Después de la larga jornada en el Campus, ambos amigos se encontraron en sus respectivas habitaciones, empacando y haciendo maletas. El avión salía en unas horas y ellos debían de llegar a tiempo.

Si todo salía bien, llegarían para el anochecer del 21 de marzo. Fecha que Max tenía muy en cuenta porque sabía lo que se celebraba al día siguiente. Lo único que pedía, era que no hubiera tormenta o imprevisto que atrasara el vuelo. No, no. No podía perdonarse que su mejor amigo pasara su onomástico en el aeropuerto.

11: 55. p.m. - 21 de Marzo, 1990 - Hawkins, Indiana

— ¡Llegamos! — articuló Max, mientras llevaba su maleta fuera de la terminal. Cuando ambos culminaron,Will se extrañó, pensó que su madre vendría a recogerlo o algo por el estilo.

¿Dónde estaban todos? ¿Y Jhonatan?

Faltaba poco para su onomástico. ¿Y si se habían olvidado? ¿Otra vez?

Y, entonces, Max pidió un taxi. Pusieron sus pertenencias en la cajuela del auto y el primer destino fue la casa de Will. Este no dijo nada, solo abordó el taxi; en silencio.

Max se dio cuenta.

— Estás callado.

— Solo sorprendido diría yo.

— ¿Por qué?

— No lo sé, es extraño.

En el fondo, no diría el pesar que sintió. Claro, aún no era el día, faltaban 5 minutos y, quizá, estaba paranoico. Pero tenía miedo. Sin poder evitarlo, sintió un nudo en el estómago.

— No comas ansias, es normal. Estamos viendo nuestro hogar después de casi un año, hasta yo me sentiría así.

¿Es que ni Max se daba cuenta?

El tráfico hizo que el taxi se detuviera.

1 minuto.

Finalmente llegaron. El taxi se parqueó y Will se topó con la triste realidad de que su casa tenía las luces apagadas.

Nadie estaba. Max estaba de lo más normal. Siempre solía sorprenderlo con algún detalle pasadas las 12. Costumbres forjadas con la convivencia.

12:05 a.m.

Miró de soslayo a su mejor amiga pero ella estaba concentrada en su maleta. El halo de tristeza se le incrementó.

— Listo ya está. — soltó Max, luego de que sacara sus pertenencias y pagara el taxi —. ¿Entramos?

— uhm… claro. — Will aceptó, dudoso, y, con maletas en mano, buscó la llave que siempre se hallaba bajo el tapete de su casa e ingresó.

Seguía oscuro, hasta que…

— ¡SORPRESA!

Las luces se prendieron y voces al unísono de todas sus personas importantes resonaron en la estancia. El semblante de Will cambió a una felicidad genuina; única.

Todos estaban ahí.

Su madre, Jhonatan, Nancy, Hopper, Lucas, Dustin, El, Mike…

Mike.

El corazón se le detuvo.

Ahí estaba él, junto a Jane de la misma forma en que recibieron a Dustin aquel verano. Con la mirada neutra y la sonrisa forzada. Si sus ojos no mentían, podía jurar que todo era una coraza.

Mierda. Necesitaba ese maldito spray en los ojos justo ahora.

— ¡Will, feliz cumpleaños, mi niño! — Joyce fue la primera en correr para abrazarlo —. ¡Mira nomás! ¡Qué guapo estás!

— Gracias, mamá. — articuló Will, con todo el amor del mundo al escucharla mientras la abrazaba. Al separarse, siguieron Hopper, Jhonatan y Nancy, que le dieron su respectivo abrazo.

Después, Lucas y Dustin, que bromearon con su nuevo look.

— Feliz cumpleaños, Will, ¿nuevo corte? — indagó Dustin.

— No es corte, es su nuevo look. Yo se lo hice. — replicó Max, orgullosa —. ahora sí, ven aquí. — la pelirroja le robó un gran abrazo y un beso en la mejilla —. Feliz 19 años, Byers.

— ¿Lo supiste todo este tiempo?

— No solo lo supe, lo organicé, no habría podido lograrlo sin El.

Fue entonces que Will miró de reojo a El, le sonrió con afecto, pero, antes de realizar lo evidente, le correspondió el gesto a Max.

— Gracias, te diría más, pero Lucas va a matarme.

— Tú tranquilo, que ahorita lo convenzo de lo contrario. — le guiñó el ojo —. Anda, ve, tienes abrazos que dar.

— Va.

Sin hacerse esperar, fue hacia El y se dieron el abrazo correspondiente. Ella siempre tan linda. Sin embargo, se detuvo en seco al ver a Mike.

¿Lo abrazaba o no? Will quería. ¡Dios! se moría por algo así. Mike se acercó y, como si la piel ajena le quemara, hizo contacto. Se separaron y este articuló:

— Feliz cumpleaños, Will. — El tono de su voz fue neutro, casi seco —. Es bueno verte de nuevo.

— Gracias, Mike.

Silencio.

¿En serio? Hasta el abrazo en California le supo mejor. Will se sentía como un reloj de arena. A punto de romperse. Max, que no perdió de vista el momento, se acercó para apaciguar la ligera tensión formada.

— ¡Hey! Entonces… ¿Quién tiene hambre? Porque yo sí.

— Yo también. — agregó El —. ¿Vamos, Will? — preguntó la castaña, sin desprenderse de la mano de Mike —. Mamá ha hecho aperitivos, pintan muy bien.

— Claro… — dijo Will, con los ánimos por el piso. Sin embargo, disimulo. ¡Eso! Debía disimular… intentar, al menos.

Era su cumpleaños.

En ese proceso, este se dio cuenta de dos cosas. La primera, que Max empezó a hablar de todo un poco con El, robándole la novia a Mike. Mientras que a Mike, de vez en cuando se le escapaba la mirada hacia él.

¿Era su imaginación o lo estaba observando? Will, como era de esperarse, también le dirigía la mirada entre pausas y, cuando estas se encontraban, ambos se esquivaban las mismas de inmediato; cuan niños de Kinder. ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Lo estaría viendo como un bicho raro? ¿Qué estaría pensando de él?

Esa tensión iba a acabar con el castaño en cualquier momento.

Se sentaron a compartir los aperitivos y, sin más ni menos, la charla comenzó. El orden de los invitados en la mesa se dió en el siguiente orden.

Will en la silla principal, Joyce y las chicas al extremo derecho, mientras que Jhonatan con los muchachos en el extremo izquierdo. Hopper quedó frente a él.

— ¿Entonces? ¿Cómo va la universidad, hijo? — Joyce fue la primera en preguntar.

— Oh, bien, los cursos al inicio fueron agobiantes. Pero nada que no se pueda solucionar.

— ¿Y las chicas? ¿Estan lindas las Newyorkinas? — Dustin cuestionó, divertido.

— ¿Qué? pues… sí, claro. Lindas, todas lindas… — El sonrojo en el festejado se incrementó, sobre todo al notar la mirada corta pero inquisidora de Mike; como si pudiera leerle la mente.

Chicas… sí, claro. El pelinegro volvió a lo suyo, sin entrometerse realmente en la conversación.

— ¿Y las fiestas? ¿Son buenas? He oído que ahí la vida es muy libertina. Todos están de fiesta en fiesta. — Lucas intervino.

— No realmente, bueno, sí para el que lo sabe aprovechar, pero yo… yo no tanto.

— Esa marca nos dice lo contrario, Byers. — Lucas señaló su cuello.

Will, al darse cuenta de a qué marca se refería, se quiso morir. Un chupetón sobresalía. ¿Que acaso no le dijo a Max que le ayudara a cubrírselo? Claro, claro que lo hizo, pero el efecto se había terminado. Habían pasado considerables horas desde entonces.

— Esto, esto no es…

— Bueno, bueno, ¿Y que si es así? Ya somos adultos, ¿no? al menos él no deja colgada a su novia por estar estudiando. — Defendió Max, visiblemente ofendida.

— No puedes estar hablando en serio. Son mis estudios, Max.

— Y yo soy tu novia, se supone. No hay equilibrio, Sinclair. No lo hay.

— ¿Qué me quieres decir con eso?

— ¡Hey! ¿Quién quiere postre? Porque yo sí, ¿La ayudo señora Byers? — Dustin intervino en la conversación.

— Por favor, hijo.

Sin más, ambos se pararon de la mesa con educación para ir por el postre, mientras que, en la mesa principal, el intercambio de palabras seguía:

— ¿Vas a enojarte hoy? ¿En serio? — Lucas preguntó, ofuscado.

— No estoy enojada.

— Esto no es justo, yo no te reclamo el hecho de que estés todo el tiempo con Will, o que me hables de él, que Will esto, Will lo otro… ¿Crees que no me doy cuenta?

— ¿Es en serio, Lucas? Ya hablamos de eso.

— ¿Lo ves? quiere decir que tú tienes derecho a dudar ¿pero yo no? ¡Dios! a veces no entiendo a las mujeres.

— No deberías tener dudas.

— ¿Qué? — Todo el grupo giró hacia la persona que dijo aquella frase. Resultó ser Mike, que había hablado desde su sitio, despreocupado.

— Eso, no deberías tener dudas.

— ¿Por qué lo dices?

— Solo digo que tus dudas son en vano, Max no es su tipo de chica, en realidad, ninguna lo es, ¿Verdad, Will?

Will, que había estado callado escuchando al resto, finalmente estaba teniendo una conversación con Mike, sin embargo, esta no estaba tomando un rumbo agradable. ¿Qué pretendía? Se armó de valor y, sin más, decidió responderle:

— Sí, es verdad. — Nuevamente ese bendito choque de miradas. Will tragó en seco y decidió enfocarse en Lucas. La mirada de Mike, aunque disimulada, lo estaba matando —. Mike tiene razón, Max es solo eso, mi amiga. — agregó el castaño, honesto.

Max hizo su típico gesto de "te lo dije" y Lucas, para no discutir más, decidió cambiar de tema, fingiendo creer. Ya después hablaría con ella.

— ¿Entonces no has tenido novia, Will? — preguntó El, sin segundas intenciones.

— No realmente, estuve enfocado en otras cosas. — articuló, mientras que los colores en el rostro y el nudo en su estómago se incrementaban. Will quería hablar de otra cosa, comer, jugar. Otra cosa que no sea su vida privada. Ya tenía suficiente con que su verdugo no lo perdiera de vista.

— Aquí está el postre. — Su madre llegó como siempre, salvándole el día.

— Gracias, mamá. — Will respondió, visiblemente aliviado. Vio su postre favorito y sus ojos le brillaron. Era pastel de manzana recién horneado.

Joyce sirvió lo correspondiente a cada uno, quienes, luego de tener su ración, comieron visiblemente complacidos. Joyce Byers no perdía el toque. Sin embargo, fue Dustin el que siguió la conversación:

— Muy rico, señora Byers, ¿y el pastel principal?

— ¡Dustin! — reprendió Max.

— ¿Qué?

— No seas maleducado.

— No, no, cariño, está bien. Eso lo guardo para mañana luego del campamento.

— ¿Campamento? — preguntó Will, extrañado.

— Sí, bueno, es que siempre dijiste que querías algo así frente a Lover lake. Quería darte esa sorpresa, hijo. A no ser que quieras algo diferente, depende de ti.

— No, no, está perfecto. Gracias, mamá. — agradeció el castaño, ¿Cómo podía hacerle ese desaire a su madre? Además, la idea del campamento no pintaba para nada mal.

Joyce sonrió, ver a su hijo así de feliz le llenaba el alma. Era lo mínimo que se merecía después de tanto.

Todos comieron complacidos entre charla y charla y, cuando menos se dieron cuenta, ya eran las dos y media de la mañana. Cada quien debía irse a su casa a descansar. Claro… hasta que Jane preguntó:

— ¿Mike puede quedarse, papá?

— Ya sabes mi respuesta, El. — respondió Hopper, serio.

— Papá….

— Hopper, no seas tan duro con la niña. — Joyce entró en defensa de la evidente pareja.

Hopper gruñó. En todo el tiempo que el mayor convivió con Joyce, había aprendido a ser un poco más flexible, pero esto superaba sus límites. Hopper sabía que ya no eran unos niños. Esto no solo se trataba de mantener la puerta 8 centímetros abierta. No, no. Él no podía permitir algo así.

— No, Joyce, Mike tiene casa.

— ¿Y si me quedo yo? Vamos… estoy cansada. — propuso Max, para después agregar —. Además, le prometí a su hija que pasaría tiempo con ella, así separo al par un ratito.

El, por su parte, amplió su sonrisa, era cierto, debían de ponerse al día. Agradeció la intromisión de su mejor amiga y miró a su padre, esperando su respuesta.

— Solo si Mike duerme en el sillón, ya he permitido que vayan juntos al mismo Campus, no quieran torturarme más, por favor.

— Nuevamente estás siendo duro, Hopper. — Joyce se cruzó de brazos.

— ¿Y qué propones?

— Pues esta Will, ¿No? Cariño… ¿Tienes algún problema si Mike comparte habitación contigo?

Y, entonces, Will sintió morir en ese instante ¿Qué le decía a su madre? ¿Que no? ¿Que la tensión entre ambos estaba tan horrible que prefería ser raptado por el demogorgón nuevamente? Maldición, no.

— Sí, claro, ¿por qué no?

— Ahí está, asunto resuelto.

Al ver que no podía hacer más, Hopper asintió. Solo con esa condición aceptaba. Si, ya, charla a corazón abierto… tenía que practicar más. Por otro lado, Max miró de reojo a Will y, disimuladamente, gesticuló con sus labios un "lo siento", pues lo de ella no fue intencional.

Todos se fueron a sus casas y los mayores a dormir. En tanto, los 4 chicos se enrumbaban a sus habitaciones correspondientes.

Antes de que Max se perdiera finalmente con El para ir a descansar, llamó a un lado a Will, para luego decirle:

— Lo lamento, juro que no fue mi intención.

— Está bien, Max. No pasa nada.

— No, no, si pasa algo. Sé que esto no es fácil para ti. Pero es que de verdad extraño a El y…

— Ya te dije que no pasa nada, todo está bien. Después de todo, tendremos todo el año que viene para que me aguantes nuevamente. — rio —. Tienes que disfrutar de ella. — el rostro de Will fue comprensivo.

— Gracias por ser tan lindo conmigo, Will. — le robó un abrazo —. Promete que me dirás cualquier cosa, ¿sí?

— Lo prometo.

— Ok, descansa. — sonrió y le apretó la mano, para finalmente irse con El.

— Descansa, Max.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Will, pero este solo estaba dirigido hacia Max, porque después, pisó tierra, recordó su realidad.

Mike…

Sí, sería una noche muy larga.