MI BELLO... ¿SIRENA? Parte 9

Que apacible día estaba haciendo y el mar estaba tan calmo que el suave balanceo del barco era muy relajante. Ya había aprendido a disfrutar de esa calma que llevaban los humanos al moverse en un navío, según los primos Senju eso era moverse rápidamente, pero para él que estaba acostumbrado a movilizarse volando... eso era un desplazamiento muy lento. Ahora su percepción se había modificado, no es que creyera que avanzaran veloces hacía su destino, pero si que gozaba del viaje.

El viento que hinchaba las velas permitiendo el avance del Telemeo, mecía sus cabellos mientras estaba apoyado en la barandilla del puesto de mando, donde Tobirama llevaba el timón. Éste también disfrutando de la calma del momento.

Ya había terminado sus tareas y por eso había subido a disfrutar de la compañía de su pareja, o así es como lo veía, y del agradable clima de esa zona donde navegaban. Las islas que iban pasando poseían un bello verdor increíble, la frondosidad de sus bosques le decía que allí abundaba la vida... Pero no podía ir a comprobar su hipótesis. Sonrió divertido de imaginarse como se tomarían sus compañeros de viaje que de pronto mostrara su forma de sirena y alzara el vuelo.

– ¡Si-Si...Sire...! ¡SIRENAS! ¡NOS ATACAN DE NUEVO!

El grito de alarma les sacó de su ensoñación, Izuna miró extrañado a Tobirama y, este a su vez al azabache.

–¿Hay sirenas aquí?– Le preguntó sólo para que lo oyera él.

–No vive ningún clan en esta zona... O no que yo conozca.– Susurró de vuelta.

El albino frunció el ceño, si Izuna decía que ninguna de ellas vivía aquí...No entendía. Aunque enseguida la conmoción reinó en el Telemeo y unos espantosos gritos agudos les hicieron taparse los oídos y alzar la vista en la dirección del sonido.

–Eso no son sirenas...– Gruñó Izuna con asco. ¿En serio alguien del navío había confundido a una de los suyos, una sirena, con una de esas asquerosas y repugnantes criaturas?– Son unas malditas arpías.

Tobirama no hubiera escuchado ese profundo y agresivo gruñido de Izuna, sino fuera porque lo tenía al lado, pues esas arpías que decía la sirena, lanzaban espantosos alaridos que te perforaban los tímpanos.

–Pues son unas sirenas muy feas.– Se escuchó a Genmaru entremedio de los chirridos de esas criaturas.– Horripilantes...

La pelea no se hizo esperar cuando las horribles criaturas de pesadilla se lanzaron al ataque, Tobirama e Izuna saltaron juntos a pelear al lado de los demás hombres del barco.

Ryotaru cayó al suelo con un grito de dolor y sangre saliendo de su estómago, lo apartaron de la línea de ataque y Tsunadeon empezó a ocuparse de parar la hemorragia allí mismo, pues tenía claro que sino detenía el sangrado quizás no llegaría vivo a su camarote, donde le podría coser y tratar en adecuadas condiciones.

–Vamos, amigo.– Consiguió detener la hemorragia y vendarle rápidamente para llevarle a sus dependencias.– Muy bien Ryo, no te duermas que me tienes que ayudar a llegar al camarote. Últimamente has engordado, compañero.

Ryotaru empezó a reír con suavidad, aunque enseguida un gemido de dolor le hizo detenerse.

–No me hagas reír maldito Tsuna.– Se quejó.

El médico se puso de pie y ayudó al herido a hacerlo, haciendo que apoyara su peso en él.

–Muy bien. Despacio, iremos a coserte... Seguro que te dejo mejor de lo que estás.– le bromeó.

Y de paso se alejarían de la pelea, allí en esas condiciones eran un blanco fácil.

–Aunque seas un capullo, me caes bien doctor... Aunque me lo estoy empezando a plantear.– Ryotaru puso cara de espanto.– ¡CUIDADO!

Cayó al suelo de rodillas al ya no tener en quien sostenerse, Tsunadeon al ver a la arpía abalanzándose contra ellos le había apartado.

–TSU... Coff-coff... ¡TSUNADEON!... ¡QUE ALGUIEN LE AYUDE!– Gritó antes de convulsionarse en un ataque de tos y sujetarse su herida adolorido.

Esos gritos, más los del rubio atrapado por la arpía, hicieron que Izuna y Tobirama prestaran atención.

–¡TSUNADEON!– Gritó Izuna al ver como uno de esos seres se elevaba, cargando a su rubio amigo en sus repugnantes garras.

–Maldición.– gruñó Tobirama mientras tensaba el brazo dispuesto a arponear a la arpía con una lanza... Pero desistió, podría herir o matar a su primo.

Izuna apretó sus puños... No le quedaba más remedio. No dejaría que su amigo, el primer amigo humano que tuvo, el primero que le tendió la mano y le aceptó, muriera. Le daba igual como se lo tomaran el resto de marineros de esa embarcación... Ya haría frente a eso cuando fuera el momento. Además que tendría el apoyo de ambos Senju, eso si conseguía salvar al pobre Tsunadeon.

Con un grito de guerra, típico de su especie, se despojó de su camisa y las sandalias, sus alas surgieron grandes y poderosas, oscuras como una noche sin luna, lo mismo que las fuertes garras en sus pies. Abrió sus grandes alas, en toda su majestuosa envergadura; era un gesto de amenaza hacía aquellas repugnantes criaturas; él era Izuna, un hábil guerrero y cazador de su clan y ellas eran criaturas rastreras y ponzoñosas, viles.

Las arpías se quedaron atónitas al ver a una sirena en embarcación humana. Chillaron alarmadas, pues las sirenas eran un poderoso enemigo, un depredador feroz que no temía en abatirlas cuando se encontraban... Pero consiguieron sobreponerse al miedo que les causaba la sirena, ese sólo era uno y ellas eran toda una bandada; terminaron respondiendo el desafío con las vocalizaciones propias de su especie.

Sus compañeros humanos se apartaron asombrados al verle cambiar, al ver sus rasgos. Izuna era una sirena, una que recordaban ver atacar a otra cuando fueron emboscados... ¿Cómo podían haber olvidado los rasgos de la sirena azabache que atacó la parda? ¿Cómo podían no haberlo relacionado? Izuna poseía una belleza tan perfecta, tan sobrenatural... Y ahora entendían porqué... ¡Era una sirena! Y habían olvidado hasta ahora que era esa sirena en especifico de la emboscada.

–Acaba con ellas.– Soltó el albino mientras le tendía su espada.– Y salva a ese tonto de Tsuna.

Miraron a su capitán aun más estupefactos... ¿Tobirama Senju sabía que Izuna era una sirena, esa sirena? Y aun había más... ¿El lobo blanco se estaba acostando con una sirena? Se miraron entre ellos sin dar crédito a todo lo que estaba sucediendo...

–Bueno, al menos parece que está de nuestro lado...– Susurró Koichi a sus compañeros, que terminaron mirando a su capitán y luego a la sirena, de nuevo.

–Si... Van a saber que no ha sido buena idea atacarnos.– Sus labios se arrufaron en agresividad hacía esas criaturas a las que despreciaba, ignorando a sus compañeros marineros por ahora.

Y con un vigoroso impulso se lanzó en pos de la que tenía a Tsunadeon, que alarmada porque la sirena fuera en su persecución, intentaba alejarse con la máxima rapidez a la vez que llamaba a sus congéneres para recibir apoyo y que no les robaran su presa. A Izuna no le costó nada atraparla, su envergadura era mayor y eso se traducía en mayor potencia. Usó la espada para terminar con esa odiosa criatura que soltó a Tsunadeon.

–Izunaaaaa.– Gritó asustado de verse cayendo a peso muerto, precipitándose contra la botavara. Se partiría el espinazo y se mataría... Si es que lo veía. Además de las ganas de vomitar por la sensación de caer al vacío.

Izuna plegó las alas y se lanzó en picado para poder atrapar a su amigo antes de que se diera contra las maderas que sostenían la vela mayor, seguido por una horda de arpías que gritaban airadas. Cuando ya casi lo tenía, una de esas asquerosas criaturas intentó herirle con sus zarpas, desplegó su ala derecho un poco y se desvío mientras arremetía con la espada y le cortaba un pie, la sangre le salpicó. Otra se lanzó a por él, con un amplio arco a la vez que giraba su cuerpo, le cortó verticalmente y sin quedarle más remedio, pues necesitaba sus brazos para pelear, atrapó a Tsunadeon con sus garras.

–¡Joder Izuna, no me sueltes!– Y es que el pobre estaba cabeza abajo. – Voy a vomitar...

Y si, vomitó por los zarandeos que le propinaba su amigo al volar y pelear contra esas criaturas, pero al menos sabía que la sirena no permitiría que nada le ocurriera. Se cubrió la boca con las manos, tenía la sensación de que se le saldría todo si la abría, pero al ver como un par de esas criaturas se les acercaban por debajo quitó las manos de sus labios para poder avisar a Izuna.

–Por abajo, vienen do... Buargh.– Y si, volvió a vomitar... Encima de la cabeza de una de las arpías, cosa que la enfureció aun más.– ¡IZUN... BUARGGG!

El gritó de la criatura fue brutal, y es que ese humano, que una de sus compañeras había atrapado para comérselo y que la sirena les había quitado, ya la había regurgitado dos veces encima. Los destriparía, a ese humano y a la sirena. Se esforzó para darse más impulso y así poderles atacar, su enemigo tenía las zarpas ocupadas, no podría defenderse de ella.

Izuna previendo las intenciones de las arpías que se acercaban por debajo y como una de ellas estiraba sus garras hacía Tsunadeon, contrayó su cuerpo de forma poderosa mientras sus alas batían con fuerza, y enseguida vio la cara asustada de su amigo rubio, al que había lanzado, mientras se elevaba por la fuerza de su movimientos. Le guiñó un ojo divertido mientras el rubio subía con un largo grito saliendo de sus labios.

–¡Maldito seaaaaaaas, Izunaaaa!

Reviró los ojos ante el miedo atroz que estaba mostrando el Senju rubio a las alturas y a las acrobacias aéreas.

–Llorica.– Soltó en respuesta a esos gritos agudos y cargados de miedo de su amigo humano.– Tobirama supo disfrutarlo.

Y con sus garras libres atrapó a la arpía, que había cerrado sus garras al vacío al lanzar la sirena al humano hacía arriba. Uno de sus pies atrapó la cabeza de la arpía y el otro lo clavó dolorosamente en el hombro derecho y cuello de la asquerosa criatura, le bastó un movimiento veloz, hecho con fuerza y el espantoso crack se escuchó alto y claro. El cuerpo de la arpía cayó al vacío cuando lo soltó. La segunda corrió la misma suerte, aunque esta vez le clavó la espada de forma vertical en medio del cráneo. Izuna las había matado a ambas en apenas dos segundos. Era hábil, era un gran guerrero y era veloz e implacable.

–AYUDAMEEEE.– Rodó los ojos al escuchar el grito de Tsunadeon. Perdido el impulso con el que fue lanzado, ahora era la gravedad la que actuaba y le hacía caer de nuevo.

Lo atrapó con una mano y se lanzó de nuevo a esquivar a otra arpía que intentaba herirle.

–Sujétate, Tsunadeon.– El rubio se abrazó a su cuerpo con brazos y piernas, cerrando los ojos con fuerza y apretando su rostro contra el pecho del azabache.– Y no me vomites encima o te suelto.

El rubio se mordió los labios con fuerza para evitar que saliera nada de su boca, sabia que Izuna, aunque fuera amigo suyo, era capaz de llevar a término esa amenaza. Y intentó centrarse en cualquier cosa que no fueran los bandazos, cambio bruscos de dirección, picados, elevarse, giros..., que hacía la sirena esquivando y peleando contra esas criaturas horripilantes.

"Hay dioses... Por favor... No quiero morir, ni vomitar de nuevo...".

Y es que de pronto Izuna se había puesto a hacer tirabuzones de forma muy veloz y se estaba mareando tanto de girar sobre si mismo a esa velocidad, también escuchaba quejidos y gritos guturales que le erizaban la piel, aun más de lo que ya la tenía por ese vertiginoso vuelo acrobático y letal del azabache. La respiración algo más trabajosa de su amigo, le decía que Izuna se estaba sobre esforzando para pelear, esquivar y a la vez salvarle la vida de esa bandada de criaturas. Sujetó más fuerte sus piernas y brazos al sentir que de la fuerza centrifuga, más el sudor que empezaba a cubrir a la sirena, se estaba escurriendo un poco del agarre. Y con un zarandeo que casi le hace salir expelido de tan intenso y potente, su amigo se detuvo de los tirabuzones y se lanzó a gran velocidad hacía adelante, sus alas cortando el viento que silbaba al pasar ellos.

–Ya casi...– Susurró Izuna acelerado.– Agárrate fuerte.

"¿Aún más?".

Pensó Tsunadeon que sentía sus músculos temblar del tremendo esfuerzo y la gran fuerza que tenía que emplear para sujetarse. Y la sensación vertiginosa empeoro ante la caída al vacío. Un picado.

"Se me va a salir el estómago por la boca, si esto sigue así".

Tragó con dificultad, intentando hacer disminuir la terrible sensación.

Bajó en un pronunciado picado, esperaba poder remontar de forma ágil aunque llevara el peso extra de Tsunadeon. No es que el Senju fuera alguien muy ligero que digamos, era un humano alto y construido con una fuerte constitución; además él ya llevaba rato haciendo maniobras aéreas para terminar con esa bandada de arpías a la vez que evitaba sus ataques y lo había hecho de forma bastante eficiente. Las gotas saladas salpicaron su cuerpo cuando forzó sus alas a abrirse y a volar lo más bajo posible, rozando el mar. Resintió el esfuerzo en sus músculos, pero tercamente continuó.

"Un poco más...".

El movimiento había sido tan sorpresivo que una de las arpías que le pisaba los talones, algo que había permitido adrede, no se lo esperó y terminó en el agua. Intentó levantar el vuelo de nuevo, pero no lo consiguió pues una flecha lanzada desde el Telemeo la hirió, impidiéndole salir del mar. Las otras dos si consiguieron frenar el picado y le seguían de cerca.

Izuna levantó la mirada a la vez que también batía con fuerza sus grandes alas para elevarse más y así hacer vuelo rasante por el lateral derecho del Telemeo, sus ojos se encontraron con Tobirama que le asintió entendiendo la maniobra que iba a emplear el azabache.

–Atentos al momento.– Avisó a sus hombres mientras preparaba una lanza.

Izuna pasó raudo, elevándose por encima de la barandilla del navío con Tsunadeon fuertemente asido a su cuerpo, tras él las dos criaturas que iban a su zaga.

–¡AHORA!– Lanzó su arpón hacía una de esas bestias, que soltó un grito agónico y cayó al mar muerta.

La otra fue abatida por sus hombres y cayó en cubierta. Asintió satisfecho, cuando sus hombres, sin que tuviera que ordenarlo, lanzaron el cuerpo por la borda. El sonido de alas hizo que girara para ver a Izuna descender y en cuanto sus pies tocaron el suelo de madera se dejó caer de rodillas, mientras su primo también caía al suelo al soltarse. Se acercó a ellos, arrodillándose al lado de ambos. Tsunadeon parecía algo descolocado y agitado, como en shock.

–¿Estáis bien?– Izuna enseguida respondió, estaba bien pero algo cansado. En cambio a su primo tuvo que repetirle la pregunta varias veces.

–S-si... Si, estoy... Bien.– Pero no podía moverse bien, se sentía agarrotado de tanta tensión muscular.– Ne-necesito ir a ayudar a Ryotaru.

Tobirama iba a replicar, pero Tsunadeon le miró con insistencia.

–Ayudadle y ayudad a Ryotaru.– Aunque realmente Rintaro ya estaba ocupándose del herido, o todo lo que podía hacerlo sin ser médico ni tener formación.

Sus marineros le llevaron agua, aun mirando alucinados a Izuna allí intentando respirar bien y sudado por el esfuerzo. Koichi se acercó a la sirena y le acercó un vaso para que bebiera.

–Ha sido increíble, Izuna. Has estado espectacular.– Mientras le sonreía con sinceridad.

Uno por uno los hombres, aunque aun con la sorpresa en sus rostros, felicitaban a la sirena y su gesta, o le agradecían su bravura y que hubiera salvado al rubio. Incluso Genmaru llegó a palmearle en el hombro antes de ir a socorrer a Tsunadeon y Ryotaru junto a Koichi y Rintaro. Akimerama también les siguió, aunque antes dedicó un asentimiento de cabeza algo cortado y rígido al azabache.

Una vez solos Tobirama acarició la mejilla de su amado.

–Me parece que ya no tienes que esconderte más.– Ahora Izuna era aceptado por lo que era.– Les he contado lo ocurrido con el escorpión y la deuda que adquirí contigo.

– Ya veo. –Las cejas de Izuna descendieron un poco. Una deuda lo llamaba el Senju.

–Eh...– Susurró mientras le levantaba la barbilla. – Así es como lo vi al principio y me alegro de ser honorable y estar dispuesto a llevarte aunque no soportara la idea, ¿sabes por qué?– No le dejó responder.– Porque conocí a un ladrón sin escrúpulos, una sirena que me robó el corazón.

Le besó, aunque Izuna le apartó con suavidad. Le frunció el ceño por esa acción. ¿Por qué le apartaba?

–Estoy sudado y cubierto de sangre, Tobirama. Doy asco.

–Si, das asco.– Mientras se levantaba ante el gruñido ofendido de Izuna por sus palabras. ¡Que orgulloso era la pequeña sirena! Tiró de él para levantarle.– Anda vamos a que te laves.

Los pies anisodáctilos(*), al andar la sirena por la cubierta, causaban un repiqueteo que hizo que el Senju llevara sus ojos hacía ellos. El azabache poseía cuatro largas uñas, tres de ellas enfocadas hacía delante y la cuarta hacia atrás. El color negro de las mismas poseía un brillo escalofriante que dejaba en claro lo mortíferas que eran esas garras; largas, curvadas, afiladas... Como el más agudo de los puñales. Esas oscuras uñas hacían, mínimo, 15 centímetros...

–Menudas garras tienes...– Apreció el albino mirando los oscuros y curvados garfios, afiladas como una hoja del mejor de los cuchillos. Un apéndice mortal y que le había visto emplear en esa pelea aérea contra las arpías. Más de una había quedado destajada al usarlas Izuna en sus cuerpos. Y en cambio Izuna había agarrado a su primo con ellas durante esa asombrosa y acrobática pelea y no le había causado heridas, cuando podría haberle matado con facilidad.

El azabache desvió la vista, aunque no le hubiera dicho nada que no fuera cierto y ahora no tuviera que esconderse, imaginaba que a Tobirama no le haría mucha gracia verlo en su forma de sirena. Tendría que cambiar, aunque antes le habría gustado lavar sus plumas y zarpas de la nauseabunda sangre de sus victimas. Notó como el albino se detuvo y le obligaba a detenerse.

–Izuna...– Y tiró de su brazo con fuerza, haciendo que chocara con el firme cuerpo humano. Antes de que pudiera reaccionar, Tobirama había unido sus bocas y segundos después sus manos estaban pasando por las negras plumas de sus alas. Un estremecimiento le recorrió, sus plumas se ahuecaron de gusto sin poder controlar la reacción y jadeó de placer.

Tobirama podía ser alguien algo frío, o siempre había sido considerado así, pero había notado la incomodidad de Izuna ante su comentario. Había percibido como Izuna se inquietaba, quizás creyendo que le molestaba verle así a plena luz del día... La realidad era otra, le amaba y aceptaba que el verdadero aspecto de Izuna era ese.

–Ahora vamos a que te laves y te quites los restos de esas cosas.

–Si...– Aun afectado por el tacto del albino en la sensible piel de debajo de las plumas de sus alas.

Se dejó llevar como medio drogado por el humano al que amaba. Y se dejó lavar por el Senju en un lado del barco que habían adaptado para tal fin, Tobirama se quitó pantalones y camisa, para no mojárselos, y se dedicó a pasarle una esponja por su cuerpo, garras y alas incluidas.

–Te han herido... – Mientras tocaba la zona con suavidad.– Luego te curaré esos cortes.

–No te preocupes.

Pero igual que cuando le dijo que podía lavarse solo, Tobirama le ignoró. Y ahí estaban ahora, en el camarote del Senju, que se dedicaba a desinfectar las heridas y cubriéndolas con unos vendajes de algodón. Ya había desaparecido alas y garras de sus pies, para poder moverse con libertad por el interior del Telemeo, y volvía a ser el joven azabache que hasta ahora habían conocido como a Izuna.

–No es necesario, mañana estarán cicatrizadas.– Sus heridas sanaban rápidamente, era algo normal en su especie.

–No me seas terco, Izuna.– Aunque esa era una característica de la sirena que le gustaba bastante.– Te voy a cuidar si o si. Así que déjate.

E inclinándose sobre el sentado muchacho le besó, profundizando el beso al apoyar ambas manos en la mesa detrás del azabache.

–Quiero...– Pero no podía hablar porque el Senju estaba de nuevo besándole profundamente.– Tobirama... Un momento. Me gustaría que fuéramos a la cama...

Al final pudo decir, con las mejillas espolvoreadas de rojo por cierto bochorno que le daba. Tantas caricias sobre su cuerpo durante el baño, pues el albino siguió toqueteando sus alas y otras partes de su cuerpo; además de la adrenalina de la batalla y ahora esa suavidad con la que le había secado, curado y ahora le besaba... Deseaba jugar un rato con su humano, besarse, lamerse y parecía que el Senju deseaba lo mismo... Pero al llegar frente a la cama, el albino le giró, quedándose detrás suyo y antes de que pudiera darse la vuelta, le sujetó con suavidad y le besó en la nuca, después de apartarle el largo pelo negro.

–Tienes una herida en la espalda, Izuna, es mejor que te quedes así.

–Pero... – Se sentía algo confundido. Siempre habían estado frente a frente en sus juegos de cama.

–Por favor– Y besó de nuevo esa blanca e inmaculada piel de su cuello. –Además me gustaría probar algo ... Hace días que tengo ganas de hacerlo, se que te va a encantar.

Notaba a la sirena algo tenso, pero le asintió aceptando su petición. Suavemente le empujó dejándole encima del colchón, de cara al mismo. Observó de pie ese cuerpo tendido en su cama, esa espalda perfecta, la columna, la fuerte musculatura... Ese trasero prieto y sexy... Y esas piernas torneadas. Su pene, que hasta entonces se había mantenido semi erecto se puso duro y el calor le recorrió junto a un cosquilleo que se aposentó en su corazón primero y luego bajó a su vientre e ingles. Izuna era tan bello, tan sensual, tan perfecto. Se relamió los labios con la punta de la lengua y se arrodilló entre las piernas del azabache, luego de abrírselas.

Izuna se sujetó a las sábanas, se sentía expuesto, excitado y si, sentía algo de temor, estaba nervioso... ¿Tobirama querría hacer eso? Él también lo deseaba, pero a la vez... ¿Se sentía realmente preparado? Había decidido que deseaba llegar a más con el hombre al que amaba, entregarse del todo, ser uno con Tobirama... Pero por otro lado se sentía atemorizado. No podía evitarlo, era tan confuso... Querer algo y a la vez sentir miedo. Tragó saliva y sintió su labio interior temblar un poco, los apretó con fuerza para evitarlo. Se puso tensó al notar como al colchón se hundía por el peso de Tobirama. ¡Era un estúpido! La de veces que habían estado desnudos e íntimamente entrelazados, ¡si había tenido el pene de Tobirama en su boca y se había tragado su semilla! Y ahora se sentía de esa forma, asustado, desprotegido y vulnerable. Sintió el calor del cuerpo del Senju entre sus muslos abiertos, el albino le había instado a abrirlos con suavidad, a base de caricias... ¡Seguro que había notado su tensión y ahora creería que no deseaba que le tocara! Un leve temblor recorrió su cuerpo al escuchar la respiración de Tobirama, estaba excitado... También olía su estado.

–Tranquilo, Izuna...– Acarició con parsimonia el muslo derecho blanquecino de la sirena, toda esa tensión.– No haré nada que tu no quieras, sabes que puedes confiar en mi, cariño.

–Confió en ti, Tobirama. Es solo que... Estoy nervioso.– Le miró de refilón y una trémula sonrisa se formó en sus labios.

–Solo quiero probarte, es como cuando uso la boca ahí delante.– Intentó relajarle.– Y si no te gusta, me detendré. Lo juro.

Izuna asintió conforme y respiró en profundidad un par de veces. Ahora sentía curiosidad sobre donde la iba a lamer y a usar su boca... ¿Lo haría ahí en su entrada? ¿Era eso posible o algo que se solía hacer?

Tobirama nunca le ha hecho eso, solo ha rodeado con sus dedos la entrada de Izuna, captando su lubricación, que se desborda cuando la sirena está muy excitada y ya está, y eso como forma de masturbarle algo más mientras le está mamando el pene. Por eso entiende que ahora sienta cierto temor ante algo desconocido o creyendo que le penetraría, algo que sabía que Izuna aun temía. Aunque cada vez menos, pues empezaba a notar que la sirena tenía deseos de dejarle ir a más... Solo tenía que derribar esos muros que le hacían temer ese paso final en su relación.

Empieza por el cuello queriendo relajarle y que viera que sólo deseaba darle placer, besa esa piel con dulzura. Pasa su lengua por la columna al ir descendiendo, se toma su tiempo pues no tiene prisa, sabe que el barco está en buenas manos y no hay nuevos enemigos luego de matar esa bandada de arpías. Sus manos no se quedan quietas, sabe que a Izuna le gusta su toque, masajea la fuerte musculatura que esta algo tensa y no solo por los nervios del azabache, sino por haber sido forzada en el combate. Izuna suspira de placer ante su masaje, incluso le escucha ronronear o lo que sería algo parecido a eso. Detuvo su lengua en la depresión del sacro, le gustaban mucho los pequeños hoyuelos que indicaban el lugar de las espinas ilíacas, era una zona tan visualmente erógena, así que se dedicó a juguetear con su lengua en esas pequeñas depresiones mientras escuchaba los jadeos de Izuna ante sus toqueteos. Sus manos descendieron a los muslos, ignorando las montañas musculares gemelas que eran los glúteos del azabache, ya habría tiempo para venerar esa zona. Y masajea subiendo muy lentamente, palpando esa fuerte fibra bajo la perfectamente tersa, cálida y suave piel. Y por fin llega hasta los glúteos, que amasa con cariño y pasión. La sirena tiene el mejor culo que ha visto jamás, también que haya tocado nunca, claro. Y se decide a mover su lengua de la zona sacra hasta la hendidura que separa las dos mesetas de carne y, sin poder contenerse más al sentir el aroma del lubricante de Izuna, ese mismo que desde hace tiempo desea catar, que va hacía su entrada.

"Oh dioses... Esto es mejor que la ambrosía, estoy seguro".

Y es que el aromático flujo que sorprendentemente produce la sirena, y que desde la primera vez que compartieron ciertos juegos y sintió su excitación que quiso saborear a gusto; es algo que le crea una corriente de excitación y deseo desde el momento que entra en contacto con sus papilas gustativas. Un poderoso chispazo que baja directo a su ingle y hace que su pene se estremezca y libere un buen chorro de presemen; una corriente eléctrica que le hace soltar un jadeo ronco, aprieta sus piernas para calmar la necesidad de su miembro en vano. Y movido por su lujuria entierra su lengua en esa entrada y sorbe con ganas.

Izuna grita por el placer que le ha causado eso y se remueve sin poder controlar su cuerpo y lo que le hace sentir las acciones de ese hombre. Y Tobirama no se detiene en su exploración, abre la boca y gime sin poder contenerse. Eso es algo que nunca se había imaginado sentir, sus paredes son tan sensibles que siente como micro corrientes placenteras suben desde los receptores que hay en su interior hasta todas y cada una de las partes de su cuerpo.

–To... Tobi-rama... Aaaah...– Jadea en alto y gime. Nunca ha sentido nada parecido a eso. Sus manos agarran las sábanas a puñados y la arrugan, muerde el cojín por la intensa nueva sensación y lo suelta con un nuevo jadeo. Sus caderas corcovean hasta que el albino se las sujeta con un poderoso abrazo.

Tobirama está complacido con esa reacción tan fuerte. Tan sensible es la sirena a los estímulos en su entrada que incluso le tiene que sujetar. Él le está causando eso a su Izuna, eso le hace sentir orgullo y le anima a probar otra cosa. Un dedo acaricia la entrada que se cierra y abre contra su lengua, no tarda en humedecerse a causa de los fluidos del excitado azabache y de su propia saliva, aprieta un poco y vence la leve resistencia. Ahora su dedo índice y su lengua acarician el interior de Izuna y este gime sin detenerse, lo disfruta mucho. Poco a poco mete otro y luego un tercero. Levanta la cabeza y lame sus labios cubiertos del sabroso lubricante de su amado, sus dedos no se detienen y masturbándole, buscando un ritmo, un toque que vuelva loco al de pelo negro, lo encuentra con bastante facilidad y entonces no se detiene. Su boca besa la piel de su amado y de vez en cuando se hace espacio entre esos dedos para volver a sentir en sus pupilas el adictivo sabor de la sirena.

–Oh Izuna... Déjate llevar, no luches contra el placer...– Al verle apretar los dientes y tensarse.– Siénteme, siente lo que te hago y como te gusta.

Él mismo se frota contra las sábanas buscando su liberación, buscando un consuelo para su pene que tiene celos de sus dedos y lengua. Pero ahora no es el momento, aun no es el momento de unirse de esa forma. Quiere que Izuna esté completamente seguro, que se entregue sin miedo para que así sea capaz de disfrutarlo enteramente sin tensiones y sin el dolor que le causaría por eso mismo.

El grito de Izuna es grave y profundo, muy melodioso, mientras se tensa y leves micro espasmos recorren su cuerpo de forma rítmica, le entre gira en la cama consiguiendo dejar sus dedos dentro para alargarle lo máximo posible el orgasmo y le observa mientras está en ese estado, su mano libre se masturba y llega a su propia culminación viendo a la sirena en medio de su éxtasis, se corre en la cadera de su amado, marcándole posesivo con su esencia. Pero todo y haber alcanzado su propia culminación sigue observando fascinado al azabache, sus ojos cerrados con pequeñas gotas atrapadas en sus pestañas, como se muerde los labios aunque pequeños jadeos escapan entre ellos, como sus músculos tiemblan de forma leve, el pelo esparcido tras su espalda... Nunca le había visto así, nunca había sufrido un orgasmo tan intenso y fulminante. Finalmente detiene sus dedos y los saca de esa cálido y húmedo interior, los lleva a sus labios y lame esa esencia. El placer de la sirena dura unos segundos más y finalmente su cuerpo queda laxo en su cama, los ojos cerrados, la boca entreabierta soltando rápidas exhalaciones, sus piernas se mueve hacia su vientre poniéndose un poco en posición fetal. Sonríe con arrogancia al ver el desastre en que le ha convertido, él ha causado ese gran orgasmo en su amada sirena.

Por fin le ve entreabrir los ojos, sin mirar nada en especial, aun algo perdido en esa brutal sensación.

–Izuna... Izuna...– Le llama con suavidad, hasta que la sirena le enfoca.– ¿Estás bien?

Una suave sonrisa de satisfacción y de felicidad se forma en los labios del azabache, esa sonrisa vale oro para Tobirama, y finalmente le asiente muy quedo, pero lo hace. Acaricia la piel del rostro, apartando esos despeinados mechones negros.

–Yo... Yo...– Una lágrima se desliza por esa perfecta piel.

–¡Izuna! ¿Qué tienes?– Se preocupa al ver esa reacción. ¿Le habrá hecho daño?

–Soy muy feliz, Tobirama. Tu me haces muy feliz...– Ve la confusión del Senju y sonríe, aunque otra lágrima baje por su rostro.

–¿Entonces...?– Está confuso, Izuna se ríe pero también llora.

–Es que... Nunca pensé que podría amar a alguien y que el otro me amaría de vuelta, que me haría sentir bien en... Ya sabes.

Siempre había creído que no podría marcharse de la colonia, que su hermano habría muerto o que nunca le vería y que le obligarían a unirse a Naka y que éste le forzaría con el beneplácito del clan y los ancianos, y él con el riesgo de ser terriblemente castigado sino se sometía y acataba. Que Naka le haría daño al aparearse con él a la fuerza y que siempre que le montara tendría que soportar ese dolor por el bien de la comunidad y el nacimiento de las nuevas generaciones que harían perdurar el clan. Creía firmemente que eso sería así y su vida estaría ligada a esa realidad mientras estuviera vivo. En cambio un navío humano apareció por sus territorios y tuvo la suerte de que éste fuera capitaneado por un humano apedillado Senju, ¡el hermano del hombre con el que se marchó Madara! Y ahí estaba su oportunidad de hallar a su hermano, de librarse del destino que le deparaban los ancianos y las leyes que les gobernaban. Y no podía creer su suerte... ¡Encima hallaba el amor en ese humano! Y Tobirama le había mostrado que se podía disfrutar tanto al aparearse, aunque técnicamente aun no se habían unido, pero si que había descubierto un nuevo universo de placeres que nunca había imaginado.

Le sonrió de nuevo e incorporándose un poco le besó, para luego unir su frente con la del albino.

–Tobirama Senju, fuiste mi salvación en tantas cosas.– Musitó.– Nunca había creído posible todo esto. Antes de que aparecierais por nuestra isla estaba condenado, tu me has liberado y me has mostrado un camino totalmente nuevo. Es por eso por lo que mis ojos sueltan lágrimas, la emoción que me recorre es tan intensa que no encuentro palabras para dejar que salga.

Abrazando a Izuna al comprender que le ocurría, y por lo tanto quedarse más tranquilo al ver que no le había herido ni lloraba por nada malo, se tumbó en la cama acurrucándolo en su pecho.

–Pero...

–Vamos a descansar, ha sido un día muy intenso y tú te mereces un buen descanso.

La sirena no le discutió, realmente estaba agotado. Volar y pelear con el peso del humano y la tensión de no ser alcanzado ni él ni Tsunadeon, además de querer proteger a sus amigos y al hombre que amaba de esas criaturas, le había agotado. Y tras ese devastador orgasmo lo cierto es que no tardó mucho en dormirse.

Tobirama se quedó despierto unos minutos más, acurrucando al azabache en su contra. Él también estaba feliz, más que feliz, por haber conocido a Izuna y por haberse dado una oportunidad. Le amaba, le amaba con tanta intensidad que su corazón dolía y todo, pero era un dolor bueno, un sentimiento de calidez nunca sentido con anterioridad. Finalmente también terminó dormido, él también había estado muy tenso al ver a Izuna pelear contra todas esas arpías y no poder estar a su lado para cubrirle las espaldas y ayudarle. Y ahora al relajarse por tenerle a salvo tras esa batalla, al calmar la adrenalina con ese orgasmo, era que veía lo agotado que había quedado.

Apretó los puños con cierta rabia tras haber escuchado detrás de la puerta de su capitán... ¡No era justo! ¿Por qué su señor Tobirama había escogido a Izuna todo y saber que era un monstruo?¿Por qué le amaba? ¿Por qué ese monstruo se había ganado el amor del gran Lobo Blanco en apenas un año y él que llevaba años esforzándose y luchando a su lado no? ¡Él había estado desde el comienzo del viaje con Tobirama Senju! ¡Él se había esforzado en cumplir sus órdenes al dedillo! ¡No era justo! Él era el que merecía el amor de su señor, él era el que tendría que estar recibiendo el placer que Tobirama Senju era capaz de proporcionar, él era el que tendría que estar entre sus brazos y compartir camarote y cama. Sus dientes rechinaron mientras apretaba con fuerza sus puños.

–¡Akimerama, vamos! Tenemos que preparar el Telemeo para mi guardia.– Pidió Genmaru desde cubierta.

Esa noche le tocaba a él hacer guardia y asegurarse que navegaban en el rumbo correcto.

–¡Ya voy!– Dijo saliendo a cubierta para ayudar a su compañero.

Esa mañana los hombres estaban bastante alterados, Izuna se los miró sin comprender esa agitación. Ryotaro mismo, al cual el día anterior Tsunadeon le había dado el alta y visto bueno para volver a sus funciones tras tres semanas de reposo absoluto después del ataque de las arpías, estaba allí algo agitado y con una sonrisa de oreja a oreja. Incluso Koichi que era alguien de temperamento tranquilo, se mostraba ansioso y excitado.

–¡Hey, Izuna!– Le saludó Genmaru, mientras se le plantaba delante. Mientras Koichi se llevaba la mano a la frente y negaba al ver que su insistencia de llevarse al descarado de Genma no funcionaba.– Tengo una duda.

El azabache levantó una ceja, y se quedó esperando, dando su permiso de esta forma a que el sonriente marinero le preguntara.

–Siempre os hemos llamado sirenas, incluso a ti que eres de género masculino, pero... ¿No sería mejor decirte sireno?

Izuna negó.

–Siempre nos hemos nombrado como la raza de las sirenas. Para nosotros la diferenciación de sexo que hacéis los humanos no existe.– Le aclaró.

–¡Eh, chicos! Sirena esta bien dicho.– Gritó mientras se acercaba a los demás.

–Perdónale Izuna.– Soltó Koichi, abochornado, aunque igualmente nervioso y exaltado como los demás.

–No importa.– Continuó su camino hasta detenerse al lado del Senju rubio que se reía.

–Llevan desde que descubrieron que eres un sirena discutiendo sobre si decir "sirena" en tu presencia no sería un insulto al ser tu masculino.

–¿Y no han preguntado hasta ahora? O podrías habérselo aclarado tu mismo.

Levantó los hombros quitándole importancia.

–Era más divertido verles preocupados por si te ofendían... Hoy Genmaru ha conseguido encontrarse las pelotas para preguntarte.– Soltó un suspiro al terminar.

Izuna miró a Tsunadeon, que sonreía y tenía los ojos llenos de brillo mirando al horizonte, hacía donde el Telemeo se dirigía. Definitivamente algo estaba sucediendo, levantó una ceja intrigado. Todos los marineros estaban así, sonrientes, nerviosos, alegres...

–Estamos llegando a un buen lugar...– Verbalizó al fin el rubio y sonrió travieso.

–¿Un buen lugar?– No entendía. Llevó la vista también al frente y, si forzaba su aguda vista, podía percibir la silueta de una isla más adelante.– Hay una isla allí al frente, ¿Tiene buena caza?

Como siempre Tsunadeon se maravilló de las capacidades del azabache. Ellos sabían que la isla estaba allí delante pues reconocían la orografía de las islas anteriores por las que habían pasado. Izuna en cambio era capaz de verla a esa gran distancia, era impresionante.

– Jajajajajaja, podríamos decir que así es.– Contestó enigmático y travieso, mientras arqueaba las cejas.

La sirena frunció el ceño unos segundos, confuso; luego los miró a todos y de vuelta a Tsunadeon y su sonrisita... ¿Pervertida? Si, así mismo la podría describir... Y por fin entendió. Reviró los ojos y se alejó de su amigo, tras míraselo decepcionado.

–No me mires así, tengo necesidades masculinas. ¡Izuna!– Le llamó, más fue ignorado.– No me seas cruel y no me juzgues, maldito.

¿Todos estaban así por eso mismo? Se acercó a Tobirama que manejaba el timón y le vio como siempre, el albino le dedicó una minúscula sonrisa para seguir mirando al frente y controlando que todo fuera realizado por sus hombres. Por suerte Tobirama estaba igual.

–Todos están alterados y nerviosos... Ya me ha dicho Tsunadeon el motivo...– Soltó un suave resoplido mientras negaba.

–Llevan mucho tiempo surcando el mar, Izuna y mucho tiempo sin tener contacto intimo con alguna mujer o joven que les permita compartir su cama y su calor. Tienen sus necesidades.

Izuna lo pensó unos minutos, e hizo una mueca sintiéndose algo molesto consigo mismo por haberles juzgado. Él también echaría de menos a Tobirama si estuviera tanto tiempo sin compartir con él.

–Tienes razón... He sido desconsiderado con su situación.– Anteriormente a haber compartido ciertos placeres con el Senju si que hubiera pensado que esos humanos eran ridículos, pero luego de haber pasado noches con el albino, no sabría si podría pasar tanto tiempo sin compartir cama con él.– ¿Cuándo crees que vamos a llegar?

–Calculo que está noche a más tardar.– Eso si el viento y las corrientes les eran favorables, y así parecía que era.

Izuna le dejó, tras darle un rápido beso, y fue a hacer su trabajo.

Desde que todos sabían que era una sirena las cosas fueron mucho mejor. En el barco no faltaba la carne, pues se ocupaba de cazar en las islas por las que pasaban sin que tuvieran que detener su viaje. Volaba hacía la isla, cazaba alguna presa y volvía al Telemeo. Y los hombres estaban felices de poder variar el menú de las comidas y que nunca les faltase comida fresca. Más de una vez se llevó a Tobirama a volar con él, pudiendo mostrarle al fin lo emocionante que era hacerlo a plena luz y el albino, a diferencia de su primo, si disfrutaba de esa sensación vertiginosa.

Otra de las cosas buenas de que todos supieran su secreto, es que ya no tenía que esconderse, ni mentir, ni camuflar sus capacidades o sus anécdotas. Y a los muchachos les encantaba escuchar sobre sus vuelos, aventuras, peleas y cacerías, entre otras. Que fácil fue todo a partir de ese instante y que peso se quitó de encima, era aceptado y apreciado por ese grupo de humanos incluso siendo lo que era.

Ese día estuvo ajetreado ayudando de aquí para allá, su fuerza ahora era de gran ayuda en ciertas tareas. Cuando terminó ya era de noche casi y estaban cerca de atracar en el puerto de esa isla. Sus compañeros marineros ya estaban preparándose para bajar del Telemeo, se habían lavado, afeitado, cambiado de ropa... Todo para verse con las mejores galas y así poder ligar con alguna de las mozas o mozos de ese lugar. Él por su parte también se había lavado y cambiado tras el trabajo de ese día, quería estar limpio y verse bien para su amado. Ese día era el día, tenía claro que no quería pasar ni un día más sin ser uno con su albino. Y ahora ya limpio se dirigía al encuentro de Tobirama, el cual estaba en su camarote. El Senju le había dicho que no bajaría, que estarían solos en el Telemeo, por eso mismo creía que ese era el mejor momento para tener una agradable velada que terminaría con su entrega en ese camarote que compartían con su amado.

–¿No vas a bajar?– Se detuvo al escuchar esa pregunta dirigida a él. Miró a Akimerama delante suyo mirándole directo, algo raro cuando normalmente el otro solía rehuirle la mirada.

–Nos quedaremos aquí con Tobirama. Disfrutad en la isla.– Dispuesto a seguir su camino.

–Pero el capitán también va a bajar, según tengo entendido.– Y realmente iba a bajar, pero para hablar con el portuario y pedir permiso para atracar y que sus hombres pudieran pasar allí la noche sin problemas, aunque eso la sirena no tenía porque saberlo.

–Tobirama va a quedarse aquí esta noche, conmigo.– Achicando sus ojos hacía el otro. ¿Cómo se atrevía a mentirle así?

Akimerama tragó al ver la postura de la sirena y su tensión, pero tenía que seguir y mantenerse firme, sólo así conseguiría su propósito.

– ¿Por qué querría quedarse con una cosa? Una criatura a la que considera monstruosa teniendo a un joven humano esperando en la isla por él.– La sirena había puesto una mueca amenazante por esas palabras, aunque a la vez mostraba una expresión dolida.– Le oí hablar con su primo. Tsunadeon si te considera atractivo y eso, pero Tobirama sólo lo ha hecho para saciar su necesidad... Siempre ha sido alguien muy viril y tu te mostrabas tan dispuesto, tan inocente y fácil de engañar. Ves a preguntarle y verás como si que va a bajar.

Dicho lo cual Akimerama salió hacía cubierta para reunirse con sus amigos y descender de la nave.

Izuna se quedó parado allí en medio del pasillo... Recuerda cuando Tobirama le despreciaba y el llamaba esas mismas palabras, pero luego cambió, la relación entre ellos lo hizo. La puerta del camarote de Tobirama se abrió y salió el albino limpio y vestido.

–Oh, Izuna ¿Qué haces parado ahí en medio?

La sirena se lo miró de arriba abajo.

–¿Tu también vas a bajar?

–Si, exacto.– Tenía que bajar para hablar con los dirigentes de la isla y que no hubieran problemas.

Bajó la mirada dolido.

–Pensaba que significaba algo para ti. – Susurró antes de darse la vuelta y empezar a alejarse.

–¿Izuna?

–Déjame, Tobirama. Ves a divertirte a esa isla ya que tanto lo deseas.– Siempre diciéndole que tranquilo, que cuando estuviera preparado, que teniéndole entre sus brazos era suficiente y resulta que si que quería sexo y ya. Suerte que no se lo había dado... Se sentiría tan dolido si se hubiera entregado y ahora le salía con eso. Suerte que se mantuvo firme y no le dio lo que tanto quería.

Se quedó alucinando de que Izuna le saliera con eso... ¿Ese es el concepto que tenía de él?¿Y todas las veces que le abrió el corazón y le confesó lo que sentía, o se lo mostró? ¿Izuna le tachaba de mentiroso? Le había costado mucho abrirse a la sirena, él era alguien bastante cerrado y emocionalmente frío, pero había hecho el esfuerzo de abrirse a su amado... ¿Y así se lo pagaba? ¿Sin confiar en sus palabras y acciones?

–¿Qué coño dices? ¿Cómo te atreves, Izuna?– ¿Todo lo que habían compartido no significaba nada para Izuna? Estaba cabreado porque sus sentimientos fueran desechados de esa forma por la persona a la que amaba... "Por una vez que los comparto y así me lo paga"– Quizás si sea mejor que baje a divertirme en vez de quedarme a tu lado.

–¡Bien! Hazlo.

–¡Bien! Lo haré.

Y se marcharon cada uno por su lado, muy molestos el uno con el otro, sin comprender que todo había sido por culpa de unas palabras malintencionadas dichas por celos de un tercero y un malentendido entre ambos a partir de dichas palabras.

Y así Tobirama bajó a la isla cabreado, pisando con rabia y sin contestar las preguntas preocupadas de Tsunadeon o Koichi al verle en ese estado malhumorado. Una vez en el suelo y habiendo hablado con el dirigente que estaba en el puerto controlando las embarcaciones, desapareció entre las calles de esa urbe. Necesitaba beber... Urgentemente. A ver si así se le pasaba un poco el cabreo que llevaba encima y enfriaba la cabeza. Lo que tiene claro es que no quiere acostarse con nadie que no sea Izuna.

Izuna por su parte pensó en encerrarse en ese cuarto que le habían asignado al inicio del viaje, antes de que terminara durmiendo con Tobirama cada noche. Su corazón se estrujó dolorosamente al pensar en el albino y en que había preferido bajar a la isla que estar con él... No, no podía quedarse en ese momento en el Telemeo, necesitaba despejarse. Corrió a la cubierta del navío y se deshizo de la camisa antes de lanzarse al cielo, en potentes batidos de sus poderosas alas se alejó, y elevó, más y más de allí. Dejando atrás el Telemeo y la isla y perdiéndose en la negrura del cielo nocturno, siendo recibido por la oscuridad, la calma y el viento.

CONTINUARÁ...

(*)Anisodáctilas: Son las patas de las aves, las más habituales. Sus dedos son flexibles y tienen 3 hacia delante y uno hacia atrás, lo que les permite caminar sin problemas por tierra y agarrarse a las ramas de los árboles. O en el caso de las aves cazadoras, agarrar a sus presas.