Lejos de allí, en una tranquila taberna, el cochero se encontraba apaciblemente tranquilo, sentado en una mesa al lado de otros tres hombres de su misma profesión, con cuatro cervezas en la mesa y un cenicero con cigarrillos cuyo humo ascendía hasta el techo de la habitación mientras se turnaban para contar las experiencias del día con sus clientes.

-Y el idiota va a la plaza y al bajar del carruaje se olvida de que hay escalones, se tropieza y cae al charco de barro de la acera.- decía uno de los hombres, delgado, bastante joven y de pelo castaño claro cuyo flequillo tapaba parcialmente sus ojos grupo rió jocoso ante la anécdota mientras algunos de ellos tomaban un trago de su cerveza.

-¿Y tu hija? ¿qué tal su primer festival?- cambió de tema otro hombre algo mayor de unos cuarenta años, de pelo negro bigote y ojos castaños a la vez que golpeaba amistosamente al cochero en el hombro.

-Un fracaso al parecer.- mustió con una sonrisa algo triste mientras miraba su cerveza.- Al parecer Emma ha rechazado a un pretendiente bastante rico y él no se lo tomó muy bien.-

-Sí, a Peter Leich.- contestó el más joven de todos que no parecía tener más de treinta años.- Ha sido increíble como tu hija le ha dado calabazas delante de todo el pueblo.- rió mientras alzaba su jarra de cerveza y tomar otro trago.

-¿sabes lo que ha pasado verdad?- preguntó el hombre de pelo castaño al ver la pacífica reacción de su compañero.

-Sí perfectamente.- dijo el cochero mientras tomaba un trago de su cerveza.- mi mujer me explicó detalladamente el incidente con él.-

-¿Y entonces? ¿qué hiciste?-

-Reírme hasta quedarme sin aliento.- dijo casi empezando a carcajear de nuevo por el recuerdo.

-El idiota se lo merecía, tenía que decirse.- dijo de nuevo el joven rubio.- Es un presuntuoso, un niño mimado que cree que puede conseguirlo todo solo porque su padre tiene dinero, pero creo que no se recuperará de esto.-

-En eso Martin tiene razón.- dijo el hombre con bigote.- Tu hija por fin le ha dado la lección que nadie se atrevía a enseñarle a ese mocoso insolente.-

-Mi mujer dice que tal vez debería enseñarla a controlar su ira porque la ha sacado de mí, tiene razón, pero me alegra que Emma sea tan decidida, no apruebo que le haya empujado a una montaña de estiércol, pero tampoco diré que lo lamento por él.-

El grupo rió ante el comentario del cochero hasta que, de repente, notaron que la taberna se quedaba en silencio y los demás clientes callaban, dirigieron su mirada por el local iluminado con velas y candelabros, todos los clientes, el camarero y un par de mujeres que servían las cervezas había cambiado completamente su ánimo a uno de preocupación y no tardaron en darse cuenta del motivo, la puerta principal del local estaba abierta y frente a ella, en el interior del local, un policía de gabardina azul marino y una placa identificativa se había invitado a entrar con cara de pocos amigos, lo que solo podía significar una cosa: problemas.

-¿Quién de ustedes conoce a Emma Sartori?- dijo con voz firme y autoritaria.

Al cochero casi le da un vuelco al corazón al escuchar el nombre completo de su dio la vuelta lentamente mientras sus compañeros lo miraban con los ojos abiertos como platos.

-Es mi hija.- dijo acercándose al hombre de la ley, quien se había puesto pálido y tragaba saliva de forma nerviosa.- ¿qué ocurre? ¿ha hecho algo malo?-

-Señor, por favor, acompáñeme, necesito hablar con usted en privado.-

El cochero solo asintió y siguió al oficial hacia el exterior, las miradas de los demás clientes y los trabajadores de la taberna los siguieron en un silencio casi absoluto, interrumpido brevemente por un cuchicheo ocasional.

Una vez fuera el agente lo alejó un poco del edificio, una vez a solas él se atrevió a preguntar.

-¿qué ha pasado?-

-Verá señor Sartori, es su hija, ella...-

-¿Ha hecho algo malo? ¿Se ha metido en algún lío?-

-No, en realidad.-

-Se supone que debe estar en casa, a estas horas no debería estar fuera.-

-Verá, será mejor que me acompañe, el carruaje policial está en la calzada, le llevaré junto a ella, se lo explicaré por el camino.-

Ambos hombres se encaminaron hacia un carruaje negro tirado por dos caballos percherones del mismo color y se montaron en el vehículo, el agente agarró las riendas de los animales y comenzó a conducir por las calles apagadas por la noche.

-Por favor, dígame que ha pasado.-

-Un pregonero que pasaba por la zona nos advirtió, vio algo extraño en un callejón, dice haber oído a alguien corriendo antes de acercarse, él encontró a su hija, lo hemos interrogado y no parece haber tenido nada que ver con el incidente.-

-¿incidente?¿Y mi hija? ¿dónde está?-

El oficial no se atrevió a responder, no podía, no en ese momento.- Será mejor que hable con mi compañero cuando lleguemos, él podrá explicárselo mejor.-

El vehículo se movió por las calles hasta llegar al escenario del crimen, otro par de agentes estaban custodiando el lugar, entrando y saliendo del callejón a la espera del carruaje fúnebre para levantar el cadáver.

Ambos hombres se bajaron del vehículo y se acercaron al lugar.

-Capitán.- saludó uno de los agentes al policía que acompañaba al cochero. Miró al hombre de abrigo oscuro que lo acompañaba.- ¿seguro que debería ver esto? El cadáver no esta...-

-¿cadáver?- dijo alterado el cochero al escuchar al policía.

-Señor Sartori, por favor se lo quiere ver así a su hija.-

-Pero ¿qué ha pasado?-

-Su hija ha sido asesinada, ha aparecido en este callejón, el sereno dio el aviso y fuimos a buscarle.-

-No, no es posible, mi hija está en casa, no puede ser ella.- dijo desesperado.

Los dos agentes se miraron entre ellos, esto era justo lo que pretendían evitar, tener que mostrarle el cuerpo fallecido de su policía que lo había ido a buscar le hizo una señal para que lo siguiera, una manta blanca tapaba el cuerpo inerte de la muchacha en el callejón, el policía dio un vistazo para asegurarse de que no hubiera nadie cerca antes de proceder, el cochero notó un sudor frío por su frente y una angustia en el corazón, se quedó completamente pálido cuando el agente levantó la sábana blanca que cubría el rostro de la víctima, el rostro pálido y muerto de su única hija.