Los personajes no me pertenecen son de Nobuhiro Watsuki.

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Este fic está dedicado a mi hermanita bella:

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KaryKC

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Porque este pequeño regalo aún no termina y espero que te sirva de ánimo, después de la tormenta viene la calma n_n.

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Por kaoru-sakura

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Capítulo IV. Corazón expuesto.

Megumi estaba cansada, feliz de que el niño al que fue a revisar se encontrara mucho mejor, aún necesitaba reposo y cuidados, pero evolucionaba favorablemente. Eso aliviaba el pésimo humor que últimamente tenía y de lo cual culpaba a su corazón y al idiota que se había instalado cómodamente ahí. ¿Quien le había dicho que podía confundir el amor con el sexo?

Porque eso era lo que ellos tenían y nada más, se lo había dejado muy claro desde el principio. Sin embargo el castaño venía comportándose extraño últimamente, quería más de lo que ella estaba dispuesta a ofrecer, poniéndola entre la espada y la pared. Sentía unas enormes ganas de llorar y ella no era así. Debía terminar con lo que sea que tuviera con el castaño, el solo hecho de pensarlo la ponía mal, atormentando su mente y corazón. Intentó apartar esos pensamientos que la agobiaban, debía llegar a su casa y tomar un relajante baño e irse directamente a dormir. Lo bueno en aquella locura que era su vida, es que al día siguiente llegaba Yutaro lo que significaba unos días de descanso para ella. Aunque le gustaría pasar más tiempo y aprender de ese niño, se rió, ya no era un niño; al igual que Yahiko se había convertido en un hombre y era excepcionalmente brillante en la medicina.

Quizá debiera aceptar la invitación de irse un tiempo a Alemania, más la idea de no hablar el idioma la asustaba, si Yutaro no llegaba a estar con ella se perdería. Lo mejor era aprender de él todo lo que le ofreciera estando aquí, además no se atrevería a dejar a sus amigos y a Sano ¿o si? ¿Y por qué debería de pensar en él al momento de tomar una decisión tan importante? ella vivía para salvar personas y eso jamás lo cambiaría por nada ni nadie. Se molestó consigo misma, provocando que sus cejas se unieran en una línea recta, sus sentimientos se contradecían y no le gustaba, debía tener el control de todo o las cosas no saldrían como quería y debían ser.

Abrió la puerta de su morada y lo último que espero ver era precisamente a quien tenía enfrente. Pese a ello, los sentimientos la embargaron de golpe: alivio, alegría y unas inmensas ganas de lanzarse a sus brazos y perderse en sus labios. Esto provocó que su enojo aumentara al igual que su pronunciado ceño. ¿Dónde estaba la firmeza de terminar esa relación secreta?

—¿Se puede saber qué diantres haces aquí? —espetó sin poder contener el enojo consigo misma. Paso a un lado del castaño sin prestarle atención.

Sanosuke se descolocó por la reacción de la doctora nada más verse, pero estaba feliz de que llegara sana y salva.

—Hola yo también te extrañe y si estoy bien, gracias por preguntar —dijo con marcado sarcasmo y cerró la puerta.

Megumi se quitó las sandalias de madera, estaba muy cansada para discutir con él. Avanzó hacia la estancia donde vio sobre la mesa el florero, cómo había extrañado ese pequeño detalle. Nadie podría imaginarse lo tierno que podía llegar a ser Sanosuke. Sin poder evitarlo los ojos le empezaron a picar, las cosas se habían salido de control, de su control y ella no quería estar enamorada.

—Vete —pidió en un susurro.

El castaño creyó escuchar mal —¿quieres que caliente la cena? ¿o prefieres tomar un baño antes? —ofreció abrazando a la doctora por la espalda, posicionando sus brazos en la estrecha cintura, besando su cuello, llegando a su oreja, un punto sensible que sabía podía iniciar el incendio de su cuerpo— si lo prefieres yo te puedo bañar.

La voz se había vuelto seductora, Megumi sintió su corazón acelerarse y su piel erizarse. El aroma masculino de Sano la empezaba a embriagar. Con un simple roce la ponía a temblar de deseo, como era posible que consiguiera eso tan fácilmente. Debía admitir que nadie más lograba eso, pero por el bien de ambos debía poner el punto final.

—Dije que te fueras —se soltó bruscamente de los reconfortantes brazos, aún de espaldas y sin mirarlo volvió a repetir lo más firme y fríamente que pudo—. Vete y no vuelvas a cruzarte por mi camino.

Sanosuke frunció el ceño desconcertado, debía ser una mala broma o un mal sueño. Seguramente aún seguía con Kenshin en la posada y estaba delirando por la fiebre. Se rió, una risa suave que se convirtió en una carcajada, se rió hasta que ya no pudo.

—Eres un idiota, vete de mi casa.

Muy bien eso ya no era gracioso, algo le estaba pasando a Megumi y él tenía que saber que era. Dio dos pasos firmes para llegar hasta ella, sin tomar en cuenta el dolor en su pierna, haber estado de pie esperándola por tanto tiempo no fue bueno.

—Estas molesta porque me fui por un mes entero y no te mandé ninguna carta —empezó a razonar en voz alta.

—Sanosuke quiero que me escuches bien, porque solo una vez te lo diré, esto se acabó, vive tu vida a placer y déjame vivir la mía.

—Pero qué estás diciendo, si yo te…

—¡No! No quiero escucharte, solo quiero que te alejes de mí.

—¿Es que no entiendo qué te pasa Megumi? —ella volvió la cara al lado opuesto. Sanosuke sabía a dónde quería llegar con eso pues no era la primera vez que tenían una conversación de ese tipo, pero sí sería la última. No le permitiría que todo terminara sin que escuchara primero lo que tenía que decirle—. Si quieres terminar conmigo está bien, ya no te buscaré ni voy a molestarte.

Megumi sintió que se desmoronaba, ¿realmente el castaño se daba por vencido sin luchar? Se mordió el labio inferior para no empezar a llorar y contuvo sus lágrimas. Era una tonta, se suponía que eso era lo que quería, entonces ¿por qué sentía que moría?

Sanosuke espero alguna reacción antes de seguir hablando, sin embargo solo el ligero temblor en el cuerpo femenino, le advirtió que se estaba conteniendo. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, aún tenía esperanzas.

—Pero mírame a los ojos mientras me lo dices.

—Solo vete —espetó con tono frío e ignorando el golpeteo incesante de su corazón.

El castaño soltó un suspiro, Megumi jamás le pondría las cosas fáciles, pero debía reconocer que así le gustaba y no cambiaría nada en ella. En un movimiento rápido aprisiono el cuerpo femenino entre la pared y el suyo. Tomo delicadamente su mentón para obligarla a verlo, pero ella seguía cubriendo sus ojos terracota tras sus párpados y sus espesas pestañas. Sano observaba el aparentemente imperturbable rostro de la doctora y pasó su pulgar por sus labios, se había mordido tan fuerte el labio inferior que un hilillo de sangre bajaba por él. Sano pasó su lengua por el mentón hasta los labios carmín degustando el metálico sabor y con lentitud asalto la boca femenina logrando que empezará a corresponder el beso. La apretó más contra su cuerpo, le estaba dando claras señales de lo que deseaba, que distaba mucho de lo que le pedía con palabras. Cuando un jadeo femenino escapó de sus bocas, ella puso las manos en su pecho para tratar de empujarlo, cosa que fue en vano. Sanosuke no la soltaría, más ella seguía sin mirarlo a los ojos.

—Eres tan cobarde que escondes tus sentimientos de ti misma, ¿porque tratas de ocultar lo que realmente sientes? —estaba agitado, al igual que ella, por el beso y por las emociones que lo embargaban—. ¿Te sigue molestando la diferencia de edad? ¿Es eso?

—¡No es solo eso! —gritó con impaciencia, soltando su frustración, él jamás entendería sus razones. Ya no pudo evitarlo lo miro a los ojos y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas al ver los ojos color chocolate llenos de dulzura, quería comprender, entender los por qué. Eso la desarmó, la firmeza y el enojo del que se había agarrado se estaban esfumando.

—No hay nada que no podamos arreglar mi Kitsune.

¿Por qué la veía así? ¿Por qué se aferraba a ella? ¿Por qué no la soltaba y la dejaba ir? Ella no merecía esos sentimientos tan sinceros.

—A mí lo único que me importa es la medicina, salvar personas, no vivo para nada más —pasó saliva con dificultad, tenía seca la boca por lo que diría a continuación—. Algún día tú querrás hijos, formar tu propia familia, aún eres joven y puedes encontrar una buena mujer que te dé mucho más de lo que te mereces. Yo no quiero casarme ni formar una familia.

Sanosuke vio la honestidad con que le decía esas palabras, no obstante, eso ya lo sabía por lo que tenía que haber más, algo que le impedía aceptarlo por completo. De nuevo alzaba la barrera en torno a su corazón y era el momento de pelear la más difícil de sus batallas; en esta no se permitiría perder ya que estaba en riesgo el presente y futuro de ambos. Acarició sus mejillas para secar las lágrimas, sabía lo que le costaba ser tan abierta y sincera.

—Yo quiero lo que tú quieras y seré para ti lo que quieras y necesites que sea.

—Entiéndelo, no puedo hacerte eso, privarte de la felicidad, atarte a mi cuando no tengo nada para ofrecerte, cuando no te ofrezco un futuro.

Sanosuke esbozó una sonrisa, al parecer no era el único preocupado por lo que tuviera que ofrecer—. Mientras estés tú en mi vida, lo demás no me importa, no necesito nada más.

Megumi se resistía, ya no podía argumentar que fuera un irresponsable, vividor, porque sin ella pedírselo, Sagara Sanosuke fue cambiando con el tiempo. Debía agregar que el cambio le agrado mucho más de lo que podía aceptar para sí misma, pues se volvía un hombre tremendamente irresistible, tanto físicamente como en su forma de ser. Ahora lo tenía enfrente, con su cabello castaño enmarcando su varonil rostro, sus ojos chocolate decididos y fieros, pero llenos de dulzura y amor. Amor, por qué le tenía tanto miedo a esa palabra, a entregarse por completo. De repente comenzó a ver borroso por las lágrimas que una vez más se agolpaban en sus orbes terracota. Ahora es que empezaba a entenderlo, pero antes de ser completamente sincera con él, debía hacer un último intento. Porque al final del día era una cobarde egoísta.

—Me iré, al finalizar el mes —la voz le tembló, porque sentía el corazón en la garganta, pero decidió continuar—. Me iré a Alemania con Yutaro.

Sanosuke trataba de ver más allá de sus palabras, pero su corazón se estaba deteniendo con cada intento que ella hacía por alejarlo. ¿Acaso se había equivocado y ella no sentía nada por él?

—Te esperaré, sé que puedo ser un estorbo para ti si voy, pero si tú quieres…

—¿Por qué? —lo interrumpió para que no siguiera— dijimos que era solo sexo y creo que lo disfrutamos mucho, pero solo eso.

—Si, recuerdo que lo dijiste, lo dejaste muy claro desde el inicio y yo acepte —se acercó más a ella besando su cuello con ternura sintiendo el pulso acelerado a través de la piel. Su cuerpo la estaba traicionando—. ¿Quieres terminar conmigo? Está bien —fue subiendo por su cuello hasta llegar a la mandíbula, ella no pudo detenerlo o mejor dicho, no quería, pues permitió que la siguiera besando por si era la última vez, que quedará marcado en su mente y corazón—. No encontrarás a nadie que te ame como yo.

Megumi abrió los ojos de golpe, las lágrimas cayeron, pero no pudo decir nada, su boca fue asaltada en ese mismo momento por el castaño, quien no perdió tiempo para demostrarle a través de sus caricias lo que ella se negaba a ver y a escuchar. Sus manos se aferraron en su cintura, pegando sus cuerpos, haciéndole notar la dureza de su cuerpo que anhelaba el contacto con su cálido interior. Por qué aunque Megumi no quisiera escucharlo, él estuvo perdidamente enamorado desde el inicio, cayendo un poco más cada día. Estar con ella, disfrutando de su compañía, sus charlas al finalizar el día, las sonrisas sinceras que le dedicaba solo a él y haberle dejado conocer los secretos de su cuerpo. Todo eso y más, fue el conjunto perfecto para caer rendido a sus pies. ¡¿Y ahora le decía que se marchara? que no volviera más! Megumi pretendía matarlo en vida, eso es lo único que conseguiría, porque una vida sin ella, no tenía sentido.

—Detente por favor —pidió tratando de normalizar su respiración, se sujetó de los brazos de Sanosuke para no caer, agachando la mirada—. No lo entiendes —se le quebró la voz.

—Entonces explícame —le alzó el mentón con una mano, mientras con la otra seguía sosteniendola— quiero entender.

—Mate a tantas personas, tantas familias que quedaron incompletas y aún cuando entrego todo de mí nunca será suficiente para redimir ese daño. La vida entera no me alcanzará para resarcir lo que hice.

Sanosuke lo entendió, la abrazó con todo el amor que podía darle. Ella misma se castigaba, por todo lo ocurrido y no sentía ser merecedora de amor, familia o alguien que la amara completamente. Lo había visto con Kenshin, cuánto le costó aceptar el amor de Kaoru, quedarse con ella y empezar a vivir su vida.

—Tonta, tienes que empezar a ver todo lo bueno que haz hecho, a todas las personas que salvas a diario. No te digo que no entregues tu vida entera a seguir ese camino. Solo no lo recorras sola, permíteme estar ahí, para cuando tu corazón necesite un descanso, ser yo quien renueve tus fuerzas. Si no quieres familia ni hijos, yo tampoco. Tú eres lo único que necesito para vivir.

No quería arrastrarlo a su infierno personal, pero en algo estaba de acuerdo con él. Sanosuke era su bálsamo, era la calma que necesitaba cuando su corazón estaba en tormenta y tenía miedo. Miedo de volver a quedarse sola, no resistiría perderlo a él, porque entonces si caería en la locura. Pero Sano no sabía darse por vencido, veía a través de sus miedos y tristezas, la conocía tan bien. Permitió que sus ojos siguieran derramando lágrimas, lo abrazó, necesitaba liberarse de sus miedos. Si Sanosuke la aceptaba a sabiendas de todo el daño que había hecho, inconscientemente o no, entonces se dejaría abrazar por ese amor tan puro y sincero.

El castaño acariciaba sus cabellos negros mientras la apretaba contra sí y susurraba palabras tranquilizadoras. Dejó que se calmara abrazada a su pecho, ahora él también podía estar tranquilo, aunque no se lo dijera con palabras, Megumi acababa de demostrarle que lo aceptaba y con eso él era inmensamente feliz. Quizá su plan debía esperar un poco más, no quería asustarla y que saliera corriendo de nuevo.

—¿Te apetece comer? Kasumi dejó la comida y el baño listo para ti.

—¿Te vio? —pregunto más por costumbre y no porque realmente le importara. Ya no, ya no deseaba seguir escondiendo a Sano ni lo que sentía por él.

—Creo que más de una persona sospecha de lo nuestro —aseguró con una sonrisa pícara, recordando las conclusiones mudas a las que había llegado Kasumi y al grupo de mujeres que estaban muy cerca acompañándolo en su espera por la doctora—. Seguramente comenzarán a correr rumores del hombre que visita a la doctora en su casa.

—Ese ya no será un problema.

—¿Al fin saldremos del subrepticio? —preguntó con marcado asombro, la apartó un poco para ver sus ojos, estaban rojos por el llanto, pero ahora tenían un brillo distinto.

—Si es que realmente quieres continuar con esta locura.

Sano observó el ligero rubor que cubrió las mejillas de Megumi, era raro que esa mujer se sonrojara y adoraba ver cuando pasaba.

—¿Acaso me estás proponiendo algo? —pregunto acariciando su mejilla con voz baja y ronca.

—Quizá.

Megumi levantó sus brazos para enredarlos en el cuello del castaño, era hora de empezar a compensar a ese hombre por su paciencia y perseverancia. Realmente quería estar con él y amarlo el tiempo que pudieran estar juntos. Nadie sabía lo que el destino les deparaba, por lo que cada momento era un tesoro. Ya era tiempo de que ella valorara lo que tenía enfrente y regresará igual o más amor del que recibía. Decidida dejo de pensar y se abandono al deseo que sentía su cuerpo.

Se puso de puntillas y atrajo al castaño a sus labios, empezó a degustar esos carnosos labios que la volvían loca, muy lentamente pasando la lengua y después mordiendo suavemente tirando del labio inferior. Sanosuke empezó a gruñir y estrechar más su cintura.

—Aún estás a tiempo de detenerte —aseguró sobre los labios de Megumi, ella se separó un poco viéndolo de esa manera tan provocadora, con esos ojos terracota que le decían exactamente lo que deseaba que le hiciera. En ese instante sintió una punzada recorrerlo por su espina dorsal hasta llegar a la dureza de su hombría.

—No quiero detenerme. Tómame de todas las formas posibles, hasta que ya no puedas.

El castaño sonrió cuál predador sobre una presa indefensa. Acababa de recibir carta blanca para hacer con ella lo que quisiera y de ninguna forma desperdiciarla tan grandiosa oportunidad. Sabía perfectamente como le gustaba que la acariciara, donde debía de besar y morder para hacerla gritar de pasión. La tomó de la nuca con suavidad para profundizar el beso, pasó la otra mano con lentitud por el cuello hasta el borde del kimono morado que usaba Megumi. Bordeo con la yema de los dedos la orilla de la tela sintiendo la suavidad de la piel y el inicio de los generosos pechos. Desató los pequeños nudos de su bata de médico para deshacerse de la prenda, una menos por la que preocuparse.

Megumi tembló ligeramente y jadeo, estaba tan deseosa de las caricias y atenciones del castaño, un mes había sido suficiente para extrañarlo como jamás pensó que haría y darse cuenta al mismo tiempo de la magnitud de su amor. Enredó su lengua con la de él, batallando por el control, a pesar de sus palabras, no le dejaría toda la diversión, por lo que empezó a dominar en el beso y metió las manos por la yukata que traía Sanosuke. Se veía tan apuesto con ella, tan diferente a sus ropas de siempre. Pasó las manos por los músculos marcados del torso, le encantaba sentir el fibroso cuerpo masculino. Sentía la dureza contra su vientre provocando un dulce cosquilleo en su intimidad.

Sano abandonó sus labios para bajar por su cuello, deslizó el kimono un poco por los hombros mientras pasaba las manos por detrás de la espalda y aflojar el obi del kimono, permitiéndole hacer lo que pretendía. Sin desvestirla por completo metió la mano por la abertura de la tela acariciando el interior de sus muslos, haciéndose un espacio entre sus piernas hasta alcanzar el rincón que necesitaba. Quería comprobar la humedad que había en el, así que introdujo dos dedos en la suavidad de su caliente piel, encontrando el exquisito elixir al que era adicto. Su sangre se calentó aún más.

Megumi jadeo de placer cerrando los ojos al sentir los dedos de Sanosuke en su intimidad. Si, ella lo sabía, estaba mojada y necesitaba aquel movimiento frenético para hacerla enloquecer. Sentía el estómago tenso y la piel erizada por el movimiento cadente de los largos dedos del castaño dentro de ella. Otro gemido escapó de su garganta cuando Sano se apoderó de uno de sus pezones pues había logrado bajar su kimono dejando expuestos sus senos. Apoyó la espalda por completo en la pared, sentía que sus piernas no resistiría mucho.

Sano se arrodilló frente a ella, con cuidado de no lastimarse más y subió una de las femeninas piernas a su hombro para que ella no cayera mientras devoraba su intimidad. Justo en ese lugar, apoyada contra la pared y a medio desvestir, abrió con sus dedos la flor que le ocultaba la gloria y pasó la lengua por toda la extensión hasta llegar al pequeño monte causante de todos sus delirios. La sintió estremecer y emitir jadeos que pronto se convertirían en gritos. mientras se agarraba de sus castaños cabellos en busca de otro punto de apoyo. Sin contemplación empezó a besar el pequeño monte, mientras dos de sus dedos empezaban a entrar y salir con lentitud de su intimidad, ella comenzó a mover las caderas, estaba deseosa de sentir esa fricción, pero lejos de desear darle lo que tanto anhelaba, saco los dedos, sustituyendolos por su lengua.

—Aahh Sano por favor.

El ruego le hizo saber que no quería juegos, lo necesitaba dentro. Saber eso lo puso aún más duro y deseoso, pero no le daría tan rápido el alivio que buscaba. Siguió degustando del sabor de la excitación de la pelinegra, perdiéndose en el rincón caliente y resbaloso, pero bajando el ritmo de sus movimientos, sabía que eso tendría consecuencias, pero más tarde pagaría por ello.

Megumi sintió la disminución del ritmo, ahí fue cuando supo las intenciones del castaño. Bueno dos podían jugar ese juego, así que le apartó la cabeza con las manos y lo empujó con la punta del pie izquierdo, quedando el castaño sobre sus codos extendido en el suelo, con la mesita a su espalda. Una excitación mayor la recorrió al verlo a sus pies, ser ella la que lo viera hacia abajo la hizo sentir tremendamente poderosa y sexy. Vio los ojos chocolate brillar de deseo, y se pasó la lengua por los labios un acto que el castaño siguió atentamente.

—Eres un chico malo y necesitas un castigo —aseguró con voz sensual, abrazándose a sí misma haciendo que sus senos fueran el blanco de la mirada chocolate.

Sano trago con fuerza, sintiendo la sangre palpitar en sus oídos y como recorría su cuerpo hasta agolparse en un solo lugar de su anatomía. Estaba tan duro que empezaba a dolerle, esa mujer podía provocarlo con una mirada pero esta vez su intención iba más allá. La vio como empezó a acariciarse el cuello y bajar hasta sus senos los cuales apretó. Contuvo la respiración, ella apartó la tela de su kimono aprovechando que aún estaba el obi alrededor de su cintura pero flojo, deslizó sus manos por su estrecha cintura hasta sus piernas. Le estaba mostrando su cuerpo y calentándolo hasta límites insospechados al ser observador de cómo se acariciaba ella sola.

—¿No me vas a dejar participar a mi kitsune? —su voz ronca y rasposa por la tensión contenida.

—Tu necesitas aprender la lección.

Megumi le puso el pie en el hombro, sabía que estaba expuesta a su mirada pues desde ahí la veía perfectamente, pero lejos de sentirse cohibida llevó lentamente su mano de su rodilla hasta su intimidad. Sin dejar de verlo a los ojos metió dos de sus dedos a su resbalosa intimidad. Jadeo, no era igual que sentirlo a él, pero eso no tenía porqué saberlo, así que imprimió más deseo en su mirada y siguió moviendo sus dedos mientras dejaba escapar gemidos de placer. Lo vio tensar la mandíbula, parecía hipnotizado con sus manos una que entraba y salía de su intimidad y la otra que acariciaba su seno. Aún así ese no era su objetivo principal, por lo que sacó sus dedos y con lentitud los metió en su boca, degustando su propio sabor. Él se relamió los labios y vio la obscuridad en los ojos chocolate, estaba tan excitado y aún así se estaba conteniendo. Con una sonrisa de maldad se arrodilló frente a él, conteniendo sus ganas de ir a besarlo pues sabía que si se acercaba, él tomaría el control de nuevo y aún debía castigarlo un poco más. Megumi apartó la yukata descubriendo la erección del castaño, estaba duro y palpitante, brillando con la lubricación que ya salía de este. No cabía duda de que estaba tan excitado como ella, eso la llenó de placer, pues le confirmaba que él la deseaba tanto como ella a él.

Cuando Sanosuke la vio sonreír con aquella perversión supo que estaba perdido, fácilmente podía tomarla en brazos y no permitirle hacer su voluntad, pero la dejaría ejecutar su castigo, después de todo él se lo había ganado. Cerró los ojos al sentir el contacto de aquella mano en la base de su miembro, soltó un gruñido cuando la lengua experta empezó a recorrer su longitud. Inmediatamente la electricidad viajaba por todo su cuerpo erizando su piel y tensando sus músculos. Apretó la mandíbula y dejó caer la cabeza hacia atrás.

Megumi adoraba tener en sus manos ese miembro duro y ser la incitadora del fuego que corría por las venas del castaño. Saber que literalmente tenía el poder de darle placer y hacerlo llegar al límite, si, era algo que disfrutaba infinitamente por lo cual empezó despacio, saboreando cada centímetro de esa sedosa piel, moviendo su mano en la base muy lentamente arriba y abajo. Escucho a Sanosuke gruñir, con la respiración acelerada. Era el momento de iniciar a devorarlo, paso la lengua por la punta, dando caricias húmedas por la abertura, Sano respingo ante la acción y Megumi sumó otra pequeña victoria mental. Abriendo la boca introdujo todo lo que podía comer y apretando lo justo y necesario para que él sintiera sus labios empezó a marcar el ritmo de la perdición de su hombre.

—Ohh Megumi —soltó un gruñido seguido de jadeos desesperados. Sus músculos estaban tensos y sentía el fuego quemando su piel. Para su deleite ella había aumentado el ritmo, y estaba dejándose arrastrar por la marea que había provocado y amenazaba con dejarlo a la deriva. Los movimientos de su mano alrededor de su miembro, completaban las embestidas que daba a la dulce boca femenina, estaba muy cerca de alcanzar la cima, pero no le parecía justo cuando él se la había negado a su doctora. Y no es que no fuera a hacerla terminar, pero a ella no le gustaba que se tomará su tiempo para degustarla, al menos no cuando tenían tanto tiempo sin amarse; justo cómo era el caso. Por lo que mordiéndose los labios para suprimir su frustración, se apoyó en un solo brazo y acarició una de las mejillas de Megumi para llamar su atención. Por todos los cielos era tan gloriosa la imagen de ella comiéndolo de esa manera que sentía venirse. Intentando por todos los medios normalizar su respiración para contener el torbellino de fuego, hizo contacto con los bellos ojos terracota y despacio negó con la cabeza ya que no salió palabra alguna de sus labios.

Megumi lo entendió y dejó de moverse, con lentitud lo sacó de su boca, acariciando la punta con su lengua. Disfruto el gesto del dolor placentero que provocó en el castaño. Con el dorso de la mano se limpió el rastro de saliva, Sanosuke no dejó de mirarla y se incorporó con cuidado, al levantarse su yukata se acomodó de nuevo en su lugar. Ahora era él quien la veía desde arriba, admirando la fragilidad y sensualidad que irradiaba. Extendió su mano, ella obedeció y le dio la suya, de un movimiento fluido la alzó pegándola a su cuerpo, apropiándose de sus labios. La agarró de los muslos y la impulsó para que ella se abrazara a su cintura con las piernas. De esta manera la llevó hasta la pequeña habitación, donde el futón ya estaba listo. Pasando sus manos por la espalda femenina terminando de desarmar el obi para que el kimono abandonara su cuerpo.

Megumi había dejado de besar sus labios para empezar a regar besos por su cuello. Fue entonces que la depositó en su lecho con suavidad, mientras ella desataba el nudo de su yukata, no era justo que solo ella estuviera desnuda. Le gustaba recorrer con las manos y lengua aquel cuerpo que definitivamente le pertenecía solo a ella. Sin embargo Sanosuke no estaba dispuesto a ceder el control de nuevo, por lo que aprovechó la distracción de la doctora y le dio la vuelta sujetando una de sus manos por encima de su cabeza mientras que la otra le permitía sostener a medias su cuerpo.

—Sigues jugando sucio —le reclamó jadeando, no podía evitarlo, sentirse sumisa también la llevaba al límite de su cordura. Sintió la otra mano pasear por su espalda y su costado, rozando su pecho derecho que poco después fue prisionero de la mano de Sanosuke y sintió el cálido aliento en su oreja.

—Quieres que juegue sucio. —preguntó con voz ronca mientras con la mano libre hizo que ella levantara la pelvis, quedando sobre sus rodillas, así como estaba él, aprovechó la posición para frotarse contra el redondo trasero de la doctora. Ella solo gimió más alto, disfrutando de sus caricias.

—Te dije que me tomarás de todas las formas posibles —le recordó entre gemidos ahogados, estaba disfrutando de las atenciones que Sano estaba esparciendo por diferentes partes de su cuerpo. Por la posición no pudo ver la sonrisa perversa que se apoderó de los labios masculinos

El castaño veía la cremosa piel frente a él, tenía varios puntos débiles en esa extensión así que tomándose su tiempo le apartó el cabello haciéndolo caer a la izquierda. Empezó con la zona bajo el cuello tomando su tiempo, gozando con los gemidos que arrancaba de ella, después siguió el camino por toda la columna dejando un rastro húmedo. Tras un tiempo de morder y besar, debía tomarse las cosas con más seriedad, así que puso ambas manos de Megumi tras su espalda y las ató con el cinturón de su yukata, eso provocó que la cabeza de megumi quedara apoyada sobre su mejilla izquierda contra el futón.

Megumi no se esperaba tal perversión, Sanosuke usualmente la tomaba de las manos para no dejarla hacer sus travesuras, pero eso era completamente nuevo y la excitaba sobremanera, se encontraba a su entera disposición, podía hacer con ella lo que le placiera. Sentía el palpitar en su centro, anhelando ese dulce contacto con el miembro del castaño. El juego previo había sido muy intenso y estaba más que lista para iniciar con el número principal.

Sintió la invasión de los dedos, estaba mojada y deseosa, el cosquilleo que recorría su cuerpo entero se lo decía, era tanta la necesidad que sus caderas empezaron a moverse por cuenta propia, sin embargo en aquel instante las manos de Sanosuke la detuvieron, había sacado sus dedos y ahora posicionaba en la entrada a su viril miembro. La alzó un poco más de las caderas y la penetración que sintió le hizo temblar el cuerpo entero en una exquisita sensación arrancando un grito profundo de su garganta. Lo escuchó gruñir, pues había tocado el fondo llevándose consigo todas sus zonas sensibles.

Sanosuke empezó con embestidas largas y profundas, pero marcando un ritmo de disfrute, saliendo cuan largo era para entrar de lleno en un solo movimiento. La calidez y la estrechez de Megumi lo volvían loco, toda esa corriente eléctrica recorría cada célula de su cuerpo y no pensaba siquiera en el dolor de su pierna, pues las endorfinas estaban haciendo su trabajo a la perfección. En su interior creció la necesidad de aumentar el ritmo, fue cuando se agachó por ella, tomándola delicadamente de los hombros, quedando ambos de rodillas. La tomó sin contemplaciones de los senos, una mano para cada uno, pellizcando suavemente los rozados pezones. Beso su cuello, del hombro al oído y de regreso, se deleitaba en los gemidos que arrancaba de la doctora. Siguió embistiendo en lo que una de sus manos viajó del seno al pequeño montículo que le ayudaría a darle más placer a su diosa.

Megumi apretaba fuertemente los ojos, los jadeos salían descontrolados de su garganta hasta convertirse en gritos eufóricos, cada centímetro de su cuerpo era consciente de lo que estaba haciendo Sanosuke con ella. La traviesa boca le estaba haciendo marcas en su cuello, lo sentía. Una de las fuertes manos masculinas en su seno, que era lo que evitaba que cayera de bruces contra el futón y la otra estaba ocupada en el centro de su feminidad, todo eso sin dejar de sentir las poderosas embestidas desde abajo. Todo su cuerpo temblaba deliciosamente y depender de él completamente le agregaba ese ingrediente exquisito que la estaba orillando al abismo.

Sanosuke sintió el momento exacto en que ella alcanzó su orgasmo, pues sentía los espasmos del cuerpo que abrazaba, eso le permitió dejarse ir, derramándose en el cálido interior de Megumi, soltando un gruñido de placer al liberarse y sentir su propio orgasmo. Cuando el punto álgido fue alcanzado por ambos, entre jadeos y respiraciones agitadas Sano le desató las manos y ambos se dejaron caer en el futón. Sanosuke la acomodo en sus brazos, ella se dejó hacer mientras ambos luchaban por normalizar la respiración.

—Eso fue muy excitante —Megumi se abrazó aún más al cuerpo masculino, el reposaba la barbilla en su cabeza mientras acariciaba sus largos cabellos negros.

—Tengo ideas en mente —su voz aún estaba ronca y eso a la doctora le erizaba la piel y aceleraba el corazón.

—Me encantaría probar unas cuantas, la noche aún es joven —ella recordó que tenía una prenda muy hermosa guardada que aún no le mostraba. Sin duda toda una sorpresa. Se mordió el labio para no decirlo en ese instante.

—Pero me parece que alguien debe cenar primero —aseguró el castaño provocando un mohín que no puedo ver, pero estaba seguro que había hecho —además hay que renovar energías y el baño está listo, podemos continuar ahí —la sugerencia estaba implícita en el tono que lo dijo.

—Me encanta como piensas.

Sanosuke sonrió victorioso, no solo por las palabras de Megumi, sino por todo lo acontecido esa noche. Si bien aún no le hacía la propuesta, estaba seguro que la balanza se inclinaba a su favor y se encargaría que le diera ese sí.

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N/A:

Sin más que agregar, espero con ansias sus comentarios. Agradezco de todo corazón a quien se ha tomado la molestia de leer hasta este punto y por supuesto seguir esta loca aventura ¿que aún no termina?..

¡Les dejo un enorme abrazo, gracias por todo el apoyo! n_n.