Bueeeno, aunque parezca increíble, un año después, vuelvo a la carga para acabar este fic. Quiero dar las gracias a todas y todos los que me mandasteis reviews en el último capítulo. Espero que no os desaniméis porque vuestros comentarios me ayudan a acabarlo antes, aunque la tardanza sea de un largo período. Aprovecho también para dar las gracias a todos los que han leído el final de "¿Por qué tenías que encontrarla tú?" que es un DG y que obviamente no tendrá el mismo público, ya que a la gente no le suele gustar mezclar parejas... aunque yo ya he leído de todo, hasta me he atrevido a cambiar mi pareja intocable "Ron/Hermione" Así que animaros a cambiar, que siempre hay muy buenos fics que os podéis perder sólo por mantener costumbres...jajajjaja
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Pasaron toda la tarde entre probadores. Harry pensaba que en cualquier momento superaría su timidez y se lanzaría al probador de Ginny para volver a verla desnuda, y besarla ardientemente como nunca lo había hecho antes. Le preocupaba mucho que ella no recordase nada de su suicidio, y mucho menos, de lo que estuvo haciendo las últimas semanas... Por suerte, se había perdido por los barrios muggles de Londres, y no en cualquier otra ciudad donde nunca hubiesen podido encontrarla. ¿Qué era lo que había pasado mientras ella estaba en EEUU? ¿De quién era el aroma masculino que William había encontrado en ella?. Volvió de sus pensamientos cuando Ginny salió con un montón de vaqueros y camisetas, faldas y blusas, abrigos y zapatos que había decidido desechar. Sin que ella lo viese, él acabó comprando varios modelos que ella había devuelto y que a él le encantaban. Sin poder evitarlo miró las etiquetas y supo el por qué de su reacción. Seguía pensando que ella no era lo suficientemente buena como para comprarle el mundo si hiciera falta. Pues él. El magnate de los negocios en el mundo muggle, Harry Potter, iba a ofrecérselo en bandeja de oro si hacía falta. Sonrió mientras pagaba y fijaba su mirada en la tienda de enfrente...
- Ginny... todavía falta algo en tu vestuario...
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Draco Malfoy todavía no cabía en su asombro: Estaban en los postres y aún no había conseguido poner en apuros a la mujer que estaba cenando con él. Sabiendo que no podría evitar el tema que los había reunido, en referencia al mantenimiento de los puestos en la empresa que había absorbido, realizó un último ataque... una pelota directa en un pase perfecto.
- Y... digame, ¿No pensará mal su novio si la ve cenando en un lujoso restaurante y con tan buena compañía? Después de todo, con una boda tan cercana, quizás le preocupe más tener la cama caliente que cerrar un absurdo acuerdo...- La había tratado de usted, como para alejarse del puñal que lanzaba. Había averiguado que la joven estaba prometida y en menos de un mes se iba a casar con un abogado de medio pelo, nada que Draco no pudiese quitarse de encima... si quisiera algo con ella. No obstante, tenía a Mina a su lado, ¿para que querría más?
- Considero que la compañía no es ni tan buena, ni tan grata como debería ser... creo que resulta hasta... decepcionante. – Acompañó la última palabra con un sorbo de vino, en un acto que mostraba claramente que no se dejaba ganar.- Y en lo que respecta a mi boda y a mi cama...- Fue bajando el tono de su voz, para hacerlo mucho más seductor.- Ya están suficientemente abarrotadas como para que no me importe desperdiciar una noche salvando a mis empleados.- Draco notó que las últimas frases dejaban entrever algo de amargura... como si supiera lo de la amante de su futuro marido. Supo que se le habían acabado las opciones. Comenzaban a negociar.
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- ¿Cómo he podido dejar que eligieras mi ropa interior? Serás cacho cerdo, marrano, guarro, asqueroso, pervertido...¿Cómo me he podido dejar convencer?
- Bueno... el que las paga, las elige, jajajajajaj
Harry se había divertido de lo lindo eligiendo la ropa interior más sugerente y sexy que encontraba por la tienda. Al parecer, Ginny sólo deseaba comprarse lo más discreto y barato posible, y el había empezado a elegir desde los encajes hasta los colores, siempre empezando por lo más descarado que hubiera. Por supuesto, no pensaba comprarle nada de eso a Ginny, pero sabía que si se lo montaba bien, acabaría saliendo de la tienda con una ropa interior y unos pijamas decentes para una joven como ella, y no las tallas de monja que pensaba usar. Y acertó, como acertó también con los helados cantarines, con los zapatos cambia colores y con los buscamentiras. Se río cuando pensó que tratar con una mujer era como tratar con un comerciante: siempre había que dar el peor precio el primero.
Llegaron tronzados a casa, justo para cenar unos estupendos macarrones que Harry había cocinado, porque a pesar de vivir casi como un muggle, no se le daba bien cocinar, ni siquiera con magia. Después de mucho pelear, al final acabó llevando en brazos a una rebelde Ginny a su cama, para acostarla y desearle un dulce "buenas noches" seguido de un tierno beso en la boca. Harry ya no sabía como comportarse. La deseaba más que nada, pero el no saber que había sido de ella durante ese tiempo lo atormentaba. ¿Y si tenía una pareja y en su confusión pensaba que era él? Había estado evitando ese tema durante toda la tarde, pero realmente sabía que las temidas preguntas llegarían.
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Llegó a casa satisfecho. Hacía algún tiempo que no había tenido unas negociaciones tan duras como las de esa noche, y eso que el era el que tenía casi todo el poder... pero había obtenido lo que quería: mañana entre sus manos tendría el contrato de Almudena Trier. Era quedarse ella, o irse todos a la calle. No pensaba ser tan brusco, ya que de hecho, muchos empleados de esa empresa le interesaban, pero sabía que tenía que poner toda la carne en el asador. Almudena era ahora su inferior... una simple empleada más.
Se fue a acostar sin darse cuenta que de la luz del contestador automático parpadeaba.
