mejillas. A Izuna le había subido el ron, algo normal si el azabache no estaba acostumbrado a beber ningún tipo de bebida alcohólica. Y eso pudieron comprobar cuando de pronto empezó a reírse dejando perplejos a ambos hombres.
–Me he acordadoooo de una vez que… Jajajajajajaja… Hic. Cazando en una isla y… ¡Jajajajajaja! Es que es muy bueno, jajajaja. Teníamos la presa y un joven centauro ¡Hic! Se nos encaró… Jajajajaja, pobre muchacho medio caballo…– Intentó ponerse serio para poder hablar, pero enseguida volvió a escapársele la carcajada.– Y Naoto le encaró, pero el medio caballo era muy terco y… Jajajajajajajaja. Le clavó las garras en la grupa y el caballo se encabritó y… Jajajajajaja. Fue muy divertido… Hic.
Tsunadeon hacía rato que reía, más de ver el estado beodo y tierno de la sirena que por el relato. Nunca había visto de esa forma tan locuaz y burlesca al azabache y las expresiones que hacía eran tan monas. Tobirama por su parte intentaba comprender a Izuna y su relato, aunque también le resultaba divertido verle así.
–Y con un solo vaso…– Negó divertido mientras le veía reír con ese desparpajo.
Y con la misma rapidez que las carcajadas vinieron, se fueron. De pronto la sirena se quedó seria mirando al albino y frunció el entrecejo. Los primos se miraron estupefactos y a la expectativa entre ellos, por su mente el mismo pensamiento.
"¿Y ahora qué? ¿Qué iba a hacer Izuna?".
–Tobirama…– Y un adorable puchero substituyó la mueca seria anterior.
–Dime, Izuna.
–¿Por qué no me besas más? ¡Yo quiero más besos y… Y otras cosas! Pero tu no me los das… ¿Es que no te gusto?– El adorable puchero se incrementó.
"Es tan bello" Pensaron ambos hombres.
–¿Cómo te atreves a no darle lo que quiere, primo.– Dijo molesto el rubio.– Mírale… Mira lo que has hecho ¡Que estúpido eres!
Tobirama abrió la boca indignado. ¿¡Ahora resulta que era culpa suya!?
–No seas imbécil y respóndele. ¡Pero ahora!
Ahora el albino miraba mal al rubio. ¿Cómo se atrevía? Y encima ahora se ponía a consolar a la sirena. Le daban ganas de lanzarlo por la borda con una buena patada… Gruñó. Pero al ver la cara que le dedicaba Izuna con esos ojos brillantes e inocentes. Realmente la sirena esperaba una respuesta. Era evidente que deseaba una, a la misma vez que la temía. Suspiró para si.
– Si que me gustas y mucho. Pensaba que eso se había notado con mi comportamiento y palabras hacía ti, Izuna.
–Es una sirena tonto, no tiene nuestra misma comunicación o forma de expresarse o de comprendernos.
–Gracias, Tsuna… No me había dado cuenta.– Le gruñó a su primo mostrando el sarcasmo en cada una de sus palabras.
–De nada. Es que a veces eres un poco… Un poco… Como decirlo… Tempano de hielo, capullo, insensible, frío…
Y no se detenía en ir nombrando "sus virtudes". Cosas que él ya sabía de si mismo, claro.
"Además… ¿Por qué interviene? En esta conversación viene sobrando el maldito inoportuno este…".
Miró los ojos brillosos de su primo en clara amenaza… Que fue ignorada.
"¡Maldito Tsunadeon! Necesito más ron si tengo que aguantarle a él y responder a Izuna."
Pero el alcohol se había terminado… Y ahí comprendió porque su primo estaba en ese estado… El muy borracho se había terminado la botella de forma disimulada y estaba ebrio. Suspiró… Que jodida mala suerte que tenía, cuando más necesitaba un trago.
–¡Cállate ya!– Ordenó.
–¿Cómo te atreves a hablarle así a Izu?– Mientras le tapaba los oídos a la sirena y le susurraba que tranquilo, que él se encargaba.
–No se lo digo a él, te lo digo a ti.– Le explicó ya sin paciencia.
–Aaaah, ah… Vale… Tampoco hace falta que te pongas así, amargado.– Se ofendió.
"Al menos le ha destapado los oídos a Izuna".
–Izuna, si que me gustas y si quiero besarte y, todo lo que me permitas hacer. Aunque tampoco se hasta donde me dejarías llegar y yo quiero hacer que te sientas cómodo y preparado, a gusto conmigo.– Realmente le gustaba muchísimo el azabache, no quería hacer nada que le incomodara, ni quería presionarlo.
–Tu también me gustas… Aunque es evidente por mi cortejo hacía ti.
–¿Cortejo? ¿Me estás cortejando?– Tobirama rememoró las acciones de la sirena y si que recuerda haberle visto apartar la mirada azorado ante algunos momentos, verle enrojecer o verle más cohibido.
Izuna asintió sin quitar el adorable puchero de sus labios.
"Por los dioses, si me ha estado cortejando…".
Se sentía extraño… Él era el que estaba acostumbrado a "cortejar" a sus conquistas para conseguir lo que deseaba de ellas, pero era Izuna quien había estado haciéndoselo a él y sabía lo que eso significaba para la sirena. Se sentía muy halagado y exultante de felicidad, el azabache también sentía lo mismo que él. Era correspondido.
–Quiero mi beso, Tobirama.– Pidió caprichoso mientras adelantaba sus labios y los ponía para recibir un beso.
Sonrió al verle, no pensaba negárselo. Ya veía que su vida al lado de la sirena sería concederle caprichos a ese pequeño y adorable mandón. Aunque se reconocía a si mismo que lo haría encantado y con muchas ganas.
"Dioses, ésta sirena ha conseguido penetrar en la coraza que he construido a lo largo de los años y ha entrado por la puerta grande en mi corazón… No podría concebir una vida sin él ahora. Si supieras cuanto te amo, Izuna.".
Se acercó sin perder detalle de ese armónico rostro y sonrió con suavidad estando a apenas unos centímetros de unir sus bocas.
¡PLOC!
Y Tobirama estaba besando el pelo de Izuna. Se apartó extrañado, mientras Tsunadeon se cubría la boca para amortiguar sus carcajadas, y observó que la cabeza de Izuna, más específicamente su cara, había caído contra la mesa. Alarmado le sujetó para levantarle el rostro, queriendo comprobar que estuviera bien y… El azabache se había dormido. Soltó un sonoro suspiro, mientras negaba con suavidad con una ligera curvatura de sus labios. Izuna estaba tan tranquilo durmiendo la mona de la borrachera, en ese momento tan inoportuno, y mostraba una rojez en la frente, allí donde se había golpeado contra la firme madera de su mesa.
–Menuda ruptura de momento especial… Jajajajajaja.
–Nunca ha bebido, era normal que terminara así.– Se levantó y con cuidado cargó al de pelo negro.
–No aguanta nada…– Mientras apoyaba su mandíbula en la mano, tras apoyar el codo en la mesa.– ¿Podrás abrir la puerta? Por qué ahora mismo no creo que pueda caminar muy bien en la dirección correcta.
–No le voy a llevar a su habitación.– O lo que era el cuartucho que le habían asignado para que tuviera un poco de privacidad. Era el único libre del Telemeo tras tanta carga que llevaban. Y si, había entendido que su primo le preguntaba eso pensando que saldría de su camarote para ir al habitáculo del azabache.
Lo que hizo Tobirama es dejar a Izuna en su cama y enseguida la sirena se acurrucó con una sonrisa complacida y un adorable sonidito de su garganta. Le quitó las sandalias y le tapó.
–¡Que descarado!– Mientras ponía una cara de pillo que no podía con ella.– Esperaba más de ti, primo… Querer aprovecharte del pobre e inocente Izuna cuando está en estado de ebriedad. Que desvergonzado… ¿Que dirá Hashi que confía tanto en tu honorabilidad?
Tobirama rodó los ojos ante la estupidez y burlas de su primo rubio… No sabía como aun podía seguir aguantándole. Estaba rodeado de idiotas, también contaba a su hermano mayor entre esos.
–O peor… ¿Qué hará Madara si se entera de que abusaste de su hermano menor estando borracho? Seguro que piensa que todo ha sido planeado para poder meterte entre las piernas de su pequeño Izu.
Tobirama sintió su cuerpo ser recorrido por un escalofrío. Madara era de temer y encima no es que se cayeran muy bien entre ellos… Siempre estaban insultándose o metiéndose uno contra el otro.
–No voy a hacerle nada a Izuna, yo no soy como tu… Tsuna.– Contraatacó.
–Auch… Eso ha dolido.– Mientras se reía descarado. Pero no siguió la broma pues realmente el de pelo blanco cumplía sus palabras, además que realmente no se aprovecharía de alguien en ese estado.
–Vamos a seguir bebiendo.– Dijo animado mientras agarraba la botella y la volcaba en su vaso, pero nada salió… La sacudió de forma enérgica.– Se ha terminado… Que triste. Todo lo bueno acaba.
–Tu te la has acabado, Tsuna. Yo solo he bebido un vaso y medio, Izuna uno y tú, el resto.
–No es culpa mía que seas lento bebiendo.– Levantó los hombros quitándole importancia.– Podemos ir a por otra…
–O podemos ir a dormir y dejarlo para otro día.
–Cierto.– Mientras se acomodaba o lo intentaba.
–¿Qué haces?– Le preguntó al verle.– Ni te pienses que te vas a quedar aquí… Tres son multitud y además roncas.
–¡Que cruel! A Izuna le dejas, incluso le has cedido la cama y a mi, que soy sangre de tu sangre… ¡Me echas! No tienes corazón… Podría caerme yendo hacía mi camarote y matarme.
–Estas justo al lado, no me seas dramático… Con Hashirama tengo suficiente teatro.– De todos era conocido que su hermano mayor era alguien dado al drama y las exageraciones. Aun no entendía como alguien como Madara, que parecía frío y distante, podía tolerarlo tan bien. "Aunque quizás ya se ha hartado, le ha matado y se lo ha comido…".
Sus labios se curvaron levemente con cierto cinismo por su humor oscuro. Realmente no creía tal cosa y se apenaría mucho si algo le sucediera a su mayor, le apreciaba tanto, aunque no lo admitiría jamás.
– Se lo diré a Hashi, así podrá llorar sobre mi hombro y ver que yo soy mejor familia que tu.– Le sacó la lengua divertido, como si fuera aun un crío, mientras Tobirama resoplaba por su actitud.
–Izuna es diferente, por suerte mía. A ti no te daría ni agua si estuvieras muriéndote de sed.
–¡Mal primo! ¡Persona fría y sin corazón!– Mientras se levantaba "muy ofendido" e iba hacía la puerta.– Aunque si que espero que no me dieras agua, prefiero el ron. ¡Y no le hagas nada que yo no haría!
Mientras le señalaba acusatoriamente y luego a la sirena dormida en su camastro, para guiñarle un ojo antes de salir.
–Entonces eso significa que podría hacerle de todo…– En tan mal concepto, bien merecido, tenía a Tsunadeon.
Miró una de las incomodas sillas de su cuarto, no es que fueran malas sillas… Para estar sentado unas horas mientras comía o revisaba mapas o escribía la bitácora del viaje, pero para dormir no le atraían nada de nada. Si pasaba la noche en una de ellas, mañana no podría ni moverse de tan doloridos que tendría músculos y articulaciones. Observó la cama donde estaba el azabache plácidamente dormido y escuchó claramente como le llamaba para que fuera a dormir, vale nadie le había llamado, pero estaba tan cansado que casi podía escuchar a su catre diciéndole:
"_Ven a tumbarte Tobirama, ven a dormir entre mis suaves sábanas y blando colchón… Encima estarás compartiendo espacio con el joven que amas… Vamos ven._"
Asintió decidido. Dormiría al lado de Izuna, su cama era grande, además él era alguien correcto y honorable, alguien de palabra y nunca le tocaría estando el otro incapacitado para consentir y participar.
"Espero no tener sueños húmedos… Tengo que poder controlarme para que eso no ocurra."
Era capaz de conseguir tal cosa y sobre la erección mañanera… Intentaría despertar antes o esconder su estado, aunque fuera algo natural en los hombres.
Y así fue como Tobirama, tras quitarse las sandalias, se tumbó en la cama al lado de Izuna. Con lo que no contó fue que la sirena al notar su calor al lado se arrimaría a él y terminaría abrazándole, con brazos y piernas.
–Esto será más difícil de lo que yo creía…– Notando su miembro empezar a reaccionar al tener a tan bello joven, al que amaba, casi encima suyo.
"Contrólate… Contrólate… No soy un animal, puedo conseguirlo aunque Izuna lo haga tan complicado". Se decía a si mismo y a su pene en especifico.
La noche de Tobirama transcurrió sin demasiados contratiempos. Aunque fue complicado al principio controlar lo que le hacía sentir la proximidad de Izuna, también fue la mejor noche de su vida… Por ahora, pues esperaba tener más de esas noches al lado de esa joven criatura azabache que le había robado el corazón. Tenía claro que después de dormir sintiendo el magnifico cuerpo de la sirena pegado al suyo, ya no deseaba volver a dormir en solitario. Y la verdad es que así ocurrió a partir de ese momento, pues Izuna también había dormido tan bien… Todo y el ligero dolor de cabeza que sintió al despertar tras haberse emborrachado por vez primera en su vida, y tenía claro que también sería la última.
Al despertar esa primera vez que durmieron juntos fue que obtuvo su tan ansiado beso, un buen beso cargado de sentimientos y seguido de otros muchos más hasta que llamaron a la puerta del capitán Senju informando de que el desayuno estaba esperándole.
–Capitán, no encuentro a Izuna.– Informó Koichi preocupado, pues no había encontrado al joven cuando fue a decirle que el desayuno ya estaba.
Los dos se quedaron mirándose algo abochornados en unos primeros segundos, aunque luego se sonrieron, compartieron un suave beso antes de que Tobirama respondiera.
–No se preocupe señor Koichi, Izuna está aquí conmigo…– Un sonido asombrado y emocionado se escuchó por parte de su marinero.
–Y a partir de ahora me gustaría estar siempre aquí, a tu lado.– Izuna también deseando dormir juntos.
Tobirama asintió manteniendo el tipo, cuando en realidad estaba emocionado de que la sirena pensara igual.
–Y a partir de ahora lo podrás encontrar siempre aquí.– Informó en voz alta para que ese hombre bajo su mando lo escuchara.
–Comprendo señor. Y felicidades.– Respetaba y apreciaba a su capitán y le hacía feliz que hubiera encontrado a alguien especial.
Así fue como ambos decidieron compartir el camarote del albino en lo que quedaba de viaje, o eso esperaban los dos hacer.
Y a partir de ese momento durmieron abrazados, compartieron caricias y besos. Aunque aun no decidieron cruzar la línea del sexo con penetración, si hicieron otras actividades amatorias. Tobirama se dedicó a enseñar a la sirena las bondades del placer durante esas noches y esas mañanas juntos y donde descubrió que realmente la sirena si lubricaba.
Fue gracias a las caricias y los besos del albino que Izuna disfrutó de su primer orgasmo, lo mismo que él también provocó que Tobirama se corriera, al principio en sus manos, luego en su cuerpo al masturbarse mutuamente y luego en su boca, pues el Senju le enseñó otros usos placenteros de labios, lengua y boca. No le disgusto el sabor del semen del humano del que se había enamorado.
–Y el sexo es aun mejor, Izuna. Las sensaciones que sientes son cien veces más potentes que lo que hacemos ahora.– Le dijo mientras le acariciaba las mejillas luego de que se hicieran un oral mutuamente.
Izuna levantó la cabeza y unió sus labios con el hombre, antes de volver a apoyar la cabeza en la almohada.
–Yo… Tengo ganas de probarlo, es solo que…– Aun tenía algo de pavor. No sabía si estaba preparado del todo… Suponía que aun le quedaba ese viejo miedo infundado, esa creencia tonta a superar.
–Shhht, no te preocupes.– Le besó de nuevo con mucho amor y cariño.– Cuando estés preparado, no tenemos prisa. Esto me gusta mucho y tenerte entre mis brazos, para mi ya es suficiente.
No lo había comentado para presionar a Izuna, solo quería contárselo, un simple comentario tras haber disfrutado de ese magnifico momento de placer que llevaban unas semanas compartiendo. Tener a Izuna entre sus brazos ya era su mayor placer y le hacía sentir tan completo, era tan feliz amándose con el azabache.
Izuna sonrió, Tobirama era el mejor. Era tan paciente y comprensivo, reconocía que era alguien muy inocente en ciertos temas y que no conocía nada respecto a la intimidad con otro, y el albino siempre estaba enseñándole con esa paciencia que poseía. Su sonrisa mutó a una traviesa antes de usar su fuerza para hacer que Tobirama quedara con la espalda en el colchón y él subirse encima de sus caderas, sintiendo el pene del hombre bajo sus nalgas. Le escuchó tragar saliva antes de levantarle una ceja.
–¿Qué pretende mi traviesa sirena?
El azabache le guiñó un ojo antes de empezar a descender besando la piel blanca bajo suyo, un camino de besos para llegar a la entrepierna del humano donde sopló encima del pene que hacía ya unos instantes había empezado a reaccionar endureciéndose. Le maravillaba lo rápido que respondía la hombría de Tobirama a los estímulos, era tan potente y resistente.
Levantó sus ojos oscuros antes de relamerse y dar una profunda lamida al tronco de esa carne dura, para seguidamente metérsela en la boca. Le gustaba hacerle mamadas a su pareja. El jadeo ronco de Tobirama por su acción no se hizo esperar, seguido de muchos otros al empezar a lamer y succionar.
–Dioses Izuna… Joder como me gusta cuando haces eso con tu lengua… Aaaamm.
Oh si…, saber que causaba eso a su humano le llenaba de orgullo. Y saber que dentro de poco tendría el gustoso y abundante semen del Senju en su boca le calentaba demasiado, empezó a frotarse contra las sábanas buscando su propia estimulación. Ese segundo orgasmo fue igual de grandioso que el primero.
Se acurrucó contra el fuerte hombre, mientras este le acariciaba la espalda de forma distraída. Si que lo haría, quería llegar hasta el final con Tobirama Senju, entregarse completamente y unirse en cuerpo y alma, pero no sería esa noche… Bostezó y cerró los ojos mientras los latidos del corazón del albino se convertían en una agradable canción para dormirse.
