Charlotte estaba agrupando de nuevo a las gallinas en el patio trasero para meterlas de nuevo en el corral vallado del patio, tenían restos de grano y maíz en el suelo, lo que les serviría para comer en caso de que tuvieran hambre, había barrido y fregado las baldosas del patio y había sustituido la paja seca por una más nueva, había recogido los huevos de los nidos de las gallinas y los había colocado en una cesta que se encontraba en el suelo al lado izquierdo del pequeño gallinero que había en el corral del patio. La joven se sacudió el polvo del delantal que cubría la falda de su vestido y se giró para recoger la cesta de huevos recolectados para entrar en casa, cerró la puerta de la cocina que daba acceso al patio y puso la cesta encima de la mesa.

-¿qué tal ha ido hoy?- preguntó su madre, quien se encontraba fregando los platos.

-Quince huevos, podremos vender al menos una docena y usar los otros tres restantes para comer.-

-Fantástico, oye, por qué no en vez de usar esos tres huevos en casa los vendes todos, y tú puedes quedarte el dinero extra.-

-¿en serio?- dijo Charlotte con una sonrisa.-

-Aún nos quedan tres huevos de la última puesta que están en buen estado y así conseguirías algo de dinero para comprar el hilo que necesitas para tus bordados.-

-Es una buena idea, gracias mamá.-

Se escucharon unos pasos bajando las escaleras al piso principal y Francesco, desde las escaleras dijo.

-Mamá, ya he terminado mis deberes y he estudiado, ¿puedo ir con Charlotte a la plaza, por favor?- dijo con voz inocente e infantil.

Su madre se giró para verlo caminar hasta la cocina, ella se acercó hasta el salón y ojeó un reloj de pared que marcaba las seis menos cuarto.

-Está bien, podéis ir, pero no os separéis y volved antes de que anochezca, no quiero que os pase nada ¿de acuerdo?-

-Sí madre.- dijeron los dos al unísono antes de correr emocionados hacia la puerta y salir a la calle en dirección hacia la plaza.

Su madre, Laura, caminó hasta el umbral de la puerta principal de la casa, viendo como sus hijos correteaban calle abajo mientras jugaban y bromeaban entre ellos, no pudo evitar reírse a la vez que negaba con la cabeza, si por ella fuera evitaría que siguieran creciendo, pero era algo que no se podía evitar, debía aprovechar que aún eran jóvenes para estar con ellos, algún día abandonarían el nido y tal vez no los volviese a ver en mucho tiempo. Cerró la puerta cuando los perdió de vista y reanudó sus tareas domésticas.

-¡Te echo una carrera!- dijo Francesco aumentando la velocidad a la que corría delante de su hermana.

Charlotte rio en respuesta corriendo más deprisa aunque sin llegar a alcanzar a su hermano quien la había dejado bastante atrás. En uno de sus pasos Francesco tropezó y cayó contra el suelo, su hermana primero se asustó, abrió los ojos como platos y soltó un leve jadeo casi inaudible antes de correr a su lado y agacharse para ver a su hermano.

-¿estás bien?- preguntó mientras veía como Francesco se levantaba por sí mismo y se sacudía el polvo de la ropa.

-Sí, no te preocupes, no me he hecho daño.- tranquilizó él a su hermana.

Sin darse cuenta ambos habían llegado a la plaza en su pequeña carrera y la caída había sido provocada por un pequeño bordillo que delimitaba el área de la misma.

-Parece que has ganado esta vez.- declaró Charlotte alborotando el pelo de su hermano con la mano izquierda.

-¿Estás bien muchacho?- dijo la voz de una mujer que se acercó a ellos.

-Sí, no se preocupe Rosetta.- dijo Charlotte al reconocer la voz.

Rosetta era una de las floristas locales que tenía una tienda en esa zona del pueblo y que cuando hacía buen clima vendía sus ramos en la plaza en un carro móvil que ambos hermanos podían apreciar en ese momento tras la figura de la mujer.

-Hacía mucho que no os veía por aquí a estas horas.-

-Sí, bueno, Francesco ha tenido exámenes y yo he estado ocupada con mi institutriz.- explicó la joven.

-¿Charlotte puedo ir ya a jugar con los demás?- preguntó el niño tirando de la falda del vestido de su hermana.

-Sí, claro.- sonrió ella.- No te alejes mucho.-

El chico asintió y se marchó a jugar mientras las dos mujeres conversaban.

-¿qué tal te ha ido?- preguntó Rosetta caminando hacia el puesto de flores instalado en la plaza.

-Bien, trabajando en casa y recibiendo enseñanzas de Sophie. Ninguna novedad. ¿y tú? He oído que Richard y tú os casasteis hace un par de meses.-

-Sí, y lo llevamos bien, nos encanta vivir juntos, hemos comprado la casa azul del final de la calle.-

-Sí, la he visto, es preciosa, y tiene un balcón en el dormitorio principal con unas hermosas vistas.- dijo Charlotte colocándose un mechón de pelo castaño oscuro detrás de la oreja antes de ver a Rosetta reordenar algunas flores de su puesto.

-¿y tú? No tienes ningún pretendiente aún.-

-Sabes que eso no me interesa, además estoy centrada en empezar mi puesto de bordados, empezaré en los festivales y si consigo el dinero suficiente tal vez podría montar un pequeño local en el pueblo, mi padre dice que me ayudaría con algo de dinero al principio, pero espero que en un año pueda costearme los gastos del negocio yo sola.-

-Deberías hacerlo, tienes mucho talento Charlotte, no deberías dejarlo guardado en un baúl a los pies de tu cama.-

Charlotte sonrió, eso es lo que todo el mundo la decía, pero aún no se sentía preparada.

-Me lo pensaré, tal vez algún día.-

-Por cierto, diles a tus padres que todos ustedes están invitados a mi casa algún día, me gustaría darle a tu padre una cena de agradecimiento por salvar a mi querido Richard aquella vez en el hospital.- dijo Rosetta refiriéndose a cuando el padre de Charlotte operó con éxito a su marido de apendicitis.

-Lo tendré en cuenta y se lo comunicaré a mi padre en cuanto lo vea.- respondió la joven.

La conversación prosiguió, ambas mujeres se pusieron al día, informando a la otra de lo que ocurría en sus vidas y sus familias, ocasionalmente la conversación se cortaba por un cliente de Rosetta, al que ella atendía para proseguir la charla con naturalidad hasta que Charlotte notó cómo los rayos naranjas del sol del crepúsculo alcanzaban sus ojos, puso una mano frente a su cara para evitar la luz justo antes de que el reloj del ayuntamiento diera la hora.

-¡Oh, casi las siete!- dijo Charlotte.- Lo siento Rosetta, debo irme a casa antes de que anochezca.-

-Sí, yo también, ya nos veremos.- dijo Rosetta mirando al cielo antes de empezar a recoger su puesto de flores.

Charlotte miró a su alrededor, la mayoría de personas se habían marchado solo un par de madres con sus hijos y algún que otro jornalero cruzaba el lugar de regreso a casa, giró su vista a todas partes, pero no lo veía por ningún lado, su corazón dio un vuelco y se giró de nuevo hacia su amiga.

- Rosetta, ¿dónde está Francesco?-