N/A: Quiero agradecer a todos los que me leéis, desearía enormemente ver vuestros comentarios de los capítulos para saber que opináis de mi historia. Disfrutad de la lectura. ;)
El cochero sonrió al recordar aquel día, si bien no aprobó el comportamiento de su hija tuvo que admitir que se sentía orgulloso y tranquilo de saber que Emma no era débil y sabía defenderse, no podría estar protegiéndola siempre y se alegraba de que no dependiera de él. Rememoró algún otro episodio similar, una pelea de bolas de nieve que acabó con su hija y otro par de muchachos de ese grupo con moretones por los golpes de la nieve, alguna que otra travesura en los festivales del pueblo...Poco a poco los niños fueron creciendo y se convirtieron en adolescente y aunque su hija había madurado y trataba de comportarse debidamente acorde a su edad, seguían teniendo algún que otro conflicto en el que ella perdía los papeles y acababan en trifulcas leves que normalmente eran finalizadas cuando uno de ellos huía o ambos eran detenidos por algún vecino del pueblo.
Ese día era 14 de febrero y Emma había cumplido los dieciséis años apenas un par de meses antes, por lo que su madre había empezado a hablar con ella sobre el compromiso, el matrimonio y la familia aunque el cochero insistió a su mujer en esperar, pues él seguía viéndola como su hija pequeña, traviesa y metiéndose en líos por las calles del pueblo, sin embargo sabía que no podría tratarla como una niña eternamente.
Aquel día habría una pequeña celebración en la plaza del pueblo, donde los jóvenes se presentaban en sociedad con la esperanza de que surgiera alguna propuesta de matrimonio. En el cuarto de Emma su madre se encontraba revisando su aspecto, en esos años su hija había crecido y se había convertido en una joven mujer, sus caderas eran anchas y su cintura estrecha, su cabello rubio de trigo y con brillos dorados era ondulado y la llegaba a la cintura si lo dejaba suelto, si lo recogía en una coleta o una trenza aún podía cubrir hasta la mitad de su espalda, su piel seguía clara y pálida salvo en la zona de las mejillas que habían adquirido un rubor juvenil.
-No veo el motivo para acudir al festival madre. - se quejó Emma mientras su madre la ajustaba en corpiño negro a la cintura.
- Llegará en día en que tu padre y yo no podremos cuidarte, solo quiero que tengas a alguien que te cuide. -
Emma rodó los ojos exasperada, desde hacía un año sabía que su madre querría que se casara con algún joven del pueblo.
- Puedo cuidarme sola, no necesito a nadie que... -
La conversación fue interrumpida por el sonido de la puerta principal siendo abierta.
- ¡Padre! . - dijo ella escuchando la puerta abrirse en la planta principal.
El cochero se sorprendió agradecido cuando su hija lo recibió con un cariñoso abrazo.
- Me alegra verte antes de que nos marchemos- dijo su mujer con su mirada pacífica y su sonrisa amable que siempre adornaban su rostro.
-He pensado que podría llevaros a la plaza, tengo que recorrer las calles para atender el festival de todas formas. -
- Oh, gracias de verdad, ¿no te importa? - preguntó su mujer.
-En absoluto, es un placer llevaros. -
Las dos mujeres se dirigieron hacia el carruaje que había en el exterior.
-¿Seguro que es buena idea llevarla este año? - preguntó el cochero a su esposa.
-Vamos a presentarla en sociedad, pero aún tiene dieciséis años, no tiene por qué decidir nada todavía, pero debe empezar a ser consciente de lo que se espera de ella. -
El cochero sonrió a su mujer y se prepararon para marcharse en el carruaje que él mismo conducía, la cabina era de madera rojiza, pulida y brillante. Las dos mujeres se sentaron en el interior sobre los asientos de cuero negro, una frente a la otra y en silencio. Los dos caballos que tiraban del vehículo se pusieron en marcha y el carruaje se encaminó por las calles pedregosa, la grava de las calzadas creaba un suave y reconfortante traqueteó en la cabina que iba coordinado con el sonido de los cascos de las bestias que tiraban de él para moverlo.
-Madre por favor. - pidió Emma. - Te lo ruego... -
-Emma no va a pasar nada, solo este año por lo menos... Solo está vez, y si no quieres seguir, respetaré tu decisión. -
Emma se retiró un mechón rubio del flequillo que tapaba la visión de su ojo derecho y resopló con frustración.
-De acuerdo... ¡Pero prométeme que solo será esta vez! -
-Está bien... Solo esta vez. -
El resto del camino se desarrolló en silencio, con Emma mirando de forma desinteresada por una de las pequeñas ventanas del carruaje cómo el resto de gentes del pueblo se encaminaban a la plaza. Las jóvenes iban bien vestidas y los chicos parecían ir más o menos decentemente para un cortejo, algunos solos, otros con sus padres, pero todas las chicas iban acompañadas bien por sus madres o bien por alguna sirvienta de la familia. Finalmente el carruaje se detuvo en la entrada de la plaza y ambas mujeres salieron de su interior.
-Nos veremos en la cena. - dijo el cochero. - Con el festival llegaré algo tarde así que si no lo deseáis no me esperéis para cenar. -
-Lo tendré en cuenta. - sonrió su mujer antes de darle un beso y verlo marchar de nuevo.
Ella se dirigió a su hija.
-Ven conmigo Emma, voy a presentarte a unos amigos. -
Ella solo suspiró y asintió con la cabeza antes de seguir a su progenitora.
-He encontrado al hombre perfecto para tí, su padre tiene un gran negocio de maderas industrial, tiene dinero y una buena posición, es de la zona alta de la ciudad. -
-¡madre! ¿Quieres que me case con alguien que ni siquiera conozco? -
-Para eso vienes, para conocerlo. -
Ella se detuvo de espaldas a un hombre y se aclaró la garganta para llamar su atención.
-¿Señor Leich? - preguntó haciendo que el hombre se diera la vuelta, tenía un rostro amable, mayor, era delgado y un sombrero de copa tapaba su cabeza calva, un bigote grueso de pelo blanco descansaba sobre sus labios finos en contraste con sus oscuros ojos.- Soy la señorita Valentina, estuvimos hablando aquí hace un par de días. -
-Pues claro señorita, la recuerdo perfectamente, siento que los padres del muchacho no estén aquí, pero deben vigilar su negocio. -
-Lo comprendo. - dijo la madre de Emma. - Está es mi hija Emma. - dijo señalando a la joven. - Espero que su sobrino y mi hija puedan hacer buena pareja. -
-Por supuesto que la harán... ¡Peter ven aquí! -
En chico pelirrojo, de ojos oscuros y vestido de etiqueta se presentó ante ellas y Emma no pudo evitar fruncir su ceño de disgusto.
-Hace mucho tiempo ¿verdad Emma? - dijo de la forma más cortés posible.
-No puedes ser tú... -
-¿Os conocías? - dijeron confusos los dos familiares de ambos chicos.
-¿Acaso no lo recuerdas madre? - dijo ella indignada. - Era por él que me metía en problemas con los chicos del pueblo cuando era pequeña. -
-Bueno querida. - dijo Peter con una sonrisa arrogante tratando de ser amable. - Ya somos adultos y creo que sería bueno para ambos empezar de cero. -
-Id a dar una vuelta. - sugirió. - Así podréis conoceros mejor. -
-Excelente idea, así nosotros hablaremos de negocios. - dijo el señor Leich quien empujó lejos de su ubicación a ambos jóvenes. - Ahora hablad y divertidos, nos veremos al atardecer... -
Y con esto los dos se marcharon dejando solos a ambos jóvenes.
Los dos muchachos se quedaron de pie sin decirse una palabra, simplemente caminaban sin un rumbo fijo, cuando Emma llegó al centro de un puente de ladrillo rojo que sobrepasaba un arroo no pudo soportarlo más.
-¿por qué me estás siguiendo?-
-Debemos hablar ¿no?-
-Ya nos hemos dicho lo necesario todos estos años.-
-Ah, que pena Emma, siempre pensando en el pasado con remordimientos, ¿por qué hacéis eso las mujeres?-
-Eres una arrogante, presuntuoso, superficial...preferiría casarme con un burro.-
-Y tú eres una cabezota orgullosa y con la lengua demasiado corta, ¿no te das cuenta que esto beneficia a ambos? Si nos casamos tu padre tendría su propio negocio y tendrías más dinero y mi padre podría usar su negocio de madera para construir los carruajes, ganaríamos ambos.-
-¿por eso estás tan insistente, solo te interesa el dinero?-
-Ese dinero nos haría a ambas familias las más ricas del pueblo, puede que de toda la comarca, los carruajes son necesarios en todas partes y esos carruajes necesitan madera para construirse, te llenaría de joyas y vestidos a cambio de todo ello.- dijo agarrando su mano para evitar que se fuera.
-¡no puedes comprarme como si fuera un jarrón con flores que poner en un recibidor!- dijo ella indignada y haciendo un movimiento brusco para zafarse del agarre del insistente muchacho, recogió un poco la parte delantera de sus faldas y se volvió a alejar de camino a la plaza.
-No puedes hacerme esto, soy uno de los herederos más ricos de la comarca.-
-Puedo hacerlo y lo hago, no quiero verte, no quiero tocarte, ni siquiera tenerte cerca, el solo contacto visual contigo me da náuseas.-
-No, vendrás conmigo.- dijo él parándose en medio de la plaza agarrándola de la muñeca.- Nos casaremos lo quieras o no.-
La escena había congregado a todo el pueblo allí presente que miraba con expectación y algo de burla como proseguía el conflicto.
-No, no me casaré contigo, antes muerta que besarte en un altar a tí y a tu sucio dinero.-
Tras estas palabras la joven propinó una patada en las rodillas al muchacho, quien perdió el equilibrio y cayó, para su desgracia, en un montón de estiércol reciente debido a los caballos allí congregados. El pueblo entero se rio por la escena incluso un par de burros que reposaban en unos establos parecían rebuznar de forma jocosa riéndose por lo ocurrido.
-¡Emma!- gritó la mujer que la había acompañado llamando su atención.
-Madre...-
La mujer abrió los ojos de disgusto y preocupación ante su hija al ver la escena.
-Vámonos... ahora.- dijo con tono autoritario y serio poco natural en ella.
Agarró a su hija del brazo y se encaminaron hacia un carruaje, aunque una voz hizo que se detuvieran para mirar hacia atrás.
-¡Te arrepentirás de esto Emma!-dijo Peter, sus ropas se habían cubierto de manchas marrones y su pelo de heno.- Aunque sea lo último que haga... pagarás lo que me has hecho...-
Ambas subieron al carruaje y se marcharon de allí.
