Final alternativo 3: Dib el humano


Zib, no, Dib, había comenzado a recordar. Sus memorias comenzaban a surgir conforme veía las fotografías y videos que el profesor Membrana y Gaz le mostraban. En un principio había estado en contra de la idea, Zib creyó que era una pérdida de tiempo, pero accedió al saber que le darían snacks. Los snacks eran la debilidad de todo irken y también la suya. Los Terribles Más Altos no sabían que Zib había asesinado a uno de los técnicos por robarle una de sus donas y ni siquiera era de sus favoritas.

—Este video es de cuando aprendiste a leer, tenías un año y cinco meses —El profesor Membrana prefirió omitir que su primer palabra había sido "Alíen". El tiempo le había demostrado que Dib estaba en lo correcto, pero el científico sabía que eso no borraba todo el sufrimiento y las humillaciones por las que había pasado —. Este video es de cuando aprendiste a conducir en triciclo, tenías tres años.

Los videos estaban en desorden. Aquello había sido idea de Gaz. La hija menor del profesor Membrana consideró que, aunque la colección del profesor Membrana era bastante amplia, el científico había documentado todo el crecimiento de sus hijos, eso no era suficiente para estimular los recuerdos bloqueados del auto-proclamado héroe de la Tierra, miembro de los Resisty, líder no oficial de dicha organización, mercenario y actual invasor.

—Recuerda quién eres, hijo —le dijo el profesor Membrana.

Uno de los episodios de Misterios Misteriosos fue el que tuvo el mayor impacto. Dib había logrado formar parte del mismo e incluso mostrar evidencia de lo que decía. Aquel era uno de los recuerdos más preciados para Dib a pesar de que la evidencia reunida no fue usada y Dib había sido etiquetado como "Demente". Gaz accedió a acompañarlo en sus investigaciones paranormales y había sido parte de su programa favorito.

—Soy Dib —comentó un tanto decaído.

Había recordado gran parte de su pasado, su infancia y el tiempo en que fue parte de los Resisty, pero no olvidó su vida como Zib y todo lo que había hecho. Dib recordaba todas y cada una de las misiones que había hecho para el imperio irken y su vida en la Inmensa, apartado de todos los irken y pretendiendo que no existía.

—Pero también soy un asesino. Yo asesiné a Lard Narr porque el Terrible Más Alto Purpura lo encontraba molesto.

—No fue tu culpa —lo interrumpió su padre —. Ellos te lavaron la mente, te hicieron creer que eras alguien más.

Dib permaneció cabizbajo. Quería creer en las palabras de su padre, pero no podía. Él estaba convencido de que era culpable y que si hubiera sido fuerte, nunca se habría convertido en Zib y mucho menos jurar lealtad al imperio irken y a los Terribles Más Altos.

—Lard Narr estaba sorprendido de verme. En ese entonces no le di importancia, pero ahora lo entiendo. Todos creían que estaba muerto. Lard Narr quiso ayudarme y yo no le di oportunidad de hablar.

—¡Bebé llorón!

El profesor Membrana se sobresaltó al escuchar esas palabras. Para él era extraño escuchar que su hija dijera esas palabras, especialmente que esas palabras fueran dedicadas a su hermano, el mismo que había estado desaparecido durante tantos años.

Dib no se mostró sorprendido, pero sí muy avergonzado. Bajó la cabeza aún más y una única lágrima cayó por su mejilla.

—Tengo las pinz… manos manchadas de sangre.

—Si quieres hacer algo, pelea —Gaz continuó hablando —. Sé un hombre y has que esa basura espacial pague por lo que te hicieron.

—Gaz, no seas tan dura con tu hermano.

Ninguno volvió a hablar del tema. Continuaron viendo el material audiovisual que el profesor Membrana había reunido con el pasar del tiempo, era un científico y solía documentar todo. También se dedicaron a comer. Las cajas comenzaron a apilarse alrededor de la mesa. Gaz fue quien más comió y el profesor Membrana quien menos lo hizo.

Gaz y el profesor Membrana se marcharon en cuanto supieron que Skoodge había llegado. Ambos tenían muchas preguntas y consideraban interrogarlo como algo de vital importancia. El profesor Membrana hubiera querido quedarse con su hijo, pero consideraba que necesitaba algo de tiempo a solas. La forma en que reaccionó le resultaba un tanto preocupante.

Dib se encontró con Zim de camino a su casa. El humano no pudo ignorar al irken y es que este lo atacó en cuanto lo vio.

Zim clavó sus pinzas a los costados de Dib y las enterró en la pared que estaba detrás de él. Su mirada era desafiante y esta no mitigó al ver el estado de su enemigo, no sintió empatía al ver la culpa en su rostro.

—¡Estás atrapado, Ziib! ¡No puedes hacer nada contra el poderoso Zim!

—Soy Dib.

—El Dib-gusano no tiene el cabello blanco.

—¿Has escuchado del síndrome de María Antonieta? Estuve cautivo varios años, eso cambia a cualquiera —Dib levantó la mirada, podía sentir como la vergüenza era reemplazada por el enojo —. ¿Acaso no me recuerdas? Soy el único que sabía que eras un asqueroso invasor irken y que supo cuando cosechaste órganos humanos para ir a la enfermería.

Esas palabras bastaron para convencer a Zim. El irken liberó a Dib casi de inmediato. No se veía avergonzado, al contrario, su rostro tenía una expresión de orgullo que era usual en él.

—¡Zim lo sabía todo el tiempo!

—Me has llamado Zib todo el tiempo.

—¡Mientes! —Zim lo señaló con uno de sus dedos —. ¡Sucias mentiras, apestoso terrícola!

Dib empujó con fuerza a Zim en un intento por alejarlo de él. Recordar su pasado le había dado más motivos para odiarlo y no solo las que el imperio irken le habían dado.

—No tengo tiempo para perderlo contigo.

—¡Zim está más ocupado! ¡A diferencia de otros, él sí es un héroe!

Aquellas palabras bastaron para dejar a Dib sin habla. Como Dib sabía que su principal objetivo era la conquista de la Tierra y que había usado una infinidad de planes para lograr su objetivo, como Zib sabía que había traicionado al imperio Irken y, la información oficial, decía que había huido como un cobarde, pero eso era todo.

—¿Zim, protector de la Tierra? —Dib comenzó a reírse a carcajadas. Aquello le parecía tan absurdo que estaba convencido que debía tratarse de una broma —. Tengo que verlo para creerlo.

—¡Y lo verás! ¡Prepárate para contemplar a Zim en toda su gloria!

Dib se unió al ejército y comprobó que lo que decía su enemigo era cierto. Zim no solo formaba parte del ejército humano, sino que también ocupaba un puesto importante. Todos los soldados lo respetaban y trataban como si fuera un terrícola más. Eso hizo que Dib se sintiera avergonzado. Le parecía inaceptable que Zim protegiera a la Tierra mientras que él se culpaba por sus pecados.

—Así que finalmente decidiste mover ese trasero flojo y deprimido —le dijo Gaz, su voz era dura y su mirada mucho más fría —. ¿Conoces los puntos débiles de esa basura espacial?

Dib asintió.

—Ellos irán por los líderes humanos —respondió Dib —, primero irán por aquellos que no representen una amenaza y terminarán acá. Van a insistir que lo hacen por mí… por Zib, alegando que ellos son los que deben determinar mi sentencia. Debemos contactar con la OPU y solicitar refuerzos de inmediato.

—En ese caso será mejor que nos demos prisa. El Presidente Humano es un llorón, apuesto a que se rendiría incluso si solo le hicieran una pregunta.

—Podemos hacer una alianza —Dib continuó hablando —. Puedo reunir pruebas de que ellos no han cumplido con su palabra, yo soy la prueba de ello. A los irken no les conviene perder sus alianzas comerciales o peor aún, los snacks. Los irken no pueden vivir sin ellos.